jueves, marzo 06, 2008

~18~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior...

Viendo que nadie me podía ayudar, porque tanto Gigi, como la Naxa como la Hidro se habían puesto hasta el culo a comer callos a la madrileña, opté por ir sola a buscar pistas, cuando oí esa especie de tarantela que siempre oímos cuando sale el SER, y encontré al abuelo invisible, con el que me lié a tortas descubriendo un terrible secreto que casi me paralizó del pánico.


Los pelos naranja sobresalían entre los vendajes y sus ojillos inyectados en odio me atravesaron.

-¡Tú! –grité aterradísima y paralizada por el pánico. Sí, nenas sé que he repetido la frase, pero es que estaba ATERROROZADA POR EL PÁNICO, ¡COÑO!
-Escapaste una vez… dos no… -dijo él con un acento muy marcado y arrastrando las erres.
-¡¡¡SOCORROOOO!!! –chillé a pleno pulmón-. ¡¡¡POLICÍA DE LA MOOODAAA!!!

El abuelo invisible saltó sobre mí agarrándome del cuello, mientras yo intentaba escaparme de él porque era más pequeño, pero muy rápido el jodido. Demasiado rápido para un abuelo de su edad.

-¡Vengaré la muerte de mi hijo con la tuya!

Eso no lo dije yo, claro, porque soy gay y no tengo hijos. Lo dijo el abuelo invisible, al que cogí de una mejilla y le arranqué un trozo de venda y como por arte de magia, el resto de las vendas se soltaron y puedo ver su rostro al completo. Un rostro… ¡¡¡de un pelirrojo de mi edad!!!

-¡Pero qué invento es essstoooo! –grité-. ¡¡¡ERES EL MAL ABSOLUTO!!!

¡Pero muchísimo más joven, nenas! Para aquellas a las que se os haya encogido el culo con semejante revelación, más que aquella otra de que con los rollos de papel higiénico no viene de regalo un perrito scottex, porque como supongo que sabréis, un perrito envasado al vacío puede palmarla por asfixia… EL MAL ABSULUTO apareció en mi vida en la Primera Temporada de Desperate Housegays, nenas.

Aparecieron él, su hijo rubio que intentó matarme, pero que luego se mató él por esmocharse por el hueco de las escaleras y la Space, otro personaje que aún atormenta mi conciencia cuando la pierdo tras unos gin lemons, of course. Para más información, tenéis que leeros la Primera Temporada, nenas. Los que ya lo habéis hecho, podéis seguir leyendo y manteniendo el culo encogido.

-¡¿Cómo me has encontrado, invertido?!
-¡No juego en bolsa! –grité.
-¡MARICÓN!
-¡Ah, era EEESO! –dije más tranquila y volví a chillar e intenté huir de él, pero EL MAL ABSOLUTO había saltado sobre mí, agarrándome del cuello y apretaba con fuerza.

Y estalló un alarido de dolor y angustia, muy parecido a los que surgen de las cabinas del Leather, pero en plan rollito paranormal que me erizó el vello de todo el cuerpo, y en los ojos (de dos colores) de El Mal Absoluto, ¡vi reflejados el miedo y un terror sin igual.

-¡MI TRASLADOR!

Y volvimos a oír aquel espantoso alarido.

Yo intenté levantarme, mientras El Mal Absoluto saltó sobre aquella caja, ahora completamente destrozada, de la que salía un ruidito entre metálico y de madera, como si se tratara de un juguete al que le has dado más cuerda de lo normal y terminas por romperle el mecanismo.

-¡LO HAS ROTO! –gritó fuera de sí-. ¡LO HAS ROTO! –repitió por si no me había quedado claro la primera vez que lo gritó, y algo embistió contra la puerta y sonaron ruidos como de uñas arañando la madera como cuando tienes un perro en casa que quiere que le saques a la calle porque se mea vivo.

Yo supuse que aquel trasto roto nada tenía que ver con los trasladores de Harry Potter, y también supuse que lo que había detrás de la puerta era el SER que intentaba entrar… y oye, nena, que no me hizo falta comprender nada más, así que me levanté, di un codazo contra la ventana y luego una patada así, muy a lo Kung Fu, dispuesta a saltar por la ventana cuando me vi a muchos metros de altura… ¡y sin paracaídas!

-¡LO HAS ROTO, MALDITO INVERTIDO! –gritó El Mal Absoluto, pero yo ya estaba saliendo por la ventana, agarradísima a la pared exterior y deslizándome por el bordillo de la primera planta.

No miré hacia abajo, porque la altura era considerable. No para calificarla de castañazo Olímpico, pero tampoco como para dejarte caer ¡y a ver qué pasa con mis huesos!

Seguí agarrada a los salientes de los ladrillos de la pared, muy a lo Spider-Man o como si le estuviera dando por culo a aquella pared, y me deslicé hacia la izquierda, hacia la siguiente ventana que tenía cerca, rezando por lo bajini para que aquellos diez centímetros de saliente de cemento soportaran mi peso.

Un sonido atronador brotó de la ventana por la que había salido. Algo parecido a un bombazo acompañado de fragmentos de cristal, gritos, alaridos y mucho, pero que mucho ruido.

Seguramente el SER había entrado en la habitación y se había merendado a El Mal Absoluto… ¡Pero éste no era El Mal Absoluto que yo conocí en la Primera Temporada de Desperate Housegays! Porque aquel era muy viejo… ¡y éste era muchísimo más joven! ¡Tenía mi edad!, más o menos, claro, y parecía recordar perfectamente que por mi culpa, uno de sus hijos la había palmado.

-¡Tía, qué haces! –chilló Gigi en la lejanía.

Yo no podía mirar hacia abajo, por el vértigo y todo ese rollo, pero al oír las carreras de varias personas, supuse que Gigi no estaba sola.

-¡Dolly, te estoy hablando! –repitió ella.
-¡Y yo estoy intentando no partirme la crisma, Gigi!

Una nueva explosión de humo de color ámbar salió de la ventana de la que huía, dibujando cosas extrañas en el aire, como una planta trepadora de esas que se vuelven locas al crecer.

-¡¡¡HUALÁ!!! –oí que decían desde abajo.

Al agarrarme con la mano a la pared, avanzando un poco más, oí un sonoro ¡CLONK! , y me detuve. Era una bajante. Normalmente suelen ser de PVC y están anclados a la pared por arandelas metálicas, pero aquella era completamente metálica y gruesa como un melón.

Miré hacia la ventana y el humo comenzó a disiparse hasta desaparecer.

Tenía los dedos entumecidos, por el frío, el terror y porque me había dejado las uñas al agarrarme de la pared, pero me cogí al tubo metálico y tanteé en busca de algún anclaje a la pared, pero no había ni uno.

-¡DOLLY! –chilló Gigi al verme resbalar, aunque volví a recuperar el equilibrio.
-¡Se va a matar, nenas! –gritó la Hidro.
-¿Por qué no bajas por las escaleras como todo el mundo, tía? –preguntó en voz alta la Naxa.
-¿Queréis dejar de hacer quinielas, HIJASDELAGRANPUTA, y buscar algo para amortiguar la caída? –les grité y las oí forcejear.
-¡Mi caja de cartón ni de coña, tías! –protestó la Naxa.
-¡A la mierda! –dije yo-. Si los bomberos lo hacen, ¿por qué yo no?

Y me dispuse a cogerme del tubo metálico con las manos y pies, y dejarme escurrir así, con todo el estilo que me fuera disponible, bajando cual Diva Bombera, pero el jodido tubo no estaba anclado a la pared, y se soltó y cayó a tierra más tieso que la polla de Rocco Sifredi, conmigo agarrada como una garrapata, y se oyó un ¡CLANK! Y un grito antes de llegar al suelo, y vi que el suelo estaba tras mi espalda a menos de un metro y me dije. ¡Esto lo salto! Y me solté del tubo metálico incorporándome de inmediato.

-¡Ay que has matao a la Naxa, nena! –gritó la Hidro.
-¿Quién, yo? –y las busqué con la mirada y vi las caras de susto de la Gigi y la Hidro y los dos zapatos de la nacha, espatarrada en el suelo.
-¡Tía, le ha dado de pleno en toda la coronilla! –dijo Gigi.
-¡Naxa, Naxa! –le gritó la Hidro dándole bofetadas.
-Pero vamos a ver, ¿veis que se parte el tubo de los cojones y no echáis a correr? –fui hacia ellas-. ¡Naxa! ¡Abre los ojos! ¡Abre los ojos, nena!
-Le has dado en todo el disco duro, Dolly –dijo Gigi.
-Nena, que lo de la Naxa era un pendrive, no un disco duro.
-Seguro que la Ciencia en pocos años podrá encontrar una solución –dijo la Hidro.
-Pues como sea como el timo de los viajes a Marte, ¡podemos esperar sentadas! –dije yo, y la levanté del suelo para mirarla con detenimiento-. No le sale nada por las orejas. O sea, que tendrá aún la materia gris en su sitio.
-Tía, con ese golpe se le habrán quedado las neuronas en los tobillos –dijo Gigi.
-Es una chicarrona del Norte. Seguro que las collejas en Zaragoza son igual de fuertes –dije yo, y puse voz súper hombruna-. ¡Naxa!
-¡Levántate y anda! –citaron la Gigi y la Hidro a la vez, y les entró la risa.
-¡Un poco de seriedad, nenas! ¡Naxa! ¡Abre los ojos, NENA! –y comenzó a abrir los ojos y a mirarnos.
-¿Cuántos dedos ves? –le preguntó la Gigi haciendo el signo de la victoria.
-Gigi, nena, ¡no sabes lo que bebe la Naxa! Eso no funciona con ella –y le di dos tortas para atraer su atención-. Naxa, ¿quién ganó Eurovisión el año pasado?

Ella nos miró como embobada, o sea, su forma como de costumbre de mirar las cosas y dijo:

-¿Massiel?