martes, agosto 29, 2006

~5~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Intenté quitarme mi depresión post despido del vídeo-club donde trabajaba, comprando unas hamburguesas y comencé a leer el Diario Secreto de la Agapita González... un coñazo supino en sus primeras páginas, ¡pero ahora acababa de matar a alguien tirándolo escaleras a bajo, como al policía de Psicosis (supongo), y le había robado la cartera!

-¡No fue culpa tuya! –le chillé al diario (sí, nenas, me sentí como Bastian en la Historia Insoportable, que esnifó tanto polvo en aquel desván que terminó creyéndoselo todo) y seguí leyendo.

“No soy una asesina, ¡sólo soy una pobre chica de Murcia...!”

-¡De MURCIA, nada más y nada menos! ¡¡¡DONDE TENGO EL TELÉFONO DE LOS SWAT!!! ¡K JEBY! ¡Deberían poner a Murcia en cuarentena, como en las películas americanas cuando cae un meteorito y lo rodean con alambradas, porque toda la población se convierte en zombies y se comen a los que no son zombies, a los perros y a cualquier idiota que le pida la hora a un zombie!

“¡Pero intentó violarme! Intentó propasarse conmigo... Me asustó y me defendí. ¡Mi maleta! ¡Mi maleta está al lado de su cadáver! ¡Qué hago! ¡Qué hago!”

-Como no borres las pistas, nena, la policía te pillará seguro. Abrirán la maleta, verán tus bragas y dirán: “pertenecen a la murciana asesina”, porque su madre bordó en ellas el nombre de la asesina y un número de teléfono por si se perdía... ¡y este prefijo es de Murcia!; y te encerrarán entre rejas con las de Marbella.

“¡He de regresar a por mi maleta! ¡Tengo que recuperarla!”

Pasé la página, porque allí no había nada más, y en la siguiente fotocopia la letra era más legible, menos nerviosa y hecha con trazos largos.

“Aún no sé cómo he tenido el valor de hacerlo, pero lo he hecho; el hombre seguía donde estaba. Definitivamente muerto, con un corte en forma de rayo, desde la ceja derecha hasta la oreja, y parte de los sesos desparramados allí, en varios escalones superiores. El cabrón éste, huele a orina y a herrumbre... supongo que es la sangre lo que huele tan fuerte...”

Me dio cantidad de asko lo que acababa de leer y me dio por taparte la nariz y la boca con la servilleta de papel del burguer, pero aún así... seguí leyendo.

“Mi maleta estaba allí. Había caído en el forcejeo, antes de que el hombre se abriera la cabeza, y estaba bien lejos y abajo, en la oscuridad, contra la verja del metro...”

Entonces, para situarme, fui a la cocina y cogí mi taco de notas (los "plos plis" como los llama Gigi), para anotar aquello: “buscar en Madrid, muerto, cabeza abierta, en escalera de boca de metro cerrada”. Con eso seguro que en el Google, que es más listo que el Carlos Sobera y sus guionistas juntos, me lo encontraba. Así sabría más o menos, cuando empezó a matar, aunque fuera por accidente la Agapita de Murcia ésta; terminé las patatas fritas, bebí lo que quedaba de coca-loca y seguí leyendo.

“Cogí mi maleta y rodeé el cuerpo de aquel hombre que una hora antes, me había dicho que conocía una pensión donde podría pasar la noche a buen precio, y me llevó a aquella boca de metro que estaba cerrada. Demasiado amable me pareció a mí, hasta que comenzó a tocarme el culo y las tetas; soy demasiado inocente para esta ciudad. Todo esto me pasó por inocente... por inocente y por estúpida. En el futuro estaré más despierta y atenta a todo. Madrid no es Murcia...”

-Pues claro que no, nena, ¡tenemos más bares de ambiente gay! –le dije al diario y seguí leyendo.

“No volveré a cometer otro error como este... no volverá pasar; me encuentro en el portal de un bloque de viviendas, en el centro, detrás de Gran Vía, en la calle Ballesta, y aunque no es el sitio más seguro para una chica como yo, creo que esta noche, dormiré en el cuartucho que hay bajo las escaleras.”

-¡Pues vaya forma de hacer turismo que tienes, nena! –dije y cerré el diario, cuando llamaron al timbre. Por un momento pensé en hacerme la estatua y no abrir. Quedarme quieta a ver si el que llamaba pasaba de largo, pero no, volvieron a llamar. Me levanté, metí el diario bajo el sofá y fui a abrir, encontrándome a Gigi, que llevaba un sobre en las manos y que miró por encima de mi hombro hacia el salón.

-Hueles a hamburguesa.
-¡Será porque me estaba comiendo una, nena! ¿Se te ha pasado ese estúpido arrebato tuyo? ¿Mmmm? ¿Vas a aprender a comportarte en las casas de las demás, y no ponerte a chillar como la descerebrada de Dakota Fanning en La Guarra de los Mundos, nena?
-¿Te ha llegado el sobre? –me preguntó sin hacerme puñetero caso.
-¿Qué sobre? –y me mostró el membrete del que tenía: Takami Corporation-. ¡No me digas que te han vuelto a invitar a ese sitio!
-No, tía, ¡nos han “idealizado”!
-¿Perdón? –sonará presuntuoso, pero os juro que vi una estatua mía en el lago Takami.
-Que nos han dado dinerito por los daños y shocks “sociológicos” que hayamos podido pasar en aquel sitio de las cabañas del terror.
-Entonces no nos han “idealizado”, nena, nos han indemnizado -¡a la mierda mi estatua en el lago Takami!-. Y no sé si me ha llegado el sobre, porque no he querido ver las cartas; anda, entra, que parecemos el matrimonio de viejas de Noche de Fiesta.

Gigi entró, y yo fui directa a las cartas que había recogido del buzón, y le di mi carta de despido del vídeo club para que lo flipara un poco.

-¿Te han despedido del vídeo club? –dijo con un gritito sin apartar los ojos de la carta.
-Sí, nena, y me han pagado una mierda este mes.
-Ya lo veo, ya... ¡Nadie diría que el vídeo club de Arturito tuviera tanta clase para hacer cartas de despido, tía...! ¡Si no tiene ni papel ni boli para anotar lo que sea! ¡Ni plos plis de los tuyos!
-¡Mira, a mí también me ha llegado una carta de Takami, nena! –y dejé las otras cartas, la mayoría eran de publicidad, una de amena y otra de ameno; abrí el sobre de Takami y leí por encima a toda velocidad-. Bla, bla, bla, blablabla, bla, bla... ¡¡¡Tres mil euros???
-Sí tía, como el CREDIAL.
-¿Credial?
-El anuncio ese donde se está duchando un tío y le cortan el agua, y entonces aparece un negro enorme vestido como de Aladino...
-¡Y se lo folla!
-No, tía, le da pasta.
-Y después ¡se lo folla!
-Que no, tía.
-Pues no lo entiendo. O el negro de Aladino va dando pasta a los chaperos y no se los folla, o hace acciones benéficas, o el negro es tonto, o hétero tonto.
-Dolly, es de esos créditos que te dan tres mil euros si llamas por teléfono.
-Ya... ¡y habrá quien se lo crea! –y miré la cifra otra vez-. ¡Bueno, menos da una piedra! Y en estos momentos que estoy en paro no me vienen nada mal estos tres mil euros...

Entonces Gigi se quedó tiesa, como los perros de caza, por si aparecía el negro de Credial vestido de aladino a follársela, supuse, y vio la bolsa de plástico de las fotocopias, la cogió y la hizo una pelota.

-¿Y el diario de la “Agapornis” esa? No lo habrás tirado, ¿no?
-No nena, pero me da a mi que es como el trailer de X-Men 3, que mucha caña y después es un bluf de peli.
-Dolly, tía, que estamos en Enero y aún “no-se-ha-estrenado-X-Men-3”.
-¿Ah, sí? Pues lo vaticino y acertaré. Como el adivino aquel de Antena 3, que acertó el número de la lotería.
-No lo acertó, había un enano escondido dentro del atril para anotar los números.
-Pobre enano.
-¿Pobre? Ese enano estará tan forrado, que se someterá a las más novedosas operaciones de estiramientos, y terminará jugando al baloncesto; ¿bueno, tía, y por qué es un bluf? ¿De qué va?
-Gigi, no va de nada, porque es un Diario. Ahí sólo se cuentan ese tipo de cosas que te pasan, o que hubieras deseado que pasaran, pero luego no. Me da que se las inventaba la lerda esa de la Agapita.
-¿Pero por qué?
-Pues porque todo lo que le pasa a la nena esa es triste, nena. Más triste que todas las películas de Merryl Streep juntas; se enamora de un tío que no le hace ni puñetero caso. Vamos que la ignora completamente.
-¿Tan fea es?
-¿Fea? –me quedé pensativa con aquel comentario de la Gigi-. Pues no lo sé, nena, porque esta tía no lo dice... ¡espera! Me voy a poner a pasear por el salón, como hace la rubia pija girl de CSI Miami, a ver si encuentro pistas sueltas... –y me puse a pasear-. Ese chico que ella idealiza, se viene a Madrid; nuestra heroína asesina, se entera de ese hecho por la hermana del chico; la nena ahorra y roba a sus padres para venirse a Madrid, y cuando llega, uno la lía para llevarla a una pensión, pero en realidad lo que quiere es tirársela... y ella lo tira por las escaleras de una boca de metro que está cerrada. El otro se abre la crisma y la palma. La otra se asusta y huye, pero se lo piensa y vuelve a por la maleta, que está tirada junto al fiambre... y llegamos al detalle más horrorosamente horroroso de la historia.
-¿CUÁL, DOLLY?
-Agapita es... ¡DE MURCIA!

Las dos compusimos una cara de terror, porque gracias al blog de Kill Pili, sabíamos de lo que eran capaces de hacer unas murcianas fuera de sus Iker Casillas; entonces sonó el móvil y contesté.

-¿Diga? –reconocí la voz al instante-. ¿BRUNO?

sábado, agosto 26, 2006

~4~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Por culpa de Gigi, Jessica y Manolo casi se enteran de que les espiaba pro la mirilla de la puerta, pero como soy tan buena ideando planes de los que salgo más o menos con la cabeza bien alta, salí de aquel entuerto y al echarle en cara a Gigi aquello, la perdí como amiga... y encima cuando vuelvo a mi trabajo, una marika desenterrada de la Almudena, me dice que ¡estoy despedida, neeenaaasss! ¡K JEBY!

Cogí la carta de despido y miré a mi sustituta la cual, debería tener la belleza y el glamour, en una vida pasada, claro... porque en ésta, ¡desde luego que no, neeenaaas!

-Muchas gracias, nena -respondí megadigna.
-De nada, querida –respondió cortés y sin malicia. Simplemente era marika, aunque siniestra.
-Sólo te daré un consejo: borra las cookies, los archivos temporales de internet y el historial. Como arturito te pille viendo pollas desde el vídeo club, te pone firme, nena.
-No hay problema, querida, yo sólo entro a internet al messenger y a leer el blog de Dolly Partos.
-... –tragué aire-. Oka, nena, pues pásate por alto el final del capítulo 3 y el principio del capítulo 4, porque me temo que no vas a salir muy bien parada, nena.
-Superé mi circuncisión a los veinte años.
-¡Holy Manolis! Marika, siniestra y circuncidada. Si no fuera porque se me jodió la cámara fotográfica en la Segunda Temporada de Desperate Housegays, ¡juro que te sacaba una foto!, porque mira que he visto cosas raras, pero como tú, nada, nena.
-Cuesta mucho ser diferente, querida.
-Y que lo digas, nena. ¡Bueno! Que te sea leve el trabajo, nena...
-Ya te dejaré un post en el blog, Dolly.
-Oka, nena...

Y salí a la calle porque necesitaba aire, o al revés, estaba saturada de aire. Estaba hiperventilada... ¡y despedida! Suena a copazo exótico, sí... ¿nos tomamos un hiperventilazo despedido? ¡Pero NO, NENAS! No era una bebida, era un DESPIDO. Me iba al paro. Y las marikas en el paro se aburren... ¡y gastan menos! El paro es como estar de vacaciones, pero trabajando, o peor aún: como ponerte a hacer discos de música como mi amiga la Hidroboy, que se ha vuelto loca con sus cólicos y discos de ¡NO ME GANAS! Las marikas en paro tienen que mandar currículum, y hacer de muñecas de Famosa, pero no andando hacia el portal, sino andando a todas partes a llevar el currículum. ¡¡¡AAAAAAAAGGGGG!!!

-¡NO MORE DRAMA! –grité en medio de la plaza y una viejecita que echaba de comer a las palomas, dejó de hacerlo y me miró, como si me hiciera efecto la nueva evax tanga, esas que te traen una toallita olorosa para limpiarte la cosa, que por cierto, nenas (y me dirijo a las nenas de verdad, las de la regla), deberíais protestar donde sea, por esa alusión de EVAX a comparar vuestro chichi con una paella o unas gambas a la plancha, porque, siempre que he comido esas cosas, ¡¡¡los del restaurante me dan una toallita olorosa para limpiarme las manos!!!! Y a mí deberían indemnizarme con varias sesiones de psiquiatra argentino carísimo, porque ya no podré comer gambas a la plancha ni paellas, porque recordaré la toallita olorosa y veré delante de mis narices ¡¡¡un inmenso coño, neeenaaas!!!

Si alguna marika ha resistido la descripción anterior, y no se ha desmayado del asko (gracias a Dior que yo tengo mis sales a mano), o ha dejado ya de gomitar de forma compulsiva... continuaré con el relato...

Me puse en marcha en dirección a Hortaleza y luego a Gran Vía a por una hamburguesa ¡O DOS! Estaba claro que hoy no era un buen día para salir a la calle, así que lo mejor era que me encerrara en casa con comida y por ejemplo: ¡¡¡podría ponerme a leer el diario de la Agapita Pulgarcita esa!!!

Con mi doble ración de patatas fritas, mis tres whoppers con queso, y con mi corona de Burguer King, que no me la querían dar porque no había pedido un menú infantil... ¡Y QUÉ! Me acabo de dejar una pasta en comida basura, y exijo mi Corona ¡QUIERO MI CORONA!... Y me dieron esa mierda de corona, y me la puse y me volví a casa, digna como una Miss Universo Filipina que van con mucho glamour y sonríen a todo el mundo para que se fijen en su dentadura perfecta, y así no le miren a las tetas que NO TIENEN ¡porque las filipinas no tienen tetas, nenas!

Cogí las cartas del buzón y subí las escaleras de dos en dos... hasta el primer piso, porque ya venía cansada de la calle y no tenía ganas de romperme el menisco por ir de elfa loca; entré y cerré con todos los cierres de seguridad segura que tengo instalados, me puse el disco uno de A Cool ¡No Me Ganas! (de descarga donde ya sabes, nena), me preparé mi comida basura en una bandejita súper cool de estilo barroco, lo único barroco que tengo en mi casa, a parte del cajón donde guardo los calcetines y en el que a veces los coloco estilo rollitos de shushi, formando un bodegón y todo (cuando tengo tiempo para hacer bodegones con los calcetines, claro), y me fui al salón con toda la comida, en el que me aguardaba la bolsa con el Diario Secreto de Agapita González, aún dentro dela bolsa de plástico sobre el sofá.

Para estar más cómoda, me puse así como de andar por casa... también conocido como camiseta y pantalón corto con slip apretado y zapatillas sin calcetines, como las que suelen llevar las marikas culturistas que salen en las películas gay al principio de la película, antes de que un maromo llame a la puerta y se las folle por todos los orificios corporales disponibles en ese momento; me senté al estilo japonés, con la espalda apoyada contra el sofá, devoré unas patatas fritas con mucho ketchup, me limpié en una servilleta y comencé a leer...

“Mi mundo se fue abajo cuando me enteré por su hermana que se iba a Madrid...”

-¡Quién! –chillé-. Ah, claro, que esto es un diario, no un blog, ni una novela donde te cuentan las cosas de una forma más clara –seguí leyendo.

“Lloré tanto, que conseguí que mis padres me llevaran al psicólogo. Pero no dije cual era el motivo real de mi tristeza, porque nunca se lo he dicho a nadie, y tampoco, diario querido, te lo puedo contar a ti. Quizá alguien te encuentre, y se ría de esta chica tonta que sufre por alguien, que jamás se ha detenido a mirarle a los ojos, más de una fracción de segundo, al igual que observa a ambos lados de la calle antes de cruzar un semáforo.
Sé que nunca he significado nada para él, aunque él nunca sabrá todo lo que ha significado... y aún significa para mí.

Le amo desde que le conocí en el instituto.”

-¡Nena, qué rollo! ¿Para eso me he gastado tanto dinero en fotocopias? –bufé indignadísima, avancé unas páginas, le pegué un bocado a una de las whoppers, me limpié en la servilleta y mastiqué con tranquilidad mientras repasaba las páginas en busca de palabras como: sangre, carnicería, sierra mecánica, caras arrancadas, o un Hello, Amanda! y cosas así... pero no había nada de eso. No obstante... me paré a leer lo siguiente:

“...Lo hice. Por fin lo hice. Ruego para que este autobús sea el que me lleve a encauzar la autopista de mi vida...”

-¿Cuándo te sacaste el carné de conducir, nena?

“No me despedí de nadie, porque nadie echará en falta mi marcha. Y sé que el poco dinero que he reunido, y el que le he cogido a mis padres, me ayudará a comenzar esta nueva vida. Se lo devolveré en cuanto pueda, en cuando consiga un trabajo, les mandaré un giro con el dinero y un telegrama, para que sepan que estoy bien... aunque dudo, que hasta dentro de unos días no se den cuenta de que he desaparecido... irán a la policía, llevarán alguna de mis fotos, y espero que sea alguna donde salga medianamente bien. Algo que es imposible... me haré un cambio de imagen radical. Sí, eso lo sé hacer, y buscaré trabajo como peluquera, eso también lo puedo hacer...

Habrás descubierto, diario querido, que no pondré horas, ni fechas en mis cortas anotaciones de esta nueva aventura que he comenzado. Así será más atemporal. Nunca me he visto como modelo para nadie, pero si alguna vez, este diario cae en manos de una chica que tenga que pasar por el doloroso episodio que yo estoy viviendo, un amor no correspondido, pueda apoyarse en mi hombro, y ver que no es la única.”

Definitivamente, la Agapita ésta era "La Reina de las Fiestas Patronales en Depresionlandia". ¡Joderse con la nena!; comí un poco más, porque a mí es que las desgracias me dan hambre, y ya que mi Segunda Temporada fue tan trepidante que a penas comí, preferí comerme las hamburguesas y beberme la coca-loca antes de que se derritieran los hielos, y de paso, avanzar algunas páginas, porque estaba claro que la parte de los asesinatos en masa, los había dejado para el final del diario la muy puta...

“¡No puedo creer lo que he hecho! ¡No lo puedo creer!”

Me atraganté leyendo esa frase. Bebí para bajarme el bolo en el que se había convertido la whopper, y mis ojos retrocedieron varias líneas hasta el inicio del párrafo.

“Me tiembla la mano. No sé si puedo contar lo que acaba de suceder. Lo que acabo de HACER; me he escondido entre dos coches y he perdido la maleta, pero aún tengo mis cosas más importantes en la mochila... y la cartera de ese hombre. ¡No puedo creer lo que he hecho! ¡No lo puedo creer! ¡Le he matado! ¡No, no le he matado, se ha caído! Sí, ha rodado por las escaleras y se ha abierto la cabeza con un golpe seco... pero allí está mi maleta... ¡¿QUÉ HAGO?!”

miércoles, agosto 16, 2006

~3~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Con nuestra copia del Diario Secreto de Agapita González, nos fuimos de copas a El Paso, y para sorpresa nuestra, nos encontramos a uno de mis nuevos vecinos de descansillo comiéndole allí mismo los sobacos a una alemana lether perdida por ir mal vestida; Gigi y yo, sólo pudimos superar tantas emociones con la ayuda de tres ginlemons; al llegar a casa, espié (pero sólo un poquito), a mis nuevos vecinos al oir ruido en el descansillo.

Jessica rodeó el cuerpazo de su novio Manolo (de profesión bombero y que estaba que te cagas), y le besó en el cuello mientras le susurraba algo que no entendí, porque estaba con el ojo pegado en la mirilla, y no con la oreja pegada a la puerta, nenas.

-¿Qué haces? ¿Qué haces? ¿Mmmm? ¿Mmm? –me chilló Gigi a la espalda y casi vi cómo mi alma se salía de mi cuerpo para dirigirse hacia la luz, ¡del susto que me había metido la hijadelagranputa!

Jessica dejó de abrazar a Manolo, y las miradas de ambos se dirigieron a mi puerta.

¡A MI!

Así que tapé con un dedito la mirilla, y me volví supermegalentamente hacia Gigi, que permanecía con las manos en jarras como un botijo toledano, mientras que la mandaba a callar con la ayuda de la mímica... ¡porque soy muy buena con la mímica! Te lo creas o no, ayuda a ligar cantidad en ese tipo de bares o discotecas, donde la música te puede dejar sorda de por vida.

Me aparté de la puerta como si dentro de mi apartamento estuviéramos a cero atmósferas, como de marika flotante e ingrávida, y me aparté a un lado de la puerta quitando el dedito de la mirilla, para ir junto a Gigi y taparle la boca con una mano y susurrarle a la oreja.

-Calla, marikón, que acaba de llegar el bombero... –le susurré bajito y miré hacia el bajo de la puerta, por el que se filtraba débilmente la luz del descansillo... y una sombra.

Oí los tacones de la Jessica acercándose a mi puerta y luego... un suave golpeteo de nudillos en la madera. No llamó al timbre, no. Llamó con los nudillos, pero de forma muy suave y sutil.

-Gigi –le dije a la oreja-. Si salimos vivas de ésta, prenderé fuego a todas tus camisas lolailo, ¡HIJADELAGRANPUTA!

Y a una velocidad tal, que sólo sería posible transcribiros qué ocurrió en aquellos tres segundos, pasando este blog a cámara superlenta... metí a Gigi en la cocina, saqué varios tapers que tengo de comida congelada (casera, nenas, casera) y etiquetada, y las dejé en la encimera, con la puerta del microondas abierta y con una jarra de agua en las manos de Gigi antes de ir a la puerta y abrirla con la mejor de mis sonrisas... y aire, taciturno, del estilo: “¿Qué ocurre que llamas a casa a las cinco y pico de la mañana, nena?”. Y como esta frase me pareció tan buena, fue la que le solté con algún matiz taciturno a Jessica y a Manolo, el bombero que estaba de mojar y remojar potorrens alemanes.

-Hola... Jessica, ¿ocurre algo? –dije mirando de hito en hito a uno y a otro-. ¿Un incendio o algo así?
-Te iba a preguntar lo mismo... oí unos gritos en tu casa... -dijo mirando hacia el interior, pero sin ser descarada.
-¿En mi...? –y me llevé una mano al pecho, entre relajada y semigay, como si me quitara un peso de encima-. Perdóname, nena... fue sido la Gigi.
-¿Y todo... va bien...?
-Sí, nena, gracias por preocuparte... pero es que iba a calentar algo de cena, y la Gigi se ha puesto algo histérica con unos canelones de espinacas que iba a meter en el microondas. ¡Encima que son caseros! –sus caras eran de no terminar de creérselo, así que me aparté de la puerta-. ¿Y vosotros? ¿Habéis cenado? –y me volví hacia la cocina sin parar de hablar, esperando que ellos me siguieran... cosa que hicieron. Yo mientras, crucé los dedos esperando que mi vista no me engañara minutos antes al leer a velocidad de la luz “canelones de espinacas” en uno de los tapers-. Tengo cantidad de comida congelada, lo digo porque si no habéis cenado, podéis llevaros algo... –Gigi me miró como si me hubiera vuelto loca de remate-. Gigi, la próxima vez que no quieras espinacas, no hace falta que me lo chilles a los cuatro vientos cuando lo iba a meter en el microondas. Jessica y Manolo han pensando que me estaba asesinando un loco o algo así. ¿A qué sí? -les pregunté a ellos.
-Perdona, si me he excedido, Dolly –dijo ella, que... efectivamente, me había seguido hasta la cocina y Manolo también, aunque miraba hacia la entrada de mi casa que permanecía con la puerta abierta, así como supuse, miraba hacia la puerta de su casa.
-Perdón si os he asustado –dijo Gigi de forma tan convincente, que era para darle con el Oscar, en todos los morros ¡por PUTA!, en el apartado de La Mejor MariGritos.
-¿Quieres llevar los canelones con espinacas, Jess, ¿te importa que te llame Jess?
-Claro que no, es más, lo prefiero.
-Gracias, nena –y vi que, efectivamente, tenía unos canelones con espinacas-. Si os los coméis, os prometo que Gigi no volverá a berrear cuando vea el nombre de espinacas en la etiqueta... –y miré a Manolo-. ¿Y acabas de salir ahora del trabajo? –y miré la hora, que eran casi las seis menos cuarto ¡de la mañana! Y yo despierta, con la Gigi traumatizada y con visita en casa.
-Sí... –dijo Manolo de una forma algo extraña-. Acabo de salir del curro.
-Tiene unas guardias... que se me hacen eternas –dijo Jessica-. Y yo para aguantar... me quedo a leer hasta que caigo sopa.
-Ay, pobre... –suspiró Gigi.
-¿Y has tenido que apagar muchos incendios esta noche? –pregunté a Manolo.
-No, la verdad es que ha sido una noche de lo más tranquila...
-¡Vaya! –se nos escapó sin premeditarlo a Gigi y a mí.

Y es que en lugar de verle apagando incendios, o bajando de un 5º piso a una adorable ancianita mientras su casa ardía en llamas, porque la anciana era muy guarra y tenía el síndrome ese de Diógenes, que recogía todo lo que pillaba y después, claro, se le prende fuego el infiernillo que tiene como estufa... lo que nos imaginamos fue a Manolo comiéndole los sobacos a aquella bigotona en El Paso.

-No os molestamos más –dictaminó Jess, con el taper de los canelones con espinacas en una mano y con Manolo en la otra-. Os dejamos cenar y descansar. Mañana te traigo el taper.
-No pasa nada, nena, cuando quieras. Hasta mañana.

Les acompañé a la entrada, les di las buenas noches y cerré la puerta, con todos los cerrojos que tenía disponibles, por si a la Gigi se le ocurría huir, antes de que le arrancara la piel a tiras; volví a la cocina y se lo chillé muy bajito.

-¿Pero tú eres TONTA o estudias en el Liceo Francés para ello, Gigi?
-Perdón –dijo asustada.
-Esta es mí casa y en mí casa hago lo que me sale del chirli, y si no te gusta, te vas a la tuya, que para eso la tienes. ¡Casi nos pillan por tu tontería! ¡PUTA! –y Gigi se puso a llorar-. No, nena, no me vengas ahora con dramas... ¡Crece de una vez!
-No te preocupes. No tendrás más dramas de Gigi, tía...

Cogió una servilleta de cocina, su cazadora y se fue de casa cerrando la puerta sin hacer ruido, dejándome más flipada que aquella concursante de “Acierte la polla”, que se comió una polla que no era la de su marido, se divorció, pero al final llegó a la semifinal, ¡porque era muy buena comiendo pollas! Aunque se quedó soltera, ¡pero se hinchó! ¡Viva ella!

-¡Pues no vas a hacer que me sienta mal, coño!

Lo dije para mí, claro, porque no había nadie en casa que me pudiera oír. Incluso la Furcia estaba dormida en su lecho de papeles rotos. Sí, me sentí mal. He de reconocerlo, pero Gigi no es Ana Obregón, que va por ahí pensando que aún tiene 15 años y que la acaban de invitar a una fiesta de camisetas mojadas, o que cree que los condones son chupa-chups sin palo. ¡No! No me voy a sentir mal. ¡Que aprenda! ¡Que es mayorcita!

Así que me fui a la cama sin cenar, cabreadísima y con el cuerpo fatal... pero aún así, hice inventario en la escena tan frikie por la que había pasado, recordando un detalle que sólo yo, que sabía del doble juego de Manolo el bombero, descubrí. Y es que olía a recién duchado cuando llegó a casa. ¿De guardia en el parque de bomberos? ¡JA! ¡Ducha rápida en casa de otro! ¡LA COME SOBACOS!

-¡Buenas noches, Dolly! -dije en voz alta al apagar la luz de la mesilla, aprentando después a la osita de peluche ESPANTOSA, que me regalaron en un bar al pedir la copa, y a la que se iluminaron los mofletes en rojo, cuando me lanzó un sonoro beso y me dijo "I love you"-. ¡Y yo a ti, PUTA!

Al otro día, me desperté súper tarde, y Gigi no dio señales de vida. Ni llamando a casa, ni llamándome al móvil, ni por internet, ni viniendo a casa. Mi orgullo gay me impedía dar mi brazo a torcer, porque ¿quién coño quiere un brazo torcido?

Provoqué que mi vida diera un giro de 180 grados. Fui al trabajo, si es que aún lo tenía y no me había despedido Arturito y... al llegar al vídeo club en el que trabajo, o trabajaba, me encontré con una loca que era como de película de Romero y concierto de The Cure. O sea, una marika que iba de siniestra y que seguramente, en la intimidad de su casa, se ponía lentillas de color blanco y sacrificaba gallinas a algún dios pagano de vudú mortal.

-Hola... ¿está Arturo?
-No, no está, y no volverá hasta dentro de un mes. Se ha ido a hacer un crucero.
-¿Un crucero? ¿Después de ver Titanic y La Aventura del Poseidón?
-¿Eres Dolly, verdad?

Fruncí el ceño, porque yo no conocía a aquel elemento, y porque como ya os imaginaréis, no suelo ir a misas negras, ni a misas rosas, ni a misas de La Doble Uve: Misas de Viejas Viudas.

-Pues sí, Soy Dolly, ¿cómo lo sabes?

La siniestra se agachó y puso sobre el mostrador la papelera, en la que habían varias fotos de mi queridísima Dolly Parton y fotos mías ¡con Gigi...!

-Pensé que no volverías, y por eso las tiré.
-¡Mis souvenir!

D
espués, la hija anticristo de Marilyn Manson me dio un sobre, en el que se podía leer:

para Dolly

-¿Para mí?
-Eso es...

No lo dudé y abrí la carta... ¿Una carta de despido?

¡JAAAAAAAAARL! ¡ESTOY DESPEDIDA, NEEENAAASSS!

sábado, agosto 12, 2006

~2~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Con el Diario de Agapita González en las manos, decidí fotocopiarlo antes de entregárselo a la policía y así tener un perfil de esta asesina de asesinas, o eso quería creer yo, puesto que ahora que volvía a estar soltera y sin compromiso, pero con una vida sexual muy plena... ¡no tenía nada para leer en el baño, neeenaaas!

-¿Crees que te habrá hecho caso? –me preguntó Gigi mientras volvíamos a casa, aunque yo no tenía ganas de volverme a casa, porque la verdad es que habíamos salido de copas y no nos habíamos tomado ni una puñetera ¡FANTA!
-No lo sé, Gigi. Nosotras hemos hecho lo que teníamos que hacer como buenas ciudadanas. Ahora, que nos hagan caso o no, ya es otro cantar.
-Bruno seguro que se hubiera molestado en abrir el diario, no como ese poli gordo que lo ha dejado debajo del mostrador sin siquiera abrir y mirar la primera página.
-Bruno es historia, nena. Hemos a aprender a valernos por nosotras mismas.
-Como slogan sería lo más... para unas cuantas tías y maricas desesperadas, tía, pero una cosa son las “arangos” y otra los hechos.
-¿Las quienes? ¿No querrías decir las “arengas”, nena?
-Eso quería decir, las “mangueras”.
-¡A ti sí que te hace falta una buena “manguera”, nena! ¡Mira, nena! ¡Vamos a tomarnos una copa, que para eso habíamos salido en el Epílogo-GO! de la temporada anterior, que son casi las dos de la mañana y no nos hemos tomado ¡NI UN AGUA CON GAS, NEEENAAA!

Andando, andando y como todos los caminos conducen a Roma (¡JA! Eso es que no han intentado ir a la T4 del Aeropuerto de Madrid en coche), terminamos otra vez en la puerta de El Paso.

-¿Vamos a entrar a El Paso? –me preguntó Gigi-. ¿Otra vez?
-Nena, me estoy meando, quiero tomarme algo y ver a algún machorro que esté buenorro.
-Oka, no se hable más, tía.

Gigi me abrió la puerta y entré primero, con la bolsa de las fotocopias (del diario fotocopiado), y saludé a la señora del guardarropas (que es lo más), y que me recordó como siempre a un teatrillo de títeres. A ver... es que la señora es bajita y por donde “aparece”, porque no está, ¡aparece y te sonríe!, sólo se le ve la cabeza, las manitas y parte de las tetas; el bar, como siempre, ¡PETADO de gente!

-Tía, ¡no caben ni dos flacas como nosotras! ¿Qué hacemos?
-¡Al fondo, señorita Teschmacher! ¡Al fondo! –sí, nenas, me dio un ramalazo Lex Luthor en Superman (la de verdad), y ambas dos nos fuimos al fondo hacia las escaleritas que conducen a los baños (un imán para mí), y donde está el final de la barra y entrada de camareros, donde se puede pedir una copa con tranquilidad.

En el vídeo de la pared cantaba una alemana medio loca, con unos tíos que parecían recién salidos de un centro para extoxicómanos o expolitoxicómanos. Unos asquerosos, para que me entendáis; al intentar llegar al fondo, me vi por allí a la Daniii (no a la hermana de la Kailii, sino a la Daniii, la que habla élfico y suele copiarme mis camisas Springfield, y colecciona los muñequitos de los "Caballeros del Sobaco", que como un día le cobren vida todos a la vez, se va a mear del susto), ¡PUTA!. La saludé, pero ni se dio cuenta, porque estaba hablando con un chulazo y bueno, la perdono porque el nene con el que hablaba estaba buenorro, y porque además ¡yo no sé hablar élfico!

Gigi llegó a la barra y pidió por las dos, un gin lemon, a uno de los camareros sin camiseta, y con un torso que parece el césped del Bernabeu de los pelos que tiene, y esperamos cuando cambió el vídeo, y se pusieron a cantar la de “Hay 2 Salidas de Emergencia”, un par de gitanas de una aerolínea. Comprenderéis, que la Gigi, que se sabía la coreografía como si fuera la prima de “Poti”, la de OT, se puso a bailarla y yo le di un trago a mi ginlemon que me supo a gloria bendita.

Si fuera más puta, rica y tuviera un taburete para mi solita, haría como las de Sexo en N.Y., me quitaría los zapatos de tacón y los dejaría sobre la mesa, para que todas vieran que eran unos Manolos auténticos. Pero como no había ni un jodido taburete libre, detuve mi imaginación Madrid Fashion Week, y me aguanté de pié soportando la mirada de una enana que tenía a la izquierda, y a la que casi le digo: “¡No soy Gandalf, nena-hobit!”

Tras fulminar a aquella enana con una de mis miradas de villana mortal, levanté la vista hacia el vídeo de las azafatas e, inmediatamente miré hacia abajo, hacia la puerta por la que acababa de entrar alguien que ¡no-de-be-día-es-tar-aquí!

Me quedé sorda durante unos segundos, con la boca abierta y hasta tuve una erección tan grande, que con la de gente que había en El Paso, y lo apretadas que estábamos unas con otras, la marika que había delante de mí se dio cuenta cuando algo le abofeteó el culo y se volvió hacia mi con cara de ¡HUALAAA!

-Gigi... -intenté decir, pero la voz no me respondió. Al igual que mi miembro, mis cuerdas vocales se habían quedado tiesas como los pelos del coño de una china, que los tienen tiesos, que lo sé, como las púas de un erizo de mar. ¡No tenía voz! Me había quedado muda. ¡Me había convertido en una marika muda, neeenaaas!

¿Tendría que aprender el lenguaje de signos?

Cogí a Gigi por las pelotas y tiré de ellas hacia mí. A Gigi se le puso cara de pez globo (por el dolor supongo), y con la otra mano la cogí de su barbilla para que mirase hacia lo que me había empalmado y dejado muda. ¡Menos mal que tengo aún deditos para contarlo en este blog, que si no, os ibais a joder y a quedaros sin saber a quién había visto allí!

Puede que a estas alturas de mi vida, donde casi lo he contado todo, imaginéis a quién vi entrar... las más rápidas habrán pensando en Bruno, pero no, nenas, no era Bruno; otras habréis pensando en Sayuri, que sí, me dejaría con ese mismo efecto, pero sin erecciones, porque la Saruyi era demasiado nena como para que me empalmara, otras puede que hayáis pensando en la Space, pero no, nenas, la Space estaba detenida por la policía, desde la segunda temporada.

¡¡¡QUIEN COÑO ES!!! (estaréis chillando todas...)

Pues era... ¡LA BOMBERA TORERA!

-¡Holy Manolis! –pudo decir Gigi al reconocerla con la mirada.
-¡K JEBYYYY! –conseguí decir yo...

Di la espalda a aquella visión, que me había puesto como la moto de Fonsi Nieto ¡ya le gustaría a más de una de vosotras hacer de moto de Fonsi Nieto, PUTAS!, y utilicé a Gigi, ahora que volví a recuperar la voz, para que me contara lo que estaba pasando.

-No puede ser, él, no puede ser él.
-Tía, pues lo es. ¡Flípalo! –me corroboró Gigi.
-¡Y lo tenemos viviendo al lado de casa! ¡En la puerta de enfrente!
-Yo me lo imaginaba -dijo Gigi.
-¡Y un cojón de mona paquistaní, nena! Que tú no sabes las cosas hasta que yo no las escriba en el blog.
-Es mi Sexto Sentido Marikita, tía.
-¡Ya, ya! Que te suena el timbre del Shyamalan-DING-DONG. ¡JA! ¡Pero si tiene novia! ¿Qué coño estará haciendo aquí?
-Quizá esté conociendo el barrio, tía.
-¿Un hétero en un bar gay? Al ver la clientela, se hubiera dado la vuelta, nena.

Y volví la cabeza sobre mi hombro derecho (soy así de cool y no lo puedo remediar), para ver qué estaba haciendo semejante chulazo que vivía con su novia en la puerta de enfrente de mi casa desde hacía pocos días, ¡y creí desmayarme entera!

¡¡¡Se estaba pegando un filete con un bigotón, así con pinta de estibador de puertos y culos abiertos, y motero letherón de Torrejón!!!

Gigi se desmayó, la pobre. Fue demasiado jeby para ella. Pero yo no me desmayé, por vosotras. Lo hice por vosotras para poderos contar qué coño estaba pasando en este Capítulo 2 de la Tercera Temporada de Desperate Housegays...

Una marika tonta del culo, me observaba mientras yo sujetaba a Gigi para que no se escoñara contra el suelo, y la puse en pié como pude, mientras que miraba de reojo hacia mi nuevo vecino: Manolo el Bombero, que se suponía tenía novia mega formal y súper guapísima y estilosa... ¡pero allí estaba él! En un bar gay, dándose un morreo con un bigotón enorme, con pinta de alemán o así, que sin comerlo ni beberlo... el bigotón ¡comenzó a comerle el sobaco a mi nuevo vecino!

Si alguna de vosotras cree que este tipo de situaciones es normal en un bar gay, he de deciros que NO es normal, nenas. Nada normal; las marikas periféricas, aquellas que estaban en un radio de dos metros de ellos, se fliparon como esos peluches del anuncio de la ONCE... y hasta la Danii, dejó de hablar élfico y se le empañaron las gafas del calentó que le entró.

¡K JEBY, NENAS! ¡Todo el bar se quedó en silencio, nenas! Un silencio mortal que se hizo más mortal, cuando terminó el vídeo de las azafatas y hubo un lapso de tiempo entre ese y el siguiente vídeo, mientras la bigotona alemana y mi vecino bombero, se devoraban cuellos y sobacos. Gigi volvió en si y dijo.

-¡Tía, tu vecina es un MARINFÓMANA!

Como Gigi es una experta en destrozar el lenguaje o en hacerlo evolucionar a patadas, supuse que había querido decir... marika y ninfómana.

-Y eso quiere decir, que mi vecino el Bombero es...
-¡Marikón, tía!
-¡Gigi! No se lo podemos contar a nadie...
-¿Y follárnoslo?
-¿A la bombera come sobacos? -y me volví hacia mi nuevo vecino y aquella alemana, prima lejana de los Village People-. Bueno, si se deja... ¡Pero yo primero, que para eso es mi vecina!
-Jo, tía, qué mala que eres –y cogió su copa y se metió dos tragos. Yo la imité, porque también tenía la garganta seca.
-¡K jeby, Gigi!
-¿Que tu vecina bombera nueva sea del gremio?
-No, nena, ¡porque casi me trago un hielo...! ¡COÑO!

Dos horas más tarde... sin haber follado con nadie, ni haber sido el oscuro objeto del deseo de nadie, cosa que es más triste, porque a las Divas nos gusta que nos miren aunque no les hagamos ni puñetero caso... llegamos a casa, con tres copas encima cada una, derrotadas y exhaustas como el equipo olímpico de Cuba, que dura menos en la barra fija, que un polo en el Cairo, saqué las llaves de casa y entramos.

Yo lo primero que hice fue quitarme de encima la bolsa con la copia de la Agapita de los cojones ue había llevado de paseo toda la puñetera noche como si fuera un bolso de Loewe, y lo lancé al sofá del salón.

-¡Prime para ir al baño! –dijo Gigi y se metió en él.

Aparté la bolsa del sofá y dejé caer mi culito en él, completamente rendida, algo alegre y con un sueño que te cagas, porque eran... según mi swatch... ¡las cinco y pico de la mañana! ¡¡¡LAS CINCO Y PICO!!! Desde mi etapa Universitaria no aguantaba una salida de turno tan larga... bueno, miento, una vez fui a las tantas a una fiesta de osas en el Strong, que aunque yo no soy osa, mi dinero al pagar la entrada me convirtió en una; oí entonces, entre mis pensamientos de ginebra con limón, un soniquete de llaves... ¡Manolo! ¡Mi vecino bombero! ¡Con novia súper estable, y mari-KONG come sobacos!

Salí proyectada del sofá hacia la puerta, como una astronauta que se aproxima ha hacer un trabajo de precisión en la estación Espacial Internacional. Y espié por la puerta sin hacer ruido. Vamos, por la puerta no, nenas, por la mirilla, claro; allí estaba, bajo la luz del descansillo, con el pelo húmedo y una mochila en una mano, mientras que en la otra buscaba en un ramillete tintineante la llave de su casa... cuando la puerta se abrió y apareció mi nueva vecina ¿cómo se llamaba? ¡Jessica!

lunes, agosto 07, 2006

~1~ 3ª Temporada

Obviamente, no me fui de vacaciones a Torrelodones... ¡Para eso me quedaba en mi casa, neeenaaasss! Pero sí que me fui unos días (reales) a Torremolinos, a follar como un torbellino. ¿Envidia? ¡Pues os jodéis! Porque como dijo aquel filósofo polaco austrohúngaro y portugués que hablaba en francés: “Living la vida: ¡LOOOOKAAA!”.

Pero volviendo allí, donde había dejado ese Epílogo-Go!, dejándoos a todas con la miel en los labios (fructosa para las marikas diabéticas), estaba a punto de mandar a tomar por saco a Gigi con sus histerias y suposiciones, y me iba andando sin saber dónde, bueno, claro que lo sabía, me iba al “Ricks”, porque ya que estaba en la plaza de Vázquez de Mella y El Paso estaba petadísimo, me dije a mi misma: Dolly, tienes que ir a tomarte un copazo al “Ricks”, que aunque no sea un bar gay, hay tanta heterosexuala que va de moderna, que seguro que a lo tonto a lo tonto, van y también se comen una polla... ¡o me la como yo! Que para eso sigo soltera.

Tranquilas, nenas, que no os voy a hacer un resumen para contaros cuan tremenda y veloz es mi vida sexual, porque en esos temas he de confesar que soy más rápida que Fernando Alonso dando las gracias con esa mandíbula desencajada que tiene. Animalito de Dior.

-¡Dolly! –oí cómo me llamaba Gigi.
-Gigi, nena –y me volví-. Creí que eras mi amiga, pero eres una súper mal pensada, nena.
-Sí, tía, pero de eso ya han pasado muchos días, Dolly –y se puso en jarras-. ¡Pensé que ya se te había pasado el cabreo, tía!
-¡Ah, pues también es verdad! –porque era cierto lo que decía la Gigi, que se puso a andar hacia mí en ese momento, con las manos en jarras y muy graciosa ella.
-Bueno, qué, tía. ¿Llevamos esto a la policía?

Y agitó aquel librito casposo delante de mis narices, en el que se podía leer “El Diario Secreto de Agapita González”.

-¿Es una pregunta con trampa? –le pregunté y la miré fijamente al entrecejo, que es la forma de mirar que pone súper nerviosa a la gente-. ¿Mmmm?
-No, tía.
-Pues discúlpate por siquiera... insinuar maliciosamente... que yo iba a entregar el diario de esa asesina a la poli, para intentar recuperar a Bruno.
-Oka, tía. Perdón.
-Oka, nena. Perdonada –y me dio el diario.
-¿Y entonces qué hacemos?
-Pues lo que habíamos dicho. Se lo vamos a entregar a la poli para que lo investiguen... ¡pero con eso no quiero decir que se lo entreguemos inmediatamente!
-¿Ah, no?
-Pues no, nena...

Y con la música del CSI en mi cabeza, y la cara de merluza de la Gigi, que no entendía a dónde coño íbamos a meternos a esas horas de la noche en una tenda de chinos, ¡nos metimos en una tienda de chinos! Y compré unos guantes de plástico para lavar los platos...

Mientras Gigi hablaba de un Fist Fucking, que asoció con una leyenda urbana de una mujer que sacó a cagar al perro y se le volvió del revés, el perro, claro, al hacer fuerza... se le abrió el culo y adiós perro, encontramos un local de fotocopias que había las 24h y entramos.

Como ya habrás imaginado, fotocopié de arriba abajo todas las páginas del “Diario Secreto de Agapita González”, bajo la mirada atenta de una empleada con más acné que una paella valenciana torrada al horno, y que no paraba de masticar un chicle que apestaba a chicle (es que apestaba a chicle todo el local), como si se quitara con el mascado los restos de comida atrapados en aquella dentadura imposible que tenía. En realidad no era una dentadura: ¡¡¡Era el Guernica!!!

-¿Sabe que está prohibido fotocopiar libros? –dijo con una voz nasal que pedía a gritos que le metieran dos tarros de Vic Vaporub con cerbatanas.
-Vamos a ver, Niña-Shrek... esto es un diario personal, no es un libro con ISBN, así que deja de darme la brasa y ponle un canutillo para leerlo como Dior manda –y le entregué el tocho, que parecía aquello el guión de la trilogía completa de El Señor de los Anillos, versión extendida y tomas falsas de hobbits dándose por el horto tras fumarse unos porros de esos que se fumaban.

La dependienta, hizo un globo tan grande como el culo de un babuino, y se fue a ponerle un canutillo a las fotocopias, mientras que Gigi, me miraba con cara de flipe.

-Dolly, tía, te has pasado.
-¡Anda, y que le den! A las groseras se las trata como lo que son. Unas groseras. Y a ver lo que nos va a cobrar por las fotocopias, cuando me he fotocopiado todo el diario yo solita, ¡sin ayuda!
-Doce con diez... –dijo cuando regresó con la fotocopia con canutillo.
-¡Y eso que no cobráis la mano de obra, claro! –y saqué la cartera y le di un codazo a Gigi-. Ea, a pagar a escote, que seguro que tú también te lo quieres leer.
-Yo no leo en el baño –dijo Gigi.
-Pero querrás que te lo lea, ¿no?
-Ah, pues sí, tía.
-¡Pues a pagar!, nena.
-¿Y también les vas a cobrar a las maricas que lean tu blog, tía?
-Pues claro que sí, nena. Les insertaré a todas un dildo-decodificador en el culo como el Canal Satélite y si no pagan, no leen –y sostuve su mirada-. ¿Tú es que te has levantado hoy con la cabeza tonta o qué, Gigi?

Entre las dos pagamos a aquella “cosa-chicle”, también llamada dependienta de fotocopiadora, y cuando le pedí una bolsa que me la cobró a cinco céntimos, dijo.

-Muchas gracias, maricón.
-De nada –dije al coger la bolsa con mi mejor sonrisa-. Y gracias por el cumplido del que me siento súper orgullosísima... cosa que no te ocurrirá a ti a diario, cuando pones un pié en la calle con... ¡¡¡CON ESA CARA DE ADEFESIO!!!
-¡Dolly! –chilló Gigi.
-¡MARICÓN! –chilló la dependienta-Shrek.
-¡ESPANTA NIÑOS! -y me marché súper digna, con la cabeza bien alta y cimbreando las caderas como si fuera la prima de Jennifer López con dos copas de más.

La siguiente parada fue una comisaría de policía, tras tirar los guantes de plástico en una papelera cercana, y dejar a Gigi fuera con la bolsa del diario fotocopiado. O eso creí, porque la Gigi me siguió.

-¿Dónde vas, Gigi?
-Contigo.
-Gigi, nena, voy a entregar el diario. Y no pueden vernos a las dos. A mí con el original y a ti con el fotocopiado. ¿Y si está en comisaría una loca de esas de la SGAE y nos hace pagar el canon de no se qué no se cuantos y yo me llevo un tanto?
-¿Y si entras, y no sales?
-Nena, no seas ceniza, que he salido con vida de las dos temporadas anteriores y acabo de empezar esta tercera, nena.
-¡Por si las moscas, tía!
-Por si las moscas, por si las moscas... ¡Anda, tira padentro! Pero que no vean que llevas una fotocopia... –le dije y entramos las dos, hasta llegar al puesto de información donde un poli de unos 40 años y con 40 kilos de más, nos miraba desde que pusimos un pié en la comisaría-. Buenas noches.
-Buenas noches –dijo por cortesía y punto.
-Mire –comencé yo-. Hemos encontrado este diario que creemos que es de una asesina en serie.
-Agapita González –apuntó Gigi.
-Eso es; gracias, Gigi; pues como le decía –y le di el diario-. Creemos que es el diario de una psicópata.
-En serie –apuntó Gigi.
-Gracias, Gi-gi.
-¿Dónde lo han encontrado? –peguntó el policía del puesto de información.
-En el Epílogo-GO! De la temporada anterior –respondió Gigi.
-Discúlpela, hace poco que llegó de Londres y aún no se desenvuelve bien con el español... –y centré todo mi poder de patrullera X con aquel policía gordo que comenzaba a mosquearse con nosotras-. Mire, tenemos a una amiga que estaba en la plaza de Vásquez de Mella, cotilleando muebles tirados en un contenedor y también había libros, ¿sabe? Pues eso, que a mí que la gente tire los libros me da mucho coraje, ¿A que sí, Gigi?
-Sí, tía: te da mucho coraje -y miró al poli-. Es verdad, señor policía, le da mucho corage.
-Y entonces, vi este que me pareció como súper raro y miré algunas páginas y en fins, que la dueña de este diario o estaba loca del coño, o era una psicópata asesina mutiladora de cuerpos humanos y loca del coño –y dejé el diario sobre el mostrador de información-. Si cuando los del CSI lo revisen... y aparecen huellas, puede que salgan también las de nosotras dos, pero la otra huella, la tercera que aparezca, FIJO que es de la loca maníaca asesina en serie que lo escribió.