domingo, mayo 21, 2006

~30~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Cegada con la idea de salvar a todo el mundo del fantasma de Fernando Morales, descubrí que Olivia pasaba de mí, como de la mierda, pero su madre Jacinta, me creyó y nos fuimos las dos a salvar al resto, cuando el monstruo del lago, como si se hubiera visto todas las pelis de Roland Emmerich, comenzó a atacar; mientras, el fantasma decapitador, nos cerraba nuestra única vía de escape. ¡Estaba Sin Salida, pero MUY SALIDA!

Cuando ocurre que unos tentáculos gigantes crean el pánico, la gente huye, chilla y berrea intentando salvar sus vidas, entre una lluvia de escombros de cabañas, y a tu espalda se presenta el fantasma de Fernando Morales, hacha en ristre para cortarte la cabeza, lo peor que jamás de los jamases te podría pasar, es VERTE metida en tal fregado, ¡¡¡con lo bien que estarías en casita, o follando por ahí, neeenaaa!

-¡¡¡Hasta que el último no pague, nadie descansará!!! –repitió levantando el hacha y viniéndose directo hacia nosotros.

Bruno, que estará muy bueno y todo eso, utilizó el razonamiento lógico de la policía, cuando alguien te ataca con un arma, sacó la pistola y disparó al fantasma, que ni se inmutó (porque claro, era un fantasma y la bala le entró por un lado y le salió por otro), pero sí que se cabreó más de lo que estaba, que ya es decir, porque en sus ojos se reflejó el infierno, como disparado por un flash rojo.

-¡Que es un fantasma, Bruno! ¿Tú es que nunca has ido al cine o qué? –y tiré de él, cuando tras nosotros se oían los berridos de la gente que salía volando por los aires, apresada dentro de uno de aquellos tentáculos-. ¡Corre, nene! –me detuve y me volví para coger a Jacinta del brazo, porque le había entrado un parrake de susto total, y la pobre mujer estaba arrodillada en el suelo-. ¡Y usted también, Jacinta! ¡Venga con nosotros!
-¡No puedo moverme! –chilló la mujer aterrorizada.
-¡Claro que sí que puede!
-¡NO!
-Mire, no es momento del si-no-si-no-si-no, ¿entendido?
-No –dijo perpleja como una almeja.
-Mire, Gigi está muerta, y todas las putas que leen este blog, me lo echan en cara, y ahora sólo me faltaba que la palmara usted, y ya no sólo me culparían de la muerte de Gigi, sino también ¡¡¡de la muerte de su madre!!!
-¿Se puede saber de qué estás hablando?
-¡Levante el culo de una puñetera vez y venga conmigo!

Miré hacia atrás, cuando un zapato cayó del cielo y vi las piernas de las personas que el tentáculo gigante había apresado, y luego miré al frente. El fantasma se venía directo a nosotros. Bruno me tiró del brazo.

-¡Sé que me voy a arrepentir de esto! –dije cagándome en todo y recordé esta misma frase, pero dicha por C3-PO.
-¿Qué? ¡Qué haces! ¡OYE! -chilló Jacinta.
-¡Cállese y cójase de mí!
-¡Me voy a caer!
-No, nena, no te vas a caer, ¡Te voy a tirar YO, como no dejes de moverte, coño!

Y es que me había cargado a la mujer a la espalda, que no paraba de zapatear como una gitana sobre un suelo mojado y electrificado, y yo me iba pa los lados sin poder enderezar la columna, ¡porque Jacinta pesaba lo suyo!

-¡Bruuuuno! –le grité, y parece que me entendió y me ayudó a colocarme mejor a Jacinta a la espalda, e intenté salir lo más rápido que pude, con noventa kilos de más a las espaldas-. ¡Espero que Gigi vea esto, esté donde esté!
-¡Vamos a morir! –chilló Jacinta.
-Sí, nena, y yo primero… ¡aplastada contra el suelo!

Lo peor de todo era, es que además de soportar todo ese peso, con Bruno desde atrás, empujando, tenía la vista clavada en mis zapatillas y no veía un carajo hacia dónde me dirigía o podía ir… pero me puse a correr como una lunática e intenté que mi carrera fuera en línea recta.

-¡¡¡¡AAAGGGG!!!

Oí chillar a Jacinta muy cerca de mi oreja, y de repente olí a flores secas… más bien podridas, y me entró un frío tal, que hasta me pellizcó los huesos. Pero yo no paré de correr, y me crujió algo en la espalda por el peso de la mujer.

-¡¡¡HEMOS ATRAVESADO AL FANTASMA!!! –chilló la mujer, como si intentara hacerme saltar el tímpano.
-¿Qué fantasma? ¿Qué fantasma? ¿Y BRUNO?

Dejé de correr y me giré un poco, al estilo de Cuasimodo, para ver qué pasaba detrás de nosotras, y en mala hora lo hice, porque entre el grupo de gente que volaba por los aires dentro de otro de aquellos gigantescos tentáculos (que había tres tentáculos en total), reconocí a mi Bruno por el pantalón, ¡y por el paquetón, neeenaaas!

-¡¡¡BRUNO!!! –chillé, cuando aquel grupo de cinco personas (o así) volaron por encima de las copas de los árboles hacia el lago, y bajo ellos, en el camino que ahora estaba desierto, el fantasma de Fernando Morales reía como un chalado.

-¡Hemos atravesado al fantasma! –repitió igual de histérica que antes.
-Que sí, Jacinta, que la oí la primera vez –y seguí corriendo-. ¡Tengo que buscar un sitio seguro para dejarla, y luego ir a rescatar a mi Bruno!
-¡Vamos a morir!
-En este capítulo, no, nena, eso se lo puedo jurar sobre ¡¡¡el Disco de Instalación del Microsoft Office Word 2003!!! El original, no uno pirateado, nena.

Seguí corriendo hasta no saber dónde narices estaba, y localicé una cabaña diferente a la de los turistas (eso quiere decir con menos glamour y más funcional, además de más grande), que tenía luz en las ventanas. Recé para que la puerta estuviera abierta, porque no me iba a parar para llamar como las marichachis de AVON llama, y la embestí a lo Dos Torres del Señor de los Anillos.

Sonó un BLAM!, de madera crujiente e irrumpí en el interior como un elefante en una cacharrería, hasta que una mesa me detuvo en seco y me desplomé sobre ella, con todo el peso de Jacinta encima.

-¿Jacinta? –la llamé, pero no respondió.

Me giré a un lado para dejarla encima de la mesa y la miré. Estaba inconsciente, y tenía una brecha en la frente. Vaya. El BLAM!, seguro que lo produjo el cabezazo de la pobre mujer contra la puerta.

-¡¡¡QUÉ JEBY!!! –chillé horrorizada-. ¡¡¡YA LA HE MATADO!!! –y pegué una oreja en el pecho de la señora, K.O. total, pero no, el corazón le seguía latiendo, y yo me llevé una mano al corazón para tranquilizarme, ¡porque también lo necesitaba, oye!

-¡Dolly!

Me llamó alguien a muy pocos metros de mí y yo solté tal berrido, que parecía que me habían dado con una porra eléctrica, porque boté y reboté en el mismo sitio, haciendo cosas raras con las manos. Sí, nenas, estaba al borde de un ataque de servios ¡o más!, para que encima una voz desconocida me llamara. Sí, vale. Podría ser mi voz interior, pero desde luego que mi voz interior, no me llama a gritos, pa pegarme un susto de muerte, después de creer que he matado a la madre de Gigi por abrir una puerta con su cabeza.

-¡Dolly!

Yo seguía gritando y haciendo movimientos raros con las manos como si me defendiera de un ataque de abejas asesinas, pero intenté controlarme y buscar la procedencia de aquella voz, y la encontré, escondida entre unos estantes en una zona poco iluminada de aquella cabaña, que recordaba a una especie de comisaría. ¡Claro! ¡Estaba en el puesto de los seguratas del complejo Takami! Y aquel que me llamaba era… ¡PABLO!

-¿Pablo? ¡¡¡PABLO!!! –era el segurata que se había tirado Gigi entre los Capítulos 10 y 11; te lo recuerdo, porque estamos en el Capítulo 30, neeenaaa, y seguro que estás tan liada de emociones, que ya ni te acordabas de él-. ¿Qué haces ahí?
-¿No has visto… -comenzó a decir aterrorizado, aovillado junto a la estantería y con la porra en la mano-… lo que ha salido del lago?
-¿Por qué te crees que estoy aquí? ¡Casi nos pilla! ¡¡¡Y se ha llevado a Bruno, nene!!!

Le saqué de su escondite, pero él seguía acojonadito, y la mirada se le iba de cuando en cuando hacia las ventanas del puesto de control.

-Tú tienes que saber algo sobre ese cabrón de fantasma.
-¿Fantasma? –repitió con mirada de lunático.
-Sí, nene, estamos en el Capítulo 30, y si yo no termino de saber quién carajos es ese tipo y porqué va por ahí cortándole las cabezas a la peña, ¡difícilmente podré contarlo en este blog! ¿No?

Pablo se apartó de mi, como si me tuviera miedo, y yo no las tenía todas conmigo de que me fuera a revelar un dato importante, que me ayudara a entender todo este follón en el que había perdido a mi mejor amiga, Gigi, y donde le acababa de abrir la cabeza a su madre biológica.

-¡Tienes que contármelo por Gigi, Pablo! –y se quedó pensativo, ausente, ¡LOST!-. Por Gigi, ¡y por mis fans que leen este blog, nene!
-Al principio, creí que era el típico cuento de brujas que le soltaban a los nuevos…
-¡Tú lo sabías, PERRA! –dije indignada y retrocedí un paso.
-El Fantasma nunca había hecho nada… y la vieja chalada… La Vieja del Lago, creíamos que se colaba por las vallas de seguridad para armar su particular “numerito”, y robar algo de las cabañas.

Yo me llevé una mano al corazón, porque ahí me dio. ¡También estaba al tanto de la vieja meona! Recordemos, que la primera vez que me atacó la vieja meona, fue Pablo, quien me salvó… bueno, más bien la intimidó… ¡y la dejó escapar!

-¡Hijadelagranputa! ¡También sabías lo de la vieja!
-¡Era completamente inofensiva!
-¡JARL! ¡Eso díselo a los de la tintorería! ¡Esa vieja me meó de arriba abajo como si fuera una rueda de coche! ¡Y tú lo sabías, PUTA!
-Era una chalada, sólo eso.
-Sí, sí, una chalada ¡con la vejiga muy suelta!
-Dolly, entiéndelo, la vieja está loca, ¡pero no hace daño a nadie!
-¡Desde luego que YA no hace daño a nadie! ¡El fantasma del mequetrefe ese le cortó la cabeza!
-¿¿¿Qué???
-De un tajo. Y ahora me dirás que el fantasma sólo es una Leyenda Urbana… ¡¡¡que yo me he visto las tres pelis que se han hecho de la serie!!!
-El fantasma no hace daño a nadie…
-¡Y un cojón de mona paquistaní! El Bicho del lago ha capturado a todo el mundo, y el fantasma estaba de su parte… y la vieja chalada, ahora está de-ca-pi-ta-da. ¿Me has oído bien? ¡Le cortaron la cabeza! ¡De un tajo! Que lo vi con estos ojitos en directo; sé que yo saldré viva de aquí, pero no pongo la mano en el fuego por tu personaje, nene, así que, o bien mueves ese culito que Dior te dio, y me ayudas, ¡o quizá no llegues con vida al Capítulo 35!
-¿Qué pasa en el capítulo 35?
-¡Que se termina esta historia, NEEENAAA!

Le dejé unos segundos valorando las dos opciones que tenía: no ayudarme, y palmarla en uno de los cinco capítulos que quedan para concluir esta historia o… ayudarme, y salir de esta con vida, pero con daños colaterales. ¡JARL! ¡POR MALA MARIKA! ¡Sí, señor!

-¿Qué pretendes hacer? –me preguntó al fin.
-¡Pues salvar a mi Bruno! A Bruno, y de paso a la gente que pueda…
-¿Pero cómo?
-Tengo que regresar a la iglesia, porque intuyo que todos están allí abajo, pero esta vez no me iré con una bolsa de El Corte Inglés. No, nena. Seguro que tenéis un equipo de buceo cool, o algo más moderno, que una bolsa de El Corte Inglés para bajar a la iglesia sumergida.

Y así era. Según Pablo, había una caseta a unos metros del embarcadero, donde guardaban material para la limpieza del lago, y en el que además había equipos de buceo, así que corrimos hacia allá… aunque antes de salir, me ocupé de dejar a Jacinta en uno de los camastros que utilizaban los seguratas para descansar; vi que la herida de la cabeza no era muy grave, así que se la desinfecté a la carrera y le puse un apósito con Betadine, apagué las luces y cerré la puerta con llave.

Pablo y yo tardamos casi quince minutos en llegar a la caseta, porque dimos un rodeo para no pasar por las instalaciones del complejo Takami, y porque además íbamos sin linternas, iluminadas solamente por la luz de la luna, para no ser descubiertas… por el fantasma de Fernando Morales, ni por el bicho del lago.

Al enfundarme el traje de neopreno descubrí… ¡¡¡que el neopreno es ideal para dejarte un cuerpo a lo Supermán, neeenaaas. ¡¡¡VIVA EL NEOPRENO!!! ¡Estaba súper ideal! Ultra ceñida, ultra sexy, y ultra aventurera. Y me harían falta todos esos ultras, antes de hacer lo que me disponía a hacer. ¡Volver a bajar a la iglesia sumergida!

viernes, mayo 12, 2006

~29~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Presencié el decapitamiento de la vieja meona, a manos del fantasma que nos acosó a todas al llegar al Valle Takami. No hará falta decir, que el susto que me llevé fue morrocotudo, y más aún al suponer, que todo había vuelto a empezar otra vez. El monstruo seguía en el lago, el cura vampiro volador, supuse que también estaba en la iglesia sumergida, y ahora este sanguinario fantasma, ¡se dirigía a las cabañas, neeenaaas!

Corrí unos cuantos minutos, pero sin mirar a tras. Anda que una es marika, pero no masoka, nenas, porque si vuelvo la cabeza y me veo a aquel fantasma con el machete aún ensangrentado corriendo tras de mí, ríete tú de Flash y unos cuantos superhéroes más.

Como ya se había hecho de noche, el alumbrado mortecino del complejo turístico se había encendido, y no se oía ni un mísero trino de pájaro nocturno, que diera idea de que allí había gente viva, ¡porque no se veía ni a Dior!; mi primera idea fue que seguramente estarían todos en el lobby, cenando o jugando al mus, pero no. El lobby estaba cerrado y con las luces apagadas.

-¡Mierda! ¡Pues estoy buena teniendo ideas, oye!

Sobre mi cabeza pendía la luna (que a mí me parecía que seguía siendo luna llena), en un cielo despejado de nubes y estrellas. Es lo que pasa cuando hay luna llena, que no ves una estrella ni aunque te den un puñetazo; entonces vi luces y movimientos en las ventanas de un edificio que estaba como a doscientos metros de lobby, y que no lo había visto hasta ahora… más que nada, porque en el poco tiempo que llevaba en el complejo turístico del Valle Takami, estuve más preocupada en mantenerme con vida, que en hacer turismo, nenas. Así que corrí hacia allí.

Quizá estaban celebrando una reunión o algo de eso. ¡Qué se yo! Pero imaginé que dentro de aquel edificio de dos plantas había más vida que en todo el complejo turístico, y corrí y corrí, ya sin aliento en los pulmones, y con un dolor en la ingle (de correr, claro, no porque me fuera a salir una apendicitis, nenas), y al llegar a la puerta, no llamé directamente, sino que aporreé con los dos puños hasta que alguien abrió desde dentro, y me paré antes de darle en la cara.

-¿Qué ocurre? –dijo Olivia, saliendo al exterior y cerrando casi del todo la puerta tras su espalda.
-¡De todo, nena! ¡Estamos en peligro!

Olivia me miró como si me hubiera comido todos los hongos conocidos (y los desconocidos también), y después miró a ver si alguien me acompañaba en mi viaje iniciático.

-¿Qué peligro? ¿De qué hablas?
-¡El fantasma, neeenaaa!
-¿Qué fantasma? ¿El de “Fernando Morales”? –dijo con cierto tonillo de mala uva.
-¿De Fernando quién? ¡Es verdad! Se llamaba así, es verdad. Claro que como han pasado tantos capítulos lo había olvidado… por los capítulos que han pasado, y por todo el mal rollo que he tenido que vivir en tan pocas horas, por eso me he olvidado. ¡NEEENAAA… que viene hacia aquí! –chillé.
-No es el momento de seguir con esto…
-¿Perdón? –dije y me crucé de brazos-. ¿Cómo que no es el momento? ¡Cómo se nota que no te has leído el capítulo anterior.
-¿Qué capítulo?
-Déjalo, nena y atiende. El fantasma le ha cortado la cabeza a la vieja meona, que se llamaba Clara, y viene hacia aquí. Quiere secuestrar otra vez a la gente y llevársela abajo.
-¡Olivia! –gritó alguien, pero lejos, desde el interior del edificio-. ¡OLIVIA! –repitió casi al lado de la puerta y se abrió. Era Jacinta, la madre de Olivia, y de mi difunta y mejor amiga: Gigi.
-Madre, regrese a la habitación.
-¡No! –chillé yo-. ¡Hemos de irnos de aquí! ¡El Fernando Morales viene a por todos nosotros! Y nos matará y nos tirará al monstruo del lago.

¡¡¡PLAFFF!!!

He de decir, que la bofetada que me arreó Olivia jamás me la pude imaginar, y por eso terminé con la barbilla sobre mi hombro derecho, debido a la inercia, claro.

-¡Vale, ya! –dijo Olivia.
-¿El fantasma? ¿Ha vuelto? –preguntó Jacinta temerosa.
-No le haga caso, madre. Está chalado y no sabe lo que dice.
-No, nena, puede que no utilice la expresión adecuada al expresarme, pero chalada, ¿chalada? Ni de coña, nena. Viene hacia aquí, y como no nos larguemos pitando, nos vamos todos para la puta iglesia, en la que ya estuve una vez, por cierto, ¡y PASO de volver a meterme ahí!
-Voy a llamar a seguridad.
-JA! No será verdad… -dije súper desafiante.

¡¡¡Y la tía puta se sacó un walkie del cinturón de su uniforme y lo encendió!!!

-¿Seguridad? Preséntense en el edificio del personal –y lo volvió a apagar.
-¡QUÉ JEBY, NEEENAAA!
-Tienes dos minutos antes de que lleguen –y se cruzó de brazos.
-Nena, eres lo peor. Tu hermano murió por salvar a toda esa gente, incluyéndome a mí, pero ha pasado algo, y no sé el qué, que ha hecho que todo vuelva a empezar. Volverán a raptar a toda esa gente y la van a llevar a la iglesia. Y he visto delante de mis narices cómo le cortaban la cabeza a la vieja meona, nena.

Jacinta apartó con cuidado a Olivia y me cogió de la mano.

-¡Madre! –Dijo Olivia sorprendida por su reacción.
-Llévame contigo –dijo Jacinta.
-¡Pero a dónde, señora! ¡Que ni yo misma sé dónde estaremos a salvo! ¡BRUNO! –y miré a Olivia-. ¿Dónde está Bruno? ¡Es igual, le encontraré! ¡Soy muy buena olfateando!

Y me fui de allí, sin darme cuenta que arrastraba en mi marcha a Jacinta, así que reduje la velocidad.

-¡Madre! –gritó Olivia, pero ninguna de las dos respondimos. Primero porque yo no era su madre, y segundo porque Jacinta, que sí era su madre, no quería hablarle.
-Tú le conociste bien… -comenzó a decir Jacinta-. ¿Cómo era?
-Bueno, tampoco es que fuéramos íntimos. Nos atacó en la cabaña y después le vi hace unos minutos en el lago, discutiendo con Clara, la meona, antes de que le cortara la cabeza –y sentí un tirón que me hizo parar y volverme hacia ella.
-¡Me refiero a Gabriel!
-¿Gigi? Jacinta, nena, que no es momento para eso ahora. Tenemos que salvar nuestros culos primero, y después, me la llevo al Mamá Inés de Hortaleza, nos pedimos unos cafés y le cuento todo lo que quiera sobre Gigi, pero ahora no.
-Es que lo necesito.
-Pero si el fantasma de Fernando Morales nos mata, no servirá de nada, Jacinta. Si Gigi murió, fue por salvarme de aquel cura loco volador, y de paso, rompió la maldición que tenía a toda esa gente como atonlondrada, dentro de la iglesia sumergida.
-Era mi hijo… -dijo con una lagrimilla-. Lo he vuelto a perder por segunda vez… y esta vez es para siempre.

Y nenas, ¡qué os voy a decir! Me dio una pena, que ni os lo imagináis, así que la cogí de las manos y la miré a los ojos.

-Gigi era, lo que define exactamente el diccionario como amigo. Siempre lo entregaba todo, sin esperar nada a cambio. Tenía un gran corazón, y un gusto horrible para comprarse esas camisas, que no se pondría ni un ciego de la ONCE. Pero yo le quería mucho, y fue conocerle, y adoptarle como si fuera mi hermanito pequeño.
-¿Te habó alguna vez de… su familia?
-Pues mire, no… porque se crió en un orfanato, y a la que pudo, se escapó y se puso a trabajar… y cuando hablábamos, no mencionaba el tema, porque sabía que eso le hacía diferente a los demás, ¿me entiende? –y ella asintió, así que yo volví a cogerla de una mano y emprendí la marcha, con ella a mi lado-. Gigi era un gran chico. Quizá un poco inocente, pero ahí estaba yo para enderezarle, aunque he de decir que fracasé en mi intento de vestirle de forma decente, pero bueno, yo es que no tengo experiencia como babysitter, claro…

Ella se sonrió y vi que habíamos llegado a las cabañas. Miré hacia la dirección del lago, y por allí no se veía nadie… pero sabía que de un momento a otro, el fantasma de Fernando Morales y su hacha, aparecerían a por nosotras.

-¿Ha ido a las ferias?
-¿Cómo? –me preguntó algo desconcertada.
-Vamos a hacer como en las ferias –y me agaché y cogí unas cuantas piedras del suelo. Unas me las quedé yo, y otras se las di a Jacinta-. Como no hay tiempo de ir cabaña por cabaña, vamos a ensayar nuestra puntería con las ventanas de las cabañas.
-¿Quieres tirarle piedras a las ventanas?
-¿Es que nunca lo ha hecho?
-Pues no…
-Vale, yo tampoco, pero hemos de llamar la atención de todos.
-¿Estás seguro?
-¡JO! ¡Claro que no! Pero sí estoy muy segura de lo que he visto, y de las intenciones que tiene ese fantasma… ¿Cree en mí?
-Si mi Gabriel creía en ti, yo también te creeré.
-¡Así me gusta! ¡Vamos a poner en práctica el tiro a la ventana, nena!

Y las dos nos pusimos a ello. Ella con menos energía y gracia que un guardia de tráfico, yo con menos puntería que un manco en un columpio; las primeras pedradas dieron en las paredes de las cabañas, y otras se quedaron a mitad de camino, pero OYE, que la segunda vez que nos agachamos a por más piedras y más grandes, la cosa fue mejorando y los cristales de las ventanas comenzaron a saltar por los aires como en las pelis de Bruce Willis (en cualquiera de ellas, porque en todas hay un cristal que se va a tomar por saco), y con la práctica fuimos acelerando el paso por el sendero principal, con cabañas a ambos lados, recogiendo piedras y lanzándolas con una mala uva, que ni en las pruebas del Qué Apostamos.

La reacción fue de inmediato. Se encendieron luces, luego surgieron voces, y después salieron al camino principal, vestidos a la carrera y súper alarmados, mis compañeros de excursión y otros que desconocía, y que imaginé que era la gente que había surgido del lago, y que la policía había estado interrogando esa misma tarde; de los pocos que reconocí, fue al niñopiñata con su madre, y a las hermanas calambre.

-¡Hay que salir de las cabañas! –chillé a pleno pulmón-. ¡ESTAMOS EN PELIGRO!

Mira que le puse seriedad a la cosa, pero lo que conseguí por parte de todos, fueron miradas de curiosidad o de lástima, como si de repente me hubiera vuelto loca perdida.

-¡DOLLY, QUÉ HACES! –chilló la voz de mi Bruno, que no identifiqué su procedencia.
-¡Está loca, siempre lo ha estado! –chilló entre la multitud la Rata Gustavo, que aunque no la vi, sí que reconocí su voz.
-¡Sal que te vea, ladilla! –le chillé, cuando Bruno me cogió del brazo.
-Dolly, detente. ¿Qué demonios estás haciendo tirando piedras?
-Bruno, nene, estamos en DANGER. El fantasma ha vuelto, y pretende llevarnos a todos al lago. Bueno, al lago no, a la iglesia sumergida, quiero decir.

Y fue entonces cuando comenzaron los gritos. Sonaron al fondo de la multitud, que había abandonado el interior de las cabañas y se arracimaban ahora en el camino central.

-¿Ves? ¡Ya han visto al fantasma! –dije súper convencida, cuando la masa de gente se puso histérica a correr hacia nosotros, mientras que los árboles más próximos a lago se meneaban como si alguien los electrocutara, y el techo de una de las cabañas voló en pedazos en miles de astillas de madera, conglomerado y plástico.

-¡QUÉ JEBYYYYY! –chillé, y me abrazé a Bruno súper asustada.

Dos inmensos tentáculos, de la cosa del lago, arrancaron de cuajo unos árboles y derribaron dos cabañas más, como si fueran de corcho, atrapando a un grupo de personas que elevó en el aire en un visto y no visto; Bruno me abrazó fuerte y cogió también a Jacinta, y echamos a correr huyendo de semejante monstruo, en medio del griterío, el caos y cosas volando por todas partes. Era como en La Guerra de los Mundos, pero mejorada, porque no estaba el niñato de Cruise, sino mi Bruno, para salvarme el culo de la situación aquella tan terrible.

-¡¡¡Hasta que el último no pague, nadie descansará!!! –gritó el fantasma de Fernando Morales.

Volví la cabeza hacia nuestra espalda, y allí estaba, con su mirada de lunático, refulgiendo como sólo los fantasmas saben refulgir, con una sonrisa aviesa que mostraba su dentadura y mandíbula huesuda, y con el hacha en su mano derecha, aún goteando sangre de la vieja meona.

jueves, mayo 04, 2006

~28~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Murió una parte de mí, al terminar por aceptar la muerte de Gigi. ¡Qué iba a hacer yo sin mi Gigi! No, nenas, ya nada será lo mismo, después del Capítulo 27… donde además de perder a Gigi, mi mejor amiga, volvía a estar en medio de un fregado, con gente que había estado desaparecida durante años, misteriosamente, en el fondo del Lago Takami…

Se había hecho de noche, y la humedad del suelo había empapado mis vaqueros y calzoncillos, y se me estaban quedando las nalgas frías (un síntoma de las marikas que no follan) ¡Pero yo sí follo! ¡Aunque sea por Gigi!

Me puse en pié de un salto, pero resbalé y me escoñé sobre mí misma, que hay que tener mala pata, pero volví a levantarme, con algo más de cuidado sin ir de mega cool, porque no tenía el cuerpo ni para ir de mega cool, ni de cool a secas.

Miré hacia las cabañas, no sea que me saliera una voz en off, porque sí, nenas, no sé que pasa conmigo, pero a la peña le encanta hablarme por la espalda y darme un susto. Pero no, estaba sola; me sacudí el trasero y me puse a andar hacia la cabaña, en la que horas antes, Gigi y yo sólo pensábamos en robar los jaboncillos, las toallitas y todo lo que fuera susceptible de robar…

Un ruido a mi espalda me detuvo. Un gorjeo profundo. De las profundidades del lago.

Me detuve y miré hacia atrás. El lago seguía igual o más plácido que minutos antes. Ahora la luna, lo iluminaba todo con un color plata, que convertía el verde de los árboles en un azulón oscuro, y en un puntito amarillo.

Entrecerré los ojos hacia ese puntito amarillo, que saltaba y se movía de forma loca, como si le hubieran cosido con grapas al lomo de una cabra silvestre, la linterna de Scully de Expediente X, y el animal botara como una endemoniada por la orilla del lago, a más de un kilómetro de distancia; y es que nunca os he hablado de las dimensiones del Lago Takami, pero en rasgos generales: es grande como los huevos de King Kong.

O un King Kong con un solo huevo, porque no tiene forma de huevo, pero tiene más parecido con un espermatozoide, que también está en un huevo kinder ¡DOLLY! Vale, no disperso más. El lago es enorme, con forma de coma, o sea así: , (vaya mierda de coma que sale aquí, nenas!), pero os creo suficientemente inteligentes, y si no sois inteligentes, ¡estudiad, putas!, para imaginar qué forma tiene el lago con forma de COMA.

El condenado punto amarillo seguía saltando, allá a lo lejos, como en esos karaokes, donde ves una bolita que te va señalando la palabra que debes decir y tal… y luego oí un gritito. Si estuviera más cerca, sería un grito, pero a esa distancia, era un gritito, como el UTINIIIIIIIII que chillaban los jawas de Star Wars. Y me sonó a algo familiar.

-Oh, sí, sí, sí… -dije en voz alta, para mi misma, y de pronto supe qué era-. ¡La puta vieja meona! ¡Será hijadelagranputa! –y eché a correr por el borde del lago hacia donde estaba la intermitente y cojonera luz amarilla, que no paraba de bailar de forma frenética, a más de un kilómetro de distancia.

Así que me dije: de correr, nada, nena ¡al trote, señorita Teschmacher, al TROTE!, que me canso menos, sudo menos y de paso pienso qué putada le haría a la vieja mendiga cabrona que me había meado. Esta vez, era entre ella y yo. Como en Tiburón, La Venganza. Secuela que jamás debería haberse rodado, porque era lo peor y los protas parecían sacados del IMSERSO Hollywoodense. ¡Hasta el tiburón parecía viejo, neeenaaa!

Aún al trote (¡velocidad de crucero!, que diría alguna marika fan de Star Trek), aquella luz seguía estando donde cristo perdió el taparrabos. Pero yo no bajé la guardia. Trotaba, y acompasaba la respiración, inspirando por la nariz, y espirando por la boca. Por cierto, para todas aquellas marikas que meten la pata con esta palabra: no se eXpira por la boca, nenas, se eSpira, por la boca. Porque si eXpiras por la boca, o eres una marika zombie ¡o simplemente estás muerta, neeenaaa!

Y me acordé de Gigi, pobrecita mi Gigi, qué final más horrible, pero a la vez me dio fuerzas y seguí corriendo al trote, mientras aquella hijadelagranputa, seguía dando saltos a la orilla del lago, con lo que parecía una linterna en una mano, que no lo era, porque la luz era más básica y menos sofisticada. ¡Tenía que ser un candil! Ya sabéis, los trastos esos tan monos para decorar el salón, que llevan una vela dentro, pero que no se enciende, porque hoy día sólo se utilizan como decoración, o en caso de que seas una marika miserable y te hayan cortado la luz de casa.

Pese al trote, nenas, yo me estaba cansando, y con tanto salto, tenía el colon en el gaznate, así que paré y seguí andando, porque sin fuerzas, no podría darle una somanta de hostias a aquella marrana loca que saltaba con el candil a la orilla del lago, y que parecía discutir con ¡alguien!

Me paré y me alejé de la orilla hacia la maleza para ver de quién se trataba. ¿Con quién hablaba? En circunstancias normales, no vería nada, pero, y aquí viene la parte donde se me erizaron los pelos del coño, al estilo chumino de china que se mete en una playa de Asturias en pleno Enero… ¡la vieja loca estaba hablando con un jedi muerto! ¡Como el de Star Wars, nenas! ¡Claro que a la distancia que estaba, no sabía si era el espíritu de Anakin Skywalwer, el de Obi Wan, o el del puto teleñeco de Yoda! Bueno, Yoda descartado, porque este fantasma jedi era alto.

La discusión parecía de las fuertes, entre la vieja meona y el espíritu de aquel jedi que no supe quien era, pero sí que tenía bien claro una cosa: era de color azul y transparente, y cuando se acercaba a menos de dos metros, la vieja chillaba, se mesaba el pelo y se alejaba de él.

-¡Todo volverá a comenzar, otra vez a comenzar, oh, sí, sí, sí! –chillaba sin parar aquella vieja tarada, pero no con ese tonillo de alegre retintín que tenía la primera vez que me atacó, ahora se notaba en su tono, y en la forma de tirarse de los pelos, un cabreo descomunal-. ¡Todo volverá a comenzar, a comenzar, sí, a comenzar!

Con muchísimo cuidado de no hacer ruido, me acerqué unos metros más, para descubrir quién diablos era el fantasma aquel del jedi. Bordeé varios árboles, me agaché en las zonas donde se levantaban plantas secas, y avancé con decisión y muchísimo miedo, cuando del lago, volvieron a oírse aquel enorme burbujeo. No era el sonido de las olas, ni el ruido de las ramas de los árboles movidas por el viento. Eran las burbujas enormes de algo que seguía bajo ellas, vivo aún, y que según aquella chiflada, iba a regresar para hacer lo que tuviera que hacer.

-¡Clara ha esperado muchos años! ¡Oh, sí, sí, sí! Muchos años ya, y está cansada de esperar, cansada de esperar y esperar… ¡Clara no quiere esperar! ¡Clara está cansada de esperar!

A esta vieja le hace falta un psiquiatra argentino y de los caros. Me dije.

-¡Clara no quiere esperar!
-¡Calla! –le ordenó el fantasma del jedi aquel, con tal fuerza, que me dejó helada. ¡Reconocí aquella voz! ¡Era la del fantasma desnarigado que nos había atacado a todos en las cabañas! Y que no paraba de decir cosas como "¡hasta que el último no pague, nadie descansará!”. El mismo fantasma cabrón, que nada más llegar al Valle Takami, nos metió un susto de mil pares de cojones de monas paquistaníes a Gigi y a mí. Y también al resto de premiados, claro, pero nosotras nos asustamos muchísimo más, porque al ser marikas, somos de piel fina, y no apta para fantasmas con hachas, ¡desde luego!

-Clara no quiere esperar, no quiere esperar, ¡SE NIEGA A ESPERAR!
-¡Calla, niña! ¡El tiempo es irrelevante!
-¡Clara no quiere esperar más! ¡Lleva muchos años esperando y esperando y esperando!, oh, sí, sí, sí ¡Y ya no quiere esperar más! Oh, no, no, no… ¡Clara no quiere esperar! ¡Quiere su premio y lo quiere ya! ¡Está cansada de esperar! ¡No va a esperar! ¡Se cansa de esperar! ¡NO VA A ESPERAR!

Y con un mandoble, el fantasma le cortó la cabeza a la vieja, terminando con su desesperado griterío de niña consentida.

Yo me llevé las manos a la boca para ahogar el grito de horror que estuvo a punto de salir como un huracán, y se me aceleró el corazón, más que aquella vez que me subí al Dragon Khan, y me tragué varias moscas y mosquitos, porque berreaba como una lunática en la puta montaña rusa esa de Port Aventura. Tengo una foto que lo demuestra. Claro que no me parezco a mí, porque sobre el cuello sólo se me ve la boca enorme y la lengua saliendo.

¡Para que luego digan que los fantasmas, como son fantasmas, no puede hacerte daño! ¡Y un cojón de mona paquistaní, neeenaaa! ¡¡¡Aquel viejo chalado sin nariz, acababa de cercenarle la cabeza de un tajo a la vieja, y lo más alucinante es, que aún sin cabeza, la puta vieja siguió dando saltitos de forma alocada, escupiendo borbotones de sangre por la garganta, en intervalos, durante unos horrorosos segundos que me parecieron siglos.

¡No era la madre asesina del primer Viernes 13! ¡Porque a aquella le cortaron la cabeza, y se fue pa’lante y punto! ¡Pero ésta no! Su cuerpo, aún caliente, saltó encabritado, agitando las manos como si intentara coger cosas del aire, y el candil cayó, apagándose cuando se sumergió en la orilla del lago. Luego se detuvo, trastabilló y cayó de frente en la orilla, gorjeando y emitiendo un sonido que escapaba de sus pulmones, como si alguien hubiera dejado la llave del gas abierta. Un macabro Shhhhh-glo-glo-Shhhhhh... sanguinolento y asquerosísimo.

El fantasma se acercó a ella, volvió a levantar el hacha, y le asestó varias veces y con energía, partiendo el cuerpo a la mitad, desde el culo hasta los hombros. Parecía que había nacido para ese trabajo. Para un trabajo sucio y solitario, oculto a los ojos de todos, pero no a mis preciosos ojos verdes, que habían presenciado el horrible decapitamiento y posterior carnicería.

El viejo chalado tenía muy claro, que fuera lo que fuera, lo que estaba en marcha, y que yo había jodido, iba a ponerse otra vez en marcha… y recordé a toda aquella gente que estaba como zombie en la iglesia sumergida, en manos de algún hechizo del cura loco…

La sangre me picó en las venas, e irremediablemente volví la cabeza hacia atrás, hacia las cabañas, hacia el complejo Takami. El horror no había terminado, ni mucho menos… estaba a punto de volver a empezar si no hacía nada. Aquel fantasma sin nariz, iba a ocuparse de que se cumpliera (lo que fuera) hasta sus últimas consecuencias… y eso quería decir: matar a quien fuera, con tal de conseguir su fin.

Deduje que ya sabía a quienes me debería enfrentar: Sobre las aguas del lago, al fantasma del hacha… y bajo ellas, al cura vampiro volador con poderes… Ambos estaban relacionados y ambos guardaban el secreto de la iglesia sumergida, en la que encerraban a todo aquel que raptaban de la superficie… ¡con los gigantescos tentáculos de un pulpo!

¡Sí! ¡ESO ERA!

Como si me hubieran enchufado un resumen de las últimas horas en el Valle Takami, entendí todo lo que estaba pasando allí.

¡¡¡PRETENDÍAN VOLVER A TENER EL MISMO NÚMERO DE HABITANTES DEL PUEBLO!!!

Pueblo que ahora estaba sumergido bajo las aguas… ¡Por eso, cuando el cura loco me cogió! Aquella pluma que flotaba, usó mi sangre para inscribir mi nombre en el censo del pueblo. ¡Me estaban EMPADRONANDO, neeenaaas, en el jodido pueblo sumergido!, como a toda la gente que habían secuestrado durante años. ¡Por eso la pluma se puso a escribir en aquel libro ni nombre real, el que tengo en el DNI, no mi nombre de Dolly Partos! Y por eso mismo… ¡GIGI! ¡Madre de DIOR!

¡¡¡GIGI LO SUPO!!! ¡¡¡LO SABÍA!!!

Tuvo que imaginárselo de alguna manera ¡sí!, por eso se ofreció ella a pasar la prueba de la pluma sanguinaria, porque al coger su sangre, se volvería loca, porque aunque Gigi tenga un nombre y un DNI, era su nombre de ADOPTADA, ¿vale? pero no su nombre real, porque Gigi no sabía los apellidos reales de sus verdaderos padres.

¡DOLLY, NEEENAAA! ¿Te has tragado un tripi o qué?

¡¡¡Gigi se ofreció al sacrificio, porque sabía que la pluma sanguinaria se volvería loca, y que de esa forma podría destruir el libro del censo del pueblo sumergido!!!

¡¡¡ESOS DOS CABRONES (el fantasma y el cura loco) estaban secuestrando gente para devolver a la vida al pueblo sumergido!!! Que a estas alturas, al completar el número de habitantes, no me extrañaría nada que surgiera de entre las aguas como el final de Abyss, pero sin marcianos cools, sino con gente secuestrada y bajo los efectos de alguna maldición maldita del infierno o del más allá de Cuenca!

¡¡¡NEEENAAA, K JEBYYYYYYYYYYY!!!

¡Tengo que avisar a todos! ¡ALGO TERRIBLE ESTABA A PUNTO DE OCURRIR!

Y ocurrió, porque dos enormes tentáculos grasientos emergieron del lago y se hicieron con las dos mitades del cuerpo de la vieja loca, como si fueran las manos de un niño goloso que saben dónde meterse para conseguir sus galletas preferidas; el cadáver desapareció bajo las aguas, y al instante, un tercer tentáculo apareció y pilló por los pelos desaliñados, la cabeza cercenada de la vieja, que fue a parar al fondo del lago.

Me puse en pié de un salto. No sabía si los fantasmas se teletrasportaban o volaban como el cura loco de la iglesia sumergida, pero tendría que echar a correr para llegar antes que el fantasma sin nariz, a las cabañas y avisarles del peligro inminente.

-Gigi –rogué cerrando los ojitos-. Sé que estás muerta, pero seguro que estés donde estés, me ayudarás, nena. Ayúdame, o de lo contrario, aquí va a morir hasta el apuntador y vamos a terminar todas… ¡¡¡viviendo en un pueblo sumergido, neeenaaa…!!!

Sin mirar atrás, eché acorrer con todas mis ganas hacia el complejo de cabañas del valle Takami. Alguien había activado la cuenta atrás. No sabía quién, y me importaba un pimiento, porque ¡yo la iba a detener!