martes, octubre 02, 2007

~7~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Tras ser confundida con un urólogo (no preguntéis más), Roberta, la directora del centro, me presentó a los habitantes de la residencia, once abuelitos y uno más, que iba en plan rollito Hombre Invisible, pero el de la peli de Blanco y Negro, claro. Me presenté, aunque no sirvió de nada, y pedí un voluntario para comenzar con mis preguntas. Gigi, tan eficiente como una perra de caza inglesa, me ayudó en la selección.


Como los abuelos estaban tan cooperativos, como una concentración de medusas de las playas valencianas, decidí que para ganar tiempo (y no perderlo con entrevistas unipersonales), esperé a que desayunaran y los convoqué a todos en la sala de la TV. En realidad, se fueron todos sin decirles nada, porque acababa de empezar AR, y querían ver los resúmenes de Gran Hermano. Así que aproveché las circunstancias y fui tras ellos.

-Gigi, digo yo, que no estaría mal que como ayudante, consiguieras los nombres de los abuelitos MENOS, del que va en plan Hombre Invisible…
-¿Y eso por qué, tía?
-Pues porque es INVISIBLE, nena.
-Pero si no es invisible, tía. ¡Yo lo veo!
-Ya lo sé, Gigi, pero si él quiere creerlo, ¿para qué amargarle el día?
-También es verdad –y se quedó pensativa, cosa que siempre me da miedo-. Espero que cuando me haga mayor, no me den tonterías de esas, ¡como de creerme invisible!
-Tranquila, Gigi, no hace falta que te hagas mayor para que te den tonterías de esas, porque ya te dan.

Entramos en la sala de la TV, me coloqué en frente de ella, la apagué y me volví hacia los abuelitos; todos se me quedaron mirando, como si Dios hubiera dado al PAUSE de sus vidas.

-¿Qué coño está haciendo? –gritó al fin uno de ellos-. ¡Iban a poner las imágenes del jacuzzi!
-Don’t Panic. Es Gran Hermano, y repetirán esas imágenes del jacuzzi tantas veces como haga falta, hasta que se les desprendan las carnes de los huesos.
-¡Pero bueno! –protestó otro abuelito.

Yo chasqué los dedos y Gigi comenzó a pedirles el nombre a todos ellos (menos al Hombre Invisible), mientras a mí me poseía el espíritu de Patton (el general), y les soltaba un speech, que ríete tú de los speechs de Fidel Castro.

-Caballeros –comencé a decir, y a mandar de izquierda a derecha con las manos a la espalda-, en esta residencia, desde hace meses, y según algunos, desde hace años, vienen produciéndose extraños fenómenos inexplicables, que han llevado a más de uno y de una, al hoyo. No es para tomárselo a broma, porque sus vidas, dependen de la información que puedan darnos a Gigi y a mí, para resolver este caso, y así todos ustedes, consigan llegar con vida al Capítulo 35 –y dejé de andar de izquierda a derecha, porque comenzaba a marearme-. Espero que la información que tengan sobre dichos hechos, nos ayude a todos a resolver este enigma mortal –dije enfatizando esta parte final, porque me pareció súper importantísima.
-Disculpe –dijo uno de los abuelos.
-¿Sí?
-¿Es usted maricón?
-Y periodista vocacional –dije súper orgullosísima.
-PRO-ROK! –apostilló el culo de alguien.
-Ciertamente, nos encontramos en una situación de cagarse… de miedo, pero estamos aquí para descubrir qué provoca estos fenómenos paranormales… y detenerlos.

Uno de los abuelos levantó la manita, sin dejar de sonreír; Gigi me trajo el listado con sus nombres, y yo me quedé medio flipada.

-¿Cómo se les ocurrió a sus padres ponerles estos nombres? ¿Consultando la Wikipedia o qué? –miré hacia el abuelito con la mano levantada-. Disculpe, ¿usted es?
-Eustaquio –dijo con dificultad, porque la dentadura superior se le movía más que las bailarinas de Tata Golosa, así que deduje que no es que me sonriera, es que tenía puesta una dentadura postiza dos tallas mayor y sin pegamento-. ¿Cómo pretenden terminar con lo que hay aquí?
-Primero hemos de saber qué es lo que hay, Eustaquio, para saber como actuar. Ya sabe, como los doctores –y parece que ninguno me entendió, con lo bien que hablo y me expreso-. Quiero decir, que un médico no hace una operación a corazón abierto, y cuando van a implantar el marcapasos dice: “¡coño, pero si era una apendicitis lo que tenía este señor!”.

No me considero cómica, pero oye, que les entró tal ataque de risa a los abuelitos, que más de uno perdió los dientes de las risas.

-¿Pero qué puede hacer un urólogo, con lo que hay aquí? –protestó el abuelo que ya conocía del capítulo anterior, el tal Genaro que me había confundido con un urólogo.
-Para empezar no soy urólogo.
-Es maricón –apuntilló otro abuelito.
-Y periodista vocacional –cumplimentó Eustaquio.
-PROOOK! –exclamó el mismo culo de antes, y todos los abuelitos se volvieron para mirar a uno de ellos, muy poquita cosa y con cara de muy asustado.
-Para ya, Leonardo –le pidió uno de ellos.
-Gigi… abre alguna ventana antes de que terminemos como los extras de La Lista de Schindler –y Gigi fue a abrir las ventanas.
-Es que ayer nos pusieron fabes –se excusó Leonardo.
-No pasa nada, Leonalgas, digo, Leonardo, pero si quiere dar su opinión, intente que su trasero no se le adelante… -y volvieron a reírse hasta perder otra vez las dentaduras- ¡Coño! A ver si lo mío va a ser el Club de la Comedia y no los casos paranormales.

El hombre invisible levantó la mano, pero yo que soy muy lista, le ignoré y seguí a lo mío.

-Por lo que me han comentado… en esta residencia se pasea La Llorona –silencio sepulcral-. Y no hará falta decir que les creo, porque anoche mismo, cuando llegamos Gigi y una servidora, intentó atacarnos –tenía la atención de todos ellos.
-Pero no nos mató, porque nos encerramos en la enfermería y nos empastillamos.
-A ver, nena, que aquí la única que se empastilló fuiste tú, Gigi.
-Porque tú me distes las pastillas, Dolly.
-Porque estabas súper histérica diciendo tonterías, nena.
-Porque me entró muchísima “despresión”.
-PRO-ROK! –exclamó con sorpresa el culo de Leonardo.
-Leonardo, por favor, controle su esfínter, que esto es muy serio –y me puse en jarras-. Sí, nena, te pusiste más melancólica apostólica que los discos de Alejandro Sanz, y te tuve que sedar, nena.
-¡Eran pastillas, no sedantes!
-¡Pero eran de la FARMACIA, nena! Que tenían receta, coño.
-¿Les atacó La Llorona de verdad? –preguntó aterrado otro de los abuelos.
-Le atacó a ella, yo como estoy vacunada y todo eso, me limité a tranquilizarla con tranquilizantes.
-A Segismundo le ha intentado atacar varias veces –dijo el abuelo que estaba sentado al lado del otro, y Segismundo asintió.
-Es lo peor que me ha pasado en esta vida. Más que lo que pasé en la Guerra Civil.
-¿Y a que se sintió fatal? –le preguntó Gigi.
-Me sentí la persona más insignificante de este mundo –dijo Segismundo, con mirada ausente, voz baja y casi en un hilo de angustia.
-¿Ves, tía? –me lo echó en cara Gigi-. ¡No me lo estaba inventando!
-Que ya, nena, que te he visto en tu salsa, y lo de anoche era TODO improvisación.

Entonces uno de ellos se echó a llorar, y los demás, se levantaron con dificultad y se acercaron a él, dándole palabras de apoyo. Todos, menos el Hombre Invisible; Leonardo también se levantó, pero vino hacia nosotras, así que antes de que su culo anciano hablara otra vez por él, Gigi y yo nos tapamos las narices.

-Es Amador. Su mujer murió de forma muy rara hace unos meses. Antes de que murieran las enfermeras –nos dijo bajito, y su culo, guardó silencio.
-¿Su mujer fue la que murió en la taza del retrete? –preguntó Gigi.
-No seas bestia, nena –y miré a Leonardo-. ¿Su mujer la jiñó jiñando?
-No llegó ni a eso.

Y un pestilente olor se me coló por los tabiques nasales (porque me había destapado la nariz), y le iba a cantar las 40 a Leonardo y su culo, cuando aquel olor no me recordó a pedo de fabes del día anterior, sino a algo pestilentísimo que ya había olido antes. No, tampoco se trataba del cuarto oscuro del Leather. Aquello olía exactamente a…

-YEEEEEEEEEEEEEEEEEERRRRRRRGGGG!!!! –berreó alguien en alguna parte.

Era un grito sobrenatural. Algo que sólo podría brotar de la garganta de un ser humano, cuando se encuentra ante la misma muerte, o con la cara de Carmen Porter (la Alien 8 de Cuarto Milenio), con sus dientes desnivelados y tan separados, que se podrían insertar entre diente y diente el mango de un paraguas, o cuando descubres que Tasheta te ha plagiado el Blog, y gritas y vemos un plano de la Tierra desde el infinito espacio, con el grito en off.

Cogí a Gigi de la muñeca y eché a correr, pero me detuve al oír PRO-ROK!

-¡LEONARDO!

Por error, había arrastrado conmigo a Leonardo, así que le dejé en el pasillo, regresé a la sala de la TV, donde estaban todos aterrorizados, cogí a Gigi de la muñeca, y eché a correr por el pasillo con ella.

Uno de los enfermeros (que tenía un polvo y que no conocía de nada aunque sí su uniforme) se unió a nosotras, preguntando quién había gritado, y al llegar a la entrada principal, el cocinero (que tenía un repolvo) apareció desde la puerta de la cocina.

-¿Qué ha sido eso? –grité-pregunté, porque para eso era la protagonista y tenía que tomar la iniciativa.
-Ah sonado arriba –dijo el enfermero de día.
-No, creo que ha sido abajo, en las calderas –dijo el cocinero.
-¡No, porque no había eco! –apuntó Gigi.
-¡Es cierto! ¡¡¡Ha sido un grito sin eco!!! ¡Porque si no acabaría en ERG... ERG... ERG...!

Y los cuatro, que estábamos a la entrada de la residencia, miramos al exterior a través de las puertas de cristal, hacia el parking de la entrada, donde estaba el coche-oficina de Roberta… que en esta ocasión estaba ¡¡¡MUERTA!!!

Salimos al exterior a trompicones, porque nos dio el punto de salir todos a la vez por la misma puerta, cuando saltamos los pocos escalones de la entrada hacia el coche y allí estaba. Con el cuerpo retorcido en una postura imposible, con un pié emergiendo por la ventanilla del coche, el tacón del otro clavado en la tapicería del techo y la cara estampada entre el ángulo del parabrisas y el salpicadero, Roberta nos observaba con ojos desorbitados, mandíbula desencajada, y los pelos humeantes y despeinadísimos. ¡Parecía la causante de los apagones en Cataluña, la tía!

Aterrorizada, miré hacia los lados ¡y allí no había nadie! Y mira que hay un campo de visión de más de medio kilómetro a la redonda, pero ni rastro de quién había matado a Roberta…

Desde las ventanas del primer piso, los abuelos nos observaban, y entonces Gigi dijo:

-Tía, ¡Roberta no lleva bragas!

3 comentarios:

Frank Palacios dijo...

A todas las fans de este blog, siento el retraso en el nuevo capítulo, pero es que desde que me han quitado el Concorde, lo de desplazarse por el Mundo para una DIVA ¡¡¡es TERRIBLE, neeenaaasss!!!!

Naxo dijo...

No tienes perdón de Dios, haciéndonos esperar tanto. Seguro que alguna lectora muere de vieja antes del capítulo 35, nena!!!
El olor pestilente es el toto de Roberta? O es Tasheta?

Anónimo dijo...

Siempre he pensado que un geriatrico debería de ser el sitio donde más fenomenos paranormales hay, más que en un a iglésia o un cementerio. Si Gigi y Dolly quieren saber más deberían probar de poner un magnetofono (aun existen) para las psicofonias. Como salga algo te cagas de miedo pero al menos tendreis más señales.
Muasssss