jueves, octubre 11, 2007

~8~ 4ª Temporada

En el capítulo anterior…

Comencé con las primeras entrevistas a los abuelos de la residencia, mientras Gigi abría las ventanas para no morir del pestazo, gracias a los “cuescos” que se tiraba a diestro y siniestro Leonardo, hasta que un grito nos impactó a todos. Era un grito de “me voy a morir”, y en realidad así fue, porque pronto descubrimos el cadáver de Roberta la Muerta, en su coche oficina, en el mismo parking de la residencia.


-Debe oler cantidad, tía –dijo Gigi.
-¡Pero si la acaban de matar, nena!
-Ya, tía, pero como llevas una semana sin actualizar el Blog, tía, ¡debe oler cantidad!
-Ah, bueno, sí… -y me crucé de brazos, mientras pensaba cómo podían haberla matado en pleno día, mientras yo estaba con mi interrogatorio a los abuelos.

Como este blog cuenta la Vida de una Diva Desesperada (o sea, yo), no me voy a entretener con el “qué pasa cuando descubres un fiambre y todo el asilo se llena de guardia civiles, forenses, juez”… y somos acribilladas a preguntas, como si aquello fuera el 50X15 de ¿Quién mató a la Muerta?. Más que nada, porque me extendería varias páginas, y para eso está la Grisom y sus chicas del CSI, no yo. ¡Yo tenía que hacer cosas!

Fue un día del demonio. Los abuelos comieron a su hora. Gigi y yo no. Los abuelos vieron Sé lo que Hicisteis, y se rieron de lo lindo (porque les oímos). Gigi y yo no, porque no paramos de dar vueltas a la residencia, buscando pistas, después de que todo el gentío se fuera, y se llevaran el cadáver de Roberta, la directora del centro. Lo cierto es que se la llevó la grúa, porque como el coche también era una escena del crimen y todo eso, pues eso, que se llevaron a Roberta y a su coche oficina.

Entre pitos y flautas… eran las seis de la tarde, hacía frío, pese al sol del cielo despejado y las suelas de nuestros zapatos habían pisado de todo y no preguntéis, pero echaba cantidad de menos la limpieza de la ciudad, porque en el campo, por mucho que digan ¡hay mucha mierda en el suelo! Hasta Gigi encontró caquitas de algún conejo o liebre. Pero tranquilas, no se las metió en la boca por mucho que se parecieran a los “Maltesers”.

-Dolly, tía, tengo hambre y frío –dijo mirando al cielo y atrás, hacia la residencia, ya que andando, andando, habíamos llegado a la entrada del cementerio que lindaba con la residencia.
-¡Gigi! ¿A que no sabes lo que se me ha ocurrido?
-Si es hacer un tour para ver lápidas, no, tía.
-¿Desde cuando tienes telepatía, nena?
-Llevamos cuatro temporadas juntas, tía… -y dejó la respuesta en el aire, como Joan Baez, pero sin esos pelos (zoológico y caldo de cultivo para cualquier piojo que se precie) y sin esa cara de amargada que tienen todas las canta autoras mal peinadas.
-Hasta el momento, hemos creído que la residencia está enfantasmada, ¿cierto? –y Gigi asintió-. Pero a Roberta la han matado fuera, y a plena luz del día –y me dio un rollito de filósofa de fin de semana, aunque estábamos a jueves-. ¿Y si nuestro asesino, viene de otro sitio, coge de la residencia lo que necesita, y se vuelve a su lugar de origen? –y mientras decía esto, señalé hacia el cementerio, luego hacia la residencia y vuelta otra vez al cementerio.
-¿Cómo los zombies, tía?
-No, nena, los zombies salen de los cementerios, pero no vuelven, porque siempre están con mucha hambre y van en plan botellón. Paran donde hay que comer y luego siguen andando.
-Ah… entonces sería más, ¿cómo Drácula?
-Pues sí, sería más rollito Drácula.
-¡Ah… bueno, entonces está tirado! Sólo tendremos que buscar a un tipo con pelucón y bata roja… y luego gritar un poco, y echar a correr.
-No me digas que sólo has visto el Drácula de Coppola, nena.
-¿Es que hay más?
-¡Sígueme! –dije dándola por imposible y entré en el cementerio.
-¿Qué te siga? –gritó desde fuera.
-Sí, nena, que si no tendremos que hablar a gritos como los de Villa Arriba y Villa Abajo… -y seguí andando por el cementerio, con cuidado de no pisar nada raro, como una tumba o una muerta mal enterrada y todo eso.

Para ser un cementerio pequeño, era cantidad de mono y coqueto, dentro de las normas de monadas y coqueterías que podían HACER en los cementerios, claro. No es cuestión de compararlo con el Zara o el H&M; era un rectángulo perfecto, y las paredes que lo conformaban, hacían a la vez de “estanterías” llenas de nichos, en un 90% vacíos. El suelo era verde, y la hierba crecía como los pelos de Diana Ross, o sea, a su bola… y pese a que no había por allí ningún tipo de riego, la hierba estaba verde.

-Dolly, tía, esto es súper feo.
-Es un cementerio, nena, ¡no la Feria de Abril!
-¡Y parece un cementerio de enanos!

Y tenía razón, las distancias entre lápida y lápida eran demasiado cortas. Como bien sabemos todas, en España al difunto se le entierra en horizontal, y no en vertical, como en los EEUU, para que queman más en menos espacio, claro. Seguro que a la americana que se le ocurrió esa idea, era una clienta del IKEA.

-No eran enanos, nena, es que antes, la gente era más bajita.
-¡Porque eran enanos, tía!
-Que no, Gigi, que era porque la gente era más baja.
-Ah… o sea, que si dos maricas, dentro de –se detuvo a mirar una lápida-, dentro de cincuenta años, se pasean por el cementerio donde estemos enterradas…
-Nos llamarán enanas, nena, sí.
-¡Pues a mí que me incineren! Paso de que venga una puta cotilla a llamarme enana cuando esté muerta.
-¡NENA! Mira esto… -grité señalando una lápida, y Gigi, que estaba a varios metros, vino corriendo en zig-zag, haciendo cosas raras como Jack Nicholson en Mejor Imposible-. ¡Pero sin pisar las tumbas, neeenaaa!
-¡No estoy pisando las tumbas, tíaaa…! –chilló y se fue para abajo.

Pero para abajo del todo. Desapareció, como si la tierra se la hubiera tragado.

-¡GIGI! –y corrí hacia ella, o hacia donde había desaparecido, frenando en el mismísimo borde de la zanja, para no terminar como ella dentro de una fosa abierta, a la espera de un nuevo inquilino del cementerio-. ¡GIGI! –chillé al verla espanzurrada a dos metros bajo tierra- ¡NENA! ¿Estás bien?

Gigi tosió, escupió algo que se había comido, tierra supongo, una tierra de color rojo y casi arcillosa, y comenzó a levantarse.

-¡Tía! –tosió varias veces y se limpió la cara-. ¡Creo que me he comido algo!
-Has comido tierra, nena. Tranquila.
-¡Y una mierda! ¡Creo que me he comido algo! ¡Se está moviendo! -y se tocó la garganta.

Miré a los lados, en busca de una escalera o una rama para subirla, porque NI MUERTA iba a bajar a donde estaba, y no vi nada a la vista.

-Gigi, tranquila, que voy a pedir ayuda. No te muevas.
-¿¿¿BROMEAS??? ¡ESTOY EN UN NICHO, TÍA!
-Tranquila… que ahora vuelvo.
-¡No, tía! ¡Que aquí se mueve algo!
-Es tierra, Gigi. No te muevas que vuelvo enseguida.
-Que no, tía, que te digo que aquí se mueve ¡¡¡algo!!!

Me paré y miré el suelo arcilloso que pisaba Gigi, y allí no se movía nada.

-Son imaginaciones. No te dejes arrastrar por el pánico, ¿vale?
-¡Oye, que la que está en el hoyo soy yo, hija de la gran puta! Y si me da la gana de dejarme arrastrar por el Pan Rico, ¡me dejo!
-Gigi… inspira por la nariz y espira por la boca…

Y Gigi se puso a hacer ruidos raros con la garganta, como aquella vez que estábamos comiendo en un burguer, y yo pensé que estaba haciendo una gracia, y resulta que la tía se estaba ahogando viva, porque el jodido pepinillo de la hamburguesa se le había enrollado en no sé donde de la garganta, y casi se me muere en medio de la comida.

-Nena, me estás asustando. Deja de hacer eso, ¿quieres?

Pero Gigi, no me hacía caso. Agitaba las manos como si fuera a salir volando de allí como en los dibujos animados, haciendo ruidos rarísimos con la garganta, mientras se le ponía la piel de color ciruela, y ahí sí que me asusté.

-¡GIGI!

Indecisa de saltar abajo con ella para auxiliarla (pero entonces seríamos dos marikas atrapadas en un hoyo), o tirarme al suelo para agarrarla por cualquier parte y subirla (con lo cual me pondría perdida de hierbajos y tierra, y todas sabemos lo que cuesta sacar una mancha de hierba de la ropa), decidí sacrificar mi vestuario, tirarme al suelo e intenté cogerla; al principio y en cuanto me vio, intentó agarrarse de mí y yo de ella, y cada vez estaba más de color violeta, y por mucho que Gigi saltara, no conseguía cogerla de la mano y subirla, hasta que me dio un buen susto al desplomarse de rodillas y toser muy, pero que muy fuerte, dándose un puñetazo en el esternón y una cosa salió disparada de su boca.

-¡Ay! –dijo sin aliento, con lágrimas en los ojos y volviendo a recuperar el color de la cara-. ¡Casi me ahogo, tía!

Lo que había escupido Gigi era de un amarillo tan brillante, que de inmediato las dos nos fijamos en aquel diminuto objeto.

-¿Nena, qué coño es eso que has escupido?
-Ay, tía, casi no lo cuento –y comenzó a ponerse en pié, cuando el suelo de barro se agrietó y se hundió lanzando un grito largo y con mucho eco.
-¡¡¡GIGI!!! –grité viendo el agujero oscuro por el que había desaparecido Gigi, y después el diminuto objeto amarillo que parecía brillar… ¡o moverse! ¡¡¡SE ESTABA MOVIENDO!!! Volví a mirar hacia el agujero y llamé a Gigi-. ¡¡¡GIGI!!! –y miré nuevamente aquella cosita amarilla, que reptaba en círculos como si quisiera enterrarse en la tierra-. ¡¡¡GIGI!!!
-¡¡¡TÍA!!! –la oí gritar pasados unos eternos segundos, y sentí un tremendo alivio al oír su voz.
-¡¡¡GIGI!!! ¿Estás bien?
-¡Claro que no, tía! –chilló con algo de eco-. ¡Estoy en unas caca-cumbas!
-¡Dirás catacumbas, nena!
-¡No, tía! ¡Esto está lleno de CACAS!

2 comentarios:

Naxo dijo...

Tía, en la anterior temporada os gomitaban toas encima, en esta os metéis en unos túneles llenos de mierda... Qué ajco, de verdad. Es que no se puede leer este blog recién cenada!
Ea, a ver cómo salís de esta, hijasdelagranputa!

Anónimo dijo...

heeeeeey

soy la heterosexuala fan de björk... o sea, no fan de björk, sino la qu ete mandó ese extraño e-mail habladno del fan de björk...<-qué? me estoy liando!! XD

bueno, es la prierma vez que psoteo, proque hoy finalemten me he leído todos los capítulos que me quedaban por trasegar, así que ahroa estoy al día... de neuvo felicidades!!