lunes, octubre 31, 2005

~21~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Sayuri reaparece, la Paki en lugar de ayudarme o devolverme al mundo real, se interesa más por el estado físico de Bruno, yo me “emparanoyo” viva y veo rubios por todas partes… y los güisquis que me había tomado para tranquilizarme, ahora se vengaban de mí a modo de retortijones. ¡Qué está pasaaaaaaaaaaaaando!

De ser una loca a volverte loca, sólo hay una caja de fármacos y unas cuantas paranoias bien desarrolladas. A mí sólo me faltaban los fármacos, nenas, porque con todo lo que había pasado tras la desaparición y vuelta a la escena de Sayuri, si Mulder y Scully llamasen a la puerta de mi casa, no me preguntaría qué hacen dos personajes de televisión ante mis narices… sino que por el contrario, les invitaría a pasar y les ofrecería unos calamares a la romana que tengo congelados desde hace siglos.

Al llegar e ir a meter las llaves en la cerradura, la puerta se abrió sola, y juro por Dior que ni la Paki ni yo, dijimos “Abrete Sésamo”; Bruno, al otro lado, me atravesó con la mirada, destruyendo todo el encanto que podría tener hacia él, pero tal y como estaba yo (de desquiciada) seguro que ni se me levantaría aunque apareciera George Clooney desnudo, y me diera cachetitos con su miembro.

-¿Se puede saber dónde has estado? -me interrogó Bruno.
-¡De compras! ¿Verdad Paki? –y la miré, pero la Paki de Kentucky tenía cara de flipada al ver a Bruno y descubrir que no la había mentido-. ¿Paki?
-He removido Roma con Santiago buscándote, Dolly –siguió malhumorado Bruno.
-Pues ni en Roma, ni en Compostela. Estaba en el Springfield, y flípalo: ¡allí estaba Sayuri! Tu Alex, nena –Bruno borró el gesto de cabreo y se quedó perplejo-. Sí, nena. La Sayuri, con una rubia súper potente, y una rubia, tía, ¿vale! En plan hétero perdida y hablando como si no me conociera de nada y claro, yo monté el numerito, se me fue la pinza, la Paki me ayudó a emborracharme y ahora me duele el estómago. ¡Necesito un Almax!

Como la Paki seguía como obnubilada con bruno, le di dos besos de despedida, le dije que se pasara a las siete, le di las gracias por acompañarme y entré en casa cerrando la puerta… dándome cuenta de un pequeño detalle.

-¿Y Gigi?
-Vino… -tartamudeó Bruno un poco-. Vino ese amigo vuestro… el compañero de piso de Alex y… se fueron juntos –bajó la vista, aún conmocionado, y volvió a mirarme y la verdad, me dio penita-. ¿En serio has visto a Alex?
-¿A Sayuri? Sí, nene, y déjame que te diga una cosa. Está mal de los cascos, ¿vale? ¡Deberías haber estado allí! –y me fui a la cocina a beber agua y a buscar un Almax para el dolor de estómago-. ¡Paso de todo esto! ¿Sabes? Mi cabeza tiene un límite, y ese es irme de compras a la calle Serrano, ¿vale? No estar buscando a una amiga, que después te trata como si fueras la última mona del circo, y que encima sale un dichoso rubio que quiere matarte. Paso de todo eso. Quiero volver a ser superficial. Quiero tirar mi tiempo yendo de “caza”. Quiero follar, ¿vale? Quiero volver a oír a Dolly Parton, porque ella me entiende y yo la entiendo a ella, y quiero… ¡quiero un dichoso Almax! ¡No me digas que me he quedado sin Almax!

Tras el rollo que me solté yo solita, buscando en el cajón de las medicinas, descubrí un silencio tremendo en casa, y al mirar hacia el salón, vi a Bruno sentado en el sofá, con los codos en los muslos y la cara ahogada entre sus manos.

-¿Bruno? No me vas a decir ahora que estás llorando por esa petarda, ¿verdad? –joder, sí que parecía que estaba llorando, y yo comportándome como la marika más malvada del planeta (después de mi exnovio, claro)-. ¿Bruno? –fui hasta él y me senté al lado-. Venga, vamos, que estás muy mono para llorar. Tú no eres del tipo de hombres que lloran, ¿vale? Tú eres del tipo de hombres que rescatan a la chica que llora, como yo, más o menos…

Y entonces sin mediar palabra, se abrazó a mí y se puso a llorar como un desconsolado. Hay que decir, que aunque este momento parezca tierno, y hasta tenga un punto sexy, me dinamitó la moral como nunca. Yo lo único que pude hacer fue darle palmaditas en la espalda (súper fornida que tenía el tío), y aguantarme el dolor de estómago por culpa del güisqui. El dolor de estómago se me pasaría… pero a Bruno, el dolor de corazón le tardaría mucho en desaparecer.

-Vamos, ya… ya pasó… ea… Bruno, querido, que no estoy acostumbrada a abrazar a tíos cañón... VESTIDOS. ¡Y para ya de llorar! ¡que me vas a dejar la camisa más empapada que la Tena Lady de Concha Velasco, nena!

Aquel comentario le hizo reír, y se limpió las lágrimas antes de mirarme. Quería parecer alegre, pero su rostro reflejaba que estaba hecho polvo.

-Estás como una auténtica cabra.
-Uis, está mal que lo diga yo, pero sí, es verdad.

Bruno volvió a limpiarse la cara, me dio un beso en los morros (digo yo, que en plan amiga, porque casi ni me enteré de que me lo había dado), se levantó y se puso a buscar algo.

-Voy a la comisaría a hacer unas llamadas y… volveré más tarde. Te dejaré mis teléfonos de contacto en la pizarra de la nevera... y debes prometerme, Dolly, que no saldrás de casa, ni dejarás entrar a nadie.
-Ni de coña… pero vendrás, ¿no?
-Sí, volveré.
-A Terminador le sale mejor.
-¿El qué?
-Déjalo… -y me levanté para coger una copia de las llaves de casa y se las di-. Ya sabes que estás en tu casa… yo me voy a echar un rato… a ver si se me baja la hinchazón de la cara.
-Yo te veo bien…
-Ya, nena, como para un Halloween –y le cogí de la mano-. Siento lo de Sayuri y… si vas a llegar tarde o pasa, ya sabes, algo que te retrase y todo eso, llámame, ¿vale?
-Descuida y tranquilízate. Aunque no esté, hay dos compañeros vigilando la casa.
-Bueno… adiós…

Y me fui a mi habitación. Le oí trastear antes de irse, y cómo cerraba con llave mientras yo me había tumbado en la cama, con la tele puesta en Antena 3, para ver a esos megachulazos de Pasión de Gavilanes, hasta que me quedé sopa.

No sé cuantas horas estuve haciéndome la muerta, pero en el mejor de los sueños, donde estaba cantando a dúo con Dolly Parton, la ovación de un estadio lleno de vaqueros con erecciones múltiples, me despertó. No eran los vaqueros los que aplaudían, sino, un grupo de maris de un programa de tarde-noche, del tipo de esos donde la gente va a contar sus miserias y bla, ble, bli, blo, blu ¡BLANDIBLÚ!

Aún emocionada tras mi concierto con Dolly Parton, y sin querer llegar a despertar del todo, seguí haciéndome la muerta sobre la cama, pero con la oreja puesta en la tele, donde una tipa se había puesto a llorar de forma desconsolada, porque se había quedado preñada, y cuando se lo contó a su novio, este la mandó a Tegucigalpa por súper puta, porque como también decía el novio, que supongo que estaba en el plató (porque no estaba viendo la tele), la nena se había beneficiado a medio barrio y calles colindantes. ¡Qué envidia! De haber nacido chica, me hubiera hecho ningómana como la chica de la tele, pero como no fue así, me hice super marika, que se folla igual, y además puedes ser más cool y moderna.

La presentadora comentó el título del programa “si te he visto, no me acuerdo”, y dio paso a una madre, que tras aceptar la condición lésbica de su hija, cosa que le había costado muchísimo a la mujer y sobre todo a su esposo, un buen día, su hija se había enrollado con un hombre y pasaba olímpicamente de su madre y resto de familia. ¡Qué hevy, nena! ¡Y yo me quejo de lo mío! Lo que no me explico es cómo con tantas desgracias, no hay en España más suicidios al estilo Japo, de esos que se cogen de la mano 50 nenas y se tiran a la vía del metro, como en esa peli que vi hace unos años: Suicide Circle.

-¿Y por qué crees que tu hija Rosa, está metida en una secta? –preguntó la presentadora.
-Porque no puede ser otra cosa, señorita –dijo la madre afligida-. Ella me llamaba siempre todas las tardes, antes del telediario… y durante dos semanas, no lo hizo.
-Y no hubo… ¿ninguna discusión entre ustedes? ¿Algún conflicto familiar?
-No, no, no… yo adoro a mi hija. Me costó entender que fuera… ya sabe… éso: lesbiana, pero al final lo aceptamos mi marido y yo; sus compañeras de trabajo también se preocuparon por Rosa cuando desapareció, y ahora que ha vuelto, ha dejado ese empleo, y mire lo que le digo, señorita… no ha vuelto por el trabajo, y a mi me trató como si fuera una auténtica desconocida.
-Eso suena terrible
–dijo la presentadora.

-¡¡¡ESO ES LO QUE ME PASÓ A MI, CON SAYURI!!! –chillé y me quedé sentada en la cama. La mujer, la madre de la tal Rosa, tenía todo el aspecto de la madre que todos queremos, con su punto de ternura, mientras que la presentadora, que intentaba ser convincente y poner cara de que le importaba el tema, se había sentado a su lado y la cogía de la mano.

-¿Por qué cree que su hija la ignoró?
-No lo sé
–dijo la madre-. Cuando volví a verla, me trató como si fuera una loca que había invadido su casa. Dijo que no me conocía, y estuvo a punto de echarme a patadas.
-¡Qué horrible! –dijimos la presentadora y yo.
-Por eso, pienso que ha sido secuestrada por una secta… la del actor ese.

En este punto ya había dejado de oír el programa y eché a correr a llamar a Bruno. Comunicaba. ¡Mierda! Llamé a Gigi, y nada, no estaba en casa. Marqué por tercera vez, y en esta ocasión al teléfono de la Space, y nada. Daba tono hasta que saltó el contestador. Colgué y volví a repetir las llamadas y en el mismo orden. Comunicaba, no lo cogían y no lo cogían.

Sin saber por qué, estaba temblando de arriba abajo, y se me venían a la cabeza títulos de películas como Los Invasores de Marte o La Invasión de los Ultracuerpos. ¿Y si estuviera ocurriendo ALGO con los gays de España? ¿Y si les lavaban el cerebro a todas? ¡¡¡Cómo iba a existir un mundo, si a todos los gays los volvían héteros?
¡¡¡Madre mía, aquello podría terminar como una fiesta del PP y el Opus, juntas!!!
¡¡¡Sería más terrible que cuando la Jackson enseñó el pezón a media América!!!
Me asomé a la ventana, y en la calle, vi a dos o tres parejas gays andando y hablando con mucho amaneramiento. ¡BIEN! ¡Aún quedábamos suficientes marikas en el planeta antes de la renonversión alienígena del espacio exterior!, Lideradas por Rubios, Aliens, ¡o los amigos de Tom Cruise!

Me puse mi cazadora de súper puta en acción, mis zapatillas de deporte Corre!, Forest, Corre!, por si tenía que salir por piernas de alguna situación o andar por cornisas de edificios ¡que nuna se sabe lo que te va a pasar cuando sales a la calle!, cogí el móvil, las llaves y fui a salir en plan Tifón Pamela, cuando dejé a mi ex novio con la mano derecha en alto y a punto de llamar a la puerta con los nudillos.

-¡Hablando del PP! ¿Qué haces tú aquí, Pepe?

jueves, octubre 27, 2005

~20~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Casi me matan por buscarla... y ahora me tropezaba con Sayuri, como quien no quiere la cosa, ¡de compras en Springfield! ¡Es que se cuenta y no se cree, nenas! ¡Ni hasta las cejas de LSD! Sí, Sayuri tendría que explicarme muchas cosas, aunque estuviéramos en el Spingfield, entre jóvenes que se cambiaban de ropa en los probadores.

-¡¿Se puede saber dónde estabas metida, tía?!
-¿Perdón? –me respondió la hijadelagranputa, sorprendida y despistada.
-¿Qué? ¡Ni perdón, ni Evita Perón! ¿Pero tú sabes lo loca que has puesto a media Chueca buscándote? ¡Estamos todas desesperate por tu culpa!: En chueca, en Chile, México, Argentina, en Venezuela, en Italia, en Estonia, en Alemania, en la Gran Bretaña… y hasta dos marikas de las antípodas, que no quiero imaginar cómo han llegado hasta aquí, se han leído este BLOG, NENA! ¡Y están preocupadísimas! ¿Dónde has estado metida, cacho pendón?
-¿Cómo? –volvió a preguntarme más confusa todavía.
-¡A ver si me he vuelto loca yo por los golpes que me he dado, al ir en tu busca! ¡Mira pa arriba! –y la Sayuri, como estaba desprevenida y confusa, hizo caso y miró al techo, y yo le vi ese lunar tan guay que tiene debajo de la barbilla-. ¡No, no estoy loca! ¡Tú eres Sayuri!
-No sé de qué me está hablando –dijo retrocediendo un paso, y yo puse una expresión de O, y no pude articular palabra de lo requeteshockeada que estaba.
-¿Dolly, qué ocurre? –preguntó la Paki, que entró en el probador en ese instante.
-Coño, que he estado buscándola como una demente, y ahora me la encuentro aquí, tan fresca y de compras –y vi lo que tenía en la mano: camisas ultraceñidas de tía, la que se ponía ella- ¡Ajaaaaaa! ¡A mi no me engañas wappa! Aunque vayas de “fisna” y pongas voz de hipervitaminada. ¡Tú-e-res-Sa-yu-ri!
-¿Qué ocurre cariño? –preguntó una rubia mega espectacular cuando salía del probador, con una camisa súper ajustada y la etiqueta aún colgando del canalillo.
-¿Ca-Qué? –chillé-. ¿Cariño? ¿Tú y esta tía? ¿Ca-ca-cariño?
-¿Quién es, cariño? –siguió hablando la rubia a Sayuri-. ¿Le conoces?
-¿Yo? –respondió la Sayuri súper flipada, aunque muy convincente. Estaba flipada de verdad-. ¡No le conozco de nada! Se ha puesto a chillar… ¡como una loca! Y a llamarme algo.
-¡Me va a dar algo! ¡Se me van a disparar los triglicéridos, neeeenaaaaa! –y me di un buen guantazo, por si aquello era un momento de paranoia y yo aún estaba en el probador, pero no. Al abrir los ojos seguía allí, con Sayuri mirándome como a una loca sin medicar, y con la rubia de tetas gravitatorias, más flipada aún.
-Dolly, tranquilízate –salió en mi ayuda la Paki, que no conoce a Sayuri en persona, pero si de oídas, y se giró hacia la Sayuri-. Perdone, pero es que ha tenido un accidente con una aspiradora y está medio pallá.
-¡¡¡A la aspiradora no la metas en esto!!! –dije súper roja de los nervios-. Me estoy volviendo loca, me estoy volviendo loca y me van a encerrar, y entonces jamás de los jamases podré ir a ver a Dolly Parton en Directo, ¡¡¡porque estaré encerrada en un psiquiátrico de locas!!!
-¿Ocurre algo? –dijo uno de los dependientes de Springfield que acababa de entrar a los probadores.
-¿No queda nadie más ahí fuera? –dije fuera de mí-. ¡Vamos! ¡Llame a más gente para que se venga a vivir esta experiencia en grupo! -y me dió por ponerme a cantar la canción de "hay una carta para tí".
-¿Eh? –dijo el dependiente, un chico mono, pero con una alopecia galopante.
-Dolly, tranquilízate –dijo la Paki.
-Vámonos, cariño. Me llevaré la camisa puesta –dijo la rubia, que se giró, sus tetas gravitatorias también, y se llevó a Sayuri del brazo.
-Sí, salgamos de aquí cuanto antes –dijo la Sayuri, y después dijo en voz baja a la rubia-. Te dije que deberíamos ir Al Corte Inglés, que esta calle está llena de gentuza y locazas.
-¿¿¿QUÉ??? -chillé, porque tengo un oído finísimo y claro, oí aquel comentario.
-¡Dolly, tía! –dijo la Paki súper asustada-. ¡Tienes mirada de Lunnie! ¡Se te van a salir los ojos! ¿Qué es lo que ocurre, tía?
-Me falta aire, me va a dar algo aquí mismo… ¿pero tú te lo puedes creer?

Los clientes y clientas del Springfield, seguían en los probadores acojonadas por lo que estaban oyendo. No se tembló ni una cortina (aunque bien sabía que estaban dentro de los probadores), y por allí no se oyó respirar ni a Dios; un poco teatral, he de decirlo, busqué el taburete del probador en el que me había metido, y me senté en él.

-Dolly –dijo Paki más suave-. ¿Me vas a contar qué está pasando? ¿Por qué le has gritado a ese tipo?
-Nena, estoy muerta y esto es el purgatorio gay... o no sé qué decirte, ¡porque hace la pera que no me drogo y sé lo que acabo de ver! ¿Vale? ¡E-ra-Sa-yu-ri! ¿VALE? Con ese chocho que le llamaba ca-ri-ño, pero era ELLA.
-Vale, pero relájate.
-Sí, ve a una farmacia y cómprame dos cajas de orfidal, a ver si se me pasa -y alguien, desde un probador, soltó una carcajada malvadísima-. Mejor que sean tres cajas –y chillé hacia el probador del que había salido la carcajada malvada-. Porque por lo que oigo… ¡no soy la única loca a la que le hace falta un orfidal en venaaaaaaaaa!

Sin armar escándalo, y pagando antes lo que habíamos elegido, porque una cosa es pasar por este SHOCK, y otra muy diferente, ir de compras y no comprar NADA, salimos del Spingfield a que me diera el aire, me relajara y demás; la Paki estuvo súper asustada con el “incidente Springfield”, y como buena amiga, me preguntó si me encontraba bien, como unas 7.750 veces, hasta que le chillé "ya vale , nena", y por fin cambió de disco rayado y dijo en tono solemne.

-Hace tiempo que no has follado, a que sí.
-Ya no sé la diferencia que hay entre un prepucio y un glande, nena.
-¡Eso suena terrible!
-¡A mí me lo vas a decir! Esta situación me supera… ¿te puedes creer cómo me ha tratado la Sayuri? ¿Y quién era la rubia esa de las tetas gravitatorias? ¿Y por qué hablaba la Sayuri así?
-¿Así?
-Sí, nena, así: como una megamacha ¡Y tratándome de usted! ¡No soy tan vieja para que me traten de usted, y en todo caso más que el usted, debería emplear el SEÑORA! Pero nunca el usted.
-Dolly, necesitas una copa.
-Eso, una copa y el barrilito que lleva colgado al cuello un san bernardo. Vamos a buscar un chucho de esos en la Sierra, y volvámonos dos borrachas. ¡Viva el Alpinismo y los san bernardos!
-Dolly. Para. ¿Quieres parar?
-No, si yo paro, pero estamos en un paso de peatones.
-Mírame.
-No intentes hipnotizarme, porque ya es lo que me faltaba. Que me hipnoticen o tener ladillas y sin follar con nadie en semanas.
-No digas cochinadas, tú no tienes ladillas.
-Menos mal, ya me quedo más tranquila, pero necesito esa copa.
-Todo esto debe tener una explicación.
-Ajá…
-Y la vamos a encontrar.
-¿Tú ayudándome? –y me puse a andar porque unos pesados en sus coches, comenzaron a hacer sonar los claxons-. La última vez que te pedí ayuda, desapareciste del IKEA porque habías ligado con un chulazo, y yo me pegué dos horas buscándote por el jodido establecimiento, sube escalera, baja escalera…

Como dos completas desconocidas, nos fuimos a un bareto de Chueca, con terracita, sin decir palabra, aunque yo iba canturreando algunos oldies de Dolly Paton para intentar relajar los nervios y pensar en otra cosa, que no fuera aquella terrible experiencia. Definitivamente, debería cambiar el Springfield por el H&M durante una larga temporada.

Paki, que está muy puesta en todo y es más eficiente que un predictor, pidió dos copazos de güisqui (que sin nada en el estómago me sentaría como sangre de Alien 8), y varios platitos de cosas para picar. Como todas sabemos, el alcohol sirve para algo más que curar las pupas... y yo me puse a rajar como si tuviera dos bocas y cuatro manos. Un monólogo a “la italiana”, por hacer tantos aspavientos, que la Paki se tragó de pe a pa. ¿Era mi amiga, no? ¡Pues que me aguante!

-Bueno. Dime algo. –la espeté 25 minutos después de soltarle toda la historia.
-¿Y no estás tomando drogas, no?
-Un porro, como siempre, viendo Los Oscars, ¡hace meses!
-¿Y ese rubio cachas?
-¿La muerta? Pues ni idea; pero después de estampar le cráneo en la portería, desapareció y yo debería estar en casa, vigilada y no de compras.
-Entonces tienes que hacer lo siguiente –y me dio su móvil-. Llama al Bruno ese.
-¿A Bruno? Pero si te acabo de decir que está súper bueno, pero que como guardaespaldas es muy flojito. ¡Le tuve que salvar yo la vida, nena!
-Si no digo que venga a hacer de guarda espaldas, tía, es para ver lo bueno que está, ¡tonta!
-¡Anda, le salió el instinto animal a la guanche! –y le devolví el móvil-. Para eso no hace falta llamarlo, porque lo tengo en casa. Vamos a pagar y nos vamos.
-Pues va a ser que no, porque he de volver a la oficina, pero a las siete me paso por tu casa.
-Ah, vale, pero ahora no me seas puta, y me acompañas hasta el portal.
-¿A plena luz del día?
-¡Nena, que lo de Sayuri ha sido a plena luz del día! Esto no es como las pelis de vampiros, o de hombres lobo, que salen por la noche. Esto es real, y pasa cuando menos te lo esperas. De noche, de día, o cuando estás en el retrete leyendo El Mueble.
-Está bien, está bien...
-Y de paso te subes a ver lo buenorro que está el Bruno.
-Buenorro, ¿cómo el Felipe-lipe?
-¿El tartaja ese tan cool? Mejor que eso. Y aunque dice que no frecuenta el ambiente, lleva interior muy súper gay.
-¡No me digas!
-Lo que oyes. Fijo que se la compra en XXX.

Cuando pagamos el almuerzo, pudimos oír cómo nuestras retinas de desprendían como velcros del culo del camarero, que estaba de toma pan y moja, mona; parecía un poco retrasado, porque no paraba de sonreír, y seguramente hasta intentó ligarnos a uno de los dos, cuando nos invitó a unos chupitos, creí yo, ilusa de mí, porque, cuando recogí mis bolsas del Spingfield, vi entre la gente de la barra del bar al RUBIO.

Flipada como si me hubiera caído la MIR encima, volví a mirar y nada. Habían allí dos rubios, pero ninguno de ellos era mí rubio: la muerta, como había empezado a llamarla. Sí, vale, sentí terror, y me flaqueaban los tobillos.... pero no fue terror porque apareciera la rubia muerta y me diera dos yoyas, no... sentí terror porque en aquel instante comencé a temer por mi cordura… ¡A ver si me iba a volver loca de verdad! ¡Encima!

Me callé en plan puta para no alarmar a la Paki y utilizando mi tercer ojo, y no me refiero al del culo… nos fuimos a casa sin dejar de mirar hacia atrás, por si aparecía el rubio de verdad. Si lo hacía, por lo menos que me pillara con mis cinco sentidos disparados en plan Tormenta de los X-Men, para salir volando de allí; una vez entramos en el portal de mi casa, cerré con llave. No quería darle la oportunidad de que llamara al telefonillo y nos pillara en las escaleras como había hecho yo misma esa mañana. No, nenas, a mi no me van las secuelas, aunque que conste que me las trago todas.

martes, octubre 25, 2005

~19~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

En el cine, el héroe por muy mal que lo pase, siempre se queda con la nena de turno y todo súper cool, ¿verdad? Super machacados, pero felices como lombrices; en mi caso, terminé más apaleada que el pulpo a la gallega, doliéndome hasta los cartílagos y sin más ganas de fiesta por lo que quedaba de 2005!!!


-Se acabó –me dije a mi reflejo del espejo, hora y pico después de todo lo que había pasado, con el estómago con más hambre que un somalí, y temiendo que tanta aventura y novio postizo me dejara frígida por el resto de mi vida-. Tú estás muy mayor para esto, Dolly. Tienes que pensar en planes de pensiones, como los yayos, en seguros de vida, en ver edificios en obras, en meterte en un gimnasio súper gay, donde los paquetes abulten tanto como las mancuernas, ¡y que tu mayor problema sea elegir el color del papel higiénico del baño, NENA!

Entonces llamaron a la puerta, y oí la voz de Bruno.

-¿Dolly? ¿Te encuentras bien?
-¿Bien? –y miré al techo-. ¡Parezco la jodida Angelina Jolie tras jugar al rugby!
-¿Puedo pasar?
-No, Burno –a no ser que vengas en bolas, pensé-. No es buen momento, nene. No me gusta que me vean así.
-¿Así cómo? –preguntó y entró.
-¡Así! ¡Que parezco un adefesio! Cuando salga a la calle tendré que ponerme en la cabeza una bolsa de cartón con dos agujeritos, y la gente al verme dirá, “mira, ahí va la Marika Elefante”. ¡Pero si tengo los labios más inflados, que la Angelina Jolie!

Aquel comentario le sacó las risas a Bruno, que seguía estando tan bueno como siempre o más, y que sólo tenía un rasguño aquí y otro allá. Muy hollywoodense, a lo Bruce Willis.

-¿Qué? –pregunté al final-. ¿Admirando al picasso?
-Creo que deberías comer algo… -dijo de forma suave y sensual.

Como suele ocurrir, no fue lo que dijo, sino cómo lo dijo, nenas. Porque ya me imaginaba en plan actor de peli porno del Kirsten Bojrn, desnudándole e inflándome a comer carne en barra marca Bruno, hasta que se me inflaran los mofletes como un hamster “jarto” pipas.

-¿Comer algo líquido, no? Nada de pollas, ni demás cosas sólidas, porque como mastique y con la suerte que tengo, seguro que hasta se me caen dos dientes.
-No se te caerá ningún diente... te prepararé algo de comer.
-¡Por favor!, deja de ponerme cachonda, ¿vale? Ya me hago yo un café, que estaré deforme pero aún conservo las manos –y salí del baño-. Y van a su bola, advierto, así que ten lejos tu paquete de ellas.

¡Lo que es la vida! Tú puedes tener un día de esos del tipo FFG (o sea, Fernando Fernán Gómez, y te dan ganas de ir diciendo por ahí “A LA MIERDA” a todo), que a un metro de ti hay alguien que disfruta de la vida ¡más que la Belén Estéban en Colombia! (espereo que captéis la sutil metáfora); allí estaba la Gigi, jugando con mí Play Station al Silent Hill 3, con los cascos puestos y con cara de cagarse viva. Ea, que sufra un poco, aunque sea de forma virtual.

Tras mi momento Angeles de Charlie, un rato de parloteo con la policía, algunos consejos de seguridad, y aquel comentario del jefe de Bruno de “pondremos hombres vigilando la casa”, y "la casa" era "mi casa", se podría decir que estaba encerrada en una jaula de oro, con un chulo del carajo de ver y no tocar, como el Bruno, al que le lanzaba mis feromonas verbales a ver si me echaba un polvo de una puñetera vez, y con Gigi chillando en el salón, porque le vibraba el mando de la play cada vez que le salía un bicho, y no sabía si seguir jugando o sentarse encima del mando y disfrutar el momento de vibración y terror... cuando me llamó al móvil la Paka de Kentucky, se me abrió el cielo y me sentí viva de nuevo.

-¡Nena! –chillé al descolgar, y por el rabillo del ojo vi a Bruno que se iba a dar una ducha, despegándose antes los apósitos que le habían puesto en urgencias.
-¡Dolly! ¿Qué haces? -me chilló la Paki por el móvil.
-Leerme el futuro en las pelusillas del ombligo.
-No, de verdad. ¿Quedamos?
-¿Ahora?
-¿Cuándo si no?
-Es que verás…
-Han traído ropa nueva al Springfield, de ponerte a chillar.
-Eso es un golpe bajo, nena. Primero porque sabes de mi filia por Springfield, y segundo, porque hoy he chillado hasta llenar mi cupo del mes.
-¡Springfielg, Dolly! La segunda palabra mágica después de: ¡CHUPA!… y después nos pedimos unas hamburguesas en el Kentucky y nos las comemos en la Puerta del Sol viendo a los chaperos rumanos y polacos.
-¡Estás enferma, Paki!
-Anda, no me seas frígida.
-¡Si yo te contara!
-Y lo harás. En diez minutos en el Spriengfield de Montera.
-¡Espera!
-¿Qué?
-Es que estoy… bueno, que he tenido un pequeño accidente doméstico… ¡Con la aspiradora! –y me puse a pensar cómo puñetas había llegado la aspiradora a mi cara, para dejarme tan maltrecha.
-¿Has vuelto a meter la polla en la aspiradora para intentar alargarla? ¡Estás loca, Dolly!
-¡Ey! Que eso sólo lo hice una vez, estaba súper borracha y estábamos jugando a “Verdad o Consecuencia”.
-Quedamos en quince minutos en el Springfield, no se hable más.
-¡Pero!
-Ni peros, ni peras, ni membrillos chinos.
-Ah, vale, ¡pues quedamos!
-Laterz…
-Kisses…

Colgué el móvil, cerré la puerta del baño y me cambié de ropa a tal velocidad, que ni me hice daño con la de hematomas que tenía por todas partes. Parecía la Niña Cebra, oye. Me puse una cazadora, me peiné algo en la cocina, así con las manos, cogí las llaves y pasé por delante de Gigi, que estaba a punto de meterse en un sótano del Silent Hill.

-Como te metas por ahí, te va a salir una cabeza con patas y te va a dar un susto de muerte.
-Ya, ya… -dijo la Gigi, sin creerme, con su tonillo de marisabidilla.

Yo abrí la puerta y salí, en el preciso momento en que le salía la cabeza con patas a Gigi, y ella chillaba histérica mientras intentaba escapar, hostiando el punto de vista del muñeco contra una pared. ¡Hay que ser paleta!

¡Vaya! El bajar a la calle y sola, es que reactivó el cuerpo como los bífidus del José Coronado. Me sentía radiante. Apalizada, pero radiante, y además, me iba con la Paki al Springfield y al Kentucky! Y después a ver chaperos y a echarnos unas risas. Sí, el body me pedía hacer cosas superficiales, sabiendo que estaría protegidísima a la luz del día, y en esos sitios tan céntricos atestados de gente, no me podía pasar nada. Pero esto no lo dije en voz alta, por si fuera a pasarme algo, claro.

A los diez minutos y antes de llegar al Spingfield, tras unos cuantos piropos de las putas de Europa del Este que hay en Montera (debe ser que le van los tíos apalizados), vi a la Paki haciéndome gestos como un aparca aviones de Barajas. Tuve que frenarla, porque aunque la llamo de Kentucky por su adicción a estos restaurantes de comida rápida (y carísima), la chica es de La Palma (Canarias), y es medio burra por eso de llevar aún en su ADN algo de los guanches que habitaban las islas; cuando me vio de más cerca, la cara se le desencajó.

-¡Pero tía! ¡¡¡Qué te ha hecho esa aspiradora del demonio!!!
-Es una larga historia, nena.
-Fijo que sí. Sólo te falta ponerte una pegatina que diga “yo sobrevivía un intento de suicidio en el metro”.
-Pues yo me veo más “hétero”.
-Ya, como que los héteros lucen con orgullo caras de lifting reciente. porque no te habrás operado ni nada de eso, ¿eh? mmm mmmm Anda, vamos a entrar, que hace un frío que se me van aquedar los huevos como dos bolas chinas.

Y entramos al siempre abarrotado Springfield. Uno de nuestros santuarios del pecado, donde no hablamos de nuestras vidas, porque no tenemos tiempo para hacerlo, y porque cuando vamos ponemos cara de ser súper millonarias del Gordo de Navidad; Paki no me había engañado. Había ropa de escándalo, aunque yo últimamente había estado tonteando con otras marcas de ropa, pero estar en Springfield, era como volver a casa. Me sentía como Laura Ingles de la casa de la pradera, bajando por la colina como si fuera una cometa a punto de salir volando.

Este tipo de tiendas tienen su gracia, porque a parte de la ropa, siempre está infectada de niños en edad de merecer, que son llevados por sus novias para que aprendan a vestirse bien. Así que por aquí y por allá, vimos a garrulillos monísimos (mayores de edad y con puntos extra para jugar al verdad o consecuencia, y que seguramente terminarían haciendo Ingestiones para pagar la Consecuencia); es que la Paki y yo somos únicas en el Verdad o Consecuencia.

-¿Cómo ha llegado toda esta ropa a mis manos? –se preguntó la Paki.
-¡Anda que cómo se nota que has cobrado!
-Sí, sí... ¡La paga extra de puta! -y me pusi una camisa por encima-. Esto te quedaría genial a ti. Te hace juego con… no sé, supongo que tendrás algo en casa que te haga juego con esto.
-Pues como no sea una pamela. Yo no me pongo esa camisa de flores, ni aunque me inviten a las carreras de caballos de Ascot, nena… pero me voy a probar esta cazadora de pana.
-Pero si te da mucho ASCOT el tacto de la pana.
-Bueno, pero de alguna forma tendré que superar el trauma, ¿no? –y me metí en un probador.

Los probadores del Springfield me encantan también, porque las cortinas siempre están mal puestas, y porque se entrevé por el espejo de la pared, quién se cambia en el otro probador. Claro que así descubres cosas horribles, como que el nene que has visto antes, que estaba de quitar el hipo, lleva puestos unos calzoncillos que no se lo pondría Torrente, ni jarto de farlopa mal cortada.

¡Vaya! La verdad es que la chaqueta me quedaba monísima, aunque no pegaba ni con cola con mi cara maltrecha de poster de película bélica. Y el tacto de la pana ya no me daba tanto repelús como antes. ¡Me-lo-lle-vo! canté a lo spot televisivo. Me arruinaría, pero estaría cool.

Fue salir del probador, y chocarme con un chulazo de espaldas, que al volverse hacia mí, me cortó el aliento. Abrí mucho los ojos y hasta creo que tartamudeé el nombre, cuando por fin mis cuerdas vocales lo pronunciaron.

-¡¡¡Sayuri!!!

jueves, octubre 20, 2005

~18~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Por muy cabeza de chorlito que fuera Gigi, no podía dejar que el mismo lunático que había secuestrado a Sayuri, la secuestrara a ella. Así que ni novio postizo y yo, fuimos en su rescate… sin saber que ese día, ¡alguien iba a morir!

En un caso normal y con lo cagueta que era (soy, era, soy, era, soy... pero que ya no soy después de esto), hubiera salido por piernas con los zapatos de tacón en la mano, corriendo hacia la calle donde estaría a salvo, pero no lo hice por dos razones de peso.

1º Porque Gigi era mi mejor amiga y porque las dos estábamos metidas hasta las cejas en este follón, aunque no olvidemos que fue ella quien me llamó cuando desapareció Sayuri, así que en realidad fue ella la que me metió en este lío, y porque además tenía un CD que le había prestado, de Dolly Parton y que no me había devuelto desde hacía semanas. Como dice un dicho francés: “no se presta el bolígrafo, ni las llaves del coche, ni a la mujer”, claro que yo no tenía ninguna de esas tres cosas para prestarle a Gigi, así que me tuve que conformarme con prestarle el CD de Dolly Parton y…

2º Tenía un novio postizo que estaba súper cañón, que me había puesto más tieso que los gallos de las veletas de las granjas americanas, y que encima no lo había catado nada de nada. Y mira que el niño se había puesto tontorrón unas cuantas veces (la mayoría, son saberlo), pero no era el momento indicado para saltar sobre él a lo Charo Stone en Instinto Básico. Así que, tal y como lo veía, con toda esa tensión sexual acumulada a punto de hacerme estallar las pelotas, ¡tampoco podía dejar a Bruno a su suerte, en manos de aquel rubio cachas secuestra marikas!

Me cogí del pasamanos de la escalera y corrí hacia arriba en plan “apartarse viejas, que yo seré la primera que llegue a las rebajas de Enero”, cuando al doblar en el descansillo del segundo me vi cara a cara con aquel que quería hacerme daño, y de paso, a las dos personas que más me importaban ese día: Gigi y Bruno.

Claro que... quien le vio primero fui yo, no él, que corría como un descerebrado contra mí hasta tal punto que me arrolló y caímos los dos al suelo. Él sobre mí, cortándome la respiración, porque estaría muy cachas y buenorro (no lo discuto), pero los esteroides pesan, toda aquella musculatura de Geyperman pesa, y él pesaba como el culo de la madre Dumbo. No me fijé si iba armado o no, pero nuestras miradas se encontraron y me soltó un “¡TÚ!”, súper cabreadísimo, y a mí no se me ocurrió otra cosa que chillar hasta que parecía que tenía 5 campanillas agitándose en mi garganta, y agarrándole por los pelos de las sienes, tiré de ellos con ambas manos y en direcciones opuestas con toda la fuerza que pude.

El rubio se levantó del suelo en plan sobrehumano (arrastrándome con él), y me abofeteó con todas sus ganas enviándome al otro lado del descansillo, muy cerca de las escaleras. No perdí el conocimiento, que me hubiera encantado. Por el contrario, mientras le oía jadear, me hice la muerta, recordando las tácticas de contraataque de Jill en Los Ángeles de Charlie, y me dejé estar con el cuerpo hecho un guiñapo, mientras el corazón me palpitaba en el labio inferior. ¡Coño, hasta me sabía y sentía la sangre en la boca!

Oí resoplar al rubio y ponerse a andar hacia mí. Sin llegar a abrir los ojos, y con mis dos brazos colgando por los escalones que bajaban al primer piso, pude ver cómo pasaba a mi lado y entonces le agarré del bajo del pantalón. ¿Lo normal hubiera sido que se cayera y rodara varios pisos, verdad? (o rodar del primero hasta la puerta de la calle) ¡Pues no! ¡El tipo me arrastró escalones a bajo en su caída! Fue un visto y no visto. Antes estaba haciéndome la muerta en el descansillo, y ahora surfeaba boca a bajo por todos y cada uno de los escalones. Si esto lo hubiera hecho la auténtica Jill de Los Angeles de Charlie, ¡seguro que se hubiera dejado sus dos perfectas y macizas tetas en el primer escalón, mientras que yo había lamido con mi pecho como veinte escalones o más!

El rubio al final trastabilló y se fue de bruces con un enorme sonoro batacazo, justo delante de la puerta del viejo cabrón que me había dicho hasta la saciedad, que no quería publicidad. Yo intenté levantarme, pero estaba demasiado desmadejado y dolorido para hacerlo. Además, tal y como estaba, con la inclinación de las escaleras, y con varios escalones bajo mi cuerpo, lo más que pude levantar fue la cabeza, mientras el rubio cabrón se volvía a levantar. ¡Coño! ¿Pero es que nada lo tumba? Parecía un asesino de esos, el Jason, o el Freddy Kruger, que los matan de 5.000 formas y en la secuencia siguiente se levantan con buen aspecto (dentro de lo que cabe esperar para un asesino en serie), y hasta tienen tiempo de hacer un chiste divertido.

Al rubio no le dio tiempo de hacer un chiste divertido o de rematarme, porque el viejo cabrón, en plan Batman, apareció como de la nada desde el interior de su casa garrota en mano, y le arreó tal palo en plena cara al rubio, que éste perdió el equilibrio y se fue derechito al pasamanos y después, se lanzó de cabeza por el hueco de la escalera. El viejo se puso entonces a gritar socorro y claro, yo como estaba medio trastornada por la caída, pensé que estaba llamando a su mujer Socorro, pero no, estaba pidiendo ayuda, después de llevarse por delante a un rubio cachas de casi dos metros, con su garrota mortal.

Me puse en pie medio muerta, con mis huesos crujiendo como una bolsa de panchitos, y miré abajo. El rubio cachas, estaba espatarrao boca abajo en el portal, con algo oscuro que crecía en els uelo, cerca de su cabeza. Sangre. ¿Lo había matado de un garrotazo? ¡Joder con el viejo! ¿Y ahora cómo sabría dónde tenía a Sayuri, si el rubio estaba muerto? ¡A la mierda Sayuri! Casi me matan por ser una marika cotilla. Lo que debería hacer ahora es subir a ver qué había pasado con Gigi, por si alguno de los dos había resultado herido y quedarme con mi novio postizo Bruno, y después llamar a la Trini y pedirle cita para que nos casara lo más pronto posible.

Subí corriendo hasta el 4º piso. La puerta estaba abierta. Lo que primero vi fueron varios muebles tirados y algunos rotos… y después, dos piernas.

-¡BRUNO, GIGI!

Entré en el apartamento, en el mismo instante en que voces desconocidas surgían de las escaleras preguntado qué había pasado, quién era el hombre que estaba muerto en el portal, un grito de mujer, otro grito más, y mejor que el primero, también de mujer, y varios ladridos de perros.

Al principio no vi a Gigi, ni sangre por ninguna parte, pero sí dos impactos de bala en una pared, junto a un espejo en donde me reflejaba, con la cara hecha un cristo y la ropa más arrugada que las ingles de Marujita Díaz.

-¡Nena estás horrible! –le dije a mi reflejo.
-Dolly… -balbuceó Bruno desde el suelo.
-¡BRUNO! –y me arrodillé a su lado para ver si estaba sangrando o algo así, y me cagué en todo lo que se movía, porque mis rodillas crujieron como dos manzanas reineta.
-¡Busca a Gigi!
-¿Pero estás bien? ¿Te ha disparado?
-Estoy bien, busca a Gigi… -dijo entre dolores.

Sin levantarme, porque los dolores de los pies me estaban matando, fui de rodillas por todo el piso llamando a Gigi a gritos, hasta que entré en su habitación, y allí estaba ella, en la cama, en plan Fea Durmiente, con una de sus espantosas camisas Lolailo, pero respirando.

-¡Gigi! –dije hasta gastarle el nombre, pero la otra, ni mú.
-¿La has encontrado? –gritó Bruno desde la entrada.
-¡Sí, y parece que está, inconsciente! ¡Y con una camisa horrorosa, tía! ¡Gigi! ¡Despierta!

Le arreé unas cuantas bofetadas, porque tenía delito que tanto Bruno como yo estuviéramos hechas mierda, apaleadas, doloridas y sangrando como carne descongelada, y la Gigi fresca como una rosa; a las siete u ocho bofetadas, propinadas con más ganas que las que imponen las viejas al marcar sus cartones de bingo, Gigi despertó chillando que dejara de hostiarla, y al verme gritó horrorizada.

-¡Dolly! ¡Qué te ha pasado tía!
-¡Tú qué crees! ¡Esto es por intentar salvarte el pellejo, y tú durmiendo la siesta como una reina… con ese horror de camisa!
-¡Me drogó con un frasquito!
-¡Pues podría haberte apalizado primero, como a las demás, y después drogarte! –dije súper cabreada y me senté en el suelo, completamente exhausta.
-¿Y el rubio? ¡Ha escapado!
-¿Ese? Ese ha escapado al más allá. Un viejo del primero le pegó con un bastón y cayó por el hueco de la escalera.
-¿Y está muerto?
-Como los pollos del Corte Inglés.
-¡Dios santo!
-¿Serás? ¡Preocúpate por mí, coño! ¡Que mira como estoy por venir a salvarte! Y además ¡Sin desayunar!

Volvimos a ir a Bruno hablando con alguien. Había cogido su móvil y estaba hablando con alguien de la comisaría. Lo único que entendimos y que se nos marcó a las dos a fuego, fue aquello de:

-… No, ha escapado.
-¿Qué? –salté yo-. Cayó por el hueco de las escaleras y se abrió la crisma como una piñata.
-No, Dolly… abajo no hay nadie.
-¿Cómo que…? ¡Pero bueno! –dije súper cabreada y me levanté como pude, con dolores por todas partes hasta salir de la casa y asomarme al hueco de la escalera.

Abajo sólo había sangre y cantidad de vecinos chillando y parloteando muy alarmados, y un perro ladrando por ahí, pero el rubio cachas y secuestrador, no estaba.
¡NO ESTABA!

martes, octubre 18, 2005

~17~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Sayuri estaba desaparecida (desde el Capítulo 1, nenas), ahora el rubio cachas y misterioso, tenía en su poder a Gigi, y yo tenía a Bruno, el novio policía de Sayuri, que ahora se hacía pasar por mi novio postizo, y que estaba revolucionando mis feromonas de manera ¡completamente impredecible!


-¿Dónde vive esa chica?

Yo, que estaba más afectada que aquella vez que vi a George Clooney en un preestreno en la Gran Vía, me limpé las lágrimas y le miré a los ojos.

-¿Qué chica?
-¿La Gigi esa?
-¿Gigi? ¡Gigi es un tío, nene! ¡Es rarita, pero es mi mejor amiga!
-¿Y ahora la tiene el mismo que ha secuestrado a Alex?
-Juraría que sí. ¡Sonaba como la voz del que estuvo preguntando por mí en el vídeo club! –y me puse en pie-. ¡Gigi vive aquí al lado! ¡Tenemos que ir en su ayuda!

Y salí corriendo a coger la copia de las llaves de la casa de Gigi, que tenía guardadas; la Gigi suele viajar mucho, y me deja las llaves de su casa para que le riegue las plantas. Dos miserables tiestos, unas violetas y unas margaritas espantosas, que sigo sin entender cómo viven, con lo cabeza de chorlito que es la Gigi.

-¡Es una trampa!
-¿Una qué?
-Una trampa –dijo Bruno-. Te quiere a ti, no a Gigi.
-¿Tú crees? –y me quedé pensando-. Coño, tú eres poli, ¡debes tener razón!
-¿Esas son las llaves de la casa de Gigi?
-Sí… ¿por?
-Haremos lo siguiente –dijo mientras entraba a la habitación de invitados, y volvía a salir con su pistola reglamentaria-. Anótame la dirección de Gigi e iré yo.
-¿Vestido con una toalla a la cintura, y con una pistola? ¡Con esas pintas no llegas ni al portal, nene, si te ve la Numis bajando las escaleras, no llegas al tercero! Te folla viva en el descansillo, y con lo rácana que es, seguro que después vende la pistola en el rastro.

Bruno se miró de arriba abajo y se sonrió.

-Estoooo, sí, será mejor que me vista antes, pero iré yo a casa de Gigi.
-¡Pero a quien busca ese tipo es a mí!
-Pero no llegó a verte, ¿cierto?
-Pues –y volví a quedarme pensando -¡Coño, qué bueno era Bruno como policía! Además de estar de escándalo, tenía cabeza-. ¡Es verdad, no me va visto nunca!
-Y en caso de que te haya visto, el que entre yo en casa de Gigi le desconcertará.
-¡Anda, pues también!
-Entonces haremos eso… -dijo cogiendo las llaves de la casa de Gigi de mis manos, y volvió a meterse en la habitación de invitados.
-¿Y yo qué hago mientras? –y le seguí-. ¿Punto de cruz?
-Te quedarás aquí y me esperarás –me dijo mientras dejaba la pistola sobre la cama, se quitaba la toalla y buscaba una camiseta.
-¿Quedarme aquí? ¿SÓLA? –dije fingiendo que estaba súper cabreada, pero sin dejar de mirarle (porque se había quedado en bolas delante de mis narices, como si fuera lo más normal del mundo), y me sentí como la “Rose Dewitt Bukater “ (la Winslet) del Titánic, cuando Jack (DiCaprio) le frotaba el paquete en el culito, en la mismísima proa del Titánic.

¡MADRE DE DIOS QUÉ BUENO ESTABA BRUNO!

-Aquí estarás más segura… ¡más seguro, quiero decir! –dijo al ponerse una camiseta.
-Si esperas que me voy a quedar aquí, cruzada de brazos –dije sin dejar de mirarle el pollón, y a punto de caer desfallecida-, debes estar borracha. Yo me voy contigo, pollón, digo ¡Bruno!

Y claro, metí la gamba, porque me pilló mirándole un poco más debajo de su cara, y también un poco más abajo de su pecho y más abajo del ombligo, ¡coño! Pero él se sonrió, cogió unos boxer y se los puso de una forma muy, pero que muy puta a la par que sensual, con una media sonrisa sin apartar sus ojos de los míos; sé que está mal esto, que es una grosería, vamos, pero le apunté con un dedo y le dije.

-Tú…. eres muy puta, nena, y a mí sólo me conoces de oídas. Así que no te me pongas tontorrón, porque cuando menos te lo esperes, te pongo a mirar a Cádiz y vas a flipar en 3D.

Bruno rió; siguió vistiéndose y hablando.

-Es mejor que te quedes aquí, Dolly, éste es mi trabajo.
-¡Menudo policía, que encima es marika y nunca ha estado en este barrio! ¿Cómo vas a ir a casa de Gigi? ¿Con el callejero en la mano, o preguntándole a un guardia de tráfico? No, nene, yo iré contigo, pero me quedaré abajo, en el portal, y si escapa, le pillo.
-¿Pillarle? ¿Pillarle con qué?
-Me he visto la serie de Los Ángeles de Charlie, como unas 5700 veces, no seguidas, claro, y sé lo que haría Jill, Farrah Fawcett, en todo momento.
-Pero tú no eres rubia como la Fawcett –dijo, y me dejó en bragas.
-Bueno, pero tengo el pelo castaño claro, y cuando me da el sol me salen reflejos.
-Ya… No, Dolly, tú te quedas aquí.
-¡Anda que no es pesada la tía ni nada! Mira, te diré lo que vamos a hacer. Yo te acompaño, y que quedo varios portales atrás, por si está controlando la calle, porque la casa de Gigi da a la calle, tú subes con la pistola, que eso impresiona a cualquiera y minutos después voy yo, disimulando, y entro en el portal.
-No, te quedarás en la calle. Me acompañarás, pero te quedas en la calle. Si escapara, no se atrevería a hacerte nada en plena calle.
-Bueno, vale, lo que tú digas –solté para que se callara, pero estaba claro que yo me metería en el portal como había sugerido-. Voy a vestirme.

Cinco minutos después, estábamos poniendo en práctica el plan. Yo me quedé varios números atrás, como había dicho a Bruno, pero en cuanto entró por el portal, yo me puse a contar 1 fresisuise, 2 fresisuise, 3 fresisuise, 4 fresisuise… ¡Ya!

Salí disparada al portal, y ¡mierda! Estaba cerrado. Llamé al portero automático a uno de los primeros. Gigi vivía en el 4º, así que no alertaría al rubio malvado cachas que la tenía secuestrada.

-¿Quién es? –preguntó la voz anciana de hombre.
-Portero comercial –dije súper cool.
-¡Métase esa mierda por el culo! -me soltó a bocajarro.
-¡Qué grosero! –chillé azorada, y llamé a otro del primero. Nadie contestó. Insistí. Nada. Volví a insistir y oí como un perro, en alguna parte, se ponía a ladrar compulsivamente. Seguro que le estaba ladrando al portero al que yo llamaba. Mierda. Llamé a otro.
-¿Quién es?
-Portero comercial…
-¡¡¡QUE SE META ESA PROPAGANDA POR EL CULO!!!

¡Coño! Con los nervios había llamado otra vez al mismo viejo cabrón; pulsé otro.

-¿Sí…? –preguntó una voz de mujer, que parecía agradable.
-Cartero –cambié de táctica, porque mentalmente, ya tenía el culo lleno de propaganda comercial metida a modo de canutillo. La puerta zumbó, empujé y entré.

Nunca había sentido terror al ir a casa de Gigi, pero esta vez sí que lo sentí, porque tenía mis motivos. No se oía nada, por más que me obstinaba a afinar la oreja… así que me puse a subir las escaleras, y cuando estaba en el descansillo del primero, se abrió la puerta de sopetón, y emergió un energúmeno de unos 80 años, con camiseta y calzoncillos y un garrote, o una especie de bastón atrofiado, que me hizo chillar como una oligofrénica.

-¡¡¡Váyase a tomar por el culo con su propaganda de los cojones!!! –me chilló, y levantó el garrote en dirección a mí, cuando restallaron ¡¡¡dos disparos por el hueco de las escaleras de forma ensordecedora!!!

El viejo cabrón, del susto, se tiró un sonoro pedo, volvió a su casa y cerró de un portazo, dejando un tufo en el descansillo a coles de brusleas en descomposición. Me tapé la nariz lo mejor que pude, y eché a correr escaleras arriba, donde sonaba aquel escándalo de cristales y maderas rompiéndose (o algo así), cuando las escaleras de madera se pusieron a temblar bajo mis pies. Alguien las estaba abajando a toda pastilla. Alguien que seguramente era muy pesado, de constitución fuerte y quizá ¡¡¡RUBIO!!! ¡Y yo estaba subiendo por esas mismas escaleras, como una loca, precipitándome hacia un destino incierto en el que podría morir y todo!

sábado, octubre 15, 2005

~16~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Empecé buscando a mi amiga Sayuri, y ahora estaba con su novio, llamado Ernesto, y tenía que fingir que era mi pareja ante las arpías de mis amigas. ¿A que parece fácil, verdad? ¡Pues y una mierda, nenas! ¡ES UNA PESADILLA!

Al otro día me desperté antes que él (Ernesto, rebautizado por mí como Bruno), y como sé que no soy persona si no me he metido media cafetera y pasado por el teletransportador de Star Trek (mi fantástica ducha, que suelta agua caliente dos veces al año), decidí despejarme a lo bestia, y me puse el Matinee Group Compilation Summer 05, ¡que despierta hasta a las marikas de Australia!

Tendría que hacer todo lo que fuera, para no imaginarme que Bruno tenía todos los ingredientes de ser MI HOMBRE PERFECTO, y no me afectaran, claro, porque no era mío, sino de Sayuri, y además era policía, y yo estaba demasiado salida para tener bien caros esos dos puntos de la ecuación, aunque, no por ello (oye), me puse un poco mona… o sea, ir como de casual, medio despeinada, pero sin parecer una energúmena de esas, que siempre las pillan desprevenidas el reto de Colón, y mis calzoncillos tipo boxer de Springfield.

Con el Runaway sonando a todo trapo, pasé de forma casual por la puerta de la habitación de invitados, antes santuario de Dolly Parton, a ver si Bruno (le llamaré así de ahora en adelante) seguía durmiendo o no. Y lo estaba. Dormía. ¡MONÍSIMO el muy cabrón!, boca a bajo, dándome la espalda y con unos boxer de tipo militar, también conocidos como NENA VOY QUE ROMPO. Me mordí el labio, de la envidia cochina que sentí por mi amiga Sayuri, y me fui directa a la cocinar a preparar el café, con un toque de canela que me encanta, y que como afrodisíaco (si lo probáis en casa, que sé que me seguís los pasos, so copionas), no sirve de nada, pero te deja la cocina oliendo a canela y café que es una delicia, y busqué algo de zumo en la nevera, cuando…

-Buenos días… -me dijo Bruno desde la jamba de la puerta.

Estaba demasiado dormido, frotándose los ojos y medio despeinado, y claro, no se enteró de lo que tenía medio metro más abajo. ¡DIOS MÍO! Intentaba no mirar, pero coño, que se me iban los ojos, nenas. Y él seguía frotándose los ojos, y yo mirándole el paquete, flipada de la muerte como si esperara a que el boxer reventara y aquel miembro-pértiga erecta me diera un guantazo en plena cara.

-¡BUENOS DÍAS! –dije y respiré para adentro, a ver si así, me calmaba.
-¿Puedo pasar a la ducha o vas a ir tú?
-Ehhh –y le miré a los ojos justo en el momento en que dejó de frotárselos-. No, ve tú primero, yo esperaré a que salga el café, que ya estoy escarmentada la otra vez que tuve que desincrustar la cafetera del techo, porque me llamó Gigi y nos enrollamos a hablar de… ¡ve tú, ve…!

Bruno sonrió y se fue, y yo me doblé hasta que casi toqué el suelo con la frente sin flexionar las rodillas. Tremendo, porque luego me crujió la espalda como un saco de nueces de California y casi ni lo cuento. Vi estrellitas y todo, como en los vídeos de la Jennifer López; es superior a mí. No puedo. No puedo ¡aguantarme, coño! ¡No puedo vivir con este ADONIS! Soy humana, tengo sentimientos y ¡MIERDA! ¡Que me quemo con la jodida cafetera!

Apagué la vitro mientras el café y la canela gorjeaban dentro (como mis tripas ante lo que estaba pasando en mi casa) y tuvo que salir la puta que llevaba dentro. Sí, nenas. Salió y de qué forma. Corrí al armario empotrado (que si mi armario hablara, se iba a cagar la perra con las 1000 y una guarrerías dentro del armario que he hecho, porque no es un armario, hay que aclararlo, ¡es casi un vestidor del sexo!), cogí unas toallas y entré en el baño, intentando ser normal, cosa imposible, pero lo intenté, que la intención es la que cuenta, ¿no?

-Te he traído una toalla –le dije en alto, porque él estaba friega que te friega esa cuerpo diez, untado en espuma, y que gracias a las puertas de metacrilato de mi ducha, no se veía una mierda ni con el telescopio hubble.
-¿Qué? -dijo bajo el agua.
-Una toalla. Que te dejo aquí una toalla.

Entonces cortó el agua, abrió la puerta y virgen santa… la espuma aún le calía desde la cabeza, a los hombros, el pecho y seguía hacia abajo, como mis pupilas, cuando me cogió con una de sus enormes manos y me metió dentro de la ducha, procurando cerrar la puerta antes de volver a abrir el agua y empaparnos en medio del deseo más animal.

Esto hubiera estado de coña, si no fuera porque ni soy Corín Tellado, ni nos devoramos bajo el agua, ni cerró la puerta de la ducha, ni me metió dentro, ¡ni NA!… aunque sí me sonrió, porque supo perfectamente qué había pasado por mi cabeza en esos minutos, que le estuve mirando de arriba abajo.

-Sé que es difícil para ti, Dolly –me dijo cuando yo estaba roja como un tomate cherry.
-No, nene, ni te lo imaginas. Estoy peor que una puta diabética en la pastelería de San Honofre. O sea, jodida hasta las trancas y con un neón que me aparece delante de las narices, recordándome el VER PERO NO TOCAR.
-Lo siento.
-Por favor, no te me pongas tierno, que me revienta más. Te dejo una toalla –y salí de allí, intentando no sentir ni padecer, aunque no dejé de volverle a ver ese pedazo rabo de quitar el hipo, nenas… y cerré la puerta, para después darme unos cabezazos contra la jamba (pero sin meter mucho ruido ni dejarme marcas).

Volví a la cocina a punto de echarme a llorar, y me puse en modo niña robot, preparando un desayuno para dos, con galletas con pasas y demás marikonadas, intentando imaginar cómo sería mi día con el guardaespaldas y su rabo. Digo, con Bruno. ¿Me acompañaría al vídeo club? Tendría que hacerlo, digo yo, si queríamos pillar a quien secuestrara marikas en Madrid.

Cuando estaba sacando las cucharillas para el café con leche, Bruno entró en la cocina, vestido únicamente con la toalla que le había dado minutos antes, alrededor de la cintura (muy en plan sauna, pero de héteros), y me cogió por encima de los codos. Yo que llevaba unos cuantos minutos en mi función de niña robot, pensé que estaba comprobando si tenía bíceps o cualquier tontería, cuando se acercó más y me besó.

Y ahora no estaba delirando, ni nada por el estilo, nenas. Fue uno de esos besos… digamos, normales. Un poco de juego y poco más... pero sentí cómo su piel emanaba un calor casi radiactivo, y su presión sobre mí aumentó, hasta que choqué de espaldas contra la pared; terminó el beso, me miró, como si esperara que me fuera a salir un ojo más de la cara, o algo así (porque es que estábamos muy cerca el uno del otro, y nuestros alientos se fundían), y me volvió a besar, y esta vez, apagué el piloto de la niña robot y me entregué al deseo cuando… ¡¡¡Sonó el puto teléfono!!!

Nenas... o una gitana me había mirado mal, ¡o descolgaría el teléfono y me iba a cagar en todo lo que se mueve!; salí hecha una hidra de la cocina, y eso que la toalla de Bruno había caído al suelo, y yo había comprobado que estaba dotado para cualquier cosa que se propusiera hacer en esta vida, ¡y en mi cama también!

-¡Diga! –escupí al aparato al descolgar.
-¿Dolly? –dijo una voz que por culpa de los lloros, no reconocí al principio.
-¿Gigi? –y me puse una mano en la cintura-. ¿Te puedes imaginar lo que acabas de fastidiar, tía?
-¡Dolly, calla y escucha!
-¿Qué?
-Hola, Dolly… -dijo por el teléfono una voz masculina y áspera. La misma voz que había oído en el vídeo club, preguntando por mí. ¡La voz del rubio cachas! -¿Sorprendida?

A mí se me cortó la respiración, el pulso y la erección de caballo que tenía en ese momento, se fue a tomar por saco, cuando los ojos se me llenaron de lágrimas.

-¡Quién eres!
-Pronto lo sabrás –dijo súper amenazante, mientras oía cómo Gigi chillaba desde el fondo-. ¡¡¡Dolly, tiene un frasquito!!! –y la llamada se cortó de sopetón.
-Oh, dios mío… -y busqué dónde sentarme, porque estaba temblando como una gelatina.
-¿Qué ocurre? ¿Dolly? ¿Estás bien? –no paraba de preguntarme Bruno, que había vuelto a ponerse la toalla a la cintura.
-¡Es Gigi! ¡¡¡Tiene a Gigi!!! –chillé y me abracé a Bruno, antes de ponerme a llorar como una histérica.

martes, octubre 11, 2005

~15~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Por fin la desaparición de mi amiga Sayuri se iba aclarando, y yo me enteraba de qué iba la cosa... además, mi Fe se reavivó gracias a aquel novio postizo que me había caído del cielo… o más bien, de la comisaría de policía…

-He de advertirte, que la decoración de mi casa es algo especial, ¿vale?
-No importa –me dijo Ernesto, ya con ropa sport y con un macuto cargado al hombro, que le daba ese aire de chico de coca-cola, pero súper ideal, con un corte de pelo a lo Clark Kent (que era cómo iba Supermán de paisano).
-Es que… me gusta mucho Dolly Parton, ¿sabes?
-¿La actriz que canta country?
-La misma –y bajé la voz, porque íbamos andando por la calle en dirección a mi casa-. Así que has de saber, que todas mis amigas me llaman Dolly, y tú me deberás llamar así también, ¿vale?
-Entendido.
-Hay chico, ¡qué soso te has vuelto ahora!
-¿Soso? –y sonrió con ese pedazo de mandíbula cuadrada que tenía-. No lo intentaba ser… sólo, es que… me siento incómodo por este sitio.
-Pues esto es Marika Landia, nena, y quieras o no, tú también eres socia del club.
-Lo sé, Dolly.
-¡Uy qué mono! Qué bien ha sonado cuando me has llamado Dolly.
-¿Pero no acabas de decir que todos tus amigos te llaman así?
-Claro que sí, pero dicho por tí suena más… más DOLLY –y me miró de una forma, que sólo se podría comparar a la de un pescado de colores en una pecera-. Déjalo.

Giramos en la siguiente esquina, abrí el portal y comenzamos a subir la escalera. Yo que soy muy zorra, me fijé de soslayo en la impresión que tenía sobre el portal y demás, pero su expresión seguía siendo la misma que cuando íbamos por la calle; vamos a ver, no es que vivia en la casa de Los Monsters, pero mi casa tampoco era del tipo donde se metían a las aspirantes de Miss España.

Cuando estaba empezando a abrir la puerta de casa, y como una maldición gitana, la Numis abrió la puerta de la suya y puso una mano en jarras como si me fuera a chillar algo… pero se quedó como una estatua de sal al ver a Ernesto. Sólo el parpadeo de "no me lo puedo creer", delataba que seguía viva, y no convertida en una estatua.

-¡Dolly! –me chilló con ojos acuosos, en plan Bette Davies, más falsa, que esas que echan las cartas por los canales locales-. ¡Me tenías preocupadísima, nena! –y vino hacia mí, para tocarme a ver si me faltaba un brazo, o para ver si seguía entera. ¿Será cínica la muy puta? –. Arturo me contó lo de esta mañana, y estábamos los dos muy preocupados.
-Pues no te preocupes, porque ya sabes que como te preocupes, te sale la soriasis y se te pone la cara llena de manchas, nena.
-Yo no tengo soriasis -me chistó por lo bajinis-. Hooolaaa… -se presentó en plan leona, a Ernesto-. Soy su vecino –y alargó la mano hacia Ernesto-. ¿Qué tal…
-Bruno –dije yo, porque sabiendo lo cotilla que era la Numis, no quería dar el nombre real de mi guarda espaldas.
-Hola, soy Bruno –dijo Ernesto, con la mejor de sus sonrisas, o lo que era lo mismo, lo dijo de tal forma que la Numis me odiaría de por vida por tener en casa a un chulazo como aquel.
-Qué apretón, nena… -dijo la otra sin soltarle la mano-. Qué fuerza y qué personalidad.
-Que trabajas conmigo en el vídeo club, nena, no eres Aramís Fuster –y separé su mano de MÍ poli chulazo-. Estamos muy cansadas y nos morimos por echar un polvo ¡por echarnos un rato! –rectifiqué de inmediato, aunque la Numis seguramente dejó de oírme al mencionar la palabra polvo.

Terminé de abrir la puerta, esperé a que entrara Ernesto y cerré antes de que la ladilla de la Numis se metiera también; Ernesto fue a decirme algo, pero le hice callar con un gesto, le cogí del brazo y le alejé de la puerta para advertirle muy bajito.

-La Numismática es la marika más cotilla del mundo. No podía decirle tu nombre verdadero, porque entonces se pondría a preguntar como una histérica a todo kiski.
-¿Y por qué me has llamado Bruno?
-¡Coño, no sé! ¡Tienes cara de BRUNO!
-Hombre gracias –y sonrió de una forma tannnn mona, que si no fuera porque estaba muerta, me hubiera lanzado sobre él, pero primero tendría que enseñarle mi casa, claro-. Yo necesito tomar algo, un zumo, batido o lo que sea. ¿Quieres algo?
-Agua…

Nenas, os juro que como en un trance, apareció en mi cabeza la Jennifer Beals espatarrada en la silla, tirando de la cadena y cayéndole una catarata de agua encima.

-Tienes una casa bonita –dijo, sacándome de mi trance y al ver el suelo seco, me alegré de que no tuviera que sacar la fregona para secar todo el destrozo que había hecho la Beals, en su momento Flashdance.
-Gracias –dije encendiendo todas las luces, y le dejé que cotilleara a su bola, mientras le daba un trago al Danao, porque no había almorzao, y le preparé un vaso de agua de la nevera.
-Que te parece si mañana vamos a casa del Alex y hablamos con el compañero de piso.
-¿Con quién? ¿Con la Space? Pues lo vas a tener fácil, nena, porque la Space habla… bueno que si habla la chica. ¡Es todo lengua!
-Algo de eso me comentó Alex.
-Te va a encantar cuando la conozcas, y ya cuando la veas bailar, te volverás loca: hace danza moderna –dije cuando volví con un vaso largo, de esos como de medio libro monísimo, y que había comprado en Ikea, lleno casi hasta arriba de agua. Aparté de mi mente a la Jennifer Beals y a Flashdance, y recé para que Ernesto no se echara por encima el agua, que no hizo, sino que se la bebió de un trago-. La… la habitación de invitados, por llamarla de alguna forma, es pequeña, pero acogedora. Puede que por la noche, si te despiertas, pienses que estés en medio de un concierto de Dolly Parton, pero son sólo posters, no muerden, ni yo estoy loca por ser una fan-fan de Dolly Parton.
-Pero… si hemos de dar una imagen "normal", ¿no sería conveniente que durmiéramos en la misma cama?
-¿QUÉ? –chillé-. Vamos a ver, que estoy tan cansada que por un momento creí oir que querías meterte en la cama conmigo.
-Y eso he dicho. Imagina que mañana, la… -dijo señalando hacia la puerta-, la Numis viene a visitarte, por ejemplo.
-¿La Numis dentro de mi casa? Antes de que eso ocurra, o me volvería puta, o me iría con la Brigitte Bardot a defender los derechos de los burros, por el mundo entero. Además, yo no puedo dormir contigo porque, ¡porque estás buenísimo coño!, y no puedo, me supera, ¿sabes?
-Pero sólo es dormir.
-Como si quieres que nos pongamos a hacer punto de cruz en la misma cama, ¡NO PODRÍA!
-Siempre duermo con ropa interior, no pasaría nada.
-¿Qué no pasaría nada? ¡Pero si veo un calzoncillo en un escaparate y me castañean los dientes, nene!
-Pues tendremos que hacerlo.
-Necesito un actron… no mejor, ¡bromuro! –y me fui a la cocina-. Dolly, debes estar rematadamente loca. Es imposible que tú hayas dicho lo que acabas de decir. ¡Imposible! Diciéndole NO a un chulazo de escándalo que quiere meterse en tu cama.

Abrí el cajón de las medicinas y para mi desesperación, lo más fuerte que tenía era el bisolvón para la tos y el almax para el dolor de estómago. ¡Qué asco! Con lo que había allí no podría ni tranquilizarme, ni suicidarme. Debería ir pensando cual de mis amigas tienen muchas pastillas en casa, en caso de que me diera por el suicidio. Y luego hacer que me invitara a su casa, para suicidarme allí. ¿Qué clase de amiga te pide que la invites a unos callos, y después se suicida con tu botiquín? ¡Una desquiciada de los nervios, desde luego!

-¿Te encuentras bien?
-¿Yo? Como una rosa… de invernadero.
-Dormiré en el cuarto de invitados.
-Gracias –sé que me arrepentiría por esto el resto de mi vida.

Esa noche no pegué ojo, y no fue porque Ernesto, al que había rebautizado como Bruno, estuviera durmiendo en la habitación de al lado, en ropa interior, en mi santuario de Dolly Parton. Quiero decir que allí, el chico estaba a salvo. Jamás se me ocurriría follar delante de la Parton, porque sería lo mismo que un vampiro fuera a chuparle el cogote a alguien que estuviera en una iglesia. No fue eso lo que me quitó el sueño, sino lo que vi por la ventana cuando apagué la luz de la habitación. Gente andando y paseando, seguramente que iban de copas a chueca o a echar un polvete por ahí. Todos parecían tener planes… al igual que aquel extraño que estaba apostado en el escaparate de la tienda de marcos y acuarelas, que hay justo en frente de mi portal. Parecía alto, de complexión cachas… y esperaba a alguien. Alguien que podía ser yo.

¡La marika número 37 que desaparecería del barrio!

domingo, octubre 09, 2005

~14~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

De pequeña, mis familiares al verme con mis ricitos rubios (¡ande andarán!), solían decir de mí: “Este niño de mayor va a ser un artista”; sí, sí, una artista perseguida, detenida y MUERTA, por esa vena cotilla mía de querer saberlo todo, como era el paradero de mi amiga Sayuri.

¡Holaaaa! Sabes que no tienes mucho tiempo; si llamas para algo importante, deja un mensaje y te llamaré, pero como me llames para historias raras, y pidas consejo de psiquiatra argentina rollazo, llámalas a ellas y a mí déjame en paz.
PIIIIIIIIIII…


-¡Gigi! ¡No me digas que no estás en casa! ¡Gigi, puta, no me hagas esto! ¡Es mi única llamada, y estoy hablando con el puto contestador automático de una marika que viste peor que los de Rumba Tres! ¡Hijadelagranputa! En cuanto oigas esto, ven a la comisaría de la calle Luna. ¿Lo has anotado bien? Comisaría de la calle Luna. ¡Y ponte algo decente, so puta, no vengas como una marika mamarracha que no ha follado en todo el fin de semana. ¡ES URGENTE! ¡ESTOY DETENIDA!

Si llego a ser diabética, seguro que el azúcar me hubiera subido hasta salirme por las orejas; en ese momento el mega maromo poli que me había acojonado minutos antes con su frase de “creo que estás metido en un buen lío, amigo”, volvió al despacho (que supongo era su despacho), tras dejarme sola “para que hiciera una llamada”.

-No estás detenido.
-¿Ah, no? –solté sin creerle, y sin terminar de tranquilizarme-. Pues debes saber que soy un ciudadano modelo, y que jamás he robado nada en El Corte Inglés, como hizo la Manoli, con el mango de su sartén de diseño, que se le rompió y robó uno nuevecito.

El poli se sonrió y volvió a sentarse. Había vuelto con una carpeta hasta arriba de folios, que claro, pensé que serían los que deberían rellenar con mi nombre, para cuando me encerraran en mí celdita de 2X2, con un maromo homófobo, que después de apalizarme hasta dejarme la cara como el catálogo de la nueva temporada de Margaret Astor, me violaría viva contra las rejas.

-Esta información es clasificada…
-¿Clasificada? ¿Cómo un expediente X? –pregunté cuando abrió la carpeta y sacó fichas, con fotos de tíos monísimos arriba a la izquierda, y con mucho texto apretado de máquina de escribir.
-No es un expediente X, es real; te enseñaré unas fotos y me dirás si les conoces de los bares o no.
-Ah, vale… Esto puedo hacerlo, porque primero me fijo en las caras y luego... en el resto.

Fue enseñándome fotos y fotos. Todas ellas eran de chicos guapos, tirando a guapísimos, pero claro, eran fotos de esas tipo carnet, donde siempre sales como después de resaca, pero como yo tengo imaginación, les veía en su mejor momento, y claro, todos me parecieron muy guapos; dos de ellos, me sonaban sus caras, y se lo dije, agregando que eran dos marikas muy chics, que no se relacionaban con nadie, y que eran más inaccesibles que las bragas de Ana Botella; También me quedé con otro detalle, palabra para ser exactos: DESAPARECIDO. ¿Todos aquellos chicos estaban desaparecidos? Fue lo primero que me salió.

-Eso es… el primero fue hace seis meses… y por ahora, han desaparecido treinta y seis. El último fue el agente Fernández de homicidios.
-¡¡¡La Sayuri!!! –chillé al reconocerla en la foto. Qué mona estaba la hija de puta, de camisa y corbata-. ¡Espera, espera, espera! ¿Me estás diciendo que todos estos chicos, son gays y que han desaparecido, y que la Fernández era como un agente encubierto?
-Más o menos. Fernández se ofreció voluntario. Vivía por la zona centro, era guapo, gay… reunía todos los requisitos.
-¿Y le habéis enviado de virgen al sacrificio, a quienes quiera que están matando marikas?
-No sabemos si los matan o no, simplemente desaparecen.
-¿Pero tú te estás oyendo, criatura de dios? ¡La has enviado a un suicidio seguro!
-Se prestó voluntario.
-Ya, ya… ¿viniendo de la Sayuri? Eso es completamente imposible. Escúchame bien: para la Sayuri lo más importante en su vida era Cristo, y después Chanel… y después ella, claro. Jamás hubiera arriesgado un pelo, ¡qué digo un pelo!, una pestaña en una cosa así. No es de ese tipo.
-Le dije que no lo hiciera repetidas veces, pero ya sabes cómo es…

Aquel tonillo de “ya sabes cómo es”, me sonó algo extraño, para qué te voy a engañar, y como estaba nerviosa y ya no se puede fumar ni en tu propia casa, me busqué en los bolsillos y encontré un caramelo Solano perdido, sabor cappuccino, que me metí en la boca sin rechistar.

-Te hubiera invitado, pero sólo tenía uno… -y me crucé de brazos-. Así que tú eres el jefe de la Sayuri, ¿y la enviaste en misión de espiar a los marikitas para ver por qué desaparecían?
-No, exactamente. Como ya te he dicho, Alex, se ofreció.
-¿Alex? ¡Ah, coño, Alejandrito! La Sayuri.
-En realidad iba a ir yo, pero Alex ya vivía allí y… yo no suelo frecuentar los bares de ambiente, porque me aburren.

¡CASI me trago el jodido caramelo Solano!, cuando dijo aquello ¿Este megamacho era gay? ¡No me lo puedo creer, Dios Existe y me ha enfocado con su linterna celestial! Casi me meo de la risa mientras hacía muecas grotescas para no ahogarme con el dichoso caramelo.

-No que digas que, tú… tú…
-Alex es mi pareja.

Lo dicho, nenas, que me tragué el caramelo, y vi las estrellitas durante unos segundos, si no fuera porque el poli megamacho, saltó en plan marine o similar, me rodeó (desde atrás) con sus enormes brazos, y me apretó en plan abrazo de oso de las pelis letheronas, hasta que el caramelo salió disparado contra la pared de enfrente. En ese momento tan próximo, reviví gracias a su ayuda y a su alter shave súper potente que me estaba colocando viva.

-¿Mejor?
-Supongo… con dos costillas menos como La Cher, pero sigo viva. Gracias…
-Ernesto –respondió él.

Las marikas tontas y capitalistas, hubieran asociado el nombre de Ernesto a “Banesto”, pero yo, que soy de las pocas marikas que leo (incluso en el retrete), lo asocié inmediatamente a Oscar Wilde (otra nena de nuestro gremio), y a todo ese tiempo que llevaba sin follar de forma decente, (desde que mandé a la mierda a Gregorio), tras ese achuchón que me había dado Ernesto para salvarme la vida del mortal caramelo Solano.

-Ahora es cuando empieza tu cooperación –me dijo-. Los dos estamos en el mismo caso, y tú serás mi guía.
-¿Yo? ¡Pero si yo como guía soy un desastre! Cada vez que voy a cualquier sitio en metro, siempre salgo por la boca de metro más lejana a la calle donde me dirijo.
-Me instalaré en tu casa –dijo sacando unos papeles para que yo los firmara-. Frecuentaremos bares de ambiente, y me presentarás a tus amigos.
-¿Estás de guasa? Si te presento a mis amigas ¡me tirarán piedras de envidia por estar un chulazo como tú, nene!
-Pues tendrás que arriesgarte.
-¿Pero esto es normal? Digo, yo... ¿el ir a la policía y acabar con UNO metido en casa?
-No olvides que el mismo que se ha llevado a Alex, y a los otros treinta y cinco, ahora va a por ti.

Al decir aquello, el culo se me encogió hasta tener el tamaño de un garbanzo. Ahora era confidente de la policía. ¡Vaya cambio de profesión, nena! ¡Y encima me llevaba a casa a un tío de ESCÁNDALO! ¡¡¡A mí casa!!! ¡¡¡Y debería aparentar que es mi novio y que nos queremos mucho!!! Eso quiere decir, que hay que simular que somos pareja en público… ¡¡¡Y QUE PODRÍA SOBARLE LO QUE ME DIERA LA GANA!!!

-¿¿¿Dónde hay que firmar??? –chillé súper histérica de gusto.

viernes, octubre 07, 2005

~13~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

La historia se había puesto negra, como pelo de coño; ahora mi problema no era el de encontrar a mi desaparecida amiga Sayuri. ¡Que le den a la Sayuri! ¡El problema ahora era YO! Que estaba perseguida por un chulazo de escándalo, con ideas de forense hacia mí…


Andando a toda pastilla, pero con el paso tan apretado que podría llevar perfectamente un vibrador entre las rodillas, y andar de Madrid a Cuenca sin que se me cayera, me fui a la comisaría de la calle Luna. Esa que parece tan mona por fuera pero que cuando entras, recuerda a un decorado de serie de TV; en fins, que me metí “padento”, y había un chulazo en ese mostrador tan cursi estilo dependienta de cosméticos de El Corte Inglés, y como estaba solo y parecía aburrido, fui directo a él.

-Buenos días, venía a…
-Subiendo la escalera en la puerta de la derecha.

¡Coño! ¡Encima de estar bueno era telépata! Y claro, cuando alguien en plan X-Men te dice eso, tú que vas de buena, le haces caso y subes… encontrándote con unas colas de marear (ni en las rebajas de Springfield las he visto así de largas), donde gente de lo más variopinta, arreglaban sus pasaportes y sus DNI. ¡Este chulazo me la ha colado! Me dije y volví a bajar las escaleras, descubriendo que los vaqueros que llevaba puestos eran los del tipo zorra, y no los de ir a trabajar. Y es que hasta yo misma me asusté de lo que marcaba, así que puse una cara del tipo “casual”, como si la cosa no fuera conmigo… claro que las dos chicas que subieron, casi me bajan la bragueta con las pestañas del susto que se llevaron.

-Disculpa… -dije al poli chulazo de información.
-Subiendo la escalera en la puerta de la derecha.
-Pues no –y sin darme cuenta, me puse una mano en la cintura e inmediatamente eliminé aquella pose súper gay con un carraspeo-. No vengo a renovar el pasaporte ni el DNI –y cogí aire-. Vengo a presentar una denuncia.
-En ese caso, suba al segundo piso por la escalera y en la puerta de la derecha.
-Gracias, otra vez.

Y me puse OTRA VEZ a subir las dichosas escaleras, porque en esta comisaría parecía que todo lo que buscaras estaba en la puerta de la derecha, un piso más arriba o un piso más abajo. Y como te amenizan la escalada, con posters de los terroristas más buscados, imaginarás que el ambientazo que hay allí, es como para ponerte unos tacones y bailar a lo folklórico, antes de arrojarte por una ventana en plan suicida japonesa.

Tras perderme en unos mini despachos, y afirmarme en mi idea de que, un hombre cualquiera puede pasar la línea del “no te mira ni Dios” a la de follable al 100%, sólo radicaba en ponerse un uniforme y listo. ¡Madre bendita! ¡Qué pedazos de policía tenemos! ¡Viva el CUERPO de policía! ¡Vivan los productos del país! ¡La Morcilla de Burgos y los culitos turgentes! ¿A que sería capaz de dejar de salir de copas por ambientes gays, y me pasaría las tardes paseando como una loca de comisaría en comisaría? ¡Qué delirio!; creo que se me notó el calentón, porque una poli, muy maja, pero que parecía un hombre con coleta, salió en mi auxilio, o quizá me salió simplemente porque alguien dijo ¿quién esa petarda que va mirando paquetes y anda como Pedro por su casa?

-¿Puedo ayudarte en algo?
-Pues sí, mira, quería presentar una denuncia.
-Muy bien, sígueme.

Y me llevó por no se cuantos sitios más, hasta otro mostrador, mientas no sé por qué, yo me puse a pensar en Buscando a Nemo, cuando el papá de Nemo iba detrás de Dori que no paraba de decir ¡Sígueme! ¡Sigueme!; si lo llego a saber, no habría venido con zapatos, sino con unas bambas para ir más cómoda, porque anduve más que el puñetero lunático al que le da por hacer el Camino de Santiago; al final la policía llamó a una puerta, habló con alguien (que no vi), y me invitó a pasar, cosa que hice, cuando volví a oír a la Houston cantándome a pleno pulmón el…

And IIIIiiiiiiiiiiIIIIIiiiiiiii... Will always... Love you, UUHH oohh...

Aquello que había detrás de la mesa, se levantó y me invitó a sentarme. Cosa que hice de inmediato, porque de lo contrario me caería de culo, nenas. ¡Qué hombre! ¡Por Dios!; no sé si mi madre en los 60 se infló a LSD, a lentejas (que hacía todas las condenadas semanas), o a los programas de Iñigo, pero la verdad, es que le ha salido un hijo, al que le gustan todos los tipos de hombre… no obstante, el tío que tenía delante de mis narices, ¡¡¡había dejado este mundo de los seres humanos, en cuanto se puso aquel uniforme de policía, para entrar directamente al Primer Puesto del Olimpo Gay!!!

-Hola… -me dijo muy resuelto, y yo sonreí como una estúpida drogada, a la que una pareja de japoneses le pregunta dónde está el Museo del Prado. Así que para no torturarle más, recogí mi lengua y mis babas, intenté parecer normal (cosa imposible, porque hasta mi tía lo intentó, y sólo consiguió dormirme con sus charlas sobre las Llaves (hombres) y las Cerraduras (mujeres), y con sus vasos de leche con cola-cao y galletas María Fontaneda. Sí, un trauma, nenas. Engordé hasta ser cilíndrico (claro que sólo tenía 10 añitos), pero ni con esas, mi tía consiguió matar con sus "llaves" y "cerraduras" a la futura marika (en plan Alien el Octavo Pasajero) que ya incubaba dentro de mí.

-¡Hola! –dije en plan pizpireta. Aún estaba colocada con el after shave del poli-. Verás… quería poner una denuncia, pero es que creo que va a ser un pelín más complicada que las denuncias normales que suele poner la gente –y como estaba nerviosa, me puse a numerar tonterías con cada dedo de la mano-. No es por un problema de comunidad, ni por un vecino plasta que pone el equipo de música a todo meter a las cuatro de la mañana, ni porque me hayan intentado estafar con una compra, ni…
-Terminamos antes si empezamos desde el principio.
-¡JUARZ! –dije-. Es que el principio es muy rocambolesco, y tardaría un día y pico en contarlo.
-Pero se podrá resumir, ¿no?
-Bueno, vamos a ver si puedo –tomé aire, me coloqué más con su alter shave e intenté contener a la marika que llevo dentro, que poco a poco me poseía-. Todo comenzó cuando desapareció una amiga mía, un amigo –corregí de inmediato.
-¿Desapareció una amiga o un amigo?

Así que tuve que omitir el nombre de Sayuri, o Chirli, como también se la conocía, y di su nombre real y entonces, el poli me miró con cara extraña, como si estuviera súper interesado en lo que le contaba. Pero súper-súper, y me miraba directamente a los ojos. Tremendo, nenas. Y yo haciendo esfuerzos para que no me entrara un parraque eréctil, con aquel megapoli que estaba súper interesado en lo que le contaba.

-… tras su desaparición, otro amigo y yo, nos pusimos a hacer preguntas en… -¡coño, yo misma me había encerrado en mi relato!-, “bares de ambiente” –terminé confesando, y me quité como 5 kilos de encima-. Bares de ambiente gay, quiero decir.
-Ajá… -dijo el poli y asintió sin escandalizarse; ¡qué moderno era! ¡Seguro que es Socialista y amigo de Pedro Zerolo, que se acaba de casar con una flor en el traje, casi tan grande como esa permanente TAN horrorosa que lleva!
-Le buscamos... pero, no encontramos a mi amigo en ninguna parte. Su compañero de piso hace días que no sabe nada de él, y tras ir a varios bares, lo mismo, ni rastro de él, ¡Pero! –y me incliné hacia delante, hacia su mesa súper pulcra, sobre la que se apoyaban los codos de aquellos dos enormes brazos del policía-, nos enteramos, mi amigo y yo, que un rubio, de unos cuarenta y tantos, andaba por ahí haciendo preguntas de mi amigo, y desapareció con él.
-¿Desapareció? –preguntó preocupado.
-Sí.
-¿Y no podrían estar… ya sabes… unos días fuera... juntos?
-¿Follando? –dije disparada-. No lo creo, la Sayuri no es de repetir plato.
-¿De repetir plato?
-Sí, bueno, montárselo más de una vez con el mismo.
-Ajá…
-Pero lo peor no queda ahí, porque, ahora resulta que el rubio cachas que la gente vio con Sayuri, esta mañana fue al vídeo club, porque yo trabajo en un vídeo club, ¡a preguntar por mí, nene! ¿Te lo puedes creer?
-¿Pero hizo algo, dijo algo?
-Sí, preguntó por mí, pero yo estaba encerrada en el retrete que tenemos en el vídeo club. El tío, al que no le he visto la cara, esa es otra, me metió por debajo de la puerta esta nota -y puse la nota sobre la mesa-. Si vais a investigar las huellas en plan CSI, tienes que saber que la he tocado mucho, porque estaba súper histérica y casi me da algo. El poli cogió la nota.
-Deja de preguntar, o te sucederá lo mismo -leyó en voz alta, y la nota ya no me pareció tan amenazadora, dicha por el bombón del poli, claro. Volvió a mirarme, dejó la nota y me dijo mientras marcaba una extensión en su teléfono-. Creo que estás metido en un buen lío, amigo…
-¿¿¿QUÉ???

domingo, octubre 02, 2005

~12~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Por culpa de una enana con coletas, ahora me veía atrapada y acosada por aquel rubio (y no olvidemos: CHULAZO DE ESCÁNDALO, nenas), que había preguntado por Sayuri antes de que esta desapareciera… ¡¡¡y ahora había preguntado por mí!!!


Encerrada, por mi misma, claro, en aquel reducido retrete del vídeo club, más claustrofóbico que el interior de la MIR, oyendo cómo los pasos de aquel extraño que había preguntado por mí sonaban al otro lado de la puerta, andando en círculos, por la zona de dvd’s pornos.

¡Claro que me dieron ganas de chillar! Pero chillar, era como provocar que una enorme diana de neones y flechas, apuntaran a la puerta del WC, con frases de “Aquí dentro está lo que buscas” o del tipo “Marika encerrada y sin escapatoria: MÁTALA, JASON, MÁTALA.

Pero no, fuera quien fuera el que estaba fuera, se dedicó a trastear con los dvd’s, y a andar un poco más, hasta que oí un frisk, frisk, por el bajo de la puerta. Bajé la vista, porque como digo, el WC es estrechísimo y aunque no soy una cabezona, preferí no mover la cabeza, no sea que me escoñara contra la pared de enfrente, y vi por la raja de luz que entraba desde la habitación contigua, cómo metían un papel o algo similar. Se movió una sombra y otra vez aquellos traumáticos pasos, esta vez... alejándose.

-Gracias por su ayuda –oí que decía a lo lejos aquella voz desconocida para mí.

Cagada de miedo y a oscuras, porque no encendí la luz del baño al entrar, conté hasta diez, eso sí, muy despacio, y cuando me vi con fuerzas, y con lo poco de heterosexuala que llevo dentro (en alguna parte), quité el cierre y abrí la puerta dispuesta a luchar contra todo el reparto de extras de El Señor de los Anillos, contra una pandilla de skins cocainómanos, o contra una trouppe de ancianas, que agitaban sobre sus cabezas a modo de onda a sus perritos pequineses de ojos saltones y mandíbulas prominentes... que no paraban de decir ¡Guau-Guau!

¡Pero afuera no había nadie! Y me sentí súper bien por no tener que sacar mi lado de heterosexuala macarra, no fuera que aquello terminara como el rosario de la aurora. Para mí, desde luego, porque soy propensa al grito y al desmayo clásico, en plan Sissi Emperatriz. ¡Qué vestidos tenía la tía, oye! Y lo bien que follaría con el Francisco José ese, que parecía un novio de plástico de esos que se ponen en las tartas de las bodas.

Tras dar un paso, pisé algo que hizo FRISK, como aquellos anteriores frisk, frisk que había oído cuando estaba encerrada dentro del WC. Miré abajo y vi una tarjeta, o más bien un tarjetón o trozo de papel GRANDE, con algo escrito. Mi mano se convirtió en una araña y se lanzó en puenting a recoger aquella nota del suelo, en la que a boli negro y escrita en mayúsculas decía lo siguiente.

Deja de preguntar, o te sucederá lo mismo.

¡Es increíble los parecidos razonables que hay entre el mundo de la informática, y el de los humanos! O el mío. Por ejemplo, cuando vas a descomprimir un fichero, esté en ZIP o en RAR, cuando te sale ese menú para que elijas dónde volcar los datos descomprimidos, si os fijáis arriba del todo, en esa misma ventana de menú, dice lo siguiente:

Carpeta de destino (si no existe, se creará).

Pues bien, en mi vida nunca jamás había existido un “villano”, y cuando me refiero a villano, no quiero a esas marikas villanas y pueblerinas que se dan el salto a Madrid, y que se quedan prendadas de cualquier local gay, porque en sus “villas” no hay de esas cosas. Aunque el local apeste a mierda, tabaco y poper, ellas estarán igual de felices y dicharacheras, como si estuvieran protagonizando un spot de Viajes Halcón Milenario.

Yo al que me refiero, es a los villanos-villanos… a los MALOS de verdad. En mi vida había conocido a muchos y muchas “aspirantes a malos”. A villanos que me pudieran joder mi maravillosa vida, pero como digo, todos ellos no eran más que “aspirantes a villanos” ¡PERO! En esta ocasión, aquel tipo que había dejado la nota, era un villano, villano de los de verdad. ¡¡¡No supe interpretar “las señales” cuando descomprimía todos esos ficheros cuando me decía…!!!

(Si no existe, se creará)

¡¡¡Y vaya que si se ha creado!!! Ahora estaba amenazada hasta el orto (palabra muy utilizada en Latinoamérica y en las películas del Kristen Bojrn, cuando dicen entre jadeos esos chulazos “Ay, cómeme el orto”, que da mucha risa, sí, pero que le quiten lo bailao a esos chulazos!).

¡Ahora era yo la que estaba en peligro, por buscar a esa petarda de la Sayuri! ¡Yo no quiero tener el mismo destino que habrá tenido Sayuri, ni quiero saber qué destino ha tenido la tía! ¡Yo prefiero tener un destino a lo Jane Fonda! Hacerme mis vídeos de Pilates, en una playa paradisíaca o similar… o tener un destino a lo Dolly Parton, cantando y follando como una perra por todo el Este, el Oeste y el Orto de USA…

¡NO QUIERO DESAPARECER! El Mundo aún no me había conocido, y por ello la idea de desaparecer, es que me resultó IMPOSIBLE de asimilar. Salí corriendo hacia el mostrador, y de una manera sutil, empujé con una mano a aquella enana cabrona de las coletas, hasta que la gravedad y el peso de su mochila, hicieron que cayera de culo en el suelo.

-¡Arturo! –dije a mi jefe, algo histérica, pero controlándome.
-¿Estás bien? ¿Quién era ese tío tan raro? –preguntó mirando hacia la entrada del vídeo club, y yo claro, piqué y miré hacia la puerta.

¡Juro por el tinte de Dolly Paton… que si llego a ver allí a quien sea el que me estaba siguiendo, habría cogido de las coletas a la niña subnormal aquella, que encima disfrutaba con la dichosa película de “Las Aventuras de Enrique y Ana”, y se la hubiera lanzado en plan arma arrojadiza, en mi intento de salir con vida!

-¡Arturo, estoy amenazado y quieren matarme!
-¿Otra vez?
-La otra vez fue mi madre quien me amenazó, ¡y esa no cuenta!
-¿En qué lío estás metido?
-¡¡¡Y yo qué coño sé!!! Pero he de desaparecer –y le cogí del cuello de la camisa-. ¡Necesito urgentemente unas vacaciones! ¡Pediré a la Numis que me sustituya!
-¿A quién?
-Me ha empujado –dijo la niña desde el suelo.
-No te he empujado, nenita, te has caído tú solita con todo ese peso que llevas en la espalda.
-¡Mentiroso! -chistó la muy puta.
-¿Quieres tener tu película de Enrique y Ana en dvd, SÍ o NO?
-Sí.
-Pues entonces te has caído. ¿Estamos?
-Vale –dijo la pequeña demonio.
-¡Arturo! Deja que haga una llamada y busque un sustituto, pero por favor, tienes que ayudarme. Mi vida corre peligro.
-Bueno, está bien, pero llámame en cuanto sepas algo… ¡de sea lo que sea, lo que te está pasando!
-¡¡¡Es que ni yo mismo lo sé!!! ¡Gracias! –dije cuando tiré hacia la puerta de la calle, tras coger mi mochila y el dvd de Dolly Parton. Ella me acompañaría, porque me serviría de protección en plan Virgen de Regla contra las Rubias Villanas de mi vida-. ¡Buscaré a un sustituto y te llamo!

Ya en la calle, la gente andaba feliz, había el mismo tráfico de siempre en Madrid y las mismas obras de siempre. Todo parecía normal, pero no lo era, porque ahora era yo la que corría peligro, mientras nadie se enteraba de mi pequeño drama; no estaba segura de si Gigi me ayudaría, y la Space estaba completamente descartada de servir como ayuda, claro. ¿Cómo me iba a ayudar una marika negra, muda por gusto y que no paraba de bailar danza moderna? ¿EH?

¿Tendría valor de ir a la policía, contarle todo y poner una denuncia? ¡Cómo no lo iba a tener! ¡Yo, la Dolly! ¡Aquella que pisoteó a unas cuantas mamarrachas tontas para entrar al último concierto de Fangoria! ¡Menuda era yo! ¡Sí! ¡Iría ala policía!, y quizá hasta me asignaran un escolta (de unos 35… de edad y tamaño de rabo), para que me protegiera y me echara polvos como a la Whitney Houston en “El Guarda Espaldas”, ¡hasta que se me pusieran los ojos patrás y se me desenroscara el pelo!

And IIIIiiiiiiiiiiIIIIIiiiiiiii...
Will always...
Love you, UUHH oohh...