sábado, marzo 31, 2007

~30~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Gigi y yo, cual Sherlock Holmes y Watson, pero en versión gay, con menos medios y sin un violín a mano que tocar, conseguimos ir encajando una a una, las piezas de este rompecabezas llamado Diario Secreto de Agapita González. Como es una información súper jeby, te jodes y no te la cuento en este resumen del capítulo anterior, PUTA, porque el tiempo corría en nuestra contra, y mí reloj se había quedado sin pilas hace unos cuantos capítulos...



-¡Sólo estaba consultando una cosa en el glogles! –dijo Gigi para disculparse de estar toqueteando el ordenador de Bruno.
-¿Estáis bien? –preguntó Sayuri.
-Sí, nena, pero creemos que ya hemos desencriptado El Código Agapita.
-¿Son estos dos? -preguntó el hombre de traje, que había entrado con Bruno y Sayuri.
-¿Quién es éste? –pregunté a Bruno.
-Es el jefe de… ese chico rubio que estaba con vosotros en las catacumbas.
-¡Anda! –digo Gigi.
-Pues debe pagarle una mierda, porque el pobre chico estaba ¡en bolas! –dije yo.
-¿Vosotros le habéis salvado? –nos preguntó como si no terminara de creérselo.
-Muy a mí pesar, porque no hacía más que interrumpir la narración –y miré a Bruno-. Bruno, Gigi y yo, si no tenemos que responder a preguntas tontas o a que nos cuelguen alguna medalla por haber salvado… a las que salimos con vida de allí, sin contar lo de las satanistas que terminaron todas muertas…
-Eso ya se lo conté yo, Dolly –dijo Gigi.
-Uys, pues muchas gracias, nena; es bueno saber que entre capítulo y capítulo, tu mejor amiga dejas algunos cabos atados con los personajes secundarios –y volvía mirar a Bruno-. Bruno, no tienes porqué creerme, pero Gigi y yo hemos de irnos a detener algo terrible que seguramente va a pasar. No sé si será en este capítulo, o en el siguiente. Todo sea que Gigi y yo, no nos pongamos a hablar como cotorras a lo Star Trek.

Mientras yo les soltaba este rollo, el hombre de traje nos miraba a Gigi y a mí, como si formáramos parte de una película polaca sin subtítulos. Sayuri se sonreía y Bruno parecía querer entender lo que le estaba contando a toda velocidad.

-Hemos de hacer algo súper importante. Gigi y yo, ¿vale? Sólas.
-¿Estaréis localizados en el móvil que me llamaste? -preguntó Sayuri y Gigi se sacó del bolsillo el móvil de las Bossini.
-¡Anda, el móvil de las Bossini! Pues no, sé que no debería decir esto, pero una Diva no puede llegar al final de la película en plan Meng-Diva; así que me pasaré por casa a darme una ducha, a ponerme algo que sea cool a la par que épico, para un épico final de la Tercera Temporada de Desperate Housegays, y cogeré mi móvil. En cuanto lo tenga, te llamo. ¿Oka? –y me dirigí a la puerta de salida.
-¿Podría hablar con vosotros? –preguntó el hombre del traje, que seguía sin presentarse.
-¡Pues ahora… como que nos pilla fatal, nena! –dije al salir.
-Salvar el mundo y todo eso da mucho estrés, tía –le dijo Gigi que me seguía muy de cerca.

Y abandonamos la comisaría de la calle Luna, como dos Power Rangers maltratadas por un niño esquizoide, pero súper dignísimas… entre otras cosas porque habíamos salido vivas tras nuestro enfrentamiento con el monstruo del infierno, y enfilamos el camino hacia casa, a PATA.

-¡¡¡¿Vamos a ir andando?!!! –me chilló Gigi cuando se lo dije.
-Mira, nena, el último taxi que cogí estaba conducido por un fan de la COPE. Prefiero ir andando y que me de el aire, que bastante culo de bicho he estado oliendo durante no se cuantos capítulos, nena.

No tardamos mucho en llegar a casa, porque la verdad, yo vivo como a 15 minutos de la comisaría; claro, que si llego a vivir en Vallecas, ¡porsupuestísimo que me cogía un taxi! Estuviera conducido por un oyente de la COPE, o por el puto peluche del suavizante, ¡o por Freddy Kruger en persona!

En el piso de Jessica y Manolo no había nadie. No es porque lo supiera telepáticamente, es que me harté de llamar al timbre y a la puerta con los nudillos, así que ante la desesperación, y sabiendo dónde localizar a Jessica (en el hospital), nos dimos una rapidísima ducha las dos (por separado, que conste, que yo a la Gigi la quiero un puñao, pero no para meterla en la ducha conmigo), cogí mi móvil, monísimo, y le dejé algo de ropa a Gigi, para que también afrontara en plan súper cool, el final de la Tercera Temporada de Desperate Housegays.

Al salir, volví a llamar a la puerta de Jessica y Manolo, y tampoco estaban en casa.

-Nena, no tenemos más remedio que ir al hospital.
-¡Pero si nos encontramos bien, tía!
-Ya lo sé, Gigi, ¡pero allí es donde trabaja Jessica!
-Ah, vale… como siempre voy de paquete.
-Gigi, lo de ir de paquete se dice cuando se va en moto.
-Ya está la Elisenda Roca –y se puso en jarras-. ¿Y cómo se dice cuando una marica sigue a otra marica a un sitio donde se puden jugar la vida?
-¿Ir al Strong? ¡No vamos a ir al Strong, nena, vamos al hospital!
-Dolly, tía, me está entrando dolor de cabeza.
-Oka, nena, cierra el pico y sígueme.

Salimos a la calle y en cuanto pude, hice el primer gesto que aprendí cuando era pequeña. Gesto que aprendí incluso antes de hablar, y es el de levantar la mano para pedir un taxi. Claro que con mi presupuesto, no estaba yo para despilfarrar el dinero en taxis, así que, en la parada de bus de Gran Vía al lado del H&M, levanté la manita para detener un autobús de la línea 1, que me dejaría en Isaac Peral, justo al lado del hospital donde trabaja Jessica.

Le piqué a Gigi con mi metrobús, porque si espero a que encontrara el suyo en esa cartera que lleva, a lo bolsita de David el gnomo, nos darían cinco capítulos más y no había tiempo que perder; después corrimos al fondo del autobús a buscar sitio, que no había, pero mira, la carrerita nos sentó bien, porque así nos vieron todas desfilar por el bus con garbo y valentía.

Ya en el hospital, donde no se puede fumar, nos sentimos un poco perdidas, porque aquello tenía como 5 plantas llenas de gente, entre personal y gente que era carne de hospital, o sea, gente con algo para que la ingresaran, y visitas, y un ciego que vendía cupones, y la kioskera, y un viejo con cara de aburridísimo que estaba justo en el cartel de INFORMACIÓN; fui directa a él.

-Hola, buenos días. Busco a una amiga que se llama Jessica y que trabaja aquí como enfermera.
-…
-¿Usted es de información, verdad?
-Sí, pero no puedo darle ese tipo de información.
-¡Pues vaya mierda de información! –dijo Gigi.
-A ver, señor, que supongo que no habrá muchas enfermeras que se llamen Jessica, en este hospital, ¿no?
-No puedo darle esa información –dijo él, erre que erre-. ¿Le dijo en qué planta trabajaba?
-No es florista, es enfermera –puntualizó Gigi.
-Gigi, será mejor que me dejes a mí; a ver, señor, es urgente que localice a mi amiga Jessica. Es un caso de vida o muerte.
-El ochenta por ciento de la gente que entra por esa puerta –dijo señalando con su boli hacia la entrada-. Son de vida o muerte.
-Mire, ¿sabe lo que le digo? Que ya la busco yo solita. Aunque me meta dentro de los cuartos de los rayos X y me saquen fotos. ¡Gracias por nada! –le dije y tiré de Gigi para que me siguiera por el pasillo que tomamos.
-¡Mira, Dolly! Ese enfermero se parece al Hayden Christensen…. ¡Ya quisiera yo ser senadora galáctica para que me hiciera dos hijos! –y me miró preocupada-. Pero tranquila, que yo sobreviviría a la cesárea.
-Más te vale, nena… y déjate de enfermeros, que mientras hayan neurocirujanos que cobran más, ¡que se quiten los del MIR!

Seguimos andando y yo pensé en aquello que me había dicho Jessica, de que salía su compañera de trabajo a fumarse un cigarrillo. ¿Y si trabajaba en urgencias? Vimos un grupo de gente esperando, y me acerqué a un hombre de unos 40 años que esperaba en la cola.

-Perdone, ¿esto es urgencias?
-No, esta cola es para el urólogo.

Gigi y yo nos abrazamos y gritamos aterrorizadas. Cuando se nos pasó el susto, continuamos avanzando por el pasillo, donde había gente y más gente, y más enfermeros, y dos gitanas que se estaban quitando los 5 kilos de metales que llevaban encima, porque las iban a hacer unas radiografías, y al final, vimos que hacia la derecha había un pasillo con sala de espera, con mucha gente nerviosa, y supuse que aquello era la sala de espera de urgencias, porque tenían caras de estar muy nerviosos y preocupados.

-Por aquí, Gigi –y me siguió hasta otro puesto de información, donde había una enfermera de unos sesenta años detrás de un cristal, y otra puerta doble y de plástico, y otra puerta más, abierta de par en par que era por donde entraban las ambulancias-. Disculpe, señora.
-Señorita –me corrigió la mujer.
-Disculpe, señorita… estamos buscando a una amiga nuestra que trabaja aquí, es enfermera y se llama Jessica.
-¿Jessica?
-¡La conoce! –dijo Gigi.
-Sí, Jessica –dije yo.
-Ahora mismo está en box, y no pueden pasar -dijo la señorita de sesenta años.
-Ah, vaya, ¿y tardará mucho?
-Está con un ingreso.
-¿La han ingresado? –preguntó Gigi.
-Está ocupándose de un paciente. Accidente de tráfico.
-Qué susto nos había dado, señorita –dije yo, y mis ojos se fueron directos a una rubia monísima, una ATS, que salía de box con una cajetilla de tabaco en la mano-. Gigi, mira, debe ser ella.
-¿Jessica? ¡Esa no es Jessica, tía!
-Jessica no, tonta, su compañera de trabajo, la giri que fumaba como un carretero. La que Jessica creía que le estaba poniendo los cuernos con Manolo.
-Dolly, creo que me he perdido.
-Si te hubieras leído el Capítulo 13 de esta temporada, seguro que hasta te acordarías de su nombre: ¡AMANDA! –dije en voz alta, y la rubia se volvió hacia nosotras; y yo le sonreí a Gigi-. ¿Ves? –y me volví hacia Amanda-. ¡Hola, nena! ¿Eres Amanda, verdad? La compañera de trabajo de Jessica…
-Sí -dijo la chica medio perdida.
-Es que mira, somos los vecinos de Jessica, y tenemos algo súper urgente que decirle.

Amanda nos miró de forma extraña, y se encendió un cigarrillo en la plataforma metálica que conectaba con la entrada de ambulancias.

-Está dentro, en box –dijo en tono seco.
-Bueno, pues gracias por la ayuda… esperaremos a que salga. Gracias

Dije súper cabreada y me crucé de brazos. Gigi hizo lo mismo, por empatía, o porque no sabía donde meter las manos, y así esperamos siete eternos minutos, donde la hijadelagranputa de Amanda, se fumó su cigarrillo con una pachorra “quepaqué”, hasta que llegó a toda velocidad una ambulancia con las luces en plan vídeo clip de Madonna. Gigi y yo nos apartamos, mientras salían de ella dos enfermeros y sacaban una camilla con alguien con mascarilla de oxígeno puesto; Amanda, por su parte, apagó el cigarrillo de inmediato y ayudó a entrar al paciente, mientras los del SAMU-ERTO le contaban no se qué, de lo que le pasaba al que llevaban en camilla: que se había caído en plena calle o así.

Al meter la camilla en urgencias, las puertas que son como de plástico duro, se abrieron de par en par, y yo agudicé la vista para ver si veía dentro a Jessica, y la vi, nenas. Casualidades de la vida, o porque este capítulo se estaba acabando, ella caminaba hacia nosotras, y a Gigi y a mí nos dio mucha alegría y levantamos la manita para saludarla y así nos viera… ¡y nos vio!

-¿Dolly, qué haces aquí?
-Nena, que se acaba el capítulo y tengo que decirte algo ¡muy importante!
-Díselo, Dolly, que se acaba el capítulo, tía.
-Gigi, que ya lo sé, no me metas prisa, coño.
-¿Qué sucede? –preguntó Jessica súper nerviosa.
-Nena, no es lo que tú crees. Manolo te quiere, ¿vale? Y no te está poniendo los cuernos con nadie.
-Pero…
-No, nena, atiende y escucha. ¡Está siendo poseído!
-¿Poseído?
-Sí, tía, como cuando es época de rebajas, y te entran ganas de comprar muchas cosas y no sabes por qué te entran esas ganas de comprar muchas cosas… -dijo Gigi.
-Sí que lo sabes, nena, te entran ganas de comprar muchas cosas, porque ¡TODO está rebajado! –dije yo-. Pero ese no es el tema que nos toca ahora, Gigi; Jess, nena, tu chico, Manolo, está siendo poseído por un demonio.
-¿Qué? –dijo ella mega flipada.
-Sí, nena… se ve que cuando Manolo vivía en Murcia, tenía una novia…
-¿Qué? –volvió a preguntarme con cara de muchísimo jiñe.
-Y ambos hicieron un pacto de sangre, pero su novia, Agapita, que se vino a Madrid, fue captada por una secta y murió, y ahora quiere llevárselo con ella. ¡Al infierno!

Jessica me atravesó con la mirada y me arreó tal bofetada, que casi me saca del hospital por la entrada de ambulancias.

-¿Quién te ha hablado de Agapita? –me ordenó responder, súper cabreada-. ¿De qué vas, Dolly? –sus ojos estaban llenos de lágrimas.
-Jess, nena, ¿qué coño te pasa? Intento alertarte de un peligro peligrosísimo, ¿y me arreas una bofetada? ¡La mala de la función es Agapita González, nena!
-Agapita, era mi hermana, Dolly. ¡Quién te ha hablado de ella! –y miró a Gigi fuera de su sano juicio-. ¿De qué vais vosotros dos? ¿Quién os ha estado hablando de Agapita? ¿De qué va toda esta mierda?
-¡Jessica! –grité yo, cuando me cogió del cuello de mi cazadora de finales épicos de temporada-. ¿Cómo que Agapita es tu hermana?
-¿De qué coño vais los dos? ¿Eh?
-¡Pero si Agapita es la mala, tía! –gritó Gigi.
-¡Quién te ha hablado de Agapita, respóndeme!
-¡¡¡Pero si casi nos mata su puto fantasma, Jessica!!! ¿Cómo es eso de que es tu hermana?
-Si esto es una broma –dijo muy rabiosa y llorando-, no tiene la más mínima gracia, Dolly.
-¡Jess, nena… es Agapita quien intenta separarte de Manolo! ¡Es su fantasma!

Y al decirle esto, Jessica se volvió medio loca, y comenzó a llorar a gritos y a darnos tortas a las dos, a Gigi y a mí.

-¡Dejad de hablar de ella! ¡DEJAD DE MENCIONAR SU NOMBRE!

Aquella situación se había vuelto una auténtica locura, y todo el mundo nos miraba como si fuéramos asesinos de enfermeras o ve te tú a saber, y nos miraban súper raro, hasta que apareció por detrás de Jessica, saliendo del box como en una aparición, Amanda, con los ojos rojos como rubíes, y a lo Sr Spok, le tocó en alguna parte de la clavícula a Jessica, y la otra cayó a plomo al suelo… pero sin llegar a tocarlo, porque Amanda la levantó en brazos.

Gigi y yo estábamos tan mega horrorizadas (además de hostiadas vivas), que no pudimos reaccionar al instante, cuando Amanda, con Jessica en brazos dijo “gracias”, con una voz satánica pandemonium miserere, y bajó la rampa metálica, lanzando el cuerpo de Jessica al interior de la ambulancia y cerró las puertas traseras.

-¡GIGI, QUE SE ESCAPA! –grité yo, mientras que todo el mundo nos miraba presa del shock, decía cosas a voz en grito y no supo reaccionar.

Amanda, ahora poseída por el espíritu demoníaco de Agapita, abrió la puerta del conductor y se subió en la ambulancia arrancando el motor; cogí a Gigi de la muñeca, y tiré de ella, y una mujer detrás de mí gritó. ¡Había cogido por error a una señora gorda que me miraba con cara de susto! Y claro, lanzó un berrido de susto.

-¡Gigi! ¡Sígueme! –y esta vez sí, cogí a Gigi de la mano y saltamos la pasarela hacia la entrada de ambulancias.

Los neumáticos traseros aceleraron levantando una nube negra de goma quemada, pero me dio tiempo de cogerme a la manecilla trasera de la puerta y tirar hacia fuera para abrirla; con la otra mano cogía Gigi, ¡¡¡y la ambulancia tiró de mí!!!

-¡Salta, neeenaaaa! –le chillé a Gigi, sintiendo cómo la ambulancia salía disparada ¡con mi brazo!, mientras que con el otro, no sé cómo, pude coger a Gigi y arrojarla al interior de la ambulancia.

El tirón fue tan fuerte, que no pude soportar el dolor (entre otras cosas, porque soy alérgica al dolor, nenas), y me solté y me vi corriendo como una borracha con tacones tras la ambulancia que conducía Amanda, poseída ahora por el espíritu demoníaco de Agapita gonzález.

-¡Doooollyyyyyyyyyyyyyyyyyyy! –chilló Gigi mientras se alejaba en el interior de la ambulancia-. ¡¡¡No me dejes con la demonia, tía!!!

martes, marzo 20, 2007

~29~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

¡Por fin… hablé con la Agapita González del coño! Sí, nenas, ¡YO! Cara a cara. Un Diva-Muerta, porque lo que sí que estaba clarísimo, es que la Agapita estaba ¡MUERTA! Y ahí estaba yo…¡hablando con una MUERTA! Súper jeby, nenas, pero no lo resumo aquí, porque para eso existe el capítulo anterior, hijadelagranputa, así que te lo lees y punto, ¡como todas! Pero sí puedo decir, que pese a todo lo que ocurrió, y a mi “empanicamiento” general… ¡fui rescatada por Bruno!


Tras mi rescate, porque sí, a la primera en sacar de aquel tugurio fue a mí… y luego a las otras, entre las que estaba Gigi, permanecí como ausente, como si todo aquello no fuera conmigo (aunque sabía que no era así, porque es mi historia y es mi blog, nenas) pero es que, nenas, si una Diva quiere conservar la cordura, es mejor contar fresisuis hasta que las cosas tomen otro rumbo. Aunque no estaba claro que esta Tercera Temporada de Desperate Housegays lo tomara… y de que alguien más muriera...

-¡JESSICA! –chillé, como suelo hacer siempre para volver a la realidad, pero a nadie en concreto.
-¡Dolly! Me has pegado un susto... ¡de susto o muerte, tía! –dijo Gigi que la tenía la lado, con la manita en el corazón.
-¿Pero qué cosa es esto? ¿Dónde estamos?
-En la comisaría, tía.
-¿Detenidas?
-No, tía, como testigas.
-Vaya… ¿y yo por qué me he quedado transpuesta, nena?
-Supongo que demasiadas emociones o quizá, estabas choqueada.
-Ay, pues sí, porque en estas últimas horas de mi vida, me he chocado y estrellado contra muchísimas cosas…
-Tienes carita de no haber dormido nada, tía.
-Gigi: es que ¡no hemos dormido en horas, nena!

Miré a mi alrededor antes de ponerme en pié. Aquel despacho me sonaba cantidad. Es más, me recordó al despacho de Bruno de la Primera Temporada de Desperate Houysegays, cuando le vine a contar una historia sobre marikas abducidas, y él, como poli, no me creyó nada de Nothing Hill. Y como me lo recordó tanto, se lo dije a Gigi.

-Gigi, nena, ¿sabes que este despacho se parece cantidad al de Bruno?
-Pues claro, tía, ¡porque es el de Bruno! Más mono… -y me cogió de la mano para que me volviera a sentar-. Y eso que estábamos con unas pintas de zarrapastrosas indocumentadas que ni pa qué, tía, y nos dejó aquí, mientras interrogaba a la rubia, y fíjate tú, que conociéndonos, no le extrañó NADA que estuviera en pelota picada, ni que las Bossini respondieran a sus preguntas haciendo coreografías o hablando en inglés.
-¡Las Bossini, nena! ¿Qué ha pasado con Eun?
-La mandaron al hospital.
-¿Al central?
-No, tía, a la Jiménez Díaz, el Hospital Central es el de la serie, Dolly. Me da a mí, que tú aún sigues traumatizada.
-Debe ser eso, sobre todo en los pelos del coño, nena. Ya no me queda pelo en el cuerpo que poner de punta, tras lo que he visto. ¿Y qué tal está Eun?
-Pues jodida. Tiene no se qué de un mordisco en el pié.
-¿Al final el demonio la mordió?
-No, tía, que al caerse se jodió el mordisco este de la rodilla.
-¡El MENISCO, GIGI! Anda, anda, que estás tú fina para hacer resúmenes y elipsis argumentales. Si lo sé, no me quedo transpuesta y lo cuento yo mejor.
-Serás border line, tía. A mi no te me pongas como la Winona Ryder cuando la pillaron robando en el Corte Inglés.
-Ay, Gigi, es que estoy súper acelerada con todo esto… ¡y eso que no hemos terminado!
-¿Cómo que no? El bicho se murió, desapareció o lo que fuera. A saber qué le habrás contao que se volvió al infierno para no aguantarte.
-No, nena, el bicho era… -miré a los lados y dije bajito-. Agapita González.
-¿¿¿QUÉEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE??? –gritó como si la retorcieran los huevos con un riza pestañas de L’Oreal-. ¿¿¿Esa cosa tan horrorosa era la Agapita???
-No, nena, eso era el demonio que salió, pero luego yo le eché de comer la cuarta moneda de oro, y la invoqué.
-¡No me digas!
-Lo que te cuento, nena.
-Porque soy tu amiga y tengo que creerte por cojones, que si no, me levantaba de un salto y me ponía a llamar a gritos a los loqueros.
-¡Estamos en una comisaría, Gigi, y en las comisarías no hay loqueros!
-¿Y te crees que no lo sé? ¡Por eso no les llamo a gritos, tía!
-Gigi, calla y escucha: la invoqué, apareció ella, monísima de la muerte, pero con cara de posesa y muy como de mamarracha borracha. Sí, hablaba raro. Tanto azufre infernal debe fastidiar las cuerdas vocales, supongo, y me dijo que ella antes de venirse a Madrid, hizo un pacto de sangre con Manolo.
-¿El bombero?
-Sí, nena… luego, lo de que la pobre mujer se metiera en una secta satánica ya es otro cantar. Pero ese vínculo de sangre, fijo que la tiene atada a Manolo.
-¡No me digas!
-Sí, nena. Así que todo al que se cepille Manolo: la palma.
-¿La de Canarias?
-No, nena, La Palma, la isla no, la palma: MUERE. ¡La espicha de forma espantahorrible!
-Pero tú te lo tiraste. Deberías estar muerta, Dolly.
-…
-Porque te lo tiraste, ¿no?
-Bueno, no se consumó el polvo en la ducha, con lo cual, no me lo follé, así que supongo que gracias a eso me he librado de palmarla también.
-Así que ese vínculo de sangre, es como en la peli de The Ring, ¿no?
-¿Peeeeerdón? Gigi, ¿de qué coño me hablas ahora?
-Hicieron un pacto de sangre, un: ni pa ti, ni pa mí.
-Sí, una metáfora muy de las tuyas, ¡LOLA!
-Yo me entiendo.
-Ya veo, ya.
-Así que ahora que ella está muerta y endemoniada perdida, sale para matar a aquellos que se acuestan con Manolo.
-Eso es… ¿y qué coño tiene que ver eso con The Ring, nena? La Agapita no sale peluda, en eskijama y eructándole a la gente ¡con el ojo regañao!
-Pues que es como una maldición gitana, tía. Si ves el vídeo, la palmas en siete días. Si te follas a Manolo, te atropellan en la Gran Vía. ¡Vaya, me ha salido una rima! –y se aplaudió a si misma-. ¿Seguro que no te lo follaste?
-Que no, nena, y mira que a más de uno que leen este blog, ¡bien que les hubiera gustado!
-¡Como que son tontas!
-Tontas no, pero Desperate, ¡MUCHO!, nena.
-Resumiendo, Dolly. Es una maldición, ¿vale?
-¿Y por qué no ha muerto Jessica, lista?
-Porque… -y miró al techo.
-¡JA! ¡Te pillé, Punseta!
-Déjame pensar… -y bajó la vista y me miró a los ojos-. Porque le quiere… sí, tía... es por eso... la Jessica está súper colgada de él.

Y oye, que la muy puta de la Gigi me dio que pensar, y hasta provocó que me hiciera arquear una ceja a lo cool.

-Nena, a ver si es verdad y el amor que tiene por Manolo, es lo que ha salvado a Jessica de morir a manos de esa loca demoníaca de Agapita González. Pero… -y me horroricé toda al recordar-. Jessica cree que una compañera del trabajo se lo está tirando.
-¿A quién?
-¡A Manolo, nena! Espera, nena, una vez dijo esa oligofrénica de Milenio 3.
-¿Cual de ellas, tía? Porque en ese programa las hay a manadas.
-La Dientes. La rubia del programa. Decía que había dos tipos de demonios. Los íncubos y los súcubos… y que uno de esos, no recuerdo cual, eran capaces de poseer los cuerpos humanos. Uno era un demonio masculino y el otro femenino, así que por orden lógico… debe ser un súcubo, nena. ¡Sí! ¡Los súcubos eran femeninos y los que buscaban tener relaciones sexuales!
-Como todo hijo de vecino, tía.
-¡Agapita es un súcubo!
-Además de una muy malísima persona, tía.
-Gigi, Agapita está muerta.
-¡HOLY MANOLIS, DOLLY! Está intentando sembrar dudas en la cabeza de Jessica. Para que ella deje de quererle y entonces…
-¡Y ENTONCES PODRÁ MATARLA!

Y las dos, de un brinco, nos pusimos en pié, súper nerviosas, súper excitadas por nuestros propios descubrimientos, y súper guarras, porque nuestra ropa tras tantas aventuras, olían y crujían ¡como coño de momia mesopotámica sin potasio!

-¡Hemos de hacer algo, Gigi!

Y Gigi corrió al ordenador de la mesa de Bruno, y se puso a mover el ratón.

-¿Qué haces, nena? Cuando digo hacer algo, ¡no es ponerse a jugar al ordenador!
-Hay que buscar en el Glogles cómo deshacer un pacto de sangre, tía –y levantó la cabeza para mirarme, por detrás de la pantalla-. Y si no está en el Glogles, ya nos podemos dar por muertas.
-Gigi, creo que esta vez sí que has perdido el rumbo. Deja de buscar en el GOOGLE, ¡¡¡Y BUSCA EN EL YOUTUBE!!!
-¡Tía, escucha esto que dice una tarada en Internet…!
-¿Otra más?
-“Una vez efectuado el Pacto de Sangre, este no se puede deshacer. Querer rehuir del compromiso asumido con la organización o secta se puede pagar incluso con la vida”.

Y Gigi me miró, con esos ojos de flipada aterrada suyos, como de gitana de tablado a la que se le ha roto el tacón y adiós al zapateado.

-Nena, entonces la Jessica no está en peligro. Está jodida de por vida, nena.
-¡Pero la Agapita está muerta!
-A ver Gigi, llevamos tres páginas y pico hablando del tema, ¿y no terminas de darte cuenta? ¡Sólo el amor que siente Jessica por Manolo, es lo que puede salvarla!
-Jooo… ¡Cómo en los culebrones, tía!
-Tenemos que salir de aquí cagando leches, nena. Hay que salvar el amor de esa enfermera con turno de noche... ¡Salva a la enfermera, SALVA AL MUNDO!

Y la puerta se abrió propinándonos un susto cuando entraron Bruno, Sayuri y un señor vestido de traje, que oye, ¡hasta tenía un polvo!

viernes, marzo 16, 2007

~28~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Hiperhorrorizada, rodeada por demonios y por la gigantesca bestia, que ya es como de la familia tras tantos capítulos sufriéndola, ¡pero no en silencio, nenas!, descubrí que el agua bendita tenía su efecto real, y con la cuarta monea de oro, aquella cosa me habló, telepáticamente… quiero decir, que aunque nos comunicáramos, mi terror no bajó ni un ápice. Es más, ahora estaba petrificada, delante de aquella boca.


Aquella cosa tenía ganas de cháchara, como suelen hacer los narcotraficantes o los policías corruptos al final de las películas, antes de que aparezca el bueno y le meta un tiro entre los ojos. Pero yo estaba sin pistola, ¡y aquel bichako no tenía ojos! Por lo menos a la vista.

-¿Quién sois “nos”? ¿Alguna asociación de esas que luchan por los derechos de los animales? –pregunté… porque no se me ocurrió otra cosa que decir, arrebujándome en el interior de mi cazadora de súper puta, que apestaba a gómitos, a quemado y que para más humedades, estaba empapada de agua bendita.

“nos”
-Vaya… así que sois NOS… ¿No On Sunday?
“nos”
-Ya nena, pero ¿NOS?
“nos” –y se acercó más a mí- “nnnooosss…”

Cerré los ojos, creyendo que tras esa palabra, me metería un bocado, pero no… no pasó nada, así que abrí un ojo… ¡y ahí estaba! Y se me escapó un gritito… conté hasta diez fresisuis, y respiré hondo, de lo que me arrepentí de inmediato, porque el aliento de la bestia era terrible, nenas.

-¿Y no hay una encargada? –dije finalmente. Hice memoria de todas las pelis de terror que había visto, y de las pornos gay de terror que también había visto, como aquella donde una marika que no follaba mucho, invocaba al diablo y le salió un negro 4X4 con un rabo más largo que los créditos de Ben Hur-. ¿Podría hablar con alguien de vosotros?
“nos…”
-Y dale… sí, con alguien de los NOS…

¿Quién puede estar muerto, en el infierno, y que no fuera peligroso para mi integridad física? Se me ocurrió por un momento en James Brown, pero claro, con tanto meneo del cadáver, ¡seguro que lo habían perdido en el infierno! Además, esto estaba transcurriendo en enero de 2006, ¡y sería un anacronismo, nenas!

¿Qué tal invocar… a… alguien que fuera lo bastante malo, para estar en el infierno, y que no me hiciera daño? ¡Horror, nenas! ¡Estaba en blanco! ¡Dolly! ¡Recuerda, estás en la Tercera Temporada de Desperate Housegays! ¡AGAPITA GONZÁLEZ!

-¡Agapita González! ¡MANIFIÉSTATE! –grité a pleno pulmón. Siempre quise guitar eso de ¡Manifiéstate! Como en las pelis de terror… aunque tiene muchísimo más glamour, el "¡LAS CORTINAS, DÓNDE ESTÁN LAS CORTINAS!", a lo Kidman en Los Otros, pero donde estaba no había cortinas, nenas.

Lo que sucedió entonces, sólo podrían haberlo hecho los de WETA, acostumbrados a hacer CGI de diseño; la bestia comenzó a vibrar y retrocedió, abriendo la boca hasta desencajar las mandíbulas lanzando un alarido terrible hacia arriba. Se hundió en el suelo mientras todo su cuerpo se daba la vuelta y una forma humana emergió de las entrañas; la piel de la bestia que se había plegado en el suelo, subió por las piernas perfectas y se fusionó con la carne pálida y lechosa, tiñendo zonas hasta dejar a aquello que había regurgitado, en la forma de una joven de veinte años, o así, con un traje de seda negra muy ceñido y vaporoso, hasta las rodillas, y con generoso escote; la muchacha, de melena negra hasta los hombros y ojos rubí, hizo un mohín y cerró los párpados sobre mí. Como si sintiera curiosidad. Como si me analizara.

-Agapita González, ¡SUPONGO! –dije yo en plan exploradora africana.
-¿Te conozco? –preguntó con una voz que PARA NADA tenía de femenina, y se cruzó de brazos, mientras que una ráfaga de ve-te-tú-a-sa-ver qué puerta se habían dejado abierta, hizo que el bajo de su vestido ondulara al igual que su melena.
-Pues no, nena, pero gracias a mí, que sepas que toda la blogsfera te conoce, y quieren saber qué coño es de ti…
-¿Por qué? –dijo igual de tiesa, de misteriosa, y de anime japonés, porque se le volvió a mover el cabello y el bajo de la falda.
-¿Puede ALGUIEN cerrar esa puerta, por FAGOR? –Dolly, tranquilízate, nena. No es el momento más propicio para perder los nervios. Hay que estar clara, despejada y soleada-. ¿Sabes quién soy?
-¿Debería?
-Pues sí, nena, porque yo y mi ego somos uno… y luego están mis fans, claro… y mira que les ha tocado leer un rato largo para ver qué coño pasa contigo, nena.
-¿Quieres acompañarme y comprobarlo? –me preguntó extendiendo la mano hacia mí.
-Pues no, nena, me encanta este lado. Ya sabes, el de los vivos. Los rabakos de los vivos; sé que la gente tiene que morir algún día, pero te puedo jurar, que este no es mi día, además, yo no moriré, porque como Diva, lo más seguro es que me convierta en Leyenda.
-En ese caso, ¿qué es lo que quieres saber? ¿Por qué me has llamado?
-Te he llamado, porque tú eres el Mcguffin de esta temporada, nena, a parte de porque estás muerta y todo eso… ¡y para ver una cara más agradable que la del bichako ese, coño!
-Ves lo que fui, no lo que soy ahora… ¿quieres ver lo que soy?
-No, no, no, no, nena, que así estás fantástica y súper ideal con ese vestidito salto de cama, además, ¡eres guapísima de la muerte, nena! No sé por qué, te imaginaba horrorosa. Bueno, no sólo yo, Gigi y varios más en este blog te imaginaban espantahorrible de la muerte lenta. Un Callo Malayo, nena. ¿Te dejan salir mucho tiempo?

A mi pregunta, Agapita pareció relajarse y me miró de otra forma, no en plan portera de discoteca de lesbianas... de mal rollito desafiante y todo eso.

-Tú me has invocado… tenemos una eternidad…
-Uis nena, pues yo sólo tengo un folio, porque son tres páginas por capítulo, Agapita, y estamos en el tercer folio con esta frase mía, nena…
-¿Y quieres perder este folio, diciendo tonterías?
-Es mi sino, nena, pero tranquila, que recapitulo en un plis plas, y me pongo mentalmente al día. A ver: ¿Por qué quieres matar a mi vecino?
-Me pertenece.
-No, nena, nadie pertenece a nadie. Él se fue de Murcia, y tú, a lo Charo Stone con el pica hielos, le seguiste a Madrid, nena. Luego te cargaste a uno por error, vale, y terminaste enamorada de un satanista, que estaba mal de la cabeza, y te merió en sus fiestas y esas cosas. Así que Manolo no es que te importara mucho, ¡digo yo!
-Estamos hechos el uno para el otro…
-¡JAjeJIjoJU! Si supieras la de veces que me he visto diciendo esa frase, y al otro día arrepentirme, fijo que te daba algo. Además nena, y no te ofendas… ¿qué coño te vas a ofender? ¡Si estás muerta, coño! ¿Pero qué hago discutiendo con una muerta? Manolo es bisexual, nena. Por mucho que le quieras, llegará un momento, que la cabra tire al monte, ¡y se la folle José María Pou! Y es que a Manolo también le van los tíos, detalle que se te escapó cuando vivíais en Murcia.
-Esos son fáciles de eliminar…
-Claro, empujándolos al tráfico de la Gran Vía para que mueran atropellados, ¿me equivoco?
-Es una forma de decirlo.
-No, nena... es una forma de hacerlo… que es lo que haces. ¡Asesina del más allá!
-¡Me juró amor incondicional! –gritó enfurecida los ojos avivaron el brillo escarlata.
-¡Fue una expresión! ¡Una frase hecha!
-¡Hicimos un pacto de sangre!
-¿Pero estabais sonados o qué? ¿Tú no sabes la de cosas que se te pueden meter por la sangre? ¡HASTA EL COLESTEROL!
-Nos pertenecemos… y tendrá que amarme lo quiera o no, porque nadie podrá amarlo y seguir vivo.
-¡Eres peor que las concursantas de Gran Hermano, nena! Peor que la Milá, que dijo que meaba en la ducha y que no hay nada mejor como “defecar en el mar”. Eres una guarra, nena.
-Al final, será mío…
-Tengo tu diario, sé lo que has hecho y sé lo que harás… y se lo voy a contar todo a Manolo y a Jessica, que ella sí que lo quiere mucho y está sufriendo mucho por él.
-¿Le contarás también a Jessica, que a Manolo le gustan los hombres? ¿Cómo le sentará eso a la po-bre-ci-ta Jessica? –dijo con sorna y muy mala baba. Claro, como estaba en el infierno, tenía que se cabrona y más lista que el hambre.
-Pues se lo diré ¡con mucho tacto!
-Será mejor que lo hagas pronto… antes de que me ocupe de ella.
-¿Ocuparte de ella? –y sentí terror por esa pobre chica, que había confiado sus penas, a un vecino marinita que conocía de poco (o sea, yo, nenas), por culpa del amor que tenía hacia Manolo el bombero-. A ella ni tocarla, ¿entendido?
-Tiempo al tiempo… ya desconfía de él… le está perdiendo… y cuando eso se intensifique, será toda mía.
-¡HIJADELAGRANPUTA!
-Y tú… apártate de mi camino, o lo lamentarás…

Y el fantasma, aparición o lo que fuera lo que antes había sido Agapita González, intentó abalanzarse sobre mí, con las manos crispadas y chillando de forma sobrenatural, pero se esfumó en el aire; no llegó a tocarme. Se desvaneció en un gas brillante, como de purpurina, dejándome en aquel espantoso lugar, a oscuras y con todos los huesos del cuerpo temblando del miedo.

Luego oí los pasos. Pisadas numerosas y chorros de luz en todas direcciones. Conos de luz de varias linternas y mensajes por walkie-talkies. Hasta la Bossini escoñada, y con alguna pierna rota, gritó varias veces pidiendo ayuda y auxilio. ¡Qué vulgaridad! Las Divas no gritamos eso. Como somos Divas, nos tienen que salvar y punto, muchísimo antes que aquello de "las mujeres y los niños primero". ¡A ver si cambian la frase tópica esa! ¡LAS DIVAS PRIMERO!

Pero aquel lugar era tan jodidamente grande, que hasta que me encontraran podrían emitir cinco temporadas de Lost, y yo seguiría ¡LOST!, así que... sacando fuerzas de no sé dónde, me levanté y caminé hacia las luces, medio entumecida, medio “empanicada”, hasta que alguien me gritó.

-¡ALTO!
-¡Tampoco te pases, nena, uno setenta y seis es casi la media de un españolito normal!
-¡MANOS ARRIBA!
-¡No se preocupe! –dijo una voz familiar-. Le conozco…

Yo seguía ciega, confusa, con la cabeza completamente trastocada y tardé en reconocer aquel rostro detrás de la luz de la linterna, acercándose hacia mí.

-¿Dolly? –preguntó en voz baja-. ¿Te encuentras bien?
-¿Encontrarme bien? –y le abracé-. No, claro que no me encuentro bien –y me vi llorando en brazos de Bruno-. No me encuentro bien… la quiere matar, Bruno. Va a por ella… va a matar a Jessica...

Creí que iba a caer al suelo. No tenía fuerzas ni para respirar… pero Bruno me sostuvo. Me apretó contra él, y me susurró algo al oído que no entendí, por estar llorando de desesperación e impotencia… pero sentí el calor de su cuello y la fuerza de sus manos que no querían soltarme.

viernes, marzo 09, 2007

~27~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Con las demás a salvo, y tras pedirle a Gigi que me dejara sola, so pena de que le pasara algo a ella también (con lo buena que es); intenté escapar de aquel sitio, tras tener un flash back que ríete tú, nena, de los flash backs que le dan a Marujita Díaz. ¡De cuando tenía pelos en el chirli, y encima el mío, fue sin venir a cuento! Pero me dio el flash back y punto. ¿por qué? No lo sé, nenas, pero me vino, y luego me escoñé, y volví al enorme salón de columnas, donde estaba aquella bestia del infierno, que se había transformado en algo… muy numeroso, nenas… tan numeroso, ¡como japos en el último concierto de las Azúcar Moreno!



El pánico me paralizó. Porque por mucho que sea la prota, ¡estaba en mi derecho de “empanicarme”, si me daba la gana! Y es que lo que vi, no se ve todos los días, nenas. Aunque tengas dos teles con Tele 5 y Antena 3 puestas a la vez. No, eso no se ve por ahí; la horda que corrió a mi encuentro, no era de este mundo… y supongo, que en Murcia o en Huesconsing, tampoco se ven este tipo de cosas, a menos que te montes una invocación satánica pandemoium miserere ¡LERERE!

Los pequeños, porque los había de dos tipos, pequeños y el GRANDE, eran muy numerosos. Casi de mi altura, ¡y eso que andaban encorvados!, con los nudillos arrastrándoles por el suelo; lo que antes había sido una gigantesca albóndiga peluda con patas y toda boca, había mutado. Andaba ahora como los AT-ST del bosque de Endor. Aquellos trastos que tenía el Imperio para matar a los Rebeldes, y que eran tan cutres, ¡que hasta Chewbacca podía manejarlos!

-¡Soy la prota! ¡No puedo morir! –les grité como si aquello sirviera de algo.

Los demonios menores, que no me detuve a contarlos porque como ya dije antes, estaba “empanicada” perdida, hacían de barrera, ¡como si pensaran que me iba a escapar! Anda que, valientes demonios. Tenía los dos pies clavados al suelo, y con una pared altísima cortándome la retaguardia. No estaba yo para huír, aunque me pusiera el traje de Spider-Man.

El grande, muchísimo más alto que los demás, desprendía un halo verdoso, que iluminaba todo a su alrededor y como le pasaba al bicho de Alien, yo no le vi ojos. Sólo la enorme boca abierta, aún con restos de los satanistas entre los afiladísimos dientes; a un rugido de esta enorme mole asesina, las demás se colocaron como en posición de salida. No es que se pusieran cachondas peridas a tocarse, sino, listas para saltar sobre mí, en silencio… y sus ojos grandes y rojos se transformaron en dos rectas muy brillantes.

-¿Es que en el infierno, no tenéis una Directora de Estilo, nenas? –les pregunté.

Sé que no es una frase brillante para decirles a unos demonios que acaban de emerger del infierno y que están a punto de matarte, pero COÑO, ¡en Encuentros en la Tercera Fase hablaban con los marcianos con una mierda de Casiotone y con luces de colores! Y yo, ni tenía un teclado por allí y menos luces de colores. ¡Las guardé en su cajita en cuanto pasaron los reyes Magos, neeenaaas!

El monstruo gigante avanzó dos pasos lentos, haciendo temblar los mismísimos cimientos de la sala. Se abrió paso entre la horda y se detuvo a menos de cinco metros de mí; yo reculé hasta donde la carne y los huesos me dejaron, claro, porque la pared altísima me cortaba la salida, y aguanté la respiración, del pestazo que desprendía. Indescriptible, nenas.

-Aún no he terminado esta Tercera Temporada de Desperate Housegays, nenas… ¡y no me he follado a George Clooney! ¡¡¡NO PUEDO MORIR!!!

El demonio inspiró dos veces, y casi, digo casi, porque clavé las uñas a la pared, salgo volando hacia él de la enorme aspiradora que tenía por nariz, aunque no le sobresalía nada con forma de nariz… y abrí un ojo, y supuse que aquellas entradas que tenía encima de la boca y con mucosidad, eran las narices.

Lanzó otro de sus rugidos que se me hicieron eternos, y el pestazo fue tal, que no pude más. Las rodillas me fallaron y caí redonda al suelo, pero en vertial, nenas. Como se desmayan las Divas, nenas. Caer sentada, para que así los fans te vean bien la cara. Es que verás, si te caes de frente, puedes pasar por una muerta cualquiera, nenas. Pero si te desmayas y dejas bien a la vista tu cara, los fans al verte, como que se desesperan llaman a la policía, al SAMUR ERTO y esas cosas. Te llevan volando al Hospital, donde casualmente trabaja George Clooney, y te ves gritando ¡¡¡A Urgencias no, PUTAS!!! ¡¡¡LLEVADME A PEDIATRÍA!!! ¡¡¡QUE ME OSCULTE EL CLOONEY!!!

Pronto comencé a oler a pelo quemado, y me espantó la idea de que aquella cosa me lanzara una llamarada estilo Sigourney Weaver con un lanzallamas, pero no, nenas. El olor no procedía de la bestia, sino de mi chaqueta, y bajé la vista, y vi cómo se me estaba prendiendo fuego el bolsillo de mi cazadora de súper puta. ¡La de piel de borreguito! Con las que suelo asustar a las putas de Greenpeace y a las de la Asociación Protectora de Animales y Folklóricas de más de 60 años, al grito de: “Sí, me gustan las pieles, ¿qué pasa?”

¿Qué es una Diva sin un abrigo de pieles? Yo os lo diré, nenas: ¡UNA MENG-DIVA!

Como pude, me quité la cazadora de súper puta, porque se me estaba prendiendo fuego, y al hacerlo, se me cayó del bolsillo interior la botellita de agua que me había dado Gigi antes de salir de casa. Según la Gigi (¡a saber!) era agua bendita, que le había dado un curita que tenía un polvo, en el Capítulo 17. Claro, como han pasado ya tantas cosas y tantos capítulos, ¡ni me acordaba, nenas! ¡A lo mejor, hasta estaba caducada y todo!

Destapé la botellita y eché el agua sobre el bolsillo de mi cazadora de súper puta, intentando apagar el mini incendio, y aquello parece que espantó a los demonios, porque oí cómo sus patas de bicho, retrocedieron he hicieron algo como castañear los dientes o similar; suerte que era mi cazadora de súper puta, porque si llega a ser mi cazadora U, me cago en todo lo que se menea, y me lío a hostias con la albóndiga peluda y con sus putas primas del averno, que tenían menos estilo, que las viejas que llevan al programa matinal de Saber Vivir. Claro, porque lo que es vivir, lo sabrán para llegar a esas edades, pero deberían mandarlas a todas al ¡Saber Vestir! ¡Que buena falta que les hace a las abuelas!

Di manotazos hasta apagar el incendio y la vi brillar. ¡La moneda de oro! Sí, nenas, la cuarta moneda de oro, que aquellas putas satanistas (antes de que las devorara el demonio gigante), habían colocado en las cuatro esquinas de la gigantesca sala de columnas; la toqué con cuidado, pero la agarré con fuerza. Estaba fría como las patas de un muerto, y pesaba lo suyo, no creáis, porque era oro macizo.

-¿Qué mierda había dicho la rubia? –le pregunté a la moneda de oro, como si el trasto me fuera a responder. ¡Anda que si lo hace, me jiño encima!

-El ritual hay que seguirlo al pié de la letra… la invocación, el colocar las monedas, y la segunda invocación dentro del círculo de sal.

Las palabras de la rubia vinieron a mi cabeza y me dije, ¡y de qué me sirven! Ni sabía la primera invocación, ni mucho menos la segunda, y no tenía ni un puto grano de sal, ¡a ver cómo coño iba a hacer un círculo de sal, nenas! ¡¡¡Llorando a lo Madonna en Evita hasta quedarme sin lágrimas y evaporando después el agua con la ayuda del mechero???? ¡Eso no lo hace ni Punset, por muy lista que sea!

La bestia gigante hizo un ruido asqueroso, como de relamerse con aquella lengua rasposa, que me dio un asco total porque algunos trozos de carne cayeron de entre los dientes, y se puso a babear de forma copiosa; miré la monea de oro, por la que mataría cualquier rapero para colgársela al cuello, miré a la bestia, y sin pensármelo dos veces, se la lancé con todas mis ganas. Claro que si eres gay, y además Diva, la tiras con estilazo, sí, sí, pero con menos fuerza que una señorita de la época victoriana. Ya sabéis, aquellas que estornudaban y se morían de tuberculosis, como la de Mujerzuelas, digo, ¡Mujercitas! Y mira que yo creía, que porirse de tuberculosis, era convertirse en un rábano o en una patata. Lo creía de pequeña, ojo. que ya he madurado, un poco. El rábano también.

A lo John Woo… (pero sin esas putas palomas blancas), la moneda voló por los aires como a cámara lenta… ¿qué digo lenta? ¡Lentísima! Girando sobre si misma, cortando la respiración a todas, en medio de un silencio que me pareció eterno, y centelleó dos o tres veces, antes de que la bestia saltara como una rana y la atrapara en el aire.

Hasta ahí, todo hubiera sido maravilloso. El problema es que saltó hacia adelante. Hacia mí. Cerrando la enorme quijada de colmillos a un metro de mis ojos, y sonó como cuando partes un jarrón de cristal lleno de agua. ¡Un CRANSHHH-GLUP! Terrible que casi me destrozó los tímpanos.

La turba de demonios encolerizó como si fueran pueblerinas en las fiestas del pueblo, a las que no les gusta Fangoria, y lo que quieren es que la Alaska les toque los pajaritos o les cante alguna canción de Karina. Eran gritos, eran aullidos, eran Hidrogenesse en directo, que suenan como el puto culo, además de que son feas para quitar el hipo y una buena almorrana de lo que te hacen correr esas dos putas, con tal de huir como una loca de sus conciertos.

La bestia chascó de cinco dentelladas la cuarta y última moneda de oro, con la que las satanistas la habían invocado, y en medio del griterío, la turba de demonios, se iluminaron de pies a cabeza en un flash rojo y desaparecieron, dejando tras de sí un eco espantosamente terrorífico durante varios segundos. Desaparecieron todas. Súper jeby, nenas.

Menos… el demonio gigante, que seguía frente a mí, echándome su aliento podrido y con una cadavérica sonrisa, como las que tienen las calaveras. Y es que aquella cosa no tenía labios, ni encías. Era una boca de tiburón pegada a una gigantesca albóndiga de pelos. Hasta tendría su punto gracioso, pero no en este momento. A punto de palmarla, en mi Tercera Temporada de Desperate Housegays, por culpa de la puta esa de Agapita González que no le importa a nadie, y que además, no tengo ni idea de cómo se ha torcido esta historia, ¡para estar a punto de ser devorada por una jodida albóndiga peluda con dientes!

“Está con nos…”

Al principio pensé que fue un ruido, pero no, nenas, era una frase. Una frase que pude oír perfectamente en la cabeza. No por las orejas, sino en mi mente. Un coro polifónico de voces masculinas (todas), con una lenta decadencia.

Miré a los lados, pero allí no había nadie más. Solo aquel engendro y yo. ¿Me estaba hablando a mí? ¿Aquella cosa se estaba comunicando conmigo?; bueno, no se movía, ni me atacaba, estaba quieta parada, a poca distancia, mostrándome los dientes, con un ligero balanceo de derecha a izquierda, típico de las borrachas, pero no de los demonios del infierno. Todo el mundo sabe que los demonios no se emborrachan, porque con tanto fuego, el vino se evapora. Puede que se coloquen con el alcohol vaporizado, a lo popper, pero como sea vino Don Simón, no se colocan ni queriendo.

“Ella está con nos…”

Repitieron las voces en mi cabeza, y sentí un vértigo tremendo. Me mareé, quedé hipnotizada por aquel ser y su movimiento pendular, y se acercó más a mí, y sus dientes restallaron como si yo la repeliera o le diera asco. No fue ALGO en la expresión de aquella cosa, fue lo que sentí… lo que me trasmitió el demonio. Yo le daba un asko tremendo... y bajé la vista.

¡Mí cazadora de súper puta, empapada de agua… BENDITA! Además de toda la mierda y la cochambre con la que me había gomitado el demonio en los capítulos anteriores… ¿Y si sirve… como serviría el círculo protector de sal?

Como diría mi amada Dolly Parton, en un bukkake de cowboys: “¡From lost to the river, darling!”

Con todo el asco que podría producirme un plato de caracoles, cogí lo que quedaba de mi maltrecha cazadora de súper puta, y me la encasqueté. ¿Serviría para protegerme? ¿Sería capaz de no vomitarme del asco? ¿Seréis capaz de esperar al siguiente capítulo, a ver si la bestia y yo nos retamos a un concurso de gómitos… o de Cifras y Letras telepático?

STRIKE A POSE!

viernes, marzo 02, 2007

~26~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Seguíamos en las catacumbas, en DANGER total, con aquella bestia pestilente que no moriría ni con 50.000 devorolor zapatillas a lo rollito chino insertadas por el horto, ¡y descubrí que una de las Bossini tenía un móvil! Y claro, lo intenté coger para pedir ayuda y casi mato a la Eun, que se escoño de la pasarela de cemento, mientras que las otras dos putas huyeron por otro lado con la rubia, y yo me quedé con Gigi, el bichaco de abajo… ¡Y EL MÓVIL!



-¡Tía! –chilló Gigi-. ¿Por qué no llamas a la Sayuri a ver qué pasa con esos refuerzos que iba a pedir? ¡¡¡Ni el motero de Telepizza tarda tanto en llegar!!!
-Nena, hay que mantener la cabeza fría…

La bestia volvió a rugirnos, y yo miré hacia abajo donde estaba Eun, supuse, porque no veía nada entre tanta oscuridad, y le grité.

-¡Neeenaaa…! ¡No te muevas de ahí!
-¿Estás de COÑA, PUTA? ¡Creo que me he roto algo!
-¡Ay la pobre! –dijo Gigi.
-¿Sangras? –le pregunté.
-Un poco… -me dijo.
-Pues tranquila, que las tías sangran también todos los meses y no se mueren.
-¡Eres una asquerosa! –chilló dolorida.
-¿A quién se lo dices? –pregunté, porque lo dijo en singular, y Gigi y yo éramos todo un plural.
-¡A ti, PUTA!
-Ah, vale, pero deja de llamarme PUTA, coño –y miré a Gigi-. Eso de ser una malhablada, fijo que es de lo poco que aprendió con la Hidro-nena.
-¡Te he oído…!
-Gigi –dije pasando de la tretraplégica.
-Dime, tía.
-Sabes que estamos casi en el final de esta temporada, ¿verdad?
-Pues claro, tía.
-Entonces… -le di el móvil-. Usa la luz del móvil e intenta encontrar a las otras dos bossini y a la rubia, que seguro que han conseguido escapar.
-¡¡¡!!!
-¿Me has entendido?
-Claro que sí, nena, que no soy tonta, ¿pero y eso por qué?
-Porque… nena, tú siempre sales entera y con vida de todas mis aventuras.
-¿Y...?
-¡Coño, nena, que no es normal! Incluso Nacha La Macha me sugirió que te comiera un brazo.
-¿Y para qué vas a comerme un brazo, tía?
-¡Yo no, nena, el bicho del infierno que hay abajo!
-¡Esa marica está LOCA! ¡¡¡Debe ser porque se la inflado a esnifar el viento que corre en la Plaza del Pilar!!!
-¡Eso mismo pensé yo, nena!
-¡Qué cosas! ¿No?
-Sí, nena. Venga, coge el móvil y huye.
-Pero, Dolly…
-¡Gigi! Tienes que aprender una lección muy importante en esta vida: las marikas mancas NO LIGAN. Y hacerse una paja con la mano incorrecta, ¡es la rehostia, nena!
-¡Suerte con la alpóntiga, tía! –me dijo dándome un beso en la mejilla, y tocó una tecla en el móvil para que la luz de la pantalla le iluminara el camino-. ¡Te veré en el siguiente capítulo, tía! –dijo mientras se alejaba.

Y ahí estaba yo, más solita que la una, sin luz, en aquel sitio que apestaba a huevos podridos, con una cosa grande y peluda que intentaba comerme… ¡¡¡COÑO!!! ¡¡¡Era igualito a estar en el cuarto oscuro del Lether!!!

La bestia del averno rugió y comenzó a crujir. Al principio me recordó al sonido que haría una bolsa de nachos aplastada por el culo de María Teresa Campos, y pensé que aquel engendro se había partido la crisma contra los muros, pero no nenas, algo le estaba pasando a aquel ser, y se me encogió tanto el culo (del miedo, claro), que la pasarela de cemento sobre la que me encontraba pronto me pareció el Bernabeu de grande y hasta me entraron ganas de correr.

-¡Dolly, esta cosa se me está meando encima! –chilló Eun desde el nicho en el que había caído.
-¡Cierra la boca y no tragues nada, nena! ¿No has visto La Cosa o qué?

La bestia lanzó un bramido hacia el techo con tal fuerza, que tuve que sujetarme de los bordes de la pasarela para no caer. El alarido se dividió en varios aullidos a capella, como las putas del Dream Girls, porque claro, la gorda de la peli como tiene los pulmones de ocho personas juntas, ¡¡¡puede hacer lo que hace!!! Y por eso le dieron el Os-Ka.

Se acabó. O me movía, o sería mi fin. Palpé a los lados y noté cómo el suelo se extendía hacia mi izquierda… cuando una luz pulsante de color verde iba iluminando desde abajo. O los pedos de aquella cosa comenzaban a hacer reacción, o el muy bicho se había traído la discoteca portátil.

Comencé a andar a cuatro patas huyendo de la luz, aunque ya sabemos que en las pelis de terror lo recomendable es ir hacia la luz, pero yo NI MUERTA, nenas. La bestia o estaba creciendo, o le estaban saliendo más cosas que chillaban como si les metieran los cojoncillos de cinco Babes, los cerditos valientes, dentro de una picadora multifunción.

Eun no paraba de chillar cosas como mi nombre, no me dejes sola y demás tonterías que se suelen chillar cuando piensas que vas a morir y todo eso, pero yo no podía quedarme porque de hacerlo, ¡moriría!, y la prota de la aventura NO PUEDE morir, nenas; vale que en el cine europeo y el Ruso los protas la palmen, ¡pero es que es muy duro ser rusa y no probar ni gota, nenas! Y si eres alemana, lo más normal es que te des una ducha, salgas corriendo a la calle en bata ¡y te atropelle un volkswagen!

Entonces, entre tanta oscuridad, algo brilló. Por un momento creí que era LCGQBQB de Huesconsing, pero no era eso, nenas. Fue mi propio pánico, el que trajo a mi mente una imagen aterradora. ¡Una imagen de mi propia infancia! (antes de ser una Diva y todo eso...)

El avión olía a nuevo, aunque hacía mucho calor dentro, con el espantoso y lluvioso día del exterior; la azafata era una rubia de escándalo, y todos los chicos de octavo de EGB (cuando existía, nenas), convenimos en que estaba más buena que Molly Rinwald, pero no tanto como Cybill Shepherd, y yo pensé que tenía un estilazo tremendo y una sonrisa perfecta.

El viaje de Fin De Curso llenaba todo el avión, y la excitación nos invadía a todos, aunque a mí más, porque iba a sentarme con Víctor. Bueno, al lado de Víctor, aunque hubiera querido hacerlo encima, pero oye, que estábamos en Octavo de EGB, y con sentarme al lado y cogerle de la mano, tenía bastante… y es que Víctor, sufría de vértigo, y estaba sudando antes de que nuestros padres facturaran las maletas en el avión.

Yo me pedí ventanilla, Víctor en el centro, y se nos adosó Puerto, conocida en todo el colegio por “Bocinas”, y es que a todos los del cole, les había cogido los huevos y se los había estrujado, antes de tirárselos. A todos, menos a mí, que lo intentó, claro, porque de todos los chicos, modestia a parte, yo era un caramelito en el que todas las niñas se fijaban porque no tenía granos, era rubio, estaba muy moreno y era lo más FASHION que había, aunque no me hablaban porque el Día de las Profesiones, dije que algún día sería manager de Barbra Streisand y que relanzaría su carrera... hasta el infinito, y más allá, sólo el 2% sabía quién era Barbra Streisand. El profesor y yo.

Víctor apretó con fuerza mi mano cuando el avión vibró, y la bandejita del respaldo se abrió de sopetón, cubriendo la erección que me atacó. Sí, a esa edad tenía erecciones y muchísimas sintomas más de marika, nenas.

-¿Habéis visto Aeropuerto? –chilló Puerto por encima del sonido de los motores cuando aceleraban en la pista de despegue.
-¡Puerto! –le grité para que cerrada el pico.
-Padre nuestro que estás en los cielos… -comenzó a rezar Víctor.

Yo me acerqué a su oído, y muy bajito, rozando mis labios con su orejita, le susurré.

-¿Sabes una cosa? Fernando, que se la tiró la semana pasada, dice que tiene el chocho más peludo, que el culo de cewbacca.

Víctor salió de su terror y soltó una carcajada. Yo me fui a reír, pero la gravedad me clavó a tierra cuando el avión despegó, y los tres nos hundimos en los asientos; no era un día para volar, porque estaba lloviendo a mares, y porque no se veía ni un pedazo de cielo, pero el avión, erre que erre, ascendió y ascendió entre nubarrones grises, haciendo temblar todos los compartimentos. Unos se abrieron y saltaron abrigos, un paraguas y alguna mochila de mano, mientras que la rubia azafata, corría de un lado a otro como el prota de aquella peli que vimos la semana anterior, y que nos quedamos fritos de lo aburridísima que era: Carros de Fuego.

-¡Nunca pensé que moriría en un avión! –chilló Puerto.
-Querrás decir, que nunca pensaste que ibas a morir en un avión ¡sin follarte al piloto antes!

Y entonces Víctor soltó tal carcajada, que nos dejó sordos. Sí, se había tranquilizado un poco, y había dejado de apretarme con fuerza la mano, pero no me la soltó. Y de ese detalle, Puerto se dio buena cuenta.

-¿Sabéis que hacéis una buena parejita?
-Nena, incluso tú podrías hacer buena pareja conmigo –y levanté mi mano enlazada con la de Víctor-. Pero si esperas que te coja de la mano así, antes deberás lavártelas, nena, porque huelen a Fernando Romero.

No diré que el vuelo fue maravilloso, porque fue un auténtico desastre, menos para mí, que pedí limonada y me salvé, ya que todos los que pidieron zumo de naranja, que no era otra cosa que TANG de naranja, terminaron con cólicos diarreicos durante varios días, mientras que yo, estaba divina de la muerte, como una enfermera de la segunda guerra mundial ayudando a los heridos… y sobre todo a Víctor, que fue mi compañero de habitación.

Ese viaje, me demostró dos cosas. Primero, que podría luchar contra los elementos y ayudar a los demás sin perder mi clase y estilo, y segundo, que aunque seas más puta que Puerto, si tienes un cólico diarreico, no te comes una polla por más que lo desees con todo tu corazón.

-¡Luchar contra los elementos! –grité en la oscuridad absoluta de aquellas catacumbas y vi lo que había ante mí, satinado de un verdor intenso. A lo Matrix, pero sin marikas chachiformes paradas en el aire vestidas a la última.

Me puse de pié. Lo veía todo. El laberinto de paredes altísimas de cemento, se bifurcaba en todas direcciones. Salían caminos a un lado y a otro, como un rosal olvidado de la mano de El Jardinero Fiel, que busca la luz del sol… y eché a correr, mientras hubiera luz a mi espalda, por mucho que berreara el demonio que habían convocado los satanistas.

Los caminos pronto fueron terminándose y descubrí, para mi horror, que ahora corría describiendo una elipsis y en paralelo a las paredes del gigantesco recinto. Altísimas, hinchadas de humedad e imposible de escalar, a menos que llevaras puesto el spider-traje de la muerte. Apreté los codos contra el cuerpo al correr, a lo Steven Seagal, que parece que así se corre una mejor ¿? ¡CORRE!, una mejor, y seguí bordeando el altísimo muro de cemento que terminó metiéndose en la pared… ¡y yo me quedé sin camino!

Y grité, y creo que planeé como unos tres metros o así, hasta caer de narices en las losetas de la gigantesca sala. ¡¡¡LA SALA!!! ¿Pero qué coño había hecho? Me había tirado a la jodida sala de columnas, en la que estaba esa cosa.

Intenté levantarme rápidamente ¡JAjeJIjoJU! ¡Coño, me dolía todo! Miré hacia arriba, hacia mi pasarela de cemento, que estaba altísima y que no podría escalar aunque me dejara crecer las uñas; tras las columnas, decenas de ellas, la luz verde que lo inundaba todo, salía como los láseres verdes de discoteca, y la bestia volvió a correr hacia mí, llevándose por su olfato… y ahora sus pisadas eran muchas… como las sombras que se proyectaban hacia mí, que eran también ¡MUCHAS!, con lo que imaginé que… o bien le habían salido más patas de lo normal a aquella albóndiga gigante, o se traía a sus amiguitos para merendar…

¡¡¡Y YO SIN TULIPÁN!!!