domingo, mayo 20, 2007

~35~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Tras robarle la bicicleta a una niñaka cabrona, que no veía desde la Primera Temporada de Desperate Housegays, hice el tramo en bici casi desde la entrada del Parque del Retiro, hasta la estatua del ángel caído, en la que estaba Amanda, corriendo como una loca, porque estaba poseída por el espíritu de Agapita González, en medio del tormentón del siglo, entre truenos y relámpagos; por un momento volvió a ser Amanda, pero sólo por un momento, porque Agapita González volvió del infierno ¡¡¡PARA MATARME, NEEENAAASSS!!!



Los ojos rojos de Amanda y aquella sonrisa, no prometían nada bueno, sobre todo para mi integridad física, cuando me agarró del gaznate con una mano y comenzó a apretar. ¡Me estaba ahogando! ¡A MÍ! ¿Os lo podéis creer? Podía morir de una pulmonía con la lluvia que arreciaba, o partida en dos por cualquiera de los numerosos rayos que estaban cayendo en la fuente de la estatua del ángel caído, pero no, nenas: iba a morir asfixiada, y me iba a quedar sin poder decir mi última palabra, ¡como lo hubiera hecho Roseane! ¡K JEBY!

Abrí la boca para intentar gritar, y como si me estuviera viendo en un espejo, la cara terrorífica de Amanda, compuso un gesto de asco y también abrió la boca, levantando las cejas hasta donde le nacía el pelo de la frente… y yo grité, o lo intenté, porque con las vías respiratorias cortadas, como que es súper jodido gritar… cuando vi aquella cosa que era como…

UNA MIERRRDA (sí, nenas era asquerosísimo de verdad), una mierda de color gris petróleo, vaporoso pero consistente, porque no era transparente para nada, comenzó a salirle de su boca, en dirección a la mía. ¡Un tentáculo ectoplásmico! (que dirían las descerebradas de Milenio 3), le estaba saliendo de la boca, ¡con intenciones de meterse en la MÍA!

Cerré el pico de inmediato y con una mano me tapé la nariz, ¡no sea que aquella mierda también se pudiera esnifar! Pero a los pocos segundos, descubrí que COÑO, ¡¡¡me estaba ahogando yo solita!!!, sin la ayuda de la zarpa de Amanda que me cerraba el gaznate… y hasta pensé que, si aquella cosa se metía por los orificios del cuerpo, ¡a mí aún me quedaban tres! Las dos orejas (para las que ya no tenía manos) y el… ¡POMPIS!

Sin pensármelo dos veces, y porque me estaba poniendo morada a causa de la asfixia, cogí aquel tentáculo viscoso con ambas manos y tiré de él hacia abajo con todas mis fuerzas… momento que, al no tenerlo delante de mi cara, utilicé para llenarme los pulmones de aire que estaba cargadísimo de ozono y humedad, debido a la tormenta eléctrica.

Amanda se crispó hacia atrás, berreó como si le desgarraran las entrañas y me salpicó un pestilente aliento a huevos podridos y pescado más podrido aún, que harían vomitarse al mismísimo Torrente, de lo asquerosamente asqueroso que olía aquello.

-¡SOCORRO! –conseguí articular, gritando a pleno pulmón, mientras esa cosa se agitaba entre mis manos como una pitón, y me esposaba las muñecas, los antebrazos y llegó incluso hasta los codos, cuando Amanda, en una arcada final, gomitó esa cosa contra el suelo, dejó de cogerme por el cuello y se fue hacia atrás, terminando espatarrada de espaldas en el suelo de cemento, dentro de un charco de agua.

La cola de esa “serpiente ectoplásmica”, que supuse era el espíritu de Agapita González, y no lo supuse porque me llegara la inspiración y dijera “¡Anda! ¡Seguro que esta cosa es el espíritu de Agapita González!”, no, nenas, sino que lo supuse porque yo sé qué pinta tiene una serpiente, y también sé lo que es un ectoplasma gracias a los Caza Fantasmas, agarré aquella cosa con toda la fuerza que me imprimió el terror de la situación, jurándome a mi misma (y por las bragas de Dolly Parton tras un rodeo) que no se me escaparía de las manos.

Y entonces ocurrió algo extrañísimo. ¿Conocéis ese rollo que te cuentan de los que casi se mueren, que dicen que ver su vida pasar como a toda velocidad y después ven un túnel de luz y van hacia la luz, hasta que alguien desde el más allá les dice: “no es tu hora, nena, vuelve en otro momento”? Pues no se parecía a nada de eso, nenas… porque lo que ocurrió, es que sufrí como “sensaciones visuales”… y mucha pero muchísima rabia. La rabia que albergaba el espíritu maldito y eternamente condenado de Agapita González.

A través de sus ojos, sentí la profunda admiración que sintió por Manolo, desde el primer momento que su hermana Jessica lo llevó a cenar a casa, y descubrí también, quizá porque ella fuera la hermana pequeña, o porque Manolo se dejaba querer, que entre ellos surgió algo, y ese algo, lo sintió Agapita como amor… luego lo que sentí ya no tuvo gracia, porque fue muy doloroso…

Jessica se fue a Madrid a trabajar en el hospital, y Agapita sufrió muchísimo por su marcha, al pensar que Manolo también se iría tras ella, pero Manolo la quería, nenas, y prometió estar a su lado siempre… ahora ella era su hermanita pequeña, y en esos meses que ambos vivieron en Murcia, Agapita… lo pude saber, porque a la vez que lo sentía, podía ser una espectadora exterior de esta tragedia, Agapita confundió ese afecto, por el amor… y cuando Manolo se fue de Murcia al salirle una plaza en el parque de bomberos, la traición y el dolor partieron el corazón de Agapita de manera tan profunda, que esa herida jamás se cerró, y se fue extendiendo y pudriéndola en su interior…

Ese dolor, también se me pegó a mí, nenas, porque estaba sintiendo lo que ella sintió… pero yo que tengo más edad y muchísimo más background que Agapita, supe diferenciar entre un amor platónico y un amor, para toda la vida, y lo suyo con Manolo, sólo fue un amor platónico, que jamás fue correspondido por la otra parte, entre otras cosas, porque Manolo, tampoco tenía muy claro qué era lo que le gustaba, y ahí fue, donde descubrió que Manolo, además de estar saliendo con su hermana… ¡salía con hombres! Entonces su corazón se secó y endureció como una piedra volcánica, llenándose de oquedades vacías y formas punzantes, capaces de hacer daño a los demás…

Ahí fue, cuando realmente comenzó la verdadera maldición de Agapita González. El resto… ya lo conocéis durante todos los capítulos de esta Tercera Temporada de Desperate Housegays.

Un rayo cayó a dos metros de nosotras, y digo nosotras, porque yo aún seguía con el alma de Agapita entre las manos, y el sonido del trueno, además de dejarme sorda, proyectó una onda que me lanzó hacia atrás…

Por un momento creí que el dolor me impediría moverme, porque caí de espaldas, escoñándome los codos en la caída, pero no sé como, conseguí levantarme y quedar sentada, mirando al frente, intentando entender lo que estaba viendo.

Muchos rayos, pero sin pasarse, caían en vertical sobre la fuente circular que sirve de base a la estatua del ángel caído, electrificando el agua hasta convertirla en una especie de gigantesca luciérnaga que proyectaba hacia arriba su luz, y dotaba a la estatua de un anillo cilíndrico que superaba varios metros la altura de la estatua… y del interior de la fuente salía un cuerpo de dos metros, alto y delgado, que al igual que lo haría una serpiente pitón engullía lentamente algo que había en el suelo, cerca de la fuente.

Retrocedí lo que pude, e intenté localizar el cuerpo de Amanda, que no vi hasta la siguiente descarga de rayos y corrí hacia ella, mientras que al pié de la fuente, la enorme serpiente engullía con una lentitud tremenda, el alma de Agapita González.

Conseguí alejarme lo bastante (cargando el cuerpo de Amanda, que pesaba lo suyo), hasta un grupo de árboles, y desde allí, y sin quitar ojo de la secuencia terrorífica que estaba ocurriendo, localicé a la serpiente, reptando y con la cabeza bien alta, dando un rodeo a la fuente, como si buscara algo, antes de zambullirse otra vez dentro del agua, y reptar por el cuerpo de la estatua del ángel caído, hasta quedar como siempre había estado, atándole por la cintura, la mano y los pies... y se detuvo.

Los rayos fueron cesando, y perdiendo su puntería. Uno de ellos impactó en un árbol y lo fulminó, partiéndolo casi por la base, pero sin producir llamas. Un hachazo de Dior, supongo; volví a mirar hacia la estatua del ángel caído, y la gigantesca serpiente volvía a ser de piedra, enroscada donde siempre había estado enrosacada al cuerpo del ángel caído, esclavizándole para toda la eternidad al Infierno… al igual que había ocurrido con Agapita González.

Por fin, su alma descansaría eternamente, en el Infierno.

La lluvia comenzó a bajar de intensidad y poco a poco, la oscuridad que envolvió misteriosamente el Parque del Retiro en cuanto Amanda, poseída por Agapita puso un pié en él, fue desapareciendo… los árboles comenzaron a adoptar un tono gris, luego con algo más de color… y en menos de cinco minutos, el cielo se había despejado completamente de nubes y el sol brillaba, como lo había estado haciendo durante esa mañana.

Al principio me sentí medio sorda, con tanto trueno y la lluvia repiqueteando como había caído, hasta que volví a tener noción de la ciudad… alarmas de coches que se habían disparado con la tormenta eléctrica, claxons sonando, en lo que supuse sería un atascazo del copón, sirenas de policías y bomberos, y allí estaba yo. Calada hasta los huesos, con la guiri de Amanda, aún con su uniforme de enfermera, frita, o por lo menos, inconsciente… y como supuse ocurriría, porque OCURRE en todas las películas de este género, sin acordarse de nada de lo que había pasado.

Como mi salida del Parque del Retiro, no fue todo lo COOL que hubiera querido, intentaré resumirla en unas pocas líneas…

Intenté despertar a Amanda, pero ella estaba como gilipollas perdida, como lo estaría un inglés tras 3 días de Sanfermines (quiero decir, como una borracha balbuceante), me la cargué a la espalda y busqué una salida del parque por todo el Paseo del Duque, hasta salir por la Puerta del Ángel Caído y comencé a andar por la calle de Alfonso XII hacia la entrada principal del parque, hasta que me cansé de cargar a Amanda, la dejé como pude en la acera y me senté a su lado, para recobrar el aliento.

Hay que joderse, con la cantidad de tías a las que le va el rollito de la anorexia, y a mi me toca cargar con la única que no hace dieta en todo el Universo…

Intenté distraerme, mirando todo el caos que había en la calle, y la gente hablando a voces, corriendo por las aceras, hasta que aparecieron dos chicos, monísimos con trajes de enfermeros, que me preguntaron que si estábamos bien, y yo le dije que la Amanda no, que le había dado un… ¡algo!, y se había quedado así como drogada.

Y es que no pensaba resumirle estos 35 capítulos de La Tercera Temporada de Desperate Housegays a dos enfermeros, nenas… ¡Over my dead body!

Cogieron en volandas a Amanda, y se la llevaron. A mi también se me querían llevar, pero les dije que ya había tenido suficiente ambulancia por esta Temporada, para meterme en otra y terminar viajando en una camilla sin frenos ni volante, contra la Cibeles. Les di las gracias, me levanté y seguí andando como pude, hacia la entrada principal del Parque del Retiro.

Intenté llamar a Gigi por el móvil, pero por culpa de la tormenta eléctrica, no funcionaba. Ni el mío, ni el de mucha gente que vi por la acera y que intentaba llamar a sus familiares, para contar lo que habían vivido.

Y como estaba tan hecha polvo, y además tenía algo de electricidad estática (porque me fui a apoyar contra un semáforo y casi no lo cuento del zambombazo que me dio), me dije: “Dolly, ¿dónde vas a estar mejor que en casa? ¡Pues en casa!”

Y me fui andando para casa.




...




Pero vamos a ver, hijasdelagranputa: ¿creéis que después de todo lo que he pasado, voy a finalizar esta Temporada así?

Pues no, nenas, porque pasó algo más de camino a casa…

Yo andaba como medio zombie, 1º porque estaba con el cuerpo más molido como una masa de pizza, y 2º, porque iba calada de agua, así que por si las moscas, me quité el móvil y el ZEN del bolsillo interior de la cazadora de súper puta, no sea que me los cargara con la humedad, y los llevé en las manos durante largo rato, sin importarme un pimiento si pasaba alguien a la carrera y me los robaba. ¡Como que estaba yo para correr tras de alguien!

Así que seguí andando hasta el edificio de correos, viendo de soslayo, y como si la cosa no fuera conmigo, todos los destrozos que había provocado la tormenta… sobre todo, destrozos de coches que se habían chocado entre sí, y grupos de policías que intentaban calmar la situación entre los conductores alterados, hasta que alguien me llamó.

-¿Dolly?

Busqué a los lados y una mano me tocó el hombro para indicarme donde estaba y me volví. Mira que hay gente en Madrid, y voy y tengo delante a la última persona en este mundo que esperaba encontrarme.

-¿Estás bien? –me preguntó Bruno, mirándome de arriba abajo.
-Ay, nene, estoy como si acabara de salir de un SPA… me duele todo el cuerpo, hasta esas partes donde se supone que no me debería doler, van y me duelen, y tanto el móvil y el ZEN no me funcionan. Seguro que Gigi estará como una loca intentando llamarme.

Hubo un incómodo silencio y me sonrió, mirando a nuestro alrededor.

-Todo esto… supongo que tú, no tendrás nada que ver…
-¡Bueno, ya! –dije algo cabreada-. A ver, ¡siempre que pasa algo en Madrid, o es culpa del PP o de Dolly Partos! ¿No?
-Alguien denunció una camilla de ambulancia sin control, conducida por alguien que vestía como tú…
-¡Pues claro que no tenía control, nene! Por no tener, ¡no tenía ni un jodido volante!

Y sin venir a cuento, va y me abraza, cosa que me encantó, pero aterida de frío y agua como estaba, a mis músculos le costaron sentir la presión de sus brazos y volví a oler ese afther shave que utiliza Bruno, y que me pone cantidad, pese a que no pertenezca a ninguna de las marcas conocidas por las Divas.

-Nene, ¿Qué haces? –pregunté medio cateta, al ver por sobre su hombro, cómo su compañero nos miraba con perplejidad.
-Creo… -comenzó a decirme bajito, cerca de la oreja-, que empezar a disculparme.
-¿Ah, sí? Ah, vale, un abrazo de oso no está mal… para empezar.
-Si quieres lo dejo.
-Ay, no, que ahora empiezo a entrar en calor… y me importa un pito que estemos en medio de la calle, con toda esa gente mirándonos…
-A mí también me importa un bledo.

Me apretó con más fuerza contra él, como dos amigos que vuelven a encontrarse pasados 35 Capítulos, porque desde La Segunda Temporada de Desperate Housegays no lo hacía, y luego me miró a los ojos.

-No sé si podré hacerlo… con toda esta situación que “has montado”, pero… si me lo pides tú, te acompaño a casa.
-Mejor que no, eres policía y tienes que ayudar a todos esos ciudadanos que no saben qué ha ocurrido durante esta hora, pero te avanzo, que el chocho gordo ha sido dentro del Parque del Retiro, en la estatua del ángel caído…
-Es bueno saberlo –dijo separándose-. ¿Estarás más tarde en casa?
-¿Dónde si no? Creo que me perezco un descanso, pero… y sólo si quieres y te apetece, que sepas que la puerta de casa siempre la tendrás abierta.

Él no respondió, sólo sonrió y volvió junto a su compañero cuando le llamaron.

-¿Te veo más tarde…? –me preguntó en voz alta.
-¡Cuando quieras! –dije con los ojos llenos de lágrimas.

Me quedé unos segundos de pié, en medio del paso de peatones, en medio de un atascazo monumental en la castellana, y le vi subirse al coche de policía y poner rumbo hacia el Parque del Retiro, conduciendo con las sirenas puestas y esquivando el atasco.

Me limpié las lágrimas, y seguí andando hacia casa, con una idea que me hizo entrar en calor inmediatamente. Por fin, alguien se preocupaba por mí; intenté encender el ZEN para ponerme un tema súper COOL que equiparara mi estado anímico de felicidad y de marika que quería creer que volvía a tener novio en este mundo, o que en el peor de los casos, que había recuperado una amistad muy querida que había perdido... ¡y el jodido ZEN no se encendió ni patrás!

-¡VAYA MIERDA! –dije súper indignadísima.

Y ahora sí, nenas...




~FIN~

1 comentario:

Frank Palacios dijo...

Bien, nenas...

Tras 35 capítulos, por fin termina La Tercera Temporada de Desperate Housegays...

El Diario Secreto de Agapita González

Pero... y como viene siendo habitual, aún queda el Epílogo-Go!... y eso será el próximo Martes 22

¿Y te lo vas a perder?