sábado, junio 24, 2006

~EPÍLOGO-GO!~ 2ª Temporada

Las Navidades del 2005, o los pocos días que disfrutamos antes de entrar en este 2006, se pasaron volando; Gigi me ayudó a tener fuera de mi cabeza a Bruno, por que sí, nenas, mis pensamientos más deprimentes se confirmaron al pasar los días sin tener noticias de Bruno. Sin noticias de Bruno y ¡Sin Noticias de Dior!

¿Que si lo superé? Te estarás preguntando, y si no es así, es que este blog te importa un pimiento, ¡Puta! Pero si aún sigues leyendo, que lo sé, es que te interesa porque no hay nada más morboso que el mal ajeno, aunque yo sea como de vuestra familia (una parienta lejana, vamos), pero de vuestra familia. ¿Quién no tiene un familiar excéntrico? ¿Mmmm?

Sí, nenas, me costó superarlo.

La terapia de choque post-me-han-dejado-tirada-como-la-perra-del-anuncio, fue intensiva. Empezamos Gigi y yo, emulando a las Baccara, con el Yes Sir, I Can Boggie, que funcionó durante unos minutos, pero yo seguía fatal; luego probamos con las Hermanas Goggi y su Estoy Bailando, que va de una puta borracha de coca-colas, que la deja el novio en la disco, y se pone a bailar con todo el que pilla, para terminar en un bukkake verbenero festivalero y setentero.

Como esto fue en la primera semana de Enero de 2006, aún las Shimai no habían grabado su versión del Estoy Bailando, que seguro que me habría hecho más efecto, pero como ocurrió con las Goggi, tampoco funcionó, aunque nos reímos mucho porque no paramos de beber coca-colas y terminamos eructando como endemoniadas de las pelis italianas de Mario Bava.

Al final nos controlamos, y a mí se me cargó la batería de los Dolly Ánimos con un tema que es un himno para las mujeres despechadas y las marikas que se han quedado en la cuneta y sin novio: el Soy Yo de la Marta Sánchez; ese tema lo cantamos tantas veces y a un volumen tan alto, que claro, pasó lo que tenía que pasar. Llamaron a la puerta de casa; Gigi me miró, y yo apagué el equipo de música.

-Ve tú, Gigi.
-¿Yo? ¡Esta es tu casa, tía!
-¡Anda! ¡Y la tuya, hijadelagranputa! Que desde que volvimos del Valle Takami no has puesto un pié en tu casa, ni haciendo un viaje astral, ¡nena!
-¿Y si aparece la Space, tía?
-¡La Space está entre rejas, nena!

Y volvió a sonar el timbre.

-Abre, Dolly.
-Tía, que si es Bruno… no estoy preparada aún. ¡No he escrito el monólogo para mandarle a la mierda, y tendría que bajarme de Internet la letra de cualquier canción de Pimpinela, nena! ¡No estoy preparada, no! ¡Soy yoooo, la que sigo aquí! –canturreé-, pero no estoy preparada, Gigi.

Y otra vez sonó el timbre.

-¡Está bien! –dijo Gigi-. Iré yo, pero si no es Bruno, te vengo a buscar.
-¿Pa qué, nena? La puerta está ahí enfrente, Gigi, si es Bruno, cuando abras la puerta me va a ver aquí parada, nena.
-¡Ah! También es verdad… -dijo despreocupada, y se fue a abrir la puerta.

Para mi sorpresa no era Bruno, y me sentí súper aliviada. Era una chica, de unos treinta años, morena, súper mona y con un vestido de esos vaporosos muy ceñido al cuerpo, como de lino, de los que marcan todo, todo y todo... y de los que uno debe ponerse sin sostén y bragas, porque como TODO se transparenta... A ella le quedaba de escándalo, más que nada, porque tenía una figura perfecta y el pelo recogido, en un moño alto con dos mechones que cuidadosamente caían sobre su hombro izquierdo, la favorecían mucho, sí.

-¡Hola! –dijo con una voz cantarina, mirando primero a Gigi y luego a mí-. Soy Jessica, la vecina de enfrente.
-¿Vecina de enfrente? –repitió Gigi como un loro y me miró.
-¿Y la Numis? –dije yo y me acerqué a la puerta-. ¿Ya no vive ahí?
-¿“La Numis”? –repitió.
-Mi vecino… la llamábamos la Numis, de numismática, por lo pesetera que era. ¿Se ha mudado?
-Supongo –dijo Jessica-. Nos hemos mudado hace una semana.

Yo sopesé ese “nos hemos”, porque soy súper curiosa, pero conseguí controlarme.

-¡Anda! ¿Os habéis mudado… Tú y tu novio, o tú y tu novia… o tú y tu perrito caniche? –le soltó de sopetón Gigi, con menos tacto que una manca haciendo un fisting.
-¡Gigi, nena, no seas cotilla! -le reproché, pero a Jessica le hizo gracia.
-Manolo y yo –nos aclaró, y preguntó bajito-. ¿Qué tal son los vecinos?
-¿Los vecinos? Majos… gente tranquila. De vez en cuando hay un asesinato en la escalera, pero poco más –y me miró flipada-. Es broma, mujer…

Y los tres nos reímos.

-¿Cariiiñooo?

La llamó un vozarrón al otro lado de la puerta de su apartamento, y cuando se abrió, Gigi y yo, nos pusimos coloradas al ver salir al pezado de macho ibérico, que sería capaz de provocar que todas las monjitas del Sister, dejaran de hacer pastelitos y tonterías, se arrancaran los hábitos con uñas y dientes y corrieran desnudas alrededor del convento. ¡Qué pedazo macho, neeenaaas!

-Manolo –dijo ella como maestra de ceremonias-, estos son nuestros nuevos vecinos.

Él sonrió de medio lado, a lo Indiana Jones, y tuve que darle un codazo a Gigi, para que dejara de mirarle el torso desnudo y peludo, además de sudadito, porque supongo estaba colocando muebles o yo qué cojones sé, porque estaba bueno de la hostia el Manolo, y ofrecí mi mano cuando me tendió la suya.

-¡Hola! Soy Dolly… y este es Gigi, que está pasando unos días en casa.
-Hola –dijo apretándome la mano, hasta hacerme conseguir una erección-. Hola, qué tal –dijo al darle la mano a Gigi.
-No tan musculosa –dijo Gigi en su trance y sonrió de forma estúpida, como hace Sin-Chán cuando le ve el culo a una niña.
-¡Gigi!
-Manolo suele causar ese efecto. Es bombero –nos aclaró Jessica, fardando de ello.
-¿Y torero? –dije yo, y Gigi me miró como si fuera un alien con tres tetas en la frente.
-¿No tendréis por casualidad una llave inglesa, no? -preguntó Manolo.
-¿Una qué? –dijimos Gigi y yo.
-Una llave inglesa. La tubería del lavabo tiene una fuga.
-Aisss. Pues va a ser que no, nene. Yo es que cuando tengo un problema, llamo a los del “Teloarreglo”… ¿Quieres el teléfono?
-No, gracias, iba a bajar a la ferretería a por algunas cosas.
-La ferretería de Infantas te queda aquí al lado.
-Sí, gracias, iba a ir a esa misma.
-Bien, chicos –intervino Jessica-. Deberíamos quedar una noche para cenar los cuatro. Soy una cocinera estupenda.
-Uis, nena, en ese caso, tendríamos Duelo de Chefs, porque yo es que me meto en la cocina, y me transformo. De hecho, los Transformes a mi lado son principiantes.

Tras unas risas y unos hasta luego, Gigi y yo volvimos a entrar en casa, cerramos la puerta, nos cogimos de las manos y nos pusimos a saltar y a chillar (pero bajito), como dos colegialas que acaban de salir de un sex shop con una caja de dildos, bolas chinas y condones de sabores.

-¡Tía, que tu vecino está pa lamerlo!
-¡Está para untarle de mantequilla y tragárselo entero, neeenaaa!
-¡Está para envasarlo al vacío y olerlo a cachitos pa ponerte cachonda, tía!
-¡Está casado, nena! –y dejamos de saltar, completamente chafadas.
-¡Qué desperdicio de carne, tía!
-Desperdicio no, nena, ¡qué desesperadas estamos, neeenaaa!

Tras el subidón tetosterónico hipocondríaco de embutidos ibéricos que nos entró, y sin ganas de quedarnos cerca de semejante espécimen de macho, decidimos por unanimidad (porque Furcia como hámster rosa no puede votar), ponernos de súper putas e irnos de marcha. ¿Por qué? Porque si estás salida y te quedas en casa, es lo PIOR que se puede hacer en esta vida, neeenaaa. Decidido: de putas ¡a la puta calle!

Nuestro plan era irnos a El Paso, pero nenas, fue abrir la puerta y ver aquello petado de gente, como si regalaran mamadas, y decidimos no entrar, porque nos habíamos puesto de súperputas, y desde luego, no iba a tomarme un ginlemon, con el codo de uno metido en medio la espalda, la mano de otro tocándome el culo, y con una gorda mirándome a 10 centímetros de distancia. Además, entrar en El Paso implicaba ponerse a sudar, nenas… ¡y pa eso me iba a una sauna!

Así que nos fuimos callejeando al LL, que estaba cerca, relativamente, porque no teníamos ganas de ir ni al Hot, ni al Enfrente, que está "enfrente" del Hot, claro. ¡Anda que se cascan los cráneos para ponerles nombres a los bares de marikas, nena!

Andando, andando, pasamos por delante de una casa que estaba en obras (¡qué novedad en Madrid, nena!), y de la que sólo quedaba el esqueleto, porque seguro que debajo, y tal como estaba situada, pondrían tiendas mega gays y mega caras, y los pisos los venderían a unos precios altísimos; allí, fue donde nos vimos a la Pomalis, hurgando como una neurótica en un contenedor de escombros, como era intrínseco en la Pomalis, como la llamábamos Gigi y yo.

Lo de la Pomalis, le venía por su afición a rebuscar en los contenedores trastos que otros tiraban y que ella le encontraba inmediatamente una utilidad. Al principio la llamábamos “la Por un Madrid Limpio”, pero como el nombre era más largo, que los que se ponen las familias sureñas de los EEUU, decidimos recortar el slogan de la Espe, quedándonos con POr un MAdrid LImpio, y como Pomali, sonaba a “somalí”, le metimos la S final. Así que quedó como la Pomalis.

-¡Pomalis, nena! –dije-. ¿A ver si averiguo qué haces?
-O a todos les ha tocado el cupón, o no me lo puedo explicar –dijo la Pomalis-. ¡Esto está casi nuevo!
-Ajá… -dijo Gigi-. Sólo que la herrumbre no deja ver el color del metal, tía.
-¡Eso se lija y listo! –dijo muy segura la Pomalis.
-Si las putas esas de los programas de bricomanía, supieran el daño que han hecho y que están haciendo a la población este país, se tiraban por el viaducto del horror –le susurré a Gigi.
-¡A eso le salen clavos! –intentó alertar Gigi a la Pomalis, que estaba cogiendo un taburete desvencijado, pero la Polamis era experta en hurgar y no se pinchó.
-Un día te vas a cortar, nena –le dije a la Pomalis-, y no habrá antitetánica en el mundo que te salve la vida… -y de pronto me horroricé toda-. ¡K JEBY! ¿Quién sería capaz de tirar todos esos libros?

Gigi se cruzó de brazos y me miró de mala forma.

-A ver si estoy a punto de presenciar una secuela de la Pomalis, tía –dijo Gigi porque seguro que me imaginó retozando entre aquellas cosas que otros habían tirado.
-No, nena, pero me da muchísima penita que la gente tire los libros.
-Eso es verdad. Con lo bien que sirven para calzar algunos muebles –dijo la Pomalis, sin levantar la cabeza y sin parar de rebuscar entre las cosas.
-Bueno, para eso también se usan –dije yo-. Pero no se escriben para calzar una cama, nena –y me acerqué a la caja, sin tocar nada, pero sí que eché un ojo a todos aquellos libros metiditos en una caja de cartón.
-Dolly, que te estoy viendo, tía.
-No voy a tocar nada, nena, que como todas sabemos, luego nos llevamos las manos a la boca y terminamos con piorreas y desdentadas, como las viejas del Lether, nena.

Pero aquellos libros estaban demasiado nuevos y demasiado bien cuidados, para que no les echara una ojeada, antes de que le tiraran más escombros y trastos encima. Los habían colocado en vertical, con el lomo hacia arriba, y reconocí los títulos de algunos de ellos: El Código Da Vinci, uno del Friker Jiménez (no me extraña que lo tiraran, porque el nene tiene un vocabulario más corto que el hilo de un yo-yo), otro libro de ¿Garzón? ¡Qué jeby! Era la biopic esa que le había escrito Pilar Urbano… otros sobre fotografía, y uno que no tenía nada escrito en el lomo, atado por unas curdecitas blancas.

En realidad no era un libro. Era un cuaderno grueso, de tapa dura, y que sobresalía un pelín más que los demás; como siempre que salgo me llevo un pañuelo, y no penséis mal, nenas, es que aquí, en cuanto sales a la calle en enero, te cuelga el moquillo del frío, me saqué el pañuelo del bolsillo de mi cazadora de súper puta, y aunque Gigi me chilló “¡Qué haces! ¡Qué haces!”, yo cogí con mucho cuidado aquel cuaderno, y lo saqué de donde estaba; los libros estaban tan apretados los unos con otros, que al sacar el cuaderno dos de ellos salieron también.

-Toma –me dijo la Pomalis, sacándose un envase de toallitas de esas que venden en los Todo a 100.
-Gracias, nena. Tú sí que vienes preparada cuando vas de prospección, como Indiana Jones.

No miré a Gigi, porque sabría perfectamente qué cara tendría. La cara de “eres una cochina, tía”. Así que cogí dos toallitas, y como la cubierta de aquel cuaderno era de tapa dura, como he dicho antes, lo limpié con varias toallitas desinfectantes.

-¿Ya estás contenta? ¿Mmm? ¿Mmm? ¿Contenta? -me apuró Gigi para que lo tirara.
-¡K JEBY, NEEENAA! ¡Mira esto! –chillé al quitar el polvo de la portada-. ¡El Diario Secreto de Agapita González!
-¡Vamos! ¡Secretísimo! –digo Gigi y se cruzó de brazos-. La tía lo quería mantener tan en secreto, ¡que lo escribió en la portada! ¡Seguro que con esa inteligencia, trabajaba para la CIA, tía! ¡Y seguro que en el FNAC ya van por la 5ª Edición, tía!
-¡Mira a ver si hay dinero dentro! –dijo la Pomalis, sin dejar de rebuscar.
-¡Cómo va a haber dinero, tarada!
-Hay gente que esconde billetes dentro de los libros.
-¡Tú has visto muchas pelis de Paco Martínez Soria, nena! –y miré sus manos a toda velocidad despiezando una mesilla de noche-. Pero seguro que nunca has visto una peli de un virus que se come a la gente.
-Bueno, ya, tía, tira eso, y vámonos al LL, Dolly. Que cuando hay espectáculo aquello se peta de gente.
-Espera –dije mientras ojeaba ese diario secreto, deteniéndome en una página.

La letra era muy de Jane Austin, con las L y las J súper alargadas, y con los palitos de las T también alargados. Estaba escrito con bolígrafo de color negro, y la letra estaba tan apretada, que parecía que ni por un momento la punta del boli se había separado del papel mientras lo escribía. Es más, ¡hasta se podía leer en braille de la fuerza que su escritora había apoyado el boli en la hoja!

-Gigi, nena, escucha esto –y leí en voz alta-. “quien diga que la belleza es algo interior, miente de forma descabellada. No dejaré que me vuelva a humillar nunca más, y si he de matar por él, no dudaré en hacerlo ¡ni un instante! Le recuperaré, tenga lo que tenga que hacer…”
-Mira, otra a la que le ha dejado el novio –comentó Gigi.
-Calla, tía y escucha esto: “Pude cortarle el cuello a aquella desconocida de la librería y disfruté. Disfruté cuando le arranqué los ojos y la cara con el abridor de cartas” –y paré de leer-. ¡Nena! ¡Esta pava era una Hanibal la Caníbal!
-¡Cómo va a ser eso verdad! ¡Será un cuento escrito por la… -y Gigi me hizo retroceder unas páginas-. Agapita Pulgarcita esa…
-Que no, nena, que esta chalada parece que lo escribía de verdad…. ¡mierda, ya he perdido la página! –y la intenté buscar, pero nada, la perdí definitivamente.
-¡Deja de ensuciarte las manos, con la loca esa de Puerto Hurraco, Dolly!
-En Lavapiés pasó eso mismo… -intervino la Pomalis.
-¿Eso mismo? ¿Pasó el qué, nena? –le pregunté, más preocupada por volver a localizar esa página, que por lo que la Pomalis pudiera decirme.
-Mataron a una librera de esa forma. Le arrancaron los ojos y toda la cara. Le dejaron el pellejo de la cara sobre la cabeza –he hizo como si se quitara una careta invisible, desde la barbilla hasta la frente.
-¡¡¡QUÉ JEBY!!! –chillamos Gigi y yo, y me tranquilicé-. Nos estás tomando el pelo, nena.
-Que no… ¿No te enteraste? Fue el verano pasado.
-A ver, a ver. ¡Un poco de orden, tías! Este cuaderno no es el diario de un chocho psicópata, ni tú –dijo Gigi por mí-, eres la Anne Rice. ¿oka, tía?
-¿Pero... Y SI es el diario de un asesino, Gigi? ¡Qué hacemos! ¿Llevárselo a la policía?
-¿Pensé que ya te habías olvidado de Bruno, tía? –dijo cruzándose de brazos.
-¿Qué-qué-qué… QUÉ? –pregunté completamente off de lo que me acababa de sugerir-. ¿Me estás diciendo que lo de llevarle esto a la policía, es una excusa para volver a ver a Bruno?
-Tú mismita te lo dices todo, tía.
-¡Mira a la Lolailo!, que cuando piensa, se vuelve más retorcida que el muelle de un colchón de Lo Mónaco.
-Esos colchones no tienen muelles –me rectificó la Pomalis-. Son de silicona.
-Intento mantener una conversación coherente, nena –le dije, y volví a ver a Gigi-. Si piensas que esto es una excusa para ver a Bruno, vas muy desencaminada, nena –y le di el diario de la puta Agapita González a Gigi-. ¡Llévalo tú! ¡A la comisaría que te salga de las castañuelas, PUTA!
-¡Yo no voy a coger esa cochinada!
-¡Pues te vas a joder, nena! –y le obligué a que cogiera aquel cuaderno, y llena de orgullo gay, le dije-. Me defraudas como amiga si piensas que voy a ir a suplicarle a Bruno que vuelva conmigo. ¡Antes escribo millones de cartas a Antena 3, para que vuelva María Teresa Campos a hacer la mañana…! ¡Pero! Si ese cuaderno es el diario de un asesino que sigue suelto, hay que llevarlo a la policía, Gigi.

Y le di la espalda y me marché. Sí, nenas, me largué dejando plantada a Gigi, con El Diario Secreto de la Agapita González esa y con la Pomalis. Que una es demasiado marika y tiene mucho orgullo gay, para que la confundan con una Desperate Housegays. Que vale, lo soy, porque sigo soltera, pero no haría de eso un victimismo, sino ¡una causa!

-¡Dolly! –me llamó Gigi, y me volví.
-¡Qué!
-Para ser esto un Epílogo-GO!, llevas escritas seis páginas, tía!
-¡Pues que se jodan, y que se queden con las ganas de imaginar de qué va a ir la Tercera Temporada de Desperate Housegays, neeenaaa!
-¡¿Pero dónde vas, Dolly?!
-¡De Vacaciones! ¡ A TORRELODONES! ¡A tocarme los cojones!
-¿Pero por qué?
-¡Porque yo lo valgo, neeenaaa!

martes, junio 20, 2006

~35~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Yo hice de doble de luces de Woopy Goldberg, y con la ayuda de Clarita, conseguí destruir el ídolo pandemoníaco que lo había embrujado todo, y de paso, la Bestia que había surgido de él, se cogió un cabreo… a lo BESTIA, aspiró el espíritu de Clarita, explotó en algo asqueroso… y entonces la iglesia se convirtió en el remake de La Aventura del Poseidón.

-¡Dolly!
-¡GIGI!

Alargué los brazos para intentar llegar hasta ella, pero entre la oscuridad y los chorros de agua que caían por todas partes, me sentí arrastrada como la Merryl Streep en aquella peli tan espantosa que se iba con los hijos al río, y no paraba de mojarse el pompis y el trompiss; la violencia del agua era tremenda, y aunque supieras nadar, te hundías todo el tiempo, y claro, te agobiabas más que cuando ves que el emule no descarga nada, y es porque tu ADSL está muerta, ¡neeenaaas!

Encima y para más inri, ¡¡¡por todas partes había cachos de aquellos tentáculos que eran como mocos gigantescos y que olían a culo de mona, y no paquistaní, no, sino a culo de mona del circo de Ángel Cristo, que la última vez que se lo lavaron, el Ángel Cristo estaba casado con Barbara Rey, neeenaaas; yo mantenía la cabeza bien alta, e intentaba gritar lo menos posible para que aquella asquerosidad no se me metiera dentro… ¡pero es que encima no podía ver nada! Aunque oía los gritos de todo el mundo, incluido el llanto del niño piñata, por alguna parte y muy de fondo.

Luchando contra corriente, decidí agarrarme a uno de aquellos brazos gitanos de pulpo que flotaban, controlando la epiglotis para no gomitarme del ajko, y moví los pies sin saber para qué, porque no había ni Dior que se aclarara allí, pero pronto el agua me arrastró y me hizo girar hasta toparme contra algo que gritó, cuando me choqué con él.

-¡Vamos a morir! –chilló desesperada La Rata Gustavo.
-¡Ande sales tú! –dije en voz alta-. ¿Es que no he tenido bastante contigo, para encima tener que aguantarte en este desesperante momento de mi vida, hijadelagranputa?

Pese a que íbamos directas a la muerte, la Rata Gustavo se calló y me miró con todo el odio que se podía mirar a media luz.

-¡Todo esto es culpa tuya, Dolly! –gritó.
-Claro, nena, al igual que el hambre en el Mundo, el que le tiren huevos a Rajoy-a, el que España marque 4 golazos a Ukrania, y tres GOLAZOS a TÚNEZ… ¿pero qué coño estoy diciendo? ¡¡¡Si no me gusta el fútbol, neeenaaa!!!
-¡Eres una gafe, Dolly Partos! ¡UNA GAFE!
-Y tú… ¡eres una desagradable de mirar! –y le di un mamporro con el cacho de tentáculo donde me agarraba, y la otra se puso a chillar como se pillara los huevos al cerrar un cajón.

Las paredes no aguantarían mucho más la presión del agua, y se habían puesto a gemir como esos cantos tan de psicofonía barata que hacen las ballenas, con todos mis respetos para ellas, y la gente dejó de gritar para concentrarse en aquellos sonidos que parecían decidnos telepáticamente: “esto va a cascar y la vais a palmar”.

El agua ya no hacía remolinos bajo mis pies, y en ese momento me aparté de la subnormal de La Rata Gustavo, alejándome del mudo de la iglesia, y nadé hacia el centro. El nivel del agua ya había cubierto por completo las vidrieras, y el techo abovedado estaba tan cerca, que podría tocarlo con una mano, si llevara unos zapatos de tacón a lo Kylie Minogue en el concierto del Show Girl.

-¡Qué peste, por Dior! –dije escupiendo el agua que se me había metido en los ojos y la boca, y al seguir nadando, observé cómo las puertas del fondo, las puertas principales de la iglesia, gemían y se abrían hacia adentro.

¡¡¡ESTE IBA A SER EL FIN!!!
¡Muertas!
¡¡¡TODAS MUERTAS!

Religiosamente, claro, por culpa del decorado, pero ¡MUERTAS! ¿De qué me iba a servir a mí ser una marika religiosa si estaba muerta? ¿Eh? ¡Yo no quería ir al cielo! ¡Quería ir al Heaven, y pedirme un ginlemon y disfrutar de la noche bailando a las Shimai! ¡¡¡Este no puede ser mi fin, nenas!!! ¡Vale que sea el Capítulo 35! Y es el FIN de la Segunda Temporada de Desperate Housegays, ¡pero no Mí FIN, neeenaaas!

-¡Entra luz! –gritó alguien, una voz masculina, en alguna parte a mi espalda.

Las dos enormes puertas de madera siguieron abriéndose y abriéndose, y miré hacia abajo, a mis pies. El agua no se movía, estaba quieta… como en una piscina. Bueno, una piscina en la que no hay niñakos cabrones saltando y haciendo el payaso, claro.

Volví a mirar hacia la puerta y me flipé. Al otro lado se veía la superficie del lago, la poca iluminación que ofrecía la luna llena, y mucho más allá, la orilla del lago Takami; los dos portones de madera terminaron de abrirse, mostrándonos la salida hacia nuestra supervivencia.

-¿Otra vez toca nadar?

Me pregunté en voz alta, mientras se mezclaron voces de confusión, asombro, y hasta alguna de ellas, había denominado aquello de “milagro”. ¡La virgen de madera! Recordé, y me prometí a mi misma, llevármela a casa y ponerle velitas votivas, y colocarla junto a mis deuvedés de Dolly Parton.

¿? ¿Y si se me incendiaba la casa por culpa de las velitas? ¡NO, nena! Que mi casita me ha costado muchos viajes al IKEA, para tenerla así de cool. Mejor, llevaré la talla de madera de la virgen a alguna iglesia (si sobrevivo a todo esto, claro), para que la restauren y las viejitas le puedan rezar a gusto. Sí, eso haría, nena. ¡Que Dior me la bendiga!

Me volví hacia toda aquella gente que seguía sin hacer nada, bueno, todos no, alguien vino nadando hacia mí nadando. MI BRUNO, pero no me abrazó, ni me dio un beso, ni nada de eso, porque el cacho de tentáculo apestaba como el culo de King Kong (tras cagarse a unas cuantas nenas sacrificadas por la tribu de tarados que vivían en la isla), se interponía entre nosotros.

-¿Qué está sucediendo Dolly?
-Mira, nene, no tengo ni la más remota idea, pero nunca en mi vida he visto una iglesia ascensor. Ni una iglesia sumergida que luego sale a la superficie, pero será mejor que salgamos nadando lo antes posible –y me volví a los que estaban pegados a la pared-. ¡Hemos de salir nadando de la iglesia! ¡A nadar al estilo perrito, neeenaaas! -les grité y me puse a nadar hacia el exterior, sintiendo que acababa de perder algo.

No hizo falta repetir aquello, porque todos se pusieron a nadar hacia la entrada, y aunque al salir, a todos (supongo), les dio mucho asquito encontrarse con trozos flotantes de la Bestia que vivía en el lago Takami, pronto le encontraron utilidad y los usaron a modo de flotadores; recordad, nenas, que había mucha gente mayor, ¡y que Shelley Winters, la palmó en La Aventura del Poseidón, después de fardar diciendo que había sido nadadora olímpica!

A varios metros, ya fuera de la iglesia, me detuve, mientras esperaba hasta que el último superviviente saliera y pasara a mi lado. Fue uno de los seguratas del Valle Takami, que pasó nadando a mi lado, con cara aún de miedo, terror y confusión. ¡Y no era para menos, porque aquello era como el final de Abyss, cuando salían a flote las naves de los marcianos y todos se quedaban con el culito encogidito de la emoción y el shock.

-¿Dolly? –me llamaron a mi espalda y no me volví porque sabía quien era.
-Dime, Gigi.
-¿Es verdad que esto es un milagro, tía? Porque las viejas y las Hermanas Calambre lo están diciendo.
-No lo sé Gigi… -y me volví hacia ella-. Pero ESTO, normal, no es, nena. Ya en Abyss cantaba de lo lindo, ¡imagínate en la vida real!
-Será mejor que nos alejemos, no vaya a ser que se hunda y nos trague el remolino, tía.
-Sí, vamos a alejarnos –y di la espalda a lo que sobresalía de la iglesia sumergida, que era más de la mitad, chorreando agua de todas partes, y me puse a nadar al lado de Gigi-. ¿Sabes a lo que me recuerda esto?
-¿La iglesia?
-No, nena, esta situación. Las dos nadando, entre toda esta mierda flotante y pestilente.
-¿A qué, tía?
-Al final de Tiburón, nena.
-¡JARL, tía!, no digas eso, que me entra la angustia, y mira que la orilla está a tomar por culo, tía.
-No hay tiburones en los lagos, Gigi.
-Ya, tía, y tampoco hay bestias enormes con tentáculos, y en este la había. Así que deja de tentar a la suerte, que esta es la segunda vez que te libras de palmarla, tía.

La miré y no pude más que reír y seguir pataleando rumbo a la orilla, con Gigi al lado… aunque sabía que a partir de ese día, de esa noche concretamente, mientras se formaba un gorjeo monumental tras nosotras, cuando la iglesia comenzó a descender lentamente bajo las aguas, hasta dejar asomando como el periscopio de un submarino la torre del campanario, luego el techo de tejas, la veleta y después nada... que algo había cambiado aquella noche. Algo de no podía controlar, pero que estaba claro, que controlaría y cambiaría de alguna forma mi vida… y me sentí fatal.

Pero me callé. Sí nenas, porque dentro de lo que cabía en un Glory Hole, todos habíamos salido vivos de tan tremenda aventura, y habían aparecido muchas personas, que llevaban años desaparecidos y secuestrados como zombies, en la iglesia sumergida del Valle Takami, antes conocido como Pueblo de Cien Pasos.

El resto de esa noche y amanecer, aún permanece en mi memoria como en esas series de televisión, donde terminan el capítulo con un montaje de imágenes muy cools, mientras suena de fondo una canción de alguna petarda americana popera que canta sus penas al viento, con la ayuda de una guitarra.

En menos de dos horas, las instalaciones del Valle Takami se llenaron de policías, y dos vehículos del SAMU-ERTO, para llevarse a los heridos. Vi fugazmente las caras de los que habían sido los compañeros de aventura y cabañas: Las Hermanas Calambre, a Mari Cochambre y a su hijo el niño piñata, a la Rata Gustavo y a su novio, a los saboteadores ecologistas, a la parejita de pijos y a Olivia, la relaciones públicas del complejo Takami, que aunque al principio de esta aventura no podía ni ver, de lo estirada y megaborde que era, cuando descubrí (y vosotras conmigo, nenas) que era la hermana de Gigi, ya la cosa cambió. Aunque sigue siendo borde.

Sí, nenas, Olivia se portó súper bien, y cada vez que pasaba a mi lado me preguntaba que cómo estaba, que si quería salir en uno de los transportes que nos llevarían a casa y todo ese rollo… pero yo le dije (más de una vez), que no, que ya esperaría a que todos los heridos salieran, y que me iría con Gigi (con Gabriel), su hermano. ¡Porque esperaba que Gigi se fuera conmigo a Madrid, claro! ¡No me iba a dejar sola él también!

Y es que eso mismo fue lo que sentí, nenas, que estaba más sola que la una, y que todos aquellos acontecimientos habían conseguido apartarme de todo el mundo al que quería, como Gigi, que ahora tras encontrar a su madre biológica y descubrir que tenía una hermana, seguramente tomaría un nuevo rumbo su vida, y no volvería a ser la Gigi de antes. Aunque hay que decir, que me costaba pensar en la idea de que Gigi pudiera cambiar. Bueno, si los científicos de la NASA experimentaran con él, quizá.

Y Bruno. Aún tenía esa mirada de Bruno en la cabeza, cuando me preguntó en el interior de la iglesia, qué era lo que estaba sucediendo. Vi el miedo en sus ojos, y el temor de seguir a mi lado. ¡A ver si la hijadelagranputa de la Rata Gustavo iba a tener razón, y yo era una GAFE! ¡Gafe, yo! ¿Gafe yo? ¡Ni gafe, ni de Getafe, nena!

No, no y no. No quise pensar más en eso, y me fui a mi cabaña a dejarlo todo ordenadito y guardado, y de paso, tomar prestadas algunas cosillas. Jabones, ceniceros cools, esas cosillas que siempre se “toman prestadas” en los hoteles, nena.

Una hora después, y con una Gigi más radiante que nunca, volvíamos a Madrid en un autobús, y a mi me tocó asiento de ventanilla, y disfruté de aquel sol del medio día, mientras Gigi no paraba de contarme que se había intercambiando los teléfonos y direcciones con su madre y con Olivia, y… tras mucho parloteo, y a menos de 15 minutos de la Plaza Castilla, donde nos dejaría el bus de la Corporación Takami a todos, hizo la pregunta fatídica pregunta.

-¿Y Bruno, tía? No le he visto en toda la mañana… Claro que he pasado toda la mañana con mi mamá –y se le llenó el rostro de un brillo sobrenatural.
-Creo, creo que Bruno es historia, nena.
-¿Cómo? –preguntó levantando tanto las cejas, que desaparecieron bajo el flequillo.
-Creo que… creo que se ha terminado lo nuestro, Gigi. Que me ha dejado. ¡Soy gafe, Gigi!
-No, tía. Que me digas que te deja por lo puta que eres, vale, me lo creo, ¡pero tú no tienes "gases", tía! ¡Que te he visto salir disparada a Dior sabe dónde, cuando te viene uno!
-GAFE, Gigi, gafe, no GASES… -y me limpié una lagrimita, que no sabía por qué narices me acababa de salir-. Puede que este sea el sino de mi vida, nena. Que soy tan cool y me pasan tantas cosas, que para otros… quizá sean demasiadas emociones juntas.
-¿Pero a ver, tía? ¿Te lo ha dicho él? ¿Has hablado con él?
-No hacía falta, nena, lo vi en sus ojos. Me tenía miedo. Y en todo el tiempo que pasamos en el Valle, no volví a verle…
-¿Pero le buscaste, preguntaste por él? Quizá estaba muy atareado, Dolly, que ha aparecido gente que deberían estar muerta desde hace muchos años, tía. Lo que pasaba en ese lago, era todo un Expediente X, tía.
-Lo que pasaba en ese lago y en mi vida, Gigi, es un Expediente X. Yo misma soy un Expediente X, nena. Y no todo el mundo está preparado para soportar esa carga. ¡Mira a Peter Parker! Mucha marilicra y lanzando mierdas por las manos para salvar a la gente, y al final, ni la Mari Juana esa se casa con él. ¡Y yo ya voy por la Segunda Temporada de Desperate Housegays y sigo soltera, nena!

Me miró unos segundos, asintiendo, y dijo lo que todo buen amigo te dice en esos momentos que estás hundida hasta los sobacos en la miseria.

-¡Tú estás tonta, tía! ¡Bruno no sería capaz de hacer eso!
-¿Te apuestas una comida?
-No, tía, que siempre ganas y termino pagando la pitanza, ¡puta!
-¡Huala, nena! ¡Gano, porque pierdes las apuestas! ¡Anda que no!

Y las dos nos reímos.

-¿Sabes lo bueno de todo esto, Dolly?
-A ver, criatura de Dior, te acabo de confesar que mi vida está más hueca que el agujero de las bragas de Carmen de Mairena, y tú has encontrado algo positivo?
-Pues sí, tía. Aún no ha acabado el 2005, y podemos pasar el fin de año juntas, tía.
-¿Juntas? ¿Y qué pasa con tu madre y tu hermana? ¡Acabas de descubrir que tienes FAMILIA, Gigi! ¡Ya no eres una adoptada! ¡Ya no eres Gigi Twist! ¡La Huerfanita Polanskiana, nena!
-Sí, tía, y todo te lo debo a ti.
-A mí nada, nena.
-Sí, tía, porque me llevaste de excursión al campo.
-Bueno, eso es cierto. ¡Pero yo no tenía ni repajolera idea de que Jacinta era tu madre, nena! ¡Como tampoco sé, y a cuenta de qué, te pusiste en plan súper macha y querías que el cura vampiro volador te sacrificara a ti, en lugar de a mí, pinchándome con aquella cosa!
-Bueno, no fue un acto de heroísmo, tía. Simplemente, sabía algo que podría funcionar, y porque además, iban a matar a mi mejor amiga, tía.
-Ya, nena, ¿pero por qué lo hiciste?
-Verás, en la búsqueda de mis raíces familiares, vi libros como aquel, pero sin magia ni plumas voladoras. En esos libros, se anotan los nuevos bautizos y nacimientos en los pueblos ¿me sigues?
-Claro, nena, que me estás hablando de algo que entiendo, ¡no de la fusión del átomo en frío, Gigi!
-Pues bien. Vi lo que hacía contigo, y cómo te sacaban el nombre, con aquella pluma mágica que te pinchó.
-Sí, nena.
-Leyó tu nombre por la sangre, y te iba a inscribir en el Pueblo de las Marimalditas, y a dejarte allá abajo, zombie perdida.
-Sí, nena.
-Lo que se me ocurrió, es que yo… el nombre que tengo en el DNI, no es el verdadero, tía, porque el que me puso mi madre es Gabriel, pero desconocía cual era mi primer apellido. El apellido de mi padre biológico.
-Y tampoco sabías el apellido de tu madre biológica, nena.
-Claro, tía, por eso supuse que cuando aquella pluma voladora me pinchara, se le jodería el software y se volvería loca.
-¡K JEBY, NEEENAAA! Claro, por eso se prendió fuego y todo. Se volvió loca del coño la pluma voladora, nena.
-Sí, tía –y se tocó la cabeza con el índice-. Que a veces, pienso, Dolly.
-Ya veo, ya… ¡lástima que sólo sea en situaciones de vida o muerte, nena!
-¿Sabes lo que podemos hacer nada más llegar? Tú ventilas la casa, le hechas de comer a Furcia, y yo me voy al chino de la esquina y compro un menú para cuatro, y nos lo comemos y hacernos las muertas hasta que dejemos de estar agotadas, tía.
-Sí, nena, que llevo sin dormir y sin comer de manera NORMAL, ni se sabe cuantos capítulos.
-Pues eso será lo que haremos, tía.

Y así hicimos, nenas. Comimos comida china hasta que casi empezamos a hablar en chino, nos pusimos la tele, y nos quedamos fritas viendo Qué Bello es Vivir, que como todas las Navidades, la echaban no se cuantas veces en Antena 3.


~FIN~

viernes, junio 16, 2006

~34~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Se ataron todos los cabos, sargentos y soldados rasos marcando paquetón, de esta Segunda Temporada de Desperate Housegays. Yo seguía con vida, y Gigi, y la gente que había desaparecido del Valle Takami, y otra gente que había desaparecido durante años en el pueblo de Cien Pasos, y Bruno, que estaba más bueno que nunca, también estaba allí, como en las bodas: para lo bueno, para lo malo, ¡y para echarme un polvo, nenas! ¡PERO! La maldición aún persistía y la iglesia sumergida se venía abajo.

-¡Vamos a morir, tía! –me chilló Gigi.
-No mientras yo viva, nena. Además, esta aventura termina en el Capítulo 35.
-¡Con nosotras MUERTAS! –recalcó dando rienda suelta a su ataque de pánico.
-¡No, Gigi!
-¿Por qué, Dolly?
-¡Porque hemos llegado... donde ninguna marika en su sano juicio ha llegado antes!
-¡Como en Star Trek, tía!
-Más o menos, nena.
-¡Dolly! –chilló Bruno desde alguna parte.
-¡Un segundo, nene! ¡Que esta es mí secuencia!
-¡Protegeros en los muros laterales! –siguió diciendo, sin importarle que este fuera mi momento.

Un berrido, ni animal ni humano, una baja frecuencia como la que tenían los trípodes en La Guerra de los Mundos, sonó estrepitosamente y todo volvió a menearse violentamente; la Bestia seguía fuera. Lo supe, porque las vidrieras de la iglesia se oscurecieron cuando pasó delante de ellas, nadando en círculos alrededor de la iglesia.

-¡Gigi! ¡Ve con Bruno!
-¡Para qué!
-¿Para qué va a ser, nena? –y me puse en jarras-. ¡Para seguir con vida, nena!
-¿Y tú qué vas a hacer?
-Haré, lo que tengo que hacer.
-¿Poner fin a todo esto, tía?
-No, nena, eso será en el Capítulo 35.
-Ah. Entonces me quedo.
-No, nena, que es muy peligroso.
-¿Y ahora me lo dices?
-Más vale tarde, ¡que perderte las rebajas del Springfield, nena!
-Yo me quedo contigo, tía.

El techo volvió a crujir y a abrirse más vías de agua.

-¡Si me juras que llego viva al Capítulo 35, tía! -critó Gigi viendo el techo desmoronarse.
-Si te quedas, serás un estorbo, Gigi.
-Mira, me has llamado cienes de cosas, pero “sorbo”, nunca, tía.
-Mira, nena, estoy a punto de hacer algo, por lo que quizá muera… o mueran los que tenga al lado.
-¡Me arriesgaré! –dijo Gigi, y la bóveda crujió sobre nuestras cabezas-. ¿Qué pretendes hacer, tía?
-¡Acabar con la maldición!
-¿¡Cómo, tía!?
-¡Con dos cojones! ¡Y con la vieja meona! –y la busqué con la mirada, porque entre la tenue luz, era fácil encontrar algo que brillaba de color azul, como un gusiluz… y la encontré-. ¡Clarita! -el fantasma de la vieja meona se detuvo, porque estaba corriendo en círculos (para variar), y me miró-. ¡Clarita, ven aquí!
-¡Soy una cochina, una cochina! ¡Oh, sí, sí, sí! ¡COCHINA! ¡Eso es lo que soy! ¡Cochina!
-¿Y ahora se entera la tía? –murmuró Gigi, y a mi casi me entró la risa.
-¡Calla, coño! –y la llamé otra vez-. ¡Clarita!
-¡Clarita, COCHINA! ¡Cochina! ¡Cochinacochinacochina!
-¡Nena, vente pacá, coño, que te voy a contar algo!
-¡Cochina! –repitió en su demencia.
-¡Sí, nena! Pero vente pacá, ¿quieres?
-¡Cochina!

El suelo se inclinó unos grados, y las grietas en el techo se abrieron más. Gigi gritó, y yo también claro, porque aunque sea la prota, no iba a dejar de tener miedo a tal desastre.

-¡CLARITA! –y vi que dejaba de correr en círculos y me miraba-. ¡Nos tienes que ayudar!
-¿Ayudar? –preguntó Gigi, mirándome.
-¿Ayudar? ¿Clarita? ¿Ayudar, Clarita?
-¡Sí, nena, ven a ayudarnos!
-¿En qué coño nos va a ayudar la trastornada esa?
-Gigi, por FAGOR, calla… ¡Clarita ven, vamos! ¡Tienes que ayudarnos!
-¡Clarita ayuda, como a papá ayuda! Oh, sí, sí, sí… -y corrió hacia nosotras, haciendo eses y soltando unas cuantas carcajadas desafinadas por el camino.
-Dolly –me susurró Gigi-. ¿Con qué narices no va a ayudar esa chalada?
-Con eso, nena…

Y me moví a un lado para que pudiera ver el ídolo pagano de piedra que había sobre el altar. Aquel del que había surgido la bestia que había maldecido al pueblo de Cien Pasos, y que la había traído de vuelta a la tierra.

-Clarita ayuda, AYUDA, ayuda…
-¡Bien, Clarita! –y señalé con un dedo el artefacto del Dior pagano aquel-. ¿Verdad que lo habías visto antes?
-¡CLARO! Clarita lo cuidaba. Papá dejaba que Clarita lo limpiara y lo lavara. Clarita siempre lo limpiaba.
-¿Sabes cómo se… desconecta?
-¿Desconecta? ¿Desconectadesconectadesconecta?
-¡CORTA EL CABLE ROJO, DOLLY! –gritó Gigi.
-¿Pero qué cable rojo, ni qué leches, Gigi? ¡Esto es de piedra, nena! –y al decir esto, rocé la estatuilla con un dedo y sentí una descarga de poder, de enorme poder recorriéndome el cuerpo y un zumbido que silenció todo el ruido que nos rodeaba-. ¡ÁAAAAAAAAAnnngela María! –y me aparté del trasto-. ¡Me ha dado calambre, nena!
-Eso te pasa por no cortar el cable rojo, tía.
-¡Gigi! –le grité y me puse a pensar, cuando vi la cara de sorpresa en el fantasma de Clarita-. ¿Qué pasa, Clarita? ¿A ti no te da corriente? –y lo negó con tal violencia y tantas veces, que pensé que se le iba a salir la cabeza despedida en cualquier comento.
-La piedra no corriente…
-Pues me ha dado, nena.
-No da corriente, oh, no, no, no…

Dijo alargando las manos para cogerlo, pero al ser un fantasma, sus manos sólo cogieron aire.

-¡Pues claro que no le da corriente, tía! ¡Porque la tía es “transpariente”!
-¡K JEBY! –dije y me puse en jarras-. ¡Pues el plan que tenía para salvarnos, acaba de irse a tomar por culo, nenas! ¡Así que no queda otra cosa que el Plan B!
-¿Y cual es?
-Gritar hasta morir aplastadas y ahogadas cuando se venga abajo la iglesia, nena.

Nos miramos y chillamos a DUET del pánico que nos entró; Clarita, tozuda, seguía intentando cogerlo, pero sus manos atravesaban el ídolo satánico y esto la hacía enfurecer, pegar gritos y correr en círculos.

-¡Un momento! –dije levantando las mano derecha-. Se me ha ocurrido otra cosa. Y cogí a Gigi, a su mano, más concretamente, y toqué con ella el ídolo. La respuesta fue la misma, a las dos nos arreó una descarga de mil pares de cojones.
-¡Tía, qué cabrona que eres! –chilló enfurecida Gigi.
-¡Tenía que intentarlo, nena!
-Pues avisa antes, tía. Que me has dejado los deditos sin sensibilidad.
-Clarita…¡Clarita! –grité hasta atraer su atención, y dejó de correr en círculo-. Tú eres un fantasma, yo tengo cuerpo… ¡y el deuvedé de Ghost! ¿Vale? –ella me miró como si le hablara en suahili-. Vamos a hacer un experimento, ¿Oka, Clarita?
-¿Experimento? ¿Clarita un experimento? ¿Qué experimento?
-No te muevas, ¿vale? -aguanté la respiración, anduve dos pasos hacia ella y cerré los ojos hasta meterme dentro de su cuerpo, o ella dentro del mío. Abrí los ojos y lo vi todo azul. Estaba viendo desde el interior cuerpo de Clarita.
-¡Holy Manolis! –dijo Gigi-. ¡Dolly, tía, pareces un fantasma de JEDI MEONA! ¡TÍA!
-Clarita… -dije, y oí la voz de ella como si hablara por mí-. ¿Te encuentras bien?
-Clarita está… -dijo Clarita retumbando en mi cabeza.
-Ya sé que estás, nena, lo veo todo azul, pero ¿Cómo te sientes, Clarita?
-Cool, nena.
-¡K JEBY! –chillé yo-. ¡Bien, Clarita! Esto va a ser como Mazinger Z, ¡y no me preguntes! Tú sólo haz lo que yo te diga, ¿vale, Clarita?
-Ooooookey! –dijo como medio piripi por el cool que estaba chupando de mi cuerpo.
-Tú serás el cuerpo de Mazinger y yo Koji Kabuto.
-Yo soy Clarita –dijo Clarita.
-Ya nena, pero vamos a hacer como en las películas, ¿sabes?
-Nop… -dijo ella.
-Lamento interrumpir, Woopy Goldberg –dijo Gigi con retintín-. Pero la iglesia ¡SE ESTÁ CALLENDO A CACHOS Y SE ESTÁ INUNDANDO, TÍA!
-Clarita… -la llamé.
-Dime, nena –me dijo ella, que cada vez se iba volviendo más cool, gracias a lo que asimilaba de mi cuerpo.
-Vamos a darle un lavado a la figurita, ¿vale, nena?
-Pero está limpia, nena.
-Sí, nena, pero vamos a dejarla más limpia. ¿Vale, Clarita?
-¡Síp! Ooooookey!
-Oka, nena, pues vamos a coger la figurita entre las dos, y a llevarla a aquel… lavamanos de allí, y la lavamos, ¿vale?
-¡Oookaaa, nena!

Desde luego, no había ningún lavamanos en la iglesia, nenas. Lo que había visto y hacia lo que me dirigía dentro del fantasma de Clarita, era una pila de agua bendita. Desconocía que efecto tendría meter aquella figurita en el agua bendita, más que nada, porque no sabía si estaba bendita o maldita, pero en todas las iglesias siempre el agua está bendita, coño. Así que supongo que ocurriría como en las películas de terror, donde sale el diablo y que al rociarle con agua bendita, se pone hecho una furia y todo eso. Quiero decir, que tras meterlo en la pila, tendría que pasar algo tan... ¡de DIABLOS!, que ya podía salir corriendo por patas, en cuanto la mojara.

Clarita y yo cogimos aquella espantosa figurita, que me recordó a las espantosas figuritas que venden en las tiendas de los chinos, y que sólo una ciega tendría el valor de comprársela. El tacto fue normal. Nada de calambres, ni posesiones. Era tacto de piedra rugosa… y muy pesada. Porque yo la llamaré aquí figurita, pero la mierda aquella era como de medio metro de alta ¡y pesaba un huevo kinder, nenas!

-Vamos a lavarla, vamos a lavarla, a lavarla, oh, sí, sí, sí…
-Eso es, Clarita. La vamos a dejar, como los grifos del bidet de la Preisler.
-Cool… -dijo Clarita, cuando estábamos justo al lado de la pila llena de agua.
-Vamos a lavarle primero el pelo, ¿vale?
-Clarita siempre empieza por los pies.
-Sí, Clarita, pero hoy empezaremos por la cabeza, ¿vale?
-
-¿Qué pasa Clarita?
-Clarita nunca le lava la cabeza, no le gusta. Oh, no, no, no.
-¿Estás segura, Clarita?
-Oh, sí, sí, sí.
-¡Pues se va A JODER, NENA.

Y giré la figura poniéndola patas parriba y le metí la cabeza dentro del agua bendita, y fue como escupir en una sartén de aceite hirviendo. El agua saltó repelida, y la figura cobró vida. ¡Ardía! Y la bestia que merodeaba nadando por el lago, por fuera de la iglesia, emitió otro de sus particulares berridos, estremeciendo todos los ladrillos de la iglesia y provocando un sismo que hasta yo me asusté, pero, aunque me quemaran las manos, y aunque Clarita no parara de chillarme dentro de la cabeza “mentirosa asesina”, no dejé de sujetar aquella figura de piedra que se retorcía en mis manos, para mantenerla bajo el agua.

Sentí como si me despegaran de un velcro gigante, y vi al fantasma de Clarita a mi lado, chillando y arrancándose los pelos de la cabeza a puñados, pero yo seguí a lo mío, manteniendo aquella cosa, o parte de aquella cosa, dentro del agua bendita.

-¡Asesina, Asesina, Asesina! –no paraba de chillar Clarita, cuando una de las vidrieras reventó, trayendo consigo una auténtica cascada de agua de la que surgió un tentáculo enorme, y el ojo de la Bestia (a modo de tapón), cortó el paso del agua del lago, al introducirse por por el marco de cristal roto.

El tentáculo cogió a Clarita, y lo asimiló en millones de partículas de polvo azul, por sus innumerables ventosas, y yo chillé, y Gigi también, porque conozco del timbre de sus chillidos, y todos los demás que estaban allí atrapados, como nosotras, también chillaron, y las manos me ardían como si las tuviera sumergidas en lejía, y la figura se partió en decenas de grietas y ya fragmentada, no hubo ningún obstáculo para que cayera dentro de la pila y el agua bendita la cubriera completamente.

La bestia bramó provocando otro temblor, y vi su pupila dilatarse y dilatarse, como si le fuera a explotar en mil pedazos, que fue exactamente lo que sucedió. Explotó en un amasijo de agua dulce, carne y sangre, y el lago Takami cayó sobre nosotros inundando completamente la iglesia.

lunes, junio 12, 2006

~33~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Se cuenta lo más JEBY de esta historia, nenas, así que no me seas puta, ni vaga, ni puta vaga, ni esperes que te haga un resumen de 4 líneas. Retrocedes un capítulo y te lo lees… que si haces el sacrificio de entrar en este blog desde Venezuela, México, Argentina, Perú, Chile, Uruguay (que debe ser muy gay), Puerto Rico, Costa Rica, Alemania, Holanda, USA, UK (guayominís, tu poins), Bolivia, media España (porque la otra media no se ha enterado de que existo pero, ¡SE ENTERARÁN!)… bien puedes perder el tiempo leyendo el capítulo 32, ¡¡¡neeenaaa…!!!

¡¡¡Habían matado al cura vampiro volador delante de mis narices!!! ¡Con diurnidad, nenas (claro, porque lo mataron de día) y con alevosía, tía!

Pero yo, tal y como estaba en aquel estado de flash back etéreo, me sentí salvada de que no pudieran hacerme daño la turba de pueblerinos psicóticos, asesinos y completamente trastornados, por las palabras de Fernando Morales y su hija, la meona trastornada.

-¡Menos mal que soy transparente, neeenaaa!

Todos, pero absolutamente todos, dejaron de apalear, patalear, pisotear y hostiar al cura ensangrentado, para volver sus cabezas y miradas hacia mí.

-¡Vaya! ¿Ya no soy transparente? –me pregunté con un hilillo de voz.

El terror me paralizó. Sí nenas, porque por más que me impulsaba con el culo, ninguno de mis pies se movió. Y el rabo, tampoco. Entonces en medio del pánico, tuve una idea.

-¡Tranquilos! ¡Vengo del futuro! –y adopté mi mejor pose, emulando a la chola esa del pelo blanco y vestida de fibra óptica, como la novia de Ultramán, que se teletrasporta para venderte el detergente. Y bien que podía venir del futuro, porque no olvidemos que iba con mi traje de “margullir” neoprenada desde el cuello hasta los tobillos.

Aquello no funcionó, nenas. Seguían mirándome y avanzando hacia mí, con intenciones… dudosas. ¡Qué digo dudosas! ¡Tenían pinta de querer arrancarme la espina dorsal y ponerse a saltar a la comba con ella, neeenaaas!

Entonces, el Fernando Morales del pasado, puso a su hija tras él (cosa difícil, porque la endiablada niña, es que no se estaba quieta ni sumergiéndola en nitrógeno líquido), y una vez la protegió con su cuerpo, dijo, con aquel extraño brillo que le rodeaba en forma de aura maligna…

-Domine, dirige… ¡¡¡nos!!!

Y en ese instante, la estatua pagana marrana comenzó a brillar de la misma forma que él, y como en el final de En Busca de Arca Perdida (y si no has visto el final de En Busca del Arca Perdida, ¡ya te vale, nena!, que has tenido tiempo de verla, desde 1981), de aquella estatuilla que vibraba, emergieron decenas de tentáculos viscosos que sonaron a pedorreta bajo el agua, y uno a uno, atravesaron los cuerpos de todos los aldeanos; los apéndices de un color rosa grisáceo y sucio, empalaron a todos a la altura del pecho, reventando todo hueso que se interpusiera en su camino. Crepitando como nueces, los tentáculos empalaron a todo Dior, nenas.

Volví a recuperar el control de mi cuerpo y eché a correr hacia la entrada de la iglesia, pero me detuve para mirar atrás, porque sí, nenas, soy morbosa, ¿vale?, y si quería contar esta historia en este blog, tenía que quedarme hasta con el más mínimo detalle, aunque ahora mismo, ese detalle fueran pechos reventados, agonía en forma de gritos y chorros de sangre por todas partes.

Los aldeanos reflejaban el terror y la sorpresa en sus caras, cuando los tentáculos, que se contaban por decenas, les atravesaban y se los bebían, y no literalmente, nenas, sino que se los bebían de verdad. Les dejaron en los huesitos mismos… hasta que la piel se les pegaba y tensaba sobre los huesos, y sus ojos se alzaban hasta mirar en el interior de las cuencas, convirtiéndose en esqueletos vestidos de piel; las ropas que llevaban cayeron al no tener percha donde sostenerse, y aquellas personas, aún gritaban ¡en su dolorosa agonía “esqueletuna”!

Fernando Morales chillo algo más, ¡pero cualquiera le entendería, entre el mar de gritos y ruegos al cielo!, que poco sirvieron pasa salvar sus cuerpos y condenar sus almas.

Como aspiradoras, los tentáculos bebieron hasta gastar los fluidos corporales, y después se enroscaron a ellos y los trituraron, y siguieron alimentándose de los huesos y tuétano, así como de la sangre que había salpicado aquí y allá. Y la iglesia crepitó, y varias imágenes religiosas de Santos, que no tenía el gusto de conocer, fueron recorridos de la cabeza a los pies por enormes grietas, que las quebraron de un golpe.

Los gritos se apagaron y poco después, los lametones de aquellas cosas tentaculares, se detuvieron y regresaron al interior del ídolo pagano fulano de piedra, que ahora se movía. No el chisme, nenas, se movía la superficie. Tenía un color parecido al de la carne humana… ¡coño, como mi carne! ¡Aquel bicho que antes era de piedra, estaba tomando cuerpo… ¡Y SE MOVIÓ! ¡JARL! ¡ESTABA VIVO! ¡¡¡VIVO!!!

Mirad, nenas, vale que os tenga que contar todo lo que viera, pero como se suele decir en este tipo de situaciones incómodas: "primero yo, después yo y por último YO. ¡¡¡MARIKA EL QUE NO CORRA!!!".

Y eché a correr hacia el exterior de la iglesia, cuando me empotré contra las puertas cerradas a cal y canto, que segundos antes no estaban cerradas. El guarrazo que me metí, me dejó medio pallá, y con la vista desenfocada, y hasta diría que alguien había dado al botón del brillo y el contraste de mis ojos, porque todo estaba más oscuro. ¡Y tanto, nenas! Volvía a estar en el presente! ¡En la iglesia sumergida!, y me había estrellado contra la puerta de madera apuntalada y con sacos terreros, para no dejar entrar el agua del exterior.

Súper mareada, me senté usando las manos para ver dónde estaban los sacos de tierra, porque las heroínas no se caen, nenas, sino que se sientan con estilazo, a ver si se me pasaba el mareo que me tenía medo atolondrada. Así que puse aquella mirada obtusa, que tenía la Paltrow en El Capitán Gay y el Mundo del Mañana (aunque la Paltrow tiene esa mirada obtusa, de nacimiento), mientras me sobreimpresionaban imágenes con titulares de periódicos, y vi lo que pasó.

“Misteriosa desaparición de los habitantes de Cien Pasos”; “La Guardia Civil investiga el paradero de los 32 habitantes de Cien Pasos”; “Nosotros no vimos nada raro. Declaró Fernando Morales, que vive con su hija a pocos kilómetros del pueblo”; “Se reanuda la construcción del embalse en el pueblo fantasma de Cien Pasos”; “Catástrofe en la construcción del embalse de Cien pasos. Mueren 20 obreros”; “Se paralizan las obras en Cien Pasos”; “¿Es el pueblo de Cien Pasos, un pueblo maldito?”; “Doce Niños desaparecen al internarse en el pueblo fantasma de Cien pasos”; “La Guardia Civil Investiga las misteriosas desapariciones en Cien Pasos”; “Nuevo plan de saneamiento para Cien Pasos. Se construirá un lago artificial”; “Descubierta una extraña bacteria en el lago de Cien Pasos. Se prohíbe el baño.”; “Yo lo vi. ¿Hay un monstruo en el Lago de Cien Pasos?”; “Takami Corporation puja para comprar los terrenos del antiguo pueblo fantasma de Cien Pasos”; “El Valle Takami, será un resort de lujo”; “Próxima apretura del Valle Takami”; “Retraso en la apertura del resort Takami. ¿Vuelve la maldición de Cien Pasos?”

-¡Vale ya de titulares, que parece esto el informativo de Antena 3! –grité a mi mente, y volví al presente, a oler la humedad y la tierra de la iglesia sumergida, y a poder ver mejor con aquella mortecina luz.

Todo el pueblo maldito que estaba allá abajo, y los que habían secuestrado de las instalaciones del valle Takami, estaban otra vez de pié, mirándome con sus ojos blancos… como si esperaran algo.

-¡Os engañaron! -les grité-. ¡Os engañaron a todos! ¡El jodido Fernando Morales os engañó! No sé qué coño os prometió que iba a pasar, pero os engañó, os utilizó, y os maldijo como a este pueblo.
-¡MI PAPÁ, NOOO! ¡¡¡OH, NO, NO, NO…!!!
-¡HUALA, NEEENAAA! –chillé, poniéndome en pié de un salto, al ver a la vieja meona correr hacia mí en su forma fantasmal y con la cabeza bien puesta sobre los hombros.
-¡MI PAPÁ, NOOO...!
-Sí, nena, ¡tu papá! ¡Y se acabó el mear a la gente, COCHINA!

El fantasma de la vieja meona, se detuvo a un metro de mí, como si no se esperara que la llamara cochina, cuando en realidad, era una mega cochina de narices, pero… ¿y si nadie le había dicho que eso era malo?

-¿Cochina? –repitió ella.
-Sí, nena, no se puede ir por la vida meando a la gente. ¡Y tampoco se puede ir en LA OTRA VIDA, berreando como una loca y meando a la gente!
-¿Cochina?
-Sí, nena, es duro aceptarlo, pero así son las cosas y así se las hemos contado –y me crucé de brazos, para darle más solemnidad a este fin de frase.

Un sonoro CRAMP, como si el fondo del lago crujiera bajo nuestros pies, sacudió instantáneamente la iglesia, y hasta pareció que se hundía medio metro bajo nosotros. Oí gritos de mujeres, de varias mujeres, y al ver a todos los que me rodeaban, vi que volvían a tener ojos normales. Fue como si salieran de aquella maldición que les había hechizado a todos. Bueno, a mi no, porque una más sabe por vieja que por diabla, y además soy muy puta y en peores plazas he toreado, y además: ¡soy de las que han estado en el Lether, Y HAN REPETIDO! ¡Esa soy yo! ¡Dolly Partos!

-¿Dolly?

Reconocí aquella voz al instante. Y Algo se me movió entre las piernas.

-¡BRUNO! –y corrí hacia él, aunque no tenía ni puta idea de dónde estaba, atravesando el fantasma de la vieja meona… pero al final, lo vi y corrí y le abrazé y…
-Dolly, hueles a orina que tumbas.
-Mira, marikón: o me besas después de todo lo que he tenido que hacer para salvarte la vida, y salvar a Gigi, y salvar a todo el mundo, o nadie llorará de emoción, ni todas las marikas repartidas por este mundo que leen este blog, sacarán sus kleenex para secarse esa lagrimita que cuelga de sus ojos y…
-Dolly.
-¿Qué?
-Cállate –dijo y me besó de tal forma, que no me desmayé allí mismo porque si no, ¡a ver quién coño os iba a contar lo que pasaba en los dos capítulos que faltan para terminar la Segunda Temporada de Desperate Housegays, neeenaaas…!

Otro CRAMP, más fuerte que el anterior, agrietó las paredes de la iglesia y el agua comenzó a entrar. Yo me abracé con más fuerza de Bruno, que… por DIOR, cómo me ponía este hombre y su cuerpo recio, mientras que el mío estaba para ponerlo directamente en el Zara Taras.

-¡Gigi! –recordé, como me suele pasar siempre al final de más de un capítulo, me acordé de mi amiga-. ¡Bruno, le he pegado un puñetazo a Gigi allá, en el altar! ¡Tengo que ir a buscarla! ¡Gigi está viva, Bruno! ¡Gigi está VIVA!

Y me aparté de él, no sin antes hacer una enorme inspiración y quedarme con su olor dentro de mis pulmones, y salí corriendo hacia el altar mayor de la iglesia.

-¡Gigi!

La gente comenzó a chillar cuando cayeron los primeros cascotes del techo, y después, chorros de agua por todas partes, como duchas desmadradas del ejército. (Mmmm). Sin comentarios, nenas.

-¡GIGI! –y la localicé y la cogí, porque estaba K.O. total-. ¡Gigi! ¡Abre los ojitos, nena! ¡Que se nos hunde el techo, coño! ¡Abre los ojos, Gigi! ¡Abre los ojos!
-¿Sofía? –dijo Gigi volviendo en sí.
-No , nena, no soy Penélope Cruz, ni tú Eduardo Noriega, ni esto es Abre los Ojos de Amenábar.
-¡Tía, qué jeby! ¿Dónde estamos?
-En mi Blog, nena. ¡A punto de palmarla!

Gigi se recuperó al instante, chilló y se abrazó a mí.

-¡TÍA! ¡Estamos otra vez en la jodida iglesia del yuyu mortal!
-¡Por poco tiempo, nena!
-¿Por qué, tía? ¿Vamos a escapar?
-No, nena, ¡porque se está cayendo a cachos!
-¡HOLY MANOLIS! –y me miró de arriba abajo-. ¡Tía, estás súper ideal con ese traje para “margullir”!
-¿A que sí, nena? –y posé un instante.

Un cascote de escayola y cemento, del tamaño del culo de María Teresa campos, centímetro arriba, centímetro abajo, se estrelló a medio metros de nosotras y se hizo añicos, ametrallarnos con piedrecitas. Gigi y yo nos cubrimos la cara y chillamos al estilo Cheerleader. O sea, abriendo tanto la boca, que parecía que nos iban a entrar todas las pollas del equipo de rugby de Milwaukee.

¡JARL! ¡Ya quisieran las de Milwaukee vernos por allí!

viernes, junio 09, 2006

~32~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

A punto de perder el gusto por los culos masculinos, gracias a la aportación de la Pelos, (Pablo, el segurata), nos fuimos las dos ultraceñidas y marichachis con nuestros trajes de buceo a la iglesia sumergida; la Pelos desapareció en los tentáculos del kraken (que no era un apuesto alemán del mundial, no, nenas, sino un BICHAKO, NEEENAAAS!!!), pero yo sobreviví, y entré en la iglesia descubriendo a toda aquella gente desaparecida, en un estado trance (y no por la música, porque allí no sonaba música, aunque cantaban), y volví a ver a Gigi, ahora posesa perdida, como directora de orquesta de aquel cotarro pagano satánico pandemonium miserere.

-¡GIGI! ¡Bájate de ahí inmediatamente, neeenaaa! –le grité haciéndole un gesto para que se viniera conmigo.

Gigi me sonrió y extendió las manos hacia mí, como si esperara que corriera a abrazarla.

-¡Y un cojón de mona paquistaní, nena! ¡Que se te ve muy rara, nena! ¿Qué te has tomado?
-Ven conmigo y presencia el milagro –dijo con una voz, que desde luego no era la de Gigi, mi Gigi, y con un timbre en los graves que hacía vibrar el suelo.
-¡No, nena, que soy atea! ¡Bájate de ahí, coño!
-Mi señor perdona a los pecadores…
-¡Uis nena!, gracias pero no, que yo tengo muchos pecados que perdonar, y tu señor se iba a dormir escuchándolos.
-Únete a nosotros…
-¡Never, pussy! No lo hice con los del ING cuando me llamaron a casa, y no lo voy a hacer… en este… ¡muermo de iglesia, nena! ¿Pero tú has visto esto bien? ¡Esto es peor que el Lether en sus horas bajas, nena! ¿Te vienes o qué? ¿Por qué como me hagas ir a buscarte, quizá te arrepientas.
-Y del arrepentimiento nace el perdón.
-¡Gigi!

Yo estaba cagadita, porque decenas de pares de ojos blancos, los ojos fulgurantes de todas aquellas personas secuestradas allá abajo, se clavaban en mí. Pero no a mirarme el paquete, ¡que ya me habría gustado! No nenas, me miraban con caras de viciosillas posesas por el bichako que presidía el altar.

-Gigi… -repetí, porque me sentía peor que cuando fui a ver Matrix, en la que todo el mundo se enteraba de qué carajos iba la peli, ¡menos una servidora!
-Te espero… -dijo sin dejar de ofrecerme sus brazos.
-¿Sabes que Rosarillo ha sacado un disco nuevo?

La forma de mirarme de Gigi cambió, y hasta diría que arqueó una ceja.

-Sí, nena, ha sacado un disco de un concierto que grabó en directo, con otros cantantes.
-Ven… -dijo, como si alguien halara por ella, como si no fuera consciente de lo que decía, y se asustaba. Había miedo en su cara-. Ven…
-Creo que en el disco, hasta le canta una canción a su madre, y hace un dúo con… con… ¡La Barbería del Sur!

Sí, nenas, Gigi estaba pasando por su particular 59 Segundos, como el de la tele, pero con menos segundos, porque la Gigi, mí Gigi, quería decir algo, pero la otra Gigi, la Gigi directora de cotarros paganos satánicos pandemoniumnescos y misereres varios de Ontario… ganó el micro y el turno de palabra en sus 59 Segundos.

-Ven –dijo, pero ya no me invitaba, me lo ordenaba.
-¿Qué vaya?
-Ven… Dolly.
-¡Anda que no! –y me fui directa a ella, con paso marcial, como cuando vas a por esa camisa que tanto te mola en el Jack & Jones, y hay dos marikas sobeteándola y queriendo comprarla, y tú vas a por ella, con el poder de las Marikas del Universo, porque esa es camisa y nadie te la va a quitar... y menos dos marikas que no tienen ¡¡¡ni tarjeta VISA, neeenaaa!!!!

Llegué hasta donde se encontraba Gigi, me subí en el altar mayor sin que nadie me ayudara, ¡y mira que había gente! Sí, había gente... pero muy POCA educación y solidaridad con una marika que no está acostumbrada a subirse a los altares, y cuando la tuve delante de mis marices, y me refiero a Gigi, y no a la gente, mirándole directamente a los ojos, le dije mega cabreada.

-¡Se acabó la tontería, NENA!

Y aunque parezca mentira que yo hiciera tal cosa, le metí tal puñetazo a la Gigi, que oí como le hacían CRACK! los piños, y después voló momentáneamente y cayó al otro lado del altar.

-¡Ay mis nudillos, neeenaaa! ¡Que se me han quedao como los del físico matemático ese! ¡El que tenía los deditos torcidos! –y me tranquilicé-. Bueno, en realidad, Stephen Hawking… ¡tiene todo el cuerpo torcido, neeenaaa!

Cuando dejé de chillar y de mirarme los dedos torcidos, comprendí que algo estaba pasando. Bueno, más que comprenderlo, oí las megatortas que se daban en los bancos de la iglesia, cuando todos los cuerpos cayeron, como si les hubieran desconectado la ADSL… reinando un tremendo silencio. Hasta la niebla comenzó a disiparse.

Me senté en el altar, y cuando fui a dejarme caer de pié en el suelo, y con un dolor terrible en los dedos de la mano derecha, una vibración me sacudió las pantorrillas. Fue un momento de vértigo. Como cuando sabes que al caer, caerás sobre suelo firme y vas y te escoñas viva, porque el puñetero suelo no era lo firme que aparentaba. Fue esa misma sensación, porque tras pisarlo, en ese vértigo de inseguridad e ingravidez, terminé de rodillas, apoyándome con la mano que no había usado y sintiendo unas ganas de “gomitar” tremendas. Y eso que llebaba no se cuantas horas sin comerme nada, ¡ni una polla, nenas!

¡Ya está! Me dije. ¡Ya estoy posesa! Al dejar KO a Gigi, sea lo que sea lo que se le había metido en el cuerpo, ¡AHORA LO TENÍA YO! Bueno, fue mi primera impresión, porque de verdad nenas, que me sentía fatal, pero al levantar la cabeza, vi que no era yo, que era el decorado… ¡¡¡Pero yo estaba en el decorado!!! ¡¡¡K JEBY, NEEENAAA!!!

Me alejé de mi misma, porque mi otro yo seguía con las rodillas hincadas en el suelo y apoyándome con una mano, mientras la iglesia giraba en sentido contrario a las manecillas del reloj… ¡RECONSTRUYÉNDOSE! Pero yo seguía retrocediendo y alejándome de ellos, hasta que mi espalda impactó con una especie de melaza, y se volvió todo oscuro y silencioso, hasta que salí de esa especie de melaza. ¡Había atravesado los muros de la iglesia, y ahora estaba en un prado verde, bajo la luz de un radiante sol, y todo volvió a enfocarse o a detenerse, porque dejó de girar…! Y sentí otra vez mis pies sobre la hierba fresca y crujiente.

La campana de la iglesia tañó, y yo miré a mi alrededor, aún megaflipada, creyéndome Marti McFly Gay, como en Regreso al Futuro, aunque en realidad toda la película transcurre en el pasado, viendo lo que era el fondo del lago muchos años antes… una pequeña comunidad de campesinos, con casitas modestas, pero ojo, súper verde todo y muy limpio, pero sin carreteras de asfalto.

La campana seguía repicando, ahora un poco más rápido, y todos los que allí vivían, salieron de sus casas y fueron derechitos a la iglesia. Parecían muchos, pero en realidad los habitantes de aquel sitio no llegaban a la treintena, en número, nenas, porque en edad... rebasaban los 50 o más. ¡Mira, como en el Lether!

Oí un griterío, que lo provocaba una niña, pero gritaba como su fueran cien niñakas en la mañana de Reyes. Volviéndole a mi espalda, la vi venir. Era una cría de diez o más añitos, con pinta de haberse fumao la hierba de un huerto psicotrópico cercano, que venía directa a mi. O sea, que me embestía sin dejar de mover las manos como si fueran aspas de molino, chillando, y muy mal vestida, por cierto.

-¡Nena, cuidao! –le chillé, pero la niña cabrona ¡ME ATRAVESÓ!, y sentí en mi cuerpo como cuando alguien te da un tirón en los vaqueros, y un pestilente olor a orina. La niñaka aquella acababa de atravesar mi cuerpo, como si fuera un ¡Bruce Willis! Digo... ¡Un Sexto Sentido! ¡DIGO! ¡Un fantasma, coño! ¡Pero no la niña, nenas, sino, YO MISMA! -¡¡¡Estoy muertaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! –berreé.

La niñaka siguió corriendo derechita a la iglesia, como todo el mundo, y a mi me faltaba la respiración del pánico que me había entrado.

-¡No he viajado al pasado, nena! ¡Estoy muerta, neeeenaaaa! –y me toqué, y sentí que me tocaba-. ¡Pero tengo tacto! –y levanté la cara-. ¡Y siento el sol! -y me dieron ganas de cantar como Marisol, pero me reprimí, porque sólo sabía tararear las canciones, pero no la letra.

Intentando elucubrar en qué estado de la materia podría estar mi cuerpo, pasó en esos momentos alguien a mi lado, que al recordarle, pese a lo joven que aparentaba ahora, me hizo dar tal grito... que hubiera matado de un susto a un ornitorrinco. De haber ornitorrincos por la zona, claro.

-¡¡¡EL FANTASMA DE FERNANDO MORALES!!! –chillé, pero él ni se inmutó, y seguramente, no era ni el fantasma, porque se le veía bien vivito y fornido, cargando una cosa grande, cubierta por una manta y que llevaba a la iglesia.

Y ocurrió algo más… algo que estaba segurísima, que sólo yo podía ver, algo que iba dejando aquel joven, aunque talludito Fernando Morales del pasado. Allá donde pisaba, la hierba brillaba… pero no era sólo la hierba… era todo el contorno de su cuerpo lo que brillaba, con un brillo blanco, que luego se convertía en azul y desaparecía.

Me acordé de Depredador y la visión rara que tenía, porque era un alien rasta, qué cojones, y supuse que esa visión que tenía en plan súper poderes, me había sido concedida al viajar en el pasado, como fantasma vivo pero con tacto; seguro que una puta de estas que te lee el futuro si las llamas por teléfono, se quedarían tan anchas diciéndote que estabas experimentando un viaje astral. Pero no, nenas, lo mío no fue viajar entre los astros, estrellas y cometas. Era un viaje al pasado… pero como testigo invisible.

Estaba asustada, sí, pero por mucho que lo estuviera, si estaba allí es porque algo o alguien, me había enviado para que lo viera, y no me refería a que viera el campo y lo cool que era aquel pueblecito o aldea, antes de que lo inundaran y convirtieran un lago… sino para que viera lo que había ocurrido en aquella iglesia.

-¡La virgen de madera! –dije yo-. ¡Fijo que me ha enviado ella para que viera esto! –seguí diciendo a nadie en concreto, más sola que la una, aunque por allí había una abeja, y por si acaso, iba la hijaputa y me picaba, decidí irme al interior de la iglesia, y me puse a andar en esa dirección, cuando la campana dejó de tañer.

Andando, me dije a mi misma que no fue la virgen quién me envió, porque no soy creyente, nenas, pero en momentos así, necesitas una imagen totémica, un dildo o algo como amuleto, para que me diera fuerzas… cuando iba a hacer lo que iba a hacer… entrar en la iglesia… y entré. Sin la virgen de madera, pero sí pensando que me protegería, más que nada, porque estaba en su casa, ¿no? Aunque también era la casa de Dior ¿No? ¡Basta ya, Dolly! ¿A ti qué te importa cuanta gente viva en la iglesia? ¿Eh? ¡Entra de una vez, nena!

Y entré.

-¡Blasfemia!

Chilló alguien muy cabreado, pero yo no me di por aludida. Si hubieran dicho ¡Dolly! Coño, pues claro que me sentiría aludida, pero no por ¡Blasfemia!; seguí andando muy segura, porque sabía que me protegía la invisibilidad, como a la rubia de Los Cuatro Fantásticos, y me fui directa al altar mayor, sin importarme toda aquella gente que había en la iglesia, ocupando su sitio en los bancos de madera.

-¡No permitiré semejante aberración en la Casa del Señor!
-¡El Cura Vampiro Volador! –chillé horrorizada, pero como nadie me veía ni me oía, la única que se horrorizó fui yo.
-No van a mover la aldea de sitio, Padre –le dijo Fernando Morales, con aquel brillo extraño alrededor de su cuerpo-. Lo van a inundar y a vosotros, a todos vosotros... os dejarán con una mano delante y otra detrás.
-¡He escrito al Obispo! ¡Pronto tendré noticias suyas! ¡Él intercederá por nosotros y nos ayudará!
-Quizá… -dijo Fernando-. Pero ya será tarde… y cuando les echen de aquí, yo y mi hija lo veremos todo desde nuestra casa, y diremos: "ya se lo advertimos… ya se lo advertimos".
-¡¡¡YA SE LO ADVERTIMOS, YA SE LO ADVERTIMOS!!! –repitió a gritos la niñaka loca aquella que apestaba a orines, ejecutando su particular baile psicotrópico.
-¡CALLA, Clarita! –le ordenó Fernando.

¡Clara, la que yo conocí como la vieja meona chalada (si es que no te has coscado aún, nena), era esa niñaka, que además era la hija de Fernando Morales! ¡K JEBY!

-¡No permitiré ni un minuto más, que esta imagen sustituya a Dios Todopoderoso en esta iglesia! –dijo el cura con rotundidad.
-La iglesia es del pueblo, Padre… y el pueblo la quiere aquí.
-¡No mientras yo viva!

Nadie respondió, pero estaba claro que fuera lo que fuera aquella imagen oculta por una manta, aunque yo ya me lo imaginaba, se iba a quedar en aquella iglesia; todo el pueblo se puso en pié.

-Usted no decide, padre, como le he dicho... decide el pueblo.
-¡¡¡DECIDE EL PUEBLO, DECIDE EL PUEBLO, DECIDE EL PUEBLO!!! –coreó la niña, zapateando y moviendo las manos como si se la comieran vivas las pulgas.

Todos los aldeanos salieron al pasillo central, y se encaminaron en silencio hacia el altar mayor, sobre el cual estaba aquella imagen que Fernando Morales descubrió al quitarle la tela, y que yo conocía perfectamente… ¡¡¡EL BICHAKO!!!

Mientras... todos, pero absolutamente todos los aldeanos, rodearon al cura y la emprendían a patadas y puñetazos contra el pobre hombre, que chillaba de dolor y se intentaba proteger con las manos de la barbarie. Yo sólo pude taparme la cara, para no presenciar aquel horror, porque siendo invisible y transparente como era, no podría hacer nada más.
Pero oí sus alaridos y la cantinela de la niñaka meona, que berreaba sin parar...

¡El pueblo decide!
¡El pueblo decide!
¡El pueblo decide!



viernes, junio 02, 2006

~31~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Casi mato a la madre de Gigi (anda que tengo la negra yo, con esta familia), y encima me entero que Pablo, el segurata que se había tirado Gigi, mi mega mejor amiga que ahora estaba en el cielo (con los angelitos), ¡sabía de la existencia de la vieja meona y del fantasma! Pero yo, que soy muy lista, sin ayuda de drogas experimentales, supuse que la gente secuestrada por el bicho del lago, seguía bajo sus aguas, en la iglesia sumergida.

-Te queda muy bien el traje de buceo –dijo Pablo.
-Lo sé, nena, pero si me sueltas esa floritura para que tu personaje no muera en este Capítulo, o en los cuatro que quedan, lo llevas claro, nena. ¡Porque ni yo misma sé cómo va a terminar éste desaguisado!

Y era verdad, porque el terror me tenía paralizada de arriba abajo. Bueno, toda no, porque mi polla va a su bola y es incontrolable. Ni la Charles Xavier de los X-Men con sus poderes mentales telepáticos, sería capaz de darle una orden. Sí, nenas, mi miembro tiene vida propia.

-¿Y tú no te pones el traje de buceo? –pregunté a Pablo.
-¿Ponérmelo... para qué? –respondió muy sorprendido.
-¿Para qué? ¡Para ir de concursantas al Pasa Palabra, nena! ¿Para qué va a ser? ¡Para bajar a la iglesia sumergida, neeenaaa!
-¿Bajar? ¿Yo? ¿Con eso que ha salido del lago?
-Con ESO, no, nena, conmigo, que no soy ningún ESO, ¿vale?
-¿Es necesario que baje yo también?
-¿Es necesario que llegues VIVA al Capítulo 35, nena? –le respondí con otra pregunta cruzándome de brazos.

Fue como meterle dos pilas duracell y un tripi al conejito del anuncio. Pablo se despelotó viva delante de mis narices, y claro, yo tuve una erección de campeonato olímpico, nenas, pero el neopreno del traje me quedaba tan bien, tan ajustado y tan ultraceñido, que no se me notaba nada, y para mis adentros, le dije: “¡Por fin te controlo, endiablada polla con vida propia!”.

De todas formas, la erección duró poco cuando Pablo, que estaba como los quesitos de La Vaca que Ríe, me dio la espalda y vi cómo le salía algo por encima de los calzoncillos espantosamente espantosos que llevaba puestos. Unos calzoncillos anafrodisíacos, y que harían gomitar a cualquier ser humano con un mínimo índice de decoro.

-¡Nena! ¿Qué llevas aquí? ¿A la Niña de The Ring?

Pablo se miró a la espalda y yo me flipé al comprobar que no llevaba a Sadako escondida en el interior de aquellos horribles calzoncillos, sino...

-¡¡¡PELOS EN EL CULO!!! –chillé horrorizada, sin importarme que el fantasma de Fernando Morales me oyera, porque aquellos pelos del culo eran como estropajos nanas, neeenaaas…
-¿Qué pasa? ¿Es que nunca has visto un culo con pelos?
-¿Verlos? ¡A cientos, nena! ¡Pero NUNCA de ese calibre, neeenaaa! Supongo que dormirás boca abajo, porque con eso en el culo debe ser un horror dormir a la manera tradicional!

Pablo sonrió de esa manera que se suele sonreír, cuando sostienes un bebé en brazos, y te mea encima la criaturita.

-¡A que no bajo! -me soltó en plan borde.
-¡A ver si es verdad que puedes sumergirte, sin salir disparado hacia la superficie con eso adherido al culo! ¡El pelo SIEMPRE flota, nena!

Di por imposible a Pablo, en adelante: La Pelos (pero no memoricéis el mote, porque no sé si llegará al final de la historia, nenas); comprobé la válvula de la botella de oxígeno, y me puse aquel cacharro en la boca, que me convirtió de inmediato en una de las Hermanas Calatrava. Una masoquista se habría vuelto loca del coño con este aparato metido en la boca, echándote oxígeno a presión. Pero no en mi caso, aunque he de decir que el oxígeno coloca, nenas, así que inhalarlo con moderación. ¿Entendido?

-Esto funciona –dije y me puse la botella a la espalda, que era una y no dos, como las que salen en la tele; Pablo ya se estaba terminando de vestir, y me imaginé al hombre que se dedica a mantener este tipo de accesorios en perfecto funcionamiento y limpieza, chillando al ver el interior del traje lleno de pelos “¡ya se ha metido a dormir en el traje un puto gato persa!”
-Estoy listo –dijo con la botella en una mano y las aletas en la otra-. ¿A qué profundidad está la iglesia?
-Pues… ahora no recuerdo, pero cerca de la superficie. Vamos, que se ve el campanario, el problema es que está en medio del lago.

Pablo se puso otra vez a protestar, y yo a pensar en que ya me estaba tocando los cojones en demasía (y eso que ahora los llevaba mega ajustados y calentitos en mi nuevo traje de súper puta neoprenada). No le hice caso y salí de la caseta hacia el embarcadero, con las aletas y las gafas. Pablo se subió en el bote después que yo, y no hizo falta decirle que remara, porque creo que dejé bien claras mis intenciones, al sentarme en la proa como el mascarón de un barco pirata. Yo soy la prota de esta historia, y no voy a llegar al final, toda sudada como una perra de caza, o como una corredora de fondo, por haber estado remando mientras la pelos, se volvía loca contándose los pelos del coño. No, nenas. Ante todo, ¡dignidad y no sudar!

Avanzamos entre la oscuridad, sobre unas aguas que estaban realmente tranquilas y silenciosas, sin oír siquiera un pajarillo o grillo. ¿Qué raro? ¡Neeenaaa! ¡¡¡Pero si tienes las orejas dentro del traje de neopreno y no oyes nada!!! Me chilló mi yo interior, y me saqué las orejas por fuera de la capucha de goma y quedé... algo freak, vale, pero el flequillo que me caía sobre las cejas, era ideal. ¿Qué pasa?

-Hacia la derecha… -le dije a Pablo-. Hacia TU OTRA derecha, NENA… -y giró hacia la derecha de verdad de la buena-. Deja de remar… ¡vamos a echar el ancla!
-¿Qué ancla?
-Es una expresión, nena… creo que es por aquí debajo.

Miré hacia la orilla, que estaba lejos de narices, y me di cuenta en ese instante, de los ojos tan grandes que tenía Pablo. Eran ojos de terror, y me acordé de la negra esa de los Record Guinnes, que se le saltaban los ojos en el anuncio y que tanto me asustaba cuando lo pasaban por Antena 3.

-Yo bajaré primero –dije encendiendo la linterna, que la tenía apuntándome hacia la cara y vi El Más Allá, a Michael Keaton y a la calva de Michael Keaton -¡Nena! Se pillan los de Expediente X con una linterna de estas, ¡la Scully dejaría ciega a las marcianas de los ovnis! –cuando volví a tener vista, tras el fogonazo de luz que me había dado a mí misma, y eso fue tras unos segundos eternísimos, la cara de terror de Pablo se había multiplicado hasta el infinito.

Estábamos rodeadas por enormes tentáculos de un color rosa grisáceo (de pulpo gigante poco hervido), que entraban y salían del agua en cualquier dirección que miraras, con un movimiento ondulante, como aquellas marikas de los 80 que bailaban break dance, y se pasaban la onda de una mano a la otra. Supongo que ya imagináis a qué movimiento me refiero. Y si no, te lo imaginas… ¡aprende a bailar break dance, puta! ¡Como todas las que lo sufrimos en su época para ser COOLS!

Volviendo a la terrorífica y espantosísima realidad, La Pelos, pese a tener tantos de los ídem, fue una chica lista, porque en una peli de terror y en ésta misma situación, la actriz que primero abre la boca, es la primera en jiñarla y morir de forma espantosa e inmediata. Así que la Pelos permaneció calladita, pero acojonada en exceso, viendo cómo los tentáculos entraban y salían del agua en aquel movimiento ondulante de break dance.

Me miró y yo la miré, porque si no, no sabría que me miró, ¿no? Y entonces, hice algo por lo que quizá me arrepentiría en un futuro cercano…

Con todas mis ganas, lancé la linterna en diagonal, lo más alto y lejos que pude del bote, y varios tentáculos salieron disparados a por ella, como látigos carnosos salpicando agua a todas partes. Parecían los jugadores de baloncesto haciendo tapones para no dejar entrar la pelota en la canasta, hasta que la apresaron en el aire, se hostiaron entre ellos, y la linterna explotó debido a la presión.

Como era una noche de luna llena (como ya he dicho en los capítulos anteriores), seguía viendo la carita de La Pelos, y mediante gestos, hizo lo que yo: se puso las gafas de buceo, la boquilla de la manguera en la boca… y ya no sé más, porque yo fui la primera en escurrirme desde el bote hacia las aguas del lago, sin hacer ruido. Fue como un cuchillo caliente cortando mantequilla. Un ¡SLUPSH!, y ya estaba bajo el agua, respirando oxígeno por un tubo (nunca mejor dicho), y sin pensar en la muerte, como lo pensé cuando Gigi y yo descendimos con nuestras bolsas de El Corte Inglés.

Oí otro chapuzón, algo acolchado, y sin abrir los ojos aún, me metí las orejas otra vez dentro de la capucha de neopreno, espiré por la nariz para desalojar el agua que había entrado en las gafas de buceo, y comencé a moverme para descender con una ligera inclinación, hacia el fondo del lago. Un tentáculo con la velocidad de un tren de mercancías, conducido María de los Ángeles Santamaría Espinosa, más conocida por todas como Massiel (tras salir de un after a las dos de la tarde), pasó por delante de mis narices. Yo me quedé quietísima, en pose alga marina. Ya sabéis: en plan ser vivo, pero que no se mueve y parece parte del decorado, cuando oí gritar bajo el agua a La Pelos, antes de verla pasar a un metro de distancia, atrapada por uno de los tentáculos, berreando y moviéndose como una gata que tiran desde un décimo piso.

¡Qué muerte más cruel la esperaba, nenas!

Comida por un pulpo gigante que sólo tenía un ojo, porque sí, por fin vi a La Bestia. Y dirás o te preguntarás: ¿Cómo la vas a ver, so borracha de oxígeno puro, si no tenías linterna, era de noche, aunque con luna llena, y estabas a cinco metros por debajo de la superficie del lago?

Pues muy fácil, nenas. El pueblo sumergido brillaba en la oscuridad, a muchos metros bajo mi cabeza (porque me encontraba haciendo de alga marina, pero boca abajo).

No era un brillo estático, sino un fulgor extraño, que subía y bajaba de intensidad, como los latidos de un corazón. Una radiación fluorescente, como las camisetas de licra que llevan las marikas en el bar de En Frente, de un tono verde lima y amarillo.

Moví con suavidad las piernas, y seguí descendiendo mientras aquel extraño pulpo gigante, con un solo ojo y más tentáculos que volantes tiene un traje de gitana, hizo un movimiento extraño sobre la iglesia sumergida, y después se puso a nadar como marcha atrás. Quiero decir, que iba con los tentáculos estirados hacia delante, y detrás los seguía aquella enorme cabeza con forma triangular y con un enorme ojo blanco, que brillaba como esos chalecos reflectantes de la Guardia Civil; cuando el fulgor fantasmal del pueblo sumergido llegaba a su apogeo, el ojo de aquella Bestia centelleaba.

Sacando fuerzas de la idea de que YO NO PODÍA MORIR, porque para eso era la prota de esta historia, y porque además me estaba dejando las uñas en el teclado para contárosla… apuré un poquito el movimiento de piernas, y estiré los brazos a lo Supermán para poder tener más control de mi cuerpo y girar hacia el campanario, por el que de inmediato encontré la entrada por la que ya me había colado una vez, y me sentí más segura, en el interior de aquella chimenea oscurísima.

Tal era el silencio, que mi respiración y mis latidos se me antojaron como el vendaval de Twister, y me asusté un poco, pero sólo un poco, porque reconocí la puerta del stargay aquel, por el que habíamos entrado Gigi y yo, y al resultarme familiar, pues eso, nenas, que me tranquilizó ver algo que ya conocía.

Me giré con algo de dificultad (por la botella de mi espalda), para entrar de pié por el stargay, y lo atravesé, perdiendo la ingravidez que me ofrecía el agua y salí a la habitación pequeña y seca.

¡Lo había hecho! ¡Sí! ¡Y yo solita! Me quité las gafas, el tubo de goma, la botella de oxígeno de la espalda, la capucha de neopreno, ¡y descubrí que mi pelo estaba seco y fantabuloso, neeenaaas!
¡Uis, las aletas! ¡A ver dónde iba yo con las aletas puestas!, andando de forma patosa como los bebés de los anuncios de pañales… ¿Y si tenía que salir corriendo? ¡Fuera aletas!

Tras quitármelas, las plantas de los pies se me llenaron de arenilla y polvo, acumulado desde hacía tiempo en el desnudo suelo de losetas; avancé hacia el interior de la iglesia y oí los cantos. Bueno, no eran cantos-cantos, era más un estilo mantra, como si sólo pronunciaran la vocal A, e hicieran modificaciones de sonido abriendo más o menos la boca. Un rollito música de Blade, que daba mucho jiñe, nenas.

Tuve que taparme la boca con las dos manos para no chillar ante lo que vi. El interior de la iglesia estaba hasta arriba de gente. Petadísima, nenas. Y todo Dior estaba de pié, canturreando aquella parrafada de “aes” hasta el infinito. Sí nenas, igualito que cuando bajamos por primera vez, Gigi y yo, pero con una salvedad…

Todo el interior de la iglesia estaba impregnado en una niebla verde y brillante, que no paraba de moverse como las aguas de un río revuelto. No veía los pies de nadie, porque de cintura para abajo, la niebla fantasmal les cubría, y la parte superior de sus cuerpos, se entretejía con aquellos dedos de niebla serpenteantes y fantasmagóricos.

Pero eso no era TODO lo que había cambiado.

En el altar mayor ahora había una escultura de un dios pagano (anda que no me ha quedado bien la frase). Un dios xenoforme, con tentáculos y con un solo ojo. Era una mezcla entre el Cíclope de Krull, porque era feorro de puñetas, y el Dr. Octopus de Spider-Man 2, y ante él, con los ojos como en trance, blancos y brillantes como dos perlas de nácar, o brillantes como la dentadura de Naomi Campbell, no estaba el cura vampiro volador, nenas… ¡¡¡estaba Gigi!!!

Gigi en un trance pagano satánico pandemonium miserere, ¡¡¡que ríete tú de las gomitonas de Linda Blair en El Exorcista!!!

-¡¡¡GIGI!!! –chillé sin importarme lo qué pudiera pasar, y ella volvió la cabeza hacia mí, porque aquellos ojos completamente blancos, parecían mirarlo todo hasta el infinito, y demás planos astrales de este, y de otros e infernales mundos.

-¡¡¡GIGI, NEEENAAA, QUE PARECES LA FÉNIX DE X-MEN 3!!!!