martes, agosto 12, 2008

~21~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior...

Hace varias semanas, descubrimos que no había más remedio que volver a bajar al cementerio que había al lado de la residencia ya que en él, y siempre según Gigi, había otra de aquellas cajas de madera y cobre capaces de encerrar el espíritu del demonio “quitavidas”. Pero claro, Gigi también me dijo una vez que había visto a Madonna comprando en el Corte Inglés, y la tal Madonna resultó ser ¡una reponedora de sesenta tacos por una permanente muy setentera!


-¡Alto todo el mundo! –grité a los abuelos que iban directos al cementerio.
-¡¿Esto es un atraco?! –gritó Gigi dudosa, dejándose llevar por la emoción y se me quedó mirando-. Es que llevo tanto tiempo sin decir nada, tía, que estaba que explotaba.
-Gigi, tranquilízate y déjame actuar a mí, que para eso este es mi blog.
-¡Queremos rejuvenecer! –gritó uno de los viejos.

El resto coreó el mismo grito y oímos una serie de truenos.

-¿Truenos? ¡No me digas que tras esperar tanto, ahora va si se nos va a poner a llover, tía! –se quejó Gigi.
-Nena, los truenos ¡no huelen! –porque en realidad, la excitación de los ancianos les había producido una misteriosa pedorreta-. ¡Controlen sus esfínteres! ¡Esto no es Cocoon! Y ni yo estoy bizca como la hija de Raquel Welch ni a Gigi le quedan los pantalones cortos tan bien como a Steve Guttemberg.
-¿El de la imprenta? –preguntó uno de los abuelos.
-Ese Gutenberg se escribe con N y con una sola T, ¡no con dos! Esto es una situación peligrosa. ¡Podemos perder la vida todas! Bueno, menos yo, que soy la prota y no puedo morir porque las Divas tenemos esa cláusula en nuestros contratos.
-Gracias por tranquilizarme, tía –dijo Gigi.
-Ahí abajo la única que va a bajar… es Gigi.
-¿¿¿YO??? ¿Serás puta, tía? ¿Y por qué no bajas tú si tú no puedes morir, Dolly?
-Pues porque tú ya has estado, nena, y además, y no por ello menos importante, porque no traigo el calzado adecuado.
-¿Y yo sí?

Le miré sus zapatillas de deporte de marca desconocida y asentí.

-Nena, tú ya te metiste una vez con esas, y por lo que parece siguen siendo resistentes. Así que te toca bajar.
-Pero la idea de volver abajo no es que me vuelva loca, tía.
-¡En ese caso bajaremos nosotros! –gritó otro de los abuelos.
-No, ustedes se quedan donde están y con el culo bien apretado para no gasearnos… ¿ven esa cinta amarilla? ¿Creen que está rodeando el cementerio para darle algo de glamour al lugar? ¡No, nenas! Está porque el suelo del cementerio está que se cae. Cuanto menos peso haya en la zona, mejor… ahora nos hace falta una cuerda…
-¿Para? –preguntó Gigi.
-Pues para atarte a ella y ayudarte a bajar.
-O sea, tía, ¿que quieres hacerme bajar otra vez a ese sitio.
-¿Vamos otra vez a tener la misma discusión por tercera vez, nena?

Mientras discutíamos, uno de los abuelos apareció con un rollo de soga, con más polvo encima que el cuarto oscuro del Strong.

-Vamos, que lo tenéis todas súper decidido –digo Gigi así, en plan melodramático.
-No te va a pasar nada, nena… y si pasa, te abriré un blog súper cool en plan epitafio y esas cosas.
-Tranquila me dejas, tía.
-Venga, bah, deja que te ate bien a la cuerda y toma mi móvil…
-¿Para que haga mi última llamada?
-¡No, so burra!, para que te ayudes con la luz, ¡coño! Sabes lo que tienes que buscar, ¿no?
-Supongo… por que lo vi hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo, tía.
-Una cajita de madera y cobre.

Tras atarla bien por debajo de los sobaquillos y poner a todos los abuelos en fila y cogiendo la soga, ayudé a Gigi a entrar en el agujero del suelo.

-Recuerda. Bajas, coges la cajita y subes…
-¿Y si no hay cajita? ¿Y si se la llevó el alemán loco?
-El alemán ya tenía una, Gigi, a lo mejor es como esas ofertas de pago dos y me llevo tres. Puede que el SER tenga dos de esos recipientes, dos trasladores, por si uno de ellos se rompe.
-Porque claro, partimos del punto de vista de que ¡sólo hay un ser! ¿Verdad, Dolly? Vamos que quiero decir, que no habrán más cosas de esas.
-A ver Gigi, hasta descubrir esto hemos pasado por 21 Capítulos de 35 que conforman la Cuarta Temporada de Desperate Housegays. Si hay más, es que me pego un tiro.
-Tranquila, tía, si hay más, seré yo la que apriete el gatillo.
-Venga, deja de dramatizar, y baja a recuperar ese traslador de una puñetera vez –y me volví hacia los viejos-. ¿Listas ahí atrás? -y oí cómo una de ellas decía bajito “¿por qué nos habla en femenino?” -¿LISTAS O NO?
-¡Sí! –gritaron varias. Alguna, la muy cabrona, con un falsete de meretriz.
-¡Ahora! –grité, y comenzamos a soltar cuerda poco a poco… y Gigi, con más cara de cagada que de aventurera o familiar muy, pero que muy lejano de la familia Jones, desapareció por el agujero del suelo hasta que… ¡comencé a oír el temazo “White Diamond” de Kylie Minogue-. ¡Nena! ¿Se puede saber qué haces con mi teléfono?
-Dolly, tía, ¡que te llaman!
-¿Cómo que me llaman?
-Jodo, tía, que me he llevado un susto jeby cuando se ha puesto a cantar la “Kailii”.
-¿Y quién coño me llama a estas horas?
-En la pantalla dice: “La Causa de Todos Mis Males”.
-¡Ah! Es mi madre. Da al botón rojo y corta la llamada.
-Oka, tía.

Y la Kylie dejó de cantar antes de llegar al estribillo, pero al poco volvió a empezar el arpegio electrónico del tema.

-¿Y ahora quién coño es?
-Dice: “número desconocido”, tía…
-Seguramente es mi madre otra vez, que se cree que soy tonta de remate. ¡Cuelga la llamada y busca la caja, nena!
-¡Oiga, a mí no me grite! –le oí decir a Gigi-. ¡No, no se puede poner! Porque si coge el teléfono suelta la soga y yo me abro la crisma.
-¡No me digas que has descolgado! ¡Gigi, dile que ya la llamaré y cuelgas!
-Por cierto, señora madre de Dolly: usted es una muy mala persona, sé lo que le hizo a Dolly, me lo contó todo hace muchos capítulos… tantos que ya ni me acuerdo, pero sí que recuerdo que fue una cosa muy fea y muy mala.
-Gigi, ¡te dije que era CONFIDENCIAL Y SÚPER SECRETO! ¡No para que lo grites en una caverna con la acústica y el rever de una sauna vacía, nena! ¡¡¡NI PARA QUE SE ENTERE TODO EL MUNDO Y LOS MILLONES DE MARIKAS QUE LEEN ESTE BLOG!!! ¡¡¡CIERRA EL PICO, GIGI Y CUELGA EL TELÉFONO, YA!!!

Y gracias a Dior, algo pasó allí abajo porque Gigi se puso a gritar como una loca. Inmediatamente, supuse que no se debía a la lengua viperina de mi madre, claro, sino porque se había topado con algo allá abajo.

-¡Gigi!
-¡Súbeme, Dolly! ¡SÚBEME!
-¿Has encontrado la caja?
-¡No! ¡Pero si no me subes de inmediato lo que voy a encontrar es la MUERTE!

Y lancé un grito espantahorrorizada perdida, y me volví hacia la fila de abuelitos que estaban sosteniendo la soga.

-¡Tirad! –y volví a oír otra pedorreta debida al esfuerzo-. ¡Tirad que nos quedamos sin Gigi, nenas! ¡TIRAD! –cogí con ganas la soga y comencé a tirar con todas mis fuerzas, imaginándome que aquel pedazo de soga era el rabo de George Clooney, porque si no, no hubiera podido sacar esa fuerza sobrehumanamentegay que me poseyó -¡Gigi, dime algo!
-¡NO QUIERO MORIRRR! –chilló hasta desgañitarse.

Y un grito que no era humano, ni otra pedorreta de la tercera edad, quebró el cielo nocturno como si el mismísimo centro de la tierra se cagara en Julio Verne y en todos sus descendientes por haber reeditado tantas veces “Viaje al Centro de la Tierra”, y después crepitó gravemente algo parecido a un “RUMBLE-RUMBLE” y sentí cómo mis pies estaban en terreno blando e inseguro. ¡La arena del cementerio estaba cediendo bajo mis Happy Feet!

-¡Esto se va a desmoronar, neeenaaasss! –grité corriendo hacia los abuelitos sin dejar de tirar la soga que me unía a Gigi, cuando vi cómo los muy cabrones y amantes de las tertulias en el insalud, soltaban la soga y entre gritos echaban a correr en direcciones diferentes alejándose del cementerio.

De inmediato sentí el peso de Gigi para mí sola, y la gravedad me tiró hacia atrás, pero yo clavé los pies con todas mis ganas y seguí corriendo hacia delante. El “RUMBLE-RUMBLE” se incrementó. Miré atrás y como si de un castillo de naipes se tratara, el agujero por el que había entrado Gigi, se hacía más y más grande, engullendo tierra, lápidas y losas de piedra hacia su interior.

El diámetro de la circunferencia de tierra que engullía todo seguía creciendo, pero no vi la cabeza de Gigi. Seguí tirando y alejándome hasta que mis pies se me enterraban hasta los tobillos en el frágil suelo.

Miré hacia atrás otra vez, apretando los dientes y haciendo fuerza para no perder la soga de las manos. Aquel agujero era enorme, como de unos cinco metros... seguía creciendo y no había rastro de la cabecita de…

-¡¡¡GIGI!!!

Avancé unos metros más y todo se meneó bajo mis pies. Estaba prácticamente fuera del cementerio, con los abuelos mirándome atónitos, sin respiración y a pocos metros de mí, pero sin echarme una mano los muy desgraciados.

-¡Echadme una mano, hijas de la gran puta!

La tierra eructó ¡y de qué forma!, levantando una nube que me cegó la vista, cuando todo el campo santo, como diría el Iker Jiménez y la chiguaka que le acompaña, se precipitara al interior de la tierra dejando un enorme boquete que lindaba con las paredes de cemento que lo rodeaban.

-¡¡¡GIGIIII!!!