lunes, febrero 13, 2006

~14~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Conocí a Justo, que estaba follable, pero que era el amigo de mi archienemiga en el Valle Takami: La Rata Gustavo; luego me sentí observada y perseguida, pero resultó ser la Gigi, que me venía a contar cosas, pero yo le conté más cosas y más jebys, que nos hicieron chillar hasta espantar a un pájaro taciturno, por turnos.

Alguien dijo una vez algo, que era así, como súper profundo, pero que ahora mismo no lo recuerdo. Pero creedme, era muy, pero que muy profundo. Y algo similar, fue lo que nos ocurrió aquella tarde-noche en el Valle Takami. De verdad, nena, que me fastidia horrores no recordar esa frase tan cool, pero os contaré otra que también es cool y se adapta a eso tan profundo que estáis a punto de leer en este capítulo 14.

”La victoria nace con muchas madres, y la derrota… huérfana”, como Gigi, por poner un ejemplo. Sí nenas, cuando crees que la vida ya no tiene más recursos para sorprenderte, va y lo hace ¡¡¡y de qué forma!!!

-¿Entonces qué propones que hagamos, tía? ¿Largarnos? –preguntó Gigi.
-¡Y una mierda, nena!
-¡Pero en el lago hay un BISHO!
-Yo no me largo, ni aunque me salga el bicho y toda su familia de bichos. Este es mí regalo, y lo voy a disfrutar.
-Pero Dolly, tía, ¡¡¡recuerda lo que le ocurrió a La Streisand!!!

Gigi no se refería a mi querida Barbra Streisand, claro está, sino a una conocida nuestra de la que ya ni recuerdo el nombre, a la que le pasó algo súper trágico… Después de eso (tan súper trágico) fue conocida por el mote de La Judía; pero a nosotras que nos dio pena, la llamamos La Streisand, para hacer de su desgracia algo más llevadero, cool y menos ofensivo para el pueblo judío, desde luego, porque como ya digo, la Streisand era una conocida, no era amiga nuestra ni nos habíamos tomado unos fesisuis juntas… ni nada de Nothing Hill.

-¡Esto no tiene nada que ver con La Streisand, Gigi!
-Sí que tiene que ver.
-¡Que te digo que no, nena!
-Sí, Dolly. Recuerda, que La Streisand se empeñó en entrar en aquellos vaqueros, que no eran de su talla, y al subirse la bragueta, ¡¡¡SE LLEVO EL PREPUCIO, TÍA!!!

¿Entendéis ahora por qué la llamaban “La Judía”?

-¡¡¡AAAAGGGGGG!!! –chillamos las dos requeteasqueadas, al imaginarnos la escenita en los probadores del Benetton de Callao, y un pedazo de prepucio pegado contra el espejo de los probadores.
-Gigi, lo que le pasó a La Streisand no se debió a su obstinación por querer entrar en aquellos vaqueros, sino: ¡¡¡porque era una cochina que no se ponía calzoncillos!!!
-Pero acabó desprepuciada in situ, y yo no quiero terminar igual.
-Tú llevas calzoncillos de los largos. ¡Imposible que te pase eso!
-¡Pero soy muy impresionista con esas cosas, Dolly!
-Gigi, tranquilízate, ¿quieres? Lo que quiero decir, es que en esta historia tenemos que estar con los ojos bien abiertos ante lo que pase, y sobre todo, actuar. Tenemos que tomar un roll de activas.
-¡Pero yo soy versátil!
-¡GIGI! –le chillé porque me estaba sacando de mis Iker Casillas-. No me refería a eso… aunque tú ya te puedes dar por follada, wappa.
-¡Anda que no te jode!
-Un horror, nena, porque este es mi blog, y deberían pasarme a mí esas cosas; pero me refiero a que debemos hacer algo, y no estar aborregadas como el resto de los que están aquí, que les montas una hoguera y se ponen a cantar y a comer carne asada.
-Pues a mí me gustan esas cosas, las hogueras, las canciones y la carne asada.
-Y a mí, nena, pero lo prioritario es… investigar qué está ocurriendo aquí. A eso me refería al decir activas, Gigi.
-Ah… -dijo, y dejé que su cerebrito asimilara la información.
-¿Entendido?
-Sí, tía, que no soy tonta… pero de todas formas… aunque vayamos de activas, si surge rollo, podemos follar y ser también un poco pasivas, ¿no?
-Mira, nena, puedes ser pasiva, activa o con bífidus. ¡Lo que te salga del chirli! Pero tú a mi lado.
-¡Anda la cabrona! ¡Para que cuando salga el bisho se nos coma a las dos!
-No lo creo, se asustará con tu camisa lolailo y echará a correr.
-Pero yo he follado, y tú no.
-¡Serás hijadelagranputa…!

Ring, rin, ring, ring, rin, ring, ring … ¡BANANA PHONE! Pupú-pitú-pupú

-¡¡¡MI MÓVIL!!! –chillé al reconocer el DollyTono de mi móvil, y me puse a cachearme viva a lo policía de Los Angeles de Charlie, porque no sabía en cual de los bolsillos lo había guardado-. ¡Mierda! –dije al sacar el ZEN-. Sujétamelo, Gigi –y me seguí cacheando por la tetilla izquierda, que era donde sentía las vibraciones. Lo encontré y vi el nombre “BRUNO chulazo”, y casi me da una erección allí mismo al descolgar-. ¡BRUNO! -chillé ultraemocionada.
-¿Dolly?
-¡Sí cariño, soy yooo! La que sigue aquí –y me limpié unas lagrimillas, que brotaron así, espontáneamente, de la felicidad que me había rebosado-. ¡Bruno, nene, esto es el Infierno! ¡Y la Gigi no siente las piernas porque se la han follado!
-¿De qué me estás hablando? ¡Llevo medio día intentando hablar contigo! ¿Se puede saber dónde estáis?
-¡¡¡En el Hell, cariño!!! ¡¡¡EN EL HELL!!! Este sitio, aunque es de un cool que atraganta, no tienen teléfonos ni cobertura de móviles, y hay un fantasma que nos ha salido a todos, y a la Gigi se la ha follado un segurata… y una vieja tarada me ha meado encima, y después dice que hay un bicho en el lago que saldrá esta noche, y que se nos va a comer el coño a todas!!!

Sí, nenas, me desahogué con Bruno como nunca. Con gestos, le dije a Gigi que se pusiera el Zen y que se largara, pero que se quedara a la vista; parecía que el merendero, que era donde estábamos ahora, era el único sitio del Valle Takami donde funcionaban los móviles, pero ¡claro! El jodido merendero estaba a tomar por culo de las cabañas y del lobby del complejo. Vamos, que te podían matar de camino al merendero, si te daba el punto de hacer una llamada de S.O.S.

Bruno, como buen proyecto de futuro novio, consiguió tranquilizarme y hacerme ver el lado menos oscuro, del Lado Oscuro en el que me encontraba. Y también lloré, pero sólo un poquito, porque le echaba muchísimo de menos, y porque además tanta niebla ya me tenía frita, y porque me apetecía horrores echar un polvo con Bruno… y en fins, nenas, que rajamos y rajamos más de media hora… y Bruno consiguió tranquilizarme, diciéndome cosas como: “ésta noche te voy a extrañar en la cama…” y otras muchas cochinadas que me prometió hacerme, cuando volviera a casa.

Como yo estaba ya con mi roll de Activa en ON, y ahora tras hablar con Bruno, que me quiere más que yo a Dolly Parton, concretamos tres horas al día, donde nos llamaríamos (claro que yo tendría que echarme una carrerita hasta el merendero), y así podríamos estar en contacto con el mundo exterior. Pero lo mejor de todo aquello, lo dejó para el final.

-… además quería darte una buena noticia –dijo Bruno-, antes de que la veas por la tele, o lo leas en los periódicos.
-Pues como no me traiga el periódico la lechuza de Harry Potter, me da a mí que va a ser un imposible.
-Han detenido a “La Space”.
-¡Qué me estás contando! –hice gestos para atraer la atención de Gigi-. ¡Gigi, ven! ¡Quítate los cascos! ¡Ven, vamos!
-¿Y dónde han detenido a esa hijadelagranputa?
-¿Qué pasa? –preguntó Gigi.
-¡Que han detenido a la Space, nena!
-¡QUÉ JEBY! –chilló, recordándo todo lo que le había hecho la Space.

Para todas las que no sepáis quién es la Space, tenéis que leeros la Primera Temporada de Desperate Housegays, neeenaaas, porque no pienso volver a contar lo que pasé en ella.

-¿Y cómo fue? –le pregunté a Bruno, y despegué un poco el móvil de la oreja para que Gigi también pudiera oírlo.
-… ha sido en Portugal.
-¿En Portugal? ¡Qué sitio más feo para huir! ¿No?
-En Portugal está todo quemado –dijo Gigi.
-Mañana lo trasladan a Madrid. Le han detenido a él, y a dos hombres más. Dos alemanes.
-¡QUÉ JEBY! –chillamos las dos.
-¿Y el viejo? ¿Le han detenido? ¡Porque ese quería arrancarme los ojos!
-No Dolly, pero tenemos que esperar a los interrogatorios. Mañana domingo vamos a tener un día muy ajetreado aquí. Ya estamos llamando a los chicos y a las chicas que fueron secuestrados, para una rueda de reconocimiento a La Space.
-¡BIEN! –chillé feliz y recordé algo-. Irá también la Sayuri, ¿no?
-Claro, Dolly –dijo Bruno.

Entonces, me dio pánico preguntar algo, que posiblemente tú estés pensando ahora mismo, porque mi Bruno, antes era el Bruno de la Sayuri, pero como yo soy más cool y más buena persona, y la Sayuri se había vuelto hétera por lo que ocurrió en la Primera Temporada de Desperate Housegays, lo dejaron, y entonces Bruno y yo nos liamos, y bueno, ¡¡¡que te leas la anterior aventura y punto, neeenaaa…!!!

-¿Cómo está? –pregunté, porque es que lo mío tiene delito.
-Bien, a parte de estar muy cabreado contigo y conmigo. Aunque creo que está más cabreado conmigo... Al incorporarse a su puesto, y todo eso de volver a verle en la comisaría... es un poco… tenso.

Aquellas palabras, quieras o no, me tranquilizaron.

-No puedes imaginar cuanto te quiero –le dije.
-No creo que sea tanto como yo a ti –dijo él.
-Tías, ¡qué bonito es el amor! –dijo Gigi jodiéndolo todo.
-Gigi, ¡joder!

Tras tranquilizarme con la llamada, y verlo todo con otros ojos, quedé con Bruno para llamarle a las once de la noche, antes de que Gigi y yo nos fuéramos al lago, a ver al bicho famoso y todo eso; Gigi no estaba muy convencida de ir, pero como ya estábamos con el rol de Activas en ON, le moló cantidad eso de ir de megamachas, a lo Sonia y Selena y tal, en busca de aventuras a lo Indiana Jones.

Pese a que pienses que éramos dos marikas súper insensatas por hacer lo que íbamos a hacer, he de alegar en mi defensa, que una será marika, pero muy lista, porque mandé a la Gigi a hablar con su amigo el segurata, para que cuando hicieran la ronda, supieran que íbamos a estar en el lago, y que si por un CASUAL, oían berrear a dos marikas alteradas, que sacaran los tanques y los helicópteros para rescatarnos.

Regresamos a la cabaña, y disfrutamos del confort de las instalaciones, porque ¡coño! ¡¡¡Menudo sábado más largo habíamos tenido las dos, en el jodido Valle Takami, neeenaaas!!!

A eso de las nueve de la noche, la niebla había despejado mucho, y se veía un cielo precioso llenito de estrellas, como las de las pelis de Pixar, en varias tonalidades de azul y lila, y hasta Gigi vio una estrella fugaz, cerró los ojos y pidió un deseo.

-¡Que no nos coma el bisho!
-Ya la has cagado, neeenaa, ¡lo has dicho!
-Claro, tía, ¿cómo voy a pedir un deseo si no lo digo?
-Pero lo tienes que decir mentalmente, nena, ¡como las telépatas!
-¡Bueno, pues lo haré la próxima vez!
-Eso, a dejarte los ojos en el cielo, a ver si te estampas contra un árbol… pero que sepas, que como nos coma el bicho, será toda, todita culpa tuya, Gigi.

Soportamos al grupo folklórico un ratito, más bien un ratito muy cortito, porque eran insoportables; canciones de alguien que se iba del pueblo y volvía para casarse, u otra un poco más alegre, que trataba sobre un idiota que era feliz al ver cómo las semillitas germinaban y el trigo era dorado. ¡Nada que ver con los Premios Nobel que le podrían dar a Dolly Parton por sus canciones Country! ¡Esas sí que son canciones country, no las que cantaban esas cuatro mamarrachas que nos endosaron! ¡¡¡Y encima una de ellas iba ARMADA con una acordeón!!!

Claro que no lo disfrutamos nada, porque tanto Gigi como yo, nos abrimos cagando leches cuando la madre del niñopiñata, Gloria, aunque a ella sus amigas la llamaban “Meri”, y que habíamos rebautizado con el nombre de pila de Meri Cochambre, porque vestía peor que un desfile de Agatha Ruiz de la Prada versión chafardera… pidió al grupo folkórico el tema de “Los Pajaritos”, porque Yeyo (el niñopiñata, para que nos entendamos), la sabía bailar de principio a fin; así que nos piramos, dejando a Meri Cochambre con las Hermas Calambre (Pepa y Rosa… y sus voltios), a ver si el grupo se arrancaba con el tema de María Jesús y su acordeón.

De camino a nuestra cabaña, para coger las mochilas y alguna manta para pasar la noche cerca del lago, Gigi, en uno de esos momentos de lucidez, inspiración o manifestación Divina que le dan a ella, muy de cuando en cuando... dijo:

-Tía, ¿te has fijado? –dijo mirando al cielo.
-Si ves otra estrella fugaz, no pidas el deseo en voz alta, Gigi.
-No, tía, no es eso. ¡No hay luna! Por eso brillan tanto las estrellas.
-Sí que hay luna, lo que pasa es que la sombra de la tierra la tapa, y no se ve.
-¡Mira a la Punset! ¡No me refería a eso, Dolly!
-¿Entonces de qué estás hablando?
-De aquello de “no se cuantos sin luna”... ¿Lo recuerdas?

Y me quedé pati-difurcia, porque los grenlis que tengo en el cerebro comenzaron a recabar información… Me llegaron pedazos de frases y las dije en voz alta, porque no eran deseos que se piden a las estrellas fugaces que ve Gigi.

-¡Sí, nena! –recordé-. ¡Una Noche sin Luna! ¿Quién coño dijo eso?
-¡Lo tengo en la punta de la lengua, tía!
-¡Sácala! –le dije, y la Gigi como es asins, la sacó y miré la punta de la lengua y ¡allí estaba!-. ¡Las hermanas calambre! Pepa y Rosa nos dijeron que el fantasma, les había dicho lo de una noche sin luna.
-Aj…JÍ?
-Sí, Gigi, ya puedes meter la lengua en su sitio –y cerró la boca, y yo seguí recordando-. Y a nosotros nos dijo “hasta que el último no pague… hasta que el último no pague… patapín, patapán… -dije, porque no lo recordaba.
-Nadie descansará –me recordó Gigi.
-Eso… ¡Vaya! ¡Ya está! No es una maldición, ¡nena!
-Ah, ¿no?
-No, nena… me da a mí que lo que quería decirnos ese fantasma, no era una maldición, sino una profecía.
-Pero La Profecía era de mucho susto, Dolly.
-No ese tipo de profecías, Gigi, sino de las buenas, mira: “una noche sin luna”, ¿ves? Como esta –y las dos miramos al cielo como si fuéramos fans del club de los OVNIS-. “Nadie descansará”, porque claro, con el día tan movidito que hemos tenido, y ahora que vamos a pasar la noche en vela, para ver si sale o no un bicho del lago, pues eso, que no descansaremos. Así que descansaremos el domingo, como hizo Dior.

Gigi se quedó pensativa mientras continuábamos andando hacia la cabaña.

-Sí, tía… -dijo con ese tono de haberlo entendido, en parte-. ¿Pero qué pasa con lo de “hasta que el último no pague”? –y se asustó-. Nosotras somos las que vamos a pagar con nuestras vidas, entregándonos como Vírgenes Suicidas al sacrificio del bisho del lago.
-Nena, que esto no es una peli de la Fantastic Factory.
-Quita, quita, que son todas de gomitar.
-Mira, si hay bichos en el lago, a lo sumo serán ranas y algún pez, nada de mutaciones varias, ¿vale? Esto es el mundo real, Gigi.
-Lo sé…
-No una película cutre de la Fantastic Factory.
-También lo sé, Dolly, ¡pero la gente en el mundo real no suele ir viendo fantasmas por ahí!
-Ni acaban folladas por un segurata entre los árboles, mientras a otras nos atacan yayas meonas.
-Tía, que te gusta de sufrir tú misma, ¿no?
-Recapitulaba, nena.
-Pues no “retratipules” más, que me da dolor de cabeza y encima me haces sentir mal, ¡con lo bien que me lo pasé!
-Vale, perdona… es envidia sana, Gigi.
-Ya… -y se detuvo y dijo bajito-. Mira… -y yo miré, claro, porque si te dicen que mires, pues miras.
-Es la señora del comedor: Jacinta –dije yo al recordarla.
-Tiene una camisa monísima.
-Sí, como para soltarla en los San Fermines, y a ti también. Porque tenéis el mismo y horrible gusto por esas camisas lolailo –dije bajito para que no nos oyera Jacinta-. ¿Qué está haciendo?
-Creo que está llorando, tía.
-¡No jodas! ¡No en mi presencia! –me dije, y para allá que me fui, porque no soporto ver a la gente triste, aunque yo misma lo esté algunas veces, pero cuando estoy triste, así como de llantinas y demás, he descubierto un método infalible. Un espejito de mano, y te miras llorar como una subnormal, y te dices: “nena, tienes una cara de espanto”, y me entra la risa y adiós dolor. Soy alérgica al dolor, como ya sabréis… así que fui a ver qué le pasaba a la buena mujer, de camisa lolailo-. ¡Hola! –le dije súper feliz, intentando transmitirle mi espontánea felicidad innata.

Jacinta se asustó un poco, porque estaba con sus pensamientos y tal, pero estábamos en una zona bien iluminada, y no creo que se asustara porque dos marikas cools aparecieran a su lado, porque nos habría visto venir desde lejos. Yo creo que fue más, porque la pillamos con la cara rara por su tristeza interior.

-¿Qué te pasa, nena? ¿Te encuentras bien?
-Sí, gracias…
-No se la ve muy bien –dijo Gigi-. ¿Quiere que le hagamos compañía? O que la acompañemos a… ¿donde duerma?
-Gigi, nena, ¡eso ha sonado fatal! –la recriminé por su poco tacto-. Jacinta, ¿verdad? –y ella asintió-. ¿Quiere que le hagamos compañía un ratito, hasta que se le pase lo que le esté pasando?

Porque en realidad teníamos casi cuarenta minutos hasta las 11, que es cuando había quedado para llamar a mi Bruno, y porque además íbamos a pasar toda la noche despiertas junto al lago, a ver qué coño salía de allí. Si un bicho, un bisho como decía Gigi, el monstruo del lago Takami… o un desfile de Gitanas vestidas de Purificación García, con complementos de Chanel y maquillaje Water Proof, cantando el ¡¡¡Caramba carambita, carabirurí!!! ¡¡¡Caramba carambita carabirurá!!!!

-Son muy amables, pero no… -dijo Jacinta-. No quiero estropearles la diversión.
-¡JARL! –dije yo-. No te creas que no estamos divirtiendo como deberíamos estarnos divirtiendo, nena. Que todas estas instalaciones serán cools de flipar rábanos tridimensionales, pero nos han pasado TANTAS COSAS en tan pocas horas –dije mirando a Gigi-, que me da a mí que vamos a empezar a “entilarnos”, a ver si nos tranquilizamos Al Gore.
-¿Quieren que les prepare algo de comer?
-No, gracias –dijo Gigi.
-No… además, usted ya ha terminado su turno y debería irse a descansar.
-Sí, debería ir a descansar –dijo súper triste con la vista en el suelo-. Yo sólo hice lo mejor para ella… -se dijo a si misma, pero claro, con dos marikas cotillas como nosotras a su lado, como que nos entró la gusa del cotilleo.
-¿Lo mejor para ella? –pregunté, y Jacinta asintió.
-No quería volver a cometer el mismo error con ella…

Gigi parecía más flipada que yo, y con disimulo, volví a mirar la hora en mi reloj, porque ese tipo de frases son las típicas que te suelta alguien que necesita soltarlo todo… y eso quieren decir, muchos minutos de monólogo, ¡con nosotras dos, de “espectatrices”!

-No se deprima, mujer, ya verá como mañana, ¡lo verá todo con ojos diferentes!

Y Jacinta me dedicó una mirada con sus ojos claros, que me partió el alma, y me hicieron sentarme a su lado. Gigi me imitó y se sentó junto a ella. Y allí estábamos las tres… solitas, bajo un cielo estrellado, con algo de frío y los sonidos típicos que hacen los bichos del campo por la noche.

-Le sentará mejor si… si lo suelta. Ya sabe a lo que me refiero, Jacinta.
-Sí, a mi hablar me desahoga mucho –dijo Gigi.
-Nunca he querido ser un lastre para nadie, y aún así, sigo teniendo esa culpa, y esa pena.
-Las penas con pan son menos.
-¡Gigi! –y Gigi se calló, cerrándose la boca con una cremallera invisible.
-Mire, Jacinta, si toda su pena se debe a… esa forma tan cochina que tiene de tratarla la maripepis esa de Olivia, debería hablar con su jefe. ¡Digo yo! ¿Es eso?
-Olivia no es tan mala persona. Sé que quiere que me supere a mi misma.
-¡Qué dice! La Olivia es un bicho, Jacinta.
-No digas eso… -dijo Jacinta con mucha penita.
-Dolly tiene razón: Olivia es un bisho.
-¿Un bicho? Un requetebicho –dije yo.
-Olivia… es mi hija.

A Gigi y a mí se nos desencajó la mandíbula, y no me preguntes por qué, me acordé de aquel momentazo Imperio Contraataca, y me entró un calentón Luke Skywalker, y casi grito: ¡¡¡NOOOoooo…!!! Antes de tirarme al suelo en plan me escoño a lo Luke Skywalker, pero me aguanté las ganas y miré a Gigi, que seguía flipando sola.

-¿Su hija? ¿Olivia es su hija, Jacinta? –y ella asintió-. Pues no se parecen en nada de nada, nena.
-La eduqué lo mejor que pude… en Japón…
-¿JAPÓN? –dijimos las dos a la vez, porque donde esté Japón para la educación infantil, ¡que se quite el CEU y colegios bilingües!
-Sí… en los años setenta emigré a Japón, y me casé con un compañero del viaje. Un hombre que aunque le amé hasta que murió, me hizo cometer el mayor de los errores de mi vida.
-¿Y sabe japonés? –le preguntó Gigi súper curiosa.
-Un poco –dijo ella, y se limpió una lágrima.
-¡Qué guay…! A mi me encanta el cine japonés, y el chino… el tailandés no, porque son más cutres… pero las pelis de Godzilla, me las tengo todas en deuvedé -dijo Gigi
-¿El monstruo ese que destruye ciudades? –preguntó Jacinta más feliz.
-Sí, pero no las destruye porque sea mala persona, porque lo era, pero sólo en la primera parte. Suele destruirlas para defender a la humanidad de los ataques de otros monstruos gigantes -aclaró Gigi.
-Sí, alguna película de Godzilla he visto… -dijo ella.
-Así que usted emigró a Japón, se casó, tuvo a Olivia, y ahora se han vuelto a España a trabajar en esta especie de ¿parque temático del terror…? –y asintió-. Entonces debería de estar contenta de regresar, ¿no?
-No… -dijo Jacinta-. Porque antes de irme hice algo terrible.
-¿Mató a alguien? –preguntó Gigi, y yo casi la maté con una de mis miradas de X-Men.
-Como si lo hubiera hecho –musitó súper tristísima ella.
-¡Qué jeby! –dijimos las dos.
-Por eso, en Japón, intenté darle todo lo que podía a Olivia. Le pagué las mejores clases… ¿Saben que Olivia habla el japonés perfectamente, además de español, inglés, alemán y francés?
-Pues no, pero qué lista que debe ser, ¿no? –dijo Gigi.
-Sí –dije yo con una imagen mental de Olivia en mi cabeza-. Va con aires de superioridad, del tipo: sé hablar muchos idiomas y tú no.
-Olivia no es mala persona.
-Uis, pues lo disimula de muerte lenta, neeenaaa.
-Sí, porque a una madre no se la trata con ese desprecio. Yo porque no tengo madre, pero si llego a tenerla, nunca de los jamases la trataría como ella la trata a usted –dijo Gigi.
-Olivia intenta que yo me olvide de él…
-¿De su marido fallecido? -pregunté.
-No, de a quien dejé antes de irme.
-¿Un exnovio? –preguntó Gigi, y pareció que su cabecita pensó y dijo-. ¡En el padre de Olivia, no?
-No… en su hermano.

Y nosotras nos quedamos muertas con aquel momento confesiones que nos estaba soltando la mujer. ¡Y sin una cámara para grabarlo, neeenaaa!

-¿Así que Olivia tiene un hermano? –pregunté y Jacinta asintió-. Y claro, no quiere que usted se reúna con él, porque si no, ella perdería su amor y las clases gratis de idiomas –dije yo.
-No, todo lo contrario. Olivia quiere que le busque.
-¿Qué le busque? –preguntó Gigi.
-¿Ha perdido a un hijo?
-No… hice algo más terrible. Lo abandoné.

En ese momento me puse en pié, y me limpié las lágrimas, porque me llamaréis sensiblera, pero como vea a alguien llorando se me pega, como me ocurre con los bostezos. Gigi también estaba súper triste, y con los ojos vidriosos, y le había cogido la mano a Jacinta y ahora la tenía entre las suyas. Y yo me iba calentando como el agua de la cafetera, antes de que se ponga a gorjear y todo eso, porque no daba crédito a lo que estaba ocurriendo ante mí, y me fijé en sus ojos, sus labios, en sus manos… ¡¡¡en las jodidas camisas lolailo!!!

Gigi me miró algo perpleja, y me indicó con un gesto de cejas que me sentara otra vez, pero yo no podía, porque sabía algo que nadie más sabía, o lo intuía, como presupongo que tú lo estarás intuyendo en estos momentos, si es que puedes leer y no estás limpiándote las lágrimas con un kleenex, neeenaaa.

Conté hasta diez fresisuis para tranquilizarme, y me senté otra vez junto a Jacinta y Gigi.

-Supongo, que usted -comencé a decir, para bajarme el nudo de la garganta-, cuando abandonó a "ese hijo", ¿no lo hizo porque no lo quisiera, verdad?
-Nooo –dijo ella con mucho dolor-. Lo dejé a buen recaudo, pero no podía llevarlo conmigo y con Gabriel, su padre… que también es el padre de Olivia.
-Así que usted tenía un marido…
-Un novio –me corrigió ella.
-Y en ese momento de emigrar… sólo había billetes para dos, no para dos y un bebé, ¿me equivoco?
-No… estás contándolo como si lo hubieras vivido. Tal y como fue.
-Qué lista eres, Dolly –dijo Gigi, y se limpió las lágrimas-. Debió ser muy terrible para usted tener que abandonar a su hijo, para buscarse un futuro, Jacinta.
-Fue muy doloroso. No paré de llorar durante meses…
-Y si no sabe dónde está ese niño… es porque no se lo dejó a su familia, ¿verdad?
-No, por dios, ellos no sabían que había tenido un hijo. De saberlo, me hubieran matado de una paliza... eran otros tiempos...
-Y lo dio en adopción… a las monjitas, o algo así, ¿no? –dejé caer yo.
-No… lo dejé en un sitio más seguro. En la puerta de una comisaría de policía.

Yo miré a Gigi, volví a limpiarme las lágrimas, y Gigi, como en cámara lenta, se volvió hacia mí. Tenía los ojos rojos, acuosos, y le brillaban de una forma que nunca imaginé verle. Jacinta por su parte, con una faz que partía el alma a cualquiera, seguía con la vista en diagonal hacia el suelo. Gigi la miró, la cogió de la barbilla, y le levantó el rosto para obligarla a mirarle directamente a los ojos.

-Yo siempre supe –comenzó a decir Gigi-. Que mi madre me quería… y que aunque en la nota que dejó cuando me abandonó, me llamara “pequeño incidente”, sabía que una fuerza superior de la naturaleza, la había obligado a hacer lo que hizo.

Aquel momento fue terrible, nenas.

Madre he hijo se miraron durante largo, pero muy largo tiempo, sin decirse nada. Sus ojos lo decían todo, y sus lágrimas de dolor, borrosas por el paso de los años, también; y allí estaba yo, en medio de aquel MILAGRO, porque no tengo otra palabra para describir ese momento en el que Jacinta, comenzó a acariciar con dedos torpes el rostro de Gigi, y sus labios temblaron antes de musitar…

-¿Gabriel…?

Gigi era un mar de lágrimas y de sentimientos contradictorios. Parecía que iba a llorar o a soltar una carcajada de felicidad, pero no hizo ninguna de esas dos cosas, simplemente, abrazó a su madre. La abrazó con tal fuerza, que la mujer se asustó pero dejó llevar por el impulso de un hijo perdido, y encontrado otra vez.

Y yo, llorando como una perra, y mordiéndome las uñas, no pude hacer otra cosa que abrazarme a ellos y sentir su amor por todos los poros de mi cuerpo (que tengo y muchos), mientras el hijo repetía la palabra mami una y otra vez, y la madre pedía perdón desde lo más profundo de su corazón.

Sí, nenas, había (y habéis) presenciado el único milagro que viví en el Valle Takami, y posiblemente, en toda mi vida hasta la fecha, que son muchos años, pero que no los diré porque las Divas como yo, no tenemos edad y somos eternas… pero, como bien sabéis… aún había muchos misterios que desvelar, aventuras que correr, ¡¡¡y yo tenía que ir a llamar a Bruno desde el Merendero, neeeenaaaas!!!

Así que apremiada por la hora que era (las once menos diez de la noche), dejé aquel milagro allí, entre palabras de amor y lágrimas, y eché a correr hacia el merendero, como una auténtica corredora olímpica rumana, que sabe que en la META la espera un plato de fabes con almejas.

-¡¡¡Corre, nena, COOORREEE!!! –me chillé para autoanimarme a mi misma.

4 comentarios:

Frank Palacios dijo...

¡¡¡Neenaaa!!!

Es que una nunca gana para Sorpresas, y lo creas o no, por fin entendí aquella canción de Peret, de "¡Sorpresas te da la Vida!", que me costó, pero mira, ¡lo entendí!

Y sí, ha salido largo, pero como me cojo unas minidollyvacaciones, porqué? Porque yo lo valgo, mejor dejaros con algo contundente, ¡y para que de paso consigáis recuperaros de tantas emociones takamis juntas, neeenaaa!

Hidroboy dijo...

JODER
TÍA

Es lo más bonito que he leído desde que el sábado fui al Arena y me dieron un condón y lubricante porque era san valentín y venía una frase muy bonita que ya no me acuerdo. Como no follé, la olvidé.

JODER TÍA que te den un programa de tele que sea el diario de Morticia.

Peibols dijo...

Jo Dolly, precioso.
Ahora soy más fans de Gigi si cabe (y si no cabe, lubricante).
De verdá la próxima vez que bajé a Madrí quiero quedar con Gabirel (que nombre más exótico) y con Paqui la de Kentacky para que nos ponga el video de su boda, eh?

La gente de mi curso flipa de verme llorar de la emoción. Creen que es porque ya sé hacer JavaScript, pero no es asín.

Que bello es vivir

Frank Palacios dijo...

Pues sí, nena!
La BOA de la Paqui fue lo más... Todas emocionadas y casi les pedimos a otra boda de gitanas que se iban a casar, cambiarles nuestro arroz por peladillas, pero la MA-MA se puso muy farruquita y no change...

La Gigi lloró unos cuantos litros, pero yo MÁS... ¡¡¡Porque era la Madrina (bueno, la TESTIGA!), neeenaaa!!!!