viernes, febrero 23, 2007

~25~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Tras revelar El Secreto de las Bossini, conseguimos escapar de aquel callejón sin salida, aunque yo llevo varios capítulos sin comerme un rabako, y por lo tanto, para salidas ¡YO!, pero escapamos, y terminamos en un laberinto de cemento, altísimo, por el que teníamos que andar con cuidado y a oscuras, para no despeñarnos y terminar engullidas por aquel demonio gigantesco.



-No empujéis –dije intentando tranquilizarme-. ¡NO EMPUJÉIS, COÑO, QUE ME ESCOÑO!
-¡Vamos a morir! –dijo Kiki.
-Nena, ¡por FAGOR! ¿Puedes parar de decir eso? –y me puse de rodillas, para andar a cuatro patas por aquel estrechísimo caminito de cemento.

Rezando para que esta postura impropia de una Diva, no apareciera en mis memorias, como ha pasado con la Whitney… empapada de arriba abajo por aquella asquerosidad que apestaba a huevos podridos, pero que bien podridos, con la que mi ropa tan COOL se había ido a tomar por culo, porque no habría lavadora con detergente ni suavizante suficiente en el Mundo, ¡que lavara toda esta mierda!, avancé hasta que mis dedos rozaron el vacío, y pegué un grito del susto que me llevé.

Algo, abajo, a varios metros, saltó a mi encuentro y rugió, llenándome los pulmones de su fétido aliento a podrido y hasta se me ocurrió, supongo que por el mareo, imaginar cuantos litros de Listerine harían falta para borrar de un plumazo aquel desagradable olor; alguien me tocó el culo, empujándome hacia el abismo e hinqué las rodillas y las uñas en la pasarela de cemento para no caer sobre el monstruo.

-¡PARARSE! –grité tan fuerte o más, que la Caballé cuando se picaba con Freddie Mercury en el tema de Barcelona, y dejaron de empujarme desde atrás.

Entonces sonaron dos compases de música disco, y unas voces que reconocí al instante, comenzaron a cantar...

I’m…
so lucky, lucky…
I’m…
so lucky, lucky…
I’m…
so lovely, lovely…
I’m…
so lovely, lovely…

-¡Es el mío, es el mío! –chilló Eun.
-¡No me digas que tienes UN MÓVIL… Y CON COVERTURA, PUTA!

Chillé perdiendo los papeles y volviéndome hacia atrás, con cuidado de no caerme por los lados, vi la luz brillante del móvil de Eun, detrás de Gigi, mientras las dos putas esas cantaban lo afortunadas y encantadoras que estaban de conocerse.

-¡Déjame ese móvil, so guarra!
-¡Estamos salvadas! –gritó Gigi.

Intenté coger el móvil, guiándome por la luz y entre tanto meneo y musiquilla, sé que le di una torta a alguien, porque gritó de una forma rara. Un grito de esos como de Jedi que se escoña por la ventana del piso 750 de un edificio de Coruscant.

-¡Eun! –gritaron Ek-Ham y Kiki, mientras el grito se alejaba hacia abajo, se oía un señor porrazo con todas las de la ley, y las putas dance dejaron de cantar lo afortunadas y encantadoras que eran.

-¡Se ha espeñado! –gritó Gigi.

Y la bestia rugió abajo, y se empotró una y otra vez contra los muros de cemento, chascando su enorme mandíbula como si fuera un cepo oxidado. Pero un cepo oxidado para cazar elefantes… ¡o mamuts!

-MY GOOD! –chilló Ec-Ham.
-¡Ha sido sin querer, nena! ¿Cómo es posible que nos estamos jugando las vidas, y vosotras con vuestros móviles, sin decir nada, so putas? ¡Necesitamos luz para salir de aquí!
-Y una camilla para sacar de la fosa a Eun –apuntó Kiki.
-¿Alguna más tiene su móvil a mano, y se lo ha callado?

Pregunté, y antes de terminar la frase, las pantallitas de dos móviles súper iluminadas, una de Orange y otra de Moviestar, temblaban delante de mis narices; abajo, la bestia del infierno siguió rugiendo y dejándose la cabeza (aunque en realidad ese bicho era todo cabeza), contra la pared de entrada al laberinto; opté por el de Moviestar, porque tenía tres rayitas, y marqué como una loca el teléfono de Sayuri.

-¡No me extraña que la Hidro-Nena pasara de vosotras! –dije mientras comencé a oír los tonos-. Y cruzad los dedos, para que no tenga el móvil apagado, porque la Sayuri es muy trabajadora y porque encima trabajaba de noche hace unos cuantos capítulos…
-¿Diga?
-¡¡¡SAYURI!!! –chillé con el corazón latiéndome a mil por hora-. ¡SOCORRO!

El demonio, abajo, berreó, como para que no nos olvidáramos de su presencia, y se empotró nuevamente contra la pared de cemento.

-¿Dolly? ¿Qué es ese ruido?
-¡¡¡Es el sonido de la muerte, neeenaaa!!!
-¿Qué?
-¡¡¡Se me ha ido de las manos esta Tercera Temporada de Desperate Housegays, neeenaaa... y estamos a punto de morir engullidas por una albóndiga del infierno!!!
-¿Qué has bebido? ¿Sabes qué hora es?
-¡¡¡Se me ha muerto el reloj, nena!!! ¿¿¿CÓMO COÑO LO VOY A SABER???
-¡Es verdad, VAMOS A MORIR COMIDAS TODAS JUNTAS! –chilló Gigi súper aterrorizada.
-¿Pero qué es lo que sucede?
-¡Sayuri! Si te hago un resumen, la palmamos fijo, pero tenías razón, ¡Tenías razón! Dile a tu hermana... que tenías razón.
-¿De qué hermana me hablas, Dolly?
-¡Ay, nena, que estoy tan histérica, que se me ha ido un diálogo de El Retorno del Jedi! ¡Pero vamos a morir si no haces nada! ¡Era una secta satánica! ¡Y han invocado a un bicho gigantenorme y muy feo, que come satanistas y marikas!, ¡¡¡ESTAMOS EN DANGER, NEEENAAA!!!, y tienes que llamar a los SWAT o a quien sea, para que nos rescaten de estas terribles catacumbas…
-¿Pero hablas en serio?

Atacadita como estaba, me dirigí a las dos Bossini que quedaban vivas.

-¿Este móvil saca fotos?
-Of course, honey! -dijo Ec-Ham súper ofendidísima.
-Oka, nena… -y volví al móvil-. Espera un segundo, nena -me giré hacia el vacío y la negritud que tenía a mi espalda, y grité-. ¡EH! ¡BICHO!

El demonio albóndiga gigante, se detuvo y me volvió a rugir lanzándome más babas y aliento pestilente, y yo apreté el botón de sacar foto, y el flash me dejó ciega perdida.

-¡Vaya mierda! ¡Saca las fotos por delante, no por detrás como el mío! –chillé viendo estrellitas.

Giré el móvil y volví a increpar al demonio, gritándole cosas estilo: Cristo Te Ama y algún padre nuestro, pero en la versión reducida, claro, porque no había tiempo, y causó su efecto porque aquel engendro se puso a berrear como si el mismísimo King Kong le hubiera metido el pulgar por el culo… entonces, le saqué una foto y volví a pegarme el móvil a la oreja.

-¡SAYURI! ¿Sigues ahí?
-¡Claro! ¿Pero qué es eso que se oye de fondo? ¿Un perro?

Y a mi me entró la risa nerviosa… ¡UN PERRO!

-Sí, nena un perro, del infierno y de media tonelada de peso. Espera que te lo envío.

Trasteé un poco con el móvil y le di a enviar imagen… salió un icono de enviando y yo volví a hablarle a Sayuri, comentándole rápidamente cual era nuestra situación (jodida, claro, o jodidísima, pero debajo de la iglesia de la calle Divino Pastor con Fuencarral, y que éramos cuatro, una marika espeñada y un rubio en bolas, cuando me respondió.

-¡¡¡JODER!!! ¿¿¿QUÉ COÑO ES ESO???

Estaba claro, que la foto le había llegado a Sayuri.

-¡UN MOSTRO CON FORMA DE ALPÓNTIGA! –chilló Gigi, porque Sayuri pegó tal berrido, que la oímos todas.
-¡Tienes que sacarnos de aquí, Sayuri! –grité, mientras vi cómo Kiki movía su móvil a los lados.
-Intentad aguantar ahí.
-O sea, que intentemos que esta cosa no nos engulla.
-Sí, voy a hacer unas llamadas, y no pierdas este teléfono. Te localizaré en cuanto pueda pedirle a alguien que vaya ha esa dirección.
-¡PERO QUE SE TRAIGAN LANZACOHETES! –gritó Gigi, y el demonio, que debe ser que entendió que eso era peligroso para su integridad como albóndiga infernal, se cabreó más y siguió embistiendo contra la pared de cemento, sobre la que estábamos agarradas como ladillas del ballet ruso.
-La pasarela sigue por aquí –gritó Kiki, que iba ahora de avanzadilla, hacia un lateral de la pasarela en la que estábamos Gigi, Ec-Ham, la Rubia y yo.

El camino que habían tomado, se alejaba de donde estaba el monstruo, y eso era bueno, pero yo no podía irme de allí tras haber provocado la caída de Eun. Me quedaría allí hasta que llegara la policía... ¡o hasta que llegara el Ejército!

-¡Nenas! Seguid a Kiki y alejaros todo lo posible; Sayuri, cuelgo para no gastar más batería.
-Muy bien… y conservad la tranquilidad.
-Pues como no venga en lata, me da que va a ser IMPOSIBLE conservarla, nena –y colgué-. ¡Gigi! ¡Ve con ellas!
-No, Dolly, yo me quedo contigo…

Y la bestia rugió abajo. Súper cabreada y súper pestilente.

-Nena, puede que no salgamos de ésta.
-Ya, tía, pero eso lo has dicho muchas veces y siempre hemos salido…
-¡Pues también es verdad!
-¡Claro que sí, tía!
-Hay que ver, nena, hay veces que me flipas con tu optimismo.

El impacto de la bestia contra el muro de cemento sobre el que estábamos, nos zarandeó un poco y perdimos parte del optimismo con un sonoro grito polifónico muy cool que nos quedó a las dos.

-Hay que ser optimista, nena, OPTIMOSTA –y miré hacia el nicho por el que había caído Eun-. ¡Y tú, despierta, nena! ¡Si me oyes, di algo!
-¡PUTA! –dijo desde abajo Eun, como si le dolieran todos los huesos y cartílagos del cuerpo.
-¡¡¡ESTÁ VIVA!!! –chillamos Gigi y yo súper felices, y nos abrazamos, y la bestia aulló y siguió arañando las paredes con los dientes, ¡más cabreada que todos los chicharreros de Santa Cruz de Tenerife con el bailarín Rafael Amargo, por esa mierda de gala de carnaval que hizo!

martes, febrero 13, 2007

~24~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Acorraladas en un callejón Sin Salida (como la Basinger), pero con estilo, no sabíamos cómo escapar de aquel espantoso lugar en el que rondaba un engendro infernal, que nos intentaba localizar con el olfato y ¡comernos a bocaos, nenas!; la rubia, las tres Bossini, Gigi y yo, la última de aquel pasillito estrecho, sólo esperábamos que el espíritu de Adolfo Domínguez nos protegiera, porque lo que sí que estaba clarísimo, nenas, es que si nos pillaba por el olor, sería por mí, y por mi Aqva de Bvlgari, neeenaaasss…


SFFFffff… SFFFffff…

-Nenas, contened vuestros esfínteres –las alerté, aunque gracias al Aqva de Bvlgari, la que apestaba allí más que una mofeta en celo, ¡ERA YO!
-I don’t wanna die!!! -dijo Ec-Ham.
-I don’t wanna know… please don’t say you’re sorry... –corearon Eun y Kiki.
-¡NENAS! ¡No es momento de Madonnadas!
-Pero, ¿y lo bien que les ha quedao, tía?
-¡Gigi! ¿No te das cuenta de que ESA COSA puede comernos vivas, para que encima las alientes a seguir cantando?
-Me estáis aplastando –dijo desde el fondo del estrecho pasillo la rubia.
-Mira, nena, mejor sufrir un poco de aplastamiento, que morir engullida por esa cosa. Recuerda que te salvamos, ¿vale?

Creí que esas palabras las tranquilizarían a todas, y a mí también claro, ya que la gran putada que suele pasarnos a aquellas que tranquilizamos a las demás, es que nunca tenemos a ¡NADIE QUE NOS TRANQUILICE! Bueno, vale, hay pastillas para eso, pero yo hablo de apoyo y a pollas morales, nenas.

-¡Gigi! –dije cuando me llegó la inspiración-. Tú ganaste al Silent Hill, ¿verdad?
-Sí, tía, pero al UNO, y después de que me mataran varias veces.
-Huala, nena, ¡pero si me dijiste que ganaste a la primera!
-Pues mentí.
-¡Pues estamos arregladas, nenas, porque aquí no podemos salvar la partida! Si la palmamos, la palmamos, nenas... –silencio sepulcral.

Todas dimos un respingo cuando las terribles pisadas que estremecían el suelo, se dirigieron hacia donde estábamos acorraladas, y a una velocidad que ríete tú de esas PUTAS que entran las primeras en las rebajas del Corte Inglés. El demonio con forma de albóndiga vintage con patas, venía que perdía el culo a devorarnos todas.

El pánico se desató entonces y chillamos de forma súper histérica, claro que yo chillé con más gracia y espanto, porque era la que estaba más próxima a la salida de aquel callejón sin salida, de paredes altísimas. ¡Sería la primera en morir!

El rugido que nos metió la bestia, nos dejó con tal pestazo a huevos podridos, capaz de hacer desfallecer del asco a cualquiera marika con un poco de pudor, pero no nos amilanamos, sino que gritamos con más fuerza, y la bestia volvió a rugir lanzándonos su pestilente aliento y algo pegajoso (que quiero creer y creo) que eran babas, porque yo, que era la que estaba más cerca de la salida, terminé bañada de arriba abajo. A lo bukakke, ¡pero sin una mala polla que ver!

-¡Nenas! –chillé sobre el grito de todas-. ¡ESTO ES UNA PUTA MARRANADA, NENAS! ¡Estoy pringada de una cosa asquerosísima! ¡Y se me ha metido en los ojos!

Pero las demás estaban tan aterrorizadas, que chillaban y chillaban, y claro, no me oían, y como pude me limpié la cara de aquella mierda pastosa y apestosa, reculando hacia el interior del pasillo sin salida, y apretando a las que estaban detrás de mí: Gigi, las tres Bossini y la rubia desnuda.

Gracias a Dior, las DIVAS sabemos aislarnos cuando nos sale del coño, y por un momento, creí prudente darle la espalda a aquella bestia que no paraba de lanzarme babas o lo que fuera, convirtiéndome en la niña bukakke, para intentar ver entre la oscuridad a Gigi, que gritaba con tanta fuerza que se le salía la campanilla de la garganta y me daba con ella en las narices.

-¡VALE YA! –les grité a todas varias veces.

El gigantesco demonio estaba a mi espalda, pero era tan grande y el pasillo por el que nos habíamos metido era tan estrecho, que no podía entrar y comernos vivas. Eso fue una de las cosas que me tranquilizaron, pero no me salvaba de sus escupitajos cada vez que berreaba de forma ensordecedora.

-¡NENAS! ¡CALLARSE! –y todas se callaron, menos el monstruo del infierno ese, que embestía una y otra vez contra la entrada del pasillo, intentando colarse en él para comernos, pero como era tan grande, no cabía, y esto le enfurecía más y rugía y nos echaba su aliento y babas completamente fuera de sí. Ya sé que esto lo he repetido, pero es que tenéis que imaginaros el TREMENDO ASCO que me invadió en ese momento, nenas.

Cuando una de aquellas babas me impactó con la fuerza de una colleja en la nuca, y la sentí caliente y pringosa bajando hacia mi espalda, pegué tal grito de asco, que le reventé los tímpanos a todas (quiero imaginar) porque se callaron como putas. Claro que la bestia seguía bramando, enfurecida como la Hidro cuando se quedó sin entradas para el concierto de Fangoria… ¡¡¡LA HIDRO!!!

-¡¡¡LA HIDRO, NENAS!!!
-WHERE? –chilló Ec-Ham.
-¡En ninguna parte, PUTA! –le dije-. Vosotras no estáis en esta Temporada por amor al arte, nenas…
-¡Pues claro que no! –dijo Kiki-. Estamos porque queremos ser DIVAS como tú, Dolly.
-No, nenas, esa no es toda la verdad…
-Ah, ¿noooOOO? –dijeron, asombrosamente todas a la vez, rubia incluida.
-Y es que yo… ¡¡¡SÉ vuestro secreto!!!
-¡¡¡!!!

Pese a que la bestia seguía intentando destrozar las paredes del pasillo para entrar y comernos a todas como si fuéramos aros de cebolla crujiente, el silencio reinó.

-¿Hay un secreto? –preguntó Gigi.
-Sí, nena… con estas ¡TRES... PUTAS!
-¿De qué coño estás hablando? –preguntó la rubia.
-Nena, calla, que me desconcentras y este es uno de esos momentos importantes de mi actuación, que de estar nominada al Oscar a la Mejor Actriz, saldría reflejado en ese minuto de gloria junto con las otras cuatro nominadas.
-¡¡¡!!!
-¡Vosotras, teníais una Maestra, nenas… una Maestra que os enseñaría los caminos de las Divas!
-¡HOLY MANOLIS! –gritó Gigi-. ¿Las Bossini son “papajuanes”? ¿Cómo las “lledis”?
-Sí, nena… , pero no de Jedis... estas tres son padawans ¡de Divas!
-¿Y quién era su maestra, Dolly? ¡Y por favor, no vengas con mariconadas de que lo cuentas en el siguiente capítulo, tía!
-No, Gigi… no lo contaré en el siguiente capítulo, porque lo contaré en ESTE.
-¡¡¡!!!
-¡Pues date prisa, tía, que acabas de iniciar la tercera página del Word, y se va a terminar el capítulo, tía!
-¿De qué coño habáis? –preguntó exasperada la rubia.
-Vamos a ver, nena. ¿Quieres dejar de dar por culo con tus interrupciones? ¡Pareces Antena 3, coño!

Las Bossini se apretujaron entre ellas, y seguro que me miraron aterrorizadas, porque estaba a punto de revelar su secreto… aunque claro, a oscuras como estábamos, ni las vi a ellas ni sus expresión, ni la cara de lerda que debería tener la Gigi.

-Vosotras –comencé a decir en tono solemne-. ¡Fuisteis alumnas de la HIDRO-NENA!

En este momento un par de acordes a lo John Williams me vendrían de perlas, ¡pero claro!, estábamos acorraladas y con una bestia del averno que intentaba comernos vivas, así que intenté revelar el secreto de las Bossini, de la forma más clara y rápida posible.

-¿Cómo lo has sabido? –preguntó Kiki, completamente hundida.
-La misma Hidro-Nena me llamó antes de que le robaran el teléfono por la calle, cuando iba tonta perdida pensando en cómo comerle el rabako a la chica Gizmo, que brilla, que brilla.
-¡¡¡!!!
-¡Dolly, pero eso no me lo has contado, tía!
-Nena, lo estoy contando ahora, ¿no? Pues ya está…
-Aprendimos todo lo que pudimos de la Hidro-nena –dijo Eun.
-Hasta que ya no nos pudo enseñar más… -terminó Kiki-. Por eso decidimos venir a Madrid y beber de las Fuentes de las Divas.
-¿De qué fuentes hablan estas, Dolly?

Otro berrido de la bestia a mi espalda, me duchó de arriba debajo de babas. Con mucho estilazo y sólo con los dedos índices, a modo de parabrisas, me limpié los ojitos de aquella mierda que me habían vomitado.

-A ver, nenas, o cuento esto rápido, ¡O ME MUERO DEL ASCO AQUÍ MISMO!
-¡Creo que me he tragado algo! –dijo Gigi, que era la más cercana a mí, y tosió asqueada para escupir las babas de la bestia.
-A ver, nenas –dije quitándome las babas de las orejas-. Divas, sólo pueden existir una por comunidad autónoma, ¡pero lo vuestro es TRANSFUGUISMO DIVIIINO, nenas! Teníais que haber terminado el aprendizaje con la Hidro-Nena, ¡putas! Si no, vais directas al Cuarto Oscuro.
-¡Pero es que la Hidro estaba encoñada perdida con LCGQBQB, y no tenía tiempo para nosotras!
-¿La qué? –me preguntó Gigi superando las ganas de gomitar.
-La Chica Gizmo, Que Brilla, Que Brilla, nena: LCGQBQB.
-¡Voy a morir, y tengo que hacerlo con cinco mariconas locas! –dijo la rubia.
-Oye, ricitos de oro, que estas cinco marikas locas y mi inteligencia, son las que te van a salvar la vida, así que ya puedes empezar a dilatar lo que puedas, ¿entendido? –nadie respondió, y yo seguí a lo mío-. Nenas, si estáis en esta 3ª Temporada de Desperate Housegays, es por algo… No para que yo os aleccione en el duro camino de las Divas, ni para tener que soportar vuestras coreografías, muy conseguidas, sí, pero que no se habían visto desde el Zoom o el programa Aplauso… estáis aquí, ¡para salvarnos a todas!
-What? –preguntó Ec-Ham.
-No tengo ni idea de lo que ha querido decir, chicas.
-¡Gigi! ¡Canta la sardana, nena!

Y Gigi, que me hace caso en todo (la pobre) se puso a imitar el sonido de la chirimía, y el espíritu de toda Cataluña poseyó a las tres Bossini.

-Hacedlo por La Mare de Déu… ¡POR LA MORENETA! ¡Y POR LA “CULUMETA”!

Y las Bossini se subieron una encima de otra, formando un castellers de tres pisos, y ¡anda que le faltó tiempo a la rubia para trepar por ellas, neeenaaas!

-¡Gigi, no dejes de cantar, o estas tres se van “palpiso”! –y me puse a trepar por las Bossini, y supe que Gigi me seguía, porque la sentía cantar en mi culo. ¡Y mi culo no canta! Así que no podía ser otra persona que Gigi.

Si no llego a saber El Secreto de las Bossini, fijo que moríamos vivas en el pasillito estrecho de paredes altas, nenas... pero cuando llegué arriba y reteniendo el impulso de saludar a lo enxaneta (que es esa puta niña que corona los castellers)… la rubia tiró de mí, hacia una superficie lisa con techo muy bajo, contra el que casi me estampo; ayudé a Gigi a subir, y después, entre las tres, tiramos de Ec-ham, que se abrazó con los pies de los sobaquillos de Kiki, y esta a su vez de Eun, con lo que al tirar de una subimos a las tres de golpe. ¡K JEBY!

-¿Estamos vivas? –preguntó Eun.
-Sí, nenas, ¡pero yo estoy pringada de baba de bicho hasta los pelos del chirli! ¡La puta del tinte va a hacer el agosto conmigo!
-¿Pero dónde nos hemos metido ahora? –preguntó Gigi.

Yo intenté localizarme a mi misma, porque aquello seguía oscuro, el bicho abajo, gruñendo y arañando las paredes, y nosotras en una especie de pasarela de cemento con el techo rozándonos las cabezas, y a los laterales, un nicho que de caernos por él, sólo nos haría falta la tierra para terminar “en-nichadas”. Vamos, que un paso en falso, y te abrías la cabeza a lo piñata.

-¿Pero qué es esto? ¿Un laberinto? ¡Nenas! No moverse, ¡o nos escoñamos por los lados! –y me acordé de Guillermo del Toro, riendo como una loca con todos sus Goyas-Toledo, y de aquella frase de “quien ríe el último, lo hace porque no se ha enterado ¡del chiste!”.

jueves, febrero 08, 2007

~23~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Tras “tomar prestada” la moneda de oro, la cuarta moneda que aquellas locas del aquelarre satánico habían dejado en el salón de las catacumbas de la iglesia, corrí guiada por la luz de mi Diva Reloj de Súper Puta, hasta que se quedó sin pilas… y a oscuras, me estrellé contra un pilar, quedándome sin sentido, pero en una pose de espatarrada en el suelo, que entraría dentro de las 5 poses de espatarramiento con más glamour de la historia de las espatarradas.



Y soñé, que en otra vida, seguramente habría sido una Diosa, o similar… y me vi a mí misma, súper nonísima, con un vestuario súper ideal como el de los boys del dvd de la Kilie Minogue, pero muchísimo mejor, con cara de felicidad y saludando a mis fieles-fans que estaban escaleras abajo, vitoreando mi nombre y dándose por culo de felicidad.

Sí, nenas, estaba yo en plan Apocalypton Teas, subida a una de esas pirámides mal hechas de los Mayas, y abajo, lo más de lo más, como en el bar de Enfrente, pero follando y con ganas. Porque como todo el mundo sabe, en el Enfrente no follas ni aunque entres desnuda con un collar de dildos; como dije, ahí seguía yo en plan Apocalypton Teas, pero con gente guapa, nenas. Nada de feas ni litros de sangre, ni sonaban tambores, sino todo lo contrario, sonaban los primeros compases de un A Petarda No Me Ganas, que aún no he remezclado (pero que remezclaré algún día), cuando me dirigí a mis súbditos a lo Evita Perón diciendo:

-¡Nenas! –y todo a mi alrededor estaba negro, y noté que estaba además en posición horizontal, en el suelo, y con un dolor en la nariz y en la frente horrible, nenas.

Me senté y todo me dio vueltas…. ¡pero os juro que no había bebido nada!

-¡Qué hostión que me he dado, nena! –me dije a mi misma, mientras mi cabeza iba estabilizándose. Como no recordaba qué coño hacía en tal postura y con aquel dolor similar a un resacón de domingo, me leí rápidamente el capítulo anterior, y me dije a mi misma y en voz alta-. ¡COÑO! ¡Pero si estoy en súper peligro de death!

Sí, nenas, el peligro no había pasado y tenía que salir de allí cagando leches si quería volver a pisar una tienda de Adolfo Domínguez, ser posible ¡VIVA! El materialismo me hizo recobrar fuerzas y levantarme... medio sin equilibrio, medio sin saber dónde coño estaba, medio ¿dónde están en este tipo de sitios satánicos las lucecitas de las salidas de emergencia?

Pulsé el botón de la luz de mi Diva Reloj y nada, nenas. La pila del alumbrado se había gastado, pero pronto vi más luz, y pegada a la columna contra la que me había estrellado, observé lo que sucedía a muchos metros de mí.

“La pisada”, porque aquello fue el sonido de la madre de todas las pisadas, estremeció todo a mi espalda, y un rugido monumental surgió de la oscuridad, como cuando se abren las nubes en la noche, y aparece la luna llena en las pelis de terror. Pues imaginaros eso mismo, pero en sonido.

-Oh-oh… -dije bajito.

Los satanistas estaban revueltos como “grenlins” en una piscina olímpica, y lo que había visto en el capítulo anterior, estaba tras de mí y se estaba cabreando más que Coto Matamoros con un vendedor de crece pelos. ¡Y yo en medio! ¿Y Gigi? ¿Y las Bossini? ¿Y la rubia? ¿Y la puta de la Agapita González que escribió su diario secreto que da nombre a esta Tercera Temporada de Desperate Housegays? ¡Muerta! Es verdad, la pobre… y yo metida en todo este follón (donde se folla muy poco, dicho sea de paso).

-¡Nambio jorrengue kio! –que es un mantra tibetano, que significa "los rabos de dos en dos", dije para darme ánimos, y para pensar en algo completamente absurdo, que me aislara de tal instantánea terrorífica, donde podía perder la vida, si ESO me pillaba.

Sí, nenas, ESO, lo que había visto en el capítulo anterior, cumplía todos los requisitos para dejarte los pelos blancos del susto. Los del coño, ¡también! Claro que yo he visto tantas cosas espantosamente horribles en las temporadas anteriores, y en otras que no he contado, más que nada, porque me dejaría las uñas en el teclado del ordenador para contároslas, y no tendría tiempo para salir de compras, ni de marcha, ¡ni para comerme una polla!, que intenté aislarme con el pensamiento de: “he de salir de aquí con vida... y como una ¡DIVA!” (pensando en Gigi, las Bossini y la rubia), para que la horrible visión de ESO no me convirtiera en una marika de sal, tiesa, tiesa, como una mazorca.

El rugido atroz que estalló tras de mí, me impulsó a echar a correr hacia delante, dejando a mi izquierda las luces lejanas de aquella panda de satanistas y sus rituales. Corrí con los brazos extendidos, pero sin gastar suela. Eso es, corriendo con cuidado, en la oscuridad más absoluta y con las manos bien extendidas, a lo Frankenstein, para rozar con las yemas de los dedos las columnas que surgían de la nada en aquel inmenso salón de sacrificios satanistas.

Tuve ganas de gritar auxilio, socorro, ¡me corro!, pero no, nenas. Las súper heroínas gays no gritan auxilio… porque el ego nos lo impide, y porque pocas veces en mi vida lo he hecho. De mis follones y pollones, salgo yo solita. No soy como esas putas que cuentan sus problemas a todo el mundo, para que les echen una mano. No nenas, las Divas no hacemos eso, y Supermán, ¡tampoco!

El griterío me sacó de mis absurdos pensamientos, mientras corría a lo Forrest Gump, pero en versión inteligente (o por lo menos, más que el de la película), aunque sin luces, y aminoré el paso cuando el suelo vibró bajo mis pies y al volver la cabeza hacia la izquierda, vi algo volando por los aires estrellándose contra una de las columnas. ¡¡¡!!!

El terror me hizo aminorar la marcha, pero sin detenerme, cuando con cada dentellada, tres o más de aquellos encapuchados desaparecían dentro de las fauces de la bestia que abría y cerraba a toda velocidad, desencajándola de su sitio algunas veces, con cada crujido de huesos, desgarros de tela y carne más asquerosos... que ver a un americano "sorbiendo" un consomé. Claro, acostumbrados a las hamburguesas, no saben beber.

-¡Corre, Dolly, CORRE!

Pensé que era mi mente con la voz de Gigi, pero no, ¡ERA GIGI! Las había encontrado a todas, pero sin querer, en mi precipitada huída por salir viva y con el culo en su sitio… de aquel terrible lugar, donde las satanistas locas, estaban siendo devoradas por un gigantesco monstruo, que sería imposible de definir, a menos que cogieras todos los libros de Edgar Alan Poe y los metieras en la termomix, junto con dos libros de “Aprende a Cocinar con Arguiñano”; las Bossini chillaban histéricas del miedo, la rubia (la que habíamos rescatado), paralizada del terror miraba hacia la masacre que se estaba formando, Gigi se abrazó a mí, y yo a ella, y nuestros corazones acelerados, se sincronizaron por un instante.

-¡Dolly, tía, eres una hijadelagranputa por no haber contado cómo era el BICHO, tía!
-¿Qué quieres que haga, nena? Me he estrellado contra una columna, he echado a correr ¡y os he encontrado por los pelos! ¡No me ha dado tiempo de contar como era en bicho en blog, nena!
-¡AAAaaahhh….! –chillaron todas las Bossini, pero esta vez no ejecutaron ninguna coreografía de las suyas. El terror se lo impidió.
-¡Salgamos de aquí! –gritó la rubia.
-¡Dijo la lista! –grité yo-. ¡¡¡Cómo coño vamos a salir de un sitio que no sabemos cómo es!!!

Y se hizo el silencio, y la enorme forma peluda, como una gigantesca bola de pelos, todo boca, flexionó sus patas articuladas y se lanzó hacia otro grupo de encapuchados que intentaban salir de allí fuera como fuera. El ataque tiró por suelo el pebetero ardiente, y los troncos y el fuego se espacieron en todas direcciones, junto con un rugido estremecedor, y gritos de pánico.

-¡Dolly, vamos a morir! –gritó Gigi.
-No, nena… Estamos en el capítulo 23, y esta temporada tiene 35 capítulos.
-¡Por aquí! –gritó el rubio, y nos hizo volver la cabeza hacia el sonido, porque no se veía nada.

Las Bossini lloriqueaban, Gigi no me soltaba, y yo estaba más acelerada, que aquella vez que me fui a una degustación de cafés del mundo, ¡y los probé todos! Y claro, acabé taquicárdica perdida, y no dormí durante tres semanas, neeenaaas.

Una mano me cogió del brazo y me arrastró, y me estampé contra ¡una pared! ¡Una pared! ¡Gracias a Dior que aquel gigantesco salón de columnas tenía fondo, aunque muy en el fondo.

-¿Dónde vamos? –pregunté, sin saber quién tiraba de mí, aunque supuse que era una de las Bossini, porque yo tiraba de Gigi. ¡Y porque sólo tenía dos manos!
-Vi los planos del alcantarillado –dijo el rubio.
-¿Ah, sí? –dije-. ¿Y no debería de haberlos visto yo antes, que para eso soy la prota, nena?

El siguiente rugido sonó a gargarismos e inistón. Aquella jodida cosa se estaba zampando a la gente de cuatro en cuatro, y era mejor no verlo y alejarse todo lo posible de los ruidos de la masacre, a nuestra espalda, mientras quedara algún rescoldo de luz de las brasas, que insinuara lo que había ante nosotras.

-¿¡Pero por qué se los está comiendo!? –preguntó Eun.
-Le oí comer tres monedas… -dijo la rubia.
-The golden coins? Only three? And what did happen with the fourth one? –preguntó Ec-Han en version original, pero sin subtítulos.
-¡Eso! ¿Qué pasó con la cuarta moneda de oro? –preguntó Kiki.
-¿Y a quién le importa? –dije yo para desviar la atención-. Hay que salir de aquí, eso es lo importante, nenas.
-¿Por eso ha matado a esa gente? ¿Por no comerse la cuarta moneda? –preguntó Gigi-. ¿Y por qué el diablo tiene forma de “alpóntiga” peluda con patas, tías?
-ALBÓNDIGA, Gigi, albóndiga.
-El ritual hay que seguirlo al pié de la letra… la invocación, el colocar las monedas, y la segunda invocación dentro del círculo de sal.
-¡Pues a esas se las ha comido sin salpimentarlas, nena! –dije, y toqué con la yema de los dedos el bolsillo de mi cazadora de súperputa. Dentro, noté la dureza y el peso de la cuarta moneda de oro, y el corazón me hizo pom-porróm-pom-pom.
-¡Cuidado!
-What? -y se oyó un guarrazo contra la piedra-. “¡FUACK!”

Dijo Ec-ham al escupir los dientes, y todas, que íbamos cogidas de las manos formando una cadena de marikas in danger, giramos hacia la izquierda, y algo nos oprimió a los lados. ¡Nos habíamos colado por una especie de pasillito súper estrecho, y a mi me entró algo de claustrofobia, pero sólo un poco, porque me quité el miedo al pensar que se estaban rozando los hombros de mi cazadora de súper puta, y que la chica del tinte me cobraría una barbaridad por el arreglo; cuando se detuvo la Bossini que iba delante de mí, me tropecé con ella y Gigi conmigo.

-Shhh… -dijo alguien delante de nosotras.
-¿Qué? –pregunté bajito.

Y no oímos absolutamente nada, nenas. Sólo nuestras respiraciones y aquel olor a tierra y humedad. Me solté de la mano de la bossini, y palpé a los lados. La pared era rugosa y algo cortante. Como de gotéele, pero cortante. Me puse de puntillas y estiré todo lo que pude los brazos a los lados, pero las paredes laterales seguían hacia arriba... ¡altísimas!

-¡Es como quedar atascadas en el Ikea, nenas! ¡¡¡Sólo se puede salir si avanzamos hacia delante…!!! Por cierto: ¡¡¡¿por qué no sigues andando, nena?!!! –pregunté a la rubia.
-Porque no hay salida –dijo la rubia.
-¡¿QueeeEEE?! –preguntamos todas con un falsete.

Alguien me empujó contra la pared, y sentí cómo se colaba Gigi entre la Bossini y yo, hasta dejarme la última de la fila.

-¡Gigi! ¿Serás PU-TA?
-Nena, tú eres la prota del blog, y aunque estés la última, seguro que no te comerá la “alpóntiga” con patas.
-Sí, nena, pero para el blog, con que me deje las manos sanas, basta, ¡pero puedo quedar mutilada! ¡Sin piernas! ¡Sin culito! ¡SIN RABAKO!
-Dolly -dijo la Kiki-. Tú nos has metido aquí, y tú nos sacarás de esta.
-¡Anda! ¿Así que soy La Chica del Mes sin saberlo? ¡PUTAS!

SFFFffff… SFFFffff…

-Gigi… dime que ese ruido lo has hecho tú.

SFFFffff… SFFFffff…

Esa cosa del averno… nos estaba localizando por el olor…
¡¡¡Y yo me había puesto Aqva de Bvulgari, antes de salir de casa, neeenaaas!!!

sábado, febrero 03, 2007

~22~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Intentando salvar a un rubio, que estaba atado y amordazado (¡cuántos rubios salen en esta 3ª Temporada, ¿no?!), aparecieron (y en mal momento, como siempre) las Bossini, que cuando quieren ser pesaditas lo bordan, nenas, y todo, porque ellas también quieren ser unas Divas, como servidora, pero no era el momento, ni el sitio para adoctrinarlas, porque allá abajo no estábamos solas…



-¿"QUÉ" ha empezado a comerse las monedas? –pregunté bajito, al rubio.

Él asintió, y aunque no pude verlo, porque como llevo diciendo desde los dos capítulos anteriores, aquello estaba más negro que el culo de Serena Williams después de verano, noté sus movimientos.

-¿Y para qué se las come?
-Cuando se invoca al demonio, se han de poner cuatro monedas de oro… una en cada esquina de la iglesia profanada.
-¡Monedas de oro! –dijeron Eun, Kiki y Gigi.
-¡Gold coins! –dijo la Ec-Ham.
-Sí, nenas, pero ya se ha comido una y quedan tres, así que muy mal se repartirán tres monedas de oro –y me centré en el rubio-. Espera un segundo, nena, hablas de una iglesia profanada, ¡y esto no es una iglesia, nena!
-Estamos justo debajo de ella…

Y yo miré hacia arriba y no sé para qué, porque como ya he dicho, no se veía un glande aunque lo tuvieras pegado a la nariz, pero recordé la iglesia que hacía esquina entre la calle Fuencarral con la calle Divino Pastor… y el 0DAY estaba en la calle Fuencarral. ¡Habíamos llegado hasta debajo de la iglesia, desde el bareto de las jebys, por el corredor oculto!

Las pisadas, fuertes, vibrantes, lentas y súper pesadas, se dirigieron ahora desde mi derecha, hacia la izquierda… pero lejos de donde nos habíamos ocultado. Para que os hagáis un plano de situación, creo, que allí donde estábamos, el salón oscuro de las columnas era inmenso, y nosotras nos habíamos alejado tanto del centro, de donde rescatamos al rubio, que fuera lo que fuese aquello que respiraba de forma sonora y andaba con paso lento, quedaba justo frente a nosotras, pero a muchos metros de distancia, protegido por la oscuridad.

-¿Veis algo? –preguntó Gigi.
-No, nena, no se ve nada.
-Oka, tía, pues si lo veis, me avisáis ¡para no verlo!
-Y… -dije al rubio-. Cuando se invoca, supongo que lo tiene que invocar alguien, ¿no?
-Alguien que sepa el ritual arcano.
-Pero a ver, nena, si lo invoca alguien, ¿dónde coño está?
-No se hará visible, hasta que coma la cuarta y última moneda.
-Menos mal… -dijo Gigi quitándose un peso de encima-. Porque yo, de verdad, que no quiero verlo, tías, que luego tengo pesadillas.
-¡Gigi! –y todas guardaron silencio, porque yo cuando me impongo, ¡me impongo, nenas!-. ¿Y no debería estar ya aquí el que lo invoca? Digo yo, porque no es normal que “invites” a alguien, y cuando llega el invitado, ¡pirarse!, ¿no?
-Sí, debería de estar aquí.
-Pues a sea quien sea, tías, ¡tampoco quiero verlo!
-¡Gigi! –ayudé a sentarse al rubio-. A ver… -dije palpándole-. ¡Uis!
-Otra vez… -respondió, cuando palpando a ver si tenía las piernas libres, volví a cogerle el paquete.
-Lo siento, nena; tienes los pies libres, así que por lo menos puedes andar, y echar a correr al marika style, ¿no?
-Supongo que sí -dijo cuando le ayudé a levantarse.
-Bien, dejad que me sitúe. Esa cosa, digamos que la tenemos delante, así que sólo tenemos que girarnos 180 grados, ¡y correr! ¡Nooo…! –dije cuando todas habían cogido impulso para salir disparadas en direcciones diferentes-. ¡Quietas paradas, nenas! Se comió una moneda, más o menos por allí, hacia la derecha… y ahora se le oye andar hacia la izquierda… buscando la segunda moneda, ¿no? –nadie respondió-. Gracias por vuestra colaboración, ¡PUTAS! –hice un cálculo mental-. Hemos de esperar a que se coma la segunda moneda, y afinar las orejitas, para ver qué dirección tomará, que espero que sea hacia nosotras, pero por la izquierda, y en ese momento correremos hacia el frente, pero por la derecha.
-¡Pero sin cruzarnos con el bicho, Dolly! –dijo Gigi.
-Nena, si eso viene hacia nosotras, pero por la izquierda, nosotras correremos en el sentido contrario y por la derecha. Y no, no nos cruzaremos. Espero. ¿Os ha quedado a todas claro?
-No –dijeron ¡TODAS!
-Menos mal que soy yo la prota y quien escribe este blog, que si no, ibais a durar menos, que el Equipo JA en salas comerciales.

Tras coordinarlas un poco, nos pegamos a una de las gigantescas columnas que poblaban aquel enorme salón, y esperamos. La luz que desprendía aquella especie de antorcha metálica, estaba tan lejos que sólo se distinguía un globo amarillo oscilante, cuando algo ENORME, se cruzó por delante de la antorcha. No detallaré su forma, sino que lo haré en el siguiente capítulo, para dejaros a todas con la intriga, ¡JA!

-Gigi -dije bajito e hiper asustada-. Es como una película Vintage, nena: grande y peludo.

A todos les hizo un ruidito la nuez al tragar la saliva del susto.

-¿Pero cómo es, Dolly? –me preguntó Gigi.
-¿No decías que no querías verlo?
-Sí, tía, pero es la única forma de que tus lectores sepan cómo es el Diablo, sin esperar al siguiente capítulo, tía.
-¡Anda, y parecía tonta la niña!
-Sí, Dolly, ¿cómo es? –preguntó Eun.
-¿Recordáis el monstruo que salía en la película The Relic?
-Sí –dijeron todas en un hilo de voz.
-¡Pues no se parece en NADA a ese! –y me entró la risa al imaginarme sus caras de cabreo.

Dejé de reír cuando oímos los arañazos en el cemento, o en las losetas del suelo, y el estrepitoso bocado que le metió a la segunda moneda de oro. Se la zampó lentamente, hasta triturarla del todo. Vamos que se tomó su tiempo, el jodío… y entonces, un coro de voces comenzaron a entonar algo parecido a un lamento.

La siguiente pisada, como ya predije, sonó a nuestra izquierda y el suelo vibró. Era hora de echar a correr hacia el frente, pero por la derecha, en paralelo a aquella cosa.

-Nenas, ¡ahora! –las ordené a todas, y salieron disparadas y súper coordinadas hacia el frente, pero yo no. Yo me quedé allí, me di la vuelta, 180 grados perfectamente calculados (porque no me cansaré de decir que: ¡soy muy buena en matemáticas!, y corrí en dirección opuesta a ellas.

Seguramente, no se darían cuenta de mi falta hasta que en medio de su carrera se estamparan contra una pared, o llegaran corriendo a Murcia, desde el centro de la tierra, lo que me daba un plazo máximo de 3 minutos. Tres minutos en los que tenía que hacer lo que se me había ocurrido entre el anterior capítulo y éste, y que no escribí porque si no las demás se iban a poner histéricas y no me dejarían realizar. ¿A que además de marika, soy lista? ¡JA!

Me subí la manga izquierda, y pulsé mi reloj de súper puta que es ¡LO MÁS! Sé que muchas de vosotras que leéis este blog, luego echáis a correr a comprar los productos y accesorios de Dolly, pero en esta ocasión, os vais a joder todas, porque dicho reloj me lo compré en Torremolinos. Así que… seguro que desde hoy, habrá varias marikas en Torremolinos con mi mismo reloj. Bueno, que se lo compren, porque nunca serán una DIVA como yo (si quieres ver mi Diva Reloj de Súper Puta, he puesto una foto en mi corchito de las Divas, neeenaaas).

Al pulsar el botón, el alumbrado disco fashion se puso en marcha, y aunque es pequeñito, en aquel pozo de oscuridad fue mi salvación para no estamparme viva contra dos o más columnas que aparecían como de la nada en mi camino, mientras corría y corría, nenas. Se me hizo un nudo en la garganta, y pensé que se trataba de angustia, miedo o cualquiera de esas cosas que le da a la gente, antes de que el médico de cabecera les recete unos tranquilizantes, pero no. Era la cremallera de mi cazadora de súper puta, que la tenía subida hasta arriba y me estaba agobiando, neeenaaas. Así que me la bajé un poco, y seguí corriendo y pulsando el botón de alumbrado del reloj, hasta que vi el destello a pocos metros de mí.

A todo esto, mientras corría sin mirar a tras, que es lo que hay que hacer cuando se corre una… (uis como ha sonado eso, ¿no?), las pisadas lentas de ESO que se zampaba las monedas, retumbaban en el gigantesco salón y provocaban movimientos en el suelo, pero no me asusté. ¡Ya lo había visto! Y sabía que iba a comerse la tercera moneda que había en paralelo a mí, pero a la izquierda, y yo corría por la derecha, y además, era más rápida que esa cosa, ¡Y ERA LA PROTA, NEEENAAAS!

-¡La cuarta moneda de oro! –dije al verla y me detuve, medio sin respiración de tanto correr, mientras ESO seguía avanzando lentamente, me agaché y la cogí.

A la luz de mi Diva Reloj de Súper Puta, aquella moneda era como un pisapapeles horroroso, como los que sacan del fondo del mar, y el color del oro estaba más gastado que mis DVD’s de Dolly Parton. Seguro que en el Monte de Piedad no te darían poder ni 10 euros, de la pinta tan cutre que tenía.

-Te vas a quedar con las ganas –dije bajito, al tomar prestado (porque las Divas no robamos, nena, nos lo prohíbe el artículo 2.377 del Manual de la Buena Diva, donde dice que “no cogerás lo que no es tuyo, a menos que lo pagues con la VISA, o lo cambies por una buena mamada”), me volví a girar otra vez 180 grados, guardándome en el bolsillo la cuarta moneda de oro, y con ayuda otra vez del alumbrado disco “janap” que diría Madonna y Gigi, corrí hacia donde habían corrido minutos antes Gigi, las Bossini y el rubio en bolas. ¡Qué estrés, neeenaaas…!

Otro movimiento del suelo que hizo que me desviara un poco de mi trayectoria, me asustó cantidad cuando aquellos cantos subieron en intensidad. El coro de voces que oía a mi izquierda, pero lejos, estaba acompañado de luces. Miré de reojo hacia allí, porque claro, yo seguía corriendo ayudada por la iluminación de mi reloj y esquivando las inmensas columnas cilíndricas.

Entre los gritos que daba una de las figuras aquellas, rodeada por las demás que cantaban, justo donde habíamos encontrado al rubio atado y amordazado (y en bolas, no lo olvidemos), pude oír cómo se comían la tercera moneda de oro, detrás de mí y muy lejos, y un sonido grave y profundo, un bocinazo ensordecedor, a lo trasatlántico... y entonces mi Diva Reloj de Súper Puta se quedó sin luz, por más que le daba con el dedito al botón, y sólo pude decir…

-¡MIERDA!

...Antes de empotrarme contra una columna que no vi.
¡Y mira que eran grandes las jodidas!

La nariz me crujió y me caí para atrás, pero con estilo, a lo American Beauty, porque nenas, aunque pierdas el conocimiento, hay que hacerlo con clase. O por lo menos, si eres una Diva.