sábado, enero 27, 2007

~21~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior

Huyendo de las Bossini, y de unas fantasmagóricas luces, descubrimos que la frase esa de “De Madrid al Cielo”… ¡y un cojón de mona pakistaní, nenas! Porque por aquel corredor nos llevó a una gigantesca cámara… antesala del mismísimo Infierno, nenas. Y lo peor de todo, es que no estábamos solas. Había alguien más, atado y amordazado en aquel espantoso lugar, que jamás sería portada de la revista “Casas con Encanto”.


-Dolly, tía, esto ya no me gusta…
-¡Anda la otra! ¿Y te crees que a mi sí, nena? Esto ha dejado de ser marika-ficción, para convertirse, en ¡marika-terror, neeenaa!

Y oímos pasos… y nos abrazamos medio histéricas, pero sin chillar ni nada de eso. Avanzamos sigilosamente, como en una película de John Woo, pero sin palomas volando, rodeando aquella fogata, al pié de la cual seguía el hombre atado, suplicando ayuda. Pero claro, como tenía la boca tapada, se le entendía fatal.

-Dolly, tía, deberíamos ayudarle.
-¿Olvidas que nos están siguiendo, nena? ¿Y si ese hombre es un señuelo, como en las pelis de terror, cuando la prota, yo, por supuestísimo, va a ayudarle, sale el bicho y la mata?
-¿Qué bicho va a salir, Dolly? –dijo la Gigi dejándose arrastrar por el pánico.
-Ninguno, nena, eso espero.
-Entonces vamos a ayudarle.
-¡Gigi!

Y no me dio tiempo a cogerla, porque la muy descerebrada echó a correr hacia aquel hombre, y yo, como no me gusta que me dejen sola, fui tras ella; al llegar, el tío tenía ojos de haber encontrado a Pancho, el puto perro ese que se fugó con la lotería premiada, y se puso a gritar tras la mordaza con más ganas.

-¡Nena, baja el volumen que nos van a oír! -le dije mirando a todas direcciones.
-¡Van a matarme!

Dijo él, cuando Gigi le quitó el trozo de tela de la boca, mientras yo le intentaba soltar el nudo de la espalda, fijándome en el culito de aquel hombre, que oye, vale que era rubio y los rubios no me van, pero aquel culo ¡bien merecía una ópera, nenas!

-Están locos…. ¡están locos!
-Nena, vale ya con el histerismo, o seremos TRES las muertas, ¿entendido? ¡Joder! ¿Quién coño ha hecho este nudo? ¿Popeye?
-K jeby, tía, ¡no puedo soltarlos! –dijo Gigi, refiriéndose a los nudos.
-Tenéis que sacarme de aquí, ¡sacadme de aquí!
-¿Y qué coño crees que intentamos, nena?

Un bocinazo, un sonido grave y metálico como el que emiten esas trompetas enormes y larguísimas que tocan en el Tíbet, nos estremeció y nos quedamos paralizadas del susto.

-¡Ya están aquí! ¡Ya están aquí! –gritó el rubio completamente desquiciado.
-¡Qué ha sido eso, ¿Dolly?!
-Gigi, si no quieres aterrorizarte más, haz como yo: ¡ni lo preguntes, nena! Intentemos desatarle y salgamos de aquí.

Forcejeamos con aquellas cuerdas, como si intentáramos abrirle la bragueta del pantalón a George Clooney con dos manoplas de horno. ¡No había forma de soltarle los nudos, nenas!

-¡Tiempo muerto! –dije y me detuve, respirando de forma acelerada-. Hagamos lo siguiente, Gigi –y miré al chico-. Te vamos a sacar de aquí, porque estamos expuestas a que nos vea… quien quiera que sea el que toca esa trompa desafinada, nos alejamos hacia la oscuridad y volvemos a intentar quitarte los nudos. ¿Oka, nena?

El chico me miró de forma rara, y yo no tenía tiempo para jugar a las películas, así que entre Gigi y yo lo cogimos, lo levantamos en volandas y echamos a andar (todo lo rápido que podíamos), para internarnos más hacia la oscuridad cuando aquel espantoso bocinazo volvió, pero esta vez, no sólo fue el sonido lo que nos asustó. Todo tembló bajo nuestros pies, y sobre nuestras cabezas, cortinillas de tierra y polvo cayeron sobre nosotras, como si el techo de aquel lugar se agrietara o resquebrajara por la potencia de la frecuencia del sonido.

-¡Gigi, no mires hacia arriba!
-¡Pero si ya he mirado, tía! ¡Y se me ha metido tierra en los ojos!
-¡Alto, alto, ALTO! –chillé y nos detuvimos otra vez, exhaustas y sudando como perras-. Vamos a dejarlo en el suelo otra vez, e intentemos soltarle.
-¿Cómo? ¡Si no veo!
-Estamos a oscuras, Gigi, no se ve una mierda tengas tierra en los ojos o no. ¡Uis! ¿Qué es esto?
-Mis huevos –respondió el chico.
-¡Vaya! Pues mucho gusto, a los dos –y seguí palpándole en busca del nudo, hasta dar con él.
-Creo que esto es el nudo de los pies…

Dijo Gigi nerviosita, pero claro, no podía verla, porque como he dicho antes, estábamos completamente a oscuras, hasta que aparecieron las luces, las mismas que habíamos visto en el corredor, en el capítulo anterior... y una voz desagradable chilló.

-WHAT FUCK IS THAT! –dijo la voz en plan marika histérica del Bronx.

Y las tres luces (dos azules y una naranja), se movieron hacia nosotras cuando Gigi, lanzó un berrido de terror. Yo no grité, porque supe que aquella voz en inglés era la de Ec-Ham, una de las tres marikas que conformaban a Las Bossini.

-¡Mirad, la Dolly! –dijo Eun, y la luz naranja corrió hacia nosotras.
-Y su amiga la marica lolailo… -dijo Kiki
-Me llamo Gigi, tía -les respondió Gigi ofendidísima.
-AND A DUDE! –dijo Ec-Ham.
-¿Qué coño hacéis aquí? –protesté yo.

Estaba claro que si cinco marikas no saben dónde coño están metidas, con un tipo en bolas y atado, era hora de que una de ellas tomara las riendas de la situación y tranquilizara a las otras. Y para eso estaba yo.

-Dejad de mirar y ayudadnos a desatar a este tío.
-¿Quién es? –preguntó Kiki.
-Uno al que iban a sacrificar.
-¡¡¡AAAhhh…!!! –chillaron las tres en plan polifónicas.
-¿Queréis ayudar, nenas?

El tono grave y vibrante resonó otra vez, y el suelo se estremeció con la fuerza de un sismo. Gigi y yo, como estábamos de rodillas intentando soltar al rubio, pues nos salvamos, pero las Bossini que estaban de pié, perdieron el equilibrio y no se les ocurrió otra cosa, que ponerse a bailar una de sus coreografías absurdas de Fiebre del Sábado Noche, para no acabar escoñadas contra el suelo; cuando terminó la nota musical, todo se detuvo y volvió el silencio.

-¡Desatadme de una vez, joder! –gritó el tío rubio.
-¿Y qué crees que intentamos, querido? ¿Terminar un sudoku?
-Dolly, ¿qué ha sido eso? –preguntó Eun, en un tono tan de asustada… que hasta hubiera dado el pego de heterosexuala.
-¿Por qué no te lo respondo, mientras nos ayudáis a desatarle, nenas?

Y las tres se lanzaron en nuestra ayuda, tirando de las cuerdas, porque estaba claro que aquellos nudos no se iban a deshacer, y comenzamos a tirar hacia abajo y hacia arriba, para quitarle las ataduras al pobre chico.

-Creo que aquí hacen sacrificios humanos, ¿vale? Y que el local de las jebys es una tapadera para un tipo de secta satánica.
-¿¿¿QUÉEE…??? –chillaron Eun y Kiki.
-WHAT??? –chilló en V.O. la Ec-Ham.
-¡Y luego aparecéis vosotras! Y nos asustáis con las luces de los móviles.
-¿Nosotras? –dijo Eun.
-Sí, nena, vosotras. ¿Qué coño estáis haciendo aquí?
-¡Pues seguirte! –dijo Kiki.
-Risking our LIVES! –dijo la Ec-Ham.
-¿Qué ha dicho? –me preguntó Gigi.
-Gigi, luego te lo explico, nena –y me dirigí a Eun-. ¿Seguirme para qué?
-¡Pues porque eres una exclusivista, Dolly! Nosotras hemos hecho un largo viaje... desde que comenzamos a leer la Primera Temporada de Desperate Housegays. Queríamos conocerte y que nos enseñaras a ser una ¡Diva!
-¿Con ese vestuario vuestro…? Lo veo un poco jodido, nenas…
-Y creímos que habías encontrado otro local más cool, y te seguimos porque también queremos ir a locales COOLS.
-Como ya no vas por el Enfrente –dijo Kiki.
-Porque el Enfrente es una mierda, nenas. Está lleno de ositas marilicras, que no ligan aunque las lances de cabeza en una tribu de marikas salvajes que llevan años sin follarse a nadie. ¡Por eso ya no voy, nenas! Me aburre… por eso, ¿por eso me habéis seguido hasta aquí?
-Sí –dijeron las tres, aunque Ec-han lo dijo en inglés.
-¡Y después dicen que yo estoy loca!
-¿Podéis dejar la cháchara para luego...? ¡¡¡Y desatarme de una PUTA vez!!!
-¿A que te estrujo un huevo, rubiales? –le dije al tío-. ¿Y tú quién coño eres y qué haces aquí?
-Trabajo para Increíble pero Cierto –y como vio que ninguna de nosotras dijo nada, siguió-. Una revista.
-¿Es de decoración y belleza? –le pregunté.
-No, de temas paranormales.
-¡Ah, entonces fijo que nunca la he leído! Bastantes “paranormalidades” tengo en mi vida, como para encima leer las de los demás…
-¡DESATADME DE UNA VEZ, COÑO!

Las cinco nos acojonamos con aquel cambio de actitud, y nos retiramos un metro del rubiales.

-Han dejado las cuatro monedas, y va a venir.
-What money? –preguntó Ec-Ham.
-¿Eso, eso, qué dinero? –preguntaron Kiki y Eun.
-Lo han invocado hace dos horas... y eso que suena, NO SON TROMPETAS.
-¿Qué han invocado a quién? ¿AL DIABLO? –chillé asustada, y el eco de mi voz llenó aquel espantoso lugar de BLO-BLO-BLO… blo… blo… blo…
-Dolly, tía, dime que esto no está pasando.
-Gigi, tú tranquila. Sobreviviste a la Segunda Temporada de Desperate Housegays, sobrevivirás a esta. Enteras, no sé si llegaremos enteras, pero vivas, ¡seguro!
-¿Y nosotras? –chillaron las tres Bossini, Ec-han en inglés, claro.
-¿Por qué SIEMPRE los personajes secundarios me hacen este tipo de preguntas, en momentos como éste?

Un resoplido que podría haberlo producido una máquina de planchado industrial, sonó lejísimos, pero con una fuerza… que hacía intuir que los pulmones que contenían aquel aire antes de expulsarlo, eran grandes, muy grandes, nenas.

Un ruido similar a una enorme roca partiéndose en dos estremeció el suelo, se oyó después una pisada muy pesada sobre el suelo, y el chirrido de algo afilado, como un cuerno cortando cemento, arañó ALGO varias veces, hasta que todas, pero absolutamente todas, oímos el crujido del metal y cómo era masticado.

Sonaba más o menos, a como sonaría si Gigi se comiera una nuez con cáscara, porque esta claro que no me iba a poner yo como ejemplo, que para eso tengo un abre nueces bonísimo comprado en el IKEA.

-Ah… ah… ah empezado a comerse las monedas –dijo muy bajito el rubio, pero con el suficiente timbre de terror en su voz, como para que todas supiéramos que aquella situación, era completisimamente incompatible con el que nosotras siguiéramos con vida.

martes, enero 23, 2007

~20~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Atrapadas en un bar de jeby, donde la clientela no paraba de cantar una canción de Mago de Oz, huimos a los retretes de las nenas, para escapar del acoso al que Las Bossini nos tenían sometidas (yo es que me “emparanoyo” con cualquier cosa), proseguimos nuestra investigación al atravesar una puerta secreta del 0DAY. Y sí, las Bossini seguían pisándonos los talones, y nosotras estábamos realmente asustadas. Bueno, yo la que más, porque para eso soy la prota.

-DONT PANIC, Gigi –dije bajito, tanteando con mucho cuidado la pared con una mano, sin dejar de andar por aquel corredor 100% oscuro, y que olía a nevera olvidada.
-Pero si yo no estoy asustada, tía.
-¿Ah, no? ¡Pues deberías estarlo, nena! ¡Ni Dior sabe dónde coño nos hemos metido!
-Pero… no es normal que un bar de jebys tenga una puerta secreta, tía.
-No, nena, no es normal… lo cual me lleva a pensar, que estamos sobre la pista correcta.
-Tía, estamos en un puto pasillo oscurísimo. Esto no es para llamarlo pista correcta ¡Ay!
-¿Qué ha pasado, nena?
-Me ha caído una gota de agua en la cabeza.
-Mira para atrás y dime si ves algo, nena…
-Se ve lo mismo que si miro pa’lante, tía: nada.
-Y yo sin mi Zen, nena.
-Sí, tía, por lo menos nos podríamos iluminar un poco.
-¿Iluminar? Yo lo decía para ponerme el score de The Relic de John Debney, que le pega a este sitio una barbaridad, nena.
-¿Y por qué no utilizas la pantalla de tu nuevo móvil para que veamos algo?

Me detuve y me volví hacia Gigi, que imaginé que estaba allí, pero a la que no podía ver.

-¿Te crees que voy a sacar mi recién comprado móvil, para traérmelo a un antro de satanistas, nena?
-¡No me digas que no has traído el móvil, tía!
-Pues no. Porque supongo que tú has traído el tuyo, ¿no?
-¿Yo?
-¡No me jodas, nena! ¡No me vengas a decir ahora que estamos en PELIGRO y que ninguna de las dos tenemos un jodido móvil!
-Pues…
-¡Genial! ¡Fantabuloso! ¡INCREIBLE!
-¡Pero tú tampoco has traído el tuyo, Dolly!
-¡Nos ha jodido, nena! ¡¡¡PORQUE ES NUEVO, GIGI!!! –y me volví y seguí avanzando, con la manita de Gigi en mi hombro para que no se perdiera-. Nena, creo que deberíamos coordinarnos más… no se puede salir de aventuras terroríficas sin el móvil. ¿Te imaginas Scream sin teléfono? ¡Sería una mierda de película, nena! Seguro que ni habrían hecho una secuela.
-Pues claro que no… ¿cómo las amenazaría el asesino entonces? ¿Con POSIS?
-Post-it, nena: ¡Post-It!
-¿Ves algo ya?
-No, nena, y no empieces con el “¿Cuándo llegamos?” o el "¿falta mucho?", porque no sé si este corredor llega a algún lado, nena.

Nuestras pisadas comenzaron a sonar de forma diferente. Al principio el suelo era como de cemento, con algo de arena y claro, crepitábamos como los “petazetas” de tamaño marifamiliar, pero ahora había agua en el suelo, y el “chef-chof” que emitíamos al andar, me hizo imaginar que cientos de compresas usadas nos servían de alfombra roja.

-¡Tía qué asco! –chilló Gigi.
-¿El qué, nena?
-¡Lo de las compresas, tía!
-A ver, Gigi, lo estaba pensando, y tú no tienes dones de telépata, nena.
-Claro que no, tía, pero es que lo estoy leyendo en el blog, tía.
-¿No habíamos quedado en que te leerías el capítulo cuando lo terminase, nena?
-Sí, pero es que me aburría, este sitio es tan deprimente y tan lleno de oscuridad…
-Ya sé. Remedio ideal para que se nos pase el miedo, nena: imaginemos que llegamos a un bar…
-¿A cual?
-¡Da igual! Un bar, nena, y llegamos cuando abren, ¿vale? Y no hay nadie, y nos da por entrar al cuarto oscuro…
-Y no hay nadie.
-Eso es…
-Y además, no ha pasado el mocho la señora de la limpieza.
-Eeeeso es… Gigi
-Y es invierno, y no funciona la calefacción.
-Eeeeeeeeeso es…
-Dolly.
-Dime, nena.
-¿Qué coño hacemos tú y yo en un bar que acaba de abrir, metidas en un cuarto oscuro sin gente, que apesta a “noséquécoñoapesta” y donde hace un frío que pela, tía?
-Gigi: ¡YA! ¡VALE, YA! ¡Ni las putas de Milenio Tres tienen respuestas para ésto! –y me paré, y Gigi se tropezó empujándome hacia delante-. ¿Lo oyes?
-Sólo mis latidos, tía.
-Atiende… -y afiné el oído-. ¿Lo has oído ahora?
-¿Qué debería oír, tía?
-Pues una especie de emes, pero muy lejito.
-¿Una especie de Mmmm Mmmmm?
-Algo así.
-¿Y quién se estará comiendo una polla en este espantoso lugar?
-¡Gigi! ¡Suena como si fuera alguien amordazado que pide ayuda, nena!
-Eso, tía, tú, ponlo más bonito. ¡Ya no me gustaba este sitio antes de que dijeras lo de alguien “amoratao”, y ahora me gusta mucho menos, tía.
-Amordazado, Gigi; aquí debajo hay alguien más. Alguien con una mordaza en la boca, y seguramente, atado de pies y manos.
-Sin contar a dos marikas cagaditas de miedo.
-Sígueme, nena.
-¡Qué remedio, tía!

Continuamos avanzando y avanzando. Los pies comenzaban a congelárseme, y el agua que pisaba en el suelo, tendría por lo menos una altura considerable, porque se me estaban mojando los bajos del pantalón, pero yo estaba súper decidida a encontrar a quien fuera que emitía esas fantasmagóricas “emes”, hasta que vimos el teletransporte de Star Trek.

-¡Nena, un teletransporte! –grité y corrí hacia la luz que caía desde arriba, formando líneas en el suelo mojado, que parecía un mini-río.

Tras una apresurada carrera hacia la luz, descubrimos que se trataba de una salida vertical hacia el exterior. Una chimenea cilíndrica y altísima, con un enrejado que dejaba entrar los primeros rayos de sol de un nuevo día… ¡¡¡y nosotras estábamos a más de Dos Metros bajo Tierra! ¿Qué digo dos metros? ¡¡¡VEINTE METROS!!! Por lo menos, que como ya sabréis después de las Dos Temporadas anteriores, ¡Dolly Partos es muy buena con las matemáticas!

-¿Cuándo hemos bajado al Centro de la Tierra, nena?
-¡Yo sentí un poco de pendiente, pero no tanta, tía! ¡Estamos súper enterradas! ¡Y no hay escaleras para subir por ahí, Dolly!

Comencé a agobiarme. No es que sea una claustrofóbica oficial, pero al saber que estaba a muchos metros bajo tierra, ¡coño, nenas! ¡¡¡Eso acojona a cualquiera!!!, seas claustrofóbica, militante del PSOE, del PP, o del movimiento ¡¡¡"Queremos que María Teresa Campos Vuelva a la Televisión", neeenaaas!!!!

-Gigi, no podemos ponernos nerviosas, porque los nervios siempre influyen a la hora de decidir qué hacer.
-Y también a la hora de pintarte la raya del ojo, tía; Sandra, cuando la dejó el novio, estaba súper hecha polvo, tía, y decidió salir de copas, ya sabes, para vengarse, y claro, se fue a pintar la raya del ojo, y con los nervios...
-¡GIGI! ¡Me importa un carajo la Sandra esa y si se sacó el ojo de la cara o no! Lo que quiero es salir de aquí de una puñete… -y me quedé mirando lo que apareció tras Gigi.
-¿…tera vez, Dolly?

Como sabía que me tomaría mucho tiempo hacerle entender a Gigi lo que estaba viendo tras ella, la cogí de los hombros y la obligué a girarse; lejos, muy lejos de nosotras, pero lejos de cojones y como fantasmas diminutos, se movían muy, pero que muy lejos, tres lucecitas de colores azules y una de color naranja.

-Tranquila, Dolly –dijo Gigi bajito y súper llena de confianza-. Un ONVI no cabe en este corredor.
-¡A la mierda el ONVI, neeenaaa! –chillé cogiéndola de la mano y emprendí la carrera en dirección opuesta, dejando atrás las luces de aquella salida de ventilación a la calle.

Corrimos y corrimos, sintiendo cómo con cada paso, la pendiente hacia abajo nos atraía al mismísimo centro de la tierra (la gravedad, supongo y porque corríamos muy inclinadas hacia adelante para no darnos con el techo). Tras dos o tres largos minutos de carreras, vimos una luz muy lejana. Una luz ámbar que iba cobrando fuerza y volumen, pero que no era un nuevo champú, no nenas, no era un champú, sino una luz, y nuestras pisadas sobre el agua fueron adquiriendo eco y profundidad. Sonaban eléctricas, y el eco hacía unos extraños efectos sonoros, como de interior de caverna, aunque sabíamos que aquello no era una caverna.

Sentí los dedos de Gigi apretando los míos con fuerza, cuando abandonamos el jodido y eterno corredor, llegando a una enorme sala (lo intuí por el eco, no porque pudiera ver un carajo allí dentro), con gruesas columnas de piedra, como pilares, que subían hacia la oscuridad que había sobre nuestras cabezas.

Jadeando y sin respiración, aterrada, congelada ¡Y SIN MÓVIL!, le dije a Gigi:

-Como menciones al Ken Follet, te casco, nena.
-Dolly, dónde coño nos hemos metido…

No lo preguntó, ni tampoco lo dijo en plan flipada, como cuando entramos a El Paso, y está petado de osas, sino que lo dijo completamente asustadita, como yo.

Metros y metros, de lo que parecía el salón de un gigante, con pilares cilíndricos que ascendían hasta desaparecer dentro de la oscuridad del techo, una bóveda que intuí que existiría… en la que seguramente, colgarían murciélagos. Eso no lo intuí, sino que me lo imaginé, porque tengo mucha imaginación, y cuando estoy asustada, ¡MÁS!… y abajo, en el centro de la enorme sala, alguien había colocado una especie de trípode negro, con una palangana metálica, donde ardían unas llamas, al pié de la cual, alguien desnudo y atado desde el cuello a los tobillos, intentaba escapar coleando como un gusano sobre el suelo arenoso y polvoriento de aquel extrañísimo lugar.

sábado, enero 20, 2007

~19~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Con el cebollón en la cabeza, sobre sectas y champiñones que nos soltó la Sayuri, nos volvimos a casa, comprobando que Manolo ya no estaba poseído, que seguía igual de bueno para comerle el rabako a dos manos, ¡y que no se acordaba de absolutamente nada, de lo que había vivido! Flipadas por todo eso, recordé un after llamado ODay, curiosamente, igualito que el nombre de la secta: Día Cero, así que Gigi y yo fuimos a investigar… o lo que es lo mismo, meternos en la boca del lobo.


-Tía –me dijo Gigi bajito-. ¡Esto apesta a popper que espanta!
-¡No lo dirás por mí!, PUTA, que me he puesto Aqva de Bvlgari, nena –y le ofrecí mi cuello para que comprobara que así era.
-Ah, pos es verdad, tía, no eres tú la que apestas.
-Pos claro que no, nena…

Seguimos andando por el pasillito de entrada, hasta una puerta cerrada, con una ventanuca a la izquierda que era un guardarropas y donde La Mujer Más Fea del Mundo (o una de entre las Cinco Mujeres Más Feas del Mundo), se parapetaba tras ella, observándonos como si fuéramos pienso para gallinas.

-¿Vais a dejar los abrigos? ¿Mmm? ¿Mmm? –dijo con una voz ronca, entre loca que no acaba de controlar el timbre de su voz, y la de Aughra, la bicha aquella de El Cristal Oscuro.
-¿Dejar los abrigos? –chillé yo-. ¡Ni aunque se me cagara encima Dumbo, nena! –y cogí el pomo de la puerta y la abrí-. ¡Tira palante, Gigi…!

Gigi entró y yo la seguí, y de inmediato nos pusimos a sudar como las alemanas locas aquellas que abrieron el arca de Indiana Jones. La música nos dejó sordas de inmediato, y la cantidad de masa humana allí amontonada era intransitable. Mira que he visto veces El Paso petado de osas, pero aún así, ¡PASO!; en esta ocasión, el garito estaba hasta arriba de siniestros y siniestras, que bailaban a lo loco un tema de Mago de Oz. Bueno, supongo que era de Mago de Oz: 1º porque era un tema de rock duro y 2º porque estaba cantado en español, así que até cabos y me dije mentalmente: “esto debe ser Mago de Oz, nena”.

-¡Dolly, tía, esto parece la final de OT!

Y tenía razón la Gigi, porque todo cristo, se sabía y cantaba el tema de Mago de Oz, menos dos marikas que no vestían de negro, ni apestaban a sobaco tibetano.

-Intentemos llegar a la barra, nena, no quiero quedarme a la entrada.
-¿Y eso por qué?
-¿No recuerdas que en el capítulo anterior ALGUIEN nos estaba siguiendo?
-¡HOLY MANOLIS! –dijo ella mega asustada.
-Cógete de mi cinturón y sígueme –y abrí la marcha entre la turba de siniestras rockeras, que seguro que nunca se bajaron de Internet el A Petarda Rockera No Me Ganas, que es ¡LO MÁS!

Avancé muy jodidamente, con Gigi adherida a mi espalda como si fuera el caparazón de una Tortuga Ninja, y al pasar junto a una columna de espejos, grité:

-¡Gigi, mira! –y ella miró hacia nuestros reflejos-. Aún con todo lo que nos ha pasado y sin pegar ojo en horas, ¡lucimos fantabulosas, neeenaaa!
-¡K Jeby, tía! ¡Es verdad!
-Pues sí, nena, sigamos avanzando hacia la barra. Creo que mi Aqva de Bvlgari está desconcertando a estas siniestras…

Y avanzamos, nos pisaron, nos metieron algún que otro codazo, distinguí 7 tipos de olor a sobaco diferentes (uno de ellos olía a polvos de talco o a cal viva), pero al final llegamos a la barra, donde una tía súper espectacular, vestida de cueros y de negro de arriba abajo, se inclinó sobre nosotros y nos regaló una de sus mejores sonrisas.

-¡Hola! -le grité-. ¡Dos ginebras con limón, nena! –y la chica fue a prepararlas, y yo me volví hacia Gigi, que seguía a mi lado, en una esquinita entre la barra y un pasillo con luces rojas en el techo-. ¡Anda, mira! ¡Lo nuestro es genético, nena! ¡Siempre terminamos en la puerta de los baños del bar!
-Mira, si nos entra el pánico entre tanta siniestra, podemos encerrarnos en una cabina y esperar a que llegue la policía a rescatarnos.
-Ssshhh, Gigi, no digas eso aquí.
-¿Y eso por qué, Dolly?
-Porque las jebiorras y los polis no se llevan bien, nena. Como esa relación que mantienen Sara Montiel y Marujita Díaz.
-Ah, ya, te entiendo.
-Catorce euros –me gritó una voz femenina a mi derecha.
-¡¿Catorce euros?! –repetí yo flipada, cuando la barman me entregaba las dos ginebras con limón.
-Catorce euros –repitió.
-Sí te he oído perfectamente
a la primera, nena, sólo es, que no me explico que cobrando las copas tan caras, ¡no os gastéis un poquito más en el sistema de ventilación del local, nena! -y le di las copas a Gigi-. Toma, nena –saqué la cartera, pagué, y esperé pacientemente a que me devolvieran el euro, cuando Gigi me dio un toque con la cadera, haciéndome mirar hacia la entrada del local.

Que dos marikas (super monas) entraran en un antro de siniestras con música de Mago de Oz, era una situación tan improbable, como que un meteorito se estrellara en Gran Vía 42 y mandara a tomar por culo a todos los niñatos de Los 40 Principiantes… pero que aparecieran tres marikas más, vestidas como en las secuencias eliminadas del DVD de Fiebre del Sábado Noche, ¡ya era una CATÁSTROFE DE PROPORCIONES INIMAGINABLES!

-¡Las Bossini, tía!
-¡K JEBY!
-Disimulemos… puede que no nos vean entre tanta gente.
-Nena –le recordé a Gigi-. ¡Pero si están todas vestidas de negro! Nos van a ver, ¡aunque esas putas fueran CIEGAS! –y volví la mirada hacia ellas, y nuestras miradas se encontraron, aunque separadas por metros y metros de siniestras pestilentes que bailaban y cantaban a ritmo de Mago de Oz.
-¡Plan B! ¡A los retretes, tía!
-No sé si tengo cuerpo e indumentaria para meterme en un retrete de jebis, nena, pero... ¡qué otra cosa podemos hacer!

Gigi tiró de mí y nos colamos por el pasillito de luces rojas que se dividía en tres. Una puerta sin nombre, y a los laterales dos, una con forma de paraguas con cabeza y otra con forma de polla.

-Supongo que las siniestras serán más limpias que los siniestros, tía –dijo Gigi, y nos metimos en el baño de las tías, que se ocultaba tras la señal de un paraguas con cabeza.
-Gigi, nena, como nos pillen, sabes que acabarán con nosotras y no nos reconocerán, ¡aunque se ocupe de unir y ensamblar nuestros cuerpos mutilados esa puta que inventó el Tetris!
-Shhh… -dijo Gigi.
-Se han metido por aquí –dijo la voz de Kiki al otro lado de la puerta.
-¡Sure, honey! –dijo Ec-Ham, que siempre habla en inglés, y sigo sin saber por qué carajos lo hace, pero la cuestión ¡es que lo hace!

Gigi y yo, nos colamos dentro de una de las cabinas del baño de las chicas siniestras, cerramos la puerta y haciendo equilibrios, nos subimos sobre la taza, que sí, estaba limpia y todo eso. Serán siniestras, ¡pero siniestras de las limpias!

-¿Dónde coño se habrán metido estas putas? –reconocimos la voz de Eun.
-¡En el baño de las tías! –dijo Kiki.
-I’m not going to enter an pussy bath! –protestó Ec-Ham.
-Pues te quedas aquí, vigilando la retaguardia –ordenó Kiki.

La puerta chirrió cuando entraron en los servicios, y la música se oyó más fuerte y luego volvió a silenciarse. Gigi y yo, que habíamos adoptado la Postura del Poto, o sea, estiradas pero sin movernos, afinamos los oídos, sin apartar la vista de la puerta de la cabina en la que nos habíamos metido.

Las Bossini, fueron comprobando las tres puertas restantes, en absoluto silencio, hasta que tocó la nuestra… esperó y volvió a empujar. En ese momento, todo se me vino encima. 1º porque sabía que no saldríamos con vida de allí, y 2º porque definitivamente ¡NO SALDRÍAMOS CON VIDA DE ALLÍ!

Aún con esa frase en mis neuronas, me quedé de piedra al ver cómo Gigi pulsaba el botón de la cisterna, y carraspeó como una barriobajera antes de estampar un lapo en la taza, entre el ruido de la cisterna, y el jolgorio gutural de flemas. Entonces creo que las Bossini se asustaron y salieron por piernas de allí, porque lo siguiente que oímos, ¡me recordó a una carrera de holandesas desnudas con zuecos de madera! Y luego un portazo.

-Nena, mira que has sido realmente asquerosa, pero ha funcionado –dije bajito-. ¡Ha funcionado, Gigi! ¡Gigi! ¿Te encuentras bien?
-Ay, tía, que se me han revuelto las tripas con tanto esfuerzo. Tengo ganas de gomitar.
-Pues ahora no, nena. ¡Ahora hemos de escapar de aquí! –dije bajándome de la taza.
-¡Pero, cómo! –dijo Gigi, mientras cogía un buen puñado de papel higiénico, y limpiaba la taza. Y es que la Gigi, aunque no lo parezca, es muy limpia.
-Nena, no lo sé, supongo que al vernos, habrán pensado que hemos rodeado el local y que hemos vuelto a la calle.
-¿Pero por qué nos siguen?
-¿Y yo qué coño sé, Gigi? ¡No me entiendo a mi misma, como para entender a los demás! ¿No te parece?
-Bueno, sí, también es verdad…
-Aunque ahora que lo pienso, salieron en el capítulo 9…
-Y este… -dijo Gigi mega horrorizada-, ¡este es el capítulo 19!
-¡Coño, qué casualidad! ¿No?
-¡Así que no volverán a salir hasta el capítulo 29! ¡Bien! –se alegró Gigi.
-Deja de fliparte sola, nena, que están ahí fuera, y no pienso estar encerrada en un baño de tías, de un local de siniestras durante ¡¡¡10 capítulos!!!
-Visto así…

Abrí la puerta y eché un vistazo.

-No hay moros en la costa… y chochos, tampoco –dije al salir, mirando en todas direcciones, por si había una salida de emergencia, aunque también es verdad, ¿quién está realmente tan loco, como para instalar una salida de emergencia en un baño de tías? ¿Cómo saldrían éstas, de haber un incendio? ¿Corriendo con las bragas en los tobillos? ¡BAH! Son siniestras, seguro que no llevan ni bragas.
-Dolly, mira –dijo Gigi.

El baño seguía hacia el fondo, doblando en forma de F, pero sin el palito pequeño. ¡Terreno sin explorar tras las cabinas! Nos cogimos de la mano y avanzamos doblando el recodo para encontrarnos con una puerta, que no parecía la de una cabina. Intenté abrirla, y estaba cerrada. ¡Mierda!

-Te digo que tienen que estar aquí dentro –oímos la voz de Kiki.
-That place STINK, guys! –protestó Ec-Ham.

Yo volví a mirar hacia la puerta que teníamos delante, y para nuestra sorpresa, y la vuestra que leéis esto, ¡¡¡estaba abierta de par en par!!!

Ayudando a Gigi a cruzar el umbral (vamos, que le metí tal empujón que salió disparada y sin frenos hacia la negritud más negra en la que jamás nos habíamos metido… que comparada con el cuarto oscuro del Lether, el segundo era una playa australiana a las 12 del medio día), me colé al otro lado y cerré la puerta.

martes, enero 16, 2007

~18~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Mi vida no hizo más que complicarse, al descubrir que el la del Diario de la Agapita de los Cojones, estaba más muerta que Franco, y que aún así, seguía escribiéndose solito, de forma para-anormal y muy poco normal; encima, la Sayuri me cuenta un rollo de sectas, y la Gigi consigue gratis unas botellitas (espantosas) de agua bendita, y se pide a las tantas un bocata de tortilla, en un bar infecto de la calle Luna, en el que los anisakis son tan grandes como los boquerones en vinagre que tienen en la barra.


-Nena –dije mirando las dos botellitas de plástico con agua bendita, que me recordaron a las “peras” esas que le meten por el culo a los niños pequeños para que hagan caquitas-, con la pasta que tiene el Vaticano, ¡podría buscarse un diseñador para sus productos! Porque un poco más, ¡y te mete el agua bendita en una botella de Anís del Mono, coño!
-Yo creo que la deberían dar en botellas de Evian, así, con forma de gota, muy totales –respondió Sayuri, y yo tuve un déja vù. ¿Dónde coño había oído esa frase… ANTES?
-Pero mira que sois desagradecidas. Es agua bendita, que la bendijo delante de mis narices. ¡Es como tener un CD firmado por el cantante!
-Gigi, admítelo, vas a luchar contra el diablo con estas mierdas… y seguro que se muere del ataque de risa que le entra, cuando te vea llegar a las puertas del infierno con estas ridículas botellitas en las manos, que por cierto, ¡están más sobadas que las paredes de un cuarto oscuro, neeenaaa! ¿No te dio asco coger esto?
-¿Y para qué coño vamos a ir a luchar contra el diablo, tía? –me preguntó de repente Gigi, a punto de terminarse el bocata de tortilla.
-Vamos a ver… ¿no te has enterado de nada de lo que te he contado entre el capítulo 17 y 18, para no retrasar la acción, ni aburrir a mis lectores, ni tener que contar las cosas dos veces, nena?
-Tía, pues podías haberme dicho: “Gigi, atiende, que esto es muy importante.”
-Nena, tú terminarás llevándome al psiquiatra.
-¿Pero por qué?
-A ver, chicos –interrumpió Sayuri-. Que he de regresar a la comisaría, y de paso, intentar hablar con Bruno.
-Nena, no le digas… nada de todo esto, ¿vale?
-¿Por qué no?
-Tías, estoy perdida –admitió Gigi-. ¿Qué NO tiene que decirle a Bruno, tía?
-Gigi, termínate el bocadillo que ya te haré un resumen cuando salgamos de aquí –y miré a Sayuri-. Nena, no pierdas el tiempo con Bruno. Mi corazón ya no puede llevarse más acelerones; le perdí, y le perdí por segunda vez. No pudo aguantar toda esta situación que me rodea, y su respuesta fue poner cara de PAUSE; sé que es duro, yo más que nadie lo sabe, que encima estoy contando mi vida a los cuatro vientos en este blog, y lo que a mi me parece un drama de importancia vital, a otros les parecerá una tontería que le pasa a una marika loca de Madrid, que no consigue novio. Así que, nena, por favor, no intercedas. En esta aventura me están ocurriendo TANTAS cosas, que lo menos que me gustaría en estos momentos, es pensar en un capítulo con reencuentro, ¿vale?

Sayuri y Gigi (que dejó de comer), me miraron como si estuvieran viendo al prota de Mar Adentro, corriendo desnudo por la Gran Vía, zarandeando las manos sobre la cabeza al grito de: “¡Os engañé! ¡¡¡No soy tetrapléjico!!!”.

-Así que tú dirás, nena. Si la Agapita esa mata desde el más allá, y encima quiere matar a mi vecino Manolo, el bombero, que está muy bueno y que CASI me tiro, tendré que hacer algo. ¿No? ¡Una DIVA no puede dejar que un fan suyo muera sin habérselo follado antes, nena! ¡Eso sería tristísimo!
-¿Que casi te lo tiras? ¡Pero si salías empalmada viva, tía! –y Gigi miró a Sayuri-. Y el Manolo tenía un rabo, ¡que parecía la tuneladora esa que ha hecho la línea 3, tía! ¡Hasta yo me quedé sin saliva!
-Gigi.
-¿Sí?
-Gracias por la nota a pié de página.
-De nada, tía.

Entonces me levanté y decidí que ya era hora de tomar el timón del rumbo de mi vida… o meter la pata hasta el sobaquillo, por ir de lista, aunque, en mi defensa he de decir que “Las DIVAS nunca nos equivocamos”. Quizá cojamos el camino más largo, pero llegamos al destino.

-Nenas, me voy a casa, me ducho, me cambio, veo qué tal está Manolo, si sigue siendo humano o un endemoniado, y vamos a pararle los tacones a esa megagolfa de Agapita González que está en ¡Móstoles!
-Pero, Dolly, Agapita, si está muerta, estará en el Más Allá, ¿no?
-¿Y dónde coño te crees que está Móstoles, nena? ¡En el más allá! Si no hay una parada de metro, está en el Más Allá, nena. Y puedo prometer y prometo, que cuando pille a esa zorra fantasma de Murcia de los pelos ectoplásmicos del coño, ¡se va a arrepentir de haber pisado Madrid!
-Jodo, qué patriótico te ha salido todo, nena, ¡y sin guión!
-Sí, Gigi. Cuando las cosas se ponen duras, ¡las maricas sabemos darle un buen uso a las cosas duras!

Y le dio por aplaudirme (a Gigi, claro), mientras Sayuri me miraba y no se lo creía.

De vuelta a casa y medio acojonada (el otro medio acojone era de Gigi), que me clavaba las uñas en el hombro, parapetándose tras de mí, llamé al timbre de la casa de Jessica y Manolo y tras una larga espera, la puerta se abrió y medio esperando a que saliera una niña despeinada, con granos y en camisón, girando la cabeza hasta acertar con nosotras para vomitarnos litros y litros de papilla verde… vimos otra vez el cuerpazo de adonis que tiene Manolo, vistiendo la parte baja del pijama.

-¡Manolo! –chillamos las dos, entre putas salidas, asustadas y sorprendidísimas.
-¡Qué bien que estés... BIEN! -dije sólo yo.
-¿Tú no estabas durmiendo –y miró hacia atrás-, en casa?
-¿No recuerdas lo que ha pasado?
-Sí, claro… -dijo sin tenerlo muy claro-. Llegué, te saludé, me di una ducha y me fui a dormir.

Y a Gigi se le escapó una carcajada.

-Sí, nene, eso fue exactamente lo que pasó. ¡Bien! ¡Nos vemos! –dije sacando las llaves y abriendo la puerta de casa, a la que entré empujando a Gigi para que entrara y no se le escapara ningún comentario de los suyos.
-¡Pero tía! –dijo cuando cerré la puerta. (¿veis como soy una marika súper previsora?)
-Gigi, ¿recuerdas a esa reportera de Tele 5 en Sevilla, que estaba haciendo una crónica de un tal Diógenes, que tenía un síndrome, cuando alguien la pilló de las bragas y la apalizó en directo y para toda España, y Pedro Piqueras desde Madrid no pudo más que levantar una ceja?
-Pues… creo que sí que lo vi.
-Pues el éxito del ataque de la Enana Violenta, fue ese mismo, nena: ser enana y VIOLENTA.
-Y la sorpresa también.
-Claro, y la sorpresa-sorpresa.
-¿Entonces a quién nos toca darle una sorpresa-sorpresa? Espero que no sea a la Gemio, porque es que la soporto menos, que a los anisakis.
-No, nena, investigaremos ese sitio del que nos habó la Sayuri. Sobre los de esa secta.
-¡No jodas, tía! ¿Pero y cómo los vamos a encontrar?
-¿Recuerdas el “cerda gay”?
-¿El CERDA GAY? ¿Ese tugurio de after que está en la calle Fuencarral?
-Ese mismo, nena –dije con la vista perdida en el infinito, hacia la zona de mis dvd’s de Dolly Parton-. ¿Recuerdas la risa que nos dio cuando vimos el nombre del after? Era un cero con una zeta dentro y la palabra day… ¡por eso lo llamamos el Cerda Gay!
-No lo pillo, tía. Sí lo de tus juegos de palabras y esas manías de ponerle mote a las cosas y…
-¡Gigi, atiende que esto es importante!
-¡Atiendo, tía! Mira y sin pestañear.
-0Day el after, tiene el mismo nombre que la secta: ¡DIA CERO!
-¡Pero en Inglés!
-¿Y qué hay al lado del after, nena?
-¿Un VIPS?
-¡NO, NENA! ¡UNA IGLESIA! La que está haciendo esquina entre Divino Pastor con Fuencarral, antes de llegar a la Glorieta de Bilbao.
-¡Tía, que no soy de Murcia! ¡Que sé a cual te refieres!
-Coño, pero si lo digo así, mis fans de Madrid podrían hasta montarse un tour estilo: “Dolly se jugó la vida por Aquí”.
-¡Tía, tienes una cabeza de empresaria a lo Victoria Beckham!
-A esa, la enseñé yo a ser tan organizada, nena. Antes de que se fuera a Londres y se volviera amiga de esas camioneras cantarinas –y miré la hora en mi reloj-. ¿Sabes lo que te digo? No son ni las cinco y media de la mañana. Creo que deberíamos ir a inspeccionar ese after, nena.
-Pero a mí no me gustan los afters, tía.
-Gigi, que no nos vamos de marcha, nena, ¡ni a comer pollas! ¡Nos vamos a investigar!
-Pero yo es que ahora estoy como súper cansadita, tía.
-Te invito a una ginebra con limón.
-¡Vale!

Y así, Gigi y yo, con el glamour a un 50% porque no habíamos pegado ojo en no se cuantas horas (total, para ir a un after, lo que te sobra es el glamour, nenas), pusimos otra vez nuestos culos en marcha y entramos por la primera salida hacia la calle Fuencarral.

Al principio, creí que era imaginaciones mías… pero incluso Gigi, que no es una Einstein, se dio cuenta de que ALGUIEN nos seguía.

-Dolly, nos siguen –dijo bajito e hizo un gesto imperceptible con su barbilla indicándome hacia atrás.
-Lo sé, nena, y mis fans lo han leído antes de que tú lo dijeras.
-¿Sí? ¡Pues me podrías avisar, tía! Que soy yo la que me estoy jugando la vida por acompañarte, y no esas putas que están en sus casitas leyendo este blog tan ricamente.
-La vida es injusta, Gigi… creo que lo dijo Paris Hilton…
-Lo dijo esa puta y cuarenta mil personas más en algún momento de su vida.
-Déjate de dramatismos, Gigi, que ya estamos llegando, y el portero parece el hermano asilvestrado de Santiago Segura… -y dije en voz baja-. Tú sígueme el rollo, nena…

Pese a que la calle Fuencarral, tiene más vida que una horda de gatos, a esas horas había poca gente, y aquel siniestro portero, con pinta de batera de un grupo de rock que podría llamarse “Dios Bendiga Tu Chirli, Nena”, se encontraba acechándonos bajo el neón extraño del 0DAY.

Una que es educada, se detuvo a la entrada esperando que el portero, que para eso era el portero, me abriera la puerta, pero el cromañón ni se movió ni dijo nada… así que… ¡Improvisé!

-¡Ave Satani! –le solté, y el tipo, como si fuera un robot, se movió y abrió hacia adentro la puerta para dejarme pasar, mientras atravesaba a Gigi con sus ojillos de satanista de pueblo.
-¡Ave de corral! –dijo la Gigi… y os juro que hasta oí un acorde, como en las pelis de terror, de esos que indican al espectador que algo malo va a pasar.
-Disculpa a mi amigo -intercedí entre ellos de inmediato-, pero es que es polako, y no controla muy bien el idioma.
-¿Polaco? –preguntó con voz roñosa el portero-. Pues viste y habla como una marica de Sevilla.
-¡La imagen que ven de España desde fuera! ¡Toros y sevillanas!
-¡Olé! -dijo Gigi súper puesta en su papel de polaka folklórica polifórmica-. “¡Tordos y sevi-lianas!”
-Vamos, pasad… dijo con tal de no ver a Gigi haciendo tonterías con las manos, y entramos en un lugar oscuro, que olía a humedad, a tabaco... y a sobaco.