martes, septiembre 18, 2007

~6~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Gigi, que no pierde un instante para contarme todo lo que acontece en su vida, me contó lo de sus dos polvos con Pepe, el enfermero de noche. Yo me alegré por ella, pero también me cabreé, porque me había dejado sola en la habitación de una residencia de la tercera edad, ¡¡¡donde te pueden matar, neeenaaa!!!… luego se me fue el cabreo, porque mi Bruno me llamó y quedó en pasar esa misma noche… pero el día era muy largo, y yo tenía muchas cosas que hacer, como entrevistar a los abuelitos…


-¡ALTO AHÍ! -chillaron desde el final de la escalera, y me llevé un susto de muerte, porque yo bajaba las escaleras súper feliz, o comencé a bajarlas súper feliz en el capítulo anterior, nenas.
-¿Está fregada la escalera? –pregunté yo, porque si estás bajando unas escaleras y te dicen eso, lo lógico es que lo digan como advertencia, aunque aquel señor bajito, de unos ochenta años y ocho pelos en la cabeza, tenía cara de cabreo y pocas advertencias.
-¿Cómo? –dijo llevándose una mano a la oreja derecha.
-¡QUE SI ESTÁ FREGADA LA ESCALERA, ABUEEELOOO!
-¡No me grites que no estoy sordo! –dijo de muy mala leche, y se le salió la parte de arriba de la dentadura postiza, a lo Alien, pero sin babas, y se me encogió el culo del susto.
-¡Si sigue con esa actitud, se le van a saltar los dientes! ¡Y no estoy dispuesta a recogerlos del suelo! –qué coño, ¡soy una Diva!, no una recoge dentaduras postizas rechupeteadas.
-Que sepa, que usted a mí, ¡no me va a ver el pito!
-¿Peeerdón? –se me escapó en un gritito bizarro.
-Si es el urólogo, se va a quedar con las ganas de verme el pito, ¡Cochino!
-Mire, abuelito, antes de verle el pito, sería capaz de meter mí cabeza en el culo de un camello, ¡y contar hasta cincuenta!
-¿Qué me ha dicho de GILIPUERTA? –dijo volviéndose a colocar la mano en la oreja derecha.
-Mire, hombrecito de avanzada edad, tengo muchas cosas que hacer, y para tener un diálogo de besugos, para eso llamo a la Gigi, que tiene más gracia y no tengo que bajar la vista –y seguí bajando las escaleras ignorándole completamente, aunque precavida, por si al darle la espalda me lanzaba su dentadura postiza al cuello tipo boomerang.
-¡MARRANO! –me gritó así, de sopetón y me volví.
-¡Mire! Tengo un master en Abuelas, ¿sabe? Y una placa en el Leather, que dice: Aviso a las Abuelas: Cuidado con ésta; así que si me vuelve a insultar…
-¡Qué! ¿Qué va a hacer?

Y me puse en jarras.

-¿Cree prudente insultar a alguien que le dobla en altura? –y me incliné sobre él-. Y los urólogos, no sólo tocamos pitos, también metemos aparatos de gran tamaño por el culo, ¿sabe?

Y ¡oye!, que jamás en mi vida de Diva, he visto a un abuelo de metro de altura, correr con tanta velocidad. Ni aquella vez que un yayo se esmochó por las escaleras del Leather, y las bajó dando volteretas en plan Nadia Comaneci sin magnesio en las manos, hasta quedar con el culo estrellado contra la máquina de tabaco. Después de eso, cambiaron la máquina de tabaco de sitio, porque era más fácil dar una mano de acuaplas y pintura a la pared, que comprar una máquina de tabaco nueva.

-¡Corra! –le grité-. ¡Corra y no pare hasta que vea a los pingüinos de Happy Feet!
-¿Qué ha pasado? –preguntó una voz de mujer detrás de mí.
-Ya nada, Roberta –dije yo, porque se trataba de la directora del centro-. ¡Pero menudo genio que tiene el abuelito ese! Ha sido verme ¡y no parar de insultarme!
-Es Genaro… el pobre hombre está obsesionado con los urólogos…
-¿Tengo yo pinta de urólogo?
-Claro que no, pero es así con todo el mundo. Siempre está discutiendo con todos, pero como ya le conocemos…

Y de inmediato Roberta se puso a andar, y yo la tuve que seguir claro, por esa manía que tenía la mujer de no estar quieta más de dos segundos en ninguna parte de la residencia (por todo lo que había pasado), y nos dirigimos hacia el comedor, donde en esos momentos estaban todos los abuelitos desayunando café con leche y porras, que para los que seáis de fuera de España, os explicaré que son como los churros, pero del tamaño del rabako de Nacho Vidal, supongo que de ahí su nombre ¡PORRAS! ¿Qué marika no ha gritado ¡PORRAS!, al toparse con una polla descomunal, eh? ¿Ah, que vosotras no decís eso? Pues fatal, nenas.

Al entrar en el comedor, a la primera que vi fue a Gigi, al fondo, despidiéndose de Pepe, que se iba en ese momento y que vestido de normal (o sea, sin ese traje de camisa y pantalón blanco), la verdad es que marcaba poco paquete (claro, que con tanto fuelle que le había dado la Gigi, estaría en su posición hibernación del Nostromo, ¡Fin del informe!), y había otro hombre de unos 50 años, muy bien cuidado para su edad, con unos brazos con bíceps del tamaño de los manguitos esos que les ponen a los niños para que no se ahoguen en el mar, sirviendo café y leche a todos los abuelitos.

Claro que fue entrar yo, y ser el centro de TODAS las miradas. Y no me extraña, porque yo iba ideal de la muerte, y los abuelos vestían como para un casting de la nueva película de José Luis Garci.

La verdad es que me sentí a lo Naomi Campbell, cuando hace uno de esos pases de modelos en bikini, y todos quedan mirando cómo le cuelga por la zona del potorro el cordón de las bolas chinas. Sí, nenas, la Naomi sé que las lleva. ¿O por qué si no va con esos ojos tan abiertos? ¿Porque tenga hipermetropía? No, nenas, porque le van haciendo CLAK CLAK CLAK por dentro y le castañean los dientes con tanta vibración.

-¡Hola a todos! –dije como súper educada con la manita, muy a lo Queen Sofía, y los abuelos volvieron a centrarse en su café con leche y porras-. Vaya, qué éxito. No es que esperara que hicieran la ola, pero me he sentido tan insignificante, como Agatha Ruiz de la Prada en una feria de Otakus en Akihabara.
-Señores –dijo la directora y a ella sí que le hicieron caso, más que nada, porque se puso a andar en círculos por todo el perímetro del comedor-. Han venido unos periodistas –y señaló a Gigi y a mí-, para hacerles unas preguntas sobre ESE TEMA del que sé que hablan, y no en mi presencia.

Efectivamente, hablaban de este tema, porque todos dejaron de desayunar, y prestaron toda su atención a Roberta. Incluso varios de ellos, subieron el volumen de su Whisper XL, para entenderla mejor... y sonaron unos incómodos pitidos cuando se acoplaron entre sí los volúmenes.

-Lo habían pedido ustedes, ¿verdad…? -dijo y se detuvo una millonésima de segundo, antes de volver a andar sin rumbo y en círculos.
-¡Habíamos pedido a Pedro J.! –se oyó que gritaban desde una de las mesas.
-Es que está súper liadísimo con otros temas… -dije yo.
-¿Y qué puede ser más importante que lo nuestro? –preguntó otra voz.
-Pues La Pasarela Cibeles, caballero –dije rapidísimo, porque a mí la moda es que me pirra-. Es que había un desfile de su mujer. Ya saben. Esa señora tan rara que no parece de este planeta.
-Ahhh… -se escuchó decir.

Y entonces, me quedé flipada mirando a uno de los abuelos, que me intrigó cantidad
porque vestía como El Hombre Invisible. Sombrero, gafas de sol, rostro vendado, chaqueta de pana, camisa blanca y manos vendadas también; justo en ese momento, Roberta pasaba a mi lado, y le dije bajito:

-No sabía que tenían unidad de quemados…
-No le ocurre nada –dijo con una sonrisa-. Sólo es que se cree invisible.
-O sea, que si quiero que me haga caso, lo mejor será que lo ignore, ¿no? Como si no le viera.
-Muy buena apreciación.
-Pos claro, que de vez en cuando tengo ideas originales –y volví a mirar hacia los abuelitos-. Como veo que son ONCE –dije enfatizando el número, aunque en realidad eran DOCE, porque uno de ellos era El Abuelo Invisible-. Creo mi colega y yo, podremos entrevistarles en poco tiempo, y así no entorpeceremos en sus quehaceres cotidianos.

En ese momento, El Abuelo Invisible miró a los lados, como si contara a los demás, y volvió su mirada tras aquellas gafas oscuras hacia mí.

-Se que tienen muchas cosas que contarme, así que, no sean tímidos, y levanten la mano los que quieran ser los primeros.

El Abuelo Invisible fue el primero en levantar la mano. Los demás le ignoraron, y nadie más levantó la mano.

-¡Venga va!, no sean cortados… ¿Seguro que ninguno de vosotros quiere ser el primero?

Y la Gigi, que está en todo, cogió de los sobaquillos a uno de ellos y lo levantó de la silla. El pobre abuelito aún tenía la porra en la boca y le chorreaba por la comisura de los labios el café con leche.

-¡¡¡Creo que ya tenemos a un primer voluntario!!! –dijo Gigi.

martes, septiembre 11, 2007

~5~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Se nos fue el susto tras conocer a Pepe, el enfermero del turno de noche, un osito muy alto y que si quería tranquilizarnos, la cagó, porque nos contó TODO lo que había pasado en la residencia con pelos (y de eso, él bien sabía), y señales. Tras esto, Gigi y yo decidimos que lo mejor era hacernos las muertas un poco, y comenzar al día siguiente con las “intervius” a los abuelitos…


Me desperté al oír el trinaranjus de un pájaro, y abrí un ojo para tapármelo de inmediato con la mano, porque el sol entraba a lo Encuentros en la Tercera Fase por la ventana, nenas.

-Supongo que así es como despierta todos los días mi queridísima Dolly Parton… con pajaritos dando por culo... hasta explotar en una nube de plumas… y un sol a lo Sunshine y yo sin mis gafas Gucci… -dije mientras me sentaba en la cama, con el cuerpo medio congelado, porque la noche anterior Gigi y yo nos habíamos tumbado por encima de la cama, sin quitarnos la ropa de lo cansadísimas que estábamos-. Gigi, levántate…

Pero Gigi no respondió, y cuando me froté mejor los ojos, vi que no estaba en su cama y de un salto me quedé de pie, con el corazón acelerado y la planta de los pies congeladas al tocar el suelo.

-¡GIGI! –grité y me puse rápidamente los zapatos, cuando se abrió la puerta y ahí estaba ella, con una sonrisa de oreja a oreja-. ¿Gigi?
-¿Ya te has levantado, tía?
-¡Nena, me he llevado con un susto de Susto o MUETTE al no verte! ¿Dónde estabas?
-Lavándome la cara. Me he despertado hace unos minutos…
-Nena, no tienes cara de haberte despertado… ¡tienes cara de haber follado, nena!
-¿YO?
-¡No, Chiguaca… si te parece! ¿Has estado follando, nena? ¿AQUÍ?
-Yo no he follado con nadie, tía.
-Ya, nena, por eso tienes los vaqueros SIN BRAGUETA. ¡Te los has puesto al revés, PUTAZA!
-¡Coño! –dijo mirándose hacia la entrepierna-. Y yo que pensaba que seguía empalmada, y es la forma del culo de los vaqueros, tía.
-Por favor, dime que no te has tirado a un yayo de los de la primera planta, nena.
-¡Tía! ¿Por quién me tomas?
-¡Por una PUTAZA, para empezar, nena! Hay algo misterioso que mata gente en ésta residencia, ¿y me dejas sola, nena? ¿En qué pensabas, a parte de en follarte a alguien?
-Pero si estabas haciéndote la muerta, tía. No te iba a despertar para decirte “oye, tía, que tanta pastilla no me deja dormir, y menos con ese café que has hecho”.
-¿Y te has ido tú sola por ahí…?
-Pues sí, tía.
-¿Y si hubiera salido algo…?
-Si llego a oler a caca de perro como anoche, me hubiera puesto a chillar, tía.
-Por lo menos te queda algo de cerebro, nena… ¿Y a quién coño te has tirado… a… PEPE?

Y ella asintió con una sonrisa de oreja a oreja, y se sentó en su cama para contarme.

-Es que verás, estaba hiperactiva, tía…
-Gigi, no he desayunado, no me cuentes cómo has follado, nena.
-Que no, tía, que eran por las pastillas esas y el café, así que me bajé a la cocina para calentarme algo de leche…
-Y alguien te la calentó.
-Tía -dijo súper escrupulosa-, cuando quieres es que te pasas dos pueblos de marrana… pero sí, como estaba trasteando en la cocina, apareció Pepe otra vez. Le dije que quería un vaso de leche caliente, porque estaba muy nerviosa y esas cosas, que te dan cuando estás nerviosa, y tomas pastillas y café, y te pones más nerviosa…
-¡GIGI!
-Vale, resumo: que comenzó a hacerme un masaje así, por detrás…
-¿Por detrás?
-En los hombros, tía.
-Ah…
-Pero con esas manacas que tiene y frotándome el rabo contra la espalda…. ¡Tía! Que me puso a mil y él también se puso a mil, tía. ¡Qué pedazo de rabo, tía!
-No me lo puedo creer –dije yo súper flipadísima.
-Pues sí, tía, y le dije: “no sigas, que hace mucho tiempo que no me como un rabo”, y me dijo: “pues habrá que arreglarlo”, y le dije: “pero me he tomado muchas pastillas”, y me dijo…
-¿Puedes abreviar, nena?
-Y nos fuimos a echar un polvazo a su habitación… ¡Y qué rabo tiene, tía!
-Sí, eso ya me lo has contado.
-Si se enteran los de TVE, ¡¡¡fijo que le contratan para que de las Campanadas de Fin de Año, tía!!!
-Ay, nena, qué pesadita que te pones, ¡como si fuera la primera vez que echas un polvo!
-La primera, no, tía, pero la primera en MUUUCHO tiempo, sí, tía… Deja que piense… desde la Segunda Temporada de Desperate Housegays. ¡Ahora que lo pienso! Tú siempre follas en todas las Temporadas, tía, ¡y yo no!
-Pues será, porque yo soy la prota, nena, y tú un personaje secundario.
-Ah, pues va a ser por eso.
-Oka, nena, pues a la ducha a ver si te despejas un poco.
-Es que ya nos hemos duchado.
-¿NOS HEMOS?
-Sí, tía, ¿y sabes qué?
-Gigi, no he desayunado, no estoy con cuerpo para que me cuentes tus no se cuantos polvos seguidos, nena. Y encima, cuando vuelva a ver a Pepe, ¡no me quedará otro remedio que mirarle el paquete a ver si lo tiene tan grande!

Y en ese instante sonó mi móvil (que es el mismo que lleva la Nicole Kidman en The Invasion), y acepté la vídeo llamada de mi ¡Bruno!

-¡Bruno! -dije súper feliz.
-¡Demonios! ¡Qué cara tienes! –dijo él con una sonrisa.
-Es que mi cara es para verla en IMAX, nene, no en esta pantallita de culo de grenli –y Bruno rió-. ¿Qué tal has pasado la noche con la Bruja del Norte? ¿Se le ha caído alguna casa prefabricada encima? –y volvió a sonreír.
-Sin ti, mal… sabes que me cuesta mucho dormir solo -y bajó el tono de voz-. Y… no me parece que tu madre sea tan ogro… hoy ha sido ella la que ha preparado el desayuno y hasta le a dado de comer a Furcia, y le cuenta cosas.
-Mi madre es experta en lavados de cerebro... A ver si la hámster hace algo en esta vida de blog, y le arranca un dedo de un bocado… -y me dio cantidad de pena el verle tan pequeñito-. Perdona por mi salida tan… Lindsay Lohan de anoche, cariño, pero éste universo no es capaz de contener a Madre he Hijo en una misma dimensión… y muchísimo menos en un mismo capítulo de éste blog.
-¿No te ha contado su trauma, Bruno? –soltó Gigi, y me cabreé cantidad.
-¡No, Gigi! No se lo he contado y no lo voy a hacer, y tú tampoco, a menos que quieras respirar el resto de tu vida gracias a un aparato eléctrico enchufado a la pared de una habitación de hospital, nena –y le hice un gesto para que me dejara a solas-. Ea, ve a ver si te follas a alguien más, Gigi.
-Muy bien, ya he captado la indirecta.
-Pues era bien directa, nena, ¡y ponte los vaqueros al derecho! ¡Que parece que tienes elefantiasis en los huevos!

Y se marchó refunfuñando, dejándome a solas con Bruno.

-Y tú, ¿qué tal estás? –me preguntó.
-Sin ti, pues como así, sin ganas de nada y tengo que entrevistar a unos abuelitos a ver qué es lo que pasa en este sitio…
-Si quieres, podría pasarme esta noche, después de las nueve.
-¿Qué si quiero? ¡Claro que quiero! Pero ni se te ocurra decirle a mi madre dónde estoy, ¿entendido?
-Está bien…
-Te mandaré por esemese la dirección correcta de este espantoso lugar, así no tardarás tanto en llegar.
-Te quiero –dijo con una sonrisa.
-Ay, nene, no me digas eso que se me va a hacer eterno el día… -y me dio mucha penita, y con el pulgar de la mano derecha me hice girar varias veces el maravilloso Bvlgari de compromiso.
-Te veré ésta noche…
-Te quiero… -me dio tiempo de decirle antes de que colgara-. Bueno, Dolly, que no estás aquí de vacaciones, vamos a ver qué coño está pasando en esta residencia, y a llamar al Jefe para pedir un aumento de suelto, y condones para la Gigi…

Y salí de la habitación. El pasillo estaba en silencio, desierto... y por eso llegaron claramente los quejidos de un abuelito del piso de abajo.
-¡No quiero macarrones con tomate! ¡Quiero carne! ¡Carne de verdad! –protestaba el yayo.
-La carne fresca los sábados, abuelo –dijo una voz muy masculina que no identifiqué.
-¡Carne fresca ON SATURGAY! –dije yo, recordando mi época de soltera, cuando me iba con la Gigi de copas a ver si pillábamos algo de CARNE FRESCA- ¡Coño! ¡Qué título más bueno para mi cuarta aventura! ¡Las Momias Comen Carne Fresca On Saturgay! ¡Qué lástima no tener un espejo de mano para verme en este momento de creatividad!

Y comencé a bajar las escaleras...

miércoles, septiembre 05, 2007

~4~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Tras chequear la segunda planta de la residencia del terror, la zona de las mujeres, terminamos encerradas (por voluntad propia) en la enfermería, mientras algo estaba al otro lado de la puerta, y que no supimos lo que era, porque sí, seremos marikas, pero no tontas, nena, y a Gigi le entró como una congoja o depresión muy rara, ¡y forzaron entonces la puerta!


-¡Dos periodistas asustadísimas! –grité yo a aquella voz que estaba detrás de la puerta y que preguntaba que quienes estábamos.

Entonces oí cómo intentaban abrirla desde fuera, pero como yo había echado el pestillo, por mucho que lo intentaran, no podría.

-¿Quién es usted? –he hice memoria-. ¿Pepe el enfermero? –y dejaron de intentar abrir la puerta.
-Sí… -respondió la voz.
-Menos mal… –dije yo y fui a abrir la puerta cuando Gigi me retuvo.
-¿Y si es un “mostro” que intenta timarnos, Dolly?
-¡A ver si voy a tener que arrearte dos guantazos para que se te vaya la tontería, nena! –y me dirigí hacia la puerta-. Un segundo que ya abro –y miré a Gigi-. Nena, tranquilízate, ¿vale?

La cara de Gigi no era de tranquilizarse, ni mucho menos de querer intentarlo, pero aún así, fui a abrir la puerta y ahí había un OSO, nenas. A ver, no un oso como esos del circo ruso con pandereta, tutú y esas tonterías, sino un pedazo maromo de metro noventa ¡y he perdido la cuenta!, ancho hasta ocupar todo el marco de la puerta, pero como era tan alto, no parecía tan gordo, claro, e iba vestido con una camiseta blanca y unos pantalones de esos de enfermero, con unos zuecos azules como de coma, del número 50, por lo menos; las cucarachas deberían ver aquel zapato como la pata de Godzilla, imaginé en un flash, así como a lo tonto que me dio.

-¿Son los periodistas? –me preguntó algo mosqueado.
-Bueno, algo así, trabajamos para el periódico Increíble pero Cierto
-¡CIERTO! -chilló Gigi.
-¿Qué le sucede? –me preguntó mirando a Gigi.
-¡Ay, que me ha dado una “despresión”! –dijo Gigi y volvió a echarse a llorar.
-Gigi, tranquilízate, nena –pero Gigi seguía llorando.

Intenté explicarle a Pepe, de unos 35 años y hasta con un punto de atractivo en aquellos rasgos de portero de discoteca, qué era lo que había sucedido en el capítulo anterior… perdón, quiero decir, minutos antes, y para mi sorpresa, y sobre todo para la de Gigi, no se extrañó en nada.

-Sentiste… -comenzó a decir mirando a Gigi-, ¿como si no fueras nada en esta vida?

Gigi asintió y se limpió las lágrimas.

-Es la maldición –dijo Pepe, en un tono, que asustaría hasta a un hombre lobo.
-¿Maldición? Un momento, nene. A ver, que ¡nadie!, nos ha contado nada sobre ninguna maldición.
-Bueno, no es que sea una maldición, maldición, pero Carmelo dice que sí es una maldición.
-¿Qué Carmelo? –pregunté.
-El cocinero de la residencia… él también lo ha sentido, como yo…
-¡Y como yo! –gritó Gigi.
-¡Pues yo no he sentido nada, nenas! –dije y me crucé de brazos.
-Será porque no tienes sensibilidad –dijo Gigi en su tono de fan histérica de Bisbal.
-Mira, ¡nena tengo más sensibilidad que los culos de cien vírgenes! Pero es que me han pasado tantas cosas en la vida, que supongo que las cosas paranormales me afectan menos.
-Esa maldición –repitió Pepe en tono siniestro-, te hunde el estado de ánimo hasta el mismo infierno.
-¡El Bvlgari! –grité-. Es que verás, me acaban de pedir matrimonio mi novio Bruno con este pedazo de anillo, y supongo que eso me ha vacunado de depresiones y demás… -y recordé-. ¿Y no te has encontrado con nadie… por ahí fuera? Es que antes de entrar tú, ALGUIEN intentó abrir la puerta…

La cara de Pepe cambió y el tono sonrosado de sus mejillas perdió color.

-Os habéis topado con LA LLORONA –dijo en el mismo tono siniestro.
-No, nene, aquí la única llorona ha sido la Gigi que le ha dado un extraño parrake, pero le he dado unos tranquilizantes y espero ¡ESPERO! –repetí dirigiéndome a Gigi-, que no se ponga a llorar otra vez.
-¿Quién es la llorona? –preguntó Gigi muy curiosa.
-Los abuelos… los residentes…
-Un momento, un momento. Gigi, soy yo la que hago las preguntas, ¿vale? –y me volví a Pepe-. Mira, nene son las… ¡UIS! ¡Las cinco de la mañana! ¡Quién lo iba a decir! ¿Por qué no bajamos a la cocina, nos tomamos un café, y nos cuentas lo que sepas de “La Llorona” esa?

La idea les pareció a todos estupendísima (faltaría más, era una idea mía, nenas), así que nos bajamos a la cocina, una cocina enorme y súper limpia (lo sé por que pasé el dedo por varias partes buscando grasa y no había). Abrí la nevera, que es donde yo guardo mi latita de café, y me vi algo blanco y azul, con una pinta asquerosísima, y se me escapó un gritito de asco.

-¡ESMEGMA! –buscadlo en la wikipedia, porque a mí me da mareos explicar qué es.
-Es queso azul –aclaró Pepe cerrando la nevera, y me dejó una cafetera, un tarro de café y el tarro de la canela (porque a mí me encanta el café especiado con canela, nenas), y preparé una cafetera que inundó la cocina con olor de canela, mientras que Pepe, que visto con más luz parecía menos neardental, ¡y hasta tenía su puntillo de morbo y todo!, nos ponía al día de quién era “La Llorona”.

-Todo comenzó hace unos años –dijo y se aclaró la voz-. No sé si lo sabéis, pero detrás de la residencia se encuentra el antiguo cementerio del pueblo…
-Nene –le interrumpí yo-. Estáis situados en el quinto pimiento y el pueblo más próximo está donde la Hidro se va a buscar novios, o sea, ¡a tomar por culo!
-Hablo de hace muchos años… cuarenta o cincuenta. El pueblo ya no existe, y estaba a dos kilómetros de la residencia o menos. Quizá a uno y medio… hubo una extraña epidemia, o algo así. Todo el ganado murió en un otoño, y la gente, pensando que se trataba de algo contagioso, se fue del pueblo…; algunos decían que había por las colinas cercanas lobos que atacaban al ganado, otros hablaron de “peste” o algo similar, y cundió el pánico. Otros decían, que por las noches... se veían luces…
-¿De coches? –preguntó Gigi súper interesada por el relato de Pepe.
-No, no… luces en el cielo…
-¿OVNIS? –y miré a Gigi-. ¡Lo que nos faltaba, nena! ¡No estoy preparada para una invasión alienígena! ¡Y tampoco he traído la ropa apropiada, nena! ¿Y si se nos cae del cielo una pirámide egipcia, con un marciano marika que nos canta el tema de Juego de Lágrimas, nena? –y me dio un tembleque en el dedo índice, y me puse a moverlo arriba y abajo, como hacía la señora Pepita, mi profesora de matemáticas-. Éste trabajo está ¡muy mal pagado, nena!
-Si os sirve de consuelo, yo nunca he visto luces raras en el cielo.
-¿Y lobos? –preguntó Gigi asustada.
-Tampoco…
-A ver, querido… -y me senté con la bandeja con tres jarras de café recién hecho-. Tu jefa nos contó una historia sobre que todas las mujeres que entran aquí, mueren de un paro cardíaco, y ahora tú nos cuentas eso de La Llorona, los ovnis, los lobos ¡¡¡y tenéis ESMEGMA en la nevera, nena!!!… sinceramente, estoy más perdida que en aquella discoteca gay de Berlín, que tenía más puertas que El Corte Inglés.
-Lo que los abuelos dicen… -continuó contándonos Pepe-. Es que algunas noches… se sienten como muy solos. Como que les invade una tristeza muy grande…
-¡Coño, que están en una residencia, no en Valencia en Fallas, nena! ¡Eso deprime a cualquiera!
-Sí, pero no es sólo eso, también dicen que oyen… como a una mujer… gimiendo por los pasillos… como llorando…

Gigi y yo nos intercambiamos una mirada, quedándonos más rígidas que las esfinges egipcias en un concurso de “marika la última que se mueva”.

-Por eso la han apodado “La Llorona”…

Gigi dio una palmada en la mesa de madera de la cocina y se puso en pie.

-¿Sabéis qué? Que ésta que está aquí, se larga PACASITA, tías.
-¿Cómo? –y también me puse de pie-. ¿Y qué hay de aquello de…? –e imité a Gigi, igualito que cuando llamó a la puerta de casa en el Capítulo 1-. “¡Nos envían al rescate de la Rosario Fitis! ¿A que es súper emocionante, tía?” –y me quedé en jarras.
-Pues ya no me parece tan emocionante, tía.
-¡Ah! ¿Y te crees que a mí sí? ¡Encima que dejo a mi futuro marido en casa, con mí madre, mientras me voy contigo…! ¿Al quinto pimiento, nena?
-Creo que estáis muy cansados… y alterados con toda esta situación –dijo Pepe tras unos segundos de incomodísimo silencio-. ¿Por qué no vais a dormir un poco, y dentro de unas horas, y con la luz del día, habláis vosotros con los abuelos y así ellos os contarán mejor... lo que creen que está pasando aquí.

Yo no respondía la primera, pero sí que me fijé que Pepe no quería que nos marcháramos tan pronto, sobre todo, porque no dejaba de mirar de forma rara a Gigi.
-Está bien. Vamos a hacernos las muertas unas dos o tres horitas, Gigi, y más tranquilas y relajadas, comenzaremos con las intervius a los abuelitos.
-Por mí vale, tía.
-¿Vale? -pregunté flipada.
-Que sí, tía, que por mí vale.
-Nena, hay que ver lo rápido que cambias de opinión. ¡Como para tenerte de Jurado en Súper Modelo 2007, neeenaaa...!