martes, marzo 28, 2006

~22~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Tras ver cómo el bicho del lago se zampaba a La Rata Gustavo (que se joda, por ir de novelera…), Gigi y yo decidimos bucear hasta el pueblo hundido del lago Takami, con nuestras bolsas de El Corte Inglés, en plan Custeau. Tras hacerlo, conseguimos colarnos por el campanario, atravesando una extraña pared a lo Abyss o como dijo Gigi, una ESTAR GAY!

-TCHSSSS!!!… -dije a Gigi para que bajara el volumen de sus cuerdas vocales-. Nena, creo que no estamos solas…
-¡Tía, qué fuerte! –chilló, pero con el volumen bajito-. ¿Qué son… gente?
-¿Gente? Gente no… ¡Cartelera! ¡No te fastidia! –sé que este chiste sólo hará gracia a las Españolas, pero como lo estoy contando tal y como pasó, ¡así lo aprendí yo!-. ¿Cómo va a ser gente, Gigi? ¡Serán calaveras!
-¿Carabelas?
-No, nena, ¡ESQUELETOS!
-¡Huesitos, tía!
-Sí nena, huesitos.
-¡HOLY MANOLIS!
-¡QUÉ JEBY!
-Dolly, esto supera cualquier parecido con la realidad...
-¡Y qué forma más horrorosa de morir, nena!
-Dolly: ¿crees, que se metieron todos en la iglesia antes de que inundaran el pueblo?
-O eso, nena, o les pilló la inundación en medio de la comunión.
-¡Holy Manolis!
-¡Qué jeby! Ahogados con las hostias en la boca.
-Pero no están ahogados, tía, están como en PAUSE; mira, tía, se me han puesto los pelos como morcillas de la impresión –dijo mostrándome el antebrazo.

Aquella visión era tan turbadora, como cualquier película donde aparezca Ana Belén enseñando los piños que tiene, que si la ve un Alien Ocho, se caga encima del susto y saldría gritando con las dos bocas que tiene.

Nosotras estábamos escondidas como en una pequeña habitación que daba acceso al campanario, y a su vez, daba a un lateral de la iglesia, desde donde se veían los bancos donde se sientan los feligreses, ocupados todos ellos por oscuras figuras, esqueletos, desde la distancia donde estábamos, con una extraña y mortecina luz ámbar… procedente de velas… quise creer, porque, ¡¿no pensaréis que soy tan tonta de pensar que un pueblo sumergido desde el año la chirli, iba a tener luz eléctrica, no?!

Gigi me dio unas palmaditas en el hombro, y me hizo mirar hacia mi derecha, y casi lanzo un alarido de terror, si no es porque Gigi me tapó la boca a tiempo. Tenía delante de mis narices una imagen de una virgen. Bueno, no había por allí ningún certificado forense que dictaminara si aquella imagen era virgen o no, pero la talla de madera policromada (que bien que me ha quedado la policromía religiosa), nos miraba con ojos caídos, y con las manos como si nos repartiera una bendición.

-Ya verás cómo la virgen nos protegerá –dijo Gigi en mi oreja.
-¡Fíate de la Virgen y no corras, nena! Si estuviera en un naufragio, sí que me protegería una talla de madera a la que agarrarte, Gigi, ¡pero no aquí!
-Por eso te pasa lo que te pasa, Dolly, por falta de Fé, tía.
-No, nena, yo tengo Fé, pero lo que pasa, es que mi vida está llena de matices.
-Qué bien ha sonado eso.
-¿A que sí? –y me volví hacia la iglesia-. Mira, nena. Tú te quedas aquí, tranquilita, vigilando el estargay ése, que yo me voy a inspeccionar la iglesia.
-¿Sola?
-¡Si te parece me llevo a la Virgen ésta debajo del sobaquillo, Gigi! ¿Ves a alguien más, a parte de tú y yo por aquí? –y esperé a que lo entendiera-. Además, nena, tú ves un fémur y te pones a chillar… ¡y alguien se tiene que quedarse controlando el estargay por si se cierra! ¡Y a ver cómo escapamos luego, nena!
-Yo tengo mi bolsa de El Corte Inglés, Dolly.
-Ya, nena, ¡y yo! ¡Desde hoy no saldré a la calle sin mi bolsa de El Corte Inglés! Pero tú te estás aquí quietecita, ¿vale?

Gigi apretó los labios, en plan doña remolona hace lo que le da la gana.

-Júramelo, Gigi.
-Que sí, tía.
-Júramelo por tu madre, Gigi.
-¡Mira que eres cabrona, tía!
-¡JARL! ¡Sabía que me ibas a seguir, puta! Vamos, vamos, ya estás jurándomelo por tu madre, y quiero ver las dos manos, sin cruzar dedos, y los dedos de los pies no valen, Gigi, ¿entendido?
-Vale –dijo siguiendo mis instrucciones-. Te lo juro.
-¿Qué me juras el qué?
-Te juro que no me moveré de aquí, por mi madre.
-No sé, no sé, esa frase tuya está como mal redactada, pero la daré por válida, porque ésto es un Blog, y no Las Obras Completas de Ciro Bayo...
-¿De quién?
-¡De una que escribió un montón, Gigi! ¡Además! ¡Tú sólo lees el Cosmo! ¿Para qué preguntas? –y me di la vuelta, dispuesta a salir.
-Dolly, tía...
-¡Pero Gigi, nena, que no me dejas ni irme, nena! ¿Qué quieres ahora, nena?
-Que no tardes mucho, tía… bueno, que no te vayas como 6 Capítulos sin mí, vale?
-Que no nena, que estaré aquí al lado –le dije para tranquilizarla y ella se cabreó más.
-Eso mismo dijo E.T. en el 82, y sigue sin volver el muy desgraciado.
-¡Vale ya, Gigi! –y le hice un gesto para que se quedara allí, sin moverse ni un ápice, y ella se cruzó de brazos.

A todo esto, porque puede que te lo estés preguntando, y si no es así, te lo cuento yo que para eso soy la prota, las dos estábamos chorreando agua, que el estargay por muy estargay que fuera, no tenía el programa de secado. Con ésta intro quiero decir, que la ropa mojada se me pegaba al cuerpo como una calcomanía, ¡y marcaba un paquete que y hasta yo misma me flipaba sola! Eso sí, lo de andar ¡era incomodísimo, nenas! Pero le eché Chocolates Valor, y salí hacia el interior de la iglesia, dejando a Gigi al cuidado del estargay y la Virgen aquella con cara de fumada.

El aire que respiraba se me antojó pesado. Olía a piedra, a madera, a sal (aunque el lago era de agua dulce, claro), a barniz y a tierra. Daba algo de asquito respirar aquello, sí, y más si ibas esquivando alguna que otra telaraña que ondulaba como las banderas de un barco pirata de Famobil, aún cuando allí abajo no parecía haber corriente de aire alguna… pero yo iba decidida y por eso seguí andando hasta la señora que había sentada al extremo del taburete.

A estas alturas, estaba súper preparada para encontrarme el esqueleto de una viuda, sentada allí, al igual que el resto de los demás esqueletos, pero al estar a menos de un metro, ¡la tía puta se movió! Volvió lenta y pesadamente la cabeza hacia mí y abrió los ojos hasta tocarse con las pestañas las cejas pintadas por un lápiz de cejas, atravesándome con una mirada nívea, de un blanco fulgurante que me dejó tiesa como el palo de una escoba.

¡No habían iris o pupilas en aquellos ojos!, sólo un brillo lechoso y cristalino, como los ojos de las muñecas de porcelana pero sin ojos, mirándome, sintiendo que yo estaba allí, y sin pestañear o mover ningún músculo facial más. Aquella mujer sin mirada, sabía que había alguien a su lado, pero no dónde… y yo seguía sin moverme, no sea que le diera un parraque y se pusiera a chillar alertando a los demás feligreses y feligresas que llenaban los bancos de la iglesia.

Toda aquella gente que esperaba sentada en los bancos, con los labios sellados por un silencio mortal, ¡no eran esqueletos! Eran personas de carne y hueso, pero como flipadas. No habían envejecido, y no estaban con gusanitos o con cachos de carne caídos por el suelo. Estaban intactos… respirando a un ritmo tan, pero tan bajo y lento, que parecían auténticos cadáveres despiertos.

La mujer que me miraba sin pupilas, ni iris, ni ojos de persona VIVA, volvió la cabeza hacia su posición inicial, mirando al frente. Seguramente me tomó por parte del decorado, o simplemente no me vio, aunque había atraído su atención, así que debería ser más precavida y tener mucho, pero que mucho cuidado si no quería terminar esta historia y empezar un remake de Muertas y Marikas de alguna peli de George A. Romero.

Retrocedí un pasito, pero un pasito súper corto hacia la pared, y la tía cotilla no se movió, seguía igual, así que pensé. Deben ser como los furbys, que cuando estás cerca de ellos detectan el movimiento y se ponen en plan parlanchines, así que será mejor que esté bien apartada de ellos. Todo esto me lo dije a mí, porque a Gigi ya la tenía como a cinco metros, o quizá más, y crucé los dedos para que mantuviera su palabra y no saliera de allí despertando a todas aquellas personas sin mirada, o con mirada de muertas.

Como esa teoría furby que me había inventado, no sabía si funcionaría o no, decidí mantenerme en las sombras, y avanzar hacia el final de la iglesia, hacia la entrada, en lugar de ir en dirección contraria, donde lo que parecía un cura, estaba arrodillado en un altar de mármol, rodeado de velas ¡VELAS ENCENDIDAS, NEEENAAA! ¿Quién coño las había encendido? ¿La vieja que me miró, pero que no me vio? ¿El cura que parecía estar más muerto que vivo? ¿La magia vudú que me rodeaba y que protegía aquella iglesia? ¡¡¡Eran demasiadas preguntas y yo estaba demasiado asustada como para ponerme a responder a todas ellas, como una concursanta del Un, Dos, Tres!!!

Intenté no pensar en la banda sonora del juego Forbidden Siren, ¡porque ya era lo que me faltaba! Pero esa banda sonora pegaría aquí, como una muerta en un ataúd. ¡¡¡QUÉ JEBY, NENAS!!! ¿Dónde narices nos habíamos metido Gigi y yo? ¿En un capítulo de los que no he visto de En Los Límites de la Realidad? ¿En la próxima película de FILMAX? ¡Anda que, a ver si les destripo el guión con mi aventura! ¿Tendría que preocuparme? ¿Por una película donde sale Raquel Meroño? ¡JAjeJIjoJU!

Atacadita como iba, no vi aquel atril de madera con un enorme libro, colocado justo a mi derecha, pegado a la pared para que yo tropezara con él y lo tirara al suelo, armando tal escándalo que todos los congregados se volverían, me mirarían con sus ojos vacíos y saltarían sobre mí para despedazarme… ¡PERO! No hizo BLUM y cayó al suelo. Y pese a que yo me moví despacio como si con aquel gesto, hiciera menos ruido al caer, el atril comenzó a inclinarse… pero no lentamente, sino ¡¡¡súpermegalentamente, nenas!!! ¡Vamos! Quiero decir que, hubiera sido capaz de montar un puzzle de 5.000 piezas, antes de que el atril y el libro cayeran completamente al suelo.

-¡Vaya! –me chillé mentalmente a mi misma, y cogí el libro y el atril, que sólo se habían movido dos centímetros, ¡como mucho!, y los volví a dejar donde estaban, como si nada hubiera pasado.

Seguí andando hacia la entrada de la iglesia, con muchísimo cuidado de no tirar nada más, que vale, sí, soy patosa, pero lo justo (Gigi lo es más), y observé las vidrieras de las paredes, que de cuando en cuando, lanzaban algún destello de los rayos de sol que daban sobre las aguas del lago, a muchos metros sobre mi cabeza. Y volví a verlo. La mancha siniestra que nadaba alrededor de la iglesia, oscureció dos ventanales y siguió de largo. ¡Espero que no se cuele por el campanario y salga por el estargay y se coma a Gigi! Y de repente me tranquilicé, porque Gigi estaba con la Virgen fumada aquella que la protegería… o que Gigi la utilizaría para darle mamporros al bicho, como le apareciera por el estargay.

Encontré sacos de arena y enormes tablones, clavados a las jambas de madera de la puerta principal de la iglesia. ¡Se habían encerrado dentro! ¡QUÉ JEBY! Y volví a mirar hacia el altar, donde seguía aquel cura postrado y a toda aquella gente sentada, que no llegarían a las cien personas, pero que darían para hacer un botellón y poner de los nervios a la Espe… (Esperanza Aguirre, una política del PP que viste con modelitos descartados de la Saga de Star Wars).

De espaldas a la entrada, con filas de bancos a cada lado del pasillo central, algo captó mi atención, aparte de las vistas antes, que ya eran de por si para llenar unos cuantos capítulos de terror. Pero esto que captó mi atención… en realidad fueron dos cosas. La de más impresión, era como un charquito en medio del pasillo. Un charquito de nada, como un vaso de agua derramado, vamos, y justo en su perpendicular, del techo de la iglesia, reventado y plagado de grietas como una telaraña de madera y escayola, caía una gota de agua. Pero la gota caía a tal lentitud, que te agobiaba ver cómo caía, y caía, y caía y nunca llegaba al suelo, porque caía súpermegalentamente.

Lo segundo que llamó mi atención, era un hombre que estaba sentado en uno de los bancos de las primeras filas. No porque le reconociera, ni porque estuviera de espaldas y no le veía la cara, aunque por el otro lado, las velas del altar le estarían dando de lleno. Pues bien, ese hombre ¡¡¡llevaba un uniforme de seguridad del Valle Takami, neeenaaasss!!!

¡Y entonces me dio un vuelco el corazón! Y me llevé la mano, pero mi corazón latía con normalidad… ¿Con normalidad? ¡¡¡NEEENAAA!!! ¡¡¡A ver si me iba yo a ralentizar también como la gotita de agua, el libro y el atril, o la señora sin mirada que me miró!!! Me volví a buscar el corazón, y aunque mi mente iba acelerada a mil por hora, el corazón latía de forma normal, ¡y yo me estaba agobiando y emparanoyando viva, neeenaaasss!

¡No me puedo ralentizar! ¡No me puedo ralentizar! ¡No! ¡Ahora no, coño! ¡A 13 Capítulos para el final NO, NEEENAA! (sí, nenas, faltan exactamente 13 Capítulos para el final de la Segunda Temporada de Desperates Housegays).

Di varios pasos hacia delante, y todo mi cuerpo se movió de forma normal, pero mi corazón seguía con su pachorra, tranquilo como los tipos del anuncio del Ron Malibú.

BUMP-BUMP… BUMP-BUMP… BUMP… BUMP… BUMP…

-¡ALELUYA!

Gritó de repente el cura levantando las manos hacia arriba, proyectando su sombra siniestra sobre el altar, y se giró a tal velocidad sin provocar un pliegue de su túnica, que me asustó tanto, que no pude gritar, pero sí abrí muchísimo la boca y los ojos, ahogada en terror.

Enjuto, con cabello gris muy corto y pómulos altísimos, me atravesó con su mirada glaciar y sonrió. Sus labios apergaminados se abrieron y ensancharon para lucir una dentadura amarillenta, que brillaba al igual que el blanco profundo estancado en sus ojos.

-Aleluya… -dijo en un tono más sosegado, cruzando los dedos, largos, finos y artríticos.

Todos los asientos de madera crujieron, cuando los feligreses se volvieron lentamente para mirarme A MÍ, con sus ojillos centelleantes y curiosos. ¡Unos ojos y una mirada del más allá… del más allá de Murcia, neeenaaasss!

viernes, marzo 24, 2006

~21~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Rodeadas por las oscuras aguas del Lago Takami, Gigi y yo atamos cabos hasta casi dar con la clave de lo que estaba ocurriendo allí, claro que para ello, deberíamos bucear (“margullir” en guanche), con unas bolsas del Corte Inglés, hasta el pueblo hundido… y Gigi, no parecía muy convencida.

-Si te sirve de consuelo –le dije a Gigi, viendo que no tenía muchas ganas de mojarse el culo en el lago Takami-. A mi me espera en tierra uno de los mejores hombres que he conocido en mi vida. Y no pienso perderlo, no, nena. ¿Por qué? Porque Volveré como Pedro Almodóvar. Te lo juro por mis deuvedés de Dolly Parton.
-Mira, si lo juras por ella, hasta empiezo a creerte, tía.
-Claro que sí, ¡verás que no va a pasar nada, Gigi!
-Claro… -dijo con un optimismo fúnebre-. ¿Qué más nos podría pasar?

Y en ese momento oímos un estallido de agua y... cómo todos los que estaban en la orilla se ponían a chillar como enajenados, hacia algo que chapoteaba alejándose de ellos… y por consiguiente, que diría Felipe González desde Marruecos mientras hacer anillos, pulseras y “reloses” varios… acercándose a toda leche hacia nuestra barquita.

-¿Qué es eso? –pregunté con la bolsa de El Corte Inglés en la cabeza.
-Parece que alguien se ha lanzado al agua y nada hacia aquí, tía –dijo Gigi.
-¡Qué me dices! –y agudicé la vista, porque aquel que venía nadando como con un motor fueraborda en el culo, iba embalado hacia nosotras dando grandes brazas.
-¡Holy Manolis! ¡Creo que sé quién es!
-¡No me digas que es Bruno, porque me da un gatillazo aquí mismo!
-¡No, tía, no es Bruno! Es… ¡La Rata Gustavo!
-¡Qué fuerte lo de esa chica! Desde que apareció en esta historia, ¡es que se vuelve loca por robarme el protagonismo, PUTA! –y le grité a la Rata Gustavo-. ¡Oye, tú! ¡Metomentodo! ¡Vuelve a tierra no sea que te de un calambre en un huevo y te ahogues! ¡EXTRA CON FRASE! Que eso es lo que eres en mi blog, ¡UN EXTRA CON FRASE!

Pero la tía puta siguió y siguió nadando, hasta que un enorme arco de agua de unos diez metros, emergió a su izquierda salpicando gotitas por todas partes, y en un “cuida’o que mancho”, se precipitó sobre él y lo hizo desaparecer bajo las aguas. ¡El tentáculo del bicho del lago, lo había cogido!; Gigi y yo nos quedamos como dos figuras del portal de Belén, con nuestras bolsas de El Corte Inglés, y en la orilla todos dejaron de gritar y se quedaron mudos, sin entender qué coño había pasado.

-Tía… -comenzó a decir Gigi en un susurro tembloroso-. ¡Se lo ha merendado!
-Pero en un plis plas, nena. Vale que me cayera mal, pero, no era para que le dieran un final asín, ¡a lo David Meca!
-¡Y las siguientes seremos nosotras, tía!
-¡No pierdas los nervios, Gigi! –chillé zarandeándola.
-Pero si no los he perdido, tía…
-Ah, bueno… me parecía a mí, pero, no va a pasar nada malo si haces lo que te digo, ¿vale? Esa cosa está para no dejar que nadie se meta en el lago, pero si nos metemos y bajamos al pueblo, ¡prueba superada, nena! Además, ya nos atacó una vez, y escapamos.
-¿Y sólo ataca una vez?
-Pues nena, no lo sé, pero para ya de preguntar, porque se me van a acabar las respuestas, ¡coño! Ponte la bolsa y bajemos.

Y como no quería meterle más miedo a Gigi, yo me dejé escurrir del borde de la barca al interior del lago, despacio, para no mojar mi bolsa, no salpicar mucho y NO atraer la atención de aquella cosa que se había comido a La Rata Gustavo, y miré a Gigi con una sonrisa de oreja a oreja, pero cagada de miedo hasta el mismísimo tuétano del tuétano.

-¿Ves? No pasa nada -dije.
-¿Estás segura?
-Como la Evax, nena. Baja despacio, sin mojar la bolsa, y así podemos llenarla de más aire antes de sumergirnos.
-Vale… pero no me quito las zapatillas, porque como me toque la piel algo de tacto asqueroso, me pondré a chillar, tía.
-Vale, no te quites las zapatillas –dije ayudándola a bajar-. ¿Ves? No ha pasado nada.
-¡JA! –espetó ella-. Pero pasará como deje de mover los pies… ¡¡¡el agua está helada, tía!!! ¿Podías avisar, no?
-Ea, no te quejes, que vamos a llegar al final de esto juntas.
-Eso espero, Dolly.
-Mira, mueve la bolsa así, y cuando se llene de aire como un globo, la metes bajo el agua para que quede toda llena de aire, y la pones sobre la cabeza como un casco, ¿me sigues?
-¡Qué remedio! ¡Espero que las lectoras de tu blog, tía, puedan imaginar un 10% de la tontería que estamos a punto de hacer...!

Gigi me copió los movimientos de muñeca y al segundo intento, consiguió que media bolsa estuviera sumergida boca abajo, con todo el aire dentro.

-¡Tía, qué jeby! ¡A ver si funciona esto y lo patentas!
-Deja que eche un vistazo, a ver si estamos cerca del campanario o tenemos que nadar un poco.
-¡Vale! –dijo Gigi más animada.

Me costó un poco centrar la vista entre tanta agua verde, pero al final lo encontré a menos de cuatro metros, bajo nosotras… además de una silueta negra y enorme, que serpenteaba a mucha profundidad, por los límites del pueblo sumergido. Saqué la cabeza y me llené los pulmones de aire, mientras nadaba un poco apartándome de la barca y Gigi.

-Está aquí mismo. A menos de un metro en vertical, así que no hagas piruetas Olímpicas como las chocholocos de natación sincronizada, te dejas hundir y nadas con la bolsa bien agarrada por las asas, a modo de casco. Cuando te falte aire, paras, bajas la bolsa y metes la cabeza en ella. Coges un poquito de aire, sacas la cabeza de la bolsa y sigues avanzando –le dije, pero ella ya estaba asintiendo súper emocionada-. A la de tres… nos dejamos hundir y me sigues. ¿oka?
-¡O-KA! –gritó ella con una sonrisa de oreja a oreja, provocada por las gélidas aguas, supongo, no porque imagino que no se había emocionado hasta el éxtasis por lo que iba a hacer, sino porque se estaba congelando de frío.

Y así lo hicimos. Las dos nos dejamos hundir bajo las aguas, aunque yo, como me dan esos ramalazos de hermana mayor, echaba la vista a un lado de cuando en cuando, para ver si seguía a mi lado, mientras que con el otro ojo (y no el del orto), estaba alerta de aquella enorme forma negra que serpenteaba por el fondo del lago.

Un destello me asustó, pero no chillé para no perder más aire de mis pulmones, al imaginar, o forzarme a imaginar, que aquello que había brillado en el tejado de una casa de una sola planta, era mi cámara de fotos. La mandé a la mierda, y seguí directa hacia el campanario de la iglesia al que casi habíamos llegado, porque sí, a Gigi la tenía al lado, y la miré para que viera cómo volvía a coger algo de aire de la bolsa y me la volvía a quitar de la cabeza.

Gigi parecía llevarlo bien. Seguía sonriendo por el frío, pero sin enseñarme los dientes, y por señas, sin soltar la bolsa, le indiqué que yo me metía primero y que me siguiera, y nos colamos las dos por un ventanuco que había justo debajo de la campana, y que rozaba las copas de unos esqueletos de árboles… porque claro, la vegetación aunque muerta, ¡¡¡aún estaba allí, neeeenaaas!!!

El campanario por dentro era un completo cilindro hueco, con escalera en las paredes, que no llegaba a ser de caracol, y una serpenteante cuerda, la de la campana, que era súper molesta para nadar, y más si tenías que llevar la provisión de aire en una bolsa de El Corte Inglés, mientras bajabas boca abajo. Sé que también lo podíamos haber hecho en vertical, pero Gigi y yo somos fans-fans del Custeau, y descendimos como los buzos de Custeau, cuando encontraban un barco hundido o cualquier tontería hundida, y bajaban de cabeza con un estilazo que ya quisieran muchas en Chueca.

La verdad era, que para ser un pueblecito de mierda, ¡menudo campanario altísimo que tenía la condenada iglesia!

Al llegar a la base, nos dimos la vuelta para quedar de pie, en el suelo, junto a la puerta que daba acceso a la iglesia y que estaba cerrada, al lado de varios tiradores para atar las cuerdas de la campana, a los que nos agarramos, cuando descubrimos ¡ALGO!

-¡Dolly, tía! –oí decir a Gigi-. ¡Con la cabeza dentro de la bolsa podemos hablar!
-¡Sí, nena! –dije imitándola-. Pero si lo hacemos, no nos vemos y gastamos las reservas de aire.
-Ah… -dijo ella-. Oye… ¿y las bolsas de aire que decías?
-Pues estarán dentro de la iglesia, en cuanto abramos esta puerta, el agua nos arrastrará y se inundará un poco, pero supongo, espero ¡quiero creer!, que habrá aire acumulado dentro…
-¡Aire con cientos de años!
-¡Tía, pues yo qué sé! ¡Aire y punto! ¡Que la luna lleva más años colgando del cielo, y nadie la llama VIEJA, pero sí cascabelera, a saber a Santo de qué!
-No, tía, quería saber si el aire será respirable.
-Pues no lo sé, Gigi. Supongo que olerá a... ¡concentrado de iglesia!
-¡Qué Jeby!
-No perdamos más el tiempo. Quítale la bolsa de la cabeza, haz un nudo con la mano, y prepárate a ser arrastrada por el agua en cuanto yo abra la puerta…

Yo me quité la bolsa, y volví a retener la respiración, dándole dos vueltas a mi bolsa por el asa, para dejarla a modo de globito, pero sin cerrarla del todo. El aire de su interior había descendido y más que globo, parecía una pasa de California. Y a la de Gigi le pasaba lo mismo, cosa que la alarmó.

Miré cómo se abría aquella puerta, y ya que estaba en la casa de Dior, le recé un poco, que sería algo así como mandarle un ESE EME ESE inmediato... para que la puerta no estuviera cerrada por el otro lado y pudiéramos abrirla; cogí aquel pomo oxidado, que más parecía un donut aplastado, y lo giré para después tirar hacia mí y… no funcionó. Miré a Gigi y entonces volví a intentarlo, pero esta vez, empujando hacia dentro y se oyó un lamento de madera crepitando sobre una losa de piedra, que nos taladró los huesos… y pasó algo más.

Al abrir la puerta hacia el interior de la otra cámara, el agua no se movió, mala señal, pensé, porque eso quería decir que estábamos como las muertas del Titánic, metidas en una iglesia ¡llena de agua hasta la pila bautismal! Pero no, porque al meter la mano al otro lado, sentí calor y… ¡me sentí gotear!

Sé que es algo indescriptible la imagen de una marika goteando, pero mi mano goteaba, nenas, y cuando anduve un paso más, mi pelo y mi ropa volvió a pesar. Era como salir de un tiovivo y sentir otra vez el peso de la gravedad… y sin agua. Yo estaba goteando, sí, pero al otro lado ¡no había agua! Me volví hacia Gigi y la vi ondulante, detrás de una pared vertical de agua, y como no se movía la tía puta, metí la mano dentro de esa pared de agua, la cogí por el cuello de la camisa y tiré de ella hacia mí, sacándola hacia la habitación seca donde yo estaba.

Las dos caímos chorreando y empapadas, y vi que Gigi seguía aguantando la respiración.

-¡Gigi, nena! ¡Aquí dentro hay aire! –y ella dejó de aguantarse las ganas de respirar.
-¡Tía! ¡QUÉ JEBY! ¿Y eso cómo puede ser?
-Pues ni puta, nena, ¡pero mira eso!

Gigi se volvió, hacia la puerta del campanario, en la que había un film de agua ondulante, que ni caía sobre nosotras ni nada de nada. ¡¡¡QUÉ JEBY!!!

-¡UN ESTARGAY, TÍA! –chilló megaflipada.
-¿Un qué?
-¡La peli de las egipcias, tía! Que viajaban por puertas ESTARGAYS espaciales!
-¡Será la de Stargate, neeenaaa!
-¡No Dolly, era ESTARGAY, que era una peli porno gay!
-¡Anda! Pues esa no la he visto.
-Pues si sobrevivimos, te la “empresto”.
-Será me la prestas.
-¡Tía si sabes lo que te digo! ¿Para qué coño me corriges?
-¡Para que la gente que lea esto te entienda, Gigi!
-¡Ah!

Sumidas en nuestra conversación cinéfila, ninguna de las dos preguntó por qué podíamos ver con aquella misteriosa claridad ambarina, ni dónde nos encontrábamos, ni quienes eran aquellas personas sumidas entre las sombras, sentadas en los bancos de la iglesia a pocos metros de donde estábamos.

-¿Y eso por qué no? –me preguntó Gigi con las manos en jarras.
-Porque eso lo sabremos en el próximo capítulo, nena.

lunes, marzo 20, 2006

~20~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Nos querían mandar a casita, pero Gigi y yo, en post-IT de descubrirlo todo, todo y todo ¡¡¡Yo quiero un papá como el de Catalana de Occidente!!!, robamos la barca y nos metimos en el lago, en que nos atacó algo, y yo me caí y casi me muero del susto, pero descubrí un pueblo sumergido, bajo las aguas del Lago Takami. ¡QUÉ JEBY, NEEENAA!

-Creo que ha sido una maldición, Gigi.
-¿Cómo?
-Lo que nos ha atacado antes.
-Tía –dijo cruzándose de los brazos-, cuando te da el punto, no te entiende nadie. ¿Me lo explicas en un lenguaje que lo entendamos todas? ¿Lectoras blogeras incluidas, tía? –y puso las palmas de las manos hacia arriba, como si tras ella existiera una horda de marikas que no me entendían.
-A ver –la cogí de la mano y la hice sentar, y yo también me senté-. Recuerdas todas esas pelis… de marcianos, o de súper poderes… o de pelis de terror, donde el protagonista intenta llegar a un sitio, ¿y una fuerza misteriosa se lo impide?
-Claro… -dijo ella muy resuelta-. Pero no sé qué coño tiene que ver con éste lago, y con el pueblo que hay debajo de nuestros culos.
-Bien, has entendido lo más difícil. Ahora imagínate, que éste pueblo que han sumergido… tiene un pasado como... ¡de mucho miedo! ¿Mmmm?
-¿Como qué?
-¡Como de mucho miedo, coño! Y Alguien, que todavía no sé quién puede ser, pero alguien malo, más malo que los presentadores de Aquí hay Tomate, le hiciera al pueblo algún tipo de sortilegio, encantamiento o maldición gitana.
-¿Cómo en el Silent Hill?
-Exacto, nena, una cosa así –y me quedé flipada yo misma, y asusté a Gigi, supongo que por la cara que puse-. ¡Ya está! ¡La mendiga meona!
-¡En el Silent Hill no salía ninguna Mendiga, Dolly!
-Ya, nena, ya... me refería a la que me atacó… ¡QUÉ JEBY! ¡Ahora que lo recuerdo, cuando me atacó dijo algo, nena!
-¿Y qué dijo?
-Pues no lo sé, nena… son tantas emociones juntas, que hasta yo he perdido el hilo.
-¡Pues tía! –me chilló ella-. ¡REPAGINA y lee lo que escribiste que te dijo, tía!
-¡¡¡Neeenaaa, tú eres la prima de Newton!!! ¿No?

Y entonces siguiendo los consejos de Gigi Newton, repaginé y volví en mi flash back capitular hasta el Capítulo 11, donde la mendiga cochina intentó matarme, meándome en la espalda… y utilicé el COPIA+PEGA para recordárselo a Gigi.

-No le gustan los extraños. Oh, no, no, no…
-¿Oh, no, no, no? –preguntó Gigi con cara de flipe-. ¿Eso te lo dijo la mendiga, o la hermana de Gollum?
-¡Calla y escucha tía, que se me va la memoria! –y seguí recordando-. No le gustan los intrusos. Oh, no, no, no… Y si te ve, te llevará al lago. Oh, sí, sí, sí… Al lago, sí… al lago y abajo. Oh, sí, sí, sí…
-¡Pues tú casi te vas PA'BAJO, TÍA!
-Sí, Gigi, pero espera que ahora viene la mejor parte –y continué COPIA+PEGA las palabras de la vieja meona-. Él odia el alcohol… oh, sí, sí, sí… No le gusta el alcohol. Oh, no, no, no…¡Deberías saberlo! ¡DEBERÍAS SABERLO! –y Gigi se asustó cuando dije esas frases, pero seguí relatando-. Y esta noche saldrá. Oh, sí, sí, sí… Saldrá, claro que saldrá. Saldrá. Oh, sí, sí, sí… Saldrá del lago. Oh, sí, sí, sí. Saldrá, saldrá, saldrá, ohhh… ¡saldrá!
-Tía –dijo Gigi tras una pausa-. Me has dejao los huevos como dos “cacahueses”, tía. ¿Te dijo todo eso y después te meó?
-Sí, nena, me meó... pero que bien meada, como quien dice.
-¡HOLY MANOLIS!
-Yo pensé que estaba borrachaza perdida, porque apestaba a alcohol y a vieira sin lavar en meses, pero... ¡no, Gigi! Esa hijadelagranputa se estaba protegiendo de la maldición que hay en el lago. ¿Entiendes? Gigi, tía, no me pongas esa cara de Forrest Gump, que como tenga que volver a empezar, es que te doy con un remo en la cabeza.
-No, espera, que creo que lo he pillado. La tía olía a destilería, ¿no? Y te dijo que el bicho iba a salir esa noche, porque no le gustan los intrusos.
-Eso es, nena, y nosotras ¡somos intrusas! Al igual que el resto de los ganadores de las cabañas Takami.
-Y después te dijo que ÉL odia el alcohol… que no le gusta el alcohol. ¿Por eso me pulverizaste con colonia antes de salir?
-¡NEEENAAA! Hay que ver lo que hace el subconsciente, porque si lo pienso, no sé por qué me gasté medio frasco de Chanel en nosotras.
-Entonces, por eso el bicho ha pasado de largo, Dolly, porque para él, ¡¡¡apestábamos!!!
-Si te oyera Chanel, se la caían las bragas hasta los tobillos, dentro de su ataúd de diseño, claro.
-Pero espera, porque esto que me cuentas, parece que va teniendo sentido, aunque en parte. La vieja meona llamaba a esa cosa que nos atacó, ÉL, y tú me hablas de UNA maldición. ¿Él-una? ¿Masculino Femenino?
-Quizá sea una maldición transexuala, Gigi.
-¡Anda yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…!

Y a las dos nos entró la risa tonta.

-Ay, tía, si no te conociera como te conozco, pensaría que te pones drogas de diseño con el café de la mañana.
-Gigi, estamos a ésto -dije pellizcando el aire-, de resolver este misterioso misterio.
-De resolverlo, de que nos coma una maldición transexuala, o de que una vieja mendiga nos mee encima.
-Creo que la respuesta a todo, está abajo… ¡En el fondo bote no, Gigi! ¡Abajo! ¡En el pueblo sumergido!
-Ah, no, tía… ¡¿Abajo?! ¿Y cómo llegamos? ¿En el batiscafo de Custeau?
-Uis, no estaría mal… déjame pensar en algo.
-¿Pensar? ¿En medio de ninguna parte? ¿Con El Corte Inglés más próximo... a 100 kilómetros?
-¡Eso es, Gigi!
-¡Serás capaz de llamar al Corte Inglés a pedirles un batiscafo, con entrega en el Lago de la Muerte, tía!
-¡Tú siempre compras en el DÍA! –y entonces me puse a buscarle en los bolsillos de su cazadora.
-¿Y eso qué tiene que ver? ¿Y qué coño estás buscando, Dolly?
-Tiene que ver mucho, nena, porque en el DÍA te cobran por las bolsas de plástico, y siempre que vas al DÍA... ¡llevas bolsas del corte inglés, que lo sé!

Y para nuestra sorpresa, en uno de los bolsillos laterales, Gigi llevaba súper comprimiditas como si se trataran de pastilleros de vieja que merienda en el Zahara, dos bolsas del corte inglés.

-¡QUÉ JEBY, NEEENAAA! ¡Estamos salvadas!
-¿Con dos bolsas del corte inglés? ¿Qué piensas hacer? ¿Irte a comprar al pueblo de abajo? –inquirió ladeando la cabeza hacia las aguas.
-No, nena, se me ha ocurrido algo muy ingenioso.
-¡JUARZ! Pues si es algo ingenioso, experiméntalo con tigo misma, tía, que yo ya me conozco tus ingenios.

Entonces extendí una de las bolsas y me la puse a modo de sombrero, con las asas a la altura de las orejas.

-¿Ves a lo que me refiero?
-Como disfraz, es de lo más cutre, tía. ¿Intentas decirme que quieres bajar al pueblo disfrazada de bolsa, tía?
-No, Gigi, será como una cámara de aire. Nos sumergimos en el lago, dejando la bolsa llena de aire, y cuando queramos aire, sólo tenemos que meter la cabeza en la bolsa.
-Dolly: ¡¿Tú estás loca?! ¡¡¡¿¿¿O ESTÁS LOCA???!!!
-Sólo tenemos que bucear un poco.
-¡Yo no margullo, tía!
-¿Margullo? ¿Qué idioma es ése? ¿Woochie?
-Lo dice mucho la Paki de Kentucky, que en Canarias se margulle
-¡Porque ella habla guanche, nena! Que una vez casi me vuelve loca con lo del “espelme”.
-¿”Espelme”? –repitió Gigi.
-Sí, nena: LA CERA DE LAS VELAS, que la llaman en Canarias “espelme”.
-Pues suena como de guarrería…
-¡Sueña a guanche, nena! –no perdamos más el tiempo-. Toma tu bolsa.
-Pero Dolly, tía… no sé si voy a poder hacerlo… ¿y si me entra el yuyo? ¿Y se me ahogo? ¡Y cómo veo bajo el agua!
-¡Pues abriendo los ojos, neeenaa! Y no te vas a ahogar, porque el campanario de la iglesia está como a unos tres metros de la superficie, y seguramente, habrá bolsas de aire…
-¿Más bolsas? –preguntó Gigi asustada, mirando su bolsa del Corte Inglés.
-Gigi, hasta ahora te has portado como una jabata, nena…. y sé que estamos a un paso de resolver este misterioso misterio.
-O a un paso de morir ahogadas, tía.
-Gigi… si no me acompañas, que sepas que te vas a perder lo último en efectos especiales, y luego, cuando leas el blog, te va a dar una rabia que ni paqué, y me llamarás a las tantas de la mañana, para decirme "¡malaputa! Por qué no insististe en que te acompañara a “margullir”, y llorarás y llorarás más, que con la peli de Evita en versión un cut.
-¡Dolly, tía, no me digas eso!
-Y estarás meses llorando desconsoladamente…
-¡¡¡Pero por qué!!! –dijo casi llorando.
-Porque te vas a perder lo mejor de esta historia, nena, si te quedas ahí sentada.
-¿Y si va y nos morimos?
-¡Pues nos jodemos!
-Pero ahora tengo una madre y una hermana, Dolly.
-Y el niñopiñata está huérfano, Gigi.

Y a Gigi le entró un apretón de dignidad y, súper hombruna ella, con su bolsa del Corte Inglés, me dijo ceñuda apuntándome con el índice:

-Como no sobreviva a esto, Dolly, te juro que volveré de entre las muertas, y asustaré a toda marika que lleves a tu casa.
-¡¡¡!!! ¡Pagaría por ver eso, neeenaaa!
-¡Avisada estás!
-Quitémonos las chaquetas, así podremos “margullir” mejor… -dije con una sonrisa, que no le hizo puñetera gracia a Gigi-. Cuando regresemos, llamamos a la Paki y le pediremos que nos de clases de guanche.
-Cuando regresemos, ¡si regresamos, tía!

Entonces oímos cómo alguien nos llamaba desde la orilla, pero claro, como estábamos a tomar por culo y más allá, justo a la izquierda de donde Cristo perdió los clavos, el tanga y la vida, no oíamos un carajo pelado.

-Dolly, tía –dijo Gigi-, creo que nos están llamando –y señaló hacia la orilla, a un grupo de gente que se había arremolinado allí.
-¿Llamarnos? ¿A nosotras? Tú flipas, nena, estarán llamando a otras.

Y Gigi, puso la oreja, para intentar oír a quien llamaban.

-No, tía, gritan –y puso vocecita de lejanía-. Giiigiii… Dooollyyyy...
-¡Imposible! –dije lista para saltar al lago.
-Que no, que te lo digo de verdad: dicen Gigi y Dolly.
-Y te repito que es imposible, nena, en todo caso, dirían Dolly y Gigi. Yo primero, ¡que para eso es mi blog, neeenaaa!
-¡Dolly!
-¡Gigi! –dije perdiendo los nervios-. ¿Vienes o no?

Gigi volvió a mirar hacia la orilla, hacia aquellas figuritas chillonas que movían las manitas, y con ojos temerosos, se volvió hacia mí, que ya me había sentado al borde de la barca, con los pies dentro de las frías y verdes aguas del Lago Takami.

jueves, marzo 16, 2006

~19~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Me hinché. Sí nenas, me hinché a follar. Con mi Bruno, ¡desde luego!, porque como todo el mundo sabe: “no hay nada como follar, para relajar”, y yo me relajé, y me hinché… y a la mañana siguiente, apareció Gigi megahistérica, hablándome de desapariciones, y recordándome que estaba en bolas.

-¡Gigi! –le chillé-. ¡Cara a la pared!
-¿Pero no era culo a la pared?
-No, nena, eso es en COPS ¡GUATYUGUANADÚ! Ea, ya estás dándote la vuelta.

Y fui a vestirme con la imagen mental de las cabañas atacadas por “chiguakas” extasiadas de Pantene Pro V, y cuerpos destrozados aquí y allá; Bruno hizo lo mismo y comenzó a buscar su ropa.

-¿Y quién ha desaparecido?
-El del greenpeace, tía.
-¿El Genaro? ¿El que intentó matarme?
-Ese mismo –dijo ella-. ¿Ya?
-¿Ya qué?
-Que si puedo darme la vuelta.
-¡No, Gigi! –y comencé a meterme dentro de los vaqueros limpios-. ¿Y quién más?
-Pues a ver… la madre del niñopiñata. Las dos viejecitas que cantaban y bailaban… ¡ah! Y uno de seguridad, que estaba custodiando al del Greenpeace; y su novia sigue sin aparecer.
-¿Pero cómo va a aparecer si se la comió el bicho?
-Tía, no sé, como un fantasma, quizá.
-Anda, anda… ea, ya estoy lista.

Y Gigi se volvió, justo en el momento en que Bruno con el torso al aire, se enfundaba los vaqueros, con unos boxers bonísimos y míos (por eso eran monísimos), y con aquella erección mañanera (que yo también tenía).

-¡HOLY MANOLIS!
-Se ve pero no se toca, Gigi –y puse las manos en jarras-. Y entonces, ¿ahora qué?
-Pues ni idea, tía, pero creo que nos van a mandar a todas a casita, y van a pasarle el marrón a la policía o algo así.
-¿Cómo? ¡Pero si sólo llevamos UN DÍA en este sitio, neeenaaa!
-¡Y anda que no te ha cundido, tía! ¡Te has metido entre pecho y espalda dieciocho capítulos para contar un día, tía!
-Bueno, sí, me ha dado un punto Win Wenders, ¡qué le voy a hacer! Y que conste que el capítulo anterior no cuenta, porque era de ¡desahogue personal!
-Sí, sí, ¡El Reposo de la Guerrera! ¡Puta!
-¡Oye, que tú follaste antes que yo!
-Ah, ah…
-En fin, ¿y ahora qué hacemos?
-Pues deberíamos ir al comedor. Se están reuniendo todos allí. Me lo acaba de decir Olivia, que la he visto como súper preocupada.
-Por… -dije yo así, como esperando que me desvelara el misterio.
-¿Por?
-Porque-ayer-descubriste-que-tenías-madre-y-hermana ¡GIGI!
-¡Ah! ¿Por eso? No, no se lo hemos dicho. Queremos hacer las cosas poco a poco.
-Me parece muy bien, es un punto de madurez que no esperaba de ti, nena.
-Porque no lo tengo, fue idea de mi madre.
-Ah…

Ya vestidos, fuimos los tres al lobby y allí se encontraba todo el mundo. Todo el mundo que yo conocía de vista, y que no había desaparecido en su primera noche en el Valle Takami, claro.

Olivia, como si interpretara el papel del cura de La Aventura del Poseidón, nos explicó su versión de la historia, que era completamente un absurdo y en la que hacía responsable a los salvajes del pueblo de al lado. Claro que ni Bruno, ni Gigi, ni yo, nos creímos esa historia, entre otras cosas, porque yo estaba súper afectada por el niñopiñata, que lloraba abrazadito a Jacinta, y me dio congoja.

Salí de mi abstracción (sí nenas, a veces hasta consigo abstraerme y no sólo para quitarme el miedo), justo en el instante en que Olivia parecía haber dado por concluida su charla tranquilizadora.

-¡Qué jeby! –dijo Gigi súper disgustada.
-¿Qué ha pasado? ¿Qué ha dicho?
-¡Dolly! ¿Dónde coño estabas?
-Aquí, nena, pero es que me da una pena horrible el niñopiñata, nena.
-Sí, tía… pero es injusto que nos den dinero.
-¿Dinero? –pregunté yo como ida-. ¿Dinero para qué? ¿Para el bus de vuelta?
-No, tía, nos mandan a casa y nos embolsan en nuestras cuentas lo que hubiera costado una estancia en estas cabañas.
-¡Pero eso es una mierda, nena!
-Lo sé… y más si nos tenemos que ir, dejando aquí a mi madre.
-¿Te la piensas llevar a casa? Gigi, nena, ¡que tu madre no es un geranio! Tendrá su vida… y tú misma has dicho que quiere tomarse las cosas con calma.
-Lo sé, lo sé, tía… ¿pero vamos a dejarla aquí, con ese bicho que hay en el lago?

Yo puse como cara de misterio y Gigi la captó.

-¿Qué estás pensando?
-Tenemos que ir a la cabaña –dije decidida.
-Pues claro, tía, a recoger las cosas –y señaló a Pablo, el de seguridad que esperaba a pocos metros de nosotras-. Pablo nos acompañará y protegerá.
-¿Del bicho? ¡JAjeJIjoJU! Si Pablo ve lo que yo vi… ¡se hace hétero, neeenaaa! –y me incliné sobre ella-. Te diré lo que vamos a hacer… -y le cuchicheé algo al oído, que no cuento aquí, porque de lo contrario, fastidiaría la sorpresa. Así que por ahora, eso que le dije a Gigi, quedará entre Gigi y yo.

Escoltadas por Pablo, regresamos a la cabaña, y vimos por el camino a esa marika pesada y plasta de la Rata Gustavo y a su novio, acompañados por otro segurata de camino a recoger sus cosas.

-Va a ser divertidísima la vuelta a casa –dijo Gigi al ver la cara de Rata de Gustavo.
-Sí, nena. Me tendrán que poner unas prótesis de titanio para que deje de reírme.

Las dos, con Pablo en la puerta, hicimos las maletas y sisamos algunas cosillas del tocador, además de pulverizarnos de colonia como nunca. Gigi se extrañó, pero yo le dije que se tranquilizara, que lo hacía por nuestra propia seguridad, y entonces cogí mi cámara de fotos, ¡que para algo la había traído!, y la metí en la mochila que le habían regalado a Gigi, porque la mía estaba de mierda hasta arriba, y salimos al exterior, dejando a la entrada junto a Pablo, nuestras maletas.

-¿Ya lo tenéis todo? –preguntó el, así como varonil.
-Sí, nene, peor antes de irnos, vamos a sacarnos unas fotos… -y antes de que dijera nada, dije yo-. Gigi y yo nos vamos a la parte trasera de la cabaña, a sacar algunos paisajes, y a posar un poco, ¿vale?
-Pero…
-Nene, estaremos aquí detrás… no va a pasar nada, ¿vale? Es que me corta si alguien me mira mientras poso para las fotos.
-Es verdad –corroboró Gigi, porque la verdad, ¡es que era verdad! Me horroriza posar.
-Ea, vamos, no perdamos más el tiempo que salimos en media hora, Gigi.

Y la cogí de la mano y nos pusimos a andar hasta la parte trasera de la cabaña, para inmediatamente, y tras una rápida mirada hacia atrás, echar a correr como locas hacia la zona de matorrales, para rodear las cabañas y volver bajando por la colina hacia el lago.

-Tía, no sé si está bien lo que vamos a hacer.
-Confía en mí, ¿vale?
-En ti, sí, tía, pero no en el bisho del lago.
-No nos va a pasar nada.
-¿Y cómo lo sabes? ¿Te has puesto la capa invisible de la niña de Crash o qué?
-Gigi, si corremos y hablamos, nos cansamos más, ¿vale?
-Sí, ya lo sé.
-Pues cierra el pico, coño.
-¿Pero a qué viene toda esta… locura, Dolly?
-Por principios.

Gigi me lanzó una de sus miradas de: explícamelo otra vez, que no he terminado de cogerlo… así que se lo expliqué.

-¿Viste la carita del niñopiñata?
-Pues claro, tía, le vi y le oí llorando sin parar…
-Pues lo vamos a hacer por él.
-¿Por él?
-Sí, porque si volvemos a Madrid, nos damos una ducha y saldríamos esta noche de copas o por ahí, pero… ¿qué va ha hacer ese pobre niño sin su madre?
-Bueno, no sé, ¡pero puede que tenga más familia!
-Bueno, sí, puede que la tenga, ¡pero no tiene a su madre!
-Volvamos y preguntemos si tiene más familiares.
-¡Gigi! ¿Quieres que se convierta en un huérfano como tú?

Y entonces Gigi dejó de correr y se detuvo, y me detuvo a mi también porque como íbamos cogidas de la mano…

-No, claro que no lo quiero.
-Yo no me creo que los paletos del pueblo de al lado se dediquen a secuestrar gente, ¿sabes? Lo que pasa aquí, sólo pasa aquí… y si alguien tiene que averiguar qué pasa con todas esas personas, debemos ser nosotras, Gigi.
-¿Y eso quién te lo ha dicho? ¿La Virgen de Regla?
-No, nena, mi instinto.
-Pues estás tú buena de instinto. Se nota que no te has molestado en ver esa cara que te han dejado con el puñetazo de ayer.
-Si no duele, no importa. Y no me duele.
-Parece que lleves un huevo de gallina en la boca.
-¡Gigi!
-¡Qué!
-¿Vienes conmigo y descubrimos qué pasa, o no?
-¿Me queda otra opción?
-Claro: volver, irte a follar con ese segurata y vivir el resto de tus días con tu madre reencontrada y con esa hermana nueva, mientras el niñopiñata se consume en un orfanato, porque nadie quiere adoptar a niños… como él.

Gigi sostuvo mi mirada, y los ojos se le humedecieron.

-Eres una hijadelagranputa, tía. Sabes que no deberías chantajearme con esas cosas, tía.
-Yo voy a resolver este lío… tú puedes volverte –y comencé a correr otra vez.
-¡Y una mierda! ¡Iré contigo! –dijo cuando me alcanzó-. Pero que sepas que llevas más de tres páginas, y aquí debería acabarse éste capítulo, tía.
-Lo sé, Gigi, pero ya te he dicho que es una cuestión de principios. No defraudaré al niñopiñata, ¡y mucho menos a mis lectores!
-¡QUÉ JEBY!

Terminamos de dar el rodeo, que a mi entender iba a ser más corto, y que luego no lo fue, hasta llegar al lago pero sin salir de la zona boscosa, en la que nos ocultamos unos minutos, mientras me fijaba si había moros o bichos en la costa.

-¿Y ahora?
-Nena, no me pongas nerviosa, ¿vale? Parece que no hay nadie de seguridad vigilando el lago.
-¿Y eso quiere decir?
-¡Que tenemos vía libre hacia el embarcadero! –y la cogí del hombro tirando de ella, porque sabía que se iba a rajar.
-¿Al embarcadero? ¿Qué vamos a hacer en el embarcadero?
-Mandar un paquete por SEUR.
-¿Qué? –chilló asustada.
-No decías que me acompañarías.
-¡Sí, tía… pero AL lago! ¡No a meterme EN el lago! Además: ¡no he pasado la fase del bisho del lago de Resident Evil 4! ¡Estoy atascada ahí, Dolly! ¡Y mira que le tiro el arpón como una mona desquiciada! Pero paso más tiempo nadando hasta que me come el bisho, que montada en la barca, ¡DOLLY!
-Ningún bicho nos va a comer, Gigi.
-Sí, sí, eso mismo piensa el prota del juego, cada vez que empiezo la fase… ¡¡¡Y SE LO COMEN, TÍA!!!
-¿Quieres dejar de gritar? ¡Nos van a oír!
-¡Mejor! ¡Así la ayuda estará más cerca, para cuando nos ataque el bisho!

Yo salté sobre la pasarela de madera y corrí al bote, junto al que se detuvo Gigi mirando el interior, súper atacada de los nervios y jadeando como yo de tanta carrera.

-No hay arpón… ¡No hay arpón! ¡NO HAY ARPÓN, TÍA!
-¿Quieres callarte y subir de una vez, Gigi?
-Sí, subiré… ¡PERO NO HAY ARPÓN!
-Sube y coge los remos.
-¿Yo?
-Sí, imagínate que es el cuadradito y el círculo de la play –dije yo, y Gigi me dirigió una mirada, como si estuviera delante de una raza de otro planeta-. ¿Qué?
-Tía… no seré la persona más inteligente del mundo, pero ahora sé por qué me has traído. ¡Me has traído que para reme como los de Ben Hur, tía!
-Mmmm –dije pensativa-. Puede -y salté dentro de la barca junto a ella-. ¡REMA, GIGI!

Le chillé soltando el cabo que nos ataba, y Gigi remó y chocamos contra el embarcadero.

-En el otro sentido, nena, que si no, no avanzamos –y me senté a su lado, y nos pusimos las dos, tras varios intentos infructuosos de que Gigi siguiera mi ritmo, conseguí que el bote se alejara hacia el centro del lago-. ¿Ves qué fácil es, y los brazos que se te van a quedar, nena?
-Pero qué morro tienes, tía.
-ReeemA… ReeemA… ReeemA…

Y Gigi remó, y yo mientras oteaba el horizonte por si veía algo… fuera de lo normal, pero sólo vi agua y más agua, y el reflejo del sol, que lo tapé con la mano, para que no me encadilara.

-A la vuelta remas tú, ¡wappa!
-Que sí, nena, no seas plasta –y abrí la mochila, y saqué la cámara de fotos digital.
-Un momento –dijo Gigi que dejó de remar-. Todo este follón es para sacar fotos antes de irnos, ¿y presumir de haber estado en un sitio bonito con las amigas?
-No digas tonterías, Gigi –y puse el zoom de la cámara, observando la pantalla digital.
-Si ves al bisho, me avisas, tía.
-No hay bicho, Gigi, si estoy en lo cierto, no lo habrá.
-¿Entonces qué coño estás viendo por la cámara?
-Ya lo verás… -y de repente, lo vi y saqué una foto-. ¡QUÉ JEBY!
-¡¡¡El qué!!!
-Mira –y puse la cámara en modo ver fotos y se la enseñé.
-¿Qué es eso?
-Una carretera.
-¿Una carretera?
-Sí… voy a ver si veo la otra salida.
-Un momento, un momento –dijo Gigi dejando de remar-. ¿Para qué iban a construir una carretera que se mete en un lago.
-¡Si! –chillé al ver el otro extremo de la carretera, saliendo del lago por el otro lado.
-¿Para qué han hecho eso, Dolly?
-Gigi, no es que hayan construido una carretera al pie del lago, nena, es que antes, ¡este lago no existía!
-¡Pero qué me estás contando, tía!
-Seguro que aquí debajo –dije apuntando con un dedo hacia el agua-, hay un pueblo sumergido.
-¡Holy Manolis! ¿Tú crees?
-Fijo que sí, nena.
-¿Y para qué lo habrán sumergido?
-Para construir este lago artificial, nena.
-Sí ya, hasta ahí llego, ¿pero para qué?
-¡Para hacer bonito, nena! –y vi que tenía cara de no entenderme-. Imagínate… que hace mucho tiempo, sacaron a la gente que vivía aquí, ¿vale? Y lo llenaron de agua…
-Dolly, tía, no termino de entender lo que intentas decirme.
-Y si los vecinos de ese pueblo no querían irse.
-Pues se ahogarían cuando llenaron esto de agua, ¿no?
-Puede… pero si se fueron muy a su pesar, obligados… quizá dejaron algo más que sus casas aquí detrás…
-¡Pobres animalitos! –chilló súper apenada-. ¿Crees que dejaron a los caballos y las vaquitas ahogándose?
-No, Gigi… me refiero a dejar algo más… estilo maldición gitana –y Gigi dejó de remar.
-Tuuum… Tum… -canturreó Gigi.
-Tum-Tum, ¿qué?
-Tuuum… Tum… tum-tum-tum-tum-tum-tum
-¿Qué cantas? –y reconocí aquellos compases-. ¿La música de Tiburón?

Le pregunté medio flipada, pero Gigi no respondió y siguió cantando de forma cada vez más frenética aquellos compases de Williams, con la vista clavada en algo que miraba por encima de mi hombro, y yo me volví para mirar donde ella.

-¡QUÉ JEBY, NEEENAAA!!!! –chillé abrazándola, ahogada en terror.

Una enorme V de espuma (no una V de Vendetta) en la superficie del lago, venía directo hacia nosotras, borboteando y amenazante, levantando olas de más de medio metro.

-¡VAMOS A MORIRRRRRRRRRRR!!! –chilló Gigi, que había soltado los remos, y se clavaba las uñas en las mejillas.
-¡Agárrate al bote, neeenaaa! ¡VIENE DIRECTO HACIA NOSOTRAS!

El impacto fue casi inmediato. Levantó la popa del bote, y yo caí sobre Gigi y los remos, y de ahí al agua, con un sonoro ¡¡¡CHOFF!!!, y entonces la inercia de aquello que iba por debajo de la superficie del lago, me arrastró consigo varios metros, pero no sé que qué dirección, porque me sentía girar en todas direcciones, y tragué agua hasta empacharme, además de lanzar un taco que no pondré aquí, de lo jeby que era, y que sonó a burbujas cuando perdí la cámara de las manos y la vi momentáneamente hundiéndose en las aguas verdes.

-¡¡¡BLOBLY!!! –gritó Gigi desde la superficie.

Yo la oí, claro, pero como os digo, estaba sumergida reteniendo lo poco que había de oxígeno en mis pulmones, cuando algo me cogió del pié, y por mucho que nadara hacia la superficie, aquella cosa me había agarrado, ¡pero bien agarrada!

Mi instinto básico me decía que nadara hacia la superficie, y que por ningún motivo mirara hacia abajo, porque seguramente me encontraría con aquel tentáculo agarrándome el pié, y con la figura gelatinosa de un pulpo gigante, o cualquier otro bicho enorme y con tentáculos. A un metro de mí estaba el bote, lo veía perfectamente desde abajo, y las manitas de Gigi intentando cogerme.

Intenté tranquilizarme, pensando que los tiburones gigantes o los pulpos gigantes no eran autóctonos del agua dulce, así que sólo me quedó otra opción, en el pantone de cosas asquerosas y grandes que pueden vivir bajo el agua. ¡¡¡Un bicho del cretáceo!!! Sí, debería estar muerto, porque estamos en el siglo XXI, pero todavía hay taradas que dicen haber visto al Monstruo del Lago Ness, en el Lago Ness… ¡¡¡y a mí me había agarrado uno de ellos!!!

Mientras yo divagaba con mi “monstruario” particular, Gigi seguramente me vería desde la superficie, atrapada a menos de un metro de ella. Tiré otra vez de la pierna derecha, la que tenía prisionera por aquella cosa, y decidí que si me iba a comer, no sería así a lo fácil. Opondría resistencia, ¡Sí! ¡La Marika contra la Bestia! Le daría un soberano dolor de estómago a aquel bicho que me iba a comer toda, así que opté por defenderme y mirar hacia abajo, y entonces… ¡¡¡VI UN GALLO!!!

Pese a que estaba quedándome sin oxígeno, no había alcanzado aún ese estado de delirio donde ves bichos y cosas raras, pero aquello que me había cogido del pié ¡¡¡era un puto gallo!!! ¡¡¡El gallo de una veleta!!!

Y tras él, como un enorme monstruo negro, se levantaba el campanario de una iglesia sumergida y, a modo de apéndices, casitas, muchísimo más abajo, sumergidas en las verdes aguas. ¡¡¡QUÉ JEBY!!! Tenía razón sobre mis sospechas, pero ¡coño! ¡¡¡Me estaba quedando sin aire, neeenaaa…!!!

Me zambullí un poco más, y entre el verde y toda la basurilla que flotaba en el agua, conseguí descubrir la cresta del gallo metálico y oxidado, en el que me había enganchado del bajo del vaquero, así que tiré e hice fuerza con el otro pié, y conseguí romper la tela vaquera e impulsarme hacia la superficie.

La bocanada de aire que me llenó los pulmones en cuanto salí fuera del agua, me devolvió al mundo de los vivos, y a los berridos de una Gigi histérica, que lloraba como una plañidera, lanzándome los manos para que me cogiera a ella… y después lanzándome uno de los remos, con el que casi me abre la cabeza.

-¡Gigi, nena, que me vas a hacer daño, coño! –chillé, tosí y escupí agua de la que había tragado.
-¡Cógete al remo, Dolly! ¡Cógete al remo!

Recordé todos esos capítulos que me había tragado de los Vigilantes de la Playa, y moví todo el cuerpo hacia el bote, y el remo que me ofrecía Gigi. Una vez lo cogí, ella tiró de mí hacia el bote, y cuando me tuvo cerca, me agarró del cuello de mi chaqueta de súper puta, y me elevó sobre las aguas hasta el interior del bote.

-¡Tía me has dado un susto de muerte!
-¡Y yo casi me meo encima cuando me agarró el gallo!
-¿El de las pastas gallo?
-No, nena, ¡el gallo de la veleta del campanario! –y señalé hacia las aguas-. ¡Hay todo un pueblo sumergido bajo las aguas, Gigi!
-¡HOLY MANOLIS! ¡Como en la próxima película de Filmax, tía! –dijo Gigi.
-Sí, Gigi, pero esta es mi aventura, y aquí no hay sitio ni para Raquel Meroño, ni para sus tetas.
-¡Di que sí, tía!
-Sí -dije intentándome tranquilizar.
-Pero entonces, si no hay bicho, ¿qué ha sido lo que nos ha atacado?

Y las dos, así en plan místicas, como de final de película de Spielberg, nos quedamos mirando a nuestro alrededor, por si aquella cosa, fuera lo que fuera, volvía a atacarnos.

sábado, marzo 11, 2006

~18~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Descubrí que los cuerpos del dispositivo de seguridad del Valle Takami estaban de escándalo… ¡hasta tenían un pelirrojo, neeenaaa! Pero claro, yo iba de histérica-voy-a-morir, y me enteré de muy poco, porque el Genaro me intentó matar, pero Pablo me salvó, y cuando por fin llegué a mi cabaña (sí, nenas la del premio), allí me estaba esperando Gigi y ¡BRUNO!

A Bruno no le importó que estuviera medio muerta, con la ropa hecha un cristo, y cuando corrí hacia él, como las perras de los anuncios, cuando las llama el amo porque tienen para ellas el nuevo Dog Chow, y la perra corre a cámara lenta... lo dicho, que me vi así, cual perra a cámara lenta hacia Bruno, nos fundimos en un abrazo y yo lancé un berrido cuando fue a darme un beso en la mejilla.

-¡Dolly! –dijo él, aunque fue más el susto que se dio.
-¡Ay, nene, qué noche! ¡Casi no lo cuento! –dije agarrándole bien, en uno de esos abrazos a lo Brokeback Mountain Bike, súper apretaditos el uno con el otro, pero mirándonos a los ojos-. Esta noche he visto morir a una persona, bueno, verla, verla, no... simplemente desapareció, pero fijo que estaba muerta; luego me han intentado matar, y me han dado un puñetazo en la mejilla izquierda, por eso me ha dolido cuando has ido a besarme, cariño.
-¿Que te han intentado matar? –oí cómo decía Gigi a mi espalda, y me volví.
-Sí, nena, el del Greenpeace, el Genaro, ¡pero tu segurata me salvó!
-¿Pablo?
-Sí, nena… Mira, ya sabes que hace dos cosas bien en la vida: follar en el campo y salvar vidas, también en el campo.
-Pero, Dolly –dijo Bruno muy sorprendido, y me recordó a mi amiga Onliyu, que piensa que me meto unos tripis como alfombras persas, cuando vivo mis aventuras-, ¿en qué lío te has metido ahora?
-A ver, nene, a quien se folló el Pablo fue a Gigi, ¡no a mí! ¡Líbreme Dior! ¡Porque My Heart Belong to Bruno! -y le di un beso de tornillo.

Y es que claro, ser marika y fiel en estos momentos, es tan difícil, como ser Puta con Master de CCC, y jamás haber conocido hombre, mujer... o un poni tailandés!

-Tía, qué súper fuerte –dijo Gigi.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Un día y ya te intentan matar?
-Bruno, nene, que una es muy Diva, y se ve que levanta envidias y… -miré hacia mi cintura-, y algo más. ¿Te has empalmado o es la pistola?

Bruno me miró socarrón, haciendo morritos y torciendo los labios hacia la derecha, un gesto muy característico en él, y me besó de una forma tan suave, que casi ni me enteré.

-La pistola la llevo atrás –dijo tras separar sus labios de los míos.
-¡A ver si se te dispara, y terminas en el Circo Ringworld como ¡¡¡el Hombre con dos Ortos!!!
-Bueno, tías, yo me voy porque aquí hay demasiada tensión sexual para mis ojos.
-¿Irte? ¿Estás zumbada? ¿Y si te sale el bicho del lago?
-¿Qué bicho del lago? –preguntó Bruno.
-Un bicho, nene –le dije y volvía mirar a Gigi-. No, nena, tú te quedas en la habitación de al lado.
-También puedo irme con mi madre.
-No, Gigi, que la señora ya tiene una edad, donde las sorpresas hay que medirlas. Mejor la ves mañana.
-¿Pero Gigi no era huérfano? –preguntó Bruno más alucinado aún.
-Eso es, lo era. Ha encontrado a su madre trabajando aquí –expliqué yo.
-¡Bueno, tía! ¿Entonces qué hago? ¡No quiero quedarme aquí, muerta de envidia mientras vosotros dos… vosotros dos! ¡Ya sabes, Dolly!

Y llamaron a la puerta.

-Pregunta quién es antes de abrir, Gigi.
-Ay, tía, qué pesada ¡Claro que lo haré! ¡Ni que fuera tonta, coño! –y se volvió súper decidida, abrió la puerta de un tirón y dijo al que estaba fuera-. ¿Quién es?

Pero Gigi se quedó en el “esss...”, al reconocer a Pablo, el de seguridad, con aires de atolondrado porque, cuando Gigi abrió así, tan de repente, el interior de la cabaña hizo un efecto aspiradora, y el segurata se quedó sobre las puntas de sus zapatos, más dentro de la cabaña que fuera.

-¡Pablo! –dijo Gigi, a quien los “mediclorianos” se le habían disparado. Y es que tras ver La Amenaza Fantasma, Gigi decidió por sí misma que ella también tenía mediclorianos danzando por su cuerpo, como las Jedis... Danzando canciones lolailo, claro.

Gigi, emocionada como nunca, se puso a hablar con el segurata, pero yo dejé de oír esa conversación que tenía a mi espalda, a menos de dos metros, porque sólo tenía ojos para mi Bruno, que seguía rodeándome con sus brazos y con aquella loción de afeitado que me tenía en ruta hacia el berraquismo rural; bajé las manos y metí mis pulgares en los bolsillos traseros de su vaquero. Si Bruno pensaba irse de allí, lo haría arrancándome los pulgares, porque de una cosa sí estaba segura. No se me iba a escapar así a lo tonto.

-Ahora, no me seas tan cabrón de decirme, que sólo estarás unos minutos y que te irás, porque me pondré a chillar, y todas las marikas y no marikas que leen este Blog, me podrán a caldo por no echarte un polvo, y entonces me deprimiré, y cuando me deprimo, me voy de compras... ¡¡¡y qué mierda de tiendas habrá en este sitio??? ¿¿¿Sandías y Melones???
-No me voy a ir… -dijo entre risas-. Al menos, hasta mañana por la mañana.
-Uisss, menos mal...

Y en mi cabeza sonó también un "uisss menos mal" en plural, que dijeron mentalmente la masa de lectoras que leen fervientemente de este Blog.

-Dolly, tía...

Dijo Gigi, y me volví, sin sacar los pulgares de los bolsillos de Bruno, pegándole más a mi cuerpo; Gigi tenía ojos iluminados como Chita, cuando llegaba Tarzán, y se ponía a dar volteretas en el mismo sitio.

-Queee dice Pablo, que para dejarnos más tranquilas y todo ese rollo, que me quiere llevar para enseñarme las contramedidas que tienen preparadas…
-Ah, ¡vale! Pero ten cuidado, no sea que las contramedidas te dejen contra algún mueble de alguna cabaña, nena –y le guiñé un ojo, y ella se fue con su segurata "salvadamasenpeligro", y regresé a los ojos de Bruno. Unos ojos de cansancio y de deseo –por mí te comía aquí mismo… ¡Y YA! Pero si no me doy una ducha antes, no es lo mismo, nene –dije sacando los pulgares de los bolsillos de Bruno, y este me cogió del cinturón, profundizando con sus dedos dentro del pantalón hasta tocarme... con el pulgar el ombliguito, y con los otros cuatro... "la alegría de volver a verle".
-¿Caben dos en esa ducha?
-¿Dos? ¡¡¡Cabe hasta Teté Delgado, nene!!!

Bruno comenzó a desvestirse de una forma muy sensual, y hasta me echó una manita con mi ropa (con barro seco y restos plantas), que se habían endurecido como nosotros, pero en un alarde de Nueve Semanas y Media, no terminamos de desvestirnos, ya que en camiseta de algodón y mis boxer de Olaf Benz (sí nenas, unos boxers carísimos de una alemana loca muy morbosa, de escándalo y de Poliéster y Elastán, con los que te puedes empalmar hasta explotar sin hacer saltar ninguna costura), nos metimos bajo el agua.

El agua estaba muy caliente, sí, pero los causantes de que los espejos del baño se empañaran, fuimos nosotros, nenas. Nos exploramos mutuamente, y he de afirmar, que hasta yo me asusté de los moratones que tenía por varias partes del cuerpo. Claro, que no se puede ir de fantástica a lo Indiana Jones, y salir airosa y sin un rasguño como la Naomi Campbell, cuando se depila las piernas desde los tobillos hasta el cuello, chirli incluido.

Pero pese a tanto morado aquí, y allá, los dedos y labios de Bruno, tuvieron el mismo efecto del Vic VapoRub, y claro, me acordé de la jodida niña del anuncio que se ahogaba viva al respirar, y casi se me baja la erección, así que volví a mirar a Bruno a los ojos, tras cogerle de la barbilla y subirlo hasta mis labios, para beber de él, y del agua caliente que nos caía encima, desde aquella enorme alcachofa metálica, que me recordó a una que vi en IKEA, pero que no me compré, porque aquello era tan grande que si la metía en mi baño, tendría que mear desde el pasillo porque las dos no cabíamos. Era la ducha o yo.

Dos segundos después, algo elástico me retenía por los tobillos. Los boxers habían caído, y ahora era el turno de mi camiseta; me ayudó a quitármela sin dejar de mirarme fijamente. Bruno estaba completamente desnudo, y sus manos zigzagueaban por mi cuerpo sin tocar las magulladuras, hasta que bajamos y nos sentamos en la bañera, el uno frente al otro, con los muslos el uno en cima del otro, y dimos rienda suelta a nuestros labios y manos, hasta erradicar la dichosa tensión sexual de la que hablaba Gigi, y terminamos allí, bajo la ducha, sintiendo como ambos corazones traqueteaban bajo la piel, y la acelerada (y ahogada) respiración, por culpa de la ducha, se serenaba y relajaba; minutos más tarde y tras dejar de abrazarnos, llegó el momento de decidir quién de los dos se levantaba primero.

-Tú estás encima –dijo Bruno con una sonrisa.
-Ay, nene, lo sé, pero me duele hasta el alma.
-Ah, ¿sí?
-Ah, sí…
-Entonces, ven...

Y me cogió del culo y me inclinó hacia él, hasta que terminamos acostados en la bañera, yo sobre él, con el agua caliente de la ducha dándome en la espalda, lo cual fue una gozada. Ni SPA ni pollas, nenas.

-Ah… no te muevas.
-¿Te he hecho daño? –preguntó él.
-No… es que me está dando un gustito en la espalda, que lo flipas.

Bruno sonrió y me abrazó, ladeando la cabeza hacia la izquierda, y cerró los ojos, porque uno de los chorros de la ducha le daba en la frente, y de rebote, en un ojo. Yo me arrebujé sobre él, y con mi oreja en su pecho, su corazón sonó en dolby, y su respiración como la brisa del mar. Con presencia y gravedad.

Por mí, me había quedado allí para la eternidad, pero… cuando noté que la respiración de Bruno pasaba de lenta, a muy lenta… me desperecé, no sea que al otro día las de Takami entraran a hacer la habitación, y nos tomaran por dos marikas de suicidio lento, o entrara todo el gobierno en el baño, y nos denunciara por despilfarro del agua, con lo cara que está y con lo poco que llueve en España. ¡¡¡Pues hagan más pantanos, señores míos!!! ¡Y dejen a estas dos marikas disfrutar, coño!

-Bruno… -dije, pero me ahogué con el agua de la ducha-. Bruno… Bruno… -efectivamente, se había quedado frito, pero cuando iba a ponerme en acción, él se desperezó y se estiró, y yo casi me caigo para un lado.
-Me he quedado dormido… -dijo con una mano a mono de visera, para esquivar el dichoso chorrito de la ducha que le daba en la frente.
-Sí, nene, tú te has quedado frito y a mi me ha entrado un revival Daryl Annah. Creo que hasta me ha salido cola de sirena, ¡neeenaaa!

Nos duchamos rápidamente, con jabón y mucha, pero que mucha espuma, nos secamos con la misma toalla, que era enorme y súper mullidita y olía a melocotón, y Bruno, que es más alto que yo, se puso detrás de mí y a lo Drácula o rollito chinogay, nos envolvió con ella, y andando al mismo paso fuimos hasta la cama, y saltamos en ella. Sí, saltamos nena. Aquella cama no era para meterse y listo: ¡era para saltar sobre ella como las cabras de los documentales de La 2 por los peñascos!

Ya bajo las sábanas secas, blanditas y con aquella enorme manta peluda, nos pegamos cuerpo con cuerpo (yo siempre duermo hacia el lazo izquierdo, formando un 4, y Bruno se adaptó a mi espalda y me abrazó, antes de que un profundo sueño nos dejara haciendo la muerta.



¡¡¡BOHROM!!!

Se oyó en alguna parte, y yo me asusté y levanté medio cuerpo y abrí un ojo.

-¡¡¡DOLLY!!!

Chilló Gigi lejos, pero con la suficiente fuerza, para despertar a cualquier animalito del bosque y matarlo de un susto o paro cardíaco, que para el caso, es lo mismo, ¿no?

-¡¡¡DOLLY!!!

Repitió en un tono más agudo, y esta vez, Bruno se despertó con una sacudida, que me asustó más que los alaridos de Gigi, quien, en ese momento, llamó suavemente a la puerta de la habitación y dijo en un susurro.

-¿Estás despierta, tía?
-¿Tú qué crees? –y me cabreé-. ¿Se puede saber a qué vienen esos gritos, nena?
-¿Puedo pasar? –preguntó bajito y con miedo.
-¡Claro, nena! ¡Entra de una vez!
-¿Qué pasa, Dolly? –me preguntó Bruno a mitad de bostezo.
-Pues no lo sé, pero conociendo a Gigi…¡a lo mejor alguien le ha contado que la leche proviene de las vacas y no de los tetrabriks!
-¡DOLLY! –chilló Gigi al entrar.
-¡QUÉ! –chillé yo más alto que ella, porque para eso ésta es mi aventura, y éste es mi Blog.

De inmediato sentí pena por ella, porque se la veía súper acelerada, a medio vestir, roja como un tomate, y con los pelos despeinados formando crestas aquí y allá, como el prota de Bola de Dragón.

-¡Tía! ¡Falta gente!
-¿Gente para qué? ¿Para jugar a la teto? Yo paso de ir a ninguna excursión a las… y miré mi reloj de pulsera-, siete menos diez de la mañana, Gigi.
-¡No tía, no es para ir de excursión! Te digo –y cogió aire-: ¡Que falta gente!
-¿Pero que falta de dónde?
-¡De aquí, tía! ¡¡¡Han desaparecido!!!
-Gigi, no son ni las siete de la mañana. Si falta gente, ¡es porque están durmiendo, tía histérica!
-¡No, no, no, Dolly! ¡¡¡No están durmiendo!!! ¡¡¡Han atacado varias cabañas y la gente ha desaparecido!!!
-¡Qué me dices!
-¡¡¡Sí, tía!!! –y se echó a llorar como un crío-. ¡¡¡y por un momento pensé que también habían atacado nuestra cabaña y que vosotros –y siguió llorando, y me dio tanta pena, que fui a abrazarla para que se le fuera el susto, y entonces.
-Dolly.
-¿Qué?
-Estás desnuda, ¡tía!

viernes, marzo 03, 2006

~17~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Con Cristina, la ecoterrorista, como canapé del Monstruo del lago Takami, y conmigo, corriendo a más de lo que permite la ley de tráfico… los seguratas del complejo, todos de escándalo aunque con caras de trogloditas (¡y qué! Sólo pensaba en follármelos, no en disertar sobre las Obras Completas de Pablo Neruda), mis presentimientos sobre aquel lugar se volvieron tan negros, como el culo de Wesley Snipes en Blade.

-¿Pero está seguro de haber visto algo en el lago? –preguntó otra vez el jefe de los seguratas, en un tonillo de: "nena, ¿estabas drogada o no?"
-Sí que lo vi –dije súper ofendida-. Y yo de vosotros, si me acercase al lago lo haría de día y con un lanzacohetes. La cosa que hay bajo las aguas es enorme –y miré a uno de ellos-. Pablo, ¿verdad? –pregunté a aquel segurata que se había tirado Gigi, que asintió, y seguí hablando con el jefe de los seguratas-. Me lo llevo para que me acompañe a mi cabaña, ¿vale? Yo solita no voy a ningún lado –y me puse a andar-. Vamos, nene.

Sí, las Divas somos así… pero Pablo me siguió, porque oía sus pisadas a mi espalda mientras el resto del grupo de seguridad del Valle Takami, parecía dispersarse, desnudarse o lo que sea, porque no volví la vista atrás. Yo pa’lante como las de Alicante; los pasos de Pablo se aceleraron un poco hasta que estuvo a mi lado.

-Yo nunca he visto un monstruo –dijo bajito.
-Pues no te lo recomiendo, nena. No son como los de las películas. Los de las películas avisan antes de salir en pantalla, claro que la banda sonora también ayuda y como que estás preparada para el susto... pero lo que hay en ese lago, no avisa. Sale, te coge, ¡y a hacer submarinismo, neeeenaaa!
-Qué fuerte.
-Lo que yo te diga: JEBY-JEBY –y se hizo el silencio casi un minuto.
-¿Y su amigo…? –preguntó, y yo me detuve y le miré a la cara.
-Pablo, querido. Te lo has follado, me lo ha contado, y sé que sabes que lo sé, así que no nos tratemos de usted, vale, ¿cariño?
-Vale… -dijo, y se puso a andar a mi lado, dos segundos después de que yo reemprendiera la marcha.
-Y que sepas que estás muy bueno, nene. Si me hubiera pasado a mí, lo que le pasó a Gigi contigo, seguro que hasta hubiera hecho un bis… -y le miré de reojo cómo sonreía y bajaba la cabeza. ¡Encima tímido! ¡Qué tierrrno!
-Gracias… -respondió con retraso.
-Respondiendo a tu pregunta, Gigi, que me acabo de enterar que se llama Gabriel, su nombre real, porque como es adoptado, le pusieron otro nombre y yo después le puse el de Gigi, te lo creas o no, acaba de tener un momento acompáñameee... y se ha encontrado aquí con su madre biológica, nena. Súper jeby. Hasta yo me puse a llorar.
-Ha debido ser un reencuentro muy emotivo.
-Como el final de El Retorno del Rey, con ese epílogo largísimo, donde hasta lloran las butacas.
-Ahora a la derecha…
-¿¿¿???
-Las cabañas están por el camino de la derecha.
-¡Ah, vale! Por un por un momento pensé… que al reencontrarse la Gigi con su madre, se había hecho militante del PP –y se me escapó una carcajada tonta.

Pablo también fue a reirse del chiste, pero no pudo, porque vi cómo aquel pedazo tronco le fue directo a la cabeza con un sonoro ¡PLOC! Y se desplomaba mirándome a los ojos y con cara de lelo; luego algo me empujó hacia delante, colgándose a mi espalda y yo chillé, o lo intenté, al imaginar que era otra vez la vieja meona, pero me taparon la boca con una manaza.

-¡Otra vez nooo..! ¡No me mees!
-¡Cállate, maricón!
-MMmmmMmMmmMMmmm –dije emulando a Kenny.
-¡Dónde está Cristina! ¡Dónde está!

Me dieron la vuelta en el suelo pero sin quitarme aquella manaza de la boca, y le vi la cara. Era el peludo del Greenpeace con los ojos fuera de su sitio, súper acelerado y con la tez roja. Se sentó encima de mi pecho, dejándome bloqueadas las manos. Además tenía un culo enorme, que lo disimulaba muy bien con los vaqueros, pero al fin y al cabo un culo ENORME, porque pesaba mucho y mis costillas se resentían.

-Voy a quitar la mano y me vas a decir dónde está Cristina, pero como grites, te tragas los dientes… ¡Entendido!
-Mmmm MMmmm
-¿Sí o no?

¿Este tío era idiota o qué? ¡Tenía la boca tapada con su mano! ¿Cómo coño iba a responderle? Opté por asentir, y parece que me entendió y me destapó la boca.

-¡Suéltalo!
-¿Qué lo suelte...? -pregunté súper flipada-. ¿Pero quién te escribe los diálogos, marrajo? ¿Un guionista becario de Los Serrano? ¡Soy yo la que estoy inmovilizada! –y me arreó un puñetazo en la mejilla izquierda-. ¡COÑO!
-¡Dónde está Cristina!
-¡Con las llaves! –chillé dolorida.
-¿Qué llaves?
-En el fondo del mar, matarile, rile, rile… -y escupí a un lado, porque la saliva me sabía a hierro, y eso quería decir, ¡sangre, nenas! Estaba sangrando.
-¿¡De qué mierda hablas!? –dijo zarandeándome del cuello de la cazadora.

En medio del dolor, recordé aquella secuencia final y maravillosa Duelo al Sol, donde los protas masacrados y con escupitajos de sangre, se decían todo lo que se querían antes de jiñarla. Porque claro, eran Gregory Peck y Jennifer Jones, y los dos eran súper Stars, y las súper Stars no podían terminar una película agonizantes y ensangrentados… y aún así lo hicieron y arrancaron lágrimas a cubos... pero a éste desgraciado de Genaro, ni le quería ¡ni pollas en vinagre! Era un bicho, como el del lago, pero en humano, y nos quería matar a todos con sus pájaros muertos con gripe aviar...

-¡¡¡LA GRIPE AVIAR!!! –chillé al recordarlo y volvió a taparme la boca con aquella manaza, que no, no tenía guantes. ¡¡¡A ver si me la había pasado!!!
-¿Pero de qué hablas? –y puso cara de recordar algo-. Nos viste, ¿verdad? Nos viste tirando los patos al lago –y se sonrió, y vio el terror en mis ojos-. ¿Para quién trabajas? –y me destapó la boca, pero no del todo por si me daba por ponerme a chillar, poder tapármela de inmediato-. ¡¿Para quién trabajas?!
-Para Arturito, en el Vídeo Club de Infantas –dije súper asustada. ¡¡¡Seguro que ya tenía la gripe aviar yo también, porque aunque el cabrón de Genaro no llevaba los guantes, quizá uno de aquellos patos infectados le había tocado la manga de su cazadora. ¡La misma manga que me estaba pasando por las narices!

Genaro se quedó medio pensativo con lo que le dije, y mantuvo mi mirada unos segundos más.

-¿Qué era lo que salió del lago…? -y volvió a destaparme la boca.
-¡La venganza de la Naturaleza, por ecoterroristas que sois! ¡Y se llevó a Cristina, y se la comió!

Aquello fue un duro golpe para Genaro, pero sólo fue el primero de los dos golpes que se llevó, porque el segundo se lo propinó Pablo, que se había recuperado y sin hacer ruido alguno, había venido por detrás, y le había asestado un buen porrazo en la coronilla; Genaro cayó sobre mí, dejándome casi asfixiada, porque claro, mi cara quedó entre su cuello y barbilla.

Quizá para alguna de vosotras (de calentón fácil), ésta imagen os resulte erótica y hasta excitante, pero no para mí, porque olía mal (a sobaco revenido), pesaba mucho y casi no podía respirar, lo cual era bueno, porque así no tenía que soportar el olor a sobaco revenido.

-¿Estás bien, Dolly? –preguntó la voz de Pablo, cuando me quitó aquel cuerpo de encima, y pude ver su cara de temor y felicidad tras haberme rescatado.
-Estaría bien si fuera George Clooney sobre mí, pero con éste peludo pestilente no, nena…

Tras ayudarme a levantar, le colocó unas esposas a Genaro, que seguía frito en el suelo, y yo me dediqué a sacudirme la ropa, porque tenía tierra y hojas secas pegadas por todas parte, y en el culo, ¡a racimos, oye! Con lo cara que me había costado el modelito que llevaba, ¡y parecía fabricado con material de velcro! En la espalda tenía una rama, que si la llega a ver Harry Potter, seguro que se hacía una varita mágica y la usaba de dildo.

-Llamaré a la central –dijo Pablo sacando su walkie-, y pediré ayuda. Pesa mucho para llevarle –e indicó con una mano el camino de la derecha-. Toma el camino de la derecha y llegarás al área de las cabañas.
-¿Y tú?
-Me quedaré aquí con él, hasta que llegue alguno de mis compañeros.
-Ah, vale… ¿y si se levanta? Porque es más grande que tú, nena.
-No te preocupes, le intimidaré con la porra.
-Ya, como con Gigi –y se me escapó la risa-. Pero no lo toques mucho, porque ha estado con patos muertos. Y de follártelo, ni loca, ¿vale?
-Descuida… regresa a la cabaña, luego me pasaré.
-Sí, me voy –anduve dos pasitos y me volví-. Ten cuidado, ¿me lo prometes?
-Lo tendré.
-Vale… -y seguí andando por el camino de la derecha.

La iluminación aumentó, y a menos de cien metros comenzaron a verse las primeras cabañas, ¡y yo ya ni me acordaba de cual era la mía! ¡¡¡QUÉ JEBY!!! Claro, con todo este estrés, ¡como para acordarme, neeenaaas! Así que intenté relajarme haciendo largas y profundas respiraciones, del tipo pre-eyaculatorias, que son de lo más, y mira, me relajé hasta que vi en el cartelito el número de la cabaña que me era familiar, aunque todas eran como clonadas, vamos…

-¿La catorce? ¡Coño, sí es ésta! –y corrí hacia la entrada, palpándome en los bolsillos en busca de las llaves. ¿Has había cogido antes de salir? ¡Sí, aquí estaban!

Fui a meterla en la cerradura cuando se abrió la puerta, y la luz del interior me dio en los morros, cegándome un poco, además de envolverme el calorcito hogareño que salía del interior; allí, ante mí, estaba Gigi con una cara de felicidad, ¡que ni la reina del bukkake japonés!

-¡¡¡GIGIII...!!! -dije súper dramática.

-¡Dolly! –y me dio un abrazo enorme, pero claro, con lo maltrecha que estaba, ni me enteré, sólo capté la fragancia de Loewe de Gigi, que me hizo sentir mejor… más como en casa.

Y mejor me sentí cuando descubrí quién más estaba con ella. Los ojos se me humedecieron y el culo, ¡casi que también!, cuando aparté a Gigi y corrí al encuentro de la otra persona que estaba tras ella, en plan Roberto Benigni oligofrénico, en la ceremonia de los Oscars, corriendo sobre las butacas y besando a todo el mundo, por el Oscar que le dieron con La Vida es Bella.

-¡¡¡BRUNOOO…!!! -chillé y tuve una erección de caballo, porque sí, nenas, puedes estar megadeprimida o al borde de la muerte, que el pito va a su bola, ¡OYE!