martes, septiembre 12, 2006

~9~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Intenté hablar con Bruno para pedirle que no se marchara a Murcia. Si fuera a Torremolinos o a Sitges, ¡hasta yo me iría a vivir con él! ¡Pero a Murcia, NO! Así que decidí ir a su casa, y por el camino, mi nuevo vecino el bombero Manolo, intentó meterme mano, y pese a lo megaputa que soy cuando hay un chulazo que me merezca, le rechacé y corrí a por un taxi para ir a casa de Bruno, cuando me tomo con un espectacular atropello en plena Gran Vía... y la muerta era...

-¡La RUUuuuubiaaaaAAA! –chillé varias veces, hasta que todo kiski vio la cabeza cercenada de la rubia sobre el asfalto. Claro que ya no estaba tan rubia, porque su espectacular pelo estaba ahora engominado con ¡SANGRE!

¿Cómo coño iba a coger un taxi libre ahora? ¿Eh? Lo siento por la rubia, pero mi vida es lo primero. ¡Las Divas somos así!; eché a correr otra vez en dirección a Callao, porque la salida de la calle Fuencarral también estaba cortada por culpa del accidente... ¡hasta allí llegó un zapato de la rubia! ¡¡¡Menudo trompazo la dieron a la muy puta!!!

Con una dolor en la ingle derecha (de correr, claro, no por una apendicitis, porque yo no me como las uñas), me detuve y me flexioné hasta que él flequillo me tocó las rodillas de los vaqueros, he hice unas cuantas inspiraciones para recobrar el aliento, reconociendo de inmediato los tres paquetes que veía entre mis piernas.

-¡Las Bossini! –dije.
-¡Pero si es la Dolly! –dijo “Kiki”.
-Definitivamente, es el culo de la Dolly –corroboró “Ec-Ham”.
-¡Dolly Partos! ¡La salvadora de los Gays! –dijo “Eun” adoptando una pose muy manga por hombro, con aquel look entre marika escapada de un episodio de Blood+, con sus pantalones súper ajustados, y chaquetas largas tan ceñidas que modelaban a las tres como dibujos japoneses.

Las Bossini (porque sólo visten lo más de lo más, y de la marca Bossini), van de un Naif Gay, si es que se las puede etiquetar de alguna manera a estas tres marikas súper de diseño surfero tailandés, asiático mari meridiánico, con corte de pelo ideal y súper preparados, que a sí mismas y no es que me lo invente yo, se llamaban con nombres japoneses, porque las muy putas cada vez más se parecen a tres marikas japonesas montadas en el yen.

Siempre iban las tres juntas a todas partes, como aquellas putas de los ochenta que cantaban, y que todo el mundo conocía por el nombre de Las Trillizas (rubias y follables), porque nadie recordó jamás el nombre de ese grupo (Las Trillizas de Oro, que las trajo a España Julio Iglesias), pero sí sus fantasías sexuales con esas tres que parecían salidas de un anuncio de coca-conga, tras pintar el empapelado de su casa con LSD.

Ec-Ham, Eun y Kiki... más conocidas por las “Échame Un Kiki”, o "las Bossini", sufren una especie de catarsis con la música Chill Inn Chill Out Chill Tech, que las disloca cuando la bailan, dejándolas paradas de forma extrañísima, como pasa con los protas de los dibujos japoneses. Los otaku sabrán a qué me refiero.

-¡La fama me precede, nenas! Hasta por el culo del vaquero se me reconoce –las dije, porque las Bossini ni me caen mal, ni me caen bien, nos soportamos cuando nos vemos en el Enfrente y poco más.

Sé que me quieren copiar, no el estilo, sino el Status. Es facilísimo ser popular y conocida en el mundo gay, nenas. Cómete unas cuantas pollas y serás popular; cómete unas cuantas pollas y cuéntalo en la barra del bar, y serás conocida. Pero estas tres, lo que querían era llegar a mi Status de Diva, cosa que muy pocas lo consiguen. La Sayuri, y alguna más en alguna otra provincia de España, como la Hidroboy en Barna y Murcia. Es muy duro ser una auténtica Diva, nenas. Intentad serlo, y veréis que terminaréis llorando como la Miss Universo al perder su corona en un retrete.

-Esa postura es poco honrosa –dijo Eun, cruzando los brazos, y dejó caer el peso de su cuerpo sobre el pié izquierdo, doblando la rodilla del pie derecho hacia el interior.
-Estás bajando puntos –dijo Kiki y cambió el peso de cuerpo de pié.
-¡What disaster, dear! –dijo Ec-Ham, moviendo su cabeza en un gracioso gesto que hizo que su flequillo peinado en mechones, se desplazaran pero no despeinaran.
-Nenas, un día me explicáis cómo es eso de evolucionar desde la milenaria cultura nipona, hacia la de los Bee Gees –dije al incorporarme, y ellas recayeron en el hecho de que las tres iban de blanco, como las osas con voz de pito de las Bee Gees.

Las Bossini se removieron entre ellas, como los cubiletes de un trilero, hasta quedarse quietas en otra postura con mucho estilo y altanería. Las muy putas querían su puesto entre las Divas, y sabían que estaban a un paso de entrar en mí Olimpo.

-¡Tengo prisa, nenas! Otro día nos vemos y me lleváis al Pasapoga. Quizá hasta aprenda a hacer ese juego de rodillas vuestro, sin romperme un menisco, nenas.
-¿Dónde vas con tanta prisa? –preguntó la Kiki, adelantándose y parándose con otra pose manga.
-A una cita, y llego tarde.
-¡Seguro! –se quejó y frunció el ceño Ec-Ham.
-¿No será que has encontrado una discoteca nueva... a la que no quieres llevarnos, “Dolly-neechan”...?

Eso sí que no, nenas. Me enfadé muchísimo y me puse con las manos en jarras, porque aunque no domine mucho el japonés (que lo dominaré algún día, y ese día, ASIA entera se cagará del susto cuando me conozcan), sabía perfectamente el significado del sufijo “neechan” y le devolví la pelota a Eun.

-De las cuatro, Eun-neechan, eres la única que puede sustentar el título de “hermana mayor”... pero míralo por el lado positivo. Marikas con tu edad, así de delgadas y tan bien combinadas, se ven poquísimas. Miento: ¡en el Museo de Cera hay alguna!

Eun se puso muy tensa, dejando los brazos rígidos y apretando los puños, mientras su cara se ponía roja como un tomate. Igualito que en los dibujos. Sólo le faltó que le salieran sobre la cabeza kanjis y el fondo se pusiera de un rojo intenso con el sonido de un gong; las dejé protestando y me subí a un taxi que pasaba en ese momento que gracias a Dior, se detuvo cuando levanté la mano; el taxista aceleró nada más darle la dirección de destino, y se puso a hablar del accidente tremendo que había ocurrido unos metros atrás, y después de Jiménez Losantos y de la razón que tenía al decir que el país estaba lleno de rojos, de moros-bomba y maricones en todos los salones de bodas.

¡¡¡!!!

Dudé en tirarme por la ventanilla o seguirle la corriente asintiendo a todas aquellas barbaridades; me consoló ver las fotos de su familia en el salpicadero. Familia numerosa: mujer ESPANTOSA con una sola ceja, y tres hijos de 30 hasta los 20, 100% follables, aunque fueran de la ultra derecha de la COPE; además, no sabía si este taxista nazi era de los que llevan un bate de béisbol con clavos oxidados bajo el asiento, o uno de esos vibradores que dan 2000 voltios de corriente cuando te los pegan al pezón... ¡ni ganas tenía de preguntarle!

Pagué la carrera y me bajé en el portal de la casa de Bruno, a la que sólo había ido dos veces en mi vida. Una para ayudarle a traer sus cosas a casa, y otra porque nos pilló el calentón en la calle y terminamos follando en su cama; dudé un instante al llamar al portero automático.

-¿Sí? –dijo su voz por el altavoz.
-Quiero hablar contigo... y no cuelgues, por favor –dije reuniendo toda la tranquilidad y valor que pude, para no echarme a llorar y contarle cuanto le echaba de menos.

Un zumbido abrió la puerta de la calle, entré y tomé el ascensor hasta el cuatro piso, en el que ya me esperaba, dentro de su casa, pero con la puerta abierta y una expresión neutra en su cara... pero al menos, había accedido a oír lo que tuviera que decirle...

-Sayuri me ha dicho que has pedido el traslado a Murcia –no hizo ningún gesto o sonido, así que continué hablando-. Sayuri cree que es una idea estúpida el que te vayas a Murcia... ¡y yo la secundo! Es la cosa más absurda que he oído... ¡y eso que no te has leído le Blog de Kill Pili, nene! Que si no, ¡ni drogada te irías a Murcia! Pero... eres mayorcito para decidir qué hacer con tu vida -¿había dicho yo eso?-. Yo... sería una egoísta si te pidiera que te quedaras en Madrid, sólo por...

Se apagó la luz del descansillo y dejé de hablar. Él seguía donde estaba, con una mano en la puerta y la otra en la jamba. No se movió ni dijo nada. Siguió mirándome. Tuve la intención de volver a encender la luz, pero ahora su figura se veía borrosa, y eso quería decir que estaba a punto, si no lo estaba ya, de echarme a llorar como una idiota; el timbre de la voz no me falló, lo cual me ayudó para ocultar mi dolor en la penumbra de aquel descansillo. Vamos, ¡que parecía yo una puta de esas del cine francés! Donde todas sufren lo suyo ¡y no dicen nada! Pero yo sí tenía algo que decir.

-Tu reacción tras lo que ocurrió en el lago Takami no fue normal, y la mía tampoco. Te odié como no puedes imaginar... no por lo que habías hecho, sino por no tener el valor de decírmelo a la cara. Lo intuí cuando me miraste en el agua, pero deseaba que me lo dijeras; puse mucho en nuestra relación... o-lo-que-sea, porque tampoco fue una relación seria. No le pongo a todo el que pasa por casa una peli de Dolly Parton, ni uno de sus discos... me enamoré y sigo enamorado de ti, aunque eso te asuste por todas esas cosas raras, extrañas y paramarikasanormales que suelen ocurrir en mi vida... pero debes saber que si no fuera por esta puñetera curiosidad mía, la que me mete en todos esos fregados, y la misma que me empujó a buscar a la Sayuri en la Primera Temporada de Desperate Housegays, nunca te hubiera conocido, Bruno.

En ese momento se encendió la luz dela escalera y alguien desde abajo, llamó al ascensor... pero lo peor fue que me vio llorando, y me sentí más mal aún, aunque luché para no reflejarlo, ni me limpié las lágrimas. ya las había visto, así que ¿pa'qué ocultarlas?

-Sólo quería que lo supieras... Buenas noches –le di la espalda y comencé a bajar las escaleras, oyendo las risas de una pareja que subía en esos momentos por el ascensor.

sábado, septiembre 09, 2006

~8~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Mientras decía si seguir a Manolo y al Rubiales a la sauna, apareció Sayuri, al que le conté lo de la psicópata murciana, y va ella y me suelta que Bruno había pedido el traslado a MURCIA. Algo más JEBY que el último capítulo Doble de Desperate Housewives, donde el Fontanero es atropellado por la dentista asesina... Fui a llamar a Bruno y mi móvil decidió dejarme. ¡MURIÓ! Lo reanimé, con la ayuda del PC, pero sólo conseguí parte de mi agenda... y allí estaba el teléfono de ¡¡¡Bruno!!!

El tono de su móvil sonó y sonó, hasta que una voz impersonal de tía, me preguntó que si quería dejar un mensaje y no pude hacerlo. ¡No me gusta hablar con máquinas! Colgué y marqué el teléfono de su casa. Dio dos todos, descolgaron ¡y volvieron a colgar!

-¿¿¿QUÉEEEE??? ¡Me ha colgado!

Imaginé a Bruno, en su casa, haciendo una V con los dedos incide y corazón, y escupiendo entre ellos como hacen las mafias italianas, mientras preparaba la maleta con varios folletos turísticos y planos de la ciudad, con el encabezado de ¡Qué Bonita es Murcia!, mientras que en su equipo de música sonaba el tema de Alaska “Un Millón de Hormigas”, y un trío de marikas setenteras instalado junto al armario, que le iban pasado la ropa desde las perchas para que Bruno las metiera en la maleta, coreaban el estribillo mientras él cantaba lo de:

-Busco el detonante, yo fui la explosión, creo que lo nuestro ya no tiene solución... esto, se acabó, ¡se acabó...! ¡SE ACABÓÓÓ! –y el trío de marikas, en plan retro, daban media vuelta, palmada en la nalga derecha y saludaban al sol a lo Go West, súper encantadas de nuestra ruptura.

-¡NAMIERDA! –chillé al colgar el teléfono- ¡Esto no se acabó, nene! ¡No puedes irte a Murcia! - dije entre lágrimas dando a la tecla de re-llamada. Ahora el teléfono de su casa comunicaba. Sin duda, lo había descolgado.

Me limpié las lágrimas y muy decidida, y tras hacer un pis porque estaba súper nerviosa, y tras beberme un litro de agua fresca de la nevera, cogí las llaves y me dispuse a ir a casa de Bruno. Si se iba a ir... si iba a desaparecer de mi vida definitivamente, antes de que las científicas locas de Kill Pili le borraran el cerebro en Murcia, tenía que hablar con él. En persona. Cara a cara y rabo a rabo.

Abrí la puerta de un tirón y ¡allí estaba! ¿Bruno? (Gritaréis) ¡No, nenas! ¡Era mi vecino bombero! Manolo estaba a punto de abrir la puerta de su casa cuando al hacerlo yo, le metí un susto de mil pares de cojones de monas pakistaníes histéricas ante una lluvia de cacahuetes, porque estaba de espaldas a mi puerta, claro, y esta vez, la que dio el susto fui yo. ¡Que ya era hora de que me tocara a mí asustar a quien sea!

-¡Dolly! –dijo entre asustado, sorprendido y cortado-. Me has dado un buen susto.
-¡Gome! –que es perdón en japonés, y que llevo utilizando desde haces pocos días porque si Madonna y las Tatu lo dicen, ¡yo también!
-¿Qué? -preguntó él muy perdido, obligándome a utilizar mi español de nativa española. OLÉ!
-Perdón, no era mi intención... –y cerré la puerta de casa lo más rápido que pude.
-¿Te encuentras bien? Pareces un tanto...acelerado.
-Tranquilo, nene, este es mi estado natural. Suele pasarme sólo cuando salvo al Mundo de alguna catástrofe, como aconsejar a la gente a no ver películas donde salga Tori Spelling...

Manolo el bombero me sonrió, pero fue de ese tipo de sonrisas "pro-gomito" de borrachera. Supongo que la habéis visto-vivido en alguna etapa de vuestras vidas, nenas.

-¿Os dejan beber en el retén de bomberos?
-¿Sabes que eres muy guapo? –me soltó así a lo tonto.
-¡Claro que lo sé! Tengo mi carnet de guapas oficiales por internet, nene –y se me acercó tonteando porque estaba medio pedo, o ESO quería hacerme creer, porque se acercó tanto que pude oler su aliento, sentir cómo sus pestañas me despeinaban el flequillo, y no tenía para nada rastros o como dicen las científicas de la NASA: TRAZAS de alcohol.
-Sí, realmente eres muy guapo...
-Mira, nena, detrás de ti está la puerta de tu casa, y si se abre y aparece tu novia, aquí se va a montar una que ni el gazpacho empastillado de Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios...
-Jessica está trabajando –dijo al poner su manaza en mi paquete-. Su turno no termina hasta las ocho de la mañana.

Esta vez no estaba cerca, estaba encima de mí, y la parte de su diálogo de “las ocho de la mañana”, la dijo muy bajito, rozando sus labios con los míos.

-Pues a bajarse el calentón con una pajilla, que tengo ¡PRISA! –dije y me escapé de sus manos y de su cuerpo, echando a correr escalera abajo hacia el portal.

¡Pero bueno! En otro momento, MA-TA-RÍA por ser la prota de “Manoseada y Violada en el Descansillo”, ¡pero ahora no! Jo pe... con lo buenorro que está el muy cabrón, ¡pero no! Yo quiero a Bruno, ¡y lo quiero en Madrid, no en Murcia!; salí a la calle acelerada y salida perdida tras la experiencia de bombero acosador, y eché a correr por Hortaleza en dirección a Gran Vía, para coger un taxi que me dejara en la misma puerta de la casa de Bruno.

¡PERO! Al llegar a la altura del Mamá Inés, un café de lo más chic donde no gastan un puto euro en luz, porque hasta de día no se ve ni la polla de Nacho Vidal, aunque la tengas a un glande de distancia de tu nariz... ¡y recordé que tenía otro móvil siemens en casa!

-¡MIERDA! –grité delante del escaparate del Mamá Inés, y me puse a zapatear de rabia, mientras algunas marikas de la cafetería me tomaron por una performance o algo similar y me aplaudieron, cosa que me cabreó más, así que seguí corriendo hacia Gran Vía para coger el taxi, tras llamarlas PUTAS a todas.

Aunque salvara mi agenda del móvil utilizando mi móvil viejo, si llamaba a Bruno, lo más seguro es que volviera a colgarme el teléfono y seguiría en las mismas. Pero aún así, me sentí un pelín mejor, ya que por lo menos no perdería la agenda de mi móvil, ni mis números de teléfono. Pude que perdiera a Bruno, pero no mi agenda de teléfono. Que ya es algo, en este pozo de desgracias en el que había caído.

A la altura de La Busca, librería de unos amigos míos, vi cómo la gente se congregaba en el paso de peatones. ¡Otra desgracia más en mi camino, no! ¡Con tanta gente jamás podría coger un taxi y perdería definitivamente a Bruno...! Pero el alarido de una mujer, o mejor dicho, un jodido berrido que se oiría desde la Sierra, fue la espita de otros alaridos de terror extremo que se lanzaron entre el tumulto.

La gente se agrupó más en el paso de peatones, y una que es curiosa, luchó por ver qué coño había pasado allí, mientras que dos chavalas chillaban y vomitaban del asko en plena vía...

-¡Apartaros, he de coger un taxi para salvar mi amor! –grité, pero me hicieron tanto caso, como al último single de Malena Gracia, que no le gusta ni a su puta madre.

Entre empujones y pisando a unos cuantos conseguí llegar hasta la Gran Vía, importándome un pito lo que hubiera pasado. Yo quería mi taxi, y lo tendría. ¡Anda que no! ¡¡¡Pero el tráfico se había detenido en ambas direcciones!!! La gente chillaba horrorizada. En realidad llevaban chillando dos minutos de reloj, lo que quería decir, que aquellas nenas tenían unos pulmones tan grandes, que seguro que practicaban el descenso a pulmón libre o que eran cazatesoros en buques hundidos a profundidades abisales, ¡o vaya usted a saber!

El sentido de la vista que lo tengo súper desarrollado gracias a la variedad de cuartos oscuros en los que he estado, y a los jaris en los que me he visto envuelta (leerse las dos Temporadas anteriores, son un buen ejemplo de ello), me hicieron mirar inmediatamente las manchas de sangre en el parabrisas de un Smart.

-¡Atropellada por un Smart! Es la muerte más súper mediocre que pueda imaginar, tras la de morir atropellada por un Twingo fugsia, neeenaaa –dije en voz alta, aunque a nadie le importó, porque todos estaban horrorizados.

Al mirar hacia otro lado, más sangre, esta vez en un mercedes, cosa que bueno, atropellada por un mercedes era más cool! Claro, aunque fuera para la reseña que sacarían los gores de Antena 3 a medio día, del día siguiente... ¡pero había otro coche más! Más caro y blanco, donde la sangre se veía en todo su esplendor. La sangre y un brazo amputado en el parabrisas. ¡K JEBY! ¡A este se le terminaron los juegos del 5 contra 1 (las pajas, nenas).

-¿Pero es que le habían pasado todos los coches de la Gran Vía por encima, a este pobre desgraciado? -pregunté aunque nadie me supo responder.

Y entonces tres marikas que iban vestidas de Adolfo Domingas (porque la U se las veía a un kilómetro), y una rubia neumática que les acompañaban, chillaron desde la acera de enfrente en plan polifónico, señalando hacia un sitio cerca de la entrada a la calle Fuencarral. O sea, a tres metros de los pies del grupo donde yo estaba... y claro, todas bajamos la vista y gracias al piloto trasero de uno de los coches que había participado en el atropello, ¡¡¡vimos una cabeza amputada mirándonos!!! Y es que sólo nos podía ver, porque de la nariz para abajo, ¡¡¡no había más que asfalto!!! Aquel trozo de cabeza que nos miraba... era parte de la rubia que se había follado en el Lether y después en la sauna, mi vecino el bombero y violador de descansillos... ¡MANOLO!

No hará falta deciros ni certificar ante notario, que mi grito de terror fue el mejor de todos los allí lanzados.

miércoles, septiembre 06, 2006

~7~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

La llamada inesperada de Bruno me descolocó tanto, que otra vez me dio la depre, perdí el juicio y me dio por ayudar a Gigi a limpiar su casa ¡K JEBY! Eso sí que es estar depre, nenas... pero tras un baño de sales del mar muerto, ¡reviví!... y le dije a Gigi que podría superarlo y que me iba a casa, pero de camino... cual Caperu-PUTA Roja, terminé cayendo en las garras del lobo, o sea, que me fui de "cancaneo" al Lether, y allí volví a ver a mi vecino bombero con un rubio olímpico ¡y les seguí! Es que un día en mi vida, da para mucho, nenas.

Guardando una distancia prudencial, y semi camuflada entre la gente que transitaba por la calle de bar en bar, seguí a la parejita de Manolo (mi nuevo vecino el bombero) y aquel rubio como la cervezaaa... que tendría un nombre similar a Hans, Gunter o Raboten Putonen, hasta que me detuve en seco porque mi misión como espía, se encontró con un severo obstáculo. Ambos iban derechitos al interior de una ¡SAUNA!

¡¡¡!!! ¡No podía irme a la sauna con una mochila, por dos razones obvias, nenas!
Porque me confundirían con una chapera (por la mochila) y...
porque no me gustan las saunas. Además, ¿quién carajo se mete en una sauna en pleno Enero, nenas?

Algunas de vosotras estaréis chillando en vuestras casitas “¡entra en la sauna, nena! ¡Entra y monta la de Troya!”... ; pues no, nenas, que luego la que se pilla los hongos, las ladillas y el resfriado al salir a la calle soy yo, y no vosotras, ¡Putas!

-¿Buscando el sentido de la vida? –dijo alguien a mi espalda.
-En algún momento, de esta temporada o en las venideras, ¿la gente dejará de hablarme por la espalda? ¡COÑO! –y me volví-. ¿Preparando una redada policial, Sayuri? –porque no olvidemos, que Sayuri, a parte de ser la marika más cool de todo Madrid, es poli y trabaja de “inco-ñito”, que diría la Gigi-. Pues ten cuidado, porque me han dicho que las de la sauna... ¡van muy bien armadas!
-¿Se supone que me tengo que reír?
-¿Se supone que he de seguirte el hilo?
-Pues sí, ¡tonta del culo! –dijo con seriedad, y yo puse cara de flipada o de tonta del culo, porque aquel cambio de voz y seriedad que imprimió al decirlo, hasta me hizo sonar una tripa-. Vas a meter la pata hasta el cuello con Bruno.
-¿No te has enterado? Bruno pasa de mí. Pasa de mí desde hace días. Felicidades, nena, ya te lo puedes llevar a casita y ponerlo sobre la tele junto a la gitana y al torito.
-El que me dejara por ti... -comenzó a decir súper jodida.
-Mira, nena –dije cortándola-, ni esto es Pasión de Gavilanes, ni Orgullo y Prepucio, Jane Austin. Diálogos como el tuyo y situaciones como ésta, hacen que bajen las visitas en mi blog, nena.
-Si un día pillo al camello que te pasa las pastillas, Dolly, le detengo de por vida –y se acercó más a mí, como si me fuera a echar una maldición gitana-. Sólo te diré una cosa: llama a Bruno y arreglad lo vuestro.
-¿Ahora vas de Celestina, nena?
-Vas a cometer el mayor error de tu vida, y de paso, vas a joder la vida de otra persona que una vez amé...
-¡Y yo sin un kleenex! ¡Que alguien me de un kleenex! –grité a los viandantes.
-No estoy bromeando, Dolly.
-Tampoco yo, nena. Si tuviera un kleenex fijo que me echaba a llorar tras esa frase.
-¿Es que no te das cuenta de que intento ayudaros? Sé retirarme en un combate, y éste lo tenia perdido incluso antes de que aparecieras tú con tu blog.
-¿Quieres ayudarme? ¿De verdad? Pues investiga esto: Asesina en serie, con nombre falso de Agapita González. Mató a un hombre tirándolo por las escaleras del metro, de madrugada, y después, a una tía de una librería de Lavapiés, le arrancó la cara.
-¿De qué estás hablando?
-De una Serial Killer, Sayuri. Investiga eso, si es que quieres ayudarme
-¿Bromeas...?
-No, esta vez no. Gigi y yo encontramos su diario, y lo entregamos en una comisaría de policía, no en la tuya, porque no quería ver a Bruno ni en pintura...

Mientras decía esto, Sayuri sacó de un bolsillo interior de su cazadora un cuadernillo de notas y un boli, para ponerse a anotar en él a gran velocidad.

-Lo consultaré y mientras: llama a Bruno.
-A Bruno le importo un cuerno, nena. ¿Por qué tendría que llamarle?
-Porque ha pedido el traslado, ¡imbécil!
-¿Cómo?
-Esta misma tarde. Ha presentado su solicitud de traslado de comisaría...
-¡K JEBY! ¿Y a dónde se va, a las Bahamas a comer bananas?
-No, a Murcia.
-¿QUÉ?
-¡A MURCIA!

Lo siguiente que recuerdo, es a mí, en una postura nada cool, espatarrada entre dos coches y en los brazos de Sayuri, quién me abofeteaba para hacerme recobrar la conciencia, o simplemente, para vengarse de mí y hostiarme por darse el gusto tras haberle robado a su novio: Bruno.

-Despierta, ¡despierta!
-¡Basta! ¡EDURNE! –dije y me la intenté quitar de encima, pero la Sayuri me cogió del cuello de la cazadora y me forzó a mirarla a los ojos.
-Aunque no me guste, he de reconocer que eres el único imbécil al que Bruno haría caso en este preciso instante. ¿Entiendes?
-Sí -dije súper acojonadita, y ya de pié.
-Como se marche a Murcia, te prometo que haré de tu vida un infierno.
-¿Más?
-Más... así que ya estás llamándole y haciéndole entrar en razón.

Y al decir esto, me empujó hacia delante y mi culo dio contra el coche que había a mi espalda, y las piernas me temblaron. Sayuri se marchó, y yo tardé unos minutos en recobrar la fuerza suficiente para ponerme recta y divina, colocarme la cazadora, y coger las correas de mi mochila.

-¿Lo estoy haciendo todo tan mal? –y se me cayó una lagrimilla, de esas que siempre se te escapan cuando no tienes el valor suficiente para llorar. Saqué mi móvil y fui a marcar cuando se quedó en negro-. ¿QUÉ? –lo cerré y lo volví a abrir, y seguía igual. Le di a la techa de encender y me salió lo del PIN, que tecleé... tocó la musiquilla de entrada y volvió a apagarse tras salir unas cosas raras en la pantalla.

¡¡¡SE ME HA MUERTO EL MÓVIL!!!

Grité asustadísima y eché a correr a lo Niurka Montalvo hacia mi casa. Tenía que llamar a Bruno inmediatamente, y mi móvil la había palmado. ¡ESTABA MUERTITO, NEEENAAASSS! Y como suele ocurrir, cuando guardas teléfonos en tu móvil, no los guardas en ningún otro sitio más. ¡NO LOS ANOTAS EN NINGUNA PARTE! ¡¡¡PORQUE PARA ESO LOS HAS MEMORIZADO EN EL JODIDO MÓVIL, NEEENAAAA!!!

Seguí corriendo a casa, con el corazón latiéndome como el ballet de las irlandesas esas que taconean cogiéndose de la cintura, y que bailan súper tiesas sobre el tablao, moviendo sólo las piernas de rodillas para abajo. ¡¡¡Se ha muerto el cordón umbilical que me une con todo!!! ¡¡¡Se ha muerto mi Siemens SL65!!!

-¡Vaya mierda de Tercera temporada! –chillé en voz alta, recordando cómo en la Segunda Temporada de Desperate Housegays, se me había caído al lago Takami mi cámara de fotos digital, y tal...

Subí las escaleras de dos en dos, con igual estilo cool pero sin tanta rapidez (para no sudar, porque no hay nada tan poco cool como sudar, y las DIVAS no debemos tener ese tipo de defectos corporales), entré, cerré con llave, busqué como loca el cargador del siemens, y con las manos temblando como Anabel Alonso, cuando lucha como una jabata por sus barritas Krissia, conecté el móvil al PC, encendí el móvil, introduje el PIN y le di a descargar TODO. El ordenador comenzó a transferir los datos hasta que el móvil... la palmó otra vez.

-¡DESFIBRILADOR, LO PERDEMOS! –volví a encender el móvil, introduje el PIN, pitó varias veces y le di al ordenador para descargar datos y...

“PI PI PI” se apagó.

-¡No es hora de PIPÍ, NENA!

Le chillé, pero no pude hacer nada más que llorar, mirar el reloj de mi mesa de noche y confirmar la hora de su fallecimiento. Mi Siemens SL65, definitivamente, había muerto, así que sólo pude hacer lo único que se puede hacer en ese caso, lo cubrí con un pañuelo que tenía en la mesilla de noche, para no ver el amargo rostro de su cadáver.

Por los altavoces del ordenador, sonó una fanfarria (de datos mal cargados), y se abrió un ventanuco con toda mi agenda telefónica... hasta la letra J, y en mi cabeza oí aquel tema con el que abría GREASE, que decía algo así como “Loooooove is a maaaanyyy spleeeendor thinnnnnnnnnng”..., pero cantado por muchas putas colocadas con la brisa marina.

Di a salvar inmediatamente y anoté en un post-it el teléfono de Bruno, que lo tenía en mi agenda por duplicado... ¡NO! ¡Por triplicado! Su número de móvil estaba en CHULAZO* y en BRUNO* (yo les pongo un * cuando son teléfonos móviles), y luego tenía otro más: BRUNO CASA; arranqué el teléfono inalámbrico del cargador y marqué el teléfono de Bruno.

sábado, septiembre 02, 2006

~6~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Despedida y con un hambre del carajo, me metí tres whoppers, patatas fritas y coca-LOKA leyendo el Diario Secreto de Agapita González, donde contaba que nada más pisar Madrid, mató a uno tirándolo por las escaleras del metro. Luego apareció Gigi, y me contó lo del negro del Credial y los 3.000€ de Tamaki. No me hicieron una estatua, porque no nos "idealizaron", sino que nos indemnizaron. Y cuando estaba hablando de esto con Gigi, ¡llamó Bruno!

¡¡¡BRUNO!!! Dijo Gigi gesticulando mucho pero sin emitir sonido alguno. Cosa que está muy bien, porque comenzaba a controlar sus arrebatos, sus prontos y sus holas.

-¿Bruno? ¿Seguro que no te has equivocado al marcar? –sí, nenas, fui cínica, porque tras lo del Valle Takami (que lo explico todo súber bien en la Segunda Temporada de Desperate Housegays), Bruno había desaparecido de mi vida, y a mí me dio una depre gorda, pero a momentos, porque para una vez que parecía que tenía un novio de verdad, éste se había asustado por todas esas cosas que suelen pasar en mi vida y que yo cuento en este blog.

No colgué, le dejé hablar. Era ese tipo de conversación que empieza con el "¿qué tal estás?", y que luego continúa con el estado meteorológico del país. O sea, conversación paja que no pienso transcribiros, porque es aburridísima y no va a ninguna parte. Es más, aquella llamada me estaba acelerando como a Anakin Skywalker antes de pasarse al Cuarto Oscuro del Lether.

-Si no tienes nada más interesante que decir, cuelgo. Ahora mismo estaba debatiendo con Eduardo Punset, y nos has tebnido que interrumpir, precisamente, en medio del Big Gang Bang... –y colgué.
-¡Dolly! –dijo Gigi, pero sin gritar. Las admiraciones que incluyo son por su cara de mega flipada que puso-. ¡Le has colgado!
-Gigi, creo que me voy a desmayar. Me tiemblan los pies y creo que voy a perder la voz.
-¡De eso nada, tía! ¡Prohibido desmayarse en un momento como este, Dolly!
-¡Le he colgado, Gigi! –y me dejé caer en el sofá-. Le he colgado... a la relación más estable que NUNCA había tenido, ¡GIGI!
-Tú por lo menos has tenido relaciones estables, tía, yo ni eso... ¡pero con lo bueno que está el Bruno... y le has colgado!
-Nena, no me lo restriegues más por las narices...
-Has hecho bien, tía.
-¿Qué? ¿Lo dices para consolarme?
-No, tía... no puede desaparecer de tu vida después de todo lo que pasó en la Segunda Temporada de Desperate Housegays, donde le salvaste la vida...
-A él y a mucha gente más... no lo olvidemos -¿qué pasa? ¿No puedo colgarme medallas?
-Claro que no... y ahora llama ¿para preguntarte por el parte metereológico? ¡Anda y que lo mire en el "telestretos" de Antena 3, tía!
-Sé que tienes razón, Gigi... de las pocas veces que tienes razón, ESTA es una de ellas, pero entonces ¿por qué coño me siento tan mal? ¿Mmm?

Gigi bajó la vista y volvió a mirarme para decir con gravedad.

-La comida del “bur-ller” no sienta bien a todo el mundo, Dolly.
-¡Gigi!
-¡Qué! ¡No se me ocurre nada que pueda decirte, tía! He visto tantos envoltorios de hamburguesas, que pensé que era un intento de suicidar a tus triglicéridos, tía!
-Jo... estoy fatal, Gigi... seguro que esto le empujará a volver con Sayuri.
-Puede ser... Sayuri es muy mona y más puta que tú.
-No te niego que sea más mona, pero en cuanto a puta... dame tiempo a que escriba mis memorias... que se va a cagar de vergüenza la Heidi Fleis esa... ¡Necesito un baño con sales!
-¿Y cómo te vas a echar las sales en una DUCHA, Dolly? ¿Con un pulverizador?
-No, nena, me daré un baño con sales en la bañera de tu casa. Si me quedo más tiempo aquí, me voy a agobiar más que la "Elsa Patucos" en Snakes on a Plane, nena; por cierto, nena, la "Patucos" debe estar hecha una foca, ¿no?
-¿Por qué, tía?
-¡Coño! ¡Porque siempre la veo por la tele se está comiendo un helado!
-¡Holy Manolys! Pues mira que no lo había visto desde ese punto de vista, tía... ¿Nos vamos a mi casa?
-Sí, nena, necesito cambiar de decorado.
-Mira que no he ido desde que la Space intentó matarme...
-Tranquila, no me asustaré por el desorden o la suciedad que tengas en casa...

Me hice una mochila con algunas ropas y cosas útiles para pasar la noche fuera de casa, le cambié el agua y la comida a Furcia, colocando una foto mía que me sacaron en el Dragón Kan-kan-kan!!!, para que no me echara de menos, y nos fuimos a casa de Gigi, que... efectivamente, era un auténtico caos de casa; tras llamarla cochina un par de veces, Gigi se puso a recoger cosas y a poner lavadoras. Yo tampoco me quedé de brazos cruzados, y tras ayudarla a tirar todas las xenomorfas que tenía en la nevera (comida descompuesta que se movía), barrí y fregué el suelo-chicle y luego me di ese baño de sales.

Gigi había preparado algo de comer. Un pan de molde que aún no había caducado (¿es normal que el pan de molde caduque en el 2010?) y una lata de sardinas, que me recordó a los extras de La Lista de Schindler, porque... ¡vaya birria de sardinas esqueléticas! Y parte de un helado que le quedaba en la nevera con sabor a chicle, y nos lo comimos en honor al culo gordo por zamparse helados como una loca, de la Elsa "Patucos".

-Gigi, gracias, pero yo no me puedo comer esto.
-Es que no tengo nada más en la...
-Lo sé, nena, pero sabes que el pescado me da askito, y estos “infantes” de sardina, dan ganas de hacerles un funeral en condiciones. ¿Quién coño envasará esto?
-La verdad es que son chiquitinas...
-Enanas y anoréxicas. Parecen Sardinas de la Pasarela Gaudí, nena.
-¿Se te ha pasado la depre, tía?
-Pues así, así, nena. Una parte de mí, dice que he sido muy dura, y otra parte de mí, ya sabes, la zorra que es capaz de dejarse humillar, me llama estúpida.
-Vaya... qué conflicto, ¿no?
-Sí, nena. Y ahora me estoy deprimiendo otra vez, nena. ¿Crees que ha ido a casa Bruno?
-¿A ver si era cierto que estabas hablando con Punset?
-No, nena, a ver si me había drogado y estaba diciendo chorradas... ¡a ver si estaba bien, coño!
-No lo creo, tía... la excusa del big bang era súper potente para que nadie te moleste en meses...
-Eso mismo pienso yo... ¿sabes? Creo que me voy a casa.
-¿Estás segura? ¿No quieres que te acompañe?
-No, nena... –me levanté y cogí la mochila-. Te llamaré mañana por la mañana; espero que esta cara se me vaya para mañana, o terminaré siendo el modelo inspirador de algún pintor depresivo...
-Oka, tía –y me dio dos besos-. Cualquier cosa que pase, me llamas.
-Oka, nena... hasta mañana –y me fui.

Al salir a la calle tenía muy claro que me iba derechita a casita oyendo en mi Zen el A Petarda ¡No Me Ganas! vol 3 que yo misma me hice y que ha quedado LO MÁS, y que ya imaginarás donde encontrarlo, pero tras un baño de sales, con ropa limpia puesta, apestando a suavizante que colocaba como nunca, y con aquellos cuerpos y chulazos por la calle... mirad, nenas, que por muy deprimida que estés, cuando eres marika y ves eso, te vas a tomar una copa donde sea, y fue lo que hice, me fui a tomar una copa.

Comenzaba a caer la noche cuando entré en el Lether, donde siempre es de noche (y en el cuarto oscuro, ni os digo), y me pedí una copa tras dejar en consigna la mochila. Una pesada que estaba ya mamada (por borracha, no porque le hubieran hecho una felatio), comenzó a hablar para quien la escuchara sobre su profesión: ¡era creadora de monstruos! ¿? Así se definió ella, pero según seguía hablando la yaya aquella, que podría tener unos sesenta años, descubrí que a lo que se refería con crear monstruos, era a la cirugía plástica. Era cirujana plástica.

Y oye, yo que soy curiosa, le pregunté si era vedad aquello de que le había explotado la teta a Ana Obregón en pleno vuelo, y me lo desmintió. Técnicamente, eso es completamente imposible con los nuevos implantes de silicona, pero sí me corroboró que la Obregón, se había “infiltrado” en el canalillo, entre sus turgentes tetas de silicona un producto nuevo que es como gelatina transparente, para que no le saliera el esternón ese tan feo que tenía, que en realidad, el esternón lo tenemos todas, pero el de la Obregón es particularmente desagradable, porque como es BIÓLOGA y además tiene todas esas profesiones extra, pues la muy puta tiene que tener un esternon más salido que las que tenemos una sóla profesión, ¡digo yo!

Imbuida por aquella charla... más interesante que la peli de militares que no paraban de follar, y en la que no se veía un arma por ninguna parte, vi a pocos meros por detrás de la cirujana plástica que me daba en esos instantes su tarjeta, por si un día me daba por “convertirme en monstruo”, vi, como decía, a mi nuevo vecino ¡el bombero!, saliendo del cuarto oscuro con un rubiales igual de alto y de cachas que él, con el que bajó por las escaleras en dirección a la salida.

¡K JEBY, NEEENAAA!

No estaba molesta por verle tras haber estado follando, supongo, sino que estaba súper molesta porque desde que conozco el Lether, nunca en mi vida había visto a chulazos como aquellos... ¡y a pares! Pedí al camarero mi mochila y me dirigí a la cirujana, a la que ya se le caían los ojitos por el pedo que tenía.

-¡Gracias por la tarjeta, nena! –dije a la cirujana plástica y me guardé la tarjeta antes de seguir al bombero y su conquista: la rubia macizorra zorra-. Si un día decido subirme el culito, te llamo, nena –y bajé las escaleras tras ellos.