miércoles, abril 05, 2006

~24~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Encerada en una iglesia sumergida, rodeada por cantidad de gente que conocía, y que no conocía también, en un estado a lo zombie, el cura psicópata que la regentaba, me lanzó una especie de hechizo volador, y quería utilizarme de “Virgen al Sacrificio” (para alguna historia suya, digo yo), cuando la zopenca de la Gigi, salió de su escondite para ofrecerse a ella misma como virgen para el sacrificio. ¡¡¡QUÉ JEBY!!!

Llegué hasta el estargay, con mi bolsa de El Corte Inglés como reserva de aire antes de salir de allí, buceando por la torre del campanario de la iglesia, y me detuve al oír otro de aquellos "¡ALELUYAS" que coreaban los feligreses zombies de la iglesia.

-Será tarada la tía –dije y me volví hacia la Virgen de madera que había en la habitación en la que me encontraba-. A ver, tía, que tú aunque seas un emoticón, quiero decir, un icono, talla o lo que seas, ¿podrías hacer algo no? ¿Si el cura tiene súper poderes, por qué tú ibas a ser menos, nena? ¡Eres la madre de Dior, por Dior!

La virgen aquella siguió mirándome con cara de fumada y yo me crucé de brazos.

-A ver nena, que sé que a los de tu club, no os gustamos los gays, pero aunque no compartamos los mismos gustos y aficiones, Jesús, o sea, tu hijo, dijo: Amaos los Unos a los Otros, ¿no? Supongo que se refería a toda la humanidad, cuando lo dijo, no a los Hunos de Atila, nena –y me quedé pensativa-. ¿Se puede saber qué puñetas estás haciendo Dolly? ¡Estás hablando con un cacho de madera pintada, neeenaaa! -y le dige a la talla-. ¿Ves? Por cosas así no soy creyente, nena. Porque yo sólo creo lo que veo, y mis experiencias, que son muchas... con los unos, y con los otros también.

Y se me ocurrió una idea. Me colgué a la virgen bajo el sobaquillo, a lo bolso fashion de Carrie de Sexo en N.Y. y volví sobre mis pasos, deteniéndome a la entrada megaflipada al ver lo que estaba sucediendo allí.

Todos estaban en pié y Gigi más, porque estaba como a cinco metros del suelo, atrapada por la misma fuerza invisible que me atrapó a mí. Sí nenas, el cuadro era el mismo que un capítulo anterior, pero con matices, porque el cura estaba como más grillado, entiéndase por poseído, recitando a toda leche algo que no oí, pero que lo estaba recitando porque movía los labios con muchísima rapidez, como un "pezcaditoz" y con la uña de un dedo de la mano derecha hacía el palito de la T en el aire, como hizo conmigo, para cortarme en el brazo y utilizar la sangre, ¡¡¡pero no le funcionaba!!!; Gigi me miró y se encogió de hombros.

-¡Nena! ¿Qué haces ahí? -le dije a Gigi.
-¡Lo tengo bajo control, tía! –chilló Gigi desde las alturas.
-¡Y un cuerno, wappa! ¡Te tiene bajo su control!
-¿Pero no te ibas? -pre preguntó ella así en plan glamurosa.
-Sí, desde luego que me iba. Porque seguro que mi horóscopo no dice nada de que la vaya a palmar en el Capítulo 24, nena, porque si no, se iría al traste el blog.
-¡Por eso tienes que huir, Dolly! ¡Tienes que huir para contar lo que está pasando aquí!
-¿Y quedar ante mis fans como unahijadelagranputa por dejarte para que te mate el tarao ese? –y lo medité unos segundos-. Está bien, me largo… -y me puse a andar hacia el estargay, y me detuve-. Aunque pensándolo bien, ¡una Diva no puede dar tan mala imagen ante las marikas del Mundo Mundial, nena! ¿No? –y me giré hacia Gigi-. ¡Gigi! ¡Baja pabajo inmediatamente, nena, nos marchamos de esta fiesta!
-¡Pero Dolly, tía, que te digo que lo tengo bajo control! ¡Lárgate, tía!
-No, nena, que una vez que estés muerta, me tocará ir a mi al cementerio con flores, y a limpiarte la lápida con el KH7, y además, el Cementerio de la Almudena está a tomar por culo y más allá, ¡y no tengo coche, Gigi! ¡Deberías saberlo!
-¡Holy Manolis! ¿Así que lo de que no tenías coche… no era para andar a todas partes y mantener la línea y el tipazo?
-Bueno, eso es un extra, nena. Pero si, no tengo coche, y ¡no tengo coche!, porque no tengo ¡¡¡carnet de conducir, neeenaaa!!!
-¡HOLY MANOLIS!
-Ea, ya sabes la verdad, no tengo carnet de conducir, nena –y miré a los zombies de la iglesia-. ¿Qué pasa? Seguro que muchos de vosotros tampoco tiene coche –y le dije a un viejo que estaba cerca de mí-. Bueno, usted puede que cuando estaba vivo, tuviera un tractor amarillo, pero un tractor amarillo, no es un coche, porque si lo tuneas, parece un adefesio con ruedas grandes.
-¡DOLLY, HUYE!
-¿Pero serás pesada, nena? ¡Gigi, baja pabajo y baja ya, nena!

Y entonces el cura siniestro, como presa de algún tipo de ira que no pudo controlar, lanzó un grito levantando las manos, y la pluma siniestra con la que había mojado mi sangre y había escrito algo en aquel libro, estalló en llamas y se desintegró antes de llegar al suelo.

-¡Disculpe! –le chillé con las manos en jarras, porque a mi nadie me grita-. Estoy hablando con mi amiga, ¿vale?

Henchido por el odio, con los ojos más encendidos que nunca y las manos dirigidas ahora hacia mí, aquel cura se puso a andar dando zancadas hacia donde yo estaba, soltando una arenga en una lengua que no entendí, pero reconocí gracias a La Pasión de Cristo de Mel Gibson.

-¿Qué es éso? ¿Latín? ¡No me insulte en una lengua muerta, oiga! –y chillé-. ¡COÑO! ¡Que viene a por mí, nena! –antes de correr huyendo de aquel tarado que estaba casi a mi lado, dispuesto a clavarme sus uñas en los ojos-. ¿Pero qué mierdas le pasa a este? ¡GIGI!

Y entonces oí un batacazo.

-¡Tía, me he escoñao! –chilló Gigi desde alguna parte, que no supe distinguir porque claro, estaba corriendo que me las pelaba para huir del cura loco aquel.
-¡NEEENAAA! ¡Que este se ha cabreado un huevo de avestruz! ¿¿¿Qué le has hecho, neeenaaa???
-¡Lo que tenía que hacer, Dolly!
-¡Déjate de ir de marifantástica y ayúdame, PUTA!
-¿CÓMO? –me chilló-preguntó Gigi, cuando yo ya había llegado al fondo de la iglesia, y seguía corriendo como una loca delante del AVE, por el otro lateral, con el cura pisándome los talones.

En ese momento oí un BRRRRZZZZZZ!!! enorme, y un flash de luz brilló por alguna parte. Miré a los lados y un momento tras de mí. No supe de dónde provino aquella luz, pero sí que seguía con el cura tras de mí. ¡Cómo corría el desgraciado!

-¡DOLLY! –berreó Gigi.
-¡NENA! Estoy ocupada en estos momentos… ¡intentando salvar el pellejo!
-¡Me ha dado una “electrocución”, tía!
-¿Una qué? ¡Será que te ha dado CORRIENTE, Gigi!
-¡Pues me ha dado eso… el libro!
-¡Qué libro!
-¡El del pueblo, tía!
-¿De qué carajo me hablas, Gigi? –pregunté sintiendo que se me iba el aire, y que empezaba a sudar, y sudar no es COOL, nenas. Se te pega el flequillo la frente, te caen gotitas por las patillas, se te moja la camisa y respiras con dificultad-. ¡Y las Divas no sudan!
-¿Qué Divas, Dolly?
-¡Ay, Gigi, que estaba hablando conmigo misma, coño! ¡No seas entrometida!

Chillé sin dejar de correr y cuando yo pasaba por el altar, después de haber dado una vuelta en círculo a la iglesia, cogí a Gigi de la muñeca para que corriera conmigo.

-¡Gigi, nena! ¡Cuando pasemos por la puerta donde está el estargay, nos metemos y que sea lo que Dior quiera!
-¿Has robado la virgen, Dolly?
-¡Sí, nena, la voy a poner en el baño, al lado del retrete! ¡Como los Oscar!
-¡HOLY MANOLIS! –me chilló Gigi en el tímpano-. ¡No tiene piernas!
-¿Qué va a tener piernas? ¡Las vírgenes no tienen piernas, Gigi!
-¡La Virgen no, Dolly!

Miré donde Gigi miraba, hacia atrás, y lancé el berrido de mi vida en THX, porque el cura ya no corría, ¡¡¡flotaba detrás de nosotras!!!, con las manos extendidas para cogernos por las greñas, como en las películas de vampiros.

-¡ES UN NOSFERATU, NEEENAAA! –chillé yo en plan cinéfila.
-No, Dolly, es un ¡CURA QUE VUELA!
-¡Me refería a un vampiro, Gigi! –le aclaré las ideas sin dejar de correr-. ¿Dónde coño está la puerta del estargay?
-¿La puerta? –preguntó Gigi señalando con el pulgar algo a nuestras espaldas-. Creo que nos la hemos pasado, Dolly.
-¡¡¡QUÉ JEBY, NEEENAAA!!!
-¡El fuego purificador consumirá a los impuros!

Chilló el vozarrón del cura volador, al que ya le veía hasta colmillos, aunque supongo que eran imaginaciones mías, inducidas por el pánico y por lo que pesaba la virgen… ¡LA VIRGEN!

-¡¡¡Gigi, la Virgen!!! ¡Sigue corriendo, Gigi! –y yo me paré en seco y me di la vuelta, esperando el impacto de mi cuerpo contra el cura volador, al que por lo menos podría partirle los piños con la talla de madera.
-¡Dolly! –chilló Gigi.
-¡Sigue corriendo, nena!
-¡¡¡BATEA FUERTE, DOLLY, BATEA FUERTE!!!
-¡Déjate de decir tonterías y...! ¡¡¡CORRE, GIGI!!! ¡¡¡CORRE!!!

Al cura lo tenía encima, y yo le arreé con la talla de la virgen pero fue como dar con un palo en el agua, porque tanto la talla de madera como yo, atravesamos su cuerpo y todo se ralentizó hasta que ambos atravesamos el cuerpo de aquel cura-vampiro-nosferatu-volador, ser o espectro con cuerpo, y sentí nauseas y vómitos, porque un olor a podrido me calentó la saliva hasta el punto de querer gomita allí mismo… y gomitar en presencia de la virgen, ni de coña, nenas, que es feísimo.

Pero el cura siguió de largo, flotando a medio metro del suelo, con las manos hacia Gigi que ya estaba al fondo de la iglesia, así que yo, armada de valor y armada con la talla de la virgen, a la que le di un beso en la mejilla, corrí por el lateral pero en dirección opuesta, para reunirme con Gigi, cuando llegara al altar.

El cura no paraba de berrear frases en latín, pero como no salía ningún subtítulo en sobre impresión, pues no os pudo contar lo que decía ¡porque no sé latín, nenas! Bueno, sí, sé decir Amén y amanita faloides, que aunque parezca una polla exótica, es una seta venenosa, nenas.

-¡Dolly, tía, me va a coger el cura-vampiro!
-¡No, nena! –le chillé sin dejar de correr, viendo que ella ya se dirigía hacia el lateral opuesto de la iglesia-. ¡Está a muchos metros de ti! –mentira cochina. El cura lo llevaba pegado al culo, nenas, pero no era cosa de que le entrara el pánico y se quedara quieta-. ¡Corre, Gigi! ¡Corre!

Llegué al altar y me quedé obnubilada, hipnotizada o… lo mismo que me pasa cuando paso por delante de un escaparate de Springfield o Jack & Jones, y me imagino a mí misma como maniquí, vistiendo esa ropa tan cool, con los ojos puestos en el libro. ¡El Libro!

El separador estaba marcando unas páginas, porque el libro estaba cerrado, y al lado había cenizas de lo que antes fue una pluma para escribir; ni corta ni perezosa, (sólo soy perezosa los días de lluvia, que no me da la gana de salir a la calle a mojarme como una tonta), me incliné y cogí el libro aquel que pesaba muchísimo, pero que a la vez era como liviano como una pluma. Para que me entendáis. Era como “manipular” un objeto muy pesado, pero debajo del agua, ¿vale? O sea, que por muy pesado que fuera, se podía mover con más o menos soltura, y cogerlo con una mano. Yo es que estoy acostumbrada a cogerlo todo con una mano, pero si es demasiado grande, lo cojo con las dos. ¡Bruno! Pensé un segundo, y después regresé a éste momentazo de tensión en el que estaba.

-¡Gigi! ¡Eres una mentirosa, esto no da calambre, neeenaaa!

¡En mala hora fui a decir aquello! Porque el cura proyectó un grito al techo de la iglesia, que parecía la sirena del Titanic, nenas. Y todo se puso a temblar bajo mis pies, y los feligreses y feligresas zombificados, comenzaron a moverse, como cuando sales a las 10 de la mañana de un after-hours. O sea, con cara de flipados, frotándose los ojos y preguntándose dónde estaban y quienes eran aquellos tipos tan raros que tenían a su lado.

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