viernes, abril 28, 2006

~27~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Pasaron tantas cosas raras dentro de la iglesia sumergida, que paso de resumírtelas. Así que lee el capítulo anterior, ¡puta! Que sé que le has cogido gusto a los resúmenes, como las adictas a Gran Hermano, y verás que al final, te sorprenderás como yo al descubrir que entre todos los que habían escapado de aquella extraña maldición o hechizo… ¡NO ESTABA GIGI, NEEENAAA…!

Ya en tierra, bueno, más bien en la orilla del lago Takami, con una manta peluda, de las ásperas y sin aromático suavizante que me confortara, observaba en silencio (como la nena del anuncio que sufre las almorranas: en silencio, pero que después se da crema ¡y hasta monta en bicicleta, la tía cerda!), observaba en silencio cómo las dos lanchas de los empleados del complejo Takami, iban y venían con más y más gente.

Muchas de esas personas, estaba muy flipadas, como yo, pero más, porque parecían rescatadas del túnel del tiempo, y preguntaban por sus familias, con las que supuestamente, habían ido a pasar un fin de semana al campo, ¡y ahora no estaban! Pero claro… eso fue hace muchos años, antes de que Takami Corporation comprara las tierras para construir su complejo de cabañas turísticas. Por si no has terminado de captarlo, nena, te diré que esa gente que estaba abajo, atrapadas en la iglesia simergida, y que habían vuelto a salir al mundo de los vivos, ¡¡¡llevaban años desaparecidas de la faz de la Tierra!!! Anda que cuando les vieran sus hijos o padres, porque también había críos de corta edad... se iban a llevar el susto del año.

Toda esa gente, había sido víctima del “monstruo del lago”, por ponerle algún nombre a aquel fenómeno extraño que nos atacó, que atacó a la del Greenpeace y a los demás, para secuestrarlos y llevárselos al interior de la iglesia sumergida donde, simplemente esperaban sentados, bajo el influjo de aquel cura vampiro volador, que sólo Dior sabe para qué estaba “secuestrando” gente de la superficie, para meterlos allí abajo.

El corazón se me aceleró otra vez, cuando regresaba al embarcadero otra lancha con más supervivientes. Gigi tenía que ser una de aquellas caritas que miraban completamente perdidos, a los que estábamos en tierra. Sí, Gigi tenía que estar en esa lancha, y si no, en la siguiente. ¡Menuda es la Gigi, para perderse éste momento 4400. Cuando le contara a las amigas que ella era una de las “retornadas” se iban a flipar más que con el clip de “Amo a Laura”. Eso, fijo, nenas…

Pero Gigi no era una de las que llegaron en aquella lancha, ni en la siguiente lancha, donde venían las últimas personas que estaban flotando en el lago Takami.

Nerviosita, recuperé esa odiosa manía mía, que pensé había desterrado hace años. Sí, nenas. Comencé a morderme las uñas, y a agobiarme con mi silencio; ¿y si la habían traído en uno de los primeros viajes de las lanchas? ¡Imposible! Ya la habría visto. Sus camisas lolailo se veían a kilómetros, y hasta los de la Estación Espacial Internacional, seguro que también la ven cuando pasan orbitando sobre España. ¡SEGURÍSIMO!

-Dolly –dijeron a mi espalda.

Me volví y sostuve un segundo la mirada de Bruno, más serio de lo normal, con la ropa mojada después de ayudar a salir a toda aquella gente del lago, y con ojos vidriosos, como los míos, porque tanto él como yo sabíamos que no había respuesta para la pregunta que golpeaba mi corazón; Bruno me abrazó y yo me abracé a él con todas mis fuerzas, sin poder aguantar más las lágrimas y lloré.

Bruno no lloró, porque aunque quería a Gigi, que lo sé, no la conocía tan bien como yo, ni estuvo aquella noche que descubrió que tenía madre biológica, y claro, a él no, pero a mí se me llenó la cabeza de recuerdos, de anécdotas, de frases y palabras, y el dolor dio paso a la indignación al culparme de su… ¡muerte!

-¡Todo ha sido culpa mía, Bruno! ¡Ha sido culpa mía! –me oí decir a llantos, con una voz nada cool y seria, desgarrada, que parecía de cualquiera, menos la mía.
-Tranquilo… no ha sido culpa tuya, Dolly.
-¡Claro que lo es! ¡Yo la metí en este fregado de ir al lago! ¡Yo la invité a esta… esta…! ¡¡¡ESTA MIERDA DE VACACIONES PAGADAS!!!
-No tienes la culpa de lo que ha pasado, Dolly. Para esto, no hay explicación racional.
-¡Claro que la hay! ¡Y soy yo, una asesina de amigas!
-Dolly… -dijo en tono tranquilizador.
-Soy una asesina… una cabrona, una Angela Chanin con look cool.
-Dolly –dijo bajito, y me abrazó con más fuerza, ahogando mi llanto contra su pecho.
-Gigi me salvó la vida, Bruno…
-Shhh…
-Y ahora está muerta… ¡MUERTA!

Las horas siguientes a estos llantos están en mi cabeza como si fueran fragmentos de una pesadilla, de un sueño tras una borrachera. Son como piezas de un puzzle extraño, irreal, y hasta me sentí a mi misma transparente, porque, había llorado tanto la muerte de Gigi, que tanto dolor, me vació por completo. Me dejó como un envase que nadie recicla, y que tiran en cualquier parte.

No es que Bruno me dejara tirada por ahí, llorando como la Magdalena, porque me había dejado al cuidado de Olivia, la relaciones públicas del centro, ¡y hermana de Gigi! Y claro, era mirarle a los ojos, y volver a ver a Gigi y echarme a llorar como una estúpida, porque yo, y nadie más que yo, era culpable de su muerte… y encima ahora, que había descubierto que tenía una madre, y una hermana, Olivia, que intentaba por todos los medios tranquilizarme, ¡aunque tampoco se esforzaba mucho... que digamos!

Olivia y yo estábamos sentados a la entrada de nuestra… de mí cabaña, ahora que no está Gigi, fumando un cigarrillo que me quemaba el gaznate, de tanto llorar y llorar, pero que por lo menos me ayudó a tener algo en las manos y así no morderme más las uñas, porque ¡¡¡hay gente a la que la han operado de apendicitis, por morderse las uñas, neeenaaas!!! Y yo no quería que me operaran de apendicitis, porque te afeitan el pito, ¡¡¡y encima como estás anestesiada, ni te enteras, ni lo disfrutas, ni sabes quién te ha estado tocando la polla mientras te afeitan los huevos!!!

-Debería sentirme mal… -dijo por fin Olivia-. Hace unas horas, era hija única, y de pronto, descubro que mi madre tenía otro hijo… un hermano… y ahora vuelvo a estar como al principio… siendo hija única... es una sensación extraña… -y dio una larga calada a su cigarrillo-. Hubiera preferido que mi madre no me lo contara. Que fuera… su pequeño secreto.
-Si hubieras conocido a Gigi, no dirías eso ni aunque te encerraran en un retrete con Paris Hilton, nena –dije limpiándome las lágrimas.
-No me malinterpretes.
-¿Cómo que no?
-Como que no… te he dicho que siento mucho todo esto, pero que a la vez, tengo como un hueco aquí –y se tocó entre las tetas bien puestas que tenía-. Una sensación rara.
-Debe ser el sujetador. Porque tienes las tetas demasiado pegadas para que exista un hueco entre ellas.
-¿Serás idiota? –y soltó una carcajada, para luego volver a enseriarse-. Esto nunca se lo dije a mi madre, pero en todos aquellos años, en Japón, siempre quise tener un hermano… lo que jamás podía imaginar, es que ya lo tenía…
-Porque tu madre nunca te lo dijo, ¿no? –y vi que negaba-. ¿Y cómo está ella?
-En el edificio del personal… durmiendo. Le he dado unos calmantes. Es diabética.
-Ah… ¿Y a los diabéticos se les dan calmantes? ¿No se le da insulina?
-Es una diabetes melitus, de tipo dos, ya sabes.
-No, nena, no lo sé. Me tragaba Urgencias por esperar ver en algún capítulo el rabo de George Clooney, pero no sé cómo se enciende un desfibrilador.
-La melitus, es un tipo de diabetes que se dispara por los estados de ánimo. Estés muy alegre o estés muy triste…
-Se te dispara el azúcar, ¿no? –y ella asintió-. ¡Qué jeby, nena!
-No es tan grave… pero en un caso como éste, el golpe es muy fuerte y se le había subido el azúcar a ciento setenta y tres.
-Y eso, supongo, es tener el azúcar más alto que los berridos que daba Celia Cruz, ¿no? ¡ASÚCAAAA!

De verdad que lo mío no tiene remedio. En un momento tan dramático como éste, y ya eran dos intentonas de chiste fácil, que habían arrancando una sonrisa a Olivia; Gigi seguro que se reiría, porque para toda marika, lo último de lo último, es perder el sentido del humor, aunque sea en una situación extrema de Alfilo de lo Imposible. Sin humor, ni diversión, ¿para qué vivir? Pobre, Gigi. Mi, Gigi... ¡Qué voy a hacer sin tí, nena! ¿A quién le corregiré al hablar?

-Tu… -dijo Olivia sin saber cómo sacar el tema.
-¿Mí?
-Bruno.
-Ah, Bruno…
-He de confesarte que me pareció muy extraño que un policía apareciera por aquí. Ya comenté que había pequeños problemas y sabotajes con la gente de los pueblos cercanos…
-Sí, lo recuerdo.
-Bruno se ha comportado como un auténtico héroe. De no estar aquí, no sé cómo hubiera reaccionado ante… ante esto –he hizo un gesto, como de describir el enorme pollón de un negro o de un alemán, porque no sólo los negros tienen pollas enormes, nenas.
-Bruno es muy bueno lidiando con situaciones difíciles… ¡fíjate que, hasta me soporta!

Sonreímos, pero fue algo momentáneo, como cuando alguien abre una ventana y se cuela una brisa, y volvimos a quedar en silencio, hasta que me miró de una forma rara. Como si me acabada de ver salir de un platillo volante, y no terminar de creerse lo que había visto.

-¿Cómo es posible, Dolly? ¿Cómo pudo toda esa gente estar bajo el lago? ¡En una iglesia, por el amor de dios! Es tan descabellado, que nadie te creería. Te pondrían una camisa de fuerza y te encerrarían durante años.
-Sí, nena. Eso sólo podría pasar en las pelis americanas, pero pasó… y tu, hermano, se comportó como un héroe, cuando ese cura vampiro volador intentó ahogarme en gelatina.
-A eso mismo es a lo que me refiero… tú estuviste ahí… toda esa gente cuenta lo mismo… más de ochenta personas dicen lo mismo, y... hay una anciana de noventa y tres años, que para ella sigue siendo el año mil novecientos noventa y dos… ahora mismo esa mujer no podría estar viva, porque tendría ciento seis… ¡es increíble de creer!

Y no nenas, Olivia no me se equivocó haciendo las cuentas, porque esta historia transcurrió en Diciembre de 2005 y desde el 92 que desapareció la vieja, habían pasado 13 años, con lo que la señora de 93 años en el 92, sí que tenía 106 años en Diciembre del 2005, y no 107, como seguro que habrás pensado, puta, porque como lees esto en el 2006 y encima vas de marilista, has creído que Olivia no sabe sumar. ¡JARL! Y sí, Olivia sabe sumar prefectamente y llevar unas tetas bien puestas.

Volví a agobiarme y me levanté.

-¿Mañana nos llevarán a casa? –pregunté.
-Sí, a primera hora. Han venido más policías y… hasta que no tomen declaración a todos los “rescatados” del lago, no podemos movernos de aquí.
-Pues nos quedaremos para la eternidad, porque no pueden tomarle declaración a todos…

No hizo falta decir más. Ambos sabíamos que siempre faltaría alguien: Gigi; cogí la cajetilla de tabaco y el mechero, me despedí de Olivia, y me puse a andar sin rumbo. No quería ir al lobby del hotel, ni hablar con nadie, porque nadie podría llenarme tanto, como Gigi.

Al pasar por una de las cabañas, oí cómo la Rata Gustavo (mira que es odiosa esa marika), contaba a los que habían ganado el premio, como yo, lo que había pasado en el interior de la iglesia sumergida, pero poniéndose a ella como una heroína, y ayudando a salvar gente, cuando las cúpulas del techo se partieron y el agua entró a torrentes.

¡Eso era mentira! No había pasado nada de eso. Yo no había visto nada de eso. Fue más bien, como un remolino. Una sensación como de salir disparado por un tobogán de aire y agua apelmazada… ¡pero las cúpulas de la iglesia sumergida no llegaron a romperse!

-¡Cállate la boca, mentirosa! –le chillé a aquella petarda novelera, y vi cómo la tía se acojonaba del susto y de la vergüenza y enrojecía a toda velocidad.

El niñopiñata estaba otra vez con su madre, a la cual abrazaba como si fuera un percebe a una roca, y me miró, pero no se asustó de mi grito. Todo lo contrario, me sonrió...

Yo seguí andando y volvieron a escocerme los ojos. ¡Estaba llorando otra vez! Sí, lloraba lágrimas y lágrimas, mientras fumaba compulsivamente, hasta llenar a la orilla del lago; ante mí, como una lápida ambarina, debido a la luz que había con la puesta de sol, aquellas aguas que parecían inofensivas, habían sido mortales y asesinas horas antes, con la mejor de mis amigas: Gigi.

Cogí del suelo un ramillete de florecillas amarillas, y las tiré todo lo lejos que pude... claro que yo, como buena marika, no imprimí mucha fuerza, y el viento que soplaba hizo que las florecillas regresaran a mí y cayeran en tierra, y no en el agua.

¡Ni para despedir a una amiga sirvo!

Si esto fuera una peli cool, seguramente hubiera gritado un “GIGIIII!!!” al lago Takami, mientras la cámara se alejaba de mí, para ofrecer una panorámica del lago y del sol poniéndose tras las copas de los árboles, antes de un fundido a negro… pero no, nenas, esto es un blog, y yo estaba chafadísima por la muerte de mi mejor e irremplazable amiga: Gigi… así que me senté a la orilla del lago Takami, di una calada al cigarrillo, y derramé una lágrima con cada ola llegaba a la orilla.


3 comentarios:

Hidroboy dijo...

Pues mira nena, tu Bruno dirá lo que quieras pero YO sí que te culpo por la muerte de mi Gigi. Así que ponte ahora mismo el traje de neopreno (o el de faralaes, que te sirve igual), coge una bombona y ponte a margullir para buscar a la Gigi ¡PORQUE NO PUEDE ESTAR MUERTA!

:'((

Unknown dijo...

Pero cómo puede estar muerta GIGI? PERO QUE INVENTO ES ESTE???

Frank Palacios dijo...

En lugar de estar protestando,
¡SO PUTAS!
¡Guardad un minuto de silencio en memoria de Gigi, neeenaaas!

Que me siento muy sola pasando por este durísimo trance, que me ha costado dos capítulos narar…

Pero si hasta me he puesto a los infumales de Estopa (que serán muy monos, sí, pero tienen las uñas más sucias que las pezuñas de un caballo y dan grima), ¡¡¡y me he oído su último disco enterito!!! Que repito, no soporto la rumba lolailo, ¡y todo eso lo he hecho en su memoria!
SNIF!