martes, diciembre 18, 2007

~15~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Escapamos del SER por los pelos, terminamos encerradas en un armario y cuando creímos que se había ido y salimos, volvió a atacarnos y le pegó tal bocado a la Naxa, que ríete tú de [REC], pero gracias a un intensivo apalizamiento in extremis, conseguimos espantar a semejante engendro del averno, mientras que la Naxa se deshacía en gritos y se quedaría por lo menos un mes, sin poder tocársela con la izquierda.


-¡Voy a morir…! ¡VOY A MORIR! –gritaba la Naxa, sin soltar la jodida caja de cartón.
-¡No en mi Blog, nena! –dije intentando tranquilizarla.
-¡En el mío tampoco! –dijo la Hidro.
-Yo… ¡como no tengo Blog! –dijo la Gigi.
-¡Hay que llevarla a la enfermería! –dije tomando la iniciativa, porque cuando hay más de dos marikas histéricas, o una de ellas decide tomar la iniciativa, o se quedan en el mismo sitio berreando hasta el amanecer.

Cuando la puerta se abrió las cuatro volvimos a gritar. No porque nos asustara ni nos pillara desprevenidas. Nada de eso, nenas. Gritamos simple y llanamente porque quien acababa de abrir la puerta era Ismael Cervantes, el que estaba ahora de director de la residencia que era más feo que un culo con hemorroides.

-¡La muerte viene a buscarme! –gritó la Naxa en plan dramática como sólo Nuria Espert sabe hacerlo, cuando interpretaba a ¿Quién Teme a Virginia Wolf? ¿Quién va a ser? ¡TODAS, NENAS! ¡¡¡TODAS!!!
-No es la muerte, nena es el director de la residencia.
-¿Se puede saber qué ha pasado aquí? –gritó ignorándonos, más preocupado por los cristales rotos y por todo el destrozo que había en la habitación.
-¡Nos ha atacado un “Mounstruo”! –soltó la Gigi, como sólo ella y Bruno Cardeñosa saben decir la palabra "MONSTRUO".
-Bueno a mi me pareció más una momia RARA, nenas –dije yo-. Y le ha pegado un bocado a la Naxa. Tenemos que llevarla a la enfermería para desinfectarla.
-¿TODA? –gritó la Naxa.
-No nena, sólo el brazo, pero si quieres lavarte el potorro eso ya lo haces tú solita con la otra manita.

Y como no había tiempo para hacer un Kit Kat, dejamos allí tirado al Ismael y salimos corriendo hacia la enfermería las cinco. Sí, nenas, no me he equivocado al contar, porque la jodida caja de la Naxa ya es un personaje más en este blog.

-¿Y quién me va a curar el bracito? –preguntó la Naxa.
-Pues yo misma, nena, que he visto series de médicos y enfermeras antes de que tú te descubrieras el pito. Y como a alguna de vosotras se os ocurra llamarme vieja, os tiro por el hueco de la escalera.
-¡Pero qué hueco! –dijo la Hidro cuando subíamos a toda prisa hacia la enfermería.
-Ah, vale, que no hay hueco. Pero si lo hubiera ¡os lanzaría igual!
-Quizá –dijo la Gigi que llevaba la caja de cartón-, tenga aquí dentro un brazo de repuesto.
-AAAyyyy –gritó en plan ambulancia sin pilas la Naxa-. No digas eso que me desmayo.
-No, nena, que no eres una sílfide y te pesa el culo una barbaridad. Arrea parriba, nena.
-¡Es verdad! –soltó la Hidro-. ¡Qué culo tiene la Naxa!
-Seguro que la conocen en Sara GOZA más por La Tambora, que por su nombre de pila.
-¿Y cual es su nombre de pila? –preguntó la Gigi.
-¡¡¡LA TAMBORA!!! –gritamos a la vez la Hidro y yo.

Y como nos entró la risa, paramos para reírnos a gusto y la Naxa que iba como de frágil, se fue de bruces y se metió tal castañazo cuan larga era en los escalones, que parecía una alfombra persa con forma de culo en relieve. Y nos dio más la risa y tuvimos que apoyarnos en las paredes para no caernos y terminar como ella.

-¿Te has hecho daño? –le pregunté entre risas.
-¿Con semejante hostión…? –preguntó la Hidro- ¡Lo que se habrá hecho es la cirugía, nena!

Y nos volvimos a reír, claro. ¡No era para menos! Y se me saltaron las lágrimas y me acordé de Liza Minelli cuando se puso a llorar en el Conde Duque, y una no sabía si lloraba debido a la emoción de los aplausos, o a la melopea que se había cogido la Minelli con aquel vasito de agua del que no paraba de beber.

Como pudimos y con mucho esfuerzo, conseguimos llevarla hasta la enfermería, la tumbamos en una de aquellas camas y Gigi la empastilló (pero sólo un poquito), para los dolores y todo eso, mientras yo le pintaba el brazo con Betadine y la Hidro que se aburría y que no veía series de médicos, porque ella sólo ve la de Las Chicas Gizmo, se puso a sacar trastos de la caja de cartón.

-¿Te duele, nena? –le pregunté a la Naxa mientras le vendaba la herida.
-Sólo cuando me acuerdo… -dijo ella así, con la vista como perdida y ausente.
-¿Cuáles eran las pastillas para olvidar, Dolly? –me preguntó Gigi-. ¿Las rojas o estas blancas?
-Nena, las rojas son Fortasec para las diarreas.
-Pues con esas ideas que tiene para su blog, le van que ni pintadas, nenas –dijo la Hidro.
-Dale un Gelocatil… esas de ahí.
-¡Ah, vale! –dijo la Gigi, y se paró en redondo para volverse hacia mí.
-A todo esto, ¿cómo es que sabes tanto de pastillas, Dolly?
-Pues por…

Y entonces oí los acordes de un arpa y todo lo que estaba viendo comenzó a distorsionarse.

-¡NO ES MOMENTO PARA UN FLASH BACK! –grité y la imagen se enfocó y el arpa desapareció-. No puedo deciros nada de eso AHORA, porque pertenece al pasado oscuro de Dolly Partos, nenas.
-¡No serías camella, nena! –dijo la Hidro.
-¿Han llegado los Reyes Magos? –preguntó la Naxa medio ida de Gelocatiles.
-¿Cuantos le has dado. Gigi?
-Cinco, así deja de decir tonterías.
-Ah, vale -y miré a la Hidro-. No, nena, no he sido camella ni pastillera, pero eso pertenece a un trauma que ya contaré, pero no en este Capítulo 15.
-Conociéndote como te conozco, seguro que te lo guardas para el Capítulo 35, tía -dijo la Gigi.
-¡Pues yo no puedo esperar al Capítulo 35, nena! –dijo la Hidro.
-Pues en ese caso te compras el HOLA! y buscas a ver si dicen algo de mí, ¡PUTA!

La puerta se abrió y el corazón me dio un vuelco, en el buen sentido, claro.

-¡BRUNO! –dije y creo que me iluminé como los marcianos de Cocoon, porque pese a las pocas horas que llevaba sin verle (15 capítulos o lo que es lo mismo, unas cuantas semanas para vosotras, nenas), le extrañaba muchísimo.
-¿Qué ha pasado ahora? –preguntó fijándose en la Naxa.
-Ay, nene, es una larguísima historia.
-Una historia de las tuyas, claro.
-Eso, es…
-¡HUALA! ¿Este es BRUNO, nena?
-Sí, nena: se ve, pero NO SE TOCA.
-Yo no le veo, porque estoy drogada -dijo la Naxa así, como con voz de drogada.
-Nadie se droga con gelocatiles, nena -dije yo.
-Si se los metes por la nariz sí -dijo la Gigi-. No me abría la boca, ¡qué iba a hacer!
-¡Hidro! Sigue vendando a la Naxa y no dejes que Gigi le meta más cosas por la nariz.
-¡Pero si yo no sé vendar nada, nena! Que a mí, mis padres me llevan al Hospital.
-Y a mí también, cuando me corté el dedito –dijo la Naxa medio ida.
-Pues de hospitales en este blog, nada de nada, nenas. Las curas en esta enfermería.
-Y además hay pastillas de la risa –puntualizó la Gigi.
-Pero nena, que yo no se vendar nada, ¡en sirio!
-¿Sabes cómo se limpia el culo? –le pregunté a la Hidro, y la otra puso cara de Dannii Minogue al ver el puesto que ocupaba su disco en la lista de los MENOS vendidos-. Pues es como limpiarse el culo, pero en círculos envolventes.
-Nena, te explicas peor que la Super Nanny. A ver: ¿qué quieres que le haga a ésta? ¿Que la momifique?
-Eso mismo, pero sólo el brazo. Cuando llegues a los pelos del sobaco, ¡PARAS!
-Yo no tengo pelos en el sobaco -dijo la Naxa.
-Pues mira, la vendas hasta donde te llegue la venda, ¿vale?

Dejé a Gigi y a la Hidro de improvisadas enfermeras suplentes con la Naxa, y me llevé a Bruno al pasillo donde no pude contenerme más, y le abracé antes de besarle larga y húmedamente. Él, se dejó, claro…

-Cuanto necesitaba esto, nene… -dije al separar mis labios de los suyos, un largo minuto después. No sé cómo lo hace, pero siempre que le beso me sabe a clorofila.
-He oído por radio lo de la muerte de la directora del centro…
-No hablemos de eso, que aún me quedan 20 capítulos para explicar qué coño está pasando aquí, nene… -y le empujé al otro lado del pasillo y la puerta se abrió con facilidad.

Era una habitación con tres camas, recordad que estábamos en el segundo piso, donde estaban las viejecitas antes de que algo, o el SER, acabara con ellas, pero ahora mismo lo único que me pedía el cuerpo es un poco de intimidad… y a mi Bruno.

Creo que él estaba pensando en lo mismo, porque nos desnudamos el uno al otro rápido y sin perder el tiempo pensando dónde dejar la camisa o los pantalones, y noté de inmediato el calor de su pecho contra el mío y sus labios, y sus manos recorriéndome y atrayéndome hacia él de forma básica. Fue un momento Sliver. ¿Recordáis la peli? En España se tituló Acosada (aunque bien podrían haberla titulado Follada como un Colador) y la verdad, no os perdisteis nada a parte de unos ¡¡¡megapolvazos que le pegaba el William Baldwin a la Sharon Stone!!! Pues ahora imaginad esa secuencia, pero quitando a la Charito Piedra y poniendo a otro tío en su lugar. O sea, yo.

Mantener una relación gay es una utopía. Entre otras cosas porque las relaciones gays duran poco y porque somos muy putas y nos gustan el 100% de los hombres, claro, pero cuando se tiene como pareja a un futuro marido al que no le has de explicar qué es lo que te gusta o qué es lo que le vas a hacer, porque os conocéis, el sexo pasa del nivel “polvo”, a algo más espectacular… algo más de fusión entre dos hombres...

El deseo que nos teníamos fue el agua fresca del desierto. La ambrosia de los romanos, la absenta que volcamos el uno en el otro hasta embriagarnos y fundirnos olvidándonos de todo lo que nos rodeaba. El uno para el otro, nos convertimos en el manjar más exquisito, que ningún cocinero por muy francés que sea, podría preparar. Nuestra sangre corrió como ríos del mejor vino de Toro. Oscuro y aromático con una pizca de olor frutal, y ese regustillo a alcohol que queda áspero en los laterales de la lengua. Bebiendo el aire de los pulmones del otro y erizando el bello corporal hasta comer la carne del otro. Las yemas de los dedos fueron auténticos maestros del placer y acupuntura ancestral.

Era una habitación fría, sí, pero pronto entramos en calor. Encendiéndonos como chimeneas de leña y como en todo viaje que se precie, lo importante no era llegar al destino, sino disfrutar del viaje en sí… cosa que hicimos… sin prisas... y sintiéndolo ligero y sensual, como el suave tacto de una pluma en la piel.

miércoles, diciembre 05, 2007

~14~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Jodidas vivas por la Huelga de Guionistas de Hollywood, el capítulo anterior fue más friki que un resumen de las cuatro temporadas de LOST, doblado al sánscrito, así que decidí tomar las riendas del asunto y ser yo misma mi propia guionista… sin saber que al volver a escribir, ¡el SER volvería a perseguirnos, neeenaaa!



Oí sus gritos, pero al mirar atrás, ¡no estaban ni la Naxa ni la Hidro! Sólo Gigi y yo, cagadas de miedo corriendo como locas por el pasillo de la residencia de ancianos.

-¡Ay, nena que se las ha comido el SER Gigi!
-¿Pero qué ser ni qué pollas, tía? ¿Sabes cuanto tiempo ha pasado desde el capítulo trece?
-Nena, eso no me lo deberías decir tú, que eres un personaje de ficción.
-Ah, ¿sí? ¿Y si soy un personaje de ficción, por qué no estoy en una peli porno de marikas tirolesas, tía, en lugar de estar en esta mierda de residencia rodeada de momias?
-¡Gigi! –le grité y nos metimos en la habitación del fondo del pasillo, cerrando la puerta y miré a los lados en busca de algo que sirviera para atrancarla- ¡Mierda! ¿No hay nada para cerrar la puerta, neeenaaa!
-¿Y si probamos con la llave? –preguntó Gigi.
-¡Anda coño, es verdad, que hay llave!

Justo en el momento en que di dos vueltas a la llave, algo golpeó al otro lado y un alarido que no era de este mundo (lo sé, porque me conozco muy bien los alaridos de este mundo), se anticipó a una serie de embestidas contra la puerta.

-¡Esa cosa va a tirar la puerta abajo! –gritó Gigi.
-¡Nena, ya lo sé! ¡No hace falta que me pongas más nerviosa de lo que ya estoy, coño! –y miré a los lados, y vi la ventana en la que no había barrotes-. ¡No hay barrotes!
-¿Y para qué coño quieres un barrote? ¿Le vas a pegar a esa cosa?

Un nuevo golpe hizo saltar de la puerta el pomo de la misma.

Abrí la ventana de par en par y cuando Gigi estaba a punto de saltar por ella al exterior, la agarré de la chaqueta.

-¡No, Gigi! ¡Quieeetaaa!
-¡Pero, tía, si estamos en un primer piso, no nos vamos a matar, Dolly!
-¡Qué no, nena! –y tiré de ella y abrí las puertas del armario.
-¡OCUPADO! –dijo una voz desde el interior.
-¿PeeerdónnnNNN…?

Metí la mano entre los abrigos, agarré algo blando de textura familiar y tiré hacia fuera. ¡Era la caja de cachivaches de la Naxa!

-¡HIJASDELAGRANPUTA! ¿Estáis las dos escondidas ahí dentro?
-¡Eligiendo las prendas para el invierno, nena! –dijo la Hidro.
-¡Sois lo puto peor, nenas! –y empujé a Gigi hacia el interior del armario, y supongo que aplastó la caja de cartón de la Naxa, porque sus patitos de goma gimieron un ¡PITI-PITI!, y luego entré yo-. Ahora cerrad el pico –ordené en voz baja- ¡Coño, este armario de tres puertas es súper espacioso, no?
-Lo dirás por ti, porque yo estoy pegada contra la pared –dijo la Naxa.
-Si no fueras a todas partes con esa caja de cartón, so lerda –dijo la Hidro así como magnánima.
-¿Y vosotras dónde coño estabais?
-Haciendo cosas –dijo la Hidro-. Nena, que tu anterior capítulo lo subiste el “13 de Noviembre”… ¡ya te vale, nena!
-Nena, que una huelga de guionistas, ¡es una huelga de guionistas!
-Pues haber sido previsora, nena, ¡y haber escrito la temporada entera y así te librabas de huelgas y demás tonterías!
-Ya, para que luego la cancelen por baja audiencia, ¿no? –dije yo.
-Dolly, tía, ¿esto no es un Blog? –preguntó en los Mundos de Yuppi la Gigi.
-¿Y eso qué tiene que ver, nena? ¡Bueno ya! ¡CALLARSE! Que eso está en el pasillo y en cualquier momento entrará en la habitación.

Y oye, como si tuviera telepatía, nena. Un espantoso ruido a madera quebrándose se anticipó a un olor más espantoso aún, y yo de inmediato me tapé la nariz, y supongo que las demás también porque el olor era realmente insoportable... y nuestro sentido auditivo (jodido el olfativo y completamente a oscuras, sólo nos quedaban las orejitas), la oyeron entrar lanzando berridos y entonces... un estallido de cristales y más gritos y berridos alejándose.

Aguantamos un minuto más en silencio, y entonces me destapé la nariz y ya no olía tan mal, aunque el tufo a naftalina colocaba cantidad, y dije bajito:

-Creo que se ha ido, nenas…
-Pues sal tú primero, a ver si hay monstruos en la costa –dijo la Hidro.
-Valiente amigas que me he echado… la próxima vez que quiera amigas buscaré en la guía telefónica por la P de PUTAS PSICÓPATAS.
-Eso no es por la P, Dolly, eso es por el PP –dijo al Gigi y a las cuatro nos entró la risa nerviosa.

Y claro, en medio de un ataque de risas nerviosas, como que te falta el aire, así que empujé la puerta del armario y salimos del… bueno, yo jamás tuve que salir del armario porque a parte de que ya estaba salida y bien salida, las Divas tenemos VESTIDOR, no un armario que huele a naftalina, nenas.

Todo el suelo de la habitación estaba lleno de trozos de la puerta, y el aire que entraba por la ventana ayudó a ventilar el pestazo que llevaba consigo aquel extraño SER, que seguíamos sin saber de dónde coño provenía y por qué mataba a los abuelitos y abuelitas de la residencia, además de a unos cuantos periodistas que había ido allí a investigar las extrañas muertes y desapariciones de los abuelitos y las abuelitas. No es que me esté repitiendo, nenas, es que quiero refrescaros la memoria, ¿vale?

-Uy… la que tenga que limpiar esto va a quejar al director –dijo la Hidro.
-¡Anda un trozo de madera! –dijo la Naxa Multiusos, lo cogió del suelo y lo metió dentro de su caja de cartón.
-Es como un “janster”, tía –dijo la Gigi refiriéndose a la Naxa-. Cosa que ve, cosa que se guarda en la caja.
-¿Qué pasa? ¡Soy una marica del Renacimiento! Con lo que llevo en la caja puedo hacer muchas cosas, tías…
-Menos llamar a una amiga cuando te pasas por Madrid, ¡HIJADELAGRANPUTA!
-¿Sigues enfadada por eso?
-¿YO? ¡JA! ¿Será egocéntrica la maña ésta... con gafas raras de Armani?
-¡Anda unas gafas de Armani! ¿Cuándo te las has comprado, nena? –le preguntó la Hidro.
-Pues entre el capítulo anterior y este, tía.
-Pues te quedan súper guays, tía –dijo la Gigi.

Yo me di una palmada en la frente.

-¡No me puedo creer, que hayamos estado a punto de morir las cuatro, y os pongáis a hablar de complementos, nenas.

YYYYEEEEERRRRRRGGGGGG!!!

Gritó el SER metiendo su cabeza cadavérica por la ventana, una de sus garras y una pata esquelética, abriendo tanto la boca que a todas se nos escapó un flato del susto.

-¡¡¡AAAHHHGGG!!! –berreamos todas y le dimos la espalda para salir por piernas, cuando el olor a huevos podridos y popper caducado llenó la habitación y vimos puntitos de colores y la Naxa soltó un alarido que me recordó a la Whitney Houston cuando cantaba aquello del “And IIIIIIIiiiiIIIIIIIiiiIIIIIIIIIIII…”

-¡HA MORDIDO A LA NAXA, NENAS! –chilló la Hidro.
-¿Qué me ha mordido? ¿Dónde? ¡¡¡DÓNDE!!! –y bajó la vista hacia su brazo izquierdo, en el que los dientes del SER se habían clavado como un cepo para cazar osos-. ¡ME HA MORDIDO, TÍAS! ¡QUE ME HA MORDIDO EL ADEFESIO! –gritó la Naxa dando saltitos, quejándose del dolor, pero sin soltar la jodida caja de cartón.

Sí, nenas, es que a la Naxa podías despedazarla viva, que jamás soltaría su caja de cartón llena de cachivaches inservibles. Era una marika con principios. Y no os creáis que hay muchas marikas con principios como ella… que si no, el ambiente gay sería un horror del carajo pa'rriba, nenas.

-¡Ay que le arranca el brazo! –gritó la Gigi.
-¡Soy ambidiestra! ¡Pero quiero seguir teniendo los dos brazos, tías! –gritó la Naxa.
-¡Tranquilas, que mi trabajo en la FNAC me ha dado mucha experiencia! –gritó la Hidro en plan Moisés antes de levantar las manitas y separar las aguas, se agachó para coger un trozo enorme de la puerta rota y al grito de- ¡¡¡PIÑAAATAAA!!! –comenzó a arrearle con todas sus ganas a la cabeza de aquel espantoso SER.

Gigi y yo cogimos también unos buenos trozos de madera, y comenzamos a apalear al SER con todas nuestras fuerzas, y cuando me acordaba de que la Naxa había estado en Madrid y no me hizo ni una llamada perdida para tomar un café o lo que sea, le arreaba a ella en la cabeza y luego seguía dándole palos SER.

-¡Dolly, tía, que soy yo, tía! –gritaba la Naxa cuando le aporreaba en la cabeza.
-¡Ya lo sé, nena! ¡¡¡YA LO SÉ…!!!

Entre la Hidro, la Gigi y yo, le dimos más palos al SER, que una gallega a un pulpo para dejarlo blandito y hacer salpicón de marisco… hasta que la soltó y desapareció por la ventana quejándose y chillando…. casi tanto como la Naxa con el brazo izquierdo ensangrentado y con la camisa del H&M perforada.

-¡Ay, tías que me habrá contagiado algo! -chilló la Naxa.
-¡Tranquila, que ya te han puesto la antitetánica, nena! -Chillé yo.
-¡Pero no me han puesto la de Anti-Moustruous!
-¿Hay vacunas de esas? –preguntó Gigi.
-No, Gigi –y miré a la Naxa-. Así que fijo que la palmas, nena.
-AaaAAAaaaAAAaaaAAAaaaAAA -berreó la Naxa en plan ambulancia.
-Valientes dos… -dijo la Hidro metiendo la mano dentro la caja de cartón y sacó un bote de agua oxigenada, que destapó y le roció el brazo a la Naxa.

Gigi y yo nos apartamos de ella, por si le salía humo en plan Alien 8, pero no.

-¿Y tú para qué coño llevas un bote de agua oxigenada, nena? –le pregunté a la Naxa.
-¡Porque quería hacer un post haciendo de RUBIAAAaaaAAAaaaAAA…!

martes, noviembre 13, 2007

~13~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

La Hidro, que es incapaz de perderse una fiesta aunque sea de lesbianas, se presentó en la residencia y ya estábamos listas para enfrentarnos al SER, pero en su lugar, la “tropa de refuerzo” se cagó de miedo al ver al nuevo director del centro y al Viejo Invisible… Luego las cuatro oímos el Niii nooo NIII NOOO, y el Pan Rico se apoderó de nosotras.


Yo, que para eso soy la prota, corría a la cabeza del pelotón de marikas histéricas dándome cuenta tarde de que en lugar de hacerlo hacia la salida, corría en dirección opuesta hacia el final del pasillo de la planta de los abuelitos, hasta que un CLAK! metálico lo dejó todo a oscuras.

Como correr a oscuras es POCO aconsejable… si no lo hago en el cuarto oscuro del Leather, ¿cómo coño lo iba a hacer en una residencia de ancianos?, decidí frenar en seco y sentí cómo las demás se me chocaban por detrás.

-¡STOP! –grité y levanté la mano derecha sabiendo de sobra que no podían verme.
-¿Qué ha sido eso, Dolly? –preguntó Gigi.
-¡Gigi! ¡Me has aplastado la caja de cartón, tía! –gritó la Naxa.
-¿Y quién te manda a ti a correr con una caja llena de trastos, tía?
-¡UN MOMENTO! –grité para callarlas e investigar qué coño estaba pasando ahora-. ¿Por qué se ha quedado todo a oscuras, nenas?
-¿No habrán pagado la factura de la luz? –preguntó la Naxa.
-A ver nena, en esa caja que tienes llena de trastos inservibles no llevarás una linterna, ¿verdad?
-¿Y para qué voy a necesitar una linterna cuando hago un post, tía? ¡En casa tenemos luz eléctrica!
-¿Cómo puede esta tía seguir viva en un mundo tan cruel como este, Dolly?
-Supongo que ha escapado de chiripa, nena –y de pronto sentí que me faltaba algo-. ¡Nenas! ¡Me falta algo!
-¿Una linterna? –preguntaron la Gigi y la Naxa.
-¡No, nenas! ¡Me Falta la Hidro! –y las toqué para contarnos. A Naxa me la imaginé porque lo que toqué fue una caja flotante de cartón-. Efectivamente, nenas: ¡FALTA LA HIDRO! –grité megahorrorizada.
-¿La habrá cogido el SER, Dolly? –preguntó Gigi.
-¿Se la habrá comido un brazo? –preguntó la Naxa.

A Gigi y a mí nos entró la risa, aunque sabíamos perfectamente que la Naxa lo decía en serio.

-¡Cómo se le va a comer un brazo, tía! –dijo la Gigi.
-Pues claro, porque si se lo hubiera comido, podría por lo menos decírnoslo –dije yo.
-Entonces, ¿dónde está, tías?

Y para nuestra sorpresa, comenzamos a oír un cla… cla… CLA…CLA… CLA!!!... CLA!!! Y algo nos embistió y chillamos (aunque he de decir que yo más), y nos caímos al suelo que no se veía porque estábamos completamente a oscuras y una voz sofocada dijo:

-¿Por qué coño está todo tan oscuro, Dolly?
-¿Hidro? –pregunté yo.
-¿Se te han comido un brazo, tía? –preguntó la Naxa.
-¿Qué si me han comido el brazo? ¡Lo que me han comido es el RABO, nena!
-¿Quién coño te ha comido el rabo, nena? –pregunté yo, mientras todas nos incorporábamos del suelo en la más absoluta oscuridad.
-A ver, Dolly, con un capítulo por semana, me ha dado tiempo para volverme a Barcelona a pasar el finde, follar como una perraca y volver para el Capítulo 13… y aquí estoy. ¿Pero por qué no hay luz ni nada, nenas? Es que no se ve nada de nada, nena. ¡Ni la luz del atardecer!
-Pues en eso estábamos pensando, nena, hasta que ha llegado Doña Folladora de Fin de Semana, corriendo por el pasillo como La Tacones en un incendiopor, nena…
-¿Esa soy yo? –preguntó la Hidro así, como en plan peripuesta.
-¡No, va a ser la Naxa que cuando sale, bebe más que los peces en el río, neeeenaaaa!
-Dolly –dijo la Gigi-, a mí tanta oscuridad me está dando mucho miedo, tía.
-¿Y no se os ha ocurrido preguntarle a la Naxa si lleva en esa estúpida caja de cartón una linterna, nenas? –dijo la Hidro así en plan marika magnánima de gran ciudad SIN TRANSPORTE PÚBLICO porque se les abre el suelo ¡y los esfínteres!
-Nena, llegas varias líneas de diálogo de retraso. ESO ya se lo he preguntado yo… ¡UN MOMENTO! ¡¡¡UN MOMENTO!!!

Y se hizo un silencio, que me dejó pensar con claridad.

-¡Ya sé lo que ha pasado, nenas!
-¿El qué? –preguntaron la Gigi, la Naxa y la Hidro.
-¡Por eso no vemos nada y está todo a oscuras!
-¿PERO EL QUÉ, DOLLY? –gritaron las tres.
-¡¡¡LA HUELGA DE GUIONISTAS, NENAS!!!

Y tras una pausa, la Gigi, la Naxa y la Hidro rompieron en carcajadas, y juraría que hasta alguna de ellas había acabado en el suelo de las risas.

-¡Seréis catetas! –dije muy mosca-. No podemos avanzar en la trama ¡¡¡por la maldita huelga de guionistas, nenas!!!
-A ver, so desquiciada –dijo la Hidro-. ¡La Huelga de guionistas concierne a los GUIONISTAS DE HOLLYWOOD, nena!
-¡A ver si vas a creer que voy a dejar que José Luis Garci o algún guionista en paro de Los Serrano cuente mis aventuras, nena! Soy una Diva y las Divas nos merecemos un Guionista de Hollywood. Un guionista de verdad, nenas. ¡UNO... O DOS!

Y sólo la Naxa soltó una carcajada. Al principio creí que se había vuelto loca del coño por ponerse a pintar de verde las paredes de su habitación sin mascarilla protectora, o que se había clavado algo que llevaba en su caja de cartón, pero cuando se le pasó la risa, nos dijo:

-¿Y si esto lo escriben unos Guionistas de Hollywood? ¿Por qué está escrito en ESPAÑOL, tía?
-¿Te suena el dicho ese de: “Allí donde fueres, haz lo que vieres”?
-Esa frase no es del todo correcta, nena –saltó la Hidro-. Porque yo he ido a bares de lesbianas ¡y no me doy el lote con una de ellas!

Las cuatro dejamos de hablar para gomitar un poco, y después dije:

-¿Y las fiestas de Burro de Huesconsing, nena?
-¡Retiro lo dicho! –dijo la Hidro de forma tajante.
-Así que –comenzó a decir Gigi-, como los Guionistas están en huelga… ¿no sabemos si el SER viene a por nosotras… o si salimos con vida de la residencia, tías?
-¡Pues supongo, nena! –dije yo cruzándome de brazos, aunque nadie me vió porque estábamos a oscuras.
-¿Y qué hacemos ahora, tías? –preguntó la Naxa haciendo unos ruidos raros.
-¡NENA! ¿Quieres dejar esa caja de cartón llena de trastos de una puta vez? –le grité perdiendo los nervios-. En Desperate Housegays no vas a dejar un POST, nena, como mucho un comentario, pero no un post de esos de bricomanía que haces en casa ¡cuando te falla la medicación, neeenaaa!
-Eres low pior, tía –dijo súper ofendida y soltó la caja de cartón que fue a parar encima de mis zapatos.
-¡PUTAZA! –le dije-. ¿Sabes cuánto me han costado estos zapatos?
-¡PUES NO!
-¡PUES MUCHO, NENA!
-¡Vale ya! –gritó la Gigi-. Se me ha ocurrido una idea –nuestro silencio lo dijo todo-. Ya que no tenemos un Guionista para avanzar la historia… ¿por qué no contamos un porno?
-¡Ni muerta follo con ésta! –dijo la Hidro, pero claro, como estaba todo absolutamente a oscuras no supimos a quién se dirigía, señalaba o refería.
-Los pornos hacen subir las visitas, tía –siguió diciendo la Gigi.
-Sí, nena, los pornos que se cuentan, ¡y no tenemos guionistas! ¿No te has dado cuenta que llevamos casi tres páginas sólo de diálogos? ¿Cómo vamos a contar un porno? ¿Poniendo voces como en Los Teleñecos?
-Esto me parece más surrealista que aquella vez que me robaron el móvil –dijo la Hidro-. Claro que estaba borrachísima, y cuando estás borrachísima, todo te parece surreal ¡y hasta los feos tienen un polvo!
-¡También podríamos cantar, tías! -dijo la Naxa.
-A ver, nena, que no sé si te acabas de enterar, pero en el capítulo anterior iban a matarnos, ¿vale? ¡No tengo cuerpo para ponerme a cantar en este momento! ¡Y ni se te ocurra sacar unas maracas de esa caja de cartón, nena!
-¿Y qué más se puede hacer a oscuras, nenas? –preguntó la Hidro.
-¿Dormir? –apuntó Gigi.
-Yo no tengo sueño –dijo la Hidro.
-Y yo sigo con hambre, tías –dijo la Naxa-. ¿No iban a servir la cena?
-¡¡¡QUE ESTAMOS EN UN LIMBO-CAPÍTULO, NEEENAAAS!!! ¿Cuál es la parte que no llegáis a entender? Huelga de guionistas de Hollywood, ¡no capítulo!
-Sin tiempo, no sale barco –dijo la Gigi.
-No Martini?, no party –dijo la Hidro-. Pues vaya mierda. ¡Para eso me quedaba en mi casa!
-Sí, nena ¡para hacerte pajas con tus flash backs del fin de semana pasado, nena!
-De verdad, que tantas ganas de venir a una de tus aventuras, Dolly –comenzó a decir la Naxa-, y me ha tocado el capítulo de los feos y el de la Huelga de Guionistas. ¡Y encima sigo con hambre!

Y entonces las cuatro oímos un CLAK! metálico y volvió la luz, y medio cegatas tras pasar tres páginas del World a oscuras, volvimos a encontrarnos en el pasillo de la residencia de ancianos.

-¿Ya ha terminado la Huelga de Guionistas de Hollywood? –preguntó la Hidro.
-¡Pues vaya aguante que han tenido, tías! –dijo la Naxa.
-Es verdad, y yo que esperaba que con esta huelga la serie de Héroes acabara antes de tiempo –dijo Gigi.
-No, nenas, la huelga de guionistas no ha terminado. Pero con tal de no oíros quejar más, me he remangado la cazadora y me he puesto yo misma a escribir, nenas.

Y entonces la Hidro y la Naxa gritaron a pleno pulmón con los ojos súper desorbitados y los pelos tan de punta, que no había fijador que resistiera esa tirantez, y luego la Gigi también lanzó un alarido y no tuve más remedio que mirar donde estas tres gritonas, para toparme cara a cara con el SER a menos de diez metros de nosotras con sus ropas deshilachadas y las manos extendidas a los lados hasta tocar las paredes, cerrándonos la salida.

-¡¡¡DEJA DE ESCRIBIR, DOLLY!!! ¡¡¡DEJA DE ESCRIBIR, HIJADELAGRANPUTA!!! –gritaron polifónicas la Gigi, la Naxa y la Hidro.

miércoles, noviembre 07, 2007

~12~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Tras salvar a Gigi con la inestimable ayuda de Carmelo, el cocinero, me salieron unas mechas súper ideales, aunque las mechas se debían al megasustazo del capítulo anterior en mi enfrentamiento contra el SER, así que decidí llamar a los refuerzos: la Naxa y a la Hidro; la primera llegó con su caja llena de cachivaches inservibles (a menos que fueras un estudiante de guardería), la segunda no llegó, porque la Naxa se la dejó por el camino. ¡Qué novedad! ¿No?


-O sea, nena, ¿que te dejaste por detrás a la Hidro… y ahora sólo vamos a ser tres contra el SER?
-¡Cuatro, nena! ¡Seremos Cuatro! –gritó la Hidro desde alguna parte y todas volvimos las miradas hacia la entrada de la residencia-. ¿Quién va a pagar el taxi?
-¿Qué taxi? –pregunté yo.
-¡Pues el taxi en el que venido a 350 km por hora, oyendo la COPE, nena!
-¡HOLY MANOLIS! –dijo Gigi.
-O sea, que para ir a ver a LCGQBQB te pillas un bus, ¿y para venir aquí lo haces en TAXI a lo Mayte Zaldívar con el dinero de las bolsas de basura? Nena, ¡deberías revisarte tus prioridades!
-Mis prioridades a parte de no terminar congelada como los Mamuts, nena, era llegar para el capítulo 12 y no aparecer aquí en el 15 o en el 16!
-O no aparecer –puntualizó Gigi.
-Exactamente –dijo la Hidro con un golpe de melena inexistente-. Bueno, bah, ¿quién paga el taxi?
-¡Catalana tenías que ser, nena! –dije yo poniéndome en jarras.
-¿Le gustará al taxista una obra de arte conceptual? –preguntó la Naxa revolviendo en su caja de cartón.
-Si es oyente de la COPE, le gustará más el dinerito conceptual, tía –dijo Gigi.
-¡O una foto de Federico Jiménez Losantos autografiada, nena! –dije yo.
-¡Pero si tengo una! –gritó la Naxa sacando la foto de Federico Jiménez Losantos.

Las tres nos quedamos mega horrorizadas y con el gesto en PAUSE.

-¿Qué pasa? Iba a hacer mi visión particular de El Código Losantos
-¿Y le ibas a pintar la melena? –preguntó la Hidro.
-Pues en los ojos se le da un “aigre” –dijo Gigi, que es la única de las cuatro que se inventa palabras.
-¿Que se PARECE? ¿A quién de las dos? ¿A la Gioconda o a la Autrey Tatou? –pregunté yo.
-¡Yo hablaba de La Rana Gustavo! Tiene los mismos ojos saltones, tías.
-Naxa, llévale la foto esa al taxista a ver si cuela- y la otra salió disparada al exterior-. Y mientras, te pongo al día, nena –le dije a la Hidro.
-Nena, que aunque me exploten en el trabajo hasta las tantas, ¡te leo! Por muy tarde que llegue a casa.
-¡Ah, genial! Así no me toca repetir cosas y podemos seguir avanzando en la trama… ¡Seguidme! –dije súper ideal dispuesta a volver a la habitación que nos habían asignado.
-¿Y la Naxa? –preguntó Gigi.
-Ya nos encontrará. Seguro que lleva en esa caja un GPS para detectar glamour hecho con dos huevos Kinder y unas cintas de esas ensortijadas que te ponen en las pastelerías, que cuando hay Divas cerca se ponen tiesas como pelos de coño de china.

Y nos entró la risa floja a todas hasta que alguien nos detuvo.

-¿Dónde van? –dijo con voz súper varonil un tío tan feo, que para describirle tendría que hacer un mix con varios relatos de Edgar Allan Poe y varios litros de Absenta. Así que simplemente diré que era: feo de cojones pero muy alto, eso sí.
-¿Cómo que a dónde vamos? ¿Y quién es usted? –pregunté yo, súper en mi puesto de Angela Lansbury en Se Ha Escrito un Crimen y yo me he quedado sin carrete en mi máquina de escribir Olivetti-. Somos periodistas y estamos investigando los hechos paranormales de esta residencia de abuelitos… ¿Y quién es usted?
-Ismael Cervantes –dijo tajante y súper serio.
-¿Cervantes? Pues no me suena de nada… ¿Es alguno de los enfermeros?
-Soy el hermano de Roberta…

¡¡¡LA MUERTA!!! Nos gritaron nuestras memorias. Roberta era la directora de la residencia, que claro, como no me dijo su apellido, por mucho que lo buscara en los 11 capítulos anteriores, no aparecería.

-Nuestro más sentido pésame –dije en nombre de las tres.
-¡Ni en Zaragoza hay tíos tan feos, Dolly! –gritó desde atrás la Naxa.
-Nena, es el hermano de RO-BER-TA.
-¿Su hermana es UNA PLANCHA?
Rowenta no, nena, Roberta, la directora del centro! La que falleció de forma espantahorrible a medio día.
-En su coche-oficina –puntualizó Gigi.
-¿Coló lo de la foto? –pregunté a la Naxa.
-Claro, nena, y hasta me preguntó que si tenía alguna de Cristina López Schlichting, pero le tuve que decir que no, por que como la Cristina es un poco… rellenita, me había dejado los pósters en casa.
-¿Han descubierto algo? –preguntó Ismael, y yo me volví hacia él.
-Pues sí, de hecho varias cosas. Hay un SER merodeando la residencia, el culpable y causante de las extrañas muertes, y el suelo del cementerio se está cayendo a cachos.
-¿También pasa el AVE por aquí? –preguntó la Hidro.
-Y hay algo raro en el subsuelo del cementerio. Algo que está ¡vivo! –chilló la Gigi.
-Pero lo estamos investigando –me apresuré a responder, antes de que ninguna de nosotras metiera la pata.
-¿Y saben lo que es? –preguntó muy afectado Ismael.
-Aún es muy pronto… ¡vamos por el Capítulo 12! –y se me escapó la risa-. Pero en cuanto sepa algo, le mandaré un ESEMESE.
-No hará falta, porque estaré por aquí –y miró la hora de su reloj-. Pronto llegarán los familiares del anciano que ha fallecido.
-No fallecido, discúlpeme usted: fue ASESINADO. Yo misma vi a ese SER que intentó matarme.
-Claro, tía, porque de no haberlo visto, no te hubiera intentado matar –dijo Gigi.
-Han hablado de esto… ¿con la policía?
-¿Quiere que nos encierren por locas? Estas cosas no son para contarlas a cualquiera, señor.
-Ni para contarlas en el Aire –dijo la Hidro.
-Ni para hacer un post con pelos de muñecas y triangulitos de queso –dijo la Naxa.
-Y sobre todo, porque aún no sabemos qué es lo que hay en el subsuelo del cementerio –dijo Gigi.
-Ni tampoco sabemos cómo tras ser atacada por ese ser, me han quedado estas mechas tan ideales –dije yo.
-En cualquier caso y para lo que necesiten, estaré en el despacho de la dirección –y volvió a mirar su reloj de pulsera-. Dentro de poco se servirá la cena y he de hablar con los ancianos.
-¿Qué hay de cena? –preguntó Gigi y nos miró a todas-. ¿QUÉ...? Tías, que acabo de pasarlo súper fatal en el subsuelo del cementerio y cosas así, abren el apetito ¡y las ganas de vivir!
-Les veré más tarde –dijo Ismael y siguió su camino.
-¡Anda que traerme al capítulo de los feos, Dolly! –protestó la Hidro cuando Ismael estaba suficientemente lejos, para no oír sus gritos de Diva que se queja de no ligar, porque siempre va a bares de lesbianas.
-Nena, que estás en Desperate Housegays, no en Nick / Tup.
-¡Pues para esa gracia me quedo en mi casa! –protestó la Hidro.
-Sí, ¡cambiando los muebles de sitio!
-¡Yo he reformado mi habitación! –soltó la Naxa.
-¿Con lo que llevas en la caja? –preguntó Gigi.
-No, nena, con muebles de verdad y pintura de la de verdad.
-¡Porque se te habrían acabado las acuarelas, neeenaaa!

Y entonces la Hidro lanzó tal berrido, que gracias a DIOR que no habían copas de cristal de bohemia cerca, porque estábamos en España y no en Praga, que si no… Los de la Hidro estaban clavados en El Viejo Invisible, ese que iba con sombrero y con la cara cubierta de vendas.

-¡UNA MOMIA! –chilló.

Yo me puse entre ellas y El Viejo Invisible que estaba bajando las escaleras y les hablé bajito.

-Esta abuela está más loca que Tasheta, nenas... y se cree invisible, así que, ¡haced como si no la vierais!
-¡Pero si es que la ESTAMOS VIENDO! –gritó la Naxa.
-¡Mírala cómo baja las escaleritas ella... toda tiesa y glamorosa! –dijo la Hidro.
-¡Pues haced como si no! –les ordené yo.
-Nena, que un abrigo del Zara ¡no pasa como invisible! –dijo la Hidro.
-¿Qué abrigo del Zara? ¡Yo no veo ningún abrigo del Zara! –dije haciéndome como que no le veía, cuando pasó a nuestro lado mientras la Hidro y la Naxa seguían espantahorrorizadas y apuntándole con un dedo-. Bueno, ya. Subamos a nuestro cuartel general y vamos a repartirnos las tareas, porque presiento que esta noche va a ser una noche muy larga, nenas…
-¿Es que vamos a ver una peli en Antena 3? –preguntó la Naxa.
-No, nena, esta noche vamos a cazar al SER.

Y entonces, tras un corto silencio, la Naxa meneó la caja de cartón y en su interior sonaron muchas cosas metálicas, como de bolitas y mucho frusfrus de cartulinas y plástico chocándose.

-¡Pues como no use la red para coger medusas que me llevo a la playa!
-Hemos de actuar rápido y coordinadas –les dije-. Tenemos poco tiempo…
-¡¡¡¿¿¿Antes de que nos maten???!!! –gritaron la Gigi, la Hidro y la Naxa.
-Qué perra tenéis con lo de morir, nenas. Que esto es Desperate Housegays, no ¡Al Filo de lo Imposible! –les dije y comencé a subir las escaleras cuando sonó aquella musiquilla, que en realidad eran cuatro notas…

Niii... nooo... NIII... NOOO…

-¡Anda! –gritaron la Gigi, la Hidro y Naxa-. ¡Alguien está viendo la Tercera Temporada de Lost!
-Nenas… esa musiquilla no es de Lost –dije súper seria y cagadísima de miedo- ¡¡¡CORRED, INSENSATAS, CORRED!!! ¡¡¡CORRED QUE VIENE CARMEN PORTER!!!

jueves, noviembre 01, 2007

~11~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Fui atacada por el SER, que tal y como está la programación de radio, quizá hasta fuera de La Cadena Ser, y cuando estaba a punto de morir, fui rescatada (igualito que lo que le pasa a Bart y Lisa Simpson), y el espantahorrible SER huyó por la ventana de la habitación, dejando tras de sí un cadáver. No el mío, ¡porsupuestísimo!


-¿Ha matado a Genaro? ¿El cascarrabias? –pregunté yo, y entré en la habitación donde yacía el cadáver, con una pinta de cadáver, que ni pa qué, nenas-. Sí, tiene todo el aspecto de estar muerto… -y levanté la mirada hacia el marco de la ventana-. Y la ventana tiene el aspecto de necesitar otro cristal… ¡¡¡Y BARROTES PARA QUE NO ENTRE ESE BICHO!!! –grité en un acceso temporal de locura y terror, que me sacudió el cuerpo.

Al acercarme un poco más a la ventana, y sin cortarme con ningún cristal, porque claro, como saltó al exterior, todos los cristales habían caído para afuera, pero con cuidado de no “contaminar la escena del crimen”, miré por dónde podía haber salido aquella cosa huyendo, y sólo vi cipreses anaranjados por la puesta de sol y… ¡el cementerio!

-¡¡¡GIGI!!! ¡¡¡Gigi está en el cementerio!!! –grité volviéndome hacia el cocinero.
-¿Y para qué fue al cementerio? ¿No vio que está acotado por cintas por desprendimientos de tierra?
-¿Cómo?
-Todo el perímetro está rodeado por cintas amarillas que colocaron los bomberos hace dos meses.
-¡Coño, pues no lo vimos!

Y puse así, un poco de la cara de monga, la que pone la Mila Jovovich en Resident Evil 3, y de ser esto una película, la cámara cerraría plano sobre mi ojo, y tendría un flash back de película, en el que me volvería a ver a mí y a Gigi, levantando un pié para pasar la cinta amarilla que colocaron los bomberos y entrar dentro del cementerio. Y luego me regresé yo misma, de mi propio falsh back.

-¡Coño! ¡Es verdad! –grité horrorizada-. Y ahora que recuerdo… ¡venía a pedir ayuda porque Gigi se había caído en una zanja! –y salí corriendo de la habitación, gritando cosas como-. ¡Necesitamos una escalera! ¡Y un buen detergente y suavizante para lavarla a fondo! –pensando en que estaría perdidísima de roña, tras caer en el interior de aquel cementerio.

Aunque no lo vi, porque estaba a lo mío, o sea, corriendo para ayudar a Gigi, supe que Carmelo me seguía y nos detuvimos al salir de la residencia, porque dijo que detrás había una escalera, y claro, fuimos a por ella, y volvimos sobre nuestros pasos para seguir directos hacia el cementerio y allí estaba, como en El Mago de Oz, pero versión plástico, la cinta amarilla que acotaba todo el perímetro del cementerio y con unas letras grandes y negras que rezaban: PROHIBIDO EL PASO.

-¡Gigi! -grité para llamarla, mientras tiraba de uno de los lados de la larga escalera, sin saber en ese momento, porque la luz iba desapareciendo por segundos, dónde coño se había caído-. ¡Venimos a rescatarte, neeenaaa!
-¿Por dónde cayó? –me preguntó Carmelo.
-¿Y yo qué sé? ¡No se me ocurrió hacer un plano con una X en plan Piratas del Caribe, nene! Pero será fácil encontrarla, porque habrá un agujero… -y me paré en seco, y sentí el tirón de las escaleras en mis brazos-. ¿QUÉ?

Todo el cementerio estaba plagado de agujeros allá donde mirase.

-¿Quién ha hecho esto? ¿Los TOPILLOS esos que salían en la tele?
-¡Cuidado! –me gritó desde atrás Carmelo, que cargaba con el otro extremo de la escalera, cuando el suelo crujió bajo mis pies y llena de terror (y sin soltar la escalera), corrí hacia un lado describiendo un cuadrante casi perfecto.

El suelo se desmoronó y varias lápidas cayeron en el interior de un agujero, que se hizo más y más grande según me alejaba de él. Sabía que gritar no serviría de nada, pero sí correr, y fue lo que hice, correr como una loca hasta ponerme a salvo, y tropecé, claro, porque iba corriendo como una loca, y caí al suelo con escalera y todo; la escalera quedó tendida cuan larga era, y a la mitad de la misma, se detuvo aquel enorme socavón.

-¿Estás bien? –me preguntó Carmelo desde la entrada.
-¡Sí! ¡CREO! –y me incorporé-. ¡Espera, no muevas la escalera, se me ha ocurrido algo! –y me puse a gatear sobre la escalera, dirigiéndome hacia el socavón, con el fin de poner mirar hacia abajo a ver si veía a Gigi con vida, mientras pedía a todos los Santos que aquel desprendimiento de tierras no la hubiera aplastado, que aunque esto sea un blog y pudiera revivirla en otro capítulo, no molaba nada matarla después de dejarla tirada en el cementerio. ¡Escrúpulos de conciencia, que se dice! -¡¡¡GIGI!!!
-¡QUÉ, TÍA! –gritó desde la oscuridad de abajo.
-¡Qué haces!
-¡Punto de cruz, HIJADELAGRANPUTA! ¿Me vas a sacar de aquí o qué?
-¡Nena, que no nos dimos cuenta que el cementerio estaba precintado porque se caía a cachos!
-Yo sí que me di cuenta, tía –me respondió-. Pero como ibas súper decidida, ¡pues te seguí!
-¡Pues haberme avisado, nena! –y levanté la vista hacia el cocinero-. ¡Carmelo! Necesitamos una cuerda. Una que sea larga.
-¿Una cuerda para qué, Dolly? –preguntó Gigi desde las entrañas del cementerio.
-¡Para saltar a la comba! ¿Para qué va a ser, nena? ¡Para que subas por ella!
-¿Subir por una cuerda? ¡Eso nunca lo supe hacer cuando iba al gimnasio del Orfanato! ¡Me daba mucha tirria, tía!
-Pues tendrás que hacerlo, nena. Es la única forma de que te podamos sacar de ahí abajo.
-¿Y por qué no pones la escalera y subo como dios manda, tía?
-Pues porque todo el cementerio se está cayendo, nena.
-¡Ah! –he hizo una pausa-. ¿Tardarán mucho con esa cuerda, tía?
-Carmelo ha ido a por ella ahora mismo.
-Pues menos mal, porque creo que aquí abajo no estoy solita, tía…

Y fue entonces, cuando Gigi me contó lo que ya leíste en el Capítulo 9 de Desperate Housegays… y sentí mucho miedo por ella, allá abajo, sola y con eso que se movía bajo el lodo y la porquería.

-Tranquila, nena, que vas a salir de ahí.
-Pero pronto, ¿no? –preguntó casi con un hilillo de voz.
-Eso espero, nena… ¡Ah! ¡Acaba de llegar Carmelo con la cuerda!

La noche caía sobre el cementerio a una velocidad de vértigo, y extraños crujidos de tierra oían de cuando en cuando. Pese a que la escalera tumbada me servía como sostén, como a los que van al Polo Norte que se ponen raquetas de tenis en los pies, para repartir el peso... no las tenía yo todas conmigo de que la escalera hiciera el mismo efecto. ¿Y si esa tontería de ponerse raquetas era una invención de los guionistas de los documentales? ¿Y si no estaban en el Polo Norte, y todo se había rodado con un fondo verde y con mucho CGI?

Carmelo me lanzó la cuerda, que no sé dónde la había amarrado, pero que estaba amarrada por el otro extremo a alguna parte fuera del cementerio, y yo me puse de pie, con mucho cuidado, abriendo los pies para tener una mejor sujeción y poder tirar de Gigi cuando ascendiera por el agujero.

-¡Átatela bien a la cintura, que Carmelo y yo tiraremos de ti!
-¡Oka, tía! –dijo, y vi a lo lejos, ya entre las sombras de la noche, como dos lápidas a varios metros de mí, comenzaban a inclinarse antes de desaparecer por un nuevo desprendimiento de tierra.
-¿Lista?
-No, ¡pero si no queda otro remedio! -respondió.
-¡Ahora, Carmelo! –y tiré de la cuerda y Carmelo hizo lo mismo.

No hará falta deciros, que el dolor de manos es espantoso cuando se hace este tipo de esfuerzo, así que no probéis a hacer esto en casa, más que nada, porque os hará falta un agujero muy profundo y una escalera de cuatro metros, que no son fáciles de encontrar, claro.

-¡Ya te veo! –grité apretando los dientes y sin dejar de tirar de la cuerda-. ¡Tira más, Carmelo, que ya casi está fuera!
-¡Dolly, tía, la cuerda me hace mucho daño en los sobacos!
-Mira, nena, me estoy dejando los dedos para sacarte de ahí, ¡así que no me hables de tus sobacos! ¿Estamos?

Gigi sacó las manos en el hueco entre lo dos peldaños de la escalera, y después la cabeza. ¡Menos mal que Gigi es delgada y cabe entre los peldaños de la escalera! Que si llega a ser Tete Delgado, ¡es que ni me molesto en buscar una escalera ni una cuerda, y me siento a fumar un cigarrillo mientras toda la superficie del cementerio se le cae encima y la deja más plana que a las nenas de Súper Modelo 2007!

Una vez con medio cuerpo de Gigi fuera, la ayudé a salir y con mucho cuidado, gateamos por la escalera hasta lo que nos pareció terreno sólido y que no se desprendería, y saltamos a él y corrimos hacia el exterior del cementerio, con Carmelo tras nosotras.

-¡Tía! –gritó Gigi súper feliz dándome un abrazo-. ¡Me has salvado la vida…! ¿Y te ha dado tiempo para ir a la peluquería, PUTAZA?
-¿QUÉ? –chillé, y me tiró del flequillo-. ¡Augh! ¿Qué coño haces?
-¿Te has hecho unas mechas, tía?
-¿Pero qué mechas ni qué pollas, nena? –y me saqué un espejito súper ideal que siempre llevo conmigo (punto 25 del Manual de la Buena Diva: tener un espejito a mano ¡SIEMPRE!), y que tiene la imagen de “La Vía Láctea”, el cuadro de Tintoretto, que compré en la tienda del Thyssen. Del museo, claro, ¡no de los ascensores! –. ¡Tengo el pelo blanco, neeenaaa! –grité. Aunque más que tener el pelo blanco, parecían mechas, así con mega estilo de Pantene, pero ¡BLANCAS!
-¿Pero te ha dado tiempo a hacerte unas mechas mientras me salvabas? ¡Anda que no te cunden los capítulos, tía!
-¡Nena! Esto seguro que es del mega sustazo de muerte que me he llevado en el capítulo anterior…

Esta historia se estaba yendo de madre, y si casi morimos en los primeros 11 capítulos, ¿quién me iba a asegurar que llegaríamos vivas al Capítulo 35? ¡Nadie, nenas! Así que busqué mi móvil.

-¿Qué haces, tía?
-¡Llamar para pedir refuerzos, nena!
-¿Pero a quién?
-¡A la Hidro y a la Naxa!
-¿Vas a hacer un cross-over, tía?
-Sí, y de paso una especie de seguro de vida –y puso cara de no entender lo que le decía. Carmelo tenía cara de entender mucho menos, aunque con tanto esfuerzo, se había puesto tenso y estaba para echarle un polvo-. Verás, si yo muero, se acaba el blog de Desperate Housegays, y si morimos todas, ¡me llevo por delante tres blogs de un plumazo!
-La verdad, es que cuando te pones a pensar, das miedo, tía… Pero Dolly, quizá no pilles a la Hidro. Quizá esté con su novio y todo eso, o de viaje por Huesconsing, tía.
-Nena, trabaja en la FNAC, y los empleados de la FNAC ¡no tienen VIDA PRIVADA, neeenaaa!
-¡Ah!

Con dos llamadas las convencí. Como la Naxa tiene coche, un A6 AzulOscuroCasiNegro, le dije que se pasara a buscar a la Hidro de camino a Madrid, y les mandé las coordenadas de la residencia de ancianos para el GPS.

Casi de inmediato, aparecieron, porque se oía la música a todo trapo de Nena Daconte, sí, la petarda esa que "perdió los zapatos" (y el buen gusto), y sólo la Naxa es capaz de hacerse un viaje Zaragoza-Barcelona-Madrid oyendo a una petarda que canta delante de un ventilador del IKEA llamado ¡Inga Tunska Blacky Nunger Triska Friska!

Más que aparcar, ENCAJÓ el coche en la entrada de la residencia, y se bajó la Naxa para irse directa al maletero, del que sacó una caja de cartón enorme. Pero enorme, ENORME.

-¡Jo, tía! Estaba tan aburrida pintando las paredes de la habitación en calzoncillos, que cuando me has llamado, no me lo he pensado dos veces y me he dicho… ¡¡¡Para qué están las amigas!!!
-¿Y esa caja, tía? –le preguntó la Gigi.
-Son mis rotuladores, cartulinas de colores, papel cebolla, radiografías, tijeras de punta redonda, pegamento en barra, mis patitos de goma para la bañera, y muchas cosas más que como me sirven para mi blog, me dije, ¡pues también servirán para el de Dolly!
-Ah, no, nena, que este blog es de Divas, y en el Corcho de las Divas sólo cuelgo fotos de Divas y de accesorios para Divas, no cucamonas de esas tuyas, nena ¿Y la Hidro? –le pregunté, porque en el coche no había nadie más.
-¿La Hidro también ha venido?
-No, nena, te dije que te pasaras a recogerla de camino aquí.
-¿Ah, sí? –y bajó la vista a su caja de cartón llena de trastos-. Y yo que creí que no me olvidaba de nada… ¡También he traído mi cojín negro con forma de corazón, tía! –chilló súper feliz sacándolo.
-¿De verdad que no tienes una hermana gemela, Gigi?
-¿Qué? –dijo la Gigi.

Mientras, a varios kilómetros de nosotras, la Hidro se pelaba de frío aquella noche de Noviembre en la Plaza de Cataluña, con una manada de buitres leonados volando en círculos sobre su cabeza.

-¡Anda que hemos empezado bien el día de DIFUNTAS... PUTAS! –le chilló la Hidro a los buitres.

miércoles, octubre 24, 2007

~10~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Gigi se esmochó en una tumba abierta del cementerio, y yo fui a pedir ayuda, cuando, parafraseando a las de Milenio 3, me encontré con LO INEXPLICABLE, y eso que yo lo cuento todo, todo y todo, súper bien, ¡nenas! Y la Gigi, según me contó más tarde, le dio un momento Goonies, y usó algo para ver en la oscuridad de las catacumbas… descubriendo, que no estaba ¡SOLA!


Hacía un frío pelón, pero pelón-pelón, y yo me encasqueté mi cazadora de súper puta, mis megagafas de sol, pese a que el cielo estaba negro como pelo de coño, a las nueve y cuarenta de la mañana en Madrid, pero me daba lo mismo, porque una Diva con gafas de sol en una mañana tan atroz, seguía siendo una DIVA, mientras que una Diva sin gafas de sol, se confundiría con un viandante más.

En el Zen me había cargado algunos temas del nuevo disco de la Kylie Minogue, y salí de casa oyendo el In My Arms, porque en menos que cantaba un gallo, lo tendría In My Arms, y me puse en marcha, con mi movimiento de hombros para seguir el ritmo de Kylie, pero andando con mucha solera, y a la gente que se me quedaba mirando, porque porsupuestísimo que iba cantando, les soltaba frases del estribillo:

”How do you describe a feeling?”

Y me paré en medio de la Gran Vía tres segundos, hasta el golpe de caja.

“How does it feel in my arms?
How does it feel in my arms?
Can you feel it? Tell Me…
How does it feel in my arms?”

Antes de terminar el tema estaba en la puerta de la FNAC, súper ideal, justo a las diez de la mañana, cuando un segurata abría las puertas, y me deslicé hacia el interior, tomando las escaleras mecánicas (de no existir escaleras mecánicas, ¡jamás compraría en la FNAC!), y subí hasta la planta de discos, dispuesta a hacer el menor trabajo posible para buscarlo, que para eso pagaban a aquellos chicos de los mostradores. ¡Que me buscaran ellos el disco!

-¡Hola! -Le dije a un chaval, con más cara de sueño que Solves-. Vengo a por EL DISCO… -y la criatura, sacada del Día de la Marmota, tardó en entender a qué me refería.
-¿Qué disco?
-¡¡¡EL DISCO!!!, nene, el de la Kylie.
-¿El 2 Hearts? –preguntó.
-¿Y para qué coño quiero el single? ¡Quiero EL DISCO enterito! El X. Que me faltan unas cuantas canciones que no tengo en el Zen.
-Pero si no sale hasta el día 26…
-Pues claro, nene: HOY.
-El 26 de Noviembre.
-Ya lo sé, nene: HOY –repetí.
-Hoy es 24 de Octubre.
-¿QUEEE…??? –chillé a pleno pulmón. Al ser tan temprano, no habían clientes en la FNAC, que si no, seguro que todo el mundo se hubiera vuelto hacia mí.
-¡HOY ES 24 DE OCTUBRE!
-¡¡¡PERO NO PUEDE SER!!! –volví a gritar.
-¡¡¡ES 24 DE OCTUBRE!!!

Y su grito me devolvió a la realidad. Una realidad en la que nadie querría estar en mi pellejo, sola en aquel pasillo de la residencia de ancianos, sujetando la puerta tras la que estaba ¡¡¡el terror de los terrores!!! ¡¡¡Y SIN MI DISCO DE LA KYLIE!!! ¡¡¡NO PUEDO MORIR SIN OIR ESE DISCO!!!

-¡¡¡No puedo morir!!! –grité, mientras la puerta se zarandeaba hacia el interior, y yo tiraba para afuera con todas mis ganas para que aquello siguiera encerrado y no saliera.

Hay gente que cuando está en un Border Line de esos, o sea, a punto de palmarla, dice que ven cómo toda su vida pasa a toda velocidad como una peli puesta a 78 revoluciones por minuto. Vamos, estilo jerga de pitufos colocados de popper y gas hilarante. Otros dicen que ven un túnel de luz, y a algún familiar al final, que les dicen “vente pa Alemania, Pepe”, o cosas así.

En mi caso, no, queridos. Porque yo en los casos de muerte, me da por pensar en las cosas que no he hecho, como comprarme el nuevo disco de la Kylie Minogue, ¡¡¡of course!!!

-¡¡¡SOCORRO!!! –grité, cuando el tirón hacia a dentro, estuvo a punto de amputarme los brazos.
Y claro, una Diva sin brazos, como mucho sale en la sección de sucesos de Antena 3, y no en una película, o en una serie de televisión, o llena 1750 páginas de si Biografía No Autorizada, aunque la Gigi seguro que por culpa de un buen talón (y no de Aquiles), la autorizaría, e iría a todas las entrevistas en los diferentes canales de televisión.

Perdiendo el equilibrio, calí de espaldas (mierda, y sin cámaras a la vista), pensé mientras me estampaba contra el suelo, porque si de algo estoy orgullosísima, ¡es de lo bien que caigo…!

La puerta se abrió de par en par, y algo en el interior me gritó. No fue un grito normal. Fue como un grito al revés. Como cuando gritas para adentro, y una extraña ráfaga que apareció de improviso, con un fuerte olor pestilente de tierra y hojas secas, se coló en mis tabiques hasta congelarme los pulmones, y el ser, con unas cuencas vacías y de un negro opaco, se fijó en mí.

Lo llamo EL SER, porque no llevaba una plaquita distintiva con su nombre, claro.

Era alto, desgarbadamente esquelético, y la melena blanca flotaba eléctrica sobre una frente muy ancha y sin cejas. A simple vista, parecería un esqueleto con peluca, pero era algo más que eso. Sus brazos, encrespados, se estiraron cuan largos eran hasta agarrarme del tobillo, y mi cuerpo sintió una sacudida helada, como una daga que te clavan por la planta del pie, y que extiende su ponzoña hacia el gemelo.

Intenté escapar, pero misteriosamente, no podía apartar la vista de aquellas dos cuencas vacías, recubiertas de carne seca y fibrosa, cuando el ser abrió la boca y volvió a lanzar un agónico alarido que claro, al ser todo piel pegada a un cráneo deforme, más parecía una macabra sonrisa… pero aquello no tenía ni puta gracia, nenas. Era simplemente aterrador, y el frío de su tacto había conseguido paralizarme la pierna derecha hasta llegarme al culo.

Intenté patearle con la otra, volverme boca abajo y arrastrarme con las manitas a lo Salvad al Soldado Ryan, y escapar del espanto aunque fuera a rastrándome por el suelo. Cosa que jamás haría ni loca, porque las Divas sólo llevamos ropa de marca, y está súper mal visto, claro.

Oí gritos y pisadas por el pasillo, y fui a mirar en esa dirección, cuando me escurrí hacia atrás. ¡Estaba tirando de mí! ¡Me quería arrastrar hacia la habitación!

-¡¡¡SOCORRO!!! –chillé más fuerte aún, y pude ver en un plis plas, un grupo de gente, pero así, como muy fugazmente, porque ya tenía medio cuerpo dentro de la habitación, y no sentía ninguna de las dos piernas, y en mi cabeza, no por las orejas, sino dentro de mi cabeza, comencé a oír una musiquilla súper mareante. En realidad eran cuatro notas, como eso que se oye en LOST cuando hacen un fundido a negro. ya sabéis, el "Niii nooo NIII NOOO..."

-¡La Virgen! ¡Qué es ESO! –chilló una voz que no identifiqué, y de inmediato tenía las narices metidas en el sobaco de alguien.

Espero que esta parte la supriman de mis memorias, claro.

Me levanté en el aire y noté cómo tiraban de mí hacia el pasillo, mientras el espantoso ser (supongo, porque no sentía las piernas), lo hacía en sentido contrario.

-¡No le sueltes! ¡No le sueltes!

Gritó otra voz, y supuse que eran dos, los que tiraban de mí, cuando el ser chilló una vez más, y vi un rostro, porque pude sacar la cara de aquel sobaco, y luego el neón del techo se fue hacia abajo, y un sonoro portazo, y luego caer en el suelo con mucho estrépito, pero gracias a Dior, caí sobre algo blandito pero bien firme. Uno de mis rescatadores, supuse, y el cuerpo entonces reaccionó, y sentí unos espantosos calambres en las piernas.

-¿¿¿Qué demonios era eso??? –gritó otra voz.

Intenté orientarme o levantarme o moverme, descubriendo que había caído sobre Carmelo, el cocinero de la residencia, que estaba cuadradísimo. Y oye, que una no es de piedra y hasta hubiera tenido una erección, claro que con tanto calambre por todas partes, como que estaba yo para levantar lo que sea, pero aprovechando mi situación, coño, que no todos los días una cae sobre un cincuentón ¡con cuerpo de marine!

-¿Estás bien?
-¡¡¡BOM CHIKA WAH WAAAH…!!! –se me escapó, emborrachada por su desodorante Axe-. ¡Lo que estoy es bien jodida! –chillé, y me hice a un lado, para no aplastar a aquel hombre, mientras el enfermero del turno de día, un chaval de unos veinte pocos años, aterrado como nunca había visto a nadie, estaba pegado a la pared, con la vista clavada en la puerta de la habitación de enfrente-. ¡Hay un jodido monstruo aquí! –grité al fin-. ¡Y le estaba haciendo algo a uno de los viejitos!

El cocinero, me cogió de las axilas y me apartó de la puerta de la habitación, ahora cerrada a cal y canto, y en la que no se oía ningún ruido, hasta que una explosión de cristales nos asustó a los tres… y luego, un alarido que se alejaba en el infinito.

Tras unos segundos que se me antojaron eternos, el cocinero se acercó a la puerta, tocó el pomo con mucho cuidado, lo giró y la empujó suavemente hacia adentro.

-¿Sigue ahí el bicho?

Como no me respondió, tuve que reunir fuerzas, conseguir ponerme de rodillas, y gatear a cuatro patas hasta colocarme debajo y entre sus piernas, que en otro momento sería de lo más erótico, pero lo que había quedado en la habitación, era capaz de matar todo el lívido.

La ventana de la habitación estaba rota, y sobre la cama, con los brazos en una postura grotesca como si intentara abrazar a alguien invisible, uno de los abuelitos, yacía sin respirar.

-¡Quién es! –pregunté mirando hacia arriba.
-Creo que es… Genaro –dijo el cocinero.

Genaro era el viejo que siempre estaba cabreado con el universo, y entonces, el enfermero del turno de día se puso a gritar y salió corriendo por el pasillo.


martes, octubre 16, 2007

~9~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

A Gigi y a mí, nos dio por hacer un review de “Las Grisom”, y nos metimos a investigar el cementerio adyacente (como las cabinas del Leather, que son todas adyacentes) a la residencia de ancianos, con tal mala pata (y lo digo por Gigi), que cayó en una tumba abierta y luego más abajo… a un sitio súper oscuro: ¡las catacumbas del cementerio!


-¡ESTOY PISANDO CACAS, TÍA! ¡¡¡DE LAS BLANDITAS!!!
-¡No te muevas, Gigi! ¡Voy a pedir ayuda!
-¡Pues hazlo por teléfono! ¡No quiero quedarme sola, tía!
-¡GIGI! Mi abuela decía:
-¡Me importa un carajo lo que decía tu abuela, Dolly! ¡Sólo quiero que me saquen de aquí!
-DECÍA –enfaticé para ver si se tranquilizaba de una vez-. Que había que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos, porque los muertos, como están muertos, no pueden hacernos daño, nena.

Como no dijo nada, supuse que se había tranquilizado, pero no fue así.

-¡Seguro que tu abuela no estaba enterrada en mierda hasta las rodillas, debajo de un cementerio cuando dijo eso, tía!
-Pues no, lo decía muy a menudo, pero no en este tipo de situación –y se me ocurrió algo-. ¿Por qué no enciendes el mechero, y así viendo donde estás, te tranquilizas un poco?
-¿Cuándo me has visto a mí fumar, tía?
-¡No me digas que no tienes un mechero!
-No fumo, Dolly, ¡eres tú la que fuma!
-¿Qué no fumas? ¡Serás hijadelagranputa! ¡Bien que fumas de mi tabaco cuando vamos de copas, Gigi!
-¡Porque soy una fumadora de “actos sociales”!
-Mira que han dicho cosas de los bares de ambientes de Chuecha, nena, pero de eso a considerarlos “actos sociales”… ¡Ni que se pasara por allí la Esperanza Aguirre, neeenaaa...!
-¡¡¡Quieres sacarme de aquí de una vez???
-¡Bueno, va!

Y salí por piernas de allí, de vuelta a la residencia, que no os creáis, pero es un trecho bien largo y como toda Diva sabe, correr conlleva sudar… ¡Y LAS DIVAS NO SUDAMOS! Vale que iba puesta de barro y demás mierdas en la cazadora y el vaquero, pero bueno, como Diva, podría excusarme diciendo que estaba marcando tendencia y todo eso, pero el sudor o llevar la cara con más brillos que Tita ¡Cerveza!, no es de Divas, sino de ¡Meng-Divas! Así que a tres metros de la entrada, dejé de correr, me atusé un poco el flequillo y las patillas (que es dónde el sudor suele fijarse), me peiné las cejas y subí los escalones súper digna e inspirando por la nariz, que es lo que los médicos recomiendan para no hiperventinarse ni mineralizarse; ya en el pasillo, ¡sorpresa! ¡No había ni un alma! ¿Dónde coño estaban todos?

-¿Hooolaaa…? –dije súper mosca, y vi al fondo del pasillo, por el rabillo del ojo, porque estaba mirando hacia las escaleras que tenía en frente, y que no pensaba subir ¡ni muerta!, cómo cruzaba algo blanco de una habitación a la otra-. ¡Enfermero!

Grité e intenté hacer memoria de cómo se llamaba el enfermero del turno de día… hasta que caí en la cuenta de que ¡no nos habían presentado!

-¡Enfermero del turno de día!

Le llamé y caminé con paso raudo al final del pasillo, que era más largo de lo que creía, hasta que me detuve con una mano en el pecho para controlarme el sofocón y miré hacia el interior de ambas habitaciones. La de la derecha estaba vacía, y era una habitación que como ya comenté en otro capítulo, era para el personal. Ni coqueta ni hostias, súper funcional y punto.

Y a mí izquierda, en la otra habitación, estaba el enfermero de día, de espaldas a mí, como arropando a uno de los abuelos que se habían tumbado a hacer la siesta o algo de eso.

-¡Menos mal que encuentro a alguien! ¡Necesito ayuda, enfermero del turno de día!

Y el tipo de blanco, algo más flaco de lo normal y con una melena larga, súper despeinada y de color blanco, dejó lo que estaba haciendo ¡y sin mover las piernas!, se giró 90 grados; en realidad tendría que haberse girado 180 grados para tener un contacto visual pleno, pero nenas, con 90 grados vi TODO lo que tenía que ver y he de deciros que: ¡¡¡AQUELLA COSA NO ERA EL ENFERMERO DEL TURNO DE DÍA!!!

Agitando las manos cómo sólo una Diva que vive un terror extremo (a lo Kidman en Los Otros, o a lo Belén Rueda en El Orfanato, haciendo de la Kidman en Los Otros, pero sin la enana de Poltergeist), grité a pleno pulmón abriendo tanto o más la boca, que como nunca lo había hecho cuando voy a mi dentista (monísimo, por cierto) y que una vez me dijo que no necesitaba un blaqueamiento porque tenía los dientes perfectos. ¡Faltaría más!

Más aterrada que las Gemelas Olsen ante un plato de judías con chorizo, cuando estaban tratándose de aquella anorexia que tenían, chillé varias veces, manoteé en el aire y mi muñeca se aferró al pomo de la muerta como una gárgola de la Catedral de Notre Dame, antes de tirar hacia mí y cerrar la puerta de la habitación donde estaba ¡ESO!

-¡¡¡ESTÁ AQUÍ!!! ¡¡¡SOCORRO!!! –chillé y tiré hacia fuera, mientras que desde el otro lado, intentaban abrir la puerta y el pomo quería deslizarse entre mis manos-. ¡¡¡QUE ALGUIEN LLAME A CARMEN PORTER!!! –grité, pensando que una tía tan fea como ella y con esos dientes, sería capaz de matar de un susto a aquella espantahorrible cosa que había dentro de la habitación-. ¡¡¡QUE ALGUIEN LLAME A LOS DE MILENIO 3!!! ¡¡¡O QUE LLAMEN AL EJÉRCITO!!!

Esto no lo había hecho antes, en ninguna de las Temporadas anteriores de Desperate Housegays, pero… para mantener la tensión y basándome en lo que Gigi me contaría dos horas después, que fue cuando la sacaron de donde estaba…

Gigi, como decía, aguantaba estoicamente tapándose la nariz con una mano, mientras que con la otra se subía el cuello de la camisa para hacer lo propio con la boca y no meterse en los pulmones el pestilente olor de las catacumbas del cementerio.

-¡Dolly!

Dijo que me llamó varias veces, pero claro, yo había ido a pedir ayuda para sacarla de donde estaba, así que me saltaré todos los tacos e improperios que dijo de mí, porque aunque en este blog hablemos de cosas de marikas, de comer pollas y de follar, o que por ejemplo, Gigi se empastillo y se tire a enfermeros porque estaba traumatizada, intento no decir tacos, porque las Divas no decimos tacos, nenas. Eso es más de kinkis poligoneras.

Tras varios minutos y viendo que nadie le respondía, Gigi intentó moverse, pero la mierda que había en el suelo, blandita y pestilente, le llegaba hasta las rodillas, y no quería moverse mucho no fuera que se trataran de arenas movedizas.

A ver, nenas, que estamos hablando de Gigi, y Gigi no sabe que en España no hay arenas movedizas. Hay arena, pero en las playas de Canarias, y en la costa, pero no arenas movedizas, pero claro, Gigi se acordaba de lo que lloró cuando Ártax, el caballo de Atreyu, se murió ahogado en las arenas movedizas de La Historia Interminable, que curiosamente, no era tan interminable como decía el título, porque la película duraba 94 minutos, aunque sí que se hacía larguita de cojones, nenas.

Pronto algo captó su atención. Algo brilló cuando se movió un poquito a su izquierda, pero como todo estaba oscuro, el brillo desapareció. Así que volvió a menear los hombros pero sólo un poquito, y lo volvió a ver brillar. Luego volvió a moverse, pero más despacio hasta que el brillo apareció nuevamente y se detuvo, como Gigi, de mover los hombros y girarse. Había algo enterrado en la mierda, que sobresalía un poco y reflejaba la luz cenital del exterior.

Con mucho cuidado de no perder de vista el brillo, Gigi se armó de valor y arrastró los pies lentamente, como si fuera una de esas que se van al Polo Norte, y el viento les da de frente, ya sabéis, como inclinada. Una cosa muy rara, que no me extiendo porque cuando Gigi me lo contó, parecía que fuera la prima de Amuntsen, ya sabéis, esa que tenía mucho tiempo libre y una brújula y se fue a buscar el Polo Norte... ¡¡¡Y LO ENCONTRÓ!!!

Cuando consiguió llegar hasta el objeto, alargó un brazo y lo cogió por una de las esquinas y lo sacudió como si fuera una bolsita de té, para quitarle toda la roña que tenía encima, hasta descubrir que tenía forma cuadrada, superficie de cristal y… ¡un retrato! Pese al terror que vivía en aquellas catacumbas, Gigi no pudo dejar de decir:

-¡Qué señora más fea, por dios! –y se tapó la boca de inmediato, mirando a su alrededor llena de miedo.

Estaba claro que aquel retrato era de alguna de las "inquilinas" del cementerio, y si era una "inquilina"… quién te decía a ti que no se levantara de su tumba al grito de: “¿a quién llamas fea?”

Tras unos segundos, sin ruidos, ni protestas de la difunta de la foto, Gigi utilizó el cristal del marco para reflejar la luz que llegaba desde arriba, y así poder hacerse una composición de lugar. Con suerte, podría encontrar una escalera por la que salir de allí… pero en cambio, y para su desgracia, lo que vio no le gustó nada. Pero nada de nada.

No se asustó por ver varios ataúdes rotos, flotando sobre el cieno oscuro y pestilente. Tampoco se asustó porque algunos de ellos dejaran entrever a sus inquilinos, y tampoco se asustó porque el techo que pendía sobre ella, preñado de humedad, colgara peligrosamente sobre su cabeza, dispuesto a desprenderse y aplastarla en un chasquido de dedos.

Lo que vio y no le gustó nada, pero nada de nada... era lo que había en el fango. Algo que cuando dirigió la luz hacia él, se sumergió de inmediato dejando unas pompas o burbujas, grandes y numerosas, explotando en la superficie.


jueves, octubre 11, 2007

~8~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Comencé con las primeras entrevistas a los abuelos de la residencia, mientras Gigi abría las ventanas para no morir del pestazo, gracias a los “cuescos” que se tiraba a diestro y siniestro Leonardo, hasta que un grito nos impactó a todos. Era un grito de “me voy a morir”, y en realidad así fue, porque pronto descubrimos el cadáver de Roberta la Muerta, en su coche oficina, en el mismo parking de la residencia.


-Debe oler cantidad, tía –dijo Gigi.
-¡Pero si la acaban de matar, nena!
-Ya, tía, pero como llevas una semana sin actualizar el Blog, tía, ¡debe oler cantidad!
-Ah, bueno, sí… -y me crucé de brazos, mientras pensaba cómo podían haberla matado en pleno día, mientras yo estaba con mi interrogatorio a los abuelos.

Como este blog cuenta la Vida de una Diva Desesperada (o sea, yo), no me voy a entretener con el “qué pasa cuando descubres un fiambre y todo el asilo se llena de guardia civiles, forenses, juez”… y somos acribilladas a preguntas, como si aquello fuera el 50X15 de ¿Quién mató a la Muerta?. Más que nada, porque me extendería varias páginas, y para eso está la Grisom y sus chicas del CSI, no yo. ¡Yo tenía que hacer cosas!

Fue un día del demonio. Los abuelos comieron a su hora. Gigi y yo no. Los abuelos vieron Sé lo que Hicisteis, y se rieron de lo lindo (porque les oímos). Gigi y yo no, porque no paramos de dar vueltas a la residencia, buscando pistas, después de que todo el gentío se fuera, y se llevaran el cadáver de Roberta, la directora del centro. Lo cierto es que se la llevó la grúa, porque como el coche también era una escena del crimen y todo eso, pues eso, que se llevaron a Roberta y a su coche oficina.

Entre pitos y flautas… eran las seis de la tarde, hacía frío, pese al sol del cielo despejado y las suelas de nuestros zapatos habían pisado de todo y no preguntéis, pero echaba cantidad de menos la limpieza de la ciudad, porque en el campo, por mucho que digan ¡hay mucha mierda en el suelo! Hasta Gigi encontró caquitas de algún conejo o liebre. Pero tranquilas, no se las metió en la boca por mucho que se parecieran a los “Maltesers”.

-Dolly, tía, tengo hambre y frío –dijo mirando al cielo y atrás, hacia la residencia, ya que andando, andando, habíamos llegado a la entrada del cementerio que lindaba con la residencia.
-¡Gigi! ¿A que no sabes lo que se me ha ocurrido?
-Si es hacer un tour para ver lápidas, no, tía.
-¿Desde cuando tienes telepatía, nena?
-Llevamos cuatro temporadas juntas, tía… -y dejó la respuesta en el aire, como Joan Baez, pero sin esos pelos (zoológico y caldo de cultivo para cualquier piojo que se precie) y sin esa cara de amargada que tienen todas las canta autoras mal peinadas.
-Hasta el momento, hemos creído que la residencia está enfantasmada, ¿cierto? –y Gigi asintió-. Pero a Roberta la han matado fuera, y a plena luz del día –y me dio un rollito de filósofa de fin de semana, aunque estábamos a jueves-. ¿Y si nuestro asesino, viene de otro sitio, coge de la residencia lo que necesita, y se vuelve a su lugar de origen? –y mientras decía esto, señalé hacia el cementerio, luego hacia la residencia y vuelta otra vez al cementerio.
-¿Cómo los zombies, tía?
-No, nena, los zombies salen de los cementerios, pero no vuelven, porque siempre están con mucha hambre y van en plan botellón. Paran donde hay que comer y luego siguen andando.
-Ah… entonces sería más, ¿cómo Drácula?
-Pues sí, sería más rollito Drácula.
-¡Ah… bueno, entonces está tirado! Sólo tendremos que buscar a un tipo con pelucón y bata roja… y luego gritar un poco, y echar a correr.
-No me digas que sólo has visto el Drácula de Coppola, nena.
-¿Es que hay más?
-¡Sígueme! –dije dándola por imposible y entré en el cementerio.
-¿Qué te siga? –gritó desde fuera.
-Sí, nena, que si no tendremos que hablar a gritos como los de Villa Arriba y Villa Abajo… -y seguí andando por el cementerio, con cuidado de no pisar nada raro, como una tumba o una muerta mal enterrada y todo eso.

Para ser un cementerio pequeño, era cantidad de mono y coqueto, dentro de las normas de monadas y coqueterías que podían HACER en los cementerios, claro. No es cuestión de compararlo con el Zara o el H&M; era un rectángulo perfecto, y las paredes que lo conformaban, hacían a la vez de “estanterías” llenas de nichos, en un 90% vacíos. El suelo era verde, y la hierba crecía como los pelos de Diana Ross, o sea, a su bola… y pese a que no había por allí ningún tipo de riego, la hierba estaba verde.

-Dolly, tía, esto es súper feo.
-Es un cementerio, nena, ¡no la Feria de Abril!
-¡Y parece un cementerio de enanos!

Y tenía razón, las distancias entre lápida y lápida eran demasiado cortas. Como bien sabemos todas, en España al difunto se le entierra en horizontal, y no en vertical, como en los EEUU, para que queman más en menos espacio, claro. Seguro que a la americana que se le ocurrió esa idea, era una clienta del IKEA.

-No eran enanos, nena, es que antes, la gente era más bajita.
-¡Porque eran enanos, tía!
-Que no, Gigi, que era porque la gente era más baja.
-Ah… o sea, que si dos maricas, dentro de –se detuvo a mirar una lápida-, dentro de cincuenta años, se pasean por el cementerio donde estemos enterradas…
-Nos llamarán enanas, nena, sí.
-¡Pues a mí que me incineren! Paso de que venga una puta cotilla a llamarme enana cuando esté muerta.
-¡NENA! Mira esto… -grité señalando una lápida, y Gigi, que estaba a varios metros, vino corriendo en zig-zag, haciendo cosas raras como Jack Nicholson en Mejor Imposible-. ¡Pero sin pisar las tumbas, neeenaaa!
-¡No estoy pisando las tumbas, tíaaa…! –chilló y se fue para abajo.

Pero para abajo del todo. Desapareció, como si la tierra se la hubiera tragado.

-¡GIGI! –y corrí hacia ella, o hacia donde había desaparecido, frenando en el mismísimo borde de la zanja, para no terminar como ella dentro de una fosa abierta, a la espera de un nuevo inquilino del cementerio-. ¡GIGI! –chillé al verla espanzurrada a dos metros bajo tierra- ¡NENA! ¿Estás bien?

Gigi tosió, escupió algo que se había comido, tierra supongo, una tierra de color rojo y casi arcillosa, y comenzó a levantarse.

-¡Tía! –tosió varias veces y se limpió la cara-. ¡Creo que me he comido algo!
-Has comido tierra, nena. Tranquila.
-¡Y una mierda! ¡Creo que me he comido algo! ¡Se está moviendo! -y se tocó la garganta.

Miré a los lados, en busca de una escalera o una rama para subirla, porque NI MUERTA iba a bajar a donde estaba, y no vi nada a la vista.

-Gigi, tranquila, que voy a pedir ayuda. No te muevas.
-¿¿¿BROMEAS??? ¡ESTOY EN UN NICHO, TÍA!
-Tranquila… que ahora vuelvo.
-¡No, tía! ¡Que aquí se mueve algo!
-Es tierra, Gigi. No te muevas que vuelvo enseguida.
-Que no, tía, que te digo que aquí se mueve ¡¡¡algo!!!

Me paré y miré el suelo arcilloso que pisaba Gigi, y allí no se movía nada.

-Son imaginaciones. No te dejes arrastrar por el pánico, ¿vale?
-¡Oye, que la que está en el hoyo soy yo, hija de la gran puta! Y si me da la gana de dejarme arrastrar por el Pan Rico, ¡me dejo!
-Gigi… inspira por la nariz y espira por la boca…

Y Gigi se puso a hacer ruidos raros con la garganta, como aquella vez que estábamos comiendo en un burguer, y yo pensé que estaba haciendo una gracia, y resulta que la tía se estaba ahogando viva, porque el jodido pepinillo de la hamburguesa se le había enrollado en no sé donde de la garganta, y casi se me muere en medio de la comida.

-Nena, me estás asustando. Deja de hacer eso, ¿quieres?

Pero Gigi, no me hacía caso. Agitaba las manos como si fuera a salir volando de allí como en los dibujos animados, haciendo ruidos rarísimos con la garganta, mientras se le ponía la piel de color ciruela, y ahí sí que me asusté.

-¡GIGI!

Indecisa de saltar abajo con ella para auxiliarla (pero entonces seríamos dos marikas atrapadas en un hoyo), o tirarme al suelo para agarrarla por cualquier parte y subirla (con lo cual me pondría perdida de hierbajos y tierra, y todas sabemos lo que cuesta sacar una mancha de hierba de la ropa), decidí sacrificar mi vestuario, tirarme al suelo e intenté cogerla; al principio y en cuanto me vio, intentó agarrarse de mí y yo de ella, y cada vez estaba más de color violeta, y por mucho que Gigi saltara, no conseguía cogerla de la mano y subirla, hasta que me dio un buen susto al desplomarse de rodillas y toser muy, pero que muy fuerte, dándose un puñetazo en el esternón y una cosa salió disparada de su boca.

-¡Ay! –dijo sin aliento, con lágrimas en los ojos y volviendo a recuperar el color de la cara-. ¡Casi me ahogo, tía!

Lo que había escupido Gigi era de un amarillo tan brillante, que de inmediato las dos nos fijamos en aquel diminuto objeto.

-¿Nena, qué coño es eso que has escupido?
-Ay, tía, casi no lo cuento –y comenzó a ponerse en pié, cuando el suelo de barro se agrietó y se hundió lanzando un grito largo y con mucho eco.
-¡¡¡GIGI!!! –grité viendo el agujero oscuro por el que había desaparecido Gigi, y después el diminuto objeto amarillo que parecía brillar… ¡o moverse! ¡¡¡SE ESTABA MOVIENDO!!! Volví a mirar hacia el agujero y llamé a Gigi-. ¡¡¡GIGI!!! –y miré nuevamente aquella cosita amarilla, que reptaba en círculos como si quisiera enterrarse en la tierra-. ¡¡¡GIGI!!!
-¡¡¡TÍA!!! –la oí gritar pasados unos eternos segundos, y sentí un tremendo alivio al oír su voz.
-¡¡¡GIGI!!! ¿Estás bien?
-¡Claro que no, tía! –chilló con algo de eco-. ¡Estoy en unas caca-cumbas!
-¡Dirás catacumbas, nena!
-¡No, tía! ¡Esto está lleno de CACAS!

martes, octubre 02, 2007

~7~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Tras ser confundida con un urólogo (no preguntéis más), Roberta, la directora del centro, me presentó a los habitantes de la residencia, once abuelitos y uno más, que iba en plan rollito Hombre Invisible, pero el de la peli de Blanco y Negro, claro. Me presenté, aunque no sirvió de nada, y pedí un voluntario para comenzar con mis preguntas. Gigi, tan eficiente como una perra de caza inglesa, me ayudó en la selección.


Como los abuelos estaban tan cooperativos, como una concentración de medusas de las playas valencianas, decidí que para ganar tiempo (y no perderlo con entrevistas unipersonales), esperé a que desayunaran y los convoqué a todos en la sala de la TV. En realidad, se fueron todos sin decirles nada, porque acababa de empezar AR, y querían ver los resúmenes de Gran Hermano. Así que aproveché las circunstancias y fui tras ellos.

-Gigi, digo yo, que no estaría mal que como ayudante, consiguieras los nombres de los abuelitos MENOS, del que va en plan Hombre Invisible…
-¿Y eso por qué, tía?
-Pues porque es INVISIBLE, nena.
-Pero si no es invisible, tía. ¡Yo lo veo!
-Ya lo sé, Gigi, pero si él quiere creerlo, ¿para qué amargarle el día?
-También es verdad –y se quedó pensativa, cosa que siempre me da miedo-. Espero que cuando me haga mayor, no me den tonterías de esas, ¡como de creerme invisible!
-Tranquila, Gigi, no hace falta que te hagas mayor para que te den tonterías de esas, porque ya te dan.

Entramos en la sala de la TV, me coloqué en frente de ella, la apagué y me volví hacia los abuelitos; todos se me quedaron mirando, como si Dios hubiera dado al PAUSE de sus vidas.

-¿Qué coño está haciendo? –gritó al fin uno de ellos-. ¡Iban a poner las imágenes del jacuzzi!
-Don’t Panic. Es Gran Hermano, y repetirán esas imágenes del jacuzzi tantas veces como haga falta, hasta que se les desprendan las carnes de los huesos.
-¡Pero bueno! –protestó otro abuelito.

Yo chasqué los dedos y Gigi comenzó a pedirles el nombre a todos ellos (menos al Hombre Invisible), mientras a mí me poseía el espíritu de Patton (el general), y les soltaba un speech, que ríete tú de los speechs de Fidel Castro.

-Caballeros –comencé a decir, y a mandar de izquierda a derecha con las manos a la espalda-, en esta residencia, desde hace meses, y según algunos, desde hace años, vienen produciéndose extraños fenómenos inexplicables, que han llevado a más de uno y de una, al hoyo. No es para tomárselo a broma, porque sus vidas, dependen de la información que puedan darnos a Gigi y a mí, para resolver este caso, y así todos ustedes, consigan llegar con vida al Capítulo 35 –y dejé de andar de izquierda a derecha, porque comenzaba a marearme-. Espero que la información que tengan sobre dichos hechos, nos ayude a todos a resolver este enigma mortal –dije enfatizando esta parte final, porque me pareció súper importantísima.
-Disculpe –dijo uno de los abuelos.
-¿Sí?
-¿Es usted maricón?
-Y periodista vocacional –dije súper orgullosísima.
-PRO-ROK! –apostilló el culo de alguien.
-Ciertamente, nos encontramos en una situación de cagarse… de miedo, pero estamos aquí para descubrir qué provoca estos fenómenos paranormales… y detenerlos.

Uno de los abuelos levantó la manita, sin dejar de sonreír; Gigi me trajo el listado con sus nombres, y yo me quedé medio flipada.

-¿Cómo se les ocurrió a sus padres ponerles estos nombres? ¿Consultando la Wikipedia o qué? –miré hacia el abuelito con la mano levantada-. Disculpe, ¿usted es?
-Eustaquio –dijo con dificultad, porque la dentadura superior se le movía más que las bailarinas de Tata Golosa, así que deduje que no es que me sonriera, es que tenía puesta una dentadura postiza dos tallas mayor y sin pegamento-. ¿Cómo pretenden terminar con lo que hay aquí?
-Primero hemos de saber qué es lo que hay, Eustaquio, para saber como actuar. Ya sabe, como los doctores –y parece que ninguno me entendió, con lo bien que hablo y me expreso-. Quiero decir, que un médico no hace una operación a corazón abierto, y cuando van a implantar el marcapasos dice: “¡coño, pero si era una apendicitis lo que tenía este señor!”.

No me considero cómica, pero oye, que les entró tal ataque de risa a los abuelitos, que más de uno perdió los dientes de las risas.

-¿Pero qué puede hacer un urólogo, con lo que hay aquí? –protestó el abuelo que ya conocía del capítulo anterior, el tal Genaro que me había confundido con un urólogo.
-Para empezar no soy urólogo.
-Es maricón –apuntilló otro abuelito.
-Y periodista vocacional –cumplimentó Eustaquio.
-PROOOK! –exclamó el mismo culo de antes, y todos los abuelitos se volvieron para mirar a uno de ellos, muy poquita cosa y con cara de muy asustado.
-Para ya, Leonardo –le pidió uno de ellos.
-Gigi… abre alguna ventana antes de que terminemos como los extras de La Lista de Schindler –y Gigi fue a abrir las ventanas.
-Es que ayer nos pusieron fabes –se excusó Leonardo.
-No pasa nada, Leonalgas, digo, Leonardo, pero si quiere dar su opinión, intente que su trasero no se le adelante… -y volvieron a reírse hasta perder otra vez las dentaduras- ¡Coño! A ver si lo mío va a ser el Club de la Comedia y no los casos paranormales.

El hombre invisible levantó la mano, pero yo que soy muy lista, le ignoré y seguí a lo mío.

-Por lo que me han comentado… en esta residencia se pasea La Llorona –silencio sepulcral-. Y no hará falta decir que les creo, porque anoche mismo, cuando llegamos Gigi y una servidora, intentó atacarnos –tenía la atención de todos ellos.
-Pero no nos mató, porque nos encerramos en la enfermería y nos empastillamos.
-A ver, nena, que aquí la única que se empastilló fuiste tú, Gigi.
-Porque tú me distes las pastillas, Dolly.
-Porque estabas súper histérica diciendo tonterías, nena.
-Porque me entró muchísima “despresión”.
-PRO-ROK! –exclamó con sorpresa el culo de Leonardo.
-Leonardo, por favor, controle su esfínter, que esto es muy serio –y me puse en jarras-. Sí, nena, te pusiste más melancólica apostólica que los discos de Alejandro Sanz, y te tuve que sedar, nena.
-¡Eran pastillas, no sedantes!
-¡Pero eran de la FARMACIA, nena! Que tenían receta, coño.
-¿Les atacó La Llorona de verdad? –preguntó aterrado otro de los abuelos.
-Le atacó a ella, yo como estoy vacunada y todo eso, me limité a tranquilizarla con tranquilizantes.
-A Segismundo le ha intentado atacar varias veces –dijo el abuelo que estaba sentado al lado del otro, y Segismundo asintió.
-Es lo peor que me ha pasado en esta vida. Más que lo que pasé en la Guerra Civil.
-¿Y a que se sintió fatal? –le preguntó Gigi.
-Me sentí la persona más insignificante de este mundo –dijo Segismundo, con mirada ausente, voz baja y casi en un hilo de angustia.
-¿Ves, tía? –me lo echó en cara Gigi-. ¡No me lo estaba inventando!
-Que ya, nena, que te he visto en tu salsa, y lo de anoche era TODO improvisación.

Entonces uno de ellos se echó a llorar, y los demás, se levantaron con dificultad y se acercaron a él, dándole palabras de apoyo. Todos, menos el Hombre Invisible; Leonardo también se levantó, pero vino hacia nosotras, así que antes de que su culo anciano hablara otra vez por él, Gigi y yo nos tapamos las narices.

-Es Amador. Su mujer murió de forma muy rara hace unos meses. Antes de que murieran las enfermeras –nos dijo bajito, y su culo, guardó silencio.
-¿Su mujer fue la que murió en la taza del retrete? –preguntó Gigi.
-No seas bestia, nena –y miré a Leonardo-. ¿Su mujer la jiñó jiñando?
-No llegó ni a eso.

Y un pestilente olor se me coló por los tabiques nasales (porque me había destapado la nariz), y le iba a cantar las 40 a Leonardo y su culo, cuando aquel olor no me recordó a pedo de fabes del día anterior, sino a algo pestilentísimo que ya había olido antes. No, tampoco se trataba del cuarto oscuro del Leather. Aquello olía exactamente a…

-YEEEEEEEEEEEEEEEEEERRRRRRRGGGG!!!! –berreó alguien en alguna parte.

Era un grito sobrenatural. Algo que sólo podría brotar de la garganta de un ser humano, cuando se encuentra ante la misma muerte, o con la cara de Carmen Porter (la Alien 8 de Cuarto Milenio), con sus dientes desnivelados y tan separados, que se podrían insertar entre diente y diente el mango de un paraguas, o cuando descubres que Tasheta te ha plagiado el Blog, y gritas y vemos un plano de la Tierra desde el infinito espacio, con el grito en off.

Cogí a Gigi de la muñeca y eché a correr, pero me detuve al oír PRO-ROK!

-¡LEONARDO!

Por error, había arrastrado conmigo a Leonardo, así que le dejé en el pasillo, regresé a la sala de la TV, donde estaban todos aterrorizados, cogí a Gigi de la muñeca, y eché a correr por el pasillo con ella.

Uno de los enfermeros (que tenía un polvo y que no conocía de nada aunque sí su uniforme) se unió a nosotras, preguntando quién había gritado, y al llegar a la entrada principal, el cocinero (que tenía un repolvo) apareció desde la puerta de la cocina.

-¿Qué ha sido eso? –grité-pregunté, porque para eso era la protagonista y tenía que tomar la iniciativa.
-Ah sonado arriba –dijo el enfermero de día.
-No, creo que ha sido abajo, en las calderas –dijo el cocinero.
-¡No, porque no había eco! –apuntó Gigi.
-¡Es cierto! ¡¡¡Ha sido un grito sin eco!!! ¡Porque si no acabaría en ERG... ERG... ERG...!

Y los cuatro, que estábamos a la entrada de la residencia, miramos al exterior a través de las puertas de cristal, hacia el parking de la entrada, donde estaba el coche-oficina de Roberta… que en esta ocasión estaba ¡¡¡MUERTA!!!

Salimos al exterior a trompicones, porque nos dio el punto de salir todos a la vez por la misma puerta, cuando saltamos los pocos escalones de la entrada hacia el coche y allí estaba. Con el cuerpo retorcido en una postura imposible, con un pié emergiendo por la ventanilla del coche, el tacón del otro clavado en la tapicería del techo y la cara estampada entre el ángulo del parabrisas y el salpicadero, Roberta nos observaba con ojos desorbitados, mandíbula desencajada, y los pelos humeantes y despeinadísimos. ¡Parecía la causante de los apagones en Cataluña, la tía!

Aterrorizada, miré hacia los lados ¡y allí no había nadie! Y mira que hay un campo de visión de más de medio kilómetro a la redonda, pero ni rastro de quién había matado a Roberta…

Desde las ventanas del primer piso, los abuelos nos observaban, y entonces Gigi dijo:

-Tía, ¡Roberta no lleva bragas!

martes, septiembre 18, 2007

~6~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Gigi, que no pierde un instante para contarme todo lo que acontece en su vida, me contó lo de sus dos polvos con Pepe, el enfermero de noche. Yo me alegré por ella, pero también me cabreé, porque me había dejado sola en la habitación de una residencia de la tercera edad, ¡¡¡donde te pueden matar, neeenaaa!!!… luego se me fue el cabreo, porque mi Bruno me llamó y quedó en pasar esa misma noche… pero el día era muy largo, y yo tenía muchas cosas que hacer, como entrevistar a los abuelitos…


-¡ALTO AHÍ! -chillaron desde el final de la escalera, y me llevé un susto de muerte, porque yo bajaba las escaleras súper feliz, o comencé a bajarlas súper feliz en el capítulo anterior, nenas.
-¿Está fregada la escalera? –pregunté yo, porque si estás bajando unas escaleras y te dicen eso, lo lógico es que lo digan como advertencia, aunque aquel señor bajito, de unos ochenta años y ocho pelos en la cabeza, tenía cara de cabreo y pocas advertencias.
-¿Cómo? –dijo llevándose una mano a la oreja derecha.
-¡QUE SI ESTÁ FREGADA LA ESCALERA, ABUEEELOOO!
-¡No me grites que no estoy sordo! –dijo de muy mala leche, y se le salió la parte de arriba de la dentadura postiza, a lo Alien, pero sin babas, y se me encogió el culo del susto.
-¡Si sigue con esa actitud, se le van a saltar los dientes! ¡Y no estoy dispuesta a recogerlos del suelo! –qué coño, ¡soy una Diva!, no una recoge dentaduras postizas rechupeteadas.
-Que sepa, que usted a mí, ¡no me va a ver el pito!
-¿Peeerdón? –se me escapó en un gritito bizarro.
-Si es el urólogo, se va a quedar con las ganas de verme el pito, ¡Cochino!
-Mire, abuelito, antes de verle el pito, sería capaz de meter mí cabeza en el culo de un camello, ¡y contar hasta cincuenta!
-¿Qué me ha dicho de GILIPUERTA? –dijo volviéndose a colocar la mano en la oreja derecha.
-Mire, hombrecito de avanzada edad, tengo muchas cosas que hacer, y para tener un diálogo de besugos, para eso llamo a la Gigi, que tiene más gracia y no tengo que bajar la vista –y seguí bajando las escaleras ignorándole completamente, aunque precavida, por si al darle la espalda me lanzaba su dentadura postiza al cuello tipo boomerang.
-¡MARRANO! –me gritó así, de sopetón y me volví.
-¡Mire! Tengo un master en Abuelas, ¿sabe? Y una placa en el Leather, que dice: Aviso a las Abuelas: Cuidado con ésta; así que si me vuelve a insultar…
-¡Qué! ¿Qué va a hacer?

Y me puse en jarras.

-¿Cree prudente insultar a alguien que le dobla en altura? –y me incliné sobre él-. Y los urólogos, no sólo tocamos pitos, también metemos aparatos de gran tamaño por el culo, ¿sabe?

Y ¡oye!, que jamás en mi vida de Diva, he visto a un abuelo de metro de altura, correr con tanta velocidad. Ni aquella vez que un yayo se esmochó por las escaleras del Leather, y las bajó dando volteretas en plan Nadia Comaneci sin magnesio en las manos, hasta quedar con el culo estrellado contra la máquina de tabaco. Después de eso, cambiaron la máquina de tabaco de sitio, porque era más fácil dar una mano de acuaplas y pintura a la pared, que comprar una máquina de tabaco nueva.

-¡Corra! –le grité-. ¡Corra y no pare hasta que vea a los pingüinos de Happy Feet!
-¿Qué ha pasado? –preguntó una voz de mujer detrás de mí.
-Ya nada, Roberta –dije yo, porque se trataba de la directora del centro-. ¡Pero menudo genio que tiene el abuelito ese! Ha sido verme ¡y no parar de insultarme!
-Es Genaro… el pobre hombre está obsesionado con los urólogos…
-¿Tengo yo pinta de urólogo?
-Claro que no, pero es así con todo el mundo. Siempre está discutiendo con todos, pero como ya le conocemos…

Y de inmediato Roberta se puso a andar, y yo la tuve que seguir claro, por esa manía que tenía la mujer de no estar quieta más de dos segundos en ninguna parte de la residencia (por todo lo que había pasado), y nos dirigimos hacia el comedor, donde en esos momentos estaban todos los abuelitos desayunando café con leche y porras, que para los que seáis de fuera de España, os explicaré que son como los churros, pero del tamaño del rabako de Nacho Vidal, supongo que de ahí su nombre ¡PORRAS! ¿Qué marika no ha gritado ¡PORRAS!, al toparse con una polla descomunal, eh? ¿Ah, que vosotras no decís eso? Pues fatal, nenas.

Al entrar en el comedor, a la primera que vi fue a Gigi, al fondo, despidiéndose de Pepe, que se iba en ese momento y que vestido de normal (o sea, sin ese traje de camisa y pantalón blanco), la verdad es que marcaba poco paquete (claro, que con tanto fuelle que le había dado la Gigi, estaría en su posición hibernación del Nostromo, ¡Fin del informe!), y había otro hombre de unos 50 años, muy bien cuidado para su edad, con unos brazos con bíceps del tamaño de los manguitos esos que les ponen a los niños para que no se ahoguen en el mar, sirviendo café y leche a todos los abuelitos.

Claro que fue entrar yo, y ser el centro de TODAS las miradas. Y no me extraña, porque yo iba ideal de la muerte, y los abuelos vestían como para un casting de la nueva película de José Luis Garci.

La verdad es que me sentí a lo Naomi Campbell, cuando hace uno de esos pases de modelos en bikini, y todos quedan mirando cómo le cuelga por la zona del potorro el cordón de las bolas chinas. Sí, nenas, la Naomi sé que las lleva. ¿O por qué si no va con esos ojos tan abiertos? ¿Porque tenga hipermetropía? No, nenas, porque le van haciendo CLAK CLAK CLAK por dentro y le castañean los dientes con tanta vibración.

-¡Hola a todos! –dije como súper educada con la manita, muy a lo Queen Sofía, y los abuelos volvieron a centrarse en su café con leche y porras-. Vaya, qué éxito. No es que esperara que hicieran la ola, pero me he sentido tan insignificante, como Agatha Ruiz de la Prada en una feria de Otakus en Akihabara.
-Señores –dijo la directora y a ella sí que le hicieron caso, más que nada, porque se puso a andar en círculos por todo el perímetro del comedor-. Han venido unos periodistas –y señaló a Gigi y a mí-, para hacerles unas preguntas sobre ESE TEMA del que sé que hablan, y no en mi presencia.

Efectivamente, hablaban de este tema, porque todos dejaron de desayunar, y prestaron toda su atención a Roberta. Incluso varios de ellos, subieron el volumen de su Whisper XL, para entenderla mejor... y sonaron unos incómodos pitidos cuando se acoplaron entre sí los volúmenes.

-Lo habían pedido ustedes, ¿verdad…? -dijo y se detuvo una millonésima de segundo, antes de volver a andar sin rumbo y en círculos.
-¡Habíamos pedido a Pedro J.! –se oyó que gritaban desde una de las mesas.
-Es que está súper liadísimo con otros temas… -dije yo.
-¿Y qué puede ser más importante que lo nuestro? –preguntó otra voz.
-Pues La Pasarela Cibeles, caballero –dije rapidísimo, porque a mí la moda es que me pirra-. Es que había un desfile de su mujer. Ya saben. Esa señora tan rara que no parece de este planeta.
-Ahhh… -se escuchó decir.

Y entonces, me quedé flipada mirando a uno de los abuelos, que me intrigó cantidad
porque vestía como El Hombre Invisible. Sombrero, gafas de sol, rostro vendado, chaqueta de pana, camisa blanca y manos vendadas también; justo en ese momento, Roberta pasaba a mi lado, y le dije bajito:

-No sabía que tenían unidad de quemados…
-No le ocurre nada –dijo con una sonrisa-. Sólo es que se cree invisible.
-O sea, que si quiero que me haga caso, lo mejor será que lo ignore, ¿no? Como si no le viera.
-Muy buena apreciación.
-Pos claro, que de vez en cuando tengo ideas originales –y volví a mirar hacia los abuelitos-. Como veo que son ONCE –dije enfatizando el número, aunque en realidad eran DOCE, porque uno de ellos era El Abuelo Invisible-. Creo mi colega y yo, podremos entrevistarles en poco tiempo, y así no entorpeceremos en sus quehaceres cotidianos.

En ese momento, El Abuelo Invisible miró a los lados, como si contara a los demás, y volvió su mirada tras aquellas gafas oscuras hacia mí.

-Se que tienen muchas cosas que contarme, así que, no sean tímidos, y levanten la mano los que quieran ser los primeros.

El Abuelo Invisible fue el primero en levantar la mano. Los demás le ignoraron, y nadie más levantó la mano.

-¡Venga va!, no sean cortados… ¿Seguro que ninguno de vosotros quiere ser el primero?

Y la Gigi, que está en todo, cogió de los sobaquillos a uno de ellos y lo levantó de la silla. El pobre abuelito aún tenía la porra en la boca y le chorreaba por la comisura de los labios el café con leche.

-¡¡¡Creo que ya tenemos a un primer voluntario!!! –dijo Gigi.