jueves, febrero 14, 2008

~17~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior...

Tras echar un polvazo con Bruno, se presentó mi madre y bueno, tuvimos unas palabras Madre-Diva. Gané yo, claro, y aunque me lo pasé muy bien en ese polvo, se me fue toda la alegría con la visita de mi madre, así que decidí que tenía que hacer algo y hacerlo ya… cuando sonó hora de cena y todos los abuelitos salieron disparados a cenar, la Hidro, la Naxa y Gigi también se apuntaron.


Llegué al comedor dando grandes zancadas, mientras las suelas de mis zapatos hacían fruís fruís sobre aquel suelo fregado con amoníaco, seguramente, y como en las pelis del oeste entré en el comedor empujando la puerta hacia el interior.

Lo que vi fue simplemente aterrador.

-¡Neeenaaas! –les grité a la Hidro, a la Naxa y a la Gigi.
-Ay, tía, estoy súper malita –dijo Gigi.
-Creo que voy a morir… ¡soltera! –dijo la Hidro.
-¡Y no tengo ninguna amiga modelo que me diga cómo vomitar! –dijo entre lágrimas la Naxa.
-¿Pero se puede saber qué coño habéis estado haciendo, nenas?
-¿Qué vamos a estar haciendo, Dolly? ¡CENANDO!
-¿Desde el capítulo anterior, nenas? –y las tres asintieron como medio drogadas, jartas hasta las trancas de comer como cerdas, o a medio camino entre la indigestión y el empacho mortal-. ¿Habéis estado comiendo desde el 9 de ENERO?
-Jo, tía –dijo la Naxa entre lágrimas-. Te dijimos que nos íbamos a cenar con los abuelos, tía.
-Bueno, sí, nenas, pero una es una Diva, y como Diva tiene muchos quehaceres y todo ese rollo súper cool que me suelo soltar. Pero si veis que no vuelvo, podríais haber parado de comer.
-Ay, Dolly, creo que esta será mi última intervención en esta Cuarta Temporada de Desperate Housegays.
-¿Ah, sí? ¿Y eso por qué? ¿Te ha contratado Arguiñano como pinche de cocina, Gigi?
-No, tía, porque creo que voy a morir del empacho.
-O sea, que te soporto durante cuatro temporadas lo de “no quiero morir”, y ahora te intentas suicidar con… ¿un plato de callos? ¿Ponen callos para cenar? ¿Pero qué residencia de la tercera edad es esta? ¿La de los trabajadores de Tele 5? ¡Ea, nenas, menos tonterías y en pie las tres!

A mi grito las tres se pusieron en pie de un salto, oscilaron un pelín hacia los lados y acto seguido cayeron al suelo como bolos, entre quejidos y ardores de estómago.

-¡Bueno! ¡Pues tendré que seguir sola en la aventura! –dije yo.
-No, nena, que vamos contigo –dijo la Hidro.
-No, nenas –les dije a las tres de forma tajante-. Paso de que me acompañen los extras de Happy Feet. Iros a tomar bicarbonato, o sales de fruta, o al retrete a desalojar un poco esos estómagos.
-¿Vas a ir tú solita, tía? –preguntó Gigi.
-Sí, nena, as usual!
-¿Y no quieres llevarte mi caja de cartón donde guardo mis cosas?
-Gracias pero no, nena. Con ese trasto no se puede correr en caso de que tenga que CORRER. ¿Vale? ¿Y el Director del centro?
-No lo sabemos, nena –dijo la Hidro.
-¿Para qué lo buscas? –preguntó la Gigi-. ¿Puede estar relacionado con ese ser que nos atacó?
-Bueno, no lo sé, aunque es feo con avaricia. Lo decía por buscar alguien con quién hablar en este capítulo que no huela a callos a la madrileña, neeenaaas. ¡Jesús! ¡Estáis para colgaros al cuello un ambientador de pino! Ya veréis mañana. La frase levitación por gases seguro que se incorporará a vuestros diccionarios.

Y me di media vuelta y salí otra vez al pasillo. Tener amigas para esto y que te dejen tirada como una compresa un día como hoy…; me detuve, di media vuelta y regresé al comedor.

-Y que sepáis, hijasdelagranputa, que hoy, HOY... HOY ES MI CUMPLEAÑOS. ¡Si hasta los de Bankinter me han mandado un ESEMESE para felicitarme por mi cumpleaños, NEEENAAAS!
-¿HOY? –chillaron las tres y se les abrió tanto el diafragma, que casi me gomitan encima los callos las unas a las otras.
-Sí, nenas, hoy, Día de San Valentín es Mi Cumpleaños. Así que estáis castigadas sin tarta y sin aparecer más en este capítulo corriendo aventuras súper peligrosas, nenas.

Y me volví a largar, porque el pestazo a callos me superaba tanto o más que la colonia Nenuco.

La residencia en esos momentos estaba vacía y de un silencioso que daba cantidad de miedo. Pero yo soy la prota ¿qué me iba a pasar? ¿Qué me saliera el SER? Con suerte le saldría a estas tres PUTAZAS que se habían olvidado de que HOY era MI CUMPLEAÑOS, alertado por el olor a callos a la madrileña y se las comería de dos bocados.

Dejé de pensar en cómo se las iba a tragar, cuando vi una sombra corriendo escaleras arriba. ¿Cómo se llamaba el director de este centro? Era algo así como... como el nombre de un manco. Pero no era el que corría detrás de Harrison Ford, no ese no, nenas. Y lo recordé:

-¡Cervantes! –grité y corrí tras aquel que subía que se las pelaba a la planta donde antes estaban las abuelitas.

¿Cervantes qué más? ¿Cómo se llama el plasta ese que va de cantautor y que estaba bueno, pero que ya no lo está, porque como les pasa a todos los cantautores que ganan dinero, comen más y engordan. Bueno, que también se ha forrado vendiendo discos el Pedro Guerra, y sigue igual de flaco y de feo… Y recordé el nombre del cantautor: ¡Ismael Serrano!

-¡Don Ismael Cervantes! –que así se llamaba el director del centro, lo grité cuando llegué al otro piso y el pasillo estaba desierto. ¿Dónde coño se habrá metido? Agudicé el oído, pero nada-. Hooolaaa…

Nadie respondió y mucho menos salió para felicitarme MI CUMPLEAÑOS. Así que me hice la sueca; no es que me disfrazara de Agneta Fältskog, la cantante de ABBA, sino que fingí que andaba hacia las escaleras como si me fuera de allí, pero con la cabeza todo lo vuelta que podía hacia el pasillo desierto, cuando oí al fondo un ¡TRICK!

-¡JA! –grité y corrí hacia el sonido. Sonido que procedía de una de las puertas del fondo pero claro, como habían fregado el suelo con el dichoso amoníaco, mis pisadas sonaban haciendo fruís fruís y se oirían desde Murcia, alertando a quien quiera que se había escondido en una de aquellas habitaciones.

Pero no me importó. Corrí más que Lola, no la Flores, sino la de Corre Lola Corre… me detuve y me entró la risa, porque mira que una alemana llamarse Lola, es igual de ridículo que si un señor de Cuenca se llamara Bruce Lee, ¿no?

¡¡¡TRICK!!!

Resonó otra vez ese ruidito detrás de la puerta que tenía delante de mis narices. La abrí y entré. Estaba todo a oscuras, pero aún así vi la silueta recortándose contra la ventana del fondo.

-¡Quién hada ahí! –chillé mientras palpaba la pared con una mano en busca del interruptor de la luz y mientras sonaba el dichoso ¡¡¡TRICK TRICK TRICK!!! muy rápido y por fin toqué el interruptor y lo encendí -¡Ajaaaa...! –comencé a decir pero sin terminar de completar la frase-. ¿Qué hace usted aquí?

El otro se quedó callado. Tenía en las manos una caja de color bronce. Como esas de música con cuerda, de las súper monas donde se levanta una bailarina así como megatiesa y se pone a bailar. Pero aquella caja que tenía entre las manos y a la que dejó de dar cuerda en cuanto encendí la luz, parecía demasiado valiosa como para tender dentro una jodida bailarina de plástico.

-¿Es que no me ha oído? Debería estar durmiendo como el resto de los abuelitos. Haciendo la digestión de los callos. ¿Qué es eso que tiene en las manos? Porque si es un regalo por MI CUMPLEAÑOS QUE ES HOY, debería haberlo envuelto. Los regalos de cumpleaños se envuelven, ¿sabe?

No respondió. En realidad, nunca lo había hecho desde que llegué a la residencia.

-Mire –dije cruzándome de brazos-. Ya estoy un poco cansada de seguirle el juego. Usted NO ES INVISIBLE, abuelo. ¿Vale? Por mucho que se vende la cabeza o se ponga ese sombrero ridículo o esas gafas de sol, NO ES INVISIBLE. Le he visto siempre.

El abuelo Invisible se quedó rígido. Demasiado rígido. Es más. Hasta parecía más alto… como si hubiera estado ocultando algo más que su rostro. Siempre le había visto como encorvado, como muy poquita cosa y todo eso, porque yo diría que no medía más de un metro y medio. Pero ahora era alto, bien recto y hasta parecía fuerte.

-¿Qué es esa caja, abuelo? ¿Me lo va a decir? Porque no tiene pinta de ser un pastillero… y muchísimo menos un regalo de cumpleaños.

Inexplicablemente y como poseído por algo, se puso a darle cuerda a aquel trasto a mucha velocidad ¡TRICK! ¡TRICK! ¡TRICK! ¡¡¡TRACKATRACK!!! Hasta que no pudo darle más vueltas a la cuerda y entonces, sin dejar de mirarme desde detrás de sus gafas de sol… abrió la cajita y oí una musiquilla.

Niii nooo NIII NOOO…

El terror me paralizó. Conocía esa melodía, y siempre que la escuchaba, el SER aparecía…
¡EL SER!

-¡La leche que le han dado viejo del carajo! –grité y salté sobre él. Fue uno de esos momentos en los que deseas que te graben a cámara lenta, porque fue uno de mis mejores saltos. Entre voley playa, así con las manos extendidas para arrancarle la caja de las manos… y rollito Matrix mega gay.

Pero algo poseyó al jodido viejo y se apartó de mi trayectoria como a mega velocidad, y yo me estampé contra el suelo y entonces él intentó huir, pero recordé un curso de paracaidismo que iba a dar pero que nunca hice, porque ese día llovió, donde decían que hay que abrirse de piernas cuando saltas del avión (mira en eso se parece el paracaidismo al mundo gay: hay que abrirse bien de piernas, nenas), y me abrí de piernas y el Viejo Invisible tropezó conmigo y se metió un hostión de escándalo.

Esto no lo vi, claro, porque aún me estaba recuperando del golpe contra el suelo, pero le oí caer formando un ruido descomunal y luego otro crujido como de algo que se hace añicos y la música dejó de sonar; intenté incorporarme, volverme hacia él para detenerle, cuando vi que se intentaba levantar del suelo. ¡Había perdido sus gafas de sol!

-¡Se acabó la fiesta, abuelo! –dije muy como de megamacha y mega Mel Gibson cuando iba borracha y le detuvo la policía, y salté sobre él cogiéndole de la cintura y derribándole otra vez al suelo. Esta vez el Abuelo Invisible perdió el sombrero, y me dio cantidad de asco ver cómo por arriba de las vendas, con las que ocultaba toda su cabeza, le salían mechones de pelo rojo.

Oportunidades así, sólo las tienes una vez en la vida. Así que le agarré de uno de aquellos mechones color azafrán y le metí tal tirón, que seguro que el cuero cabelludo se le desprendió del cráneo, y el Abuelo Invisible lanzó un alarido y se volvió para darme un puñetazo en plena cara.

Como bien sabéis soy una Diva, soy la heroína de la historia, pero mis reflejos no son tan buenos como esperaba, y claro, el puñetazo del Abuelo Invisible fue directo a mi ojo izquierdo. Y pegué un grito.

-¡Eso ha dolido, pedazo de…! –y dejé de hablar al reconocer aquellos ojos… y entonces chillé. ¿Qué digo chillé? ¡Grité con todas mis ganas al reconocer aquellos ojos! ¡¡¡Los ojos de aquel cabrón que una vez intentó... matarme!!!