sábado, diciembre 31, 2005

~6~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior…

Yo casi la palmo por culpa de la miga de un pan alemán, pero me salvó en el último instante el niño pijo que marcaba paquete; vi unos movimientos raritos, de mosqueo total, pero la comida estaba deliciosa, así que no le di mucha importancia. De todas formas, yo me había llevado el Frotasec, por si a la Gigi o a mí, se nos comían vivas unas diarreas con tanta comida tan rara y tan country.

-Tía –dijo Gigi-. Aquí viene otra vez la loca esa.

Dicho y hecho, sin darme tiempo a asimilar su presencia, La Rata Gustavo se sentó en la mesa de al lado, sonrió a Meri y al niñopiñata, y nos atravesó con la mirada.

-Es curioso, ¿verdad?
-No, nena, no es curioso –respondí yo-. Has venido derechita y te has sentado ahí –dije moviendo los dedos índice y corazón, imitando sus pasitos de rata que había dado, desde su mesa hasta nosotras-. Ni te has teletransportado, ni te has manifestado como una aparición mariana, ni nada de eso, nena.
-Me refería… a que es curioso eso de los Blogs… -he hizo algo como “pausa valorativa” apretando los morros sin dejar de mirarme, porque para ella parece que yo era su única misión en esta vida-. Sí, en los blogs la gente cuenta sus cosas, cosas reales… o también, cosas inventadas, y todo el mundo se las cree. Incluso yo; crees que son personas guais, ya sabes, ese tipo de gente que te encantaría que fueran tus mejores amigos y todo eso, y cuando las ves en persona, son escoria en estado puro. Vulgares, pusilánimes y que se creen los Neos de la Matrix.
-¿De qué habla? –me preguntó Gigi más pedida que Wally en una película de catástrofes.
-Dolly –prosiguió La Rata Gustavo, sonriendo como en un anuncio de turrones-. Toda tú eres una invención: zorra.
-Tu cara sí que es una invención –dijo Gigi en mi defensa.
-Tranquila, nena –dije yo-. Que a trastornadas como ésta, me las conozco del Blanco y Negro, cuando fue invadido por los chaperos de Europa del Este.

Claro que… cuando dije lo de “chaperos”, saeteé con la mirada a La Rata Gustavo.

-Tus días de Dolly la Fantástica… están contados, puerca –dijo bajito, sonriendo, y apretó tanto los dientes, que le restallaron como hace la Furcia (mi hámster fucsia), cuando se los roe para que no le crezcan demasiado y se le claven en el cráneo.
-Debes estar hablando de la Obregón, neeenaaa… ella es la fantástica, no yo. Y aparta tu cara de mi vista, que me entra el gómito… y te advierto que he comido mucho, o sea, que no respondo de lo que pueda salir por mi boquita –y sonreí dando el tema por zanjado. No iba a perder mi maravilloso tiempo, hablando con aquella perturbada psicótica salida del guión de Misery 2.
-En cuanto pise Madrid, me haré un blog y te hundiré –dijo levantando la barbilla.

Un silencio se comió nuestra conversación, hasta que de fondo oí un “piñata”, que me era muy familiar; conté mentalmente hasta diez fresisuis, para no arrearle otro guantazo, y descargué mi energía doblando cuidadosamente la servilleta.

-¿Qué esperas que haga? ¿Qué grite? ¿Qué tiemble? –la interrogué, pero ella ni se inmutó. Mantuvo mi mirada, como si fuera de plástico.
-Eres lo peor, tía –le dijo Gigi.

Sí, la frase de Gigi fue absurda en aquel momento tan tremendo, porque el Duelo era entre La Rata Gustavo psicótica y yo, pero no fue la frase lo que hizo su efecto, sino el 45 que calza la Gigi, con el que le pisó el pié a La Rata Gustavo, como si apagara una colilla; la otra, se puso a chillar como si toda su ropa de licra hubiera encogido, y se levantó de un bote atrayendo la atención de todos los que estaban en el comedor.

-¡Es una arañita, tía, no es para ponerse así! –dijo Gigi mirando algo en el suelo, que desde luego, ¡no existía!-. Estamos en el campo, es normal que haya arañitas –prosiguió Gigi, de lo más natural.

Pero La Rata Gustavo seguía chillando y quejándose de su pié, y Gigi mirando aquella araña que se había inventado, y que yo, de tonta (y de buena a miga), le seguí el gesto y la conversación.

-¡Por Dior! Pero si es una arañita minúscula –y miré hacia La Rata Gustavo que estaba llorando en plan melodramática, lanzando sus lágrimas a varios metros de distancia, haciendo aspavientos con una mano, mientras que con la otra intentaba quitarse el zapato -. ¡Que no te ha mordido, neeenaaa…! –y miré a Gigi y dije bajito, aguantándome las risas-. Gigi, cuando improvises, avisa, que hasta a mí me ha asustado el alarido que ha dado la muy puta.
-¡A ver si tú no has visto también la arañita!
-¡Sí, la arañita de las cuarenta y cinco patitas!


Con semejante elementa chafardera fuera de combate (Gigi 1 - La Rata Gustavo 0), terminamos de comer (la otra seguía quejándose y pidiendo unos rayos X para no se qué de una fractura), cuando Olivia, que parecía algo desbordada por la situación, se acercó a nuestra mesa con las llaves de la cabaña.

-¡¡¡Por fin!!! –dije súper emocionada y miré a Gigi-. En cuanto estemos instaladas llamo a Bruno.
-Su cabaña es la número catorce –dijo Olivia mirando en la tablilla con todos nuestros nombres.
-¡Qué jeby, neeenaaa! –y miré a Gigi-. Eso es tener suerte, ¡casi nos toca la cabaña trece!
-¿La trece? -preguntó Olivia y sonrió súper cool-. Hace años que los resorts han descartado el número trece.
-¿Y entonces qué hacen? –preguntó Gigi, con menos luces que un paraguas.
-Se omite –dijo Olivia.
-O sea, que entonces… aunque tenemos la cabaña catorce…
-A efectos prácticos –dijo Gigi.
-¡¡¡ESTAMOS EN LA CABAÑA 13, NEEENAAA!!!

Chillé, miré a Gigi y volvimos a chillar juntas, pero claro, no fue lo mismo chillar juntas en el WC, en plena calle, o en el cuarto oscuro del Lether... porque estábamos chillando en un enorme salón de madera, y la madera absorbe el ruido, dicho lo cual, el berrido que dimos no sonó nada cool y me defraudó un poco.

-¡No me jodas que tenemos la trece! –dije a Olivia.
-¡Holy Manolis! –dijo Gigi.
-Olivia, wappa –dije estirando la mano con las llaves-. O nos cambias de cabaña o te haces cargo de la factura de nuestro psiquiatra, que es argentino, marika y tiene gustos súper caros...
-Eso será imposible. Ya están adjudicadas las cabañas.
-¿Cómo que ad-ju-di-ca-das? ¿Sólo hay ocho cabañas? ¡Pues vaya mierda resort, neeenaaa!
-Más que un resort, es un ¡mini-mini-mini resortín! -dijo Gigi.
-En el complejo disponemos de cincuenta cabañas, pero por ahora sólo hay ocho en fase piloto.
-¿Qué piloto? –preguntó la Gigi, que se pone muy berraca con las aerolíneas, desde que de pequeña se tragó aquella serie de Azafatas en el Aire.
-No hay pilotos, Gigi; una fase piloto, es como una casita de prueba.
-Ah –dijo Gigi.
-Mira, Olivia, me es igual, intenta cambiarnos con la cabaña de alguien.
-De nuevo, eso será imposible. Ya he entregado las otras siete, y vosotros sois los últimos.
-Es un asco ser las últimas -dijo Gigi.
-Sí, como las de Filipinas –corroboré.
-Crean me. Todas las cabañas son exactamente iguales.
-Sí, nena, no te lo discuto, que tú trabajas aquí y fijo que hasta habrás tenido tiempo para comprobar la ergonomía de los colchones, saltando sobre las camas, ¡PERO! –y levanté la llave para que la viera-, aunque aquí dice Nº 14, ¡¡¡Nuestra cabaña es la TRECE!!!
-Y yo soy ¡súpers tirosa! -dijo Gigi, tajante.
-Es la catorce -repitió Olivia.
-¿Pero no os saltabais un número?
-¡Gigi, por Fagor! ¡Pero, nena! -dije a Olivia-. Tienes que ayudarnos...
-Les encantará la cabaña –dijo Olivia en plan, te jodes y te aguantas: puta, porque se dio la vuelta y nos dejó allí, más solas que la banderita que hay en la luna.

En toda esta discusión, los demás se habían largado a disfrutar de sus cabañas (que no eran la TRECE), dejándonos atrás (como siempre), como las dos marikas de la cabaña TRECE.

-Bueno, tía, si pensamos mucho que es la catorce… quizá…
-No funciona, Gigi. Nos han encasquetado la trece -y señalé a Olivia-. Y cuando la Hija del Doctor NO, dice que NO, es que NO.
-¡Mira! –dijo ella muy resuelta, poniéndose en pié-. Las gitanas siempre te intentan vender el número trece porque trae suerte.
-¡Y un huevo de pascua, nena! –dije y me levanté-. Las gitanas dicen eso, para quitarse del mandil el cupón, ¡porque saben!, que llevan el mal fario con el número 13.
-¿Tu crees?
-¡¡¡Rotundamente!!!
-Ah, bueno, pues si es así, no se lo vamos a discutir a la gitana, ¿no?


Tras acojonarnos andando un poco… que en realidad fueron casi 10 minutos a pie, entre una niebla de peli de terror, siguiendo la cinta roja que marcaba los senderos, y guiándonos por los carteles de madera (súper chulos y con un diseño monísimo), vimos la indicación hacia la cabaña catorce, aunque en realidad era la TRECE. Que una será muy loca, pero no tonta.

Andamos un poco más y apareció como de la nada, una cabaña de escándalo, pero que parecía de juguete. No porque fuera enana. A ver, que me explique: tampoco es que fuera un loft, porque era una cabaña, pero súper cuqui y hasta Gigi se quedó sin habla al verla.

-Tía… -dijo tras unos segundos.
-Sí… me encantaría que Bruno estuviera aquí, para que me entrara por esa puerta, en brazos.
-¡Jo, tía! Eres súper cruel, ¿me vas a echar en cara todo el tiempo que Bruno no está aquí?
-Ay, que no, Gigi, pero lo extraño tanto, que mira, le voy a llamar… -y cogí el móvil.
-Y por qué no le llamas desde dentro y le cuentas cómo es… venga, va, que me estoy meando y quiero verla. Abre la puerta, Dolly.
-Mira que eres básica. Es llegar a un sitio bonito y que apesta a nuevo, y tú que te vuelves loca por mearlo como las perras callejeras.
-Tía, que me meo, Jolines.
-Está bien, está bien –y cogí las llaves y abrí, cuando el móvil pitó. No había cobertura-. ¿Qué te decía? No hay cobertura. ¡La maldición de la cabaña trece ha comenzado!
-Será por el mal tiempo –dijo Gigi importándole un cuerno, y entrando en la cabaña a todo correr.

Cuando entré, el calor me abrazó como una madre… como una madre muy acalorada.

-¡Nena, cómo se pasan con la calefacción! ¿No? ¡A ver si nos han dado la cabaña sauna, o ¡¡¡la cabaña del infierno, neeenaaaa!!!
-¡No me desconcentres, tía, que meo por fuera!
-Pues lo limpias, que es una cabaña piloto, y está nueva… y huele a nueva… y sólo habrán meado en esa taza... los veinte leñadores del norte de Nebraska que la han construido –y me quedé muerta con lo que estaba viendo-. ¡Neeenaaa, esto es increíble!
-Sí, tía, hay dos juegos te toallas, dos albornoces y muchos mini jaboncillos de colorines. ¿los podemos… llevar a Madrid?
-Los jaboncillos sí… y me da que los albornoces también… Y si no, que nos busquen por Chueca.

Yo entré, en plan Gran Dama del cine en blanco y negro, tras cerrar con llave, por si las moscas aparecía el Jason de Viernes 13, y me adentré en el saloncito donde alguien había dejado nuestras maletas. No las bolsas súper cools que nos habían regalado, porque esas las llevábamos encima, sino las maletas de marikas viajeras.

-Gigi, termina ya, y ven a ver esto, neeenaaa, ¡que te lo estás perdiendo!

Oí cómo tiraba de la cisterna, los grifos del lavabo y salió por la puertecita de la izquierda mía, con cara de menos nerviosa y ojos de flipada.

-¡Pero esto debe valer un pastón! ¡Qué saloncito, tía!
-Cuando vuelva a casa, me traumaré, fijo. ¡Seguro que Dolly Parton vive en una casita así! Con un estudio de grabación en el sótano. ¡Qué tíaaaaaaaaaa!

Avanzamos como si anduviéramos por un campo de minas, que en el estilo marika se llama: “andar a lo traveling” o sea, deslizándonos con súper estilazo, mirándolo todo como si fueran planos de la próxima película del Amenábar; el saloncito se dividía en salón cocina, muy estilo rural, con otra puerta cerrada y un pasillito a la derecha, por el que nos metimos hasta dar con un dormitorio, con cama individual.

-¿Cama individual? –pregunté al aire-. ¡Vamos a dormir fatal, nena!
-Espero que haya otro dormitorio.
-Estará en la otra puerta que vimos al pasar –dije volviendo sobre mis pasos y abrí la puerta y… chillamos emocionadas -¡¡¡Sólo falta la chimenea y la alfombra de OSO!!! ¡No Gigi, NOooo!

Demasiado tarde. Gigi ya había cogido carrerilla y saltado como una gacela sobre la megacama de matrimonio, con manta peluda, de esas donde deseas revolcarte en bolas con un tiarrón del norte de Nebraska, o en mi caso, con Bruno; Gigi se tumbó en aquella gozada de cama con manta peluda, haciendo poses como si la fotografiaran desde el techo en V invertida (y todo de madera de la de verdad).

-Si pusieran una cámara ahí, podría hacer un striptease a lo Jane Fonda en Barbarella.
-Sí, seguro que sí –dije y me tiré a su lado y la imité en aquel momento orgásmico-. Pero Barbarella sería yo, ¡neeenaaa! Que soy rubia.
-Tú no eres rubia Dolly -dijo y se sentó en la cama.
-Es que me pongo gomina, nena, pero si no me la pongo, el sol brilla de forma que...
-¿Quién es ese?
-¿Quién es quién? –me incorporé, para ver a Gigi mirando hacia la ventana que había en el dormitorio. Al otro lado, sólo estaban las formas blancas de la niebla-. ¿Quién?
-Ahí fuera había alguien.
-Nena, no empieces con el rollito Sexto Sentido, ¿vale? ¿Quién era? ¿La Rata Gustavo?
-No, tía, mira –y me enseñó el brazo-, se me han puesto de punta.
-Serán los pelos del coño, nena, ¡que tú no tienes pelos en los brazos! ¿¡Pero quién era!?
-Y yo qué coño sé… era… ¡era un viejo! –y se puso las manos en las sienes-. Y estaba mirando así por la ventana.
-¿Pero un viejo? ¿Un viejo cómo?
-¡Pues arrugado, tía, como todos los viejos! Y movía la boca.
-¡No me jodas, nena! –dije poniéndome en pie de un salto, mirando hacia la ventana, pero sin acercarme a ella-. ¿Dijo algo? ¿Algo así como Rosebud o Todos Muertos?
-No, no… estaba como con el mute de la tele. Movía la boca pero no se oía nada.
-¿Seguro que intentaba decir algo, o estaba mascando chicle?
-¿Cómo va a estar ese viejo mascando chicle con dos dientes, tía?

TROCK!!! TROCK!!! TROCK…!!! Sonó en la entrada, y es que las maderas de verdad, no hacen toc, toc, toc, sino trock, trock, trock… Alguien estaba llamando con los nudillos, y con ganas de asustarnos, en la puerta de nuestra cabaña trece.

martes, diciembre 27, 2005

~5~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior…

Sí, nenas, íbamos a morir… o como dirían las putas éstas que creen en el Karma: "íbamos a transformarnos ¡¡¡EN JABONES!!!", porque ya me dirás: doble valla electrificada, puerta de seguridad de entras y no sales más, chulazo de seguridad y mega perro de los que te ladran y te cagas encima del susto. ¡HORRIBLE!

-¡Nos van a convertir en jabones, Gigi!
-¡Tía, estoy demasiado asustada como para oírte! ¡Déjame gritar en paz, PLEASE!

Y berreamos histéricas de los nervios, porque nos había tocado la lotería del autobús a 160 kilómetros por hora, que se estrella contra lo primero que encuentra; gracias a Dior, no hicimos el ridículo para nada, porque todo kiski en el bus, se puso a chillar como si el mismísimo King Kong les hubiera metido el pulgar por el culo a todos ellos. ¡Un griterío de escándalo, neeenaaa!

Yo, que iba de osada, no entendía por qué aquella chica que parecía tan inocente, la Olivia de la Takami Corp., sonreía de forma tan sádica, hasta que me dio por mirar hacia atrás (osada que es una), y entre la niebla, tras nosotros, vi que no era un camino de tierra por donde iba el bus… sino… ¡¡¡unos raíles!!!

-¡¡¡GIGI, vamos en el TREN DE LA BRUJA, neeenaaa!!!
-AAAAGGGG –me dijo ella, que yo lo entendí como que estaba demasiado histérica para entenderme en aquel preciso momento.

El bus pegó un giro del carajo hacia la derecha, y después otro, y otro más, y yo miré mi ZEN, ¡que no sé dónde narices había ido a parar!, pero en el que seguro que todos los cantantes que caben en 6 gigas, se estaban gomitando los unos a los otros, mientras que la Kylie Minogue se remangaba la faldita cursi, se sujetaba el sombrerito de cucurucho con la otra mano, y saltaba de emepetrés en emepetrés en sus tacones de aguja, librándose de los gómitos.

-¡Dolly! –me chilló la Gigi con cara de aterrada perdida-. ¡Quiero que sepas, que te he puesto como heredera legítima de todas mis cosas!
-¿¿¿Y para qué coño quiero yo tus camisas lolailo??? ¡¡¡So loca!!!
-¡¡¡AAAAGGGGHHHHHH!!! –chillamos las dos a la vez, porque el bus-tren pegó otro giro inesperado.
-¡Desagradecida! –me digo cuando recobró el aliento.
-Si no tuvieras tan ¡mal gusto, neeenaaa…!

Y entonces sonó un ¡CLAK!, y el autobús deceleró (sí, nenas, deceleró, que no es lo mismo que frenar). Deceleró a lo Harry Potter, y se deslizó como si flotara en el aire hasta que llegó a donde tenía que llegar, y se detuvo, suave como una lanzadera de Star Trek.

El resto de los ganadores, tan histéricos como yo, tardaron en reaccionar cuando Olivia, súper cool ella, tomó el micrófono y dijo por megafonía:

-Acaban de disfrutar de la primera experiencia de aventura en El Valle Takami

Y se puso a aplaudirnos, como si le hicieran efecto los tripis que desayunó esa mañana, mientras en los monitores del bus, una tía súper guay vestida de exploradora, nos contaba que nuestro autobús, ¡no era un autobús normal, nooo! Porque con todo ese rollo de preservar al naturaleza y al mapache de turno que vivía por allí, se había instalado unos carriles de titanio, para que el bus, al entrar por el portón, se acoplara a un cepo-vagón, y bajáramos cuesta abajo a 230 kilómetros por hora, en plan montaña rusa... ¡¡¡Pero sin que nadie te avisara de que ibas a montarte en una montaña rusa, en una caída de 45 grados a 230 kilómetros por hora!!!

-¡VENÍAMOS A 230 KILÓMETROS, TÍA! –chilló la Gigi emocionada.
-Pues a mí no me hace puta gracia, ¡porque de la velocidad, se me han quedado las orejas en la nuca y parezco la Dori, de Buscando al Memo ése!
-¡Los chinos sí que saben divertirse, Dolly!
-Dirás los japoneses, nena… anda, mira a ver si te responden las piernas, porque yo estoy que no me sostengo.
-Si me acompañan –dijo Olivia por megafonía-, iremos primero al lobby para tomar un refrigerio, antes de ubicarles en sus cabañas.
-¡Tía, que nos van a ubicar! –dijo Gigi.
-Gigi, vale ya, que me ha dao un calambre en el pié derecho y duele horrores.
-Vale… ¿te ayudo con tus cosas?
-Pues sí, gracias…

Y la muy puta cogió su mochila y mi ZEN. ¡Anda que no es lista!

-¡Qué haría yo sin ti!, a parte de quedarme sin música, claro –me incorporé como pude, mientras todos se apeaban del bus, en aquella neblinosa mañana del Valle Takami.

Cuando salí, a parte de sentir la fría y húmeda niebla, y ver a los demás cómo se dirigían por un senderito que engullía la susodicha niebla, Gigi parecía más feliz que nunca. ¡Nos ha jodido, con mi Zen! ¡No es para menos!

-Dolly, tía, ¿a que no sabes quién soy? –me dijo, antes de salir corriendo hacia la niebla y desaparecer en ella. Se hizo como invisible la tía.
-¿Gigi? –la llamé, pero sólo vi niebla y más niebla, hasta que una forma de otro mundo, se formó y apareció la Gigi, con cara de marika de Los 4400. Una Retornada trastornada, o similar, con rictus serio, hasta que me buscó con sus ojos y sonrió.
-¿A que no sabes quién soy?
-¿La abducida TONTA que aún no ha salido en Los 4400?
-¡No, tía! -dijo entre risas-. ¡Soy la Niña de Silent Hill!
-Vamos… tira pallá, que nos vamos a perder… la niña del Silent Hill, dice…
-Se están retrasando –dijo tras de mi la voz de Olivia.
-Anda, mira qué bien, contigo quería hablar yo –le dije a ella-. Olivia, ¿verdad? –y ella asintió varias veces como esos perritos que asienten, que van pegados en la parte trasera de los coches de los horteras que no tienen perdón de Dior-. ¿Puedes decirme si tengo algo aquí? –y levanté la barbilla, para que me viera mi cuello de cisne.
-¿Qué debería ver? Porque no veo nada -dijo Olivia.
-Pues qué raro, porque mis gónadas, normalmente están aquí –y me cogí el paquete, también conocida por entrepierna-. Pero no sé por qué, han desaparecido. Ah, sí, espera. ¿Puede que desaparecieran en ese Tren de la Bruja loca en el que nos habéis metido antes? ¡¿Te parece eso normal, neeenaaaa?!
-Lo impredecible es siempre el comienzo de una aventura.
-Siempre y cuando no termines muerta en tu aventura, y mira que sólo estamos por el Capítulo 5, nena.
-Takami Corp. ha preparado varias aventuras similares, para que su estancia aquí sea la mejor que hayan tenido en cualquier parque de atracciones.
-Pero la filosofía de los japoneses estos es el relax, no matar a sus clientes de un susto a 230 kilómetros por hora.
-Tacami Corp. ha descubierto que los altos índices de adrenalina, son el regenerador más sano y natural para nuestros cuerpos.
-Qué lista –dijo Gigi y me miró-. Es que tiene respuestas para todo, ¡la tía!
-Pues mi adrenalina y triglicéridos están ideales, y no hace falta que ninguna locura japonesa los revolucione. Así que si hay más putadas como esta, mejor será que nos avises, porque la Gigi es muy de tener impresiones fuertes.
-Sí, soy impresionista –dijo Gigi.

Pero Olivia ya se había puesto a andar, y nosotras no tuvimos más remedio que seguirla a donde fuera, allí, perdida entre la niebla, hasta que se formó una niebla más gris de lo normal, como con ojos, que no era otra cosa que la cabaña Lobby central del complejo, enorme y súper cool, que parecía estar construida con troncos de verdad, no con chapas de madera cutres.

-¿Dolly, que buena pinta tiene, no? –dijo Gigi.
-La verdad es que sí. Muy glamorosa, sí, pero no nos obnubilemos, a ver si la cabaña que nos toca, va y es como de retrete de peli del Oeste.
-Pues a ti te mola mucho lo del Oeste.
-Claro, nena, pero del Oeste cool, con vaqueros y demás, no de Oeste del tercer mundo, donde sólo nieva, y los vaqueros son barbudos y feos como el culo de una mona pakistaní. Ese Oeste no mola nada, no. No es nada cool.
-Y mira que yo pensaba que todo el Oeste es igual.
-Pues no, nena. Está el Oeste cool, que es el que sale en las pelis de Dolly Parton, y el Oeste Tercermundista, que es el que sale en las películas de Clint Eastwood.
-Pues a mi me gusta Clint Eastwood.
-Y a mi las momias, y me voy a verlas al museo pagando, pero ésto es un regalo, y los regalos tienen que ser cools. ¡Anda entra ya! Que con tanta humedad se me va a dilatar el pito y me lo piso. Y devuélveme el ZEN, warra.
-¡Pero si ni me ha dado tiempo a encenderlo!
-¡Ni falta que hace, que se me gastan las pilas!
-¿Lleva pilas?
-No, batería, peor es lo mismo, una pila a la que le han dado un taconazo.
-Ah. Entonces es una pila como la de los teléfonos móviles ¿no?
-¡GIGI!
-¡Vale, me callo!

El interior de la cabaña lobby fue lo más ¡casi!, y leedlo bien, ¡CASI! Tan cool como nuestras nuevas mochilas de regalo por ser ganadoras; el interior era enorme, tipo barracón militar, pero con estilo… aunque no hubiera estado mal unos cuantos militares sin camiseta ultra vitaminados, pero no, nada de chulazos. Estábamos los que estábamos en el bus, mas tres personas del “servicio”. Sí, nenas, teníamos servicio y todo.

-Gigi, a partir de hoy llámame Escarlata.
-¿Y eso?
-¡Porque me siento más sureña que nunca!

La cogí del brazo y nos fuimos hacia donde se estaba repartiendo el refrigerio, que era tipo buffet (sí, nenas, con doble te), y alargado como un dildo de las pelis de masocas. Esas que siempre echan en el Lether.

-Gigi, nena, esto huele que alimenta… y yo trayendo comida para el viaje.
-Pues mira, para esta noche, por si nos entran ganas de picar.
-Pues sí… -dije, y me estuve muy atenta de no ponerme cerca de La Rata Gustavo, que no dejaba de mirarnos en todo momento.

Los ganadores, como nosotras, ya habían cogido sus bandejitas con algo de comida y bebida, que servía una señora oronda, pero de cara súper maternal, como la que tiene la taiwanesa que sale en mi bote de salsa de ostras, que tengo en la nevera y a la que Gigi rebautizó como "La Japi-Japa", porque se la ve muy feliz cocinando, aunque como ya he dicho, no es japa, sino taiwanesa; la cocineta (no la de la salsa de ostras, sino la de la Takami), llevaba una camisa que era un horror de narices. Como las de Agata Ruiz de la Prada, pero sin alambres ni ruedas.

-Hola –dijo ella súper agradable-. ¿Qué les apetece? –se refería a todo lo que había para hincarle el diente, claro, porque lo que había eran montones y más montones de comida.
-A mí me apetece de todo –dijo la Gigi, que es muy ella.
-Pues a mí lo que usted me diga –dije yo, súper educada-. Porque como es la cocinera, seguro que sabrá qué es lo que está más rico, y engorda menos.
-Si me dejan que les aconseje –y se inclinó sobre nosotros en plan L.A. Confidencial-. Yo comería más bien poco, no porque esté malo, no, sino porque en dos horas se va a hacer la barbacoa, en la que hay hasta carne de arce.
-¡Ves! ¿Qué te dije? ¿Qué te dije, Gigi? –y le di una palmada en el pecho-. ¡Aquí fijo que hay mapaches! –y me volví a la señora, que tenía una chapita con su nombre-. Pues mire, Jacinta, pónganos lo que usted crea conveniente, que seguro que está riquísimo.
-Piñata.
-Y pal niño una piñata –y al mirar hacia abajo me di un susto del copón, con la cara del enano, que ni os lo podéis imaginar.
-¿Qué se te ha olvidado, tesoro? –preguntó Jacinta al niñopiñata.
-Piñata –dijo él, alargando su vaso vacío de limonada.
-Es de ideas fijas –dije yo.
-Ya me he dado cuenta –dijo Jacinta.
-Piñata –repitió, cuando Jacinta rellenó su vaso vacío con más limonada, y a éste se le alargó la cara para los lados como si fuera un globo a punto de explotar-. ¡Piñataaa!
-Piñata de limón –dijo Gigi-. Pues yo también quiero Piñata.
-Piñata –se fue diciendo el niñopiñata, más feliz que un jubilado tras recorrerse arriba y abajo la calle Montera de Madrid (calle llena de lumis, para que me entiendan aquellos que no son de Madrid; de putas, coño, que parecéis perdidos).

Cogimos un poquito de aquí y otro poquito de allá, recomendaciones culinarias de Jacinta, y buscamos una mesa donde sentarnos, porque todas las mesas eran como para cuatro personas, y súper cools decoradas, estilo La Casa de la Pradera; terminamos sentándonos en la más alejada, cerca del niñopiñata y de su mamá, la señora gorda, que tenía aún cara de seguir bajando la pendiente a 230 kilómetros por hora.

-Hola –dijo auto presentándose-. Me llamo Gloria, auque mis amigas me llaman “Meri”, y éste es mi hijo Yeyo.
-Piñata -dijo el niño.
-¡Hola, Yeyo Piñata! –dijo la Gigi de lo más natural, y a mí se me fue el pan alemán por el camino viejo, claro que monté el numerito para que se dieran cuenta de que me estaba ahogando viva, y alguien me dio una palmada en la espalda, hasta que las migas marrones de pan me salieron por las narices como dos proyectiles.
-Gracias –dije… y descubrí que era el pijo, que venía con su novia la pija en el bus, y que además, visto de cerca, marcaba más paquete que de lejos. Y no era un efecto óptico de ahogamiento con pan alemán, no. Marcaba, y marcaba.

Pese a todo lo que ocurría a mí alrededor, me fijé en muchas cosas, como que:

A) La Rata Gustavo nos daba la espalda, y tenía a tiro a su acompañante, que bajo aquella luz, estaba más mono y todo y…

B) Olivia, que parecía todo simpatía, le reprochaba algo a Jacinta, la cocinera del buffete, que no conseguí oír, pero que parecía disgustar mucho a Jacinta, y que tenía que ver con algo de la camisa que llevaba puesta, en lugar de el uniforme de la Corporación que debería tener puesto.

sábado, diciembre 24, 2005

~4~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior…

Encerradas en el bus (y no en el de Antena 3, que olía a culo, patas sudadas y chumino Loewe), conocimos a una petarda en potencia que podría hundirnos nuestra semana de vacaciones GRATIS, en las cabañas de Takami Corp.: La Rata Gustavo, como la rebautizamos Gigi y yo, tras dos minutos de cháchara con la susodicha.

En los monitores del bus, seguían pasando el publireportaje de la Takami Corp., que ya empezaba a ser cargante, porque nosotras esperábamos ver a chulazos disfrutando de la naturaleza (leñadores, pastores, guardabosques, dos marikas culturistas follando contra un pino con las nikes puestas), y lo que vimos fueron: paisajes, animalitos, más paisajes, más animalitos, cabañas por fuera, más animalitos, una tía en bañador mojándose el chumino en un río o algo parecido, otro puto animalito corriendo por otro paisaje, cabañas por dentro, con la chuminomojado del bañador, pero ahora vestida y súper cool leyendo un libro, más paisajes con puesta de sol, un animalito durmiéndose, una luna llena, cabañas desde fuera con las luces encendidas…

-¡Qué bonito! –dijo Gigi.
-Te juro nena, que como vea un animalito cuando baje de éste bus, le voy a dar tal patada en el culo, que va salir volando sin puente aéreo a Valencia. ¡Qué estrés y cuanto bicho hay fuera de las pajarerías, no! ¿Estarán todos vacunados, supongo?
-Es el campo, Dolly.
-Sí, coño, pero ni en La Casa de la Pradera salía tanto animalito, ¡jopelines!, a mí me da que había algún inserto de animales de otros países, porque me pareció ver un koala.
-Quizá se han traído animales exóticos.
-Ya, ya, como la mona de Estallido y el Bigfoot. ¡Nena que me estoy estresando!

Y como de forma telepática… las dos bajamos la vista del monitor, levantamos nuestros culitos de los cómodos asientos y miramos en dirección de La Rata Gustavo y su extraño acompañante, pero no nos estaban mirando, porque estaban súper pendientes del vídeo promoción, con aquellos visitantes que cantaban bajo las estrellas alrededor de una hoguera. Pero el niño gordo, sí nos estaba mirando, sacando su cabecita por el lateral del asiento, y nos dijo: “Piñata”; apretamos nuestros culos y volvimos a sentarnos.

-Se me han puesto de punta, los pelillos de las tetillas –dijo Gigi.
-A mí me da que ése niño ha visto El Resplandor, unas cuantas veces… seguidas.
-En el “orfelinato”.
-Orfanato, Gigi –la corregí yo.
-En el “ORFANATO, GIGI” –dijo Gigi la muy puta y con retintín-, había un niño que se le parecía, al que todo el mundo apodaba “Manolito pelotas”.
-Un futuro futbolista o exhibicionista, supongo.
-Y un cuerno, tía, un guarro de puñetas –dijo Gigi-. Tenía a una pandilla que te agarraba y te tumbaba al suelo, y él se bajaba los pantalones, te pasaba las pelotas por la cara y se tiraba pedos en tu cara.
-¡Neeenaaa! ¡Qué asko, con el Manolito pelotas!
-¡Holaaa…! –dijo la Rata Gustavo delante de nuestras narices y nos hizo chillar histéricas.

Ni que decir tiene, que todo el autobús se volvió hacia atrás, a ver qué cuernos les pasaba ahora a esas dos taradas que estaban al fondo del bus.

-Tenemos que llevarnos súper bien, porque soy tu súper Fan Número Uno, Dolly –y miró a Gigi con asco-. De ti no soy tan fan, porque aunque eres divertida, pareces una pusilánime.

Gigi y yo no pudimos responder, porque aún estábamos shockeadas por el susto que nos había dado la hijadelagranputa, de La Rata Gustavo.

-Hay una cosa que nunca has contado en tu blog, Dolly –y me puso un puño cerrado delante de los morros, como si sostuviera o sostuviese un micrófono imaginario-, una cosa que seguro que tus fans y seguidores estarían locos por saber: ¿Eres Activa o Pasiva?
-¿Y tú eres Puta o Hija de Puta, wappa? –pregunté antes de arrearle un guantazo con la mano abierta, que la envió disparada hacia la izquierda contra la ventanilla, hizo ¡CLONG!, y rebotó hacia la derecha para espatarrarse en el pasillo.

Miramos al frente y nadie lo vio. Nadie, excepto la carita del niño gordo que surgía de uno de los asientos hacia el pasillo.

-Piñata.
-¡Piñata, tú! –le chilló Gigi, pero sin decir palabra, sólo moviendo la boca, y a mi me pareció que le salieron unos subtítulos de respuesta.
-Piñata –dijo otra vez el niño gordo, que seguro que vio los subtítulos de Gigi.

La Rata Gustavo se levantó del pasillo, y el odio le encendió la mirada como si fuera el neón de un bar de putas de carretera o la hermana freak del Antorcha, de Los 4 Fantásticos.

-No puedes hacerle ESTO a tu fan número uno –dijo entre dientes.
-¿Ah, no? Acércate medio metro más, wappa, y verás de lo que soy capaz de hacer.
-Soy tu Fan Número Uno –dijo súper reivindicativa.
-¡Que te largues, coño! –le chillé, porque ya me estaba sacando de mis Iker Casillas.

Y ahora sí, todo el mundo nos estaba mirando, aunque el niñopiñata ya nos estaba mirando desde el principio; lo jeby, es que todo el mundo me miraba a mí, y seguro que estarían pensando: “ése chaval debe estar mal de la azotea”, mientras que la trastornada Fan Número Uno que tenía, La Rata Gustavo, iba de víctima; La Rata Gustavo me sonrió con ojillos vidriosos y se estiró en toda su altura como si se fuera a poner a bailar flamenco.

-Soy tu Fan Número Uno, lo quieras o no, ne-na.
-¡Gustavo! –gritó al fondo una voz varonil, que era la del acompañante de La Rata Gustavo.

La Rata Gustavo se alisó los laterales de su cazadora, como si fuera una saltadora olímpica de trampolines antes de hacer un triple mortal, giró sobre sus tacones y regresó a su asiento con paso de modelo de pasarela. Ya sabéis, torciendo las piernas en un paso imposible, y pisando tan fuerte que dejaba impresa las suelas de sus tenis en la alfombrilla del pasillo.

-Piñata –dijo el niño.
-Gigi –le dije a Gigi-, prométeme que no te acercarás a semejante zumbada.
-¿Me tomas por una chiflada? ¡Antes soy capaz de tragarme toda las temporada de Walker en dividí! –dijo muy asustada-. ¿Quién coño ha sido el notario que ha dado los premios estos de las cabañas? ¿El director de casting de Gran Hermano 7? –y se cogió de mi brazo-. Sólo falta que esas dos viejas que parecen adorables ancianitas, lleven las cabezas de sus maridos momificados dentro del bolso.
-¿Sabes lo que te digo? Que las actividades en grupo que nos tienen previstas, la va a hacer el Takami y su tía Michico. Nosotras hemos venido a relajarnos, y eso es lo que vamos a hacer, relajarnos hasta que se nos duerman los espermatozoides de los huevos del aburrimiento.
-¡Di que sí!
-¡Qué jeby, nena! Para un premio que me gano en mi vida y… ¡No hay cobertura, neeenaaaa! –chillé al ver que no tenía ni un puntito de cobertura en mi mega cool Siemens SL 65.
-¡Anda pues es verdad! –dijo Gigi al comprobarlo en su teléfono móvil-. ¡Sin cobertura y a merced de que nos mate esa puta de La Rata Gustavo!
-Tranquilicémonos, nena, que quizá estamos en una zona de sombra.
-¿Sombra? ¿A estas horas y en campo abierto?
-Es un tecnicismo, Gigi.
-Ah, bueno, si es un tecnicismo, eso lo explica todo.
-Probaré a llamar a Bruno más tarde.
-¿Y yo a quien llamo para ver si el mío funciona? Porque no te voy a llamar a ti, que te tengo sentada al lado.
-Mira, llama a los pelochos. Por ejemplo.
-¡Ah, pues sí! A ver si me regalan los pelochos para colgar en el árbol.

El autobús ya circulaba por un paisaje campestre, que amenazaba tormenta, porque el cielo era gris, pero gris, gris. Se suponía que el complejo estaba a veinte minutos de Madrid, pero si era así, eran los veinte minutos se estaban convirtiendo en los veinte minutos más largos de mi vida, nena…

Pese a que estábamos más inquietas que un marinerito de Querelle en una casa de putas, Gigi y yo conseguimos hacernos las muertas (dormir un poquito); no sé cuanto tiempo estuvimos haciéndonos las muertas, pero lo que sí sé, es que un bache nos hizo chocarnos y nos despertó.

-¿Ya hemos llegado? -preguntó Gigi.
-¿Niebla? –dije y me froté los ojos-. ¿Eso de ahí fuera es niebla?
-Ay, tía, no me asustes… coño, sí que es niebla. Pero niebla de la de las pelis de terror, como La Niebla. No se ve un carajo, tía.

Al otro lado de la ventana, no sólo era blanco, sino que ese fantasmagórico blanco se movía, creando volutas y nubecillas, con formas raras. No eran formas como suelen tener las nubes, ya sabes de conejitos, de rascacielos, de ovnis, genarios o de Tetris y cosas así… porque tenían formas siniestras, como ojos de esqueleto o bocas con colmillos.

-¡Nena! ¡A ver si no es niebla y es humo de un incendio! ¡Vamos a morir incineradas dentro del bus!
-Es niebla –gijo Gigi y me lo confirmó cuando pasó el dedo por la ventanilla, donde el vapor creado por el calor de interior del bus se condensaba.

La niebla fantasmagórica se abrió y vimos una forma de cartel tan pegada a la ventanilla, que no tuvimos que esforzarnos para leerlo: HIGH VOLTAGE.

-¿Dónde coño nos llevan, nena? –pregunté yo a Gigi, pero bajito para no crear pánico entre los demás, aunque a mí los demás me importaban un pimiento de piquillo, de los que no pican.

El cartel estaba colgando de una valla que no podría decir si era súper alta o simplemente alta, por culpa de la niebla. Pero sí parecía, que estábamos entrando con un camino recto y muy largo, con vallas electrificadas a ambos lados.

-¿Ves eso? –dijo Gigi, y yo salí de mis pensamientos-. Hay dos, ¿lo ves?
-¿Dos qué?
-Dos rejas electrificadas, como en La Lista de “Fincher”.
-¿La lista de quién? ¡Ah coño, la de Spielberg! -miré hacia la valla y efectivamente, como a medio metro por detrás, había otra valla más-. Está claro que los japoneses éstos, lo de la seguridad lo tienen ultraseguro.

Y en ése momento, la valla que estaba detrás de la valla que estaba pegada a nuestra ventanilla, chisporroteó cuando algo se estrelló en ella, y de inmediato se prendió fuego, como en las películas de vampiros, cuando les da el sol y hacen FLUS, y se prenden en llamas al estilo valenciano. Lo que se electrificó hasta la incineración fue un pajarito, espatarrado con sus alitas en llamas a lo 4 Fantásticos.

-¿Han visto eso? –se oyó preguntar a varias voces masculinas en la parte delantera del autobús.

Al poco, pasamos por una zona metálica de varios metros, un túnel o algo así, porque en el interior del bus se hizo de noche y las luces del techo se encendieron, antes de salir otra vez a la niebla, y ya no volvimos a ver la doble valla electrificada, siniestra de narices. El autobús cogió velocidad, meciéndose como un bote y pareció bajar una pendiente.

Gigi y yo nos dimos la vuelta rápidamente, para ver por el cristal trasero aquello por donde habíamos pasado, pero la niebla aunque era muy, pero que muy espesa, y sólo pudimos ver el portón metálico de color marrón oscuro, que se cerraba de forma electrónica y al lado de este, una casetilla como de vigilancia, con un hombre por fuera que llevaba una escopeta a la espalda (no tipo carcaj de elfa puta) y un perro pastor alemán o así, que le seguía.

-Gigi –dije tras tragar en seco-. No quiero asustarte, pero: ¡¡¡VAN A HACER JABONES CON NOSOTRAS, NEEENAAA!!!

Mi grito quedó eclipsado con una espectacular fanfarria a todo volumen.

-¡Bienvenidos al Valle Takami! –dijo una voz pregrabada en varios idiomas.

Nuestros estómagos subieron hasta las cuerdas vocales, cuando el bus cogió velocidad de forma repentina al bajar una pendiente de más de noventa grados, y tanto Gigi, como yo, cagadas de la impresión, tensamos los brazos contra el asiento delantero para no salir volando por los aires, como esas muñecas horrorosas que utilizan de crash test dummies.

miércoles, diciembre 21, 2005

~3~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior…

Gigi y yo conseguimos ser puntuales a nuestra cita con el bus de la Takami Corp., tras pasar Súper Aventuras buscando un dichoso cajero automático, y cantando como dos marikas drogadas en el vagón del metro, oldies ochentenos; lo peor, es hacer cola tras dos hediondas del Greenpeace.

El Zen nos regaló otro tema ochenteno de Talking Heads, Wild Wild Life, y Gigi me miró, como si se preguntara como yo, sobre la vida salvaje que deberían tener aquella parejita que iba delante de nosotros, un metro por delante de nosotros, en aquellas cabezas de pelos alborotados y largos, una orgía y festín digital para los dedos y tijeras de un peluquero del ejército.

La cola siguió avanzando… y avanzando, hasta que la parejita de warretes subió al bus, y nosotras nos acercamos a la casetilla donde estaba Olivia (la chica de Takami Corp., monísima e ideal, pero seguro que con el chumino agarrotado, del frío que hacía a esas horas en la Plaza Castilla; mientras estábamos con ella, el conductor del bus guardó nuestras maletas.

-¡Hola, buenos días! –dijo Olivia con voz cantarina.
-Hooolaaa –dijimos Gigi y yo en plan cool, pero lo cierto es que sonó como si fuéramos dos retrasadas hablando con un alien; creo que respondimos así, porque estábamos congeladas de frío.
-Usted debe ser… -dijo mirando su listado de ¡GANADORAS!-. Dolly Partos y acompañante.
-Me llamo Gigi –dijo Gigi para aclararlo.
-Encantada, Gigi –dijo mientras sacaba de debajo del mostrador de la caseta, dos bolsas de viajes de escándalo, pero de auténtico escándalo, nenas.

Y hago un inciso para describiros las bolsas de viaje, porque es que no tienen desperdicio. Eran estilo… estilo mochila militar, pero súper cool, con cantidad de bolsillitos, de una tela muy parecida a la pana, en un marrón y verde, como formando olas… de súper camuflaje, vamos, y la podías llevar colgada a la espalda, o tipo bandolera, pero cargando a la espalda como si fuera un carcaj (un carcaj, nenas, es eso que llevan las elfas a la espalda para guardar las flechas), y los tirantes no eran de tela, sino como de piel con pelo de coño de mamut, o similar. Ideales, de escándalo y pesadas, pero como sarna con gusto no pica, soportamos ese peso y el que nos echaran.

-¡Cuánto pesan! –dije al coger la mía.
-Dentro van folletos de nuestras instalaciones, una gorra, camiseta, unas gafas de sol, un dvd-rom interactivo, un listado de actividades, asignación de las cabañas y un plano del Valle Takami, con diferentes rutas de senderismo… y algunas cosas más, como una cantimplora, una brújula…
-¡Neeenaaa! –le chillé a Olivia-. ¡Que nos vas a hacer sentir como Miguel de la Cuadra Salcedo! ¡Qué ideal!

Olivia, aunque era muy cool, también era muy jovencilla y seguro que no sabía quién carajo era Miguel de la Cuadra Salcedo, que cuando yo era pequeña, allá por los 80, me ponía como el chupinazo de los Sanfermines, ese megachulazo cuadrado, peludo y con un bigotón, capaz de asustar a cualquier criatura de la jungla. Marikas incluidas.

-Ya estamos todos, y creo que en lugar de esperar a cumplir con el horario, podríamos ir partiendo.
-¡Pues muy bien! –dije yo cuando subía al bus, con Gigi detrás-. ¡Partamos a la aventura!

Saludé al conductor, que tenía cara de conductor y aunque era jovencillo, tenía tanto morbo como un almirez, y miré hacia el interior, donde todo el mundo ya se había sentado y nos miraban como si fuéramos dos lanzadoras de cuchillos del Circo Ringworld; nosotras sonreímos, pero sin abrir el pico, y en segundos todos siguieron hablando de sus cosas y reanudaron lo que estuvieran haciendo. O sea, esperar a que arrancara el bus y cotillear el contenido de la bolsa de viaje tan hiper cool que nos habían regalado.

Yo me fui hacia la parte trasera del bus, y vi otra vez a nuestros acompañantes premiados: la pareja de guarros del Greenpeace, la parejita cool, la madre gorda con su hijo gordo, las dos viejecitas, y los dos chicos… de aspecto raro, que estaban casi al fondo, JUSTO, donde tenía pensando sentarme con Gigi.

Y digo raros, porque uno de ellos, que me recordó a la Furcia, porque tenía los ojos tan pegados a la nariz que parecía una rata, nos miraba como de forma rara. Le acompañaba otro chico guapísimo, de aspecto normal, pero guapísimo porque estaba buenorro, pero que estaba más interesado de lo que pasaba al otro lado del cristal de la ventanilla, que en interior del bus, y no estaba para nada emocionado por pasar una semana gratis en una de las cabañas Takami.

-Como sigas andando nos salimos del bus y nos metemos en el taxi que hay en la parada -dijo Gigi, señalando el taxi que había parado detrás del autobús.
-Vale, nos sentamos aquí. ¿Ventanilla o pasillo?
-Ventanilla -dijo Gigi.
-¡Felicidades! Te ha tocado pasillo, o sentarte en el otro lado donde tienes una ventana para ti sola, aunque claro, no podrás oír la música de mi zen.
-Vale, pasillo.

Nos sentamos, colocando las súper mochilas nuevas a nuestros pies, y quitándonos los guantes, gorros y bufandas, porque en el bus hacía un calor de sauna turca, vi cómo La Rata, sí, ese chico que había visto segundos antes, tres butacas hacia el frente sentada, se arrodilló en la butaca de delante de las nuestras y nos sonrió de forma rara.

-¿Sois del gremio?
-¿¿¿??? –ésto lo hizo Gigi cuando me miró.
-¿Perdón? –dije yo.
-Que si sois del gremio… -repitió La Rata.
-¿Del Gremio? ¿Tour Operador o algo así? -una tiene tablas, y sabe ser zorra cuando quiere.
-No, chocho: marica. Seguro que sois maricas.
-Y tú una grosera y ordinaria. ¡Anda!, ve a tu sitio o llamo a la señorita.

Dije yo y la intenté ignorar, aunque tenía su cara de rata a menos de 30 centímetros, cuando me ofreció su mano.

-Me llamo Gustavo.
-Como la rana –dijo Gigi, y a mi me entró la risa.
-¿Nos puedes dejar…? –pregunté haciendo un ademán con la mano para que se pirara, pero La Rata Gustavo seguía ofreciéndome la mano, que ni muerta iba a aceptar, porque conozco muy bien a este tipo de marikas, más conocidas como “marikas asanguijueladas”. De las que se te pegan y no hay Dior que se las quite de encima-. Por favor, ¿nos puedes dejar…? Gracias.

Y La Rata Gustavo se fue a darle la brasa a su acompañante, el buenorro que le acompañaba y que en esos momentos miraba por el cristal. Seguro que estaba contándole lo malísimas que éramos a su acompañante, porque de cuando en cuando, miraba hacia atrás y nos señalaba con el dedo.

-Nos está señalando –dijo Gigi.
-Ignórala –dije yo, que la miraba de reojo, y me sacudí para cambiar de conversación-. Nena, no me digas que no estás emocionada.
-Muchísimo, tía, y seguro que la cabaña tendrá una chimenea, y estaremos como en La Casa de la Pradera
-No sé, estas japonesas son muy listas y modernas, y si hay chimenea, seguro que es eléctrica y al lado hay un karaoke, Gigi.
-¡¡¡¿¿¿GIGI???!!! –oímos como chillaba La Rata Gustavo, cuando saltaba otra vez de su butaca al pasillo y otra vez a ponerse de rodillas en la butaca que teníamos enfrente-. ¿ERES GIGI? –chilló la marika con tanta fuerza, que hasta el conductor del bus miró hacia atrás.

Y la verdad es que tenía para mirar, porque La Rata Gustavo, que no paraba de decir “no me lo puedo creer” todo el tiempo, mientras que su cara brillaba de forma sobrenatural por la emoción hasta el punto, que los ojos se le aguaron cuando me miraba de arriba abajo una y otra vez.

-¡No me lo puedo, creer, no me lo puedo creer, no puede ser que sea verdad…! -y miró a Gigi-. Si tú eres Gigi… -volvió a mirarme a mí y me señaló con un dedito fino de los que tenía en la mano derecha-. Entonces tú… tú debes ser… ¡¡¡DOLLY PARTOS!!!

Y salió de la butaca al pasillo (como proyectada por un resorte en el culo) y se puso a dar saltos como si fuera la del Exorcismo de Emily Rose; Gigi se asustó un montón y se cogió de mi brazo.

-Tía, está zumbada –dijo Gigi.

Y es que hay algo peor que una marika sanguijelosa, y es una marika sanguijelosa fanática, como nuestra amiga La Rata Gustavo, que dejó aquellos extraños ataques de epilepsia, y saltó otra vez a la butaca que teníamos en frente, con lágrimas en los ojos y la cara roja como el niño rubio del anuncio de coches.

-¡¡¡No me puedo creer que esté compartiendo un autobús con Dolly Partos!!!
-¡Creo que esta mañana te has pasado con el café, neeenaaa! –le dije.
-¡¡¡Soy tu fan número uno!!!

Y se me vino a la mente la imagen de Kathy Bates con dos tablones de madera y una maza para partir rodillas, vestida como una chafardera perturbada en Misery; parece que Gigi pensó en lo mismo, porque me miró y chillamos súper asustadas, como aquella vez que la dependienta de un centro comercial de Wisteria Majadahonda Lane, estuvo a punto de cortar con unas tijeras mi VISA.

-¡Socorro! –chillamos las dos.
-¡¡¡SIGO TODAS TUS AVENTURAS, NEEEENAAAA!!! –chilló súper nerviosa.
-¡Vaya! Pues si las sigues, ¿cómo es que te sorprendes tanto de verme aquí?
-Porque los cabrones de Timofónica me cortaron la ADSL en el capítulo del epílogo-go –y se me acercó tanto, que capté esa fragancia que todas las marikas poco cool suelen llevar, que se supone que es colonia para hombres-hombres, pero que termina oliendo a merienda de viejas en una cafetería, zona de fumadores-. Lo vamos a pasar taaan bieeen –dijo de forma siniestra.
-¡Y un cojón de mona pakistaní, nena! –dije yo viéndomelas venir-. Yo me lo voy a pasar bien, y tú puedes hacer lo que te de la gana, a un kilómetro de distancia de mí.
-Seremos súper amigas.
-¡En la otra vida, neeenaaaa, no en ésta! –dije rotunda, pero cuando intentas ser cuerda con una loca, no sirve de nada, porque La Rata Gustavo no dejaba de mirarme.

Y en aquel momento se encendieron los televisores del autobús, y comenzaron a pasar un publireportaje de Takami Corp., con una música tremenda que recordaba a hilo musical o a Kiss FM, cuando Olivia, desde la parte delantera se puso a hablar por un micrófono.

-Bienvenidos y felicidades a todos, en nombre de la Corporación Takami, en su nueva etapa de Cabañas y Casas de Campo… -y siguió hablando.

Hubo un pequeño momento de caos, y pasaron muchísimas cosas a la vez, que rozaban lo paranormal.

Mientras la Rata Gustavo saltaba y chillaba mi nombre, su acompañante (el que miraba por la ventanilla, como ausente del mundo), le cogió de los hombros, le tranquilizó diciéndole algo que no conseguí escuchar, porque Olivia estaba más que parlanchina contándonos lo que nos esperaba en esa semana de vacaciones en una cabaña en el Valle Takami.

Los warros del Greenpeace, la parejita cool, las dos viejas y la señora gordo con el niño gordo que dijo “piñata”, y no me preguntes por qué, todos, estaban mirando a la marika que chillaba en el pasillo, hasta que se controló y su acompañante consiguió sentarla y cerrarle el pico.

Y el niño gordo, entonces, me miró a mí, directamente a los ojos, y dijo otra vez “piñata”, se dio la vuelta y se sentó, y no volvió a decir "piñata".

Nuestros asientos se mecieron y el bus se incorporó al tráfico, para salir de la ciudad.
Y entonces… de una vez por todas… empezó esta nueva aventura.

lunes, diciembre 19, 2005

~2~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior…

Súper apenada porque Bruno no podía acompañarme a esa semana cabañera y GRATIS, no lo olvidemos, al final opté por llevarme a Gigi, porque también estaba sola en el world de Windows XP, he hicimos las maletas y nos hicimos las muertas (o sea, nos dormimos) viendo al Jaime Cantimpalo de ¿Dónde estás Corazón?

A las 5:30 am, que quiere decir, antes de que los gallos se pongan a cantar como energúmenos, se disparó mi despertador, con la deliciosa voz cantarina del Ángel, supongo, de ese megatema de los años 80 de Real Life, titulado Send Me An Angel (versión extendida), que es el tema que toda Desperate Housegays, debería oír por las mañanas para recordarse a sí misma, que le hace falta un ÁNGEL en su vida.

-¡Gigi, arriba! ¡Que se nos va el Bus!
-¿El bus? Pero si ya no lo echan en Antena 3 -dijo medio dormida.
-Ese bus, no, nena: ¡el bus de nuestra Semana Fantástica cabañil! ¡Mueve el culo o no llegamos!

Yo salté de la cama en el más puro estilo “Nadia Comanechi” y casi me dejo los dientes contra el cristal de la ventana. Y digo casi, porque mi nariz llegó antes al cristal.

-¡Vamos, Gigi, arriba!

5:33 am
Pasé por el teletrasportador (la ducha), y salí con los pezones en punta como un vitorino, por darme en los últimos segundos con agua helada, para terminar de despertarme, cuando entró Gigi en el baño, y ni se enteró de que yo salía medio desnuda envuelta en una toalla a lo “Puti Guoman”, hacia el dormitorio a vestirme.

5:44 am
-Neeenaaa! –le grité a Gigi mientras hacía el café Olé.
-¡Tía! ¡No me pongas nerviosa que se me mete el jabón en los ojos!
-¡En los pulmones se te va a meter, como no termines de una vez y te vistas!

5:55 am
Coño, acabo de darme cuenta que mi línea temporal transcurre de diez en diez minutos.
¡Qué jeby!

-Tenemos que acordarnos de cerrar el agua y cortar la luz –dijo Gigi bebiéndose el cola-cao.
-Sí, y también acordarnos de poner unas cuantas cajas de TNT y volar la casa, y así ya nos quedamos tranquilas de que no pase nada, porque la casa será un solar y no habrá nada de qué preocuparse -dije yo, y la miré-. ¿Pero tú estás tonta o qué? Bruno tiene las llaves y vendrá a darle de comer a Furcia.
-¡Ah, es verdad! ¡Anda qué botas más chulas!
-¿A que son ideales? Con lo que me costaron, que estuve un mes comiendo pan con mantequilla y azúcar, anda que no van a ser monas; Gigi, ¿qué pasa? ¿Aún estás dormida?
-Es que el cola-cao no me ha hecho efecto aún.
-Eso lo arreglo yo.
PLAFF!!!
-¡Dolly, tía! ¿¡Por qué me pegas!?
-Porque como lleguemos tarde y perdamos el bus, soy capaz de cortarte la cabeza y atarla al parachoques de Fernando Alonso, para que te pasee por toda Asturias y pedanías.

6:05 am
-¿Lo tienes todo? –le pregunté a Gigi, y se palpó.
-Que yo sepa sí… pero será mejor que antes de coger el metro, nos pasemos por un cajero para llevar dinero en cash.
-¡Mírala a ella!, en eso no había pensado. Porque no creo que haya 4B en el bosque ése de los Takami, y no creo que metiéndole la tarjeta de crédito por el culo a un mapache, nos dé dinero.
-Supongo que no.
-¡Aysss qué nervios, neeenaaa! –y me volví para ver mi casita antes de irme-. ¡Adiós Furcia!
-¡Adiós Furcia! –repitió Gigi mirando a mi hámster fucsia.
-Cuando venga Bruno a darte de comer, dile que le quiero mucho.
-¿Cómo se lo va a decir? Dolly, por Dior, es una hámster.
-Ya… pero mira qué carita pone y cómo nos mira –dije súper compungida-. Parece que lo entienda todo.
-Esa lo que entiende es que la has despertado al decirle adiós, y le has zarandeado la jaula, so burra.

6:15 am
-¡ESTO NO ME PUEDE PASAR A MI! –chillé yo.
-Tranquilízate, Dolly, ya verás que encontraremos un cajero con dinero –dijo Gigi.
-¿Pero es que anoche salió todo Madrid de copas? –dije de forma retórica.
-A la quinta va la vencida… -salió la Gigi, con sus refranes.
-A la quinta me tiro a la Gran Vía, ¡y que me atropelle un taxista! –dije sin un ápice de optimismo-. Como el Sabadell me diga que no tiene pelas, ¡es que me cago en el Estatut!
-Tranquilízate, Dolly, a ver si vas a meter mal la clave, y lo empeoras.
-Me da que tú aún sigues medio dormida, o no te ha hecho efecto el cola-cao.
-Estoy en ello.
-¡¡¡Sííí!!! ¡Hay dinero! -chillé-. ¡Cómo se nota que son catalanes los del Sabadell, a los que nunca le falta la pela, neeenaaa!

Saqué como 100€, por si las moscas (aunque Gigi también llevaba otros 100€), y si nos quedábamos sin pasta, ya buscaríamos a un mapache al que meterle la tarjeta de crédito por el orto, a ver qué pasaba.

6:25 am
El viaje en metro, directas a Paza Castilla desde Gran Vía, fue de lo más cool, porque había puesto el adaptador para dos auriculares en mi ZEN, para Gigi y para mí, y puse a todo meter el tema de Robert Palmer, Simply Irresistable, que nos dio como súper poderes entre todos los jovenzuelos y demás gente que iba en el metro, en plan post resaca de viernes noche.

Gigi y yo chillamos el estribillo, cuando era el estribillo, claro, y la gente nos miraba, pero tampoco se alarmaba mucho, cuando hacíamos esas fintas, cual espadachinas a lo Zorro, que se oyen en el tema, súper cool y petardísimo del Palmer… para ser un tema cantado por un heterosexual, claro, era de lo más gay. Creo que los pasajeros del metro nos vieron como si fuéramos una alucinación más, tras una noche de juerga y copas.

Y es que claro, dos tíos hechos y derechos, con cazadoras de súper putas, gorro, bufanda y guantes a juego del Springfield, y con las maletas de la señorita pepis, desentonábamos tanto como dos go-gos en la discoteca de un Hotel de Benidorm, poblada de yayos que viajan a mitad de precio con el IMSERSO.

Lo peor fue que el siguiente tema era de Erasure, A Little Respect, y claro, ya nos desmarikonamos vivas hasta los tobillos, y nos movíamos vagón arriba, vagón abajo, como si desfiláramos por la Pasarela de París (arrastrando nuestras maletas, que tenía su gracia), y la peña ya debió pensar que lo nuestro no-era-normal, y que nos dedicábamos al espectáculo, así que cuando me quité mi gorra de Springfield porque me sudaba el flequillo, algunos pasajeros nos echaron monedas de 50 céntimos y todo. Y la Gigi, flipada en country colors, y yo dando las gracias a todo el mundo, súper educada (como me enseñó mi mamá), y pensándome en montar un grupo a lo Bananarama con la Gigi.

6:58 am
-¡CAAAGARSE! ¡Qué frío nena! –chillé cuando salimos a la superficie en Plaza Castilla, porque hacía “un frío de la fregada”, expresión mexicana que oí una vez, y me hizo muchísima gracia, porque no sabía qué coño tenía que ver el frío con fregar, a no ser, que fregaras en Alaska y Fangoria. Deben ser los jalapeños que tienen trastornadas a las mexicanas.
-¿Dónde estará la caseta del Teriyaki ese? –preguntó Gigi.
-Coño, nena, aquí, en Plaza Castilla.
-¿Ya, tía, pero qué hacemos? Nos corremos toda la plaza en busca de la caseta o nos subimos a las Torres Kio y oteamos el horizonte, o nos vamos a un ciber café y la buscamos por el Google Hearth?
-Me da a mí que tú me engañas muchas veces, y te haces pasar por tonta, Gigi.
-¿Yo? ¿Qué he dicho ahora?

Mi recopilatorio ochenteno había saltado al tema de The J. Geils Band, Centerfold, que podría ser la abuela del tema de los créditos iniciales de Shrek (porque se parece mogollón) y con ese ritmillo súper hooliganesco, nos pusimos a andar cual muñecas de famosa a punto de morir congeladas, en busca de la caseta de Takami Corp., pero yo, que me creía más lista, no sólo buscaba la caseta, sino un enorme autobús con el logo de la empresa, y con más gente esperando a subirse en él.

-¡El autobús de Takami! –chilló la Gigi por encima del estribillo de Centerfold.
-¡Genial! ¡Vamos a la aventura! –grité, y cruzamos el paso de peatones hacia el bus.

No eran ni las siete y diez, y ya había gente guardando cola en la caseta de Takami Corp., con su folleto en la mano, y empezaban a subir al bus. La verdad es que éramos pocos, porque claro, era un megapremio que sólo podían disfrutarlo unos pocos, y por esa razón éramos pocos.

Junto a la caseta, donde les atendía la misma chica que me entregó mí premio, llamada Olivia, con su uniforme rosa de Takami Corp., había una pareja de chicos, de nuestra edad, y tras ellos, una madre y un hijo, que no tendría más de 6 años, ambos gorditos. En ese momento saltó mi Zen al siguiente tema de mi recopilatorio casero de los años 80’s, y Gigi me miró abriendo la boca.

-¡El FUKI-taaaaaaau! –dijo.

Bueno, era exactamente el tema Funkytown, de Lipps Inc., pero como era Gigi, se lo perdoné y seguí fijándome en nuestros compañeros de aventuras; tras la madre y el hijo, había dos viejecitas, que se parecían muchísimo, pero que no eran gemelas, así que supuse que eran hermanas o así; luego había una parejita que no dejaba de besarse para entrar en calor. Ella con pinta de pija cool y un poco Spice Girl, y él con pinta de follable al 100% y repetir la experiencia, reviviendo los mejores momentos. De escándalo, nenas, y marcaba un culo debajo de aquellos caberos, que daban ganas de comérselo como una manzana reineta ¡CRAK! Así de crujiente tenía que estar. ¡A mí hasta se me fue el frío y todo, del calentón hormonal que me dio!

Tras la parejita cool, había otra parejita, pero sin nada de cool ni por asomo. Supuse que eran del Greenpeace, porque sólo la gente del Greenpeace es capaz de vestir tan mal, y llevar aquellos pelos y barbas. Bueno, barba sólo él, pero ella tenía una melena pelirroja, ¡que seguro que no había visto el agua y el jabón en meses! ¡Claro, como hay que ahorrar agua por eso del agujero de la capa de ozono! ¡WAAAAAAARRAAAAAAAAA! Le grité mentalmente a la parejita del Greenpeace; Gigi se quitó los auriculares y me quitó el mío para susurrarme a la oreja.

-Tía, que nos toca detrás de los “jediondos”.
-Calla… a ver si llega alguien más, y dejamos que se ponga detrás de las “Marranas sin Fronteras” y después nosotras…

Pero la cola avanzó y nadie más llegó, así que muy a nuestro pesar, y temiendo que de alguna de aquellas cabelleras saltaran una horda de piojos, excitados y atraídos por la fragancia de nuestros champuses, nos tuvimos que poner tras las marranas del Greenpeace, pero dejando un metro de separación entre ellos y nosotras. Que los piojos saltarán mucho, pero de hacerlo, los veríamos a tiempo y podríamos echar a correr y salvarnos de la invasión, ¡neeenaaa!

viernes, diciembre 16, 2005

~1~ 2ª Temporada

-No puedo.
-¿Cómo que no puedes?
-De verdad que no puedo, Dolly.
-¡Pero Bruno! ¿Cómo que no puedes, con todo lo que hemos pasado?
-Dolly, seguimos en la investigación, y no puedo ¡irme una semana al campo!
-Pero yo esperaba que…
-Ya, pero me es imposible. Ahora tenemos muchísimo más trabajo que antes.
-Y yo un medio novio missing, que es pior –y me dio un beso, para cerrarme el pico o supongo que para contentarme.
-¿Por qué no vas con Gigi?
-¡Encima! Es que Gigi estaba en casa cuando me regalaron esta semana en el campo, y se emocionó más que King Kong cuando encontró a la rubia por las calles de New Pork, y encima le dije: “Gigi, no vas, porque me voy con Bruno”.
-Y se lo habrá tomado mal, claro.
-Peor que eso, se fue a su casa y me dijo que si aparecía muerta, su fantasma vendría a visitarme todas las noches, y que cada vez que pusiera un disco de Dolly Parton, ella, como fantasma, apagaría el equipo. ¡Y ahora me dices que no vas a venir conmigo?
-Dolly…
-Ya, vale. No vienes, pero por lo menos dame otro beso de esos, que me ha sabido a poco –y me lo dio, además de un achuchón de esos de oso que él puede dar, porque está súper cachas el nene.
-Cuando vuelvas, te lo compensaré –dijo mirándome con ojos golosos.
-¡Y un cuerno, nene! Si me compensas que sea ahora, no sea que salga de esta aventura descuartizada y dentro de una bolsa de basura.

Bruno sonrió, y me quitó la camiseta.


Esa tarde-noche, Bruno se quedó en casa; anda que menuda elipsis me he hecho, pasa saltar el polvazo que me echó, y que no contaré para haceros trinar de envidia; antes de irse Bruno, dejándome en la cama, porque mí Bruno va a trabajar súper temprano, volvió a darme un beso de despedida (porque no podría quedarse el viernes por la noche en casa), y me susurró.

-Te llamaré todos los días.
-Más te vale… -dije muy en plan Ultimátum a la Tierra, y se fue.

¡A ver cómo tranquilizo yo a Gigi!, que hace dos días que no me coge el teléfono, y seguro que debe estar en casa, con la puerta atrincherada como en una película de zombies por si aparece la Space, que debe estar a estas alturas en Nueva Zelanda, comiendo kiwis y vendiendo fotos del mono-rata de Sumatra.


Llamé a la puerta de su casa con los nudillos… pero no me respondió.

-Gigi, venga, nena, no te hagas la remolona. Abre la puerta, que soy Dolly –y volvía llamar… y nada-. Gigi… -me aburrí y me senté en el descansillo, antes de volver a llamar a la puerta-. Gigi, vamos, abre. Me he puesto unos pantalones súper ideales, y no sé cuándo fue la última vez que fregaron éstas escaleras.
-¡Ojalá se te manchen con una de esas manchas... que no se van ni a mano, ni a máquina! –me chilló desde el interior.
-¡Qué cerda! –protesté bien alto, y me puse a pisar con garbo el primer escalón de madera, al tiempo que decía-. ¡Oh, Dios! ¡Nos ha encontrado! ¡ES LA SPACE, GIGI! ¡Está subiendo por las escaleras… y trae un… un … ¡coño!
-¿Un coño?
-¡No, coño! ¡Un cuchillo de esos largos, como para cortar el follaje de la selva!
-¿Un machete?
-¿Un machete? Si te refieres al machete de Viernes 13, no es de ese tipo de machetes.
-¡Lo de Viernes 13 es un hacha!
-¡Lo que tú digas, nena! ¡Está subiendo las escaleras de diez en diez, como una loca sin medicar! –y zapateé más-. ¡Y viene a matarme, Gigi!

Y en ese momento se abrió la puerta, y Gigi me pilló haciendo las falsas pisadas de la Space, y torció los morros.

-Eres lo pior, tía.
-Y tú una rencorosa-osa… -dije levantándome y sacudiéndome los bolsillos traseros.
-Me ha llamado Bruno hace como una hora.
-¡Anda! Pues que sepas que yo no se lo pedí, porque estoy aquí para disculparme, y para pedirte que te vengas conmigo al campo –no respondió-. Gigi, nena, tú hubieras hecho lo mismo, ¿o no?
-Supongo… supongo que sí.
-Entonces dime, por favor, por favor, porfi… que me perdonas, y que te vendrás conmigo al campo… anda Gigi… que tú nunca has ido al campo a vivir una semana en una cabaña.
-¡Anda! ¡Y tú tampoco, wappa!
-¡Ya lo sé, petarda! Venga, dime que me perdonas y que te vendrás conmigo al campo.

Y Gigi bajó la cabeza y se cruzó de brazos.

-¡¡¡Gigi, por Dior!!!
-¡Vale! ¡Te perdono y me iré contigo al campo!
-¡¡¡Yupiii!!! –chillé y le di un abrazo-. ¡Pero no dejaré que te lleves tus camisas Lolailo!
-¡Ya empezamos!

Gigi recogió algunas cosas de su casa, cerró todo con llave, y nos pasamos primero por la comisaría, para darle la copia de mis llaves a Bruno, para que se pasara de cuando en cuando, a echarle agua y comida a la Furcia, que como se pasa todo el día durmiendo (como hacen el 100% de los hámsters), seguro que no me echa de menos, pero tú, querido lector, no dejes de darle un toque a Furcia, para que haga un poco de rueda, ¿vale?

Ya por la noche, más o menos a esta hora, teníamos preparadas nuestras bolsas de viaje, la ropa súper dobladita y la bolsita del aseo, además de la bolsita de las chuches, con mi nuevo ZEN Micro, con toda la discografía de Dolly Parton, Madonna, la Kilie Minogue, Belén Arjona (que es súper cool y súper mona), y muchísima más música, porque ¡ya me dirás!, en 6 gigas metimos de todo la Gigi y yo, y nos tomamos un descanso, y nos preparamos un ginlemon (con limón natural recién exprimido), porque nos lo merecíamos, y porque nos íbamos al día siguiente a pasar una semana en el campo, en una cabaña súper cool de la muerte.

Hacer las maletas, fue poco menos que jugar al Tetris en su fase de Nivel Experto, para que todo encajara, y tuve que meter mi cámara fotográfica Canon Power Shot A60 en la maleta de Gigi, porque a mí no me cabía en la maleta, ni un pelo del culo de una mona pakistaní; también tuve que ayudarla a hacer su maleta, porque la Gigi es muy mala haciendo bolsas de viajes… simplemente… ¡Porque nunca ha salido de viaje a ninguna parte! Y es que la historia de Gigi, aunque no lo parezca, es… súper triste. Y lo digo muy en serio, nenas. Una especie de Oliver Twist y Annie, pero sin canciones ni felicidad, ni nada de eso.

Gigi nunca conoció a su familia, porque su madre, que debería ser un chichi travieso donde los haya, le dio en adopción. ¡Sí, nenas! Lo dejó tirado en la puerta de una comisaría de policía, con una nota que decía: “No puedo arruinar mí vida, por un pequeño incidente”. Y el incidente, claro, era Gigi; así que la policía que le encontró (y que además en éste caso fue una mujer), lo llevó a un orfanato, por mucho que Gigi siga diciendo “orfelinato”, porque donde le metieron fue en un orfanato, y parece que en aquel tiempo (años 70 o así), la gente no estaba con muchas ganas de adoptar, y nadie le adoptó... nunca.

-Jo, tía, dicho por ti suena súper triste.
-Es que es triste, Gigi.
-¿Y por qué lo cuentas en tu blog?
-Pues porque tú no tienes blog, wappa, y mira que te he dicho cienes de veces que te hagas un blog.
-Pero es que no sé cómo se hace.
-¡Pues ya está! Lo cuento yo en éste y listo, ¿vale, nena?
-Vale…

Y te estarás preguntando: ¿cómo coño se ha metido Gigi en el relato? Pues porque mientras escribo, la tengo detrás, con la barbilla sobre mi hombro derecho, leyendo lo que escribo en voz alta, como si fuera el LORO de una marika pirata.

Volvamos con la Gigi’s Story.

Nadie le adoptó, y pasó por varios orfanatos y reformatorios, aunque ella nunca hizo nada malo. Pero nada, nada, porque es un pedazo de pan, y es la mejor amiga que os podáis imaginar.

-Dolly, tía.
-¡Qué, pesada! ¡Así no puedo escribir, Gigi!
-¡Pero... es que vas a hacerme llorar!
-¡Coño, pues no lo leas!, y tómate el ginlemon, o ve a la cama, que mañana tenemos que salir súper temprano a coger el bus en Plaza Castilla.

Continuemos con la Gigi’s Story, y esta vez sin interrupciones.

Cuando Gigi cumplió los 16 años, le largaron del centro donde estaba. Sí, nenas. Le pusieron de patitas en la calle, a éste pobre chico, súper “traumado” con todas esas palizas que le daban. Gracias a Dios, nadie se propasó con él. Y ya sabéis a lo que me refiero, pero sí se llevó palizas gratis, una tras otra... simplemente por ser gay… y eso que ya estábamos en los años 80, pero en fins… en este mundo hay más gentuza, que buena gente, como Gigi.

Tras sobrevivir en la calle, con trabajos sin contrato, currando como una perra aquí y allá… un buen día, va y le toca un décimo de navidad. El premio GORDO, nenas. Súper jeby, nenas. Forrada hasta arriba, y más sola que la una en éste mundo… pero pese a todo lo que había pasado, no se volvió loca ni nada por el estilo con ese saco de millones (cuando existían las pesetas), sino que por fin alquiló un piso decente, guardó todo en el banco y se puso a buscar un trabajo más decente aún. No tenía por que trabajar, claro, porque estaba súper forrada, pero ella lo hacía.

Y de ahí saltamos a los años 90, que fue cuando yo la conocí… de una forma súper divertida. Más que nada, porque en esos momentos no tenía esa puta manía que tiene ahora por las camisas lolailo; Gigi, a principios de los 90, era un jovencito súper guapetón, que nunca me dirigió la palabra, pero al que le veía en cualquier bar que yo frecuentaba, y guardando las distancias, no dejaba de observarme, como si fuera un animal de estudio (como si YO fuera su animal de estudio)… para coger apuntes y así, poder socializarse (ella) con los demás.

El día de su estreno (que ojo, ella iba de por libre), fue a poner en práctica todos los recursos que me había copiado, nada más y nada menos que con La Vader (a quien ya conocéis), pero le salió mal, y La Vader se puso súper borde con él, hasta… hasta que entré yo en acción y la rescaté.

Esa noche que hablamos y nos conocimos más (sin sexo, ojito, porque nunca lo hemos hecho la Gigi y yo), fue una de las noches más divertidas de toda mi vida. Algún día la contaré, pero ahora no… porque es súper tarde, y mañana debemos despertarnos prontito para ir a coger ese bus, que nos llevará al Valle Takami, que suena súper Zen, como mi Zen de 6 gigas.

-Tía, que va a empezar el ¿Dónde estás Corazón? Con el Jaime Cantimpalo, que está de luxe –me chilló Gigi desde el salón.
-¡Ya voy! ¡Qué nervios! ¡Y qué pena de que Bruno no venga! Saldré esta noche a la ventana, que hay una luna llena monísima de la muerte, y cantaré súper apenada el Moon River...



¡Coño! No he llamado a Arturito al vídeo club!
¡JARL!
¡¡¡Con tanta aventura... me voy a quedar en el paro, neeenaaassss!!!

lunes, diciembre 12, 2005

~EPÍLOGO-GO!~ 1ª Temporada

¡Ains! ¡Cómo se extraña lo de “en el capítulo anterior…”, neeenaaas!

Pero mi amiga Paki de Kentucky, me ha dicho que en los “Epílogo-gos”, no se pone en el capítulo anterior, así que lo omitiré y continuaré con eso que os tiene a todas en PASCUAS…

Después de salir del hospital, me llevaron a la RADIO y todo. Pero no a una radio cualquiera, no. Me llevaron a Radio Nacional de España (tengo una pegatina que te dan cuando entras, que lo demuestra), para entrevistarme por mis aventuras con esa banda (aún en busca y captura), que pretendía cambiar la conducta sexual de los españolitos de a pie. Y en ese programa, surgieron muchas preguntas que respondí en directo. Sí, nenas, en directo.

-Hola, Dolly, soy Virginia, desde Cuenca; quería saber si tú y Bruno seguís juntos, y todo eso… y si Bruno tiene un hermano heterosexual para mí, que estoy muy necesitada, porque el último novio que tuve se arrojó por el balcón de una casa colgada y no sabía volar.
-¡Vaya, nena! Pues mira, sí. Bruno y yo seguimos juntos, pero cada uno en su casa, así cuando nos vemos, follamos como berracas; uis, perdón: ¿se puede decir follar como berracas en radio Nacional de España?
-Lo acabas de decir, Dolly –me dijo la Olga Viza, que era la conductora del programa El Tranvía, donde me estaban haciendo la interviú-. Siguiente llamada, Rafael desde Barcelona. Buenas tardes, Rafael.
-Hola, buenas tardes; a mi toda esa historia de utilizar ultrasonidos y proyecciones para cambiar la conducta sexual de la gente, me tiene súper mosca. ¿Sería posible que éste viernes me vaya a ver King Kong al cine, y salga marica perdida?
-JARL! Buena pregunta. Supongo que no, porque la policía, y eso sí que lo puedo contar, sólo encontró el material de proyecciones, pero no el sonoro. Seguramente los malos, empaquetaron todo antes de irse… y seguir en paradero desconocido, porque sí, nenas, todos ellos siguen en busca y captura, y hasta se ha alertado a la INTERPOL y todo. Súper jeby. Pero tú ve a ver King Kong que seguro que no te volverás marika, aunque puede que salgas haciendo la mona.
-Siguiente llamada, desde Barcelona también, que no quiere dar su nombre, pero que dice que trabaja en un centro comercial y que es amarillo con las piernas verdes.
-¡Anda, ya sé quién es! –dije yo, porque la conocía, y como ella no quería dar su nombre, tampoco iba a ser tan perra para decirlo aquí, delante de toda España.
-¡Hola, Dolly!
-Hola, nena!
-Quería saber qué pasó con los gays y las lesbianas que fueron afectadas por esa frecuencia de sonido, ¿siguen siendo heterosexuales? ¿Hay alguna forma de volverlos otra vez gays?
-Eso es otra de las cosas misteriosas. Parece que los efectos de esas ondas, afectaban a las ondas “Tetra”, o algo así, y que trasmochan temporalmente nuestro cerebro, pero que para que hagan efecto al 100%, las emisiones deben ser largas y periódicas, pero claro, como ya no les radian más con esa frecuencia, poco a poco han vuelto a ser las marikas y lesbianas de siempre. Sayuri ya está bien, por lo que me ha contado Bruno, porque aún no he podido verla.
-Otra llamada desde Huesca… -anunció la Olga Viza.
-¡Hola, Dolly!
-¡Pero si es la Kailiii!
-La misma.
-¡¡¡NEEENAAAA...!!! –gritamos las dos en directo.
-No te pongas a contar fresisuis, y dime qué pasó con la Gigi, con Sayuri y con la Numis puta, que te robó los dvd’s de Sexo en NY.
-Pues mira, nena. De la Sayuri, no sé nada. Y como te he dicho antes, Burno me dijo que se encontraba ya bien, o sea, que está súper marika perdida y que vendrá a verme un día de estos; la Numis se ha largado de casa. Vamos, de su casa, quiero decir. Cuando volví a verla se puso a gritar: “Dolly: estar a tu lado es estar en peligro. Eres peligrosa, tía” y yo le chillé: “Y tú eres una cleptómana y ladrona", que parece lo mismo, pero que no lo es, porque la muy puta roba a conciencia y encima cosas buenas, y las cleptómanas, las pobres, roban lo que pillan sin fijarse en el valor; y sobre Gigi, puedo decirte que se ha mudado a vivir a casa, con la Furcia y conmigo.
-¿La Furcia? –preguntó la Olga Viza.
-Es una hámster de color fucsia que tengo, que la llamo Furcia.
-Ahhhh… -respondió ella con su voz de cazallera.
-La Gigi aún sigue súper asustada por si aparece la Space y la pilla sola.
-Otra llamada desde NY.
-JARL! ¿Desde Nueva Pork?
-Pues sí…
-¡Hola, Dolly!
-¡Hola, nena! ¡Caramba! Esto cada vez más se parece al promgrama "Esta es su Vida".
-Yo quería preguntarte, porque aquí por Harlem, la cosa está muy tensa desde que mataste al Rubio.
-Ah, no nena. Yo le di un susto, y la otra se murió de un infarto, que lo dijo el forense de la policía: muerte por infarto de miocardio. Y también tenía moratones por todo el cuerpo, pero que yo no se los hice, porque fueron de los tacones de los zapatos de las lesbianas cuando escaparon a la carrera como una estampida de vacas. Es una metáfora, no quiero decir que las lesbianas estuvieran como vacas, ¿eh...?


Y el programa de radio siguió, pero no cuento más, porque la Paki me dijo que un "Epílogo-go" es cortito, y no tan largo como un capítulo. Pero a mí eso me toca el chirli, porque hay más cosas que contar, que pasaron después y que pertenecen a esta aventura… y son éstas:

En el hospital estuve como dos semanas. Según Gigi, una de ellas en coma. Según Bruno, inconsciente. Según la vieja que tenía al lado, ni puñetera idea, porque ella sólo llevaba ingresada un día, pero aunque tenía cara de espárrago, era muy maja y me contó cosas de su marido, que había muerto en la Guerra Civil, que ya son años, ya…

Ya en casa, no os podéis imaginar lo que fue reencontrarme con mí Dolly Parton, y con todas aquellas cartas de los admiradores, o de tarados, que habían llegado a varias comisarías de Madrid y que Bruno me había traído, después de investigarlas todas, por si había alguna pista de la Space o del resto de los malos, que a estas alturas, ¡ve-te-tú-a-sa-ver-dón-de-an-da-rán!

La convivencia con Gigi, súper bien, porque las dos aún seguíamos traumadas por la experiencia, y parece que si a dos histéricas con el mismo problema, las pones a vivir juntas, el grado de histeria baja, hasta que se comportan como dos personas normales. Además, como la Numis se había pirado de la ciudad, R2D2, o Arturito, mi jefe del vídeo club, la contrató y las dos nos pusimos a trabajar juntas, y salíamos a trabajar y volvíamos a casa como si fuéramos dos siamesas pegadas por un cinturón de Loewe.

Al quinto día de volver a tomar las riendas de mi vida, cual vaquera sureña, llamaron al timbre, y ¡cual fue mi sorpresa!, al encontrarme a la Sayuri... y a su mano.

-¡Hija de puta! –y me dio tal bofetada, que me hizo girar sobre mis zapatos ciento ochenta grados.
-¡Pero bueno! –y me giré otra vez ciento ochenta grados para verle su cara de odio.
-¡Me has robado al novio, perra!
-¿Quién yo? ¡Tú estás zumbada!
-¡Sayuri! –chilló la Gigi que salió en ese momento de la cocina.
-¡Menuda lagarta eres, Dolly!
-¡Oye! ¡No me vengas en plan de marika despechada, como si fueras una canción de la Mónica Naranjo hecha carne! Estabas súper rara como heterosexuala, y te pusiste a decir muchas tonterías, nena.
-¡Anda qué camisa más mona llevas, Sayuri!
-¡Gigi! –le gritamos a la vez la Sayuri y yo a Gigi.
-Dolly, eres una zorra, y vas a experimentar mi venganza. Porque voy a vengarme, ¡puta! Invertiré el resto de mi vida en TU VENGANZA!
-¡JARL, pues tú misma! ¡Porque tú no vas a salir en mi próxima aventura wappa!
-¿Ah, no? ¿No salgo en tu próxima aventura?
-Pues no… porque estoy de ti hasta el COÑO, ¡¡¡NEEENAAA!!!

Y le di un empujón que la envié al descansillo, y cerré la puerta de la casa. Gigi mientras, me miró súper alucinada, pero en silencio. Dos cosas que con ella iban muy poco, cuando sonó el timbre.

-No me puedo creer que sea la Sayuri en busca de más.
-Pues yo sí –dijo Gigi.
-Pues como sea ella, abro la jaula de Furcia y le digo ¡Ataca!, para que le pegue un bocao en el coño.
-¡No me digas que has entrenado a Furcia! –dijo Gigi mirando a la jaula de Furcia, que estaba aovillada y durmiendo, como hacen todos los hámsters. Dormir de día y después ponerse a roer y a dar por culo por las noches.

Cogí el picaporte y abrí la puerta súper cabreada y a tal velocidad, que creé un efecto de aspiradora, sobre aquella niña tan cool, vestida de rosa chicle con sombrerito a lo Jacqueline Kennedy. Frené mi ira, y la pobre chica aguantó estoicamente su sonrisa de dientes súper perfectos y súper blancos.

-¡Holaaa! ¿Dolly Partos?
-Sí, pero ni estoy para entrevistas, ni para firmar autógrafos. Quiero volver a ser la marika que era, ¿vale, wappa? –y ella me miró como confundida.
-Será mejor que me presente. Soy Olivia de Takami Corporation, al que usted envió un SMS.
-¿Takaqué?
-Takami Corporation le ha seleccionado para pasar una semana gratis, en sus nuevas cabañas de alquiler, a sólo veinte minutos de Madrid.
-¡Coño! ¡Ya sé quien eres, nena, la del Capítulo 26! ¡La que me jodió el contestador!
-¿Perdón? -dijo ella y parpadeó como 19 veces seguidas, confirmándome que su estupor era enorme.
-Que me dejaste un mensaje, y mi contestador hizo ¡CAPUT! Se comió la cinta.
-Lo siento enormemente.
-No te excuses con un adverbio con sufijo acabado en mente, y le dices al Takiki ése, que me compre un contestador nuevo.
-Yo venía para –y abrió la carpeta que traía, sacando dos rectángulos de papel-, hacerle entrega de un bono para dos personas, de una semana gratis en nuestras instalaciones.

Y claro, cuando te regalan una cosa así, no piensas en un contestador roto.

-¡Dolly, tía, que has ganao una semana de vacaciones en el campo! –dijo Gigi.
-¿Sí? –pregunté yo.
-Sí -corroboró la nena vestida de rosa chicle.
-¿Me voy al campo?
-Eso es, durante una semana –dijo ella.
-NEEENAAAA –le chillé a la Gigi-. ¡Me voy al campo como la Dolly Parton de verdad!
-¡Sí, Dolly! ¡Nos vamos al campo! –chilló Gigi.
-¡Y una mierda, nena! Yo me voy con Bruno y tú te quedas aquí, para darle de comer a Furcia y currar en el vídeo club.

Y os preguntaréis... ¿Serás capaz de dejar la vida de ciudad, para irte al campo...?
¿Con mi Bruno? ¿Bajo las estrellas y con una manta a cuadros?

¿Tú que crees...? ¡¡¡Neeenaaa!!!!

sábado, diciembre 10, 2005

~35~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

¡Estábamos salvados! Pero gracias a mi localizador en mi cazadora de súper puta, lo que quería decir, que fijo que la poli no había visto huir a los malos… ¡y yo tenía que hacer algo! Se me cruzaron los cables, y corrí hacia la furgoneta para perseguir a los malos.

Con más adrenalina en el cuerpo, que una familia del Opus, en una homilía del Rouco Varela, me senté tras el volante de la furgoneta y busqué las llaves, donde siempre se buscan en todas las películas. Me puse a tocarlo todo, hasta que descubrí que estaban en el contacto, y que yo había perdido un tiempo precioso, haciendo de tocóloga amateur.

-¡DOLLY! –me gritaron en la ventanilla, y yo berreé como una loca.
-¿Bruno? –además de la adrenalina, se me dispararon las feromonas-. ¡BRUNO! –y bajé la ventanilla, le cogí la carita y le besé-. ¡No sabes lo que me alegra que estés aquí!
-Dolly, ¿qué haces en esa furgoneta? –preguntó preocupado.
-¿Habéis visto a los malos en su huida?
-¿A quién?
-¡Me lo suponía! Llegaste aquí mediante el localizador que me pusiste en mí cazadora de súper puta, ¿no?
-¿Localizador? ¡Sí, claro! ¿Por qué no bajas de ahí?
-¡Porque los malos han huido, nene! ¡Y la Space estaba compinchada y quería matarte!
-¿La Space?
-Sí, nene. Deberías llamar corriendo a Sayuri… a Alex, quiero decir, para que no le deje entrar en casa, porque la Space es súper mala. ¡Me quería dinamitar en una columna la muy perra!
-¡Dios bendito! ¿Pero estás bien?
-¿Bien? Estoy súper bien, nene, pero los malos se han largado hace más de media hora, y yo aquí contigo de cháchara, y no puede ser. ¡He de ir tras ellos!, y tú avisar a los tuyos, para que la poli controle una caravana de furgonetas blancas como esta, llenas de malos.
-¿Y a dónde se han ido?
-¿Y cual será la combinación de la primitiva de esta noche? ¡Yo qué sé, Bruno! Tú llama a la policía, para que busquen esas furgonetas, y sacad a todo el mundo por el hueco del montacargas, que están todos vivos.

Bruno se llevó la mano al hombro izquierdo, donde tenía el walki, y comenzó a decir algo mientras yo subía la ventanilla y arrancaba el motor.

-¡Dolly, espera! –chilló Bruno cuando me vio acelerar.
-¡Pero nene, que si seguimos aquí de tertulia, se escapan los malos!
-Baja de esa furgoneta.
-¿Qué? ¡Ni hablar! Si he llegado hasta aquí, es por algo. Y si ésta furgoneta funciona, también ha sido por algo –y me puse el cinturón-. ¡Deséame suerte!
-Dolly…

Pisé el acelerador, y salí directa marcha atrás, estampándome contra un cascote que había en el suelo, que me lanzó hacia atrás, y frené con el freno de mano. Pisé el acelerador y me dio por mirar atrás, mientras fuera, Bruno me chillaba algo, se quemaban los neumáticos traseros mientras pisaba el acelerador, y yo quitaba el freno de mano y la furgoneta salía disparada como un cometa hacia el exterior, hacia campo abierto.

Empecé a dar botes en la furgoneta, y suerte que me había puesto el cinturón de seguridad, o seguramente en uno de esos botes habría salido por el techo, pero aún así, tuve la sangre fría para volver a mirar hacia atrás, porque cuando lo hice segundos antes, no me quise creer lo que había visto, porque cuando miras hacia atrás en un coche, sueles ver a los ocupantes traseros y la calle, gracias a la luna trasera, pero no, nenas. Detrás lo que llevaba eran montones y montones de cajas, con unas letras en las que se leía Explosivstoffe.

-¿Explo-qué? ¡¡¡Bommmmmmbaaaaaaaas!!!

Miré al frente, porque seguía sin saber dónde puñetas se encontraba la nave, donde nos habían tenido retenido a todos, e intenté buscar un camino recto, y me puse a chillar cuando una vocecita en mi mente, supongo que mi conciencia, sexto sentido, o una marika enana que debo tener en alguna parte del cerebro, me dijo:

-Dolly, nena, ¿dónde te crees que vas?, ¡¡¡SI TÚ NO SABES CONDUCIR!!!
-¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!! –qué razón tenía-. ¡No tengo carnet de conducir!
-Ni carnet, ni SABES conducir, ¡wappa! –dijo la vocecita.
-¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!! –chillé más asustada-. ¡¡¡Voy a morir!!!
-Posiblemente –me respondió la muy puta.
-¡Calla de una vez, cacho perra! ¡Que me voy a estrellar!

Conseguí dar un volantazo, me comí el bordillo de algo, y salí de la pista de cemento hacia el campo abierto, entre botes y zarandeos de la parte trasera de la furgoneta.

-¡Tengo que salir de aquí, tengo que salir de aquí!
-JA, je, JI, jo, JU… demasiado tarde, ¡wappa! ¡Vas a volar como los angelitos del anuncio del queso philadelphia!
-¡Vale ya, conciencia! ¡Intento conducir! ¡Cierra el pico!
-¡Qué grosera!

Lo malo, es que la muy puta tenía toda la razón del mundo. La furgoneta y yo, comenzamos a bajar entonces cuesta abajo, por una ladera de hierba y matojos, mientras las piedras aporreaban los bajos, como si cientos de gnomos súper cabreados, me atacaran por despertarles en plena noche; las cajas de explosivos se fueron hacia la parte delantera de la furgoneta, y sentí cómo ésta se deslizaba como si conduciera sobre mantequilla.

-¿Entierro tradicional, o incineración, nena?
-¿Pero te quieres estar calladita, coño? –me grité a mi misma.

Sorteé unos arbustos cómo de medio metro, porque vale que no sepa conducir, pero de pequeña era una experta con los coches de choque, así que sí que sabía conducir, ALGO.

-Ya, ya... –dijo mi conciencia.

A varios metros, unos cuantos, el campo se cortaba y se levantaba un muro enorme de troncos… ¡Un bosque! Y yo seguía ganando velocidad al bajar por aquella loma, como si me estuviera preparando para los saltos de esquí del uno de enero; con los nervios a flor de piel, y la zorra de mí conciencia, proclive a ayudarme en el tránsito del mundo de las marikas vivas, al de las marikas muertas, recordé El Retorno del Jedi, que para mí era la peor de la saga, hasta que vi La Amenaza Fantasma, y pensé en Leia. ¡Sí! ¡La princesa Leia! ¡Viva Endor!

-¿Viva, quién?
-¿Qué te dije, conciencia? ¡Chitón!
-¡¡¡!!!

Abrí la puerta de la furgoneta y no se me ocurrió frenar, porque iba a 100kmh y acelerando, cargadísima de explosivos, aunque yo no estaba pisando ninguno de los pedales (porque ahora mismo tampoco sabía cual de los dos era el acelerador). A Leia le salió de puta madre. Salió viva de la moto-jet, en Endor, y súper cool con aquel modelito campestre con chichonera.

-¡A la de tres, Dolly! –dije en voz alta, porque pensaba contar hasta tres, y saltar de la furgoneta en marcha, sabiendo que caería sobre hierba y matojos, que harían más agradable mi caída-. ¡Un fresisuise…! ¡Dos fresisuise…! ¡TRES! –y salté.
-¿Y el fresisuise?
-¡AAAAGGGGGHHHH! –chillé súper histérica cuando vi que seguía sentada tras el volante, y a más de 120km hacia aquellos árboles.
-¡Te faltó el fresisuise, nena!
-¡Lo que me faltó es quitarme el puto cinturón de seguridad! ¡Coño! –y me lo quité-. ¡A la mierda el fresisuise! –y salté fuera de la furgoneta.

El hostión fue de padre y muy señor mío, y experimenté las vivencias de un calcetín a la hora del centrifugado en la lavadora pero, cuando dejé de rodar… ¡¡¡seguía viva!!! Y la furgoneta explotó segundos después, porque parece que se había estampado con un pedrusco enorme y de frente, y toda la parte trasera se levantó, y luego explotó.

-Leia, nena, te debo una –y me pasó lo mismo que a la princesa Leia. Sonreí, por estar viva, y perdí el conocimiento.


Al volver a abrir los ojos, pensé que estaba muerta, claro. Aquello era todo muy blanco, yo no sentía nada de nada, pero tenía a un ángel al lado, que me miraba y sonreía. El ángel era un poco rarito, porque aunque era medio andrógino, tenía bigote y era gordo, y tenía la melena hecha en una cola de caballo, y dos megatetas muy grandes.

-¿Esto es el cielo?
-¿El cielo? –respondió el ángel con voz de madre-. Me temo que no, jovencito.
-¡JARL! –y me quedé pensativa-. ¿Entonces el infierno es tan cool? –y el ángel se sonrió.
-No estás en el infierno, estás en la Fundación Jiménez Díaz.
-¡Qué jeby! ¿En una ONG? ¿Qué hago en una ONG?
-Estás en un hospital.
-¡Vaya!
-Pues sí, jovencito –y su cara se formó entonces. Era una enfermera regordeta, pero con bigote y megatetas, pero súper simpática que no paró de sonreírme-. Creo que alguien se alegrará mucho de verte despierto.

La enfermera Gloria (porque lo decía en su capita que tenía prendida en la megateta izquierda), se fue y vi mejor la habitación en la que me encontraba. En la cama de al lado había una ancianita, con cara de espárrago, enjoyada como un muestrario y muy callada.

-¿Tu eres la de la tele? –preguntó con curiosidad.
-No, señora, esa es Dolly Parton.
-No me refiero a la cantante, sino al gay ese que destapó todo el lío de los secuestros a homosexuales.
-¿Anda, y he salido por la tele?
-Durante una semana, por lo menos.
-¡Vaya! ¿Y he salido mona?
-Pues no sé… ¡porque de lejos, no veo ni tres montados en un burro!

Entonces entraron en la habitación Bruno y Gigi, súper monísimos, y Gigi con una tirita en la frente. Y Bruno más guapo que nunca, con su uniforme de poli, que le quedaba súper ideal y me dijo con los ojillos vidriosos de la emoción.

-No puedes imaginarte cómo me alegra verte despierto…
-¡Dolly, tía! –y se puso a llorar la Gigi-. ¡Pensábamos que no ibas a salir del coma!
-¡JARL! ¿Yo en coma? ¡Cuando!
-No has estado en coma… has estado inconsciente.
-Menos mal… -dije y me sentí fatal en aquel momento tan ideal, porque-. No os lo vais a creer, pero tengo un hambre que me muero, ¡¡¡neeenaaaas!!!!

~ FIN ~

jueves, diciembre 08, 2005

~34~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Consigo desatarme, y descubro que las lesbis y las marikas de abajo siguen vivas, pero además, me vuelvo momentáneamente del cuerpo de los GEOS, y consigo desactivar tres bombas, y encontrarme un localizador, cuando comenzaron las explosiones en cadena. Sí, nenas, demasiadas emociones en un solo capítulo, que continúan en éste.

Si Lucas y sus ingenieros del famoso THX hubieran estado allí conmigo, ¡seguro que se pondrían a trabajar en un nuevo formato de sonido! Un 7.20 o así ¡Madre mía cómo sonaban aquellas explosiones!, dentro de un enorme recinto metálico y acristalado. Era como celebrar las doce campanadas de año nuevo, con la cabeza dentro de la campana.

Al principio, la primera explosión en la entrada sonó a ¡blam!, súper lejos, pero con un retardo que sonó después en mis oídos estilo ¡TRAKA!; la siguiente explosión, fue a pocos metros de la primera. Otro ¡blam!, y después el ¡TRAKA!, en mis oídos, que me dolió una barbaridad, así que me los tapé y me aovillé contra la pared que tenía a la espalda, cuando explotaron la tercera y cuarta carga, muy seguidas, y cada una en una pared enfrente a la otra, consiguiendo un efecto estéreo envolvente de flipar.

Me metí los índices más adentro de mis orejas, no fuera que se me reventara un tímpano; las explosiones, no nos engañemos, no fueron espectaculares ni nada de eso, eran bolas de fuego de dos metros o así, con muchas chispas, maderas reventadas, cristales y un fuerte olor a petardo y tierra. Lo peor eran las ondas, y cómo mi cuerpo recibía aquellos impactos invisibles, sacudiéndose por completo. Como si te apalearan con maderas de esas que parten los karatekas.

Las explosiones continuaron una tras otra, y claro, perdí la cuenta. Que estaré loca, pero no me iba a poner a contar las explosiones, en el último minuto de mi vida como si no tuviera nada mejor que hacer. ¡Y me puse a cantar!

¡¡¡Tumble out of bed and stumble to the KITCHEN...
pour myself a cup of ambition,
and yawn, and stretch, and try to come TO LIFE...!!!

Mientras, la serie de explosiones subían por las columnas, porque también habían dejado puestos explosivos en las columnas que sustentaban la parte central del techo, a más de un metro del suelo, reventando las vigas y lanzándolas hacia cualquier parte, mientras so seguía cantando a voces.

¡¡¡JUMP in the shower, and the blood starts PUM-PING...
out on the street, the traffic starts JUM-PING,
with FOLKS LIKE ME on the job from nine to FIVE!!!
¡¡¡PAM!!!
¡¡¡WORKING NINE TO FIVE, what a way to make a LIVING...
barely getting BY,it's all taking and no GIVING!!!!

Las explosiones seguían viniendo desde el fondo de la nave, y yo cogí mi cazadora de súper puta y me la puse por encima de la cabeza, momento en el que oí los gemidos del hierro del techo cuando se doblaban y caían como granadas de mortero. Me tapé más la cabeza con la cazadora y volví a taparme las orejas, y repetí el estribillo como un disco rallado una y otra vez, perdiendo el ritmo cuando las ondas de las explosiones me sacudían como descargas eléctricas.

Sí, vale, perdí el ritmo, ¡pero NO dejé de cantar!... hasta que la que creí era la última explosión, sonó como cerca de mis pies, y me empujó hacia delante y salí despedida por el suelo no sé cuantos metros, pero al intentar agarrarme a lo que fuera, vi que estaba a menos de diez centímetros del hueco del montacargas, y como soy una osada, me dio por mirar abajo, y pegué un grito.

No se veía una mierda, pese a que las llamas que tenía a la espalda iluminaran parte de interior, y pudiera ver fugazmente restos de fuego abajo, en el fondo del hueco del montacargas.

-¡¡¡QUE ME ESCOÑO!!! –chillé, y me alejé arrastras del hueco, trastabillé y conseguí ponerme en pie, no del todo, porque seguía con las manos en el suelo, y me dio por volverme hacia la nave a ver cual era mi situación.

Jodida, nenas. Más que jodida, JODIDÍSIMA.

La enorme nave rectangular se había desplomado en peso, menos el extremo final donde me encontraba, porque aquella parte parecía que había sido construida con ladrillos, y no planchas de metal, y porque además había desactivado tres bombas de aquellas. Pero ante mí, a parte de ver el cielo de una noche estrellada sobre las llamas, el resto eran hierros retorcidos, placas desmembradas, y mucho caos.

Al volverme hacia el hueco, vi en la pared, a más de un metro del suelo, varios fragmentos metálicos que se habían incrustado. ¡Anda que llego a estar de pie, y termino como Drácula en las películas de Drácula! Con un hierro de aquellos clavado en medio del pecho.

Todo seguía envuelto en llamas, los hierros al rojo vivo… ¡Pero estaba viva! ¡SÍ! ¡¡¡ESTABA VIVAAAAAAAAAA!!! Y volvía acercarme al hueco del montacargas.

-¡¡¡NEEENAAAASSSS ESTOY VIIIIVAAAAA!!!
-¡¡¡Biennnn!!! –chillaron todos desde abajo y…
¡¡¡BLAMMM!!!

Una explosión a mi espalda me proyectó hacia el interior del hueco en plan catapulta, y pese a que conseguí mi sueño, volar como la Supermana, sabía que me iba a abrir la crisma si no hacía algo, y me moví en el aire como si bailara el “kasachof” ese que bailan las rusas (que mandan perras al espacio), para terminar enredada en unos cables o algo así, pero fui súper rápida. Intenté cogerme con ambas manos, y enrollar mis pies en ellos, para no escurrirme pabajo… ¡Y lo conseguí!

-¡Me cago en la Space y en su puta madre! –chillé histérica y súper nerviosa, con el cuerpo más tenso que una participante del Concurso Mundial de Culturismo.
-¡¡¡DOLLY!!! –chilló la Gigi desde abajo.
-¡No, Gigi! ¡Este no es el mejor momento para mantener una conversación! –y cogí impulso echando la espalda hacia atrás.

Los cables del montacargas estaban grasientos, y no sabía cuanto tiempo mis vaqueros aguantarían aquello, así que lo que se me ocurrió fue columpiarme, esperando el momento para, gracias a la inercia, caer de vuelta al suelo de cemento; miré por encima del hombro y no estaba a más de dos metros.

-¡Venga, nena! ¡Tú puedes! ¡Si aprendiste a hacer un tiramisú, podrás con ésto también!
-¿Qué has dicho? -preguntó la Gigi.
-¡Gigi, por favor! ¡A-ho-ra-no!

Volvía tomar impulso, y devuelta hacia atrás… muy cerca de mi suelo salvador. Con otra columpiada más, podría saltar fuera del hueco, pero no tuve esa segunda oportunidad, porque me escurrí y salí despedida, chillando por el aire como una berraca, hasta caer en suelo firme que… como si estuviera electrificado, me hizo gritar y salir arrastras lejos del hueco del montacargas.

-¡¡¡Dolly!!!
-¡Estoy viva, estoy viva! –y chillé hacia el hueco, pero sin acercarme a él-. ¡¡¡Estoy viva, Gigi!!! –y abajo todas gritaron ¡bieeen! y aplaudieron, que quieras o no, me hizo sentir súper cool, y súper positiva, aunque tenía más grasa encima, que los nenes pandilleros de Grease 1 y Grease 2.

Una vibración profunda atrajo mi atención y miré hacia arriba, cuando un proyector de luz lo iluminó todo a mi alrededor, y me puse a chillar y a gritar como una loca, señalando hacia el hueco del montacargas… porque aquello que me enfocaba era un helicóptero de la policía.

¡¡¡BIENNN!!!

Nos habían localizado gracias a ese chip que ahora, sin ninguna duda alguna, me había colocado Bruno en algún momento de la historia, porque claro, como yo cuento esta historia en primera persona, pues no vi cuando me la puso, ni me voy a poner ahora a hacer suposiciones, sobre en qué Capítulo se las ingenió Bruno, para ponerme el localizador en mi cazadora de súper puta, ¿vale, nenas?

¡CLARO! Ya está.

Tenía mi cazadora de súper puta en el Capítulo 23, cuando fui a contarle a la pasma lo de las invasiones alienígenas, y la poli, o sea, mí Bruno, me hizo caso y sabía que estaba en peligro, y se ofreció (o más bien le obligué a que me acompañara a casa), en el Capítulo 24, y puede que ahí… me pusiera el chisme éste para estar LOCA-Lizada; sorry a todas por este déja vù, pero es que cuando se me mete algo en la cabeza, no paro hasta que lo descubro. ¡Por eso estoy en el Capítulo 34, neeeenaaaas! Porque no paro hasta llegar al fondo del asunto. Fíjate tú, ¡cómo son las cosas!

-¡¡¡Estamos salvadas!!! ¡¡¡Hay un helicóptero de la policía, chicas!!!
-¡¡¡BIENNNN!!! –chillaron todas por el hueco del montacargas.
-¡Dolly… ¿Eres tú? –gritó una voz por un altavoz del helicóptero.
-¡Claro que soy yo, Bruno! –le chillé al helicóptero, aunque en realidad le chillé a Bruno (porque reconocí su voz), que fijo que no podría oírme, y moví mis manitas en plan azafata de las Aerolíneas Argentinas (que visten súper divinas las muy perras), señalando la enorme boca negra, que era el hueco del montacargas-. ¡¡¡Hay gente abajo!!! ¡¡¡Hay más gente abajo, neeeneee!!!
-¡No te muevas de ahí, Dolly! ¡Quédate ahí!
-¡VALE! –y levanté los pulgares hacia el helicóptero de la policía.

El foco dejó de apuntarme y se fue, junto con helicóptero hacia detrás de la nave, supongo que buscando un sitio donde aparcar, o donde aterrizar el trasto, y venir a rescatarnos y darme un megabeso porque estaba viva, y Bruno estaba muy buenorro, y seguro que se pondría cachondo al verme viva y todo eso. ¡En fins! Que me acordé entonces de "las enterradas vivas".

-¡Gigi! –grité al hueco-. La policía está aquí y nos van a rescatar a todas.
-No somos sordas, tía, que también lo hemos oído.
-¡Vale, so borde! –y miré alrededor, a ver cómo coño podría salir de allí.

En realidad no quedaba una pared intacta, bueno la que tenía detrás de mi y parte de los lados, que hacía una especie de U, pero cuadrada, así que supongo que podría salir entre los cascotes y tal, aunque eso sí, esperaría a que se apagaran las llamas o a algo así… cuando me fijé en que una de las paredes, que se había desplomado completamente hacia fuera, estaba justo al lado de la furgoneta que se dejaron los malos en su huída.

¡Un momento, un momento! Si Bruno y la poli me habían encontrado mediante el localizador, eso quiere decir, que habían llegado allí a tiro hecho pero… siguiendo la señal de mi localizador, ¿no? Pues sí, pero... lo que no estaba claro era, si en su camino, se habían percatado de la serie de furgonetas donde huían los malos de la historia. ¿Sabría la poli que los malos estaban huyendo en esos mismos minutos? ¿Conseguirían escapar la Space, la cabrona de su padre la pelirroja sacaojos y resto de malos... quedando impunes tras todo lo que habían montado?

¡No, si yo podía evitarlo!

Eché a correr hacia la furgoneta y abrí la puerta.