viernes, abril 28, 2006

~27~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Pasaron tantas cosas raras dentro de la iglesia sumergida, que paso de resumírtelas. Así que lee el capítulo anterior, ¡puta! Que sé que le has cogido gusto a los resúmenes, como las adictas a Gran Hermano, y verás que al final, te sorprenderás como yo al descubrir que entre todos los que habían escapado de aquella extraña maldición o hechizo… ¡NO ESTABA GIGI, NEEENAAA…!

Ya en tierra, bueno, más bien en la orilla del lago Takami, con una manta peluda, de las ásperas y sin aromático suavizante que me confortara, observaba en silencio (como la nena del anuncio que sufre las almorranas: en silencio, pero que después se da crema ¡y hasta monta en bicicleta, la tía cerda!), observaba en silencio cómo las dos lanchas de los empleados del complejo Takami, iban y venían con más y más gente.

Muchas de esas personas, estaba muy flipadas, como yo, pero más, porque parecían rescatadas del túnel del tiempo, y preguntaban por sus familias, con las que supuestamente, habían ido a pasar un fin de semana al campo, ¡y ahora no estaban! Pero claro… eso fue hace muchos años, antes de que Takami Corporation comprara las tierras para construir su complejo de cabañas turísticas. Por si no has terminado de captarlo, nena, te diré que esa gente que estaba abajo, atrapadas en la iglesia simergida, y que habían vuelto a salir al mundo de los vivos, ¡¡¡llevaban años desaparecidas de la faz de la Tierra!!! Anda que cuando les vieran sus hijos o padres, porque también había críos de corta edad... se iban a llevar el susto del año.

Toda esa gente, había sido víctima del “monstruo del lago”, por ponerle algún nombre a aquel fenómeno extraño que nos atacó, que atacó a la del Greenpeace y a los demás, para secuestrarlos y llevárselos al interior de la iglesia sumergida donde, simplemente esperaban sentados, bajo el influjo de aquel cura vampiro volador, que sólo Dior sabe para qué estaba “secuestrando” gente de la superficie, para meterlos allí abajo.

El corazón se me aceleró otra vez, cuando regresaba al embarcadero otra lancha con más supervivientes. Gigi tenía que ser una de aquellas caritas que miraban completamente perdidos, a los que estábamos en tierra. Sí, Gigi tenía que estar en esa lancha, y si no, en la siguiente. ¡Menuda es la Gigi, para perderse éste momento 4400. Cuando le contara a las amigas que ella era una de las “retornadas” se iban a flipar más que con el clip de “Amo a Laura”. Eso, fijo, nenas…

Pero Gigi no era una de las que llegaron en aquella lancha, ni en la siguiente lancha, donde venían las últimas personas que estaban flotando en el lago Takami.

Nerviosita, recuperé esa odiosa manía mía, que pensé había desterrado hace años. Sí, nenas. Comencé a morderme las uñas, y a agobiarme con mi silencio; ¿y si la habían traído en uno de los primeros viajes de las lanchas? ¡Imposible! Ya la habría visto. Sus camisas lolailo se veían a kilómetros, y hasta los de la Estación Espacial Internacional, seguro que también la ven cuando pasan orbitando sobre España. ¡SEGURÍSIMO!

-Dolly –dijeron a mi espalda.

Me volví y sostuve un segundo la mirada de Bruno, más serio de lo normal, con la ropa mojada después de ayudar a salir a toda aquella gente del lago, y con ojos vidriosos, como los míos, porque tanto él como yo sabíamos que no había respuesta para la pregunta que golpeaba mi corazón; Bruno me abrazó y yo me abracé a él con todas mis fuerzas, sin poder aguantar más las lágrimas y lloré.

Bruno no lloró, porque aunque quería a Gigi, que lo sé, no la conocía tan bien como yo, ni estuvo aquella noche que descubrió que tenía madre biológica, y claro, a él no, pero a mí se me llenó la cabeza de recuerdos, de anécdotas, de frases y palabras, y el dolor dio paso a la indignación al culparme de su… ¡muerte!

-¡Todo ha sido culpa mía, Bruno! ¡Ha sido culpa mía! –me oí decir a llantos, con una voz nada cool y seria, desgarrada, que parecía de cualquiera, menos la mía.
-Tranquilo… no ha sido culpa tuya, Dolly.
-¡Claro que lo es! ¡Yo la metí en este fregado de ir al lago! ¡Yo la invité a esta… esta…! ¡¡¡ESTA MIERDA DE VACACIONES PAGADAS!!!
-No tienes la culpa de lo que ha pasado, Dolly. Para esto, no hay explicación racional.
-¡Claro que la hay! ¡Y soy yo, una asesina de amigas!
-Dolly… -dijo en tono tranquilizador.
-Soy una asesina… una cabrona, una Angela Chanin con look cool.
-Dolly –dijo bajito, y me abrazó con más fuerza, ahogando mi llanto contra su pecho.
-Gigi me salvó la vida, Bruno…
-Shhh…
-Y ahora está muerta… ¡MUERTA!

Las horas siguientes a estos llantos están en mi cabeza como si fueran fragmentos de una pesadilla, de un sueño tras una borrachera. Son como piezas de un puzzle extraño, irreal, y hasta me sentí a mi misma transparente, porque, había llorado tanto la muerte de Gigi, que tanto dolor, me vació por completo. Me dejó como un envase que nadie recicla, y que tiran en cualquier parte.

No es que Bruno me dejara tirada por ahí, llorando como la Magdalena, porque me había dejado al cuidado de Olivia, la relaciones públicas del centro, ¡y hermana de Gigi! Y claro, era mirarle a los ojos, y volver a ver a Gigi y echarme a llorar como una estúpida, porque yo, y nadie más que yo, era culpable de su muerte… y encima ahora, que había descubierto que tenía una madre, y una hermana, Olivia, que intentaba por todos los medios tranquilizarme, ¡aunque tampoco se esforzaba mucho... que digamos!

Olivia y yo estábamos sentados a la entrada de nuestra… de mí cabaña, ahora que no está Gigi, fumando un cigarrillo que me quemaba el gaznate, de tanto llorar y llorar, pero que por lo menos me ayudó a tener algo en las manos y así no morderme más las uñas, porque ¡¡¡hay gente a la que la han operado de apendicitis, por morderse las uñas, neeenaaas!!! Y yo no quería que me operaran de apendicitis, porque te afeitan el pito, ¡¡¡y encima como estás anestesiada, ni te enteras, ni lo disfrutas, ni sabes quién te ha estado tocando la polla mientras te afeitan los huevos!!!

-Debería sentirme mal… -dijo por fin Olivia-. Hace unas horas, era hija única, y de pronto, descubro que mi madre tenía otro hijo… un hermano… y ahora vuelvo a estar como al principio… siendo hija única... es una sensación extraña… -y dio una larga calada a su cigarrillo-. Hubiera preferido que mi madre no me lo contara. Que fuera… su pequeño secreto.
-Si hubieras conocido a Gigi, no dirías eso ni aunque te encerraran en un retrete con Paris Hilton, nena –dije limpiándome las lágrimas.
-No me malinterpretes.
-¿Cómo que no?
-Como que no… te he dicho que siento mucho todo esto, pero que a la vez, tengo como un hueco aquí –y se tocó entre las tetas bien puestas que tenía-. Una sensación rara.
-Debe ser el sujetador. Porque tienes las tetas demasiado pegadas para que exista un hueco entre ellas.
-¿Serás idiota? –y soltó una carcajada, para luego volver a enseriarse-. Esto nunca se lo dije a mi madre, pero en todos aquellos años, en Japón, siempre quise tener un hermano… lo que jamás podía imaginar, es que ya lo tenía…
-Porque tu madre nunca te lo dijo, ¿no? –y vi que negaba-. ¿Y cómo está ella?
-En el edificio del personal… durmiendo. Le he dado unos calmantes. Es diabética.
-Ah… ¿Y a los diabéticos se les dan calmantes? ¿No se le da insulina?
-Es una diabetes melitus, de tipo dos, ya sabes.
-No, nena, no lo sé. Me tragaba Urgencias por esperar ver en algún capítulo el rabo de George Clooney, pero no sé cómo se enciende un desfibrilador.
-La melitus, es un tipo de diabetes que se dispara por los estados de ánimo. Estés muy alegre o estés muy triste…
-Se te dispara el azúcar, ¿no? –y ella asintió-. ¡Qué jeby, nena!
-No es tan grave… pero en un caso como éste, el golpe es muy fuerte y se le había subido el azúcar a ciento setenta y tres.
-Y eso, supongo, es tener el azúcar más alto que los berridos que daba Celia Cruz, ¿no? ¡ASÚCAAAA!

De verdad que lo mío no tiene remedio. En un momento tan dramático como éste, y ya eran dos intentonas de chiste fácil, que habían arrancando una sonrisa a Olivia; Gigi seguro que se reiría, porque para toda marika, lo último de lo último, es perder el sentido del humor, aunque sea en una situación extrema de Alfilo de lo Imposible. Sin humor, ni diversión, ¿para qué vivir? Pobre, Gigi. Mi, Gigi... ¡Qué voy a hacer sin tí, nena! ¿A quién le corregiré al hablar?

-Tu… -dijo Olivia sin saber cómo sacar el tema.
-¿Mí?
-Bruno.
-Ah, Bruno…
-He de confesarte que me pareció muy extraño que un policía apareciera por aquí. Ya comenté que había pequeños problemas y sabotajes con la gente de los pueblos cercanos…
-Sí, lo recuerdo.
-Bruno se ha comportado como un auténtico héroe. De no estar aquí, no sé cómo hubiera reaccionado ante… ante esto –he hizo un gesto, como de describir el enorme pollón de un negro o de un alemán, porque no sólo los negros tienen pollas enormes, nenas.
-Bruno es muy bueno lidiando con situaciones difíciles… ¡fíjate que, hasta me soporta!

Sonreímos, pero fue algo momentáneo, como cuando alguien abre una ventana y se cuela una brisa, y volvimos a quedar en silencio, hasta que me miró de una forma rara. Como si me acabada de ver salir de un platillo volante, y no terminar de creerse lo que había visto.

-¿Cómo es posible, Dolly? ¿Cómo pudo toda esa gente estar bajo el lago? ¡En una iglesia, por el amor de dios! Es tan descabellado, que nadie te creería. Te pondrían una camisa de fuerza y te encerrarían durante años.
-Sí, nena. Eso sólo podría pasar en las pelis americanas, pero pasó… y tu, hermano, se comportó como un héroe, cuando ese cura vampiro volador intentó ahogarme en gelatina.
-A eso mismo es a lo que me refiero… tú estuviste ahí… toda esa gente cuenta lo mismo… más de ochenta personas dicen lo mismo, y... hay una anciana de noventa y tres años, que para ella sigue siendo el año mil novecientos noventa y dos… ahora mismo esa mujer no podría estar viva, porque tendría ciento seis… ¡es increíble de creer!

Y no nenas, Olivia no me se equivocó haciendo las cuentas, porque esta historia transcurrió en Diciembre de 2005 y desde el 92 que desapareció la vieja, habían pasado 13 años, con lo que la señora de 93 años en el 92, sí que tenía 106 años en Diciembre del 2005, y no 107, como seguro que habrás pensado, puta, porque como lees esto en el 2006 y encima vas de marilista, has creído que Olivia no sabe sumar. ¡JARL! Y sí, Olivia sabe sumar prefectamente y llevar unas tetas bien puestas.

Volví a agobiarme y me levanté.

-¿Mañana nos llevarán a casa? –pregunté.
-Sí, a primera hora. Han venido más policías y… hasta que no tomen declaración a todos los “rescatados” del lago, no podemos movernos de aquí.
-Pues nos quedaremos para la eternidad, porque no pueden tomarle declaración a todos…

No hizo falta decir más. Ambos sabíamos que siempre faltaría alguien: Gigi; cogí la cajetilla de tabaco y el mechero, me despedí de Olivia, y me puse a andar sin rumbo. No quería ir al lobby del hotel, ni hablar con nadie, porque nadie podría llenarme tanto, como Gigi.

Al pasar por una de las cabañas, oí cómo la Rata Gustavo (mira que es odiosa esa marika), contaba a los que habían ganado el premio, como yo, lo que había pasado en el interior de la iglesia sumergida, pero poniéndose a ella como una heroína, y ayudando a salvar gente, cuando las cúpulas del techo se partieron y el agua entró a torrentes.

¡Eso era mentira! No había pasado nada de eso. Yo no había visto nada de eso. Fue más bien, como un remolino. Una sensación como de salir disparado por un tobogán de aire y agua apelmazada… ¡pero las cúpulas de la iglesia sumergida no llegaron a romperse!

-¡Cállate la boca, mentirosa! –le chillé a aquella petarda novelera, y vi cómo la tía se acojonaba del susto y de la vergüenza y enrojecía a toda velocidad.

El niñopiñata estaba otra vez con su madre, a la cual abrazaba como si fuera un percebe a una roca, y me miró, pero no se asustó de mi grito. Todo lo contrario, me sonrió...

Yo seguí andando y volvieron a escocerme los ojos. ¡Estaba llorando otra vez! Sí, lloraba lágrimas y lágrimas, mientras fumaba compulsivamente, hasta llenar a la orilla del lago; ante mí, como una lápida ambarina, debido a la luz que había con la puesta de sol, aquellas aguas que parecían inofensivas, habían sido mortales y asesinas horas antes, con la mejor de mis amigas: Gigi.

Cogí del suelo un ramillete de florecillas amarillas, y las tiré todo lo lejos que pude... claro que yo, como buena marika, no imprimí mucha fuerza, y el viento que soplaba hizo que las florecillas regresaran a mí y cayeran en tierra, y no en el agua.

¡Ni para despedir a una amiga sirvo!

Si esto fuera una peli cool, seguramente hubiera gritado un “GIGIIII!!!” al lago Takami, mientras la cámara se alejaba de mí, para ofrecer una panorámica del lago y del sol poniéndose tras las copas de los árboles, antes de un fundido a negro… pero no, nenas, esto es un blog, y yo estaba chafadísima por la muerte de mi mejor e irremplazable amiga: Gigi… así que me senté a la orilla del lago Takami, di una calada al cigarrillo, y derramé una lágrima con cada ola llegaba a la orilla.


sábado, abril 22, 2006

~26~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Que habéis leído hasta memorizarlo porque… veréis: me dio el punto y me largué unos días de Semana Santa (donde se podría sacar material para una 4ª Temporada de Desperate Housegays, porque la 3ª ya la tengo), así que por eso estaba missing, no porque el cura vampiro volador me hubiera matado, nenas, aunque casi, porque ¡¡¡me cogió del pescuezo y me metió bajo el agua!!!

Me revolví bajo las gélidas aguas como la Salma Hayek en Abierto al Amanecer con aquella boa enorme y asquerosísima, que la muy puta pensó que era de mentirijilla, y por eso no se puso a chillar como una histérica en unas fiestas populares, de esas donde corren sobre brasas y terminan follando al lado del corral de las cabras.

El cura no era de mentirijillas, el agua que no paraba de entrar en la iglesia sumergida, estaba fría como las tetas de una bruja, y encima… no paraba de tragar y tragar agua de aquella, ¡si no hacía algo para salvarme a mi misma!

Para más tensión, bajo el agua oía perfectamente los berridos de la gente que flotaba arriba, y algo parecido a cañonazos, y supuse que eran provocados por trozos de la iglesia que comenzaba a desmembrarse y caer sobre nuestras cabezas. Bueno, sobre los que tenían sus cabezas fuera del agua, porque yo seguía bajo ella. ¡Ahogándome! ¡HELP! Que dirían las de Bananarama.

Algo me golpeó por encima, y noté cómo la zarpa que me había echado aquel tarado de cura, cedía, y le pegué un bocado entre el índice y el anular, en ese trocito de carne que duele horrores, y si te cortas con un cuchillo de cocina, ¡ni te cuento, nena!, y pateé para volver a salir a la superficie, pero algo me obstaculizaba la salida. Algo que chapoteaba y manoteaba sobre mí, sin darse cuenta de que me estaba dando con las rodillas en la cabeza.

Eso sólo podía ser una cosa: ¡¡¡alguien le estaba dando la paliza del siglo a aquel cabrón de cura!!!

Buceé, sin aire en los pulmones y sin poder ver nada bajo el agua, para alejarme dos o tres metros y salí a la superficie, justo en el instante en que un travesaño de madera gemía sobre mí, se soltaba de los engarces y caía al ladito, haciéndome gritar, aunque tosí antes, porque me estaba ahogando, nenas, pero después, en cuanto recuperé aire, ¡sí que chillé del susto!

-¿Estoy viva? ¡Estoy viva! ¡ESTOY VIVA! –dije con los dientes repiqueteándome del frío, con la adrenalina disparada, y sin parar de mover los pies. ¡El agua había subido una barbaridad! Cubría por encima de las ventanas, y las cúpulas del techo estaban más cercas que minutos antes... días desde el último capítulo publicado, lo sé, pero os jodéis que me fui de Semana Santa y vosotras no, ¡JARL!-. ¡GIGI! –la llamé a voces, porque pese a que había poca luz, el altar mayor había desaparecido bajo las aguas, y allí no estaba Gigi-. ¡¡¡GIGIIII!!!

Una sacudida de aire frío, un aire más frío aún y extraño, que olía a hojas secas y que hasta cierto punto se me antojó empalagoso, detuvo todos los ruidos de destrucción de la iglesia, los ralentizó hasta frenarlos… como cuando en Matrix se quedan todas paradas en plan COOLS y suena una música estridente de trompetas. Aquí, no nos alegraron con música estridente de trompetas, sino con ese silencio cavernoso, que digitalizó los gritos de terror de todos, hasta hacerlos sonar metálicos, como ese tema que suele haber en todos los discos de Marilyn Manson, donde canta como pasado de rosca, por una pinza de la ropa en los testículos. ¡Que alguien le quite esa pinza al Manson para que deje de sufir, por Dior!

Yo por mi parte, sentí un asco tremendo al notarme nadando como en mermelada, porque ahora la textura del agua era gelatinosa como la mermelada ¡Si por lo menos hubiera alguien que luego me la chupara! ¡¡¡Vale!!! Pero allí no había nadie dispuesto a rechupetearme, y que conste que mis fantasías sexuales las practico con nata en spray y light, no con mermelada, porque como todas sabemos, la mermelada empalaga, nenas. Y si es la de ciruelas, puedes estar cagándote viva hasta el Final de los Días con Arnoldo Sofenjaker y todo.

-¡Qué es ésto! -chillé y me estuve quieta. No hacía falta nadar para mantenerse a flote, porque ya flotaba en aquella especie de agua súper gelatinosa mermeladesca.
-¡DOLLY! –oí chillar sobre mi cabeza, y me di cuenta de que aquella voz también sonaba distorsionada, como la mía. Cavernosa y como con un efecto de sonido a lo láser de Star Wars.
-¡Gigi! –dije al reconocerla, y cogí aire para chillar un-. ¡¡¡QUÉ JEBY, NEEENAAA!!!

Gigi flotaba a pocos metros de mí, con el cura vampiro volador, agarrándole del cuello. ¡Había sido Gigi quien salió a salvarme de las manos de ese desgraciado, que ahora la tenía cogida por el cuello, y la elevaba sobre las aguas coaguladas en si mismas, por ve-te-tú-a-sa-ber-qué mamarrachada o conjuro Matrix, que había soltado el cura vampiro volador.

-¡Aguanta, Gigi!
-¡Pa qué! –dijo ella asustadísima- ¡Si ya me tiene bien aguantada por el cuello, y no me suelta!

¿Conocéis esa sensación de correr entre las olas de la playa, cuando están rompiendo en la orilla? ¿Cómo que no? ¡Si hasta las marikas que nunca se han mojado los huevos en una playa de verdad la conocen, neeenaaas! ¡Ea, echadle imaginación, coño! Que no voy a ser yo la única marika del mundo con imaginación, ¿no?

Con esa misma sensación, conseguí escaparme del agua me que llegaba hasta el cuello, y saqué el cuerpo por encima, mientras me chorreaba la gelatina en la que se había convertido, pero, conseguí salir de ella y gateando, pero gateando rápido, porque aunque el agua se había convertido en una gelatina espesa, seguía manteniendo la fuerza de antes de coagularse… con lo que gatear sobre esas aguas, era como intentar salir a la orilla en una playa donde no paran de haber olas y más olas… Un efecto de ser arrastrada todo el tiempo.

Pero me mantuve firme (como si no me conocieran, ¡JARL!), y gateé todo lo rápido que pude hasta Gigi, porque claro, si dejaba de gatear, me iba hundiendo poquito a poquito otra vez, en el agua gelatinosa y… ¡si me tragué la jodida Titánic, no quería ver nada más hundiéndose para el resto de mi vida! Bueno, si es algo que se hunde, en una peli porno, eso es otra cosa, nenas.

-¡Gigi, ya casi estoy! ¡Aguanta, neeenaaa...!
-¡TÍA, QUÉ JEBY! –chilló Gigi mientras el cura la intentaba asfixiar, y ella le arañaba la cara o lo intentaba-. ¡Estás andando sobre el agua... como Jesucristo, tía!
-¡Nena, no hagas coñas de esas… que estamos en una iglesia, coño! ¡No vaya a ser que empeores más las cosas, nena!
-¿Pero tú te has visto, tía?
-Me encantaría verme, pero una que yo me sé, ¡tiró mi cámara de fotos al puto lago en el que estamos sumergidas, Gigi! ¡Y como no cierres el pico, tía puta, no será ese tarado quien te mate: SERÉ YO MISMA!

Y al decir esto, salté sobre Gigi y me agarré a sus pies.

-¡DOLLY! –chilló ella súper fuerte-. ¡Vas a conseguir que éste me mate! ¡Me estoy ahogando, tía!

Claro, porque el cura vampiro volador la tenía cogida con las dos manos del cuello, y yo colgaba de las rodillas de Gigi… pero mi objetivo no era ella, era el cabrón que tenía al lado. Alargué el brazo, pringoso del agua gelatinosa, y me agarré de lo que supuse eran los huevos de aquel tipo, porque todo su cuerpo estaba envuelto en una transparencia oscura, como esas que se ponen las tías para ocultar los michelines. COn una mano me agarré de él, y con la otra le restrujé sus partes con la rabia de hacer zumo de naranjas... y el cura aulló como un lobo.

Dejé de agarrarme de Gigi, y ahora colgaba del paquete de aquel desgraciado que nos tenía hechizadas a todas, y que no era Ricky Martin ¡Qué más quisiera! ¡Estar yo viviendo la vida…! ¡¡¡LOKA!!!

-¡EL INFIERNO SE ABRIÓ!

Ladró aquel tipejo al que me seguía agarrando, cuando soltó a Gigi y ésta cayó súper despacito, pero chillando a velocidad normal, sobre las aguas mermelada de abajo. Sin soltarme, y ayudándome de los pies, me agarré más a él, a hábito que levaba puesto y tiré de él hacia atrás, o sea, hacia abajo, para arrastrarle en mi caída, porque lo cierto era ¡¡¡que me estaba escurriendo, neeenaaaas!!!

Oí un CHOFFFSSSSHHH!!! A mis pies, y deduje que era la Gigi que había caído en el agua, cuando un zumbido grave me dejó medio sorda, y toda la humedad que tenía se licuó rapidísimamente, y volví a sentir la gravedad al escurrirme por completo y caer al agua. ¡¡¡Volvía a ser agua, agua normal!!!

Pero ocurrió algo más que ninguno de los que estábamos allí, podíamos imaginar, porque claro, estábamos tan acojonados, que nadie tenía lucidez suficiente para explicar qué coño fue lo que pasó en esos segundos donde yo caí al agua, dentro de un remolino de burbujas que me expulsaban hacia arriba, haciéndome girar de forma alocada.

No pude ver absolutamente nada, pero sí oír el GLOGLOGLOGLO mareante y furioso que duró un buen rato, mientras se me agotaba el oxígeno de los pulmones, y no conseguía sacar la cabeza a la superficie hasta que por fin, girando como un trompo, manoteando entre la furia del agua, y algo más... que pueda sonar como épico y cool, conseguí sacar la cabeza fuera del agua y casi salto por encima de ella, como una de esas putas sirenas que salían al final de Las Crónicas de Narnia.

¡¡¡AIRE FRESCO!!!

Inspiré todo lo que pude, y el sol del cielo despejado me dejó medio ciega, antes de que me sintiera arrastrada hacia abajo, como si quitaran el tapón del desagüe del lago y nos succionara a todos. ¡Estábamos dentro de un enorme remolino espoumoso de agua! Y pensé en todos, porque si yo había sobrevivido a lo que fuera, imaginé que el resto de personas que estaban conmigo en la iglesia sumergida, también habrían salido a la superficie.

¡Sí, nenas! ¡Estaba en la superficie, pero en la superficie de verdad, en medio del lago Takami, que desde este día sería conocido como el lago de Los Cojones. Porque hasta los Cojones estábamos todos los que flotábamos, después del pánico y la situación de megapeligro que habíamos vivido.

-¡GIGI! –chillé mientras el remolino comenzaba a disolverse y las aguas a estancarse, como suelen estar siempre las aguas de un lago-. ¡Gigi!

Me limpié la cara de tanta agua, e intenté reconocer a alguien. A mi alrededor flotaban muchos trozos de madera, y veía cabezas próximas y otras más lejanas. Me asusté al reconocer a la parejita del Greenpeace, porque claro, con lo melenudos que eran, al estar empapados, parecían dos chiguacas después del centrifugado.

Todos comenzaron a pedir ayuda y auxilio, pero yo no, porque a parte del frío que tenía, ¡estaba viva! Y eso era lo que importaba. Roté sobre el agua hasta ver el embarcadero del que Gigi y yo habíamos salido horas antes, y vi a un grupo de gente allí, arremolinado, y dos botes de goma con motor, dirigiéndose hacia donde estábamos. ¡Nos iban a rescatar!

En ese momento comprendí la magnitud de… fuera lo que fuera, en lo que me encontraba metida. Decenas de personas, agarrándose a los maderos que flotaban, movían las manos pidiendo ayuda, y también lo hacían a gritos. Muchos de ellos, eran personas mayores, y esperé que supieran nadar, y no se fueran a ahogar ahora que habían escapado del influjo de aquel cura vampiro volador, que los tenía retenidos a todos en el interior de la iglesia sumergida. Pero… me faltaba alguien.

-¡¡¡GIGI!!!

domingo, abril 09, 2006

~25~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

El cura intentó sacrificar a Gigi, pero la Gigi es mucha Gigi, ¡carabirurí, carabirurá!, y escapó por los pelos; fuimos perseguidas y dimos más vueltas a la iglesia, que vueltas a Madrid daría Ana Belén para comprar kilos y kilos de dentífrico; al final y protegido por mi amiga María (una virgen de madera con cara de fumada), me hice con el libro, y el cura vampiro, porque volaba y era como transparente, pegó un berrido y fue a por mí, mientras todos los feligreses despertaban de su encantamiento.

El alarido que dio el cura, en varios tonos y politonos, sonó a auténtico grito de desgarro anal desde el infierno, como lo lees, nena, y todas las paredes de la iglesia sumergida crujieron sonoramente, agrietándose por todas partes y vomitando arenilla y algo más: ¡AGUA!

A mí me entró un momento Mimosín, y como no tenía a un Bear o a mi Bruno para abrazarle, me abracé a la talla de la virgen fumada, eso sí, sin soltar el libro (ni muerta, nenas), mientras vi cómo Gigi corría por el lateral de la iglesia, por mi izquierda, para ser más clara, en dirección al altar, pero en plan hermana marika de Indiana Jones.Corría con las manos protegiéndose la cara, mientras la pared que tenía a su derecha se cascaba, proyectando hacia el interior cascotes y potentes chorros de agua, pero en plan aspersor de jardín de casita pija y cool.

-¡DOLLY! –chilló sin dejar de correr hacia mí.
-¡Corre, Gigi!

Le chillé, pero creo que no me oyó, porque se puso a berrear en plan so histérica, mientras todos los feligreses y feligresas, con carita de acojone, se arracimaban en el mismo centro de la iglesia, bajo la cúpula que había sobre sus cabezas. Dicho sea de paso, la misma cúpula hacia la que iban todas las grietas que aparecían desde los cimientos de la iglesia, hacia arriba.

Si esto fuera un comic (que ahora las marikas cools llaman Aventura Gráfica), aparecerían leyendas del estilo BRRRRROM o CRRRRAAAAAKSSSSHHH, o ÑIIIIIIIIIIEEEEEEEEKKK, o UUUUUUMMMMMMM que eran los ruidos que producían las paredes de cemento, escayola, piedras y maderas al ser sometidas por la presión del fondo del lago, pero como es un blog, no se pueden poner esas cosas, pero yo las cuento, porque estaba súper impresionada, y porque además me abrí de piernas (entiéndase, nenas), para permanecer en equilibrio, porque todo el suelo se meneaba, y las losetas de piedra que pisaba también se fracturaban y salían hacia fuera, aunque sólo un poquito, dejando un suelo completamente desigual.

El griterío de los aterrorizados feligreses se intensificó, cuando oí el SSSSSHHHHH!!! que procedía de la habitación contigua a la iglesia, donde estaba el estargay.

-¡¡¡QUE JEBY!!! –chillé con horror al ver los litros y litros de agua que entraban por la puerta-. ¡¡¡El estargay se ha ido a tomar por culo, neeenaaa!!! –y mantuve el equilibrio en otra de aquellas sacudidas del suelo, y oí a Gigi gritar cerca de mí, hasta casi sacarme la cera de la oreja izquierda, por la oreja derecha, cuando se abrazó a mí como un puto koala cruzado con una boa constrictor.

-¡VAMOS A MORIR, TÍA! –me chilló, y yo la miré, y no pude hacer otra cosa, que confirmárselo.
-¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH, sí, neeenaaa, vamos a morir!!!

Otra sacudida más de toda la iglesia, hizo perder el equilibrio a Gigi, que cayó pero no se dejó los dientes, porque se agarró de mi pierna.
-¡Y el cura! –berreó Gigi.
-¡Nena! ¡Vamos a morir, a morir todos! ¿Qué pretendes? ¿Agobiarme más, hijadelagranputa? –y Gigi se abrazó más fuerte a mi pierna, hasta que dejé de sentir cómo corría la sangre por ella-. ¡Neeenaae! Afloja un poco, o me dejarás como la novia de Paul McCarthy, ¡con una pierna de menos! –y la cogí del cuello de la camisa y la puse en pié.

He de recordaos, que con la iglesia a punto de colapsarse por la presión del agua, y con toda aquella gente chillando las típicas frases de Dios mío, vamos a morir, socorro, y varios padres nuestros… los que habían estado con nosotros en el Valle Takami: el segurata, los del Greenpeace (Genaro y Cristina), las Hermanas Calambre (Pepa y Rosa) y Mari Cochambre (la madre del niño piñata), la rata Gustavo (con cara de acojone perpétuo a lo Kidman en Los Otros)además de otros hombres con uniformes con el logo del Valle Takami, pero que yo no conocía de nada, nos reconocieron, y no me preguntes por qué, porque con tanta gente allí chillando, ver a dos marikas en el altar mayor con una virgen de madera, no era algo fuera de lo común para aquel escenario.

Las antorchas de los laterales se apagaron y otras salieron disparadas contra la gente, cuando varios reventones más, dejaron entrar al agua con más impunidad dentro de la iglesia… y el agua ya cubría un metro, nenas. ¡Qué agobio! ¡Dónde está el Fontanero de las Mujeres Desesperadas!

-¡Ven conmigo! –dije a Gigi, y antes de que hiciera lo que iba a hacer, ella me dijo:
-¿No es un sacrilegio?

Yo la miré, miré el altar mayor al que me disponía a subir, la miré otra vez, me cambié de mano la talla de la virgen, y con la mano derecha libre, le arreé una colleja.

-¡Gigi! ¡Piensa! –y me miró con cara de atolondrada-. ¡El agua no para de entrar, y como se rompan esos cristales, se va a cagar la perra! ¡Vamos a aprender a margullir todas, nena!
-¡Mi bolsa de El Corte Inglés!
-¡De poco nos va a servir con este cataclismo! Vamos, ¡sube conmigo! –y la ayudé a subir encima del altar mayor, y miré hacia el techo. No había una enorme cúpula, sino varias, como tres, contando la que teníamos sobre nuestras cabezas-. ¡Tenía que haberme ligado a un arquitecto y no a un policía!
-¿Para qué? –me preguntó Gigi.
-¡Para saber cual es la parte más segura de una iglesia, nena, en caso de inundaciones varias!
-¡Ah! ¿Y si nos subimos al pul-pito?
-¡Será el púlpito! Y no, llegaríamos nadando.
-¿Y cuando el agua llegue hasta aquí?
-Mira eso –le indiqué-. El artesanado y todas esas vigas falsas de madera se están soltando de las paredes -y me asusté y chillé a la gente-. ¡Cuidado con esa vigaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Un enorme CHOFFFSSS, corroboró la caída de aquella viga de casi un metro de ancho, por unos cinco de largo que había caído al fondo de la iglesia. Y es que desde donde estábamos, lo controlábamos todo, mientras aquellas dos antorchas que no se habían mojado y siguieran iluminando, podíamos ver todo el interior desde nuestra atalaya particular.

-¡Gigi! Sujétame esto –y le fui a dar el libro y Gigi chilló cuando una descarga eléctrica la iluminó entera, hasta el interior de los agujeritos de la nariz, pero a mí, en cambio, no me dio corriente. Le separé las manos del libro, y Gigi seguía con cara de electrocutada y con la ropa medio quemada-. Pues va a ser mejor que no toques este libro, nena. ¿Se puede saber qué coño le has hecho? ¡A mí no me da corriente! ¡En fins! Sujétame la virgen, ¿quieres?

Tuve que ayudarla a coger la virgen porque aún seguía bajo los efectos de la tremenda descarga eléctrica que le había dado el libro; yo me volví hacia la gente, y reconocí a mis compañeros del viaje del Valle Takami y les chillé.

-¡Cójanse a las maderas! ¡¡¡Cójanse a todo lo que flote!!! –mira que se lo grité varias veces, pero ni con esas. La gente estaba más interesada en chillar y dejarse morir-. ¡Serán paletos! Gigi, quédate aquí. Dejo el libro a tu lado y no lo toques, ¿vale?

Gigi no estaba por la labor de oír, y seguía con pequeñas descargas saltándole sobre los pliegues de ropa.

-¡OIGAN! –le chillé a la gente entonces-. ¡Cójanse a todo lo que flote!

Lo chillé varias veces, pero no me oyó ni Dior, y eso que estaba en la casa de Dior, así que salté del altar mayor y con mucho estilazo, nadé hacia ellos y casi, y digo casi, les fui diciendo de uno en uno, que buscaran cualquier cosa que flotara para agarrarse a ella y no morir ahogados. Todos me miraban como si dirigiera el cotarro, porque claro, tenéis que entender que habían estado no se cuanto tiempo, muchos de ellos muchísimos años, bajo una especie de trance o hechizo hecho por el cura vampiro, pero ahora aquel hechizo se había roto y ya nada iba ralentizado como antes. El agua entraba por todas partes con una fuerza salvaje e incontrolada. Y el dicho ese de que la madera flota, ¡y una mierda, nenas!, porque notaba cosas duras al nadar, chocando bajo mis pies.

-¡Vamos a morir! –chilló una ancianita que me dio pena.
-No señora, en este capítulo le puedo asegurar que no va a morir nadie. Seguramente terminaremos buceando o rescatadas por una vida inteligente que vive bajo el agua, así que DONT PANIC y agárrese a ese madero.

¡Qué jeby! La ancianita se tranquilizó y me hizo caso. ¡Anda que no tengo poder de convicción yo! ¡Debería presentarme a las próximas elecciones! Pero no a las de Marbella, claro.

Seguí diciéndole a quien tenía al lado, cómo agarrarse a las vigas de madera rotas y mantenerse juntos... cuando las puertas de madera de la entrada, apuntaladas por sacos de tierra, gimieron de tal forma que me preocupé, ¡y mucho, nenas! Anda que como se abran ahora, voy a salir surfeando sobre ella a lo Tsunami 3, pero…

Pero el agua ya había subido más de dos metros, o más, era difícil de calcular con la poca luz que había… y que iba a haber, porque las antorchas de los laterales se empaparon y se apagaron. Tras una leve pausa, donde sólo se oía el agua entrando, todos comenzaron a chillar otra vez súper desesperados, y yo me asusté.

Tardé casi dos minutos, en medio de ese griterío, hasta que comencé a ver entre la semi oscuridad que reinaba en la iglesia, ya que por las vidrieras, que gracias a Dior eran emplomadas y supuse que soportarían la presión exterior, como habían hecho hasta el momento, se filtraba algo de luz, y el agua que no paraba de entrar, las cubrió hasta la mitad, o sea, que llegó ese momento donde parecía que no iba a entrar más agua y que todo se iba a quedar como estancado y tranquilo.

Me alarmé al ver a alguien flotando boca abajo, ¡un cuerpo!, cerca de la entrada principal de la iglesia y nadé hacia él, cogiéndolo y dándole la vuelta para sacarle la cabeza del agua y chillé.

-¡EL CURA VAMPIRO VOLADOR, NEEENAAASSS!

Y el tío que parecía que estaba muerto, reaccionó abriendo los ojos como platos (seguramente por el mega berrido que pegué al reconocerle), y me echó las manos al cuello, para acto seguido ¡¡¡hundirme bajo el agua!!!

miércoles, abril 05, 2006

~24~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Encerada en una iglesia sumergida, rodeada por cantidad de gente que conocía, y que no conocía también, en un estado a lo zombie, el cura psicópata que la regentaba, me lanzó una especie de hechizo volador, y quería utilizarme de “Virgen al Sacrificio” (para alguna historia suya, digo yo), cuando la zopenca de la Gigi, salió de su escondite para ofrecerse a ella misma como virgen para el sacrificio. ¡¡¡QUÉ JEBY!!!

Llegué hasta el estargay, con mi bolsa de El Corte Inglés como reserva de aire antes de salir de allí, buceando por la torre del campanario de la iglesia, y me detuve al oír otro de aquellos "¡ALELUYAS" que coreaban los feligreses zombies de la iglesia.

-Será tarada la tía –dije y me volví hacia la Virgen de madera que había en la habitación en la que me encontraba-. A ver, tía, que tú aunque seas un emoticón, quiero decir, un icono, talla o lo que seas, ¿podrías hacer algo no? ¿Si el cura tiene súper poderes, por qué tú ibas a ser menos, nena? ¡Eres la madre de Dior, por Dior!

La virgen aquella siguió mirándome con cara de fumada y yo me crucé de brazos.

-A ver nena, que sé que a los de tu club, no os gustamos los gays, pero aunque no compartamos los mismos gustos y aficiones, Jesús, o sea, tu hijo, dijo: Amaos los Unos a los Otros, ¿no? Supongo que se refería a toda la humanidad, cuando lo dijo, no a los Hunos de Atila, nena –y me quedé pensativa-. ¿Se puede saber qué puñetas estás haciendo Dolly? ¡Estás hablando con un cacho de madera pintada, neeenaaa! -y le dige a la talla-. ¿Ves? Por cosas así no soy creyente, nena. Porque yo sólo creo lo que veo, y mis experiencias, que son muchas... con los unos, y con los otros también.

Y se me ocurrió una idea. Me colgué a la virgen bajo el sobaquillo, a lo bolso fashion de Carrie de Sexo en N.Y. y volví sobre mis pasos, deteniéndome a la entrada megaflipada al ver lo que estaba sucediendo allí.

Todos estaban en pié y Gigi más, porque estaba como a cinco metros del suelo, atrapada por la misma fuerza invisible que me atrapó a mí. Sí nenas, el cuadro era el mismo que un capítulo anterior, pero con matices, porque el cura estaba como más grillado, entiéndase por poseído, recitando a toda leche algo que no oí, pero que lo estaba recitando porque movía los labios con muchísima rapidez, como un "pezcaditoz" y con la uña de un dedo de la mano derecha hacía el palito de la T en el aire, como hizo conmigo, para cortarme en el brazo y utilizar la sangre, ¡¡¡pero no le funcionaba!!!; Gigi me miró y se encogió de hombros.

-¡Nena! ¿Qué haces ahí? -le dije a Gigi.
-¡Lo tengo bajo control, tía! –chilló Gigi desde las alturas.
-¡Y un cuerno, wappa! ¡Te tiene bajo su control!
-¿Pero no te ibas? -pre preguntó ella así en plan glamurosa.
-Sí, desde luego que me iba. Porque seguro que mi horóscopo no dice nada de que la vaya a palmar en el Capítulo 24, nena, porque si no, se iría al traste el blog.
-¡Por eso tienes que huir, Dolly! ¡Tienes que huir para contar lo que está pasando aquí!
-¿Y quedar ante mis fans como unahijadelagranputa por dejarte para que te mate el tarao ese? –y lo medité unos segundos-. Está bien, me largo… -y me puse a andar hacia el estargay, y me detuve-. Aunque pensándolo bien, ¡una Diva no puede dar tan mala imagen ante las marikas del Mundo Mundial, nena! ¿No? –y me giré hacia Gigi-. ¡Gigi! ¡Baja pabajo inmediatamente, nena, nos marchamos de esta fiesta!
-¡Pero Dolly, tía, que te digo que lo tengo bajo control! ¡Lárgate, tía!
-No, nena, que una vez que estés muerta, me tocará ir a mi al cementerio con flores, y a limpiarte la lápida con el KH7, y además, el Cementerio de la Almudena está a tomar por culo y más allá, ¡y no tengo coche, Gigi! ¡Deberías saberlo!
-¡Holy Manolis! ¿Así que lo de que no tenías coche… no era para andar a todas partes y mantener la línea y el tipazo?
-Bueno, eso es un extra, nena. Pero si, no tengo coche, y ¡no tengo coche!, porque no tengo ¡¡¡carnet de conducir, neeenaaa!!!
-¡HOLY MANOLIS!
-Ea, ya sabes la verdad, no tengo carnet de conducir, nena –y miré a los zombies de la iglesia-. ¿Qué pasa? Seguro que muchos de vosotros tampoco tiene coche –y le dije a un viejo que estaba cerca de mí-. Bueno, usted puede que cuando estaba vivo, tuviera un tractor amarillo, pero un tractor amarillo, no es un coche, porque si lo tuneas, parece un adefesio con ruedas grandes.
-¡DOLLY, HUYE!
-¿Pero serás pesada, nena? ¡Gigi, baja pabajo y baja ya, nena!

Y entonces el cura siniestro, como presa de algún tipo de ira que no pudo controlar, lanzó un grito levantando las manos, y la pluma siniestra con la que había mojado mi sangre y había escrito algo en aquel libro, estalló en llamas y se desintegró antes de llegar al suelo.

-¡Disculpe! –le chillé con las manos en jarras, porque a mi nadie me grita-. Estoy hablando con mi amiga, ¿vale?

Henchido por el odio, con los ojos más encendidos que nunca y las manos dirigidas ahora hacia mí, aquel cura se puso a andar dando zancadas hacia donde yo estaba, soltando una arenga en una lengua que no entendí, pero reconocí gracias a La Pasión de Cristo de Mel Gibson.

-¿Qué es éso? ¿Latín? ¡No me insulte en una lengua muerta, oiga! –y chillé-. ¡COÑO! ¡Que viene a por mí, nena! –antes de correr huyendo de aquel tarado que estaba casi a mi lado, dispuesto a clavarme sus uñas en los ojos-. ¿Pero qué mierdas le pasa a este? ¡GIGI!

Y entonces oí un batacazo.

-¡Tía, me he escoñao! –chilló Gigi desde alguna parte, que no supe distinguir porque claro, estaba corriendo que me las pelaba para huir del cura loco aquel.
-¡NEEENAAA! ¡Que este se ha cabreado un huevo de avestruz! ¿¿¿Qué le has hecho, neeenaaa???
-¡Lo que tenía que hacer, Dolly!
-¡Déjate de ir de marifantástica y ayúdame, PUTA!
-¿CÓMO? –me chilló-preguntó Gigi, cuando yo ya había llegado al fondo de la iglesia, y seguía corriendo como una loca delante del AVE, por el otro lateral, con el cura pisándome los talones.

En ese momento oí un BRRRRZZZZZZ!!! enorme, y un flash de luz brilló por alguna parte. Miré a los lados y un momento tras de mí. No supe de dónde provino aquella luz, pero sí que seguía con el cura tras de mí. ¡Cómo corría el desgraciado!

-¡DOLLY! –berreó Gigi.
-¡NENA! Estoy ocupada en estos momentos… ¡intentando salvar el pellejo!
-¡Me ha dado una “electrocución”, tía!
-¿Una qué? ¡Será que te ha dado CORRIENTE, Gigi!
-¡Pues me ha dado eso… el libro!
-¡Qué libro!
-¡El del pueblo, tía!
-¿De qué carajo me hablas, Gigi? –pregunté sintiendo que se me iba el aire, y que empezaba a sudar, y sudar no es COOL, nenas. Se te pega el flequillo la frente, te caen gotitas por las patillas, se te moja la camisa y respiras con dificultad-. ¡Y las Divas no sudan!
-¿Qué Divas, Dolly?
-¡Ay, Gigi, que estaba hablando conmigo misma, coño! ¡No seas entrometida!

Chillé sin dejar de correr y cuando yo pasaba por el altar, después de haber dado una vuelta en círculo a la iglesia, cogí a Gigi de la muñeca para que corriera conmigo.

-¡Gigi, nena! ¡Cuando pasemos por la puerta donde está el estargay, nos metemos y que sea lo que Dior quiera!
-¿Has robado la virgen, Dolly?
-¡Sí, nena, la voy a poner en el baño, al lado del retrete! ¡Como los Oscar!
-¡HOLY MANOLIS! –me chilló Gigi en el tímpano-. ¡No tiene piernas!
-¿Qué va a tener piernas? ¡Las vírgenes no tienen piernas, Gigi!
-¡La Virgen no, Dolly!

Miré donde Gigi miraba, hacia atrás, y lancé el berrido de mi vida en THX, porque el cura ya no corría, ¡¡¡flotaba detrás de nosotras!!!, con las manos extendidas para cogernos por las greñas, como en las películas de vampiros.

-¡ES UN NOSFERATU, NEEENAAA! –chillé yo en plan cinéfila.
-No, Dolly, es un ¡CURA QUE VUELA!
-¡Me refería a un vampiro, Gigi! –le aclaré las ideas sin dejar de correr-. ¿Dónde coño está la puerta del estargay?
-¿La puerta? –preguntó Gigi señalando con el pulgar algo a nuestras espaldas-. Creo que nos la hemos pasado, Dolly.
-¡¡¡QUÉ JEBY, NEEENAAA!!!
-¡El fuego purificador consumirá a los impuros!

Chilló el vozarrón del cura volador, al que ya le veía hasta colmillos, aunque supongo que eran imaginaciones mías, inducidas por el pánico y por lo que pesaba la virgen… ¡LA VIRGEN!

-¡¡¡Gigi, la Virgen!!! ¡Sigue corriendo, Gigi! –y yo me paré en seco y me di la vuelta, esperando el impacto de mi cuerpo contra el cura volador, al que por lo menos podría partirle los piños con la talla de madera.
-¡Dolly! –chilló Gigi.
-¡Sigue corriendo, nena!
-¡¡¡BATEA FUERTE, DOLLY, BATEA FUERTE!!!
-¡Déjate de decir tonterías y...! ¡¡¡CORRE, GIGI!!! ¡¡¡CORRE!!!

Al cura lo tenía encima, y yo le arreé con la talla de la virgen pero fue como dar con un palo en el agua, porque tanto la talla de madera como yo, atravesamos su cuerpo y todo se ralentizó hasta que ambos atravesamos el cuerpo de aquel cura-vampiro-nosferatu-volador, ser o espectro con cuerpo, y sentí nauseas y vómitos, porque un olor a podrido me calentó la saliva hasta el punto de querer gomita allí mismo… y gomitar en presencia de la virgen, ni de coña, nenas, que es feísimo.

Pero el cura siguió de largo, flotando a medio metro del suelo, con las manos hacia Gigi que ya estaba al fondo de la iglesia, así que yo, armada de valor y armada con la talla de la virgen, a la que le di un beso en la mejilla, corrí por el lateral pero en dirección opuesta, para reunirme con Gigi, cuando llegara al altar.

El cura no paraba de berrear frases en latín, pero como no salía ningún subtítulo en sobre impresión, pues no os pudo contar lo que decía ¡porque no sé latín, nenas! Bueno, sí, sé decir Amén y amanita faloides, que aunque parezca una polla exótica, es una seta venenosa, nenas.

-¡Dolly, tía, me va a coger el cura-vampiro!
-¡No, nena! –le chillé sin dejar de correr, viendo que ella ya se dirigía hacia el lateral opuesto de la iglesia-. ¡Está a muchos metros de ti! –mentira cochina. El cura lo llevaba pegado al culo, nenas, pero no era cosa de que le entrara el pánico y se quedara quieta-. ¡Corre, Gigi! ¡Corre!

Llegué al altar y me quedé obnubilada, hipnotizada o… lo mismo que me pasa cuando paso por delante de un escaparate de Springfield o Jack & Jones, y me imagino a mí misma como maniquí, vistiendo esa ropa tan cool, con los ojos puestos en el libro. ¡El Libro!

El separador estaba marcando unas páginas, porque el libro estaba cerrado, y al lado había cenizas de lo que antes fue una pluma para escribir; ni corta ni perezosa, (sólo soy perezosa los días de lluvia, que no me da la gana de salir a la calle a mojarme como una tonta), me incliné y cogí el libro aquel que pesaba muchísimo, pero que a la vez era como liviano como una pluma. Para que me entendáis. Era como “manipular” un objeto muy pesado, pero debajo del agua, ¿vale? O sea, que por muy pesado que fuera, se podía mover con más o menos soltura, y cogerlo con una mano. Yo es que estoy acostumbrada a cogerlo todo con una mano, pero si es demasiado grande, lo cojo con las dos. ¡Bruno! Pensé un segundo, y después regresé a éste momentazo de tensión en el que estaba.

-¡Gigi! ¡Eres una mentirosa, esto no da calambre, neeenaaa!

¡En mala hora fui a decir aquello! Porque el cura proyectó un grito al techo de la iglesia, que parecía la sirena del Titanic, nenas. Y todo se puso a temblar bajo mis pies, y los feligreses y feligresas zombificados, comenzaron a moverse, como cuando sales a las 10 de la mañana de un after-hours. O sea, con cara de flipados, frotándose los ojos y preguntándose dónde estaban y quienes eran aquellos tipos tan raros que tenían a su lado.

sábado, abril 01, 2006

~23~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Me pasé, nenas, porque sí, nenas, escribí cuatro páginas y pico, para contaros el horror que encontré en el interior de la iglesia sumergida. Feligreses y feligresas, como de otro tiempo, y con los ojos completamente blancos, que se movían a una lentitud pasmosa al igual que todo lo que había en aquella macabra iglesia… hasta que el cura gritó ¡ALELUYA!, y me descubrió junto a la entrada, cagadita de miedo.

El extraño y siniestro cura alzó la barbilla como para mirarme mejor, y sus cejas finísimas bajaron, y dejó de sonreír al extender el brazo hacia mí y con los largos y angulosos dedos, atrapar algo en el aire.

Una sacudida, como si alguien invisible con una manta (invisible, claro) se abrazara a mi cuerpo, me retuvo con muchísima presión y entonces… dejé de pesar y me sentí liviana. ¡Y TANTO, NENAS! Pese al horror que experimentaba, más que los tele espectadores de Dos Rombos, que ponían en práctica en sus casas todos los consejos que aquella sexóloga medio macarra les dictaba, mientras se meaba de la risa al imaginarse que alguien le hacía caso… tuve el valor de mira al suelo y verme FLOTANDO sobre el suelo de piedra. ¡¡¡ESTABA FLOTANDO A LO SMALLVILLE, NENAS!!! ¡Pero sin cables, claro! ¡Porque Supermán sólo flota con la ayuda de CABLES! ¡Pero yo no, nenas, yo flotaba! ¡¡¡QUÉ JEBY!!!

Aún con esa fuerza invisible que me tenía suspendida en el aire, y con mi corazón ralentizándose, noté el sabor caliente de mí la saliva y mi lengua moviéndose. ¡Menuda era yo para estarme con la lengua quieta! Sí, podrían paralizarme, hacerme flotar como aquella vez que me follé en fin de año a un escocés, que tenía tantas pecas en el cuerpo, ¡que estuve a punto de salir de la cabina y pedir un rotulador para UNIR LOS PUNTOS a ver qué dibujito me salía! Volviendo a mi estado ingrávido, abrí la boca y chillé.

-¡Bájeme ahora mismo! –le ordené al cura loco aquel, con aires de zombie.

El muy cabrón sonrió y ladeó la cabeza. Por un momento me sentí la mascota de aquel energúmeno, y me acordé de Furcia, mi hámster rosa (sí, hijasdelagranputa, la que está en el blog y a la que no ponéis a hacer sus ejercicios de rueda), y pensé que seguramente, a estas alturas, estaría muerta en la rueda, pero NO, porque sólo me había ausentado de casa día y medio. ¡¡¡DIA Y MEDIO!!! Y aunque un hámster esté día y medio sin comer, no se muere, ¿verdad? Supongo que no… ¿no?

-¡Suélteme! ¡No soy su mascota! –le chillé, y me dije a mi misma que si volvía viva a casa, soltaría a Furcia a lo Free Willy

El cura siguió sin hacerme puñetero caso y en lugar de bajarme, me elevó un poco más sobre el suelo, y se me acercó unos pasos, arrastrando los bajos de su túnica andrajosa que ondulaban como tentáculos de una medusa; a todo esto, y para variar, como suele ocurrirme, volví a ser el centro de atención de todas las miradas de ultratumba… de los feligreses y feligresas, hasta que volví a sentir un miedo paralizante, y no fue porque el chalado del cura me hiciera levitar a dos metros del suelo, sino porque, entre las primeras filas, junto al altar, ¡vi caras conocidas!

¡Sí, nenas! No eran caras del tipo “me suena tu cara”… porque me sonaban. ¡Y tanto que me sonaban! Estaba el segurata, la parejita del Greenpeace, los dos, el Genaro y la tía que se había llevado el bicho del lago, Cristina. ¡Qué jeby! Allí estaban los dos, con sus miradas de un blanco refulgente y súper siniestros… y al lado ¡Las Hermanas Calambre! Sí, nenas, las dos viejecitas que nos cantaron a Gigi y a mí: Pepa y Rosa. Que vale, estaban como cabras de los Alpes, pero no era plan para que ellas también hubieran sido secuestradas por el bicho del lago… al igual que Mari Cochambre, que la bautizamos con ese nombre, porque Mari, que era la madre del niño piñata, y que también había desaparecido, vestía súper chafardera. ¡Qué jeby! No estaban muertos, aunque casi, porque aquel estado en el que estaban sumidos, tanto ellos como el resto de gente, daba idea de ver lo más parecido que vería en mi vida a auténticos zombies.

-Tenemos al que faltaba… -dijo el cura, con su voz rasposa, mientras me apuntaba con aquellas uñas curvadas, que no habían visto un cortaúñas ¡ni en su vida, ni en sueños!
-¿Quién es el que faltaba? –dije yo desde los aires y miré alrededor, intentando no mirar hacia la puerta por la que había entrado, no sea que la zopenca de la Gigi asomara, el cura la viera y la atrapara en aquella especie de poder a lo Dath Vader, en el que me tenía retenida.
-¡El círculo se cierra! ¡Hermanos y hermanas! ¡Por fin se cierra…! Y nuestra espera, finaliza…
-¡Un momento, un momento! –chillé un poco cabreada, pero sólo un poco-. Yo a ti no te había visto en ningún capítulo, y estabas muy mona calladita junto al altar, así que nena, no me vengas ahora como en las pelis cutres de los americanos, donde cuando se acerca el final, aparece un malo que nadie ha visto, para contarle a la audiencia lo malo que es, los planes que tiene preparados para matar al prota y esas cosas… ya sabes a lo que me refiero, calvito. Desde aquí te veo la calva, nena.

Y me quedé más ancha que larga, aunque seguía flotando y bajo el poder de aquel cura tarado. ¡Pero bueno! Será posible que el muy mamón vaya a joderme el blog, con lo chulo que está quedando, porque le vaya a entrar un apretón de diálogo de guionista becario, donde se pone a contar todo, todo y TODO, ¿y destripa el final de la peli?

-¡Demos gracias al señor, hermanos y hermanas! ¡ALELUYA!
-¡ALELUYA! –corearon todos en la iglesia.
-¡Viva YO! –grité, porque claro, todo aquel jaleo lo estaban haciendo por mí, supongo, por esa memez de cerrar el círculo o no se qué tonterías que dijo un minuto antes.

Entonces el cura se volvió hacia el altar y ando hacia él, y a mí, aquella fuerza súper misteriosa e invisible, me hizo seguirle y descender hasta unos pocos centímetros del suelo.

-¡Cuando el Takami se entere de lo que ha montado aquí debajo, en su lago, se va a coger un cabreo de mil pares de cojones japos, nena! –dije yo-. Y un japonés cabreado, es peligrosísimo, ¡nena! ¿Le suena la palabra Kamikaze? ¿Sí? ¿No? ¡Pues la inventó un japo cabreado y luego se mató, llevándose por delante a su enemigo!
-¡Demos gracias al señor, hermanos y hermanas! ¡ALELUYA! –repitió el cura.
-¡ALELUYA! –repitieron el coro los parroquianos de ojos encendidos.
-¿Pero es que no acaba de oír el rollo que le he soltado, coño?

Y se volvió rapidísimo hacia mí, y yo salí disparada hacia él, hasta encontrarme a un centímetro de su cara, oliendo la humedad y el rancio de sus hábitos, quedándome poco menos que mega flipada, con aquella niebla o telilla fantasmal que le cubría los ojos. No es que tuviera los ojos blancos, porque era como un gas, pero en pequeñín, el que se los empañaba, dibujando caprichosas formas, pero debajo, ¡tenía ojos como yo, nenas!

-Si tus ojos te ofenden… ¡arráncatelos! –me soltó con aquel aliento rancio.
-¡Y un cojón de mona pakistaní, nena! ¿Sabes lo que ligo yo con mis ojos verdes? –y lo capté-. ¡Ahhhh! ¡Que es una metáfora! Que lo dices por que no paro de hablar, ¿no? ¡Pues estás bien zumbada si te crees que me voy a cortar la lengua, nena!

Y el cabrón del cura me cogió de la lengua y tiró de ella hasta sacarla de la boca. Y me acojoné cantidad, porque claro, si me cortaba la lengua con una de aquellas afiladas y mugrosas uñas (a parte de no volverla a chupar never more), no llegaría a tiempo de que me pusieran la antitetánica. Lo más probable es que al verme entrar en urgencias y sin lengua, me pegaran dos tiros porque era imposible controlar la infección contagiada por la uña de cura.

-El señor es misericordioso… -me dijo con muy mala baba, y yo contesté algo que me sonó a diálogo de Kenny de South Park.

Varias antorchas de los laterales de la iglesia vomitaron llamas y prendieron. Olí a madera y a queroseno o algo parecido, y por el rabillo del ojo vi la cabecita de Gigi saliendo por al puerta.

-Tu sacrificio nos devolverá de entre los muertos… -dijo soltándome la lengua.
-¿Ah sí? ¡Vaya! ¿Pero verás, nena, no tengo ganas de que me sacrifiquen, sabes?
-Cuando el infierno se llene, los muertos volverán a andar sobre la tierra
-¿Eso es de una peli de Romero?
-El Abismo se cerrará, y los muertos andarán entre los vivos.
-Pues va a ser que no es una peli de Romero… las pelis de Romero no tienen tanto diálogo.
-¡En nombre del Señor!

Chilló aquel fanático y todos gritaron "¡Aleluya!" Y yo chillé súper asustada, porque mi verborrea para mantener controlados los nervios, estaba llegando a su fin.

-¡Lo que una vez existió! –dijo el cura alzando las manos, y tras él, en el altar, se movieron cosas y flotaron y volaron sobre su cabeza-. ¡Volverá a existir!
-Nena, tengo unas ganas horrorosas de desmayarme ¡YA! Pero sé que si lo hago, no volveré a abrir los ojos –le dije al cura, que se la soplaba completamente lo que le dijera, porque él estaba a lo suyo, o sea: ¡¡¡a punto de sacrificarme toda!!!

Los objetos que habían volado hasta sus manos eran una especie de pluma, pero pluma pluma gay de las de verdad, no un bolígrafo bic. Era una pluma para escribir mojándola en tinta, pero, la punta, con forma de lanza que tenía, era más ancha de lo normal y no estaba pintada de negro, sino de ¡ROJO! ¡DE SANGRE!

-¡Nena! ¿Has desinfectado eso? –chillé súper asustada-. ¡Porque no lo parece!

Hasta la otra mano del cura llegó volando a lo Harry Potter un pedazo de libro enorme, pero enorme, con unas tapas en rústica y el lomo súper cascado por el paso del tiempo. No llegó volando como la gaviota del PP, o una lechuza… llegó en horizontal, y cuando estuvo cerca de su mano izquierda, se abrió por las primeras páginas, allí donde estaba el separador de raso y color rojo, en el que habían escrito muchos nombres…

-¿Qué es eso? ¿El libro de cuentas? ¿De visitas? ¿Quieres un autógrafo? ¡Qué Jeby! –dije asustada, pero el cura ni me miró, levantó una ceja hacia mí y noté cómo la manga derecha de mi camisa se rajó sola hasta la axila, cuando en plan virgen que va al sacrificio, le entregué la vena de mi brazo-. ¡Neeenaaa! ¡Que esta camisa me ha costado 35€!
-Tu sangre restaurará la que se perdió… -dijo así, súper siniestro, como entre él y yo.
-¡NEEENAAA! ¡Soy alérgica al dolor! ¡Y mi sangre está muy bien donde está! ¡Los glóbulos rojos se encuentran tan felices corriendo por mis venas, que un poco más... y se dan por culo de la felicidad que tienen, nena!

Entonces el cura, con la pluma en la mano derecha, hizo como el palito superior de la T en el aire, sin tocarme la piel del brazo, pero aún así sentí el desgarro en el interior de mi brazo derecho, y cómo algo caliente me resbalaba por el antebrazo y ¡flotar en el aire!

-¡QUÉ JEBY, NENAAAAA! –chillé megahorrorizada, con los ojos muy abiertos a lo niña de The Ring, cuando vi un hilillo de mi propia sangre cayendo al aire y describiendo un arco ¡suspendido en el aire!, hasta llegar a la punta de la pluma que sostenía el cura en su mano.

Un estrepitoso sonido de madera arañando el suelo de piedra, precedió la puesta en pie de todos los feligreses y feligresas. ¡Y yo seguía flotando en el aire, ¡mientras aquel desgraciado me estaba sacando sangre para ponerse a escribir en su libro! Pero lo más horrible, es que estaba poniendo mi nombre en aquel papel. No Dolly Partos, no... ¡¡¡mi nombre de verdad de la buena!!! ¡¡¡El que tengo en el D.N.I.!!! (el del Documento Nacional de Identidad, para las que leáis esto desde fuera de España)

-¡DETÉNGASE!

Por un momento, pensé que lo había chillado yo, pero no, porque yo estaba megahorrorizada y paralizada por el terror, y por la extraña fuerza invisible que me tenía en el aire... y porque además, ¡aquella era la voz de la Gigi!

-¡GIGI! ¿SERÁS ZOQUETA, NEEENAAA?
-¡Úseme a mí! –le chilló Gigi al cura, mientras se remangaba la camisa.
-¿Pero te has vuelto tonta? ¿¿¿Más todavía??? ¡Huye por el estargay, sopetarda!

Le chillé a Gigi, pero la otra que iba como de fantástica a sí, como de película de Bruce Willis pero gitanilla, tras matar a los malos, se vino directa hacia donde estábamos el cura y yo, sin quitarme la vista de encima, con una especie de mezcla de odio y algo más.

-¡Nena, estás chalada! –le chillé.

El cura siniestro la observó, y echó la puma hacia atrás, cortando el vínculo que había entre la punta de la pluma y mi sangre, que cayó al suelo a modo de gotitas, pero de forma lentísima. La extraña gravedad o ralentización temporal que existía allí dentro, produjo tal efecto, y pasó algo más. Yo fui perdiendo altura (no es que me volviera enana), sino que dejé de flotar y de sentir aquella sensación de estar agarrada por la mano de un King Kong invisible.

-¡Úseme a mí! –chilló otra vez la Gigi.

Yo sentí que todo mi cuerpo volvía a tener terminaciones nerviosas, y que sentía dónde pisaba y el dolor en el brazo por el corte que me había hecho aquel cura cabrón, y miré a Gigi cuando estaba a mi lado y…

¡¡¡PLAFFF!!!

Le arreé tal bofetada a Gigi, que de llevar dentadura postiza, hubiera terminado yéndola a buscar a Salamanca… pero no sucedió, porque los dientes de Gigi son todos de ella, y no tiene dentadura postiza.

-Nena, eres una completa inconsciente, ¿pero sabes una cosa? –y me busqué algo en el bolsillo-. El que te haya dado un chute de masculinidad, no quiere decir que yo me vuelva igual de subnormal que tú –y saqué mi bolsita de El Corte Inglés-. ¡Me largo, nena! Y si quieres que te sacrifique el tarado éste, adelante. ¡Yo me piro por el estargay!
-¡Ya me lo agradecerás! –dijo Gigi súper orgullosa.
-No, nena, si quieres suicidarte en manos de éste pelagatos, es cosa tuya. Así que no me metas a mí en este fregado. ¡Me largo! ¡A la mierda todo! –dije y me puse a andar.

Sí, puede que sea una hija de puta por dejar tirada a mi Gigi del alma con semejante cura-zombie-asesino, pero nenas, una cosa es querer a las amigas, y otra muy distinta, dejarte morir por las amigas, y Gigi había optado por la segunda opción, y yo no quería morirme… por ahora; pero me paré y me di la vuelta.

-Y me importa un pito que falten 12 Capítulos para terminar la Segunda Temporada de Desperates Housegays, Gigi; si quieres suicidarte, allá tú, pero a mí me quedan en esta vida muchos polvos que disfrutar con Bruno, ¡y con quien se tercie…! Y muchas compras en Springfield y Jack & Jones, nena –y puse las manos en jarras-. ¡Bueno, qué! ¿Te vienes o no, Gigi?
-No, Dolly.
-¡Tú misma! –me di la vuelta y seguí caminando hacia el estargay con mi bolsa de El Corte Inglés en la mano, súper decidida.