viernes, septiembre 30, 2005

~11~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Tras hacerme un listado de todos los hechos que habían surgido tras la desaparición de mi amiga Sayuri, me “emparanoyé” toda al recordar las palabras de la Numis, sobre ese extraño CHULAZO DE ESCÁNDALO que preguntaba por mí en el vídeo club.


Cuando regresé, tras ese desmayo que me dio debido al terror, gracias a Dios no había nadie me viera espatarrada detrás del mostrador, y en la tele estaba el menú del dvd de “La Casa Más Divertida de Texas”, con esa sonrisa ideal de mi querida Dolly Parton; sin tener que sumar con los dedos (y mucho menos en voz alta), llegué a la conclusión de que había estado ausente hora y pico largas, donde nadie, pero absolutamente nadie, había entrado al vídeo club. Mi jefe, R2D2, tampoco.

Saqué de la mochila mi Acuarius, más caliente que el culo de las “parteners” de Rocco Sifredi en sus películas, y le di un trago a ver si me vitaminaba el tuétano, después de mirar el suelo en busca de un rastro de sangre, pero nada. Ni una gota. Mi caída había sido limpia, mi ropa seguía en su sitio (no hay cosa que más odie que la ropa sin planchar), y la gomina de mi pelo había hecho el efecto no-sé-qué del que anuncian, que no me despeiné ni el remolino de la coronilla estilo curita que quiere salir en mi cabeza, pero que yo me obstino a no dejar que lo haga.

Me puse ora vez la peli de Dolly Parton, porque sólo había visto 10 minutos del principio, cuando entró una retaca… una cría con flequillo a la altura del mostrador, con una mochila que era dos veces mayor que su espalda, andando a saltitos y alegre, como si fuera a casa de su abuelita, con aquellas dos coletas súper tensas, que mantenían el equilibro de su enorme cabeza. Y es que debe ser por todo eso que estudian, que los niños de ahora son más cabezones.

-Holaaaa –la saludé como si fuera estúpida, a aquel cerebrito que había detrás de esos ojitos, porque en realidad, los niños de ahora tienen algo de estúpidos en la mirada, y seguramente se debe a los dibujos que ven.

La niña apuntó con un dedo a algo que había detrás de mí, un cartel en el que rezaba: pasamos sus películas a dvd, estén en el formato que estén; la cría seguía con el dedo tieso, señalando al cartel, con una sonrisa de muñeca repollo con dientes, cuando se le ocurrió hablar arrastrando las eses, como una militante de las juventudes hitlerianas.

-¿Es verrrdad que pasan mis películas a dvd, estén en el forrrmato que estén?
-Clarrro, nenita; ¡Claro, nenita! –y sin saber porqué, me giré para leer el cartel de mi jefe-. Eso es lo que dice aquí.

Y entonces flipé al ver a la niña ejecutando una extraña danza ritual, moviendo las manos, el culito y dando saltitos a derecha e izquierda. Me recordó a la Space, pero más bajita y cabezona, mientras todo le contenido de la mochila de aquella retaca, zumbaba a su espalda como una megamaraca de Machín… después de varios segundos haciendo esa “cosa”, se detuvo y volvió a preguntarme, pero esta vez con la cara más desencajada y pronunciando peor las erres.

-¿De verrrdad que lo pasáis todo?
-Ya te he dicho que sí.

Mi paciencia se estaba agotando, pero mi curiosidad me podía y estaba dudando de si aquella enana iba a volver a ejecutar su extraña danza o por el contrario, se pondría a dar volteretas y cabriolas como un digimon súper evolucionado. Pero lo que hizo, me recordó a las pelis de terror japonesas. Las que dan miedo de verdad...

La cría,se sacó la mochila de la espalda, la arrojó al suelo, se puso de rodillas de un salto, abrió la cremallera a tal velocidad, que pensé que era la hija de un artificiero o similar… rebuscó dentro de la mochila, sacó algo que a mi me pareció una caja de VHS, y en plan ninja a cámara rápida, saltó del suelo al mostrador, para dejarme la carátula de aquella película a la vista…
Todo esto lo ejecutó en menos de dos segundos.

Chillé como Jamie Lee Curtis en Halloween cuando reconocí la portada de aquel VHS, porque desgraciadamente de pequeña, había sufrido el visionado de aquella misma película... y no una, sino varias veces y todas en ¡CINE!, cuando no existía ni el jodido sonido estéreo; ahora, como un recuerdo del pasado, volvía a estar frente a mí. Como cuando vas en el metro y te ves a alguien con el que has estado echando un polvo el día anterior, y te mira y te dice telepáticamente “yo he follado contigo, ¡perra!”, mientras el resto del mundo ni se entera de ese incomodísimo instante.

-¡Pero criatura de Dios! –dije al retroceder un paso, para alejarme de aquella carátula-. ¿De dónde diablos has sacado esa película?
-¡Es la prrreferrrida de mi madrrre!
-Y tu madre es ¡maligggna!, nenita

Sí, vale... fui un poco bestia, pero aquella enana seguramente ni sabría el significado de la palabra maligggna, o posiblemente lo relacionaría a un nuevo pastelito de bollería, con crema rosa y trocitos de chocolate por encima.

-¿Me la puedes pasarrr a dvd? ¡Porrrfavorrr! ¡Porrrfavorrr!

Cogí dos toallitas húmedas del bote de plástico, y sin volver a mirar la portada de la dichosa película de Las Aventuras de Enrique y Ana, dejé el VHS en la montaña de "cosas para pasar a dvd, cuando no hay nada interesante que ver en la tele", como decía R2D2; iba a decirle a aquella criatura que se pasara en dos días o así, cuando entró mi jefe con una amplia sonrisa, que ni me molesté en preguntar a qué se debía.

-Arturo, tengo que ir a colocar todas estas pelis pe-a-erre-a-eme-a-i griega-o-erre-e-ese -lo deletreé porque estaba la niña delante-, y a hacer un pis. Si pregunta alguien por mí, o quien sea: no estoy para nadie. Salí y no sé cuando volveré. ¿Me harás ese favor, Arturito?
-Claro, señorita Escarlata. Y si quieres cambiamos las escrituras del vídeo club y lo ponemos a tu nombre, ¿no te parece?
-¡Siempre he sabido que me incluirías en tu testamento!
-Anda… tira pallá, tira pallá…

Dijo y yo cogí la columna de cajas vacías de pelis, antes de meterme en la parte trasera del local, donde están las películas "para mayores" (ahora sí lo puedo decir sin tener que deletrearlo), las dejaría en la puerta del baño, haría un pis y después me olvidaría de los pantalones ultra ajustados de raso que llevaba Enrique, y de la jodida Ana con su cara de alpargata, leyendo los repartos de las pelis porno gays. Sí, con eso me olvidaría de tan traumática película de mi infancia.

-¡Vaya! ¡Las aventuras de Enrique y Ana! –oí cómo decía R2D2-. ¿Qué estás haciendo, niña? –y supuse que la enana se había puesto a bailar otra vez, esa danza tribal tan extraña.

Dejé las películas a la entrada del baño para sacar las llaves de nuestro estupendo WC, en el que como te entraran ganas de hacer kakita, deberías dar un curso intensivo de “aprenda a cagar de pie, sin que la mierda le caiga por la pata pabajo”. Y es que era tan estrecho, que la taza recordaba a un extraño orinal hobbit adosado a la pared. ¡Cosas de mi jefe!; abrí la puerta y me disponía a entrar cuando…

-Hola, soy un amigo de PIIIIIIIIIIII –si Tarantino utilizó el PIIIIIIII para ocultar el nombre real de la prota, yo también lo haré. ¿Por qué? ¿Por qué soy fantástica y visto mejor que la Uma Thurman!-. ¿No ha venido a trabajar hoy PIIIIIIIII?

¡Dios mío! Aquella voz de megamacho no era la de ninguna de mis amigas (incluidos amigos), y sonaba como a George Clooney en Urgencias, cuando le preguntaba a la mamá ¿qué le había pasado al nene? ¡Y eso que el nene tenía el hueso de la rodilla fuera de la carne!.
Esperé que R2D2 tuviera tacto, y dijera dónde estaba.

-¿PIIIIIII? –oí preguntar a R2D2-. Pues ha salido hace un momento y no sé cuando vendrá.
-Qué lástima… seguro que le hubiera hecho mucha ilusión verme –dijo otra vez la extraña voz de megamacho seductor.
-Pues lo siento, pero como no sé cuando llegará, no voy a hacerle esperar aquí. ¿Cierto?
-Perrrdón, señorrr… -dijo la vocecita de la enana-. Crrreo que ha ido al baño. Ha entrrrado porrr esa puerrrta de ahí, con películas parrra MAYORRRES.
-Muchas gracias, nenita.

¡¡¡Pero menuda hijadelagranputa era la enana de Enrique y Ana!!!
A Dios pongo por testigo, que si sobrevivo a esta, cogeré a esa retaca de las coletas y jugaré con ella al twister, haciéndola girar… ¡¡¡hasta que su cabeza se desprenda del cuero cabelludo!!!

domingo, septiembre 25, 2005

~10~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Salvadas por los pelos antes de ofrecer nuestros cuerpazos, en sacrificio a la pérfida de la Vader... descubrimos algo más sobre la desaparición de nuestra amiga Sayuri, para quien su futuro, se presentaba cada vez más negro.

Tuve que acompañar a Gigi a su casa, porque tras el batacazo que se metió por correr como una loca (yo también corría igual de loca, pero vi la valla), llevarse la valla de seguridad por delante y caer a plomo dentro de la zanja que había en la calle, al grido de "¡que me escoño!"

Con la cabeza llena de tonterías y el cuerpo a-go-ta-di-to, no sé cómo , pero estaba en la puerta de casa a las tantas, cuando al meter la llave alguien me saludó. Estaba demasiado hecha polvo para asustarme al ver a “la Numismática”, subiendo por las escaleras; la Numismática, para los amigos “Numis”, lleva ese apodo por lo pesetera que es la muy cabrona. Es la marika más agarrada que conozco. Más agarrada incluso que el tornillo de un submarino, y con Master en el arte de gorronear a las amigas… pero encima que es mi vecina (vivimos puerta con puerta), ¡¡¡es mi compañera de trabajo!!! Y se supone que yo estaba muriéndome de gripe ese día.

-Vaya, vaya, vaya… -dijo con ese tono entre “te pillé, mentirosa askerosa” y el de “prepárate, porque te voy a chantajear viva”. Y cuando lo decía o insinuaba, no era de forma figurativa, es que la muy puta te sacaba ¡PASTA!
-Numis… ¿Qué haces a estas horas? ¡Te vas a perder la teletienda de Antena 3, nena!
-¿No llamaste al trabajo para decir que estabas agonizando con esa gripe, Dolly?
-Y lo estaba… ¡pero la ciencia, las drogas y un poco de Dolly Parton pueden obrar milagros! ¿Te has fijado? Estoy ideal de la muerte para ir mañana al curro.
-Por tu bien que así sea, porque hoy, “sin querer” he formateado el disco duro del vídeo club.
-¡No fastidies! –la reproché, y ella extendió sus dedos hacia mí.
-Estos dedos no son aptos para teclados, Dolly. Son dedos perfectos para llevar las joyas del Sultán de Brunei.
-Pues ya sabes, nena, a comprar el “HOLA” y ver cuando se pasa por Madrid.

Iba a entrar en casa, cuando la Numis sacó sus llaves y siguió hablando sola (como hace siempre), sabiendo que captaría mi atención.

-¿Quién es el "nuevo", Dolly?
-¿El nuevo? –y me volví hacia ella-. ¿Tenemos vecino nuevo? ¿Gay?
-¡Santo dios, espero que no! En este edificio hay tanto gay viviendo, que si un día se prendiera fuego, moriríamos todas carbonizadas por estar follando con el cuerpo de bomberos que vendría a apagar las llamas –he hizo una pausa-. Me refiero al "nuevo”. Vamos, no seas puta y cuenta, porque está de infarto, Dolly.
-¿Pero se puede saber de qué me hablas? Échame el aliento, Numis.
-¡No estoy borracha!
-¿Y por eso subías las escaleras botando a los lados, como una pelota de tenis?
-Eres lo piooorrr, Dolly. Cuando estemos en el mismo turno del vídeo club, te prohibiré que pongas otra vez esas espantosas películas prehistóricas de la petarda de Dolly Parton.
-Ve a dormir, que buena falta te hace, borracha sin estilo propio.
-¡Agarrada!
-¡Mira quién habla! –abrí la puerta de casa y me metí.
-Una cosa sí te diré, Dolly: como ese maromo vuelva a preguntar por ti en el vídeo club –dijo la Numis desde el descansillo, al otro lado de mi puerta-, ¡le diré que te has ido a las Bahamas a comer bananas!

Pero mira que es mala, además de agarrada, chantajista y “copia frases”, porque esa frase de “las Bahamas”, era de otra amiga nuestra que la soltó en el vídeo club, y que la dijo con más gracia y salero que la borracha de la Numis.

-Vete a dormir, ¡borracha! –le grité y me fui directa al dormitorio, tras hacer un pis, y caer redonda en la cama, donde me hice la muerta hasta el día siguiente.

A mi lo de hacerme la muerta, ¡es que me sienta de maravilla! Al otro día estaba ideal, con el cuerpo al 100%, vestida como si me fuera a un preestreno de Diabéticas Aceleradas, sin nada de gripe y sin resaca (claro, como no había bebido más que frenadoles), y además, ¡¡¡mi pelo estaba fantástico!

Llegué al trabajo antes que la Numis (porque la borracha tiene turno de tarde), y me tocó lo de todas las mañanas, ponerme a barrer el vídeo club cual cenicienta, coger las pelis entregadas y darlas de baja en el ordenador, que ya había arreglado mi jefe, R2D2; a ver, el chico se llama Arturo, aunque le llamamos Arturito, que en inglés es ArTwo RiTwo. Para más semejanzas, es un retaco cabezón. O sea, R2D2. ¿Qué estaba diciendo? ¡Ah, sí! Que el formateo del día anterior del ordenador, obra y gracia de la borracha de la Numis, se pudo solucionar y no fastidió nada importante. Pese a que es una paleta con pintas, la Numis, lo que se cargó fue el fichero de inicio del Windows, y R2D2, lo arregló en un plis plas.

Cogí de la mochila mi copia en DVD de “La Casa Más Divertida de Texas”, con mi diosa, Dolly Parton y con Burt Reynolds cuando estaba para llorar, y no ahora, que está para llorar de terror porque parece una de las reliquias del Lether y da hasta lástima verle, y me la puse cuando recordé algo…

-Como ese maromo vuelva a preguntar por ti en el vídeo club…

Las palabras de la Numis me estremecieron en plan “momento Rebeca”, y creí interesante, más que nada para no olvidarme, hacer una lista de todo lo que había pasado en menos de 24H. ¡Coño, los americanos podrían hacer una serie con esto, pero sustituyendo a Jack Bauer, por mí! Súper excitada al pensar que podría tener mi propia serie de televisión (24 Gays o un título similar), cogí un boli, un folio y me puse con ello…

Sayuri ha desaparecido… y nadie sabe cómo ha sido.
Informe de las agentes Dolly Mulder y Gigi Scully


1) Gigi me llama para contarme que Makaka le ha dicho que Sayuri estaba desaparecida desde hace dos días... o así.
2) La última en verla fue la Makaka, en el D’Lirio, pero claro, la Makaka está muy loca e intoxicada con sus propios pedos, porque va de marika aerofágica perdida que tira patrás.
3) Según Makaka, iba acompañada por uno con pinta de camionero psicópata.
Seguro que la peste de sus propios pedos influyó en esta valoración.
4) La Space, compañera de Sayuri, no sabía nada, pero se puso a bailar y nos dejó ver la habitación de Sayuri.
La agente Gigi Scully, se sumó a la investigación.
5) En la habitación de Sayuri, encontramos dos cosas súper raras, un libro que parecía ser un seguimiento de las actividades y costumbres de muchas marikas (que conocíamos y otras que no), y una pistola, además de un torso de muñeco súper siniestro de la muerte.
¿Se excitaría Sayuri al pensar en hombres amputados?
6) Nuestras investigaciones nos llevaron al Lether, donde intentaríamos sacarle información a la Vader, como así fue, porque, como nos contó tras un intento de "trio-violación"…
7) Un tipo de unos 40 años, rubio y cañón, había estado preguntando por Sayuri.

Información anexa (o no) que podría estar relacionada con este caso (o no).

Según la Numis, ese mismo día que estaba investigando, un tipo cañón se ha pasado por el vídeo club preguntando por mí.


En ese instante se me erizaron los pelillos de las orejas y todo se detuvo a mí alrededor. ¡Estaba sufriendo un ataque de pánico! La Numis conoce a todas mis amigas y no conocía a este tipo, que según ella, estaba muy bueno y que había ido a preguntar por mí en el vídeo club. ¡¡¡Alguien que no conozco de nada (y que no olvidemos, está súper bueno de la hostia), ha preguntado por mí!!! ¡¡¡En mí trabajo!!!

¡¡¡ALGUIEN COMPLETAMENTE DESCONOCIDO SABE DÓNDE TRABAJO!!!

Lo último que recuerdo, fue la adorable cara de Dolly Parton, vestida como un putón desorejado en la tele del vídeo club, y después me desmayé detrás del mostrador, teniendo cuidado de no abrirbe la crisma con una de las baldas donde se encontraban apiñadas las películas en dvd.

viernes, septiembre 23, 2005

~9~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

¿Quién nos iba a decir a Gigi y a mí, que buscando respuestas a la desaparición de nuestra amiga Sayuri, íbamos a terminar en la casa de la Vader? ¡Ni la médium más colocada de peyote, lo hubiera visto en sus visiones psicotrónicas!


Subimos por la escalera (porque no había ascensor), a un metro de distancia de La Vader, que seguía sin decir ni pío. La subida hasta el 7º piso donde vivía la Vader, corroboró mi teoría de que toda marika que se precie, lo de vivir en un piso alto era algo que las volvía locas. Sé que parece un Expediente X, o una moda pasajera, pero eso de vivir en un piso alto y sin ascensor, no sé, deberá tener ese punto orgiástico de creer que puedes subir a la azotea ¡y volar de azotea en azotea como una “Supermana”!

Sintiéndome la salchicha de un Hot Dog, porque iba la Vader, yo, y Gigi a tras, cogida de mi cinturón, llegamos extenuadas al 7º, en el que sólo había una puerta, que abría en ese instante la Vader cuando nos dijo:

-Pasad… -y se apartó de la entrada, tras encender la luz del interior, para que lo hiciéramos.
-¡Uis qué piso más cuqui! –dije simulando que era una marika tonta y superficial (que lo soy cuando me da la gana), y que no tenía miedo de entrar en la casa de la Vader, aunque tenía todos mis sentidos alerta en plan Lobezna, y pasé dentro con el caparazón de tortuga en el que se había convertido Gigi.

La Vader cerró la puerta, sin correr los cerrojos y encendió más luces. Luces de diseño, porque en lugar de iluminar, lo que conseguían era un efecto de varios ambientes diferentes, en el amplio salón con balcones a la calle. Mira, el balcón, otra vía de escapatoria en caso de que pasara algo, aunque claro, entre mis súper poderes de marika, aún no está el de vuelo sin motor.

-¿Queréis tomar algo? -nos sugirió y desapareció por una puerta.
Yo miré a Gigi y me susurró.
-¿Has visto el pedazo de casa que tiene la jodida? Debe estar forrada la tía, además de estar loca, debe ser millonarísima.
-Shhh… -dije para mandarla a callar y le habré bajito-. Podemos estar en peligro de muerte, ¡y tú pensando en la revista El Mueble! ¡Gigi!
-¿Queréis tomar algo? –volvió a decir la Vader, saliendo de la cocina con una copa de algo parecido a coca-cola.
-¡No, gracias! –y me puse un poco hétero, pero sólo un poco-. Lo que queremos saber es qué ha pasado con Sayuri.
-Yo le dije que tuviera cuidado –comenzó a decir cuando se sentó en un sofá monísimo de polipiel negro en forma de L, frente a nosotras-. Había visto movimientos extraños en el Lether desde hacía semanas.
-El Lether está con "movimientos extraños" desde hace años –dije y tomé asiento en la punta más alejada del sofá en L-. Hace años que sólo van marikas viejas horrorosas, y alguna alemana loca vestida de cuero con el culo al aire, pensando que aquello es “Villa Leterón”, y se lleva un chasco de muerte, claro.
-Había un tipo extraño –siguió diciendo la Vader, y Gigi se sentó a mi lado de una forma extraña, como si se estuviera haciendo pis y se aguantara-. Uno alto, cachas, peludo… como de unos cuarenta años o así.
-¿Y Sayuri estaba con él?
-No, él fue en busca de Sayuri… le vi varios días preguntando a los camareros por un chico muy guapo, y la descripción que daba era la de Sayuri.
-¡Sayuri se relacionaba más... que el Cofee Anan en la ONU! -dijo Gigi.
-Sí, era muy puta… -y sonrió-. Por cierto… ¿sabéis por qué me llaman por ahí La Vader?
-¿La Vader? –dije rápidamente-. Ah, pues no. ¿Por qué te llaman la Vader?
-Es que no tengo ni puñetera idea –y se sacó el inhalador y se dio dos SCUUU SCUUU para su asma-, de por qué me llaman “La Vader”…
-Es que hay MUCHA marika mala –corroboró Gigi. La que miré para apoyar su comentario y ambas asentimos.
-¿De verdad que no queréis tomar nada? –y agitó su coca-cola.
-No gracias, pero cuéntanos qué tiene que ver ese tipo extraño con Sayuri.
-Sí… el tipo. Era muy extraño… pero lo más extraño, es que un día Sayuri se puso a hablar conmigo, aunque en realidad no quería follar, sino que dio un rodeo eterno en su soliloquio, para preguntarme si había visto a un tipo en especial. Ese hombre extraño del que os he hablado.
-¿Conocías a Sayuri? –me aventuré a preguntar.
-De vista… como a vosotros dos.
-¿De vista a nosotros por el Lether? ¡Imposible, cariño! –y me salió la vena gay-. Antes me voy de copas con Carmen de Mairena, o me cojo un bus al geriátrico "Praderas Soleadas" –y nos reímos.
-No, no... en el lether, no, os he visto en el Hot.
-¡Mira!, por ahí sí que vamos, aunque también se han vuelto algo blandas las “osas”. ¡Es que ya no quedan hombres de verdad!

Cada vez me volvía más mari, y creo que la Vader se percató de ello, porque con un descaro tremendo, se quitó esos cordones que llevaba en el pecho su camisa, para mostrarnos sin recato el pecho lobo que tenía.

-No, a vosotros os gustan los osos estilo camionero…
-Bueno, tampoco es que seamos unas sibaritas, PERO…
-¿Os gustan los tríos?
-¡A mí Los Panchos!
-¡Gigi! –y dije sin perder mi sonrisa country line-. No está sugiriéndonos música... –y miré a la Vader, que se repatingaba en el sofá, con los brazos extendidos a los lados-. Gracias por la oferta, pero… ya-he-mos-fo-lla-do –dije rapidito y con esas pausas.
-Y yo –respondió la Vader y sonrió chulesco, en plan risa de parteculos experimentado.
-¡Biennn! -dije cogiendo a Gigi del brazo y tiré de ella cuando me levanté-. Visto que ya estamos las tres bien folladas… ¡calabaza, calabaza… cada una pa su casa! –y me puse a andar hacia la entrada, cuando la Vader se levantó.
-¿Os vais? -preguntó confuso.
-Sí, nene, somos unas Jedis buenas y no queremos tratos con el Lado Oscuro.
-¿Pero de qué hablas?
-¡Corre, Gigi!

Abrí la puerta y salimos pitando escaleras abajo. Se me pasó por la cabeza la absurda idea de montar en el pasamanos y bajarlo a toda leche, pero claro, era un portal tan decadente y mate, que después cantaría un pasamanos súper lustroso, después de que hubiera pasado mi culo por él. Ni muerta iba a limpiar con el culo de mis vaqueros de zorra aquel pasamanos.

-¡Estáis como cabras! –nos chilló la Vader por el hueco de la escalera-. ¡Locas!
-¡Viva Dolly Parton! –respondí.
-¡Locas!
-¡Por un beso tuyo!, taraaaa-ra –le cantó la Gigi, en plan Malena Gracia.

Estirando el brazo y el índice más que ET, pulsé el botón del portal y este se abrió. Al salir a la calle no paramos de correr, no, seguimos corriendo como un kilómetro más. Íbamos tan felices por el avance en nuestra investigación, que casi acabamos enterradas en una zanja de la calle. Bueno, Gigi se dejó los huevos en la valla de seguridad y se fue palante al grito de “¡que me escoño!”.
¡¡¡Y es que Madrid está lleno de obras, nena!!!

jueves, septiembre 22, 2005

~8~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Sayuri era nuestra amiga, estaba desaparecida y teníamos que encontrarla, fuera como fuese. Por eso terminamos Gigi, yo y mi gripe, en el bar Lether en busca de la Vader, una marika malísima pero muy lista, que lo sabía todo, todo y todo.


-Dolly Parton –terminó de decir la Vader y se inclinó sobre mí-. Sé quien eres.

A Gigi y a mi se nos cortó la respiración, mientras que la penetrante miraza azul de la Vader nos atravesaba a ambas. Creo que la Gigi se cagó de miedo por simpatía, porque a quien realmente miraba la Vader era a mí, no a Gigi.

Cuando se está loca como yo, y se han visto demasiadas películas, del tipo de películas que las amigas te dicen: “Dolly, esta película no la veas porque es muy “impresionista”, y si las ves, tendrás pesadillas”, y pese a esas advertencias de mis queridas amigas, soy lo bastante subnormal para verlas y efectivamente, pasar varios días sin pegar ojo. Todo ese background audiovisual provoca que el punto de vista de la realidad se desvíe y comience a flipar rábanos tridimensionales.

Con esto quiero decir, que cuando me vi con Gigi, siguiendo a la Vader a su casa, por las calles poco transitadas de las cercanías de Chueca, la mente se traviste y te ves como la Jodi Foster (¡qué cutis tiene la muy puñetera!), siguiendo a Hanibal Lecter a su casa, donde te desollará y se hará dos pendientes con tus gónadas (¡vaya! ¡Qué fina me he vuelto ahora!)

Si era tan terrible mencionar su nombre, ¿cómo pudimos seguir a la Vader a su casa? Porque borrachas no estábamos. Yo casi ni bebí mi ginlemon, y Gigi se lo tiró por encima, así que estábamos sobrias y súper chaladas por hacer lo que hacíamos… pero si lo hicimos, fue por aquella frase llena de misterio que nos dijo la Vader, muy cerca de nuestro rostro y en voz baja.

-Hay cosas de las que no se pueden hablar aquí. Requieren otro… -y miró a su alrededor-, otro ambiente; sé por qué buscáis a Chirli… o Sayuri, como la llamáis vosotros. Si queréis saber en qué estaba metido, debemos salir de aquí.

Gigi y yo nos quedamos con los ojos más abiertos que un furby que es arrojado desde la azotea de Torre Picasso a la calle. Entonces, la Vader dio media vuelta para dirigirse a las escaleras del bar. ¡Se largaba! ¿Qué hacíamos? ¿La seguíamos? ¡Gigi, qué hacemos! ¡Gigi! ¡Gigi, responde!

Pero Gigi no dijo nada, porque todo lo que estaba diciendo me lo chillaba mi misma en mi mente, ¡y la Gigi no es telépata, coño!

-¡Gigi! –y la cogí, y ella chilló como una berraca, llamando la atención de todas las “reliquias” que estaban en el Leter (ya he explicado lo que son las “reliquias” en el Capítulo 7, así que no me voy a repetir)-. ¡Gigi! ¿Qué hacemos?
-Tía, no sé. Esto me supera ¡y tengo miedo! ¿La has oído? ¡Quiere que la sigamos!
-Pero la Vader puede ser la única que sepa dónde está Sayuri.
-¡Estoy muy buena, y soy joven para morir, Dolly!
-Gigi, ¡no te “emparanoyes”!
-Vamos a morir, lo sé. Vamos a morir de alguna forma cruel… ¡atadas a una farola del parking del IKEA, sin poder comprar nada durante toda una eternidad, o peor aún… ¡nos obligará a bailar todos los discos de Milli Vanilli y Modern Talking hasta que se nos partan los tobillos y caigamos sobre nuestra sangre!
-¡Tía! ¿Te quieres tranquilizar? –y saqué mi móvil-. ¡Si nos pasa algo, llamaré a la Space y ella llamará a la policía!
-¿Y cómo le dice la Space a la poli que vamos a morir? ¿En código morse? ¿Me estás diciendo que has dejado nuestras vidas…¡¡¡en manos de una marika muda!!!? ¡¡¡Estás loca, Dolly!!! ¡¡¡PERO TÚ ESTÁS OYENDO LO QUE DICES!!!
-La Space no está muda, simplemente está chalada, y si no habla es por gusto... y si le digo que estamos en peligro, volverá a hablar, llamará a la policía, nos rescatarán dos chulazos uniformados con buenas porras –casi digo pollas-. Pero eso no pasará porque nadie va a morir.

En ese instante caímos en la cuenta, de que el camarero de la barra estaba cambiando el CD de música, había un silencio de “ultratumbagay” y todas las reliquias nos miraban como si fuéramos oligofrénicas de respiración acelerada, cargadas con garrafas de gasolina y una caja de cerillas familiar.

-¡Es que somos actrices! –dije con una sonrisa de oreja a oreja al público de la 4º edad, que seguía con la boca abierta-. ¡Estamos preparando un papel para la obra “Muérete tú, que vistes peor que Yo”, y como que nos tomamos muy en serio en los ensayos! ¡Hasta cuando salimos de copas, seguimos preparando el papel! Ja-ja-ja…

Aquella risa me sonó más falsa, que el peluquín que llevaba una de las marikas viejas que nos miraban; la música volvió a sonar a plena potencia y el mundo continuó girando, sin hacer puñetero caso de nosotras; cogí a Gigi del brazo y salí disparada hacia las escaleras; atravesamos la pista de baile, ahora cuarto oscuro, con la velocidad del AVE, y subimos las siguientes escaleras tras una pequeña pausa, porque al correr, no me acordé de que arrastraba a Gigi, y la pobre se había estrellado contra una cabina y me miraba con la vista desenfocada.

-¿Te encuentras bien? -le pregunté chascando los dedos delante de su nariz roja.
-Me da que no. No me siento la nariz.
-No te preocupes, sigue en su sitio y tienes dos agujeros para respirar. ¡Vamos, Gigi, que la perdemos!

Y reanudamos la carrera, cruzando el pasillito estrecho de la primera barra y salimos a la calle. Allí nos esperaba la Vader y al vernos, nos dio la espalda y comenzó a andar… y nosotras nos pusimos también en marcha, a unos cinco metros de distancia; pasaron unos coches, que quieras o no, nos devolvieron a la realidad, mientras hablábamos de estupideces para quitarnos el miedo, como por ejemplo, sobre una tienda de decoración ideal que había en la calle Fuencarral, o sobre la sepiolita perfumada (la tierra esa que le ponen a los gatos para que caguen y se meen hasta el trance), que queda súper decorativa dentro de los ceniceros. Aunque claro, le recordé a Gigi que para eso hay otro tipo de arena perfumada, más de diseño, y que no hacía falta comprarse 2 kilos de tierra perfumada para gatos; el tintineo de unas llaves cortó nuestra conversación. La Vader había llegado a un portal que se disponía a abrir, nos miró y esperó a que llegáramos a su lado.

-Espero que sepáis en dónde os estáis metiendo, chicos…

¿Qué si sabíamos dónde nos íbamos a meter? ¡Madre mía! ¡Si ya me vía con la Gigi, metidas dentro de dos ataúdes, vestidas en camisón, con cinta rosa en el pelo y un rosario entre las manos, colocadas sobre el pecho!; la Vader entró en el portal y encendió la luz de la escalera. Al principio intenté seguirla, pero ni Gigi ni yo pudimos dar un paso. ¡Era como si nos hubieran pegado con SuplerGlu a la acera! ¿Otra vez paralizadas por el terror? No, nenas. Estábamos acojonadas por el saliente del portal, construido en el año que inventaron el cemento, y con peligro de derrumbe desde el año que nació Sara montiel.

-A la de tres, Gigi -y me agarré de ella con más fuerza-. Una... dos... ¡Tres!

Y salimos disparadas hacia el interior del portal del edificio donde vivía la Vader, o lo que era lo mismo: nos habíamos metido de lleno en La Estrella de la Muerte.

martes, septiembre 20, 2005

~7~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

De cabeza en el peor antro de la ciudad para una marika tan COOL como yo, terminé sentada con la Tunguska a la espera de ver por allí a la Vader, para intentar conseguir más información sobre quién era, qué hacía y dónde estaba mi amiga desaparecida: Sayuri.

-¿Nos conocemos? –me preguntó la Tungusta, medio piripi y no muy segura de quién era yo.
-¡Claro que nos conocemos! Tú estabas en la fiesta de cumpleaños de Manoli, ¿recuerdas?
-¿En el cumpleaños de Manolo?
-Manolo, Manoli, ¡qué más da! ¿No te acuerdas?
-La verdad... no.
-Vaya… qué fastidio. Para una vez que me encuentro con alguien que conozco en este garito, que esta noche rivaliza con el pasaje del terror del parque de atracciones –dije… dejando la frase en el aire.
-Pero tampoco tienes que irte…

Dijo la Tunguska como si intentara ligar conmigo, o como si pensara que me iba a ir. ¡Vamos! Con lo dopada que estaba de medicamentos antigripales. Mi culo no se iba a levantar de aquel taburete en unos largos minutos, se decidiera a hablar conmigo o no la Tunguska.

-Mi vida es una mierda –dijo tras un rato de silencio.

¡Ah, no, nene! Ni estoy lista para soportar a la alegre clientela de reliquias del Lether, ni para aguantar lloronas personales de nadie, y menos de la Tunguska, que ahora iba de mosquita muerta cuando bien que intentó meterme mano en el cumpleaños de Manoli, hacía 6 o 7 meses.

-Pues con el alcohol no lo vas a arreglar, querido.

Le dije y me fui de allí antes de que me empanara con sus problemas personales, cuando casi me muero del susto al ver subir por las escaleras a Gigi, que era la viva imagen de Caperucita Gay, acechada por los lobos de la 4ª edad.

-¡Gigi! –la llamé y le faltó tiempo para venir corriendo a mi lado, como la chica del Martín-. ¿Qué haces aquí?
-¡No pensarás que te voy a dejar sola en esto! –y vio de soslayo a la Tunguska-. Mira, pero si está la Tunguska. ¡A ver si te mete mano otra vez!
-¡Ja! Antes salgo corriendo por el pasillo del cuarto oscuro y me tiro de cabeza dentro.
-Serás capaz.
-Tía, este sitio es lo peor.
-Sí, vamos a beber algo –y me arrastró hacia la barra, cogiéndome de la mano.
-Gigi, estoy medicada. No puedo beber nada.
-Tú tranquila que mi padre es médico y yo se de esto –y se dirigió al camarero-. ¡Dos ginlemons, por favor!
-¿Has oído lo que te he dicho hace treinta segundos?
-Mira, el limón es cojonudo para la garganta, y la ginebra mata a todo bicho viviente.
-Pues contigo no ha hecho efecto –dije y cogí mi copa cuando llegó el camarero.

Gigi fue a soltarme alguna frase contundente pero se detuvo en seco, y miró detrás de mí, como si estuviera viendo a la mismísima Maria Teresa Campos vestida en plan lether y colgando de un sling, armada y peligrosa con dos vibradores. Gigi boqueó pero no habló, así que no tuve más remedio que volverme hacia atrás para ver qué diablos estaba mirando, cuando la vimos… y entendí su reacción.

De la entrada del cuarto oscuro salía Rafael, también conocido como Rafaela (u ¡Hola Rafaela!) y también conocida como LA VADER. En ese momento el tiempo y el espacio se ralentizó, como en ese anuncio donde una tía disfruta de su champú al son de orgasmos múltiples. La Vader vestía de negro, para variar, con una camisa de diseño abierta, con unos cordones en lugar de botones y un pantalón de algodón negro, acabado en unos espantosos zapatos de esos que tienen unas puntas súper afiladas. Iba hecho un pincel. Sudoroso, sólo en la cara, porque seguro que ya se habría tirado a alguien en una de las cabinas del cuarto oscuro, y con el pelo peinado con las manos húmedas y hacia atrás, en esa especie de media melena que es y no es. Los ojos de un azul eléctrico, nos atrapó cuando miró hacia nosotras, confundiéndonos seguramente con parte del decorado. Aunque ¡coño!, aquello estaba lleno de viejas y nosotras somos jóvenes ¡y estamos estupendas!

Durante esa salida espectacular de la Vader, sonaba el tema “Satin Chic” de Goldfrapp, que la verdad es que le iba al dedo a la Vader en aquella aparición del interior del cuarto oscuro. No tenía ni idea de cómo le íbamos a abordar o de cómo me las ingeniaría para sacarle información sobre Sayuri… pero si lo iba a hacer, tendría que hacerlo ya y rápido, porque lo que estaba claro al 100%, es que la Vader “ya había cenado” (a alguna marikita desprevenida), y no malgastaría más su tiempo en un antro como aquel.

-¡Tía! –me salió del alma, cuando le arreé a Gigi un manotazo en el hombro, que casi la descalabro y consigo que se atragantara con los hielos de su copa-. ¿Sabes la última? –dije en un tono de voz tan alto, que seguro se enteró hasta la marika más sorda que estaba allí-. ¿Recuerdas a aquel tío que estaba tan buenorro, y al que llamaban la Chirli?

Yo no lo vi, pero por la mirada de acojone total de Gigi, supe que alguien se aproximaba a mí. Era la Vader…sentía el poder del Lado Oscuro en mi nuca.

-¡Pues dicen que la han secuestrado! -terminé de decir y retrocedí de inmediato, antes de que Gigi, que estaba medio atragantada, me escupiera los hielos encima.

Sólo di un paso hacia atrás, pero me topé con él. La Vader es altísima, y seguro que aquello que presionaba mi espalda eran sus pectorales de gimnasio, además de un perfume que me era vagamente familiar ¿Loewe? Loewe y sudor, pero Loewe a fin de cuentas.

-¿A quién han secuestrado? –dijo la Vader tras de mi, con aquella voz a lo Constantino Romero, antes de sacar su inhalador y darle dos chupadas.

Yo me giré cuando daba el segundo ¡SCUUUU! Al trasto aquel para el asma, y tuve que levantar la vista para mirarle a los ojos, que aunque una que está de muy buen ver y mida 1,76… se queda enana al lado de la Vader.

-¿Cómo? –pregunté haciéndome la tonta.
-Hablabas de que habían secuestrado a alguien…
-¿Yo? Bueno, sí, vale… ¡ya sabes lo malas que son las marikas!, y está corriendo un rumor a voces sobre… la desaparición de La Chirli, aunque nosotras la conocemos por el nombre de Sayuri…

En ese momento me quise mear encima, porque la Vader me miró y señaló con el índice, que más que un dedo índice parecía algo que no puedo decir ahora, pero que vamos, si yo tuviera esos dedos, ¡NO SALDRÍA DE CASA!
...como decía, me miró, me apuntó con ese mega dedo y dijo.

-¿Tú… no eres a quien llaman Dolly?
-¡Anda! –dije y se me escapó una risa al mirar a Gigi-. ¡Soy famosa! -y me volví hacia la Vader-. Pero no te creas que me llaman Dolly por la Barbra Streisand, no, me llaman Dolly, por…
-Dolly Parton –terminó de decir la Vader.

¡Coño! ¡Que lista era la jodía! ¡Y qué bien se controlaba el cotarro!

domingo, septiembre 18, 2005

~6~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Sayuri había desaparecido como una abducida de Expediente X. Gigi y yo investigábamos el porqué, cuando descubrimos que quizá no fuera ni todo lo puta que era, ni todo lo fantástica que decía ser… ¡¡¡porque podría ser una policía!!!

Aún shockeadas, y yo bastante agripada con mis virus y antigripales, no terminábamos de entender cual era el juego doble de Sayuri. ¿Era una confidenta de la poli? ¿O era una súper mega poli, estilo Los Angeles de Charlie... de las que luchan contra los malos, pegan tiros, hacen cabriolas en el aire y caen de pie, sobre unos tacones de 8cm?

-Creo –dije finalmente, porque tanto Gigi como la Space seguían estupefactas-, creo que deberíamos consultar a una profesional. Alguien que se controle bien este terreno.
-¿Pero a quién vamos a consultar? –chilló Gigi, y la Space que no habla, hizo unos gestos con las manos y se las colocó en jarras.
-Hay alguien que lo sabe todo… -y les cogí las manos a ambas-. Pero será peligroso, chicas.
-Ah, no, Dolly. Yo a la poli no voy.
-¡No hablo de la policía, tía!
-¡¡¡Entonces quién!!!
-¡La Vader!

Gigi y la Space me miraron como flipadas, y seguro que en esos instantes ambas oyeron, al igual que yo, el tema de Williams de La Marcha Imperial, y la asmática respiración de La Vader.

-¿Tú estás loca? ¡Esa marika está chalada! –chilló Gigi y la Space, que mantenía una expresión de gritar con las manos en las mejillas, asintió para confirmarlo.
-Sí, lo sé, es una mamarracha, pero es una mamarracha que se cree la reina del ambiente, y un reto como preguntarle por el paradero de Sayuri, será suficiente carnaza para que pique esa mamarracha despiadada que cree saberlo todo.
-¿Sabes lo que te digo? Que conmigo no cuentes. Soy joven, estoy estupenda, y paso de que nadie me vea con semejante esquizoide rara y asmática.
-No está loca la Vader, aunque tienes razón en que es una mamarracha, pero he de hacerlo si queremos saber qué ha pasado con Sayuri. Es mi destino… -dije y perdí la mirada hacia algún lugar del techo de la habitación, al que también miraron Gigi y la Space, sin explicarse qué coño estaba mirando en aquella parte del techo de color rosa chicle.
-¿Qué coño estás mirando? ¡Dolly! –y me zarandeó-. ¡Recuerda la última vez que fuiste al Lether! ¡Casi te vuelves heterosexuala, tía! ¡Ese sitio es lo piorrrr!
-Es mi destino –repetí, porque cuando empiezo algo, me fastidia horrores dejarlo de lado.
Aún me persigue ese puñetero puzzle en 3D del Empire State, que compré en New York hace 12 años, que sigue muerto de risa dentro de su caja. Con lo bonito que quedaría mi puzzle del Empire State en 3D sobre el televisor del salón, porque encima el puzzle es de los que brillan en la oscuridad, y tuve que dejarlo porque casi me vuelvo loca intentando hacer el condenado puzzle de 765 piezas, ¡¡¡que me costó un pastón!!!
–No, Gigi, esta vez no será como ¡mi puzzle del Empire State!
-¿Qué? –y me miró como si fuera un folleto de viajes del IMSERSO-. ¿De qué carajo estás hablando, Dolly? –y me puso una mano en la frente-. ¿Te ha subido la fiebre?
-Nada de eso, Gigi. ¡Es una cuestión de honor! ¡Es mi destino!
-¡Pero qué perra te ha dado con eso del destino, chica! –chilló cuando salí de la habitación, súperdigna y con la barbilla en alto.

Sí, me marche de casa de la Sayuri y la Space, y regresé a casa. Entre pitos y flautas eran casi las cinco de la tarde, y yo no no había almorzado y el cuerpo me pedía a gritos un frenadol y alguna couldina para la fiebre, además de unos cuantos temas de mi queridísima Dolly Parton para que me subiera el ánimo, la autoestima y para que me despejaran la cabeza.

Gigi me llamó a casa, pero no cogí el teléfono. La Space también lo hizo, pero si no respondí a las llamadas de Gigi, menos lo iba a hacer con la Space, porque la muy loca no dice ni pío a nadie desde hace años; a las diez de la noche me encontraba algo mejor, y me lavé en plan hámster (porque ni loca de tripis me iba a dar una ducha), me puse súper cañón con un conjunto de lo más guay que había comprado en Spriengfield ese verano (de las rebajas, desde luego), cogí unos billetes de la lata de galletas, mi DNI (donde salgo súper monísima de la muerte, porque a la chica de la tienda, la obligué a que me sacara varias fotos con su cámara digital, hasta que no saliera con esa cara de "Mamá, soy marika y tengo miedo"), y un condón (porque ¡nunca se sabe!).

A las diez y cuarenta, entraba por la puerta del Lether, donde sabía que encontraría a la Vader… porque lo de ir a su casa, ni bebiéndome el Mimosín frescor del Trópico! El Lether es un local oscuro de narices, donde te puedes dejar los piños como no vayas con cuidado, y donde Indiana Jones se volvería loca de gusto descubriendo las “reliquias” que lo frecuentan. Porque una cosa son las marikas de la 3ª edad, y otra muy diferente… las reliquias que llenan el Lether.

Me dirigí desde la barra de la entrada a la otra barra, bajando las escaleras, atravesando la pista y subí por las otras escaleras hacia la segunda barra. En la segunda barra es donde solía estar la Vader, sentada muy cerca de la entrada del cuarto oscuro (para variar), pero aquella noche no la vi por allí, pero si reconocí a La Tunguska, más sola que la una, bebiendo una coca-cola o algo similar, y con una cara que daba pena verla. Tenía ese tipo de caras que suelen tener las marikas que buscan que alguien les eche un polvo sea como sea, o cara de apalízame hasta que se me salten los empastes de las risas porque me gusta. Sí, la Tunguska tenía cara de DESESPERATE.

La Tunguska no era fea, pero tenía un pedazo de culo, que cabría perfectamente en el cráter que hizo ese meteorito en el año 1908 en Tunguska (una región de Siberia donde o llevas abrigos de pieles, o ya te puedes dar por muerta). Por ese culo enorme, la llamábamos la Tunguska, claro que yo la llamaba por el nombre que le habían puesto sus padres: Teo.

-¡Hola, Teo! –dije, a punto de levantar la mano para saludarle como esas azafatas súper monas de los anuncios de IBERIA.

La Tunguska se atragantó con lo que estaba bebiendo y me miró cuando me senté a su lado, como si el taburete de la barra hubiera cobrado vida y le hablara. En parte es normal, porque a la Tunguska no le hablan ni en su casa y porque esa noche, la Tunguska tenía cara de san bernardo tras beberse su barrilito de ron. Un poco achispada y corta de reflejos.

miércoles, septiembre 14, 2005

~5~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Gigi y yo chillábamos como desquiciadas en la excéntrica y rosa habitación de Sayuri, cuando encontramos bajo su cama una muerta, un librito y ¡una PISTOLA!


La Space entró en la habitación de Sayuri al oír nuestros berridos (que chillábamos más y mejor que Dakota Fanning en La Guarra de los Mundos) y al mirar donde mirábamos nosotras, puso una cara de horror máximo, hizo algo que a mí me pareció una de esas coreografías raras de Danza Moderna y se desmayó entera. Y creedme, que ver como un pedazo de negro de dos metros, vestido como Jennifer Beals (la de Flashdance) se escoña en el suelo, es todo un espectáculo.

Gigi y yo permanecimos abrazadas mirando de hito en hito a la Space, y a lo que encontramos bajo el colchón de Sayuri: la muerta, el librito y la pistola, hasta que se me ocurrió decir…

-¡Un momento! ¡Eso no es una muerta, es un maniquí!
-¿El qué, el qué, el qué? –chilló súper nerviosa la Gigi.
-¡Abre los ojos, Gigi, y mira! ¡Es un maniquí!
-¿Seguro?
-¿Quieres abrir los ojos y mirar, so-histérica? ¡Es un maniquí!
-¡Holly Manolis! –dijo cuando los abrió y miró, señalando después los otros dos objetos-. ¡Pero eso sigue siendo una pistola, Dolly!
-Sí, y ni se te ocurra tocarla. No tenemos que dejar nuestro ADN en otro sitio que no sea las cabinas del Lether, no sea que vengan los del CSI a pasar bastoncillos de las orejas por todas partes.
-Dolly, ¡estoy súper aterrorizada! ¡En qué historia estaría metida Sayuri para tener una pistola en casa!
-No lo sé, Gigi, pero lo averiguaremos; ayuda a la Space a levantarse del suelo, que va a coger frío –le dije para que dejara de abrazarse a mí, y dejara de clavarme las uñas en la espalda, miré alrededor, vi una cajita de kleenex y cogí dos de ellos.

El maniquí, que era lo que más abultaba, estaba bajo el somier de la cama, más tieso que una mojama, sin brazos, sin piernas… ¡y sin paquete! ¡Qué horror! Además el pobre tenía una pinta de andrógino, que de no ser porque no tenía tetas, podrías quedarte con la duda si aquello pertenecía a un tío o a una tía; en el somier seguía aquel extraño librito y la pistola; con mucho cuidado (y protegida por los kleenex), cogí el librito y le eché un vistazo.

-¡Vaya! –se me escapó al mirar por encima el contenido de las páginas; Gigi ya había levantado a la Space y parecía que se estaba recuperando tras el susto-. Esto parece a un… bueno, es…
-¿Qué es?
-Es como una agenda… con nombres, direcciones ¡lugares de trabajo! Horarios… bares que frecuenta cada uno de ellos… ¡Madre mía! ¡Es como eso que hacen los estos!
-¿Qué estos?
-Coño, tía, los estos ¡LA POLICÍA!

Y las tres, porque la Space ya estaba súper despejada del guarrazo que se había dado, nos quedamos en silencio. Aunque no dijéramos nada, fijo que las tres estábamos pensando en lo mismo. ¿Saruyi era una confidente de la policía? ¿Y si era una confidente, qué coño les contaba? ¿Y para qué les contaba eso? ¿O por qué nuestra amiga “UNDERCOVER” Sayuri, tenía súper controlado a las marikas del ambiente gay, sus costumbres y folklore, como si fuera una “etnólogay”? Una etnóloga gay, ¡vamos!

No diré que no me sentí traicionada y violada en mi intimidad, cuando la conocí hace años y le abrí las puertas de mi casa, para mostrarle el maravilloso mundo de Dolly Parton, con sus películas y sus discos country, para que ahora la muy mamarracha, me saliera hecha un topo de la policía. ¿Un topo de la policía…?

-¿Sayuri era una policía infiltrada? –preguntó Gigi, y mis elucubraciones dieron un giro de 180º. ¿Y si Sayuri iba en plan Angeles de Charlie? ¿Y si era una policía, en lugar de un topo de la misma?
-Nenas, ¡esto se está complicando más que una película de Win Wenders!
-¿De quién? –preguntó Gigi.
-Una directora de cine alemán súper complicada como tú –cerré el librito y tamborileé con los dedos sobre la tapa-. Necesitamos investigar esto… necesitamos centrarnos… ¡y necesito un Frenadol!

La desaparición de Sayuri se iba complicando cada vez más, y nosotras no éramos policías, pero sí que éramos tres marikas con mucho tiempo libre para investigar qué coño estaba pasando... además de ser unas súper cotillas metomentodo.

En el ambiente gay, Sayuri era la Nº1… bien como confidente de la policía, o como policía misma, porque se conocía todos los baretos y a todo kiski que los frecuentaba, pero ahora estaba desaparecida, y la segunda en mi lista mental (pese a que mi gripe que no me dejaba pensar con claridad… aunque cuando no tengo gripe, tampoco pienso con mucha claridad, que digamos), como decía, la segunda en mi lista era La Vader… la marika más siniestra, gótica y asmática... y la guía perfecta para todos y cada uno de Los Cuartos Oscuros del ambiente gay.

La Vader sabría las respuestas, sí.
Ella nos ayudaría, aunque con eso cayéramos en El Cuarto Oscuro, porque la Vader tiene un gran poder de persuasión para arrastrarte hacia él… pero nosotras ya estábamos bien aprendidas y curadas de espanto, y además nos habíamos visto las seis películas de La Guerra de las Galaxias.
Próxima parada… la casa de la Vader.

martes, septiembre 13, 2005

~4~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Gigi y yo estábamos a punto de chillar como dos endemoniadas al ver la habitación de Sayuri, mientras la Space bailaba Danza Moderna en el salón, con cara de ida perdida.


-¡¡¡Holly Manolis!!! –chilló Gigi cuando vimos AQUELLO.

Para poder imaginaros cómo era la habitación de Sayuri, antes debéis poner la mente en blanco, imaginaros un anuncio de la Barbie Putona, cinco pelis de Disney y mucho, pero que mucho EGO; los colores de la habitación y de los muebles, sólo mostraban dos tonalidades: el rosa palo y el rosa chicle. Pero todo, todo… en esos dos únicos colores. En las paredes y colgando de carísimos marcos, mega posters de la Sayuri, de cuando decidió hace años que iba a ser una SúperStar (que no fue, ni follándose a los productores de medio Madrid); aquella habitación sería capaz de poner los pelos de punta a chewbacca, de lo terriblemente freak y lollipops que era. Para echar a correr hasta no toparte con un cartel que dijera “¡Bienvenidas a Alaska, Marikas!”.

-¿Cómo puede dormir Sayuri aquí? –preguntó acongojada Gigi.
-¿Con varias pastillas de Diacepán y porros? ¡Gigi! ¡Esta habitación es la de una perfecta marika psicópata! ¿Cómo puede dormir en esa cama… con tantos cojines rosa?
-Quizá sea daltónica.
-¡Es una PsichoPink! ¡Mira, Gigi! –chillé cuando vi que su ordenador, de igual color que TODO en aquella habitación, seguía encendido y bajando pelis y discos a saco.
-¡Miremos su correo! –dijo y salió disparada hacia el ratón, que tenía una espantosa funda como de hamster teñido de rosa chicle-. ¿Dónde coño están los botones?
-A mi no me mires, no pienso tocar esa cosa –dije asqueada-. ¡Mira! –repetí, sin dejar de asombrarme, al ver un pequeño librito de tapas duras, rosa palo, con una cuerdecita rosa chicle que lo ataba, en el que se leía MI DIETARIO.
-¿Sayuri estaba a dieta? –preguntó Gigi.
-Mira que llevas años en Madrid, y parece que llegaste ayer de Burgos. Es un dietario Gigi. Una agenda al día ¿entiendes? No un régimen ni nada por el estilo.
-¿Y por qué no usa post-it como todas?
-Porque para eso existen los DIETARIOS; tú busca en el correo, a ver si ves algo. Yo me voy a sentar en la cama de la Familia Addams a ver si encuentro algo aquí.

Dicho y hecho. Me senté en la cama, tras apartar algunos de aquellas decenas de minicojines rosa, quité la cuerdecita que ataba el dietario de la Sayuri y cotillé, hasta que me vi forzando la vista porque no tenía mis gafas de hipermetropía, esas tan monas que me dan un look como de ausente, aunque lo que en realidad ocurre, es que con ellas de lejos no veo ni a Harrison Ford desnudo, porque son gafas de hipermetropía, o sea, para leer de cerca. Lo que vi en las páginas, escrito de puño y letra de Sayuri, me erizó las pestañas como en ese anuncio donde una megapija se pasa el cepillito y sus pestañas parecen sufrir de erección mórbida.

-Gigi: Sayuri está como una puta cabra. ¡Esto parece escrito o dibujado por una vieja ciega con parkinson!
-Tiene muchos correos recientes ¡Coño! ¡Y con fotos de chulazos! ¡Mira a éste!

Como no entendía nada de lo que había escrito en el Dietario de Sayuri, decidí que era mejor alegrarme el cuerpo con las fotos que estaba viendo Gigi en el monitor. Mi sorpresa aumentó. Aquellas fotos eran de ¡OSOS! No de los del parque Yellowstone, sino tíos súper peludos, cuadrados y con mirada asesina de “ven que te voy a hacer crujir ese culito, como una manzana reineta… ¡CRAKS!”

-¿A Sayuri le gustaban los OSOS? –dijimos a la vez como siamesas pegadas por los hombros, porque estábamos flipadas como en un campo de amapolas viendo aquellas fotos, más tórridas que un verano en Marruecos.
-¡Dolly, éste me suena!
-¡Pero si es una polla sin cara, Gigi, cómo te va a sonar!
-¡Soy muy buena fisonomista!
-Pues como entiendas por “fisonomista” lo mismo que entiendes por “dietario” ¡esa polla hasta podría ser de Aznar! -casi me "gomito" al pensarlo-. ¡Para mandarte al “pasa palabra” estás tú hoy! –y miré los comentarios del correo-. ¡Vaya lo que le decían! ¡A mí nunca me han dicho esas guarradas… ni follando!
-¿Qué es el orto? –preguntó Gigi.
-Una fruta japonesa –y le di tal colleja que me dolió la mano hasta el codo-. ¡Es el culo, tonta!
-¡Claro! –dijo frotándose donde le había zurrado-. Como tú estudiaste japonés.
-¡Qué japonés ni qué niñas muertas! –y volví a sentarme en la cama, cuando algo se me clavó en el “orto”, y no era uno de aquellos minicojines, era algo duro. ¿Un vibrador? No, ésto era más duro. Saqué mi culo de allí y me giré hacia el colchón. Aparté varios de aquellos minicojines, pero el trasto sólido, no estaba sobre la cama… estaba bajo el colchón –. ¡Gigi!
-¡Mira! ¡Este que está tan bueno hasta deja su número del móvil! ¡Me lo voy a apuntar!
-¡Gigi, deja de ser puta y ayúdame a levantar el colchón!

Gigi se volvió hacia mí, cuando intentaba apartar los faldones rosa que colgaban del edredón (también rosa pero color chicle), de la cama de Sayuri. Una por la cabecera y la otra por los pies, levantamos el colchón un poco, lo justo para ver qué se escondía allí debajo y chillamos. Nos miramos y ¡volvimos a chillar hasta que nos vimos las campanillas!

¡¡¡Debajo de la cama había una muerta, otro librito... Y UNA PISTOLA!!!

lunes, septiembre 12, 2005

~3~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Gigi y el mega paquete de Alberto, me decidieron a salir de casa con mi espantosa gripe, en busca de pistas que nos condujeran al paradero de nuestra “amiga” Sayuri.

Cuando vas inflada como el hindenburg de antigripales, las aceras parecen más blandas de lo normal, y tu sentido del equilibrio consigue que parezcas una borracha andando a las doce de la mañana por la calle. Eso explica que la gente al verme, se apartaba temiendo que les vomitara encima. Suerte que no iba sola, La Grandísima Dolly Parton me acompañaba en mi MP3.

Gigi me esperaba en el portal del piso que comparte Sayuri con La Space, y visto lo que tardé en vestirme, a la muy zorra le rindió el tiempo en peluquería y vestuario. Con lo guapo que es Gigi, jamás me explicaré qué gusto le encuentra a eso de vestirse como Rosario Flores (cuando cantaba aquello de “Mi Gato Hace, no-sé-qué”). Llevaba unos vaqueros más apretados que los tornillos de un submarino, y la camisa abierta hasta el ombligo, luciendo los cuatro miserables pelos que tiene en el pecho, lacios como pelo de coño de vieja. Llevaba también unos “auricus”, que se quitó de inmediato al verme cruzar al calle.

-¿Has llamado al portero? –pregunté.
-¿Pa’qué? Si la Space no habla con nadie.
-También es verdad –y llamé al timbre; alguien descolgó al otro lado, pero no dijo ni pío-. Space, soy Dolly y vengo con Gigi. ¡Abre!

La puerta zumbó y los cierres chascaron cuando la empujé. ¡Seis pisos sin ascensor!, nos separaban de nuestra investigación (qué ripio más estúpido, tía); en el 2º ya me dolían las articulaciones. Nada nuevo para mí, porque con la gripe me dolía todo lo que era articulable y extensible en mi cuerpo. Polla incluida; en el 4º, me faltó un tris de subir a cuatro patas, claro que para eso estaba la Gigi, que como la muy cabrona no fuma y tiene unos pulmones de escándalo, me ayudó como en esas pelis de bomberos, donde el bombero entre las llamas, rescata a la chica. El problema es que Gigi es algo bestia, y en lugar de rescatar a la damisela, parecía que rescataba al perro de la familia. Y ese perro era yo, claro; al llegar al 6º casi pierdo el sentido. Me subió la fiebre y pronto comenzaría a ver a marikas muertas, como el niño de la peli; Gigi llamó al timbre, pero antes de que sonara, la Space ya nos había abierto.

-¡Agua! –fue lo único que pude decir-. ¡Mis discos de Dolly Parton por un vaso de agua!

Ya en el salón, tras meterme tres vasos de agua, la Space se sentó con nosotras. Iba monísima. Parecía la portada del disco de Flash Dance (claro que la Space trabaja de profesora de Danza Moderna, y tiene que vestir como una tarada de los 80’s). Tenía en la mano una pizarra de esas de imán, de las que se suelen colgar en la nevera, para comunicarse con nosotras, porque la Space como comenté antes, no habla con nadie. Cree que anulando la voz, sus otros sentidos se potencian. Yo verdaderamente creo, que lo hace porque por fin se ha dado cuenta de que le huele el aliento, e intenta ocultarlo.

-¿Desde cuando está desaparecida Sayuri? –preguntó Gigi.
>Desde el VIERNES -escribió en la pizarra la Space.
-¿Y te contó si iba a ir a algún sitio, o si había quedado con alguien?
>Es que hablamos poco -escribió la Space.
-¡Vaya! –dijo Gigi.
-Puede que en su habitación, ya sabes que Sayuri era una Mari Post-it, puede que haya dejado alguna pista sobre con quién pensaba quedar el viernes noche.
-¿Por qué hablas de Sayuri en pasado, como si estuviera muerta? –me preguntó Gigi.
-No hablo como si estuviera muerta: está desparecida desde hace dos días, y al hablar hay que utilizar el pretérito anterior.
>Sayuri no está MUERTA -escribió la Space.
-¿Pero qué manía os ha dado por enterrarla? –protesté-. Space: ¿te importa que echemos un vistazo en su habitación? Puede que descubramos dónde se fue y con quién quedó; Makaka nos comentó que la vió en el D'Lirio con un camionero.

La Space se lo pensó, escribió en su pizarra, borró, volvió a escribir, borró otra cosa y escribió de nuevo.
>Vale.

Nos levantamos y cogí a Gigi de la muñeca para tirar de ella, mientras la Space se ponía un disco en el equipo de música, del estilo “El Divino de Ibiza”, y se ponía a bailar su danza moderna en el espacioso salón, moviendo de forma compulsiva el cuerpo de cintura para arriba, con una cara que recordaba a esas máscaras japonesas y los ojos abiertos una barbaridad, como si estuviera viendo pollas descomunales saliendo de las paredes. Sí, la Space era rara, y tuvo problemas de coca en los 80’s y problemas con Milly Vanilly, cuando se descubrió que cantaban en play back. Está claro que no superó ninguno de esos problemas.

La música de Aquí hay Tomate, ese canto gitano que ponen cuando van a hablar de cosas turbias, o de folklóricas lésbicas, sonó en THX dentro de mi cabeza cuando abrí la puerta de la habitación de Sayuri; Gigi se cogió a mí preñada de terror, como cuando fuimos aquella vez al pasaje del terror, nos pusimos histéricas y arrasamos con el decorado y con el cuerpo de la chica que hacía de la niña del exorcista, que pisoteamos en nuestra huída como si fuera una cosecha de las uvas de Falcon Crest.

sábado, septiembre 10, 2005

~2~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Soy Dolly Partos, y atravesaba una gripe que me tenía más muerta que viva, cuando me llamó Gigi, histérica perdida, para decirme que Sayuri había desaparecido.



-Eso es bueno, ¿no? –dije a Gigi-. Con esa petarda fuera de circulación, ¡a más hombres tocamos!
-¡Holly Manolis! No lo había visto desde ese punto de vista, ¡Dolly!
-Porque eres muy impulsiva y siempre ves el bar medio vacío, en lugar de verlo medio lleno.
-¿Qué bar?
Gigi es tan CORTA, que no se puede hacer metáforas con ella.
-¿Quién te contó que Sayuri ha desaparecido? ¿La Carpanta? –la Carpanta es una conocida de los bares gays que frecuentamos, y que se tira de todo... sin importarle edad, estado físico, civil, si tiene un micropene o dentadura postiza.
-¡Uis, pero si la Carpanta está hospitalizada!
-¡No me digas! ¡Seguro que se ha pillado algo!
-Se intentó ligar a uno con pinta de alemán, que resultó ser una nazi perdida, y la dejó peor, que a los malos de las pelis de Steven Seagal.
-¡Ay, pobre! ¡Con lo pizpireta que era!
-Pues ahora se la van a entender muy poco los chistes porque, ¡como no tiene dientes!
-No te creas, que hay mucha marika morbosa que le gustan las cosas raras.
-¡Dolly, no seas asquerosa, que me “gomito”!
-¿Entonces quién ha dado la voz de alarma, La Space? –la Space era la compañera de piso de Sayuri; un pedazo de tío de casi dos metros, negro como el espacio, y más silenciosa que el espacio: La Space.
-La Space está traumada. La llamé por teléfono, pero como no habla, aguanté cinco minutos un monólogo con migo misma y colgué. No, Dolly, no fueron ellos, me llamó Makaka.
Makaka en realidad se llama Marcos, pero como es tan marrano el chico, le acortamos el nombre y le pegamos el sufijo de kaka, con lo que se ha quedado en Makaka; el chico, repito, además de ser un guarro de la hostia, debe ser también medio tonto, porque hasta le gusta el mote que le pusimos.
-¿Y cómo se enteró Makaka?
-Parece que la vio en el D’Lirio, acompañada por uno con cara de camionero psicópata, y que Sayuri intentó decirle algo con la mirada.
-¿Al camionero?
-No, Dolly, a Makaka.
-¿Y qué hizo Makaka?
-Lo de siempre, se fue a un retrete a tirarse dos pedos bien tiraos, para que nadie la llamara marrana y volvió a salir, pero ya no estaba Sayuri. ¡Y de esto hace dos días!
-¡Vaya!
-¿Y si aparece muerta y descuartizada, en una cuneta de la autopista?
-¿Makaka?
-No Dolly, Sayuri.
-Tía, es que estoy medicada hasta las trancas por culpa de la gripe, y me cuesta centrame. Pues habrá que ver Antena 3 a ver si cuentan algo de: marika muerta en bolsa de basura tirada al arcén de la M-30.
-¡Qué vamos a hacer Dolly!
-Primero, no perder los nervios, porque Makaka está algo flipada con todos esos pedos que se tira, ¿vale?; yo no debería salir de casa, porque estoy fatal con la gripe, PERO, podríamos ir a casa de Sayuri, y que la Space nos ayude a buscar pistas de dónde puede estar esa descerebrada.
-Buena idea. Podríamos ver los correos de su ordenador, o su diario, o su agenda…
-¡Gigi! ¡Esas cosas son personales!
-¡Anda... que no te gustaría tener la agenda de chulazos de Sayuri!
La muy puta de la Gigi, me conocía mejor de lo que me conozco a mi misma.
-Vale, iremos a ver a la Space, y cotillearemos la agenda de Sayuri.
-¡Bárbaro! Así veré si tiene el teléfono de Alberto.
-¿Qué Alberto?
-¡Un mega chulazo que marca más paquete, que el hombre elefante con hernia, tía!
-¡Vaya con la Sayuri!
-Digooo…

miércoles, septiembre 07, 2005

~1~ 1ª Temporada

Una mañana de Septiembre…

Fue cuando comenzó el terrible incidente de La “Chirli”, que nos arrastró a todas sus amigas a un pozo sin fondo, donde viviríamos terribles aventuras. A Chirli hace poco la habíamos rebautizado con el nombre de Sayuri, como La de Memorias de una Geisha, de la agenda tan apretada que tenía la muy marika, y por lo puta que era. Sí, Sayuri era el perfecto gay guapísimo (pero súper marika perdida), que con su labia, siempre se llevaba a los mejores chicos del local que fuéramos.

Era la hora del almuerzo en el Barrio de Chueca, de eso no me queda la menor duda, porque me pilló en la cocina preparándome algo sólido que combatiera mi gripe, mientras que por la calle paseaban parejas de felices gays luciendo musculitos y carantoñas. Yo por el contrario, vestía como la Reina de Prusia, sudando como un galgo de carreras, y con más ropa encima que un burro del IKEA no andaba, sino me desplazaba por casa como flotando en una nube gracias a Margarita, de las pocas mujeres que conozco, farmacéutica y más cotilla que mi portero, quien me recetó no se cuantas pastillas y sobres hasta convertir mi cuerpo en un cóctel de antigripales que no sirvieron de mucho, porque seguía con los mocos colgando como una subnormala mirando al sol.Si no fuera por la sobredosis de CD’s de Dolly Parton que me levantaron la moral, y despejaron mis delirios febriles, seguramente aún estaría con esa imagen mental de esta mañana cuando se me ocurrió (tarada de mi) darme una ducha. El verme en el espejo me vi rubia, con dos coletas enormes, unas tetas capaces de sostener el Espasa Calpe enterito y con un banjo en la mano.

Ni era rubia de coletas, ni tenía tetas, ni un banjo, porque en realidad era la fregona. La fiebre me estaba comiendo viva y deliraba como alguien que cae en un silo de cocaina de narices. Flipada aún, conseguí tranquilizarme y la segunda vez que miré al espejo, me vi completamente pálida como una muerta de las pelis de Romero, y con un glande en la nariz. No me había salido una polla, claro, la tenía de un tono rojo violeta de las sonadas de mocos de la noche anterior.Cuando llamó Germán, más conocido entre nosotros por Gigi (por su forma de reír, emitiendo un sonidito del estilo gigi-gigi-gigi), súper histérica de los nervios con su vocecita estridente, sin preocuparse que yo estuviera con gripe, o más sorda que mi abuela por culpa también, de la dichosa gripe. Descolgué.

-Voy a morirme, Gigi, tengo una gripe asquerosa. ¡Esta mañana creí ser la hermana gemela de Dolly Parton!
-Tía, ha ocurrido algo horriblemente horrible.
-¿Más horriblemente horrible que esto que tengo? ¡Imposible!
-¡Más horriblemente horrible!
-¿Más horriblemente horrible que ver mis cd’s y dvd’s de Dolly Parton en una trituradora?
-Posiblemente… ¡más horriblemente horrible!
-¡Qué puede ser más horriblemente horrible que eso, petarda? ¡Mis cd’s y dvd’s de Dolly Parton son sagrados!
-Lo sé, tía, pero esto es horriblemente horrible.
-¿Te has amputado los pies al intentar depilarte?
-Yo no me depilo. Tengo poco pelo.
-Ya, por eso te salen esos granitos: de afeitarte los pies, bestia, que eres un bestia.
-¿Quieres dejar de criticarme y oír lo que tengo que decirte?
-Te depilas.
-¡Calla!
-Irás al infierno por mentirosa.
-Y tú al infierno de las marikas solteras.
-Bueno, vale ya. ¿Me dices de una vez qué es eso tan horriblemente horrible que tenías que contarme?
-¡No te lo vas a creer! ¡¡¡SAYURI HA DESAPARECIDO!!!