martes, agosto 29, 2006

~5~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Intenté quitarme mi depresión post despido del vídeo-club donde trabajaba, comprando unas hamburguesas y comencé a leer el Diario Secreto de la Agapita González... un coñazo supino en sus primeras páginas, ¡pero ahora acababa de matar a alguien tirándolo escaleras a bajo, como al policía de Psicosis (supongo), y le había robado la cartera!

-¡No fue culpa tuya! –le chillé al diario (sí, nenas, me sentí como Bastian en la Historia Insoportable, que esnifó tanto polvo en aquel desván que terminó creyéndoselo todo) y seguí leyendo.

“No soy una asesina, ¡sólo soy una pobre chica de Murcia...!”

-¡De MURCIA, nada más y nada menos! ¡¡¡DONDE TENGO EL TELÉFONO DE LOS SWAT!!! ¡K JEBY! ¡Deberían poner a Murcia en cuarentena, como en las películas americanas cuando cae un meteorito y lo rodean con alambradas, porque toda la población se convierte en zombies y se comen a los que no son zombies, a los perros y a cualquier idiota que le pida la hora a un zombie!

“¡Pero intentó violarme! Intentó propasarse conmigo... Me asustó y me defendí. ¡Mi maleta! ¡Mi maleta está al lado de su cadáver! ¡Qué hago! ¡Qué hago!”

-Como no borres las pistas, nena, la policía te pillará seguro. Abrirán la maleta, verán tus bragas y dirán: “pertenecen a la murciana asesina”, porque su madre bordó en ellas el nombre de la asesina y un número de teléfono por si se perdía... ¡y este prefijo es de Murcia!; y te encerrarán entre rejas con las de Marbella.

“¡He de regresar a por mi maleta! ¡Tengo que recuperarla!”

Pasé la página, porque allí no había nada más, y en la siguiente fotocopia la letra era más legible, menos nerviosa y hecha con trazos largos.

“Aún no sé cómo he tenido el valor de hacerlo, pero lo he hecho; el hombre seguía donde estaba. Definitivamente muerto, con un corte en forma de rayo, desde la ceja derecha hasta la oreja, y parte de los sesos desparramados allí, en varios escalones superiores. El cabrón éste, huele a orina y a herrumbre... supongo que es la sangre lo que huele tan fuerte...”

Me dio cantidad de asko lo que acababa de leer y me dio por taparte la nariz y la boca con la servilleta de papel del burguer, pero aún así... seguí leyendo.

“Mi maleta estaba allí. Había caído en el forcejeo, antes de que el hombre se abriera la cabeza, y estaba bien lejos y abajo, en la oscuridad, contra la verja del metro...”

Entonces, para situarme, fui a la cocina y cogí mi taco de notas (los "plos plis" como los llama Gigi), para anotar aquello: “buscar en Madrid, muerto, cabeza abierta, en escalera de boca de metro cerrada”. Con eso seguro que en el Google, que es más listo que el Carlos Sobera y sus guionistas juntos, me lo encontraba. Así sabría más o menos, cuando empezó a matar, aunque fuera por accidente la Agapita de Murcia ésta; terminé las patatas fritas, bebí lo que quedaba de coca-loca y seguí leyendo.

“Cogí mi maleta y rodeé el cuerpo de aquel hombre que una hora antes, me había dicho que conocía una pensión donde podría pasar la noche a buen precio, y me llevó a aquella boca de metro que estaba cerrada. Demasiado amable me pareció a mí, hasta que comenzó a tocarme el culo y las tetas; soy demasiado inocente para esta ciudad. Todo esto me pasó por inocente... por inocente y por estúpida. En el futuro estaré más despierta y atenta a todo. Madrid no es Murcia...”

-Pues claro que no, nena, ¡tenemos más bares de ambiente gay! –le dije al diario y seguí leyendo.

“No volveré a cometer otro error como este... no volverá pasar; me encuentro en el portal de un bloque de viviendas, en el centro, detrás de Gran Vía, en la calle Ballesta, y aunque no es el sitio más seguro para una chica como yo, creo que esta noche, dormiré en el cuartucho que hay bajo las escaleras.”

-¡Pues vaya forma de hacer turismo que tienes, nena! –dije y cerré el diario, cuando llamaron al timbre. Por un momento pensé en hacerme la estatua y no abrir. Quedarme quieta a ver si el que llamaba pasaba de largo, pero no, volvieron a llamar. Me levanté, metí el diario bajo el sofá y fui a abrir, encontrándome a Gigi, que llevaba un sobre en las manos y que miró por encima de mi hombro hacia el salón.

-Hueles a hamburguesa.
-¡Será porque me estaba comiendo una, nena! ¿Se te ha pasado ese estúpido arrebato tuyo? ¿Mmmm? ¿Vas a aprender a comportarte en las casas de las demás, y no ponerte a chillar como la descerebrada de Dakota Fanning en La Guarra de los Mundos, nena?
-¿Te ha llegado el sobre? –me preguntó sin hacerme puñetero caso.
-¿Qué sobre? –y me mostró el membrete del que tenía: Takami Corporation-. ¡No me digas que te han vuelto a invitar a ese sitio!
-No, tía, ¡nos han “idealizado”!
-¿Perdón? –sonará presuntuoso, pero os juro que vi una estatua mía en el lago Takami.
-Que nos han dado dinerito por los daños y shocks “sociológicos” que hayamos podido pasar en aquel sitio de las cabañas del terror.
-Entonces no nos han “idealizado”, nena, nos han indemnizado -¡a la mierda mi estatua en el lago Takami!-. Y no sé si me ha llegado el sobre, porque no he querido ver las cartas; anda, entra, que parecemos el matrimonio de viejas de Noche de Fiesta.

Gigi entró, y yo fui directa a las cartas que había recogido del buzón, y le di mi carta de despido del vídeo club para que lo flipara un poco.

-¿Te han despedido del vídeo club? –dijo con un gritito sin apartar los ojos de la carta.
-Sí, nena, y me han pagado una mierda este mes.
-Ya lo veo, ya... ¡Nadie diría que el vídeo club de Arturito tuviera tanta clase para hacer cartas de despido, tía...! ¡Si no tiene ni papel ni boli para anotar lo que sea! ¡Ni plos plis de los tuyos!
-¡Mira, a mí también me ha llegado una carta de Takami, nena! –y dejé las otras cartas, la mayoría eran de publicidad, una de amena y otra de ameno; abrí el sobre de Takami y leí por encima a toda velocidad-. Bla, bla, bla, blablabla, bla, bla... ¡¡¡Tres mil euros???
-Sí tía, como el CREDIAL.
-¿Credial?
-El anuncio ese donde se está duchando un tío y le cortan el agua, y entonces aparece un negro enorme vestido como de Aladino...
-¡Y se lo folla!
-No, tía, le da pasta.
-Y después ¡se lo folla!
-Que no, tía.
-Pues no lo entiendo. O el negro de Aladino va dando pasta a los chaperos y no se los folla, o hace acciones benéficas, o el negro es tonto, o hétero tonto.
-Dolly, es de esos créditos que te dan tres mil euros si llamas por teléfono.
-Ya... ¡y habrá quien se lo crea! –y miré la cifra otra vez-. ¡Bueno, menos da una piedra! Y en estos momentos que estoy en paro no me vienen nada mal estos tres mil euros...

Entonces Gigi se quedó tiesa, como los perros de caza, por si aparecía el negro de Credial vestido de aladino a follársela, supuse, y vio la bolsa de plástico de las fotocopias, la cogió y la hizo una pelota.

-¿Y el diario de la “Agapornis” esa? No lo habrás tirado, ¿no?
-No nena, pero me da a mi que es como el trailer de X-Men 3, que mucha caña y después es un bluf de peli.
-Dolly, tía, que estamos en Enero y aún “no-se-ha-estrenado-X-Men-3”.
-¿Ah, sí? Pues lo vaticino y acertaré. Como el adivino aquel de Antena 3, que acertó el número de la lotería.
-No lo acertó, había un enano escondido dentro del atril para anotar los números.
-Pobre enano.
-¿Pobre? Ese enano estará tan forrado, que se someterá a las más novedosas operaciones de estiramientos, y terminará jugando al baloncesto; ¿bueno, tía, y por qué es un bluf? ¿De qué va?
-Gigi, no va de nada, porque es un Diario. Ahí sólo se cuentan ese tipo de cosas que te pasan, o que hubieras deseado que pasaran, pero luego no. Me da que se las inventaba la lerda esa de la Agapita.
-¿Pero por qué?
-Pues porque todo lo que le pasa a la nena esa es triste, nena. Más triste que todas las películas de Merryl Streep juntas; se enamora de un tío que no le hace ni puñetero caso. Vamos que la ignora completamente.
-¿Tan fea es?
-¿Fea? –me quedé pensativa con aquel comentario de la Gigi-. Pues no lo sé, nena, porque esta tía no lo dice... ¡espera! Me voy a poner a pasear por el salón, como hace la rubia pija girl de CSI Miami, a ver si encuentro pistas sueltas... –y me puse a pasear-. Ese chico que ella idealiza, se viene a Madrid; nuestra heroína asesina, se entera de ese hecho por la hermana del chico; la nena ahorra y roba a sus padres para venirse a Madrid, y cuando llega, uno la lía para llevarla a una pensión, pero en realidad lo que quiere es tirársela... y ella lo tira por las escaleras de una boca de metro que está cerrada. El otro se abre la crisma y la palma. La otra se asusta y huye, pero se lo piensa y vuelve a por la maleta, que está tirada junto al fiambre... y llegamos al detalle más horrorosamente horroroso de la historia.
-¿CUÁL, DOLLY?
-Agapita es... ¡DE MURCIA!

Las dos compusimos una cara de terror, porque gracias al blog de Kill Pili, sabíamos de lo que eran capaces de hacer unas murcianas fuera de sus Iker Casillas; entonces sonó el móvil y contesté.

-¿Diga? –reconocí la voz al instante-. ¿BRUNO?

2 comentarios:

Naxo dijo...

Nena, no podías haber mirado en la pantallita del móvil quién te llamaba antes de descolgar? Así te evitabas parte del shock de escuchar a la petarda de Bruno (si es que pareces de Murcia... jajaja)
Por cierto, ¿qué hay en Murcia? Así en general, yo sólo recuerdo un río que olía a gato muerto.

PD: Me alegro de que haya vuelto la Gigi. Menos mal que los enfados no le duran mucho a la muy puta.

Besos! ;)

Frank Palacios dijo...

Lo que hay en Murcia es mucha Urban Legend, nena, ¡y nos deberían de pagar por la publicidad que le estamos haciendo, neeenaaa!