sábado, abril 01, 2006

~23~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Me pasé, nenas, porque sí, nenas, escribí cuatro páginas y pico, para contaros el horror que encontré en el interior de la iglesia sumergida. Feligreses y feligresas, como de otro tiempo, y con los ojos completamente blancos, que se movían a una lentitud pasmosa al igual que todo lo que había en aquella macabra iglesia… hasta que el cura gritó ¡ALELUYA!, y me descubrió junto a la entrada, cagadita de miedo.

El extraño y siniestro cura alzó la barbilla como para mirarme mejor, y sus cejas finísimas bajaron, y dejó de sonreír al extender el brazo hacia mí y con los largos y angulosos dedos, atrapar algo en el aire.

Una sacudida, como si alguien invisible con una manta (invisible, claro) se abrazara a mi cuerpo, me retuvo con muchísima presión y entonces… dejé de pesar y me sentí liviana. ¡Y TANTO, NENAS! Pese al horror que experimentaba, más que los tele espectadores de Dos Rombos, que ponían en práctica en sus casas todos los consejos que aquella sexóloga medio macarra les dictaba, mientras se meaba de la risa al imaginarse que alguien le hacía caso… tuve el valor de mira al suelo y verme FLOTANDO sobre el suelo de piedra. ¡¡¡ESTABA FLOTANDO A LO SMALLVILLE, NENAS!!! ¡Pero sin cables, claro! ¡Porque Supermán sólo flota con la ayuda de CABLES! ¡Pero yo no, nenas, yo flotaba! ¡¡¡QUÉ JEBY!!!

Aún con esa fuerza invisible que me tenía suspendida en el aire, y con mi corazón ralentizándose, noté el sabor caliente de mí la saliva y mi lengua moviéndose. ¡Menuda era yo para estarme con la lengua quieta! Sí, podrían paralizarme, hacerme flotar como aquella vez que me follé en fin de año a un escocés, que tenía tantas pecas en el cuerpo, ¡que estuve a punto de salir de la cabina y pedir un rotulador para UNIR LOS PUNTOS a ver qué dibujito me salía! Volviendo a mi estado ingrávido, abrí la boca y chillé.

-¡Bájeme ahora mismo! –le ordené al cura loco aquel, con aires de zombie.

El muy cabrón sonrió y ladeó la cabeza. Por un momento me sentí la mascota de aquel energúmeno, y me acordé de Furcia, mi hámster rosa (sí, hijasdelagranputa, la que está en el blog y a la que no ponéis a hacer sus ejercicios de rueda), y pensé que seguramente, a estas alturas, estaría muerta en la rueda, pero NO, porque sólo me había ausentado de casa día y medio. ¡¡¡DIA Y MEDIO!!! Y aunque un hámster esté día y medio sin comer, no se muere, ¿verdad? Supongo que no… ¿no?

-¡Suélteme! ¡No soy su mascota! –le chillé, y me dije a mi misma que si volvía viva a casa, soltaría a Furcia a lo Free Willy

El cura siguió sin hacerme puñetero caso y en lugar de bajarme, me elevó un poco más sobre el suelo, y se me acercó unos pasos, arrastrando los bajos de su túnica andrajosa que ondulaban como tentáculos de una medusa; a todo esto, y para variar, como suele ocurrirme, volví a ser el centro de atención de todas las miradas de ultratumba… de los feligreses y feligresas, hasta que volví a sentir un miedo paralizante, y no fue porque el chalado del cura me hiciera levitar a dos metros del suelo, sino porque, entre las primeras filas, junto al altar, ¡vi caras conocidas!

¡Sí, nenas! No eran caras del tipo “me suena tu cara”… porque me sonaban. ¡Y tanto que me sonaban! Estaba el segurata, la parejita del Greenpeace, los dos, el Genaro y la tía que se había llevado el bicho del lago, Cristina. ¡Qué jeby! Allí estaban los dos, con sus miradas de un blanco refulgente y súper siniestros… y al lado ¡Las Hermanas Calambre! Sí, nenas, las dos viejecitas que nos cantaron a Gigi y a mí: Pepa y Rosa. Que vale, estaban como cabras de los Alpes, pero no era plan para que ellas también hubieran sido secuestradas por el bicho del lago… al igual que Mari Cochambre, que la bautizamos con ese nombre, porque Mari, que era la madre del niño piñata, y que también había desaparecido, vestía súper chafardera. ¡Qué jeby! No estaban muertos, aunque casi, porque aquel estado en el que estaban sumidos, tanto ellos como el resto de gente, daba idea de ver lo más parecido que vería en mi vida a auténticos zombies.

-Tenemos al que faltaba… -dijo el cura, con su voz rasposa, mientras me apuntaba con aquellas uñas curvadas, que no habían visto un cortaúñas ¡ni en su vida, ni en sueños!
-¿Quién es el que faltaba? –dije yo desde los aires y miré alrededor, intentando no mirar hacia la puerta por la que había entrado, no sea que la zopenca de la Gigi asomara, el cura la viera y la atrapara en aquella especie de poder a lo Dath Vader, en el que me tenía retenida.
-¡El círculo se cierra! ¡Hermanos y hermanas! ¡Por fin se cierra…! Y nuestra espera, finaliza…
-¡Un momento, un momento! –chillé un poco cabreada, pero sólo un poco-. Yo a ti no te había visto en ningún capítulo, y estabas muy mona calladita junto al altar, así que nena, no me vengas ahora como en las pelis cutres de los americanos, donde cuando se acerca el final, aparece un malo que nadie ha visto, para contarle a la audiencia lo malo que es, los planes que tiene preparados para matar al prota y esas cosas… ya sabes a lo que me refiero, calvito. Desde aquí te veo la calva, nena.

Y me quedé más ancha que larga, aunque seguía flotando y bajo el poder de aquel cura tarado. ¡Pero bueno! Será posible que el muy mamón vaya a joderme el blog, con lo chulo que está quedando, porque le vaya a entrar un apretón de diálogo de guionista becario, donde se pone a contar todo, todo y TODO, ¿y destripa el final de la peli?

-¡Demos gracias al señor, hermanos y hermanas! ¡ALELUYA!
-¡ALELUYA! –corearon todos en la iglesia.
-¡Viva YO! –grité, porque claro, todo aquel jaleo lo estaban haciendo por mí, supongo, por esa memez de cerrar el círculo o no se qué tonterías que dijo un minuto antes.

Entonces el cura se volvió hacia el altar y ando hacia él, y a mí, aquella fuerza súper misteriosa e invisible, me hizo seguirle y descender hasta unos pocos centímetros del suelo.

-¡Cuando el Takami se entere de lo que ha montado aquí debajo, en su lago, se va a coger un cabreo de mil pares de cojones japos, nena! –dije yo-. Y un japonés cabreado, es peligrosísimo, ¡nena! ¿Le suena la palabra Kamikaze? ¿Sí? ¿No? ¡Pues la inventó un japo cabreado y luego se mató, llevándose por delante a su enemigo!
-¡Demos gracias al señor, hermanos y hermanas! ¡ALELUYA! –repitió el cura.
-¡ALELUYA! –repitieron el coro los parroquianos de ojos encendidos.
-¿Pero es que no acaba de oír el rollo que le he soltado, coño?

Y se volvió rapidísimo hacia mí, y yo salí disparada hacia él, hasta encontrarme a un centímetro de su cara, oliendo la humedad y el rancio de sus hábitos, quedándome poco menos que mega flipada, con aquella niebla o telilla fantasmal que le cubría los ojos. No es que tuviera los ojos blancos, porque era como un gas, pero en pequeñín, el que se los empañaba, dibujando caprichosas formas, pero debajo, ¡tenía ojos como yo, nenas!

-Si tus ojos te ofenden… ¡arráncatelos! –me soltó con aquel aliento rancio.
-¡Y un cojón de mona pakistaní, nena! ¿Sabes lo que ligo yo con mis ojos verdes? –y lo capté-. ¡Ahhhh! ¡Que es una metáfora! Que lo dices por que no paro de hablar, ¿no? ¡Pues estás bien zumbada si te crees que me voy a cortar la lengua, nena!

Y el cabrón del cura me cogió de la lengua y tiró de ella hasta sacarla de la boca. Y me acojoné cantidad, porque claro, si me cortaba la lengua con una de aquellas afiladas y mugrosas uñas (a parte de no volverla a chupar never more), no llegaría a tiempo de que me pusieran la antitetánica. Lo más probable es que al verme entrar en urgencias y sin lengua, me pegaran dos tiros porque era imposible controlar la infección contagiada por la uña de cura.

-El señor es misericordioso… -me dijo con muy mala baba, y yo contesté algo que me sonó a diálogo de Kenny de South Park.

Varias antorchas de los laterales de la iglesia vomitaron llamas y prendieron. Olí a madera y a queroseno o algo parecido, y por el rabillo del ojo vi la cabecita de Gigi saliendo por al puerta.

-Tu sacrificio nos devolverá de entre los muertos… -dijo soltándome la lengua.
-¿Ah sí? ¡Vaya! ¿Pero verás, nena, no tengo ganas de que me sacrifiquen, sabes?
-Cuando el infierno se llene, los muertos volverán a andar sobre la tierra
-¿Eso es de una peli de Romero?
-El Abismo se cerrará, y los muertos andarán entre los vivos.
-Pues va a ser que no es una peli de Romero… las pelis de Romero no tienen tanto diálogo.
-¡En nombre del Señor!

Chilló aquel fanático y todos gritaron "¡Aleluya!" Y yo chillé súper asustada, porque mi verborrea para mantener controlados los nervios, estaba llegando a su fin.

-¡Lo que una vez existió! –dijo el cura alzando las manos, y tras él, en el altar, se movieron cosas y flotaron y volaron sobre su cabeza-. ¡Volverá a existir!
-Nena, tengo unas ganas horrorosas de desmayarme ¡YA! Pero sé que si lo hago, no volveré a abrir los ojos –le dije al cura, que se la soplaba completamente lo que le dijera, porque él estaba a lo suyo, o sea: ¡¡¡a punto de sacrificarme toda!!!

Los objetos que habían volado hasta sus manos eran una especie de pluma, pero pluma pluma gay de las de verdad, no un bolígrafo bic. Era una pluma para escribir mojándola en tinta, pero, la punta, con forma de lanza que tenía, era más ancha de lo normal y no estaba pintada de negro, sino de ¡ROJO! ¡DE SANGRE!

-¡Nena! ¿Has desinfectado eso? –chillé súper asustada-. ¡Porque no lo parece!

Hasta la otra mano del cura llegó volando a lo Harry Potter un pedazo de libro enorme, pero enorme, con unas tapas en rústica y el lomo súper cascado por el paso del tiempo. No llegó volando como la gaviota del PP, o una lechuza… llegó en horizontal, y cuando estuvo cerca de su mano izquierda, se abrió por las primeras páginas, allí donde estaba el separador de raso y color rojo, en el que habían escrito muchos nombres…

-¿Qué es eso? ¿El libro de cuentas? ¿De visitas? ¿Quieres un autógrafo? ¡Qué Jeby! –dije asustada, pero el cura ni me miró, levantó una ceja hacia mí y noté cómo la manga derecha de mi camisa se rajó sola hasta la axila, cuando en plan virgen que va al sacrificio, le entregué la vena de mi brazo-. ¡Neeenaaa! ¡Que esta camisa me ha costado 35€!
-Tu sangre restaurará la que se perdió… -dijo así, súper siniestro, como entre él y yo.
-¡NEEENAAA! ¡Soy alérgica al dolor! ¡Y mi sangre está muy bien donde está! ¡Los glóbulos rojos se encuentran tan felices corriendo por mis venas, que un poco más... y se dan por culo de la felicidad que tienen, nena!

Entonces el cura, con la pluma en la mano derecha, hizo como el palito superior de la T en el aire, sin tocarme la piel del brazo, pero aún así sentí el desgarro en el interior de mi brazo derecho, y cómo algo caliente me resbalaba por el antebrazo y ¡flotar en el aire!

-¡QUÉ JEBY, NENAAAAA! –chillé megahorrorizada, con los ojos muy abiertos a lo niña de The Ring, cuando vi un hilillo de mi propia sangre cayendo al aire y describiendo un arco ¡suspendido en el aire!, hasta llegar a la punta de la pluma que sostenía el cura en su mano.

Un estrepitoso sonido de madera arañando el suelo de piedra, precedió la puesta en pie de todos los feligreses y feligresas. ¡Y yo seguía flotando en el aire, ¡mientras aquel desgraciado me estaba sacando sangre para ponerse a escribir en su libro! Pero lo más horrible, es que estaba poniendo mi nombre en aquel papel. No Dolly Partos, no... ¡¡¡mi nombre de verdad de la buena!!! ¡¡¡El que tengo en el D.N.I.!!! (el del Documento Nacional de Identidad, para las que leáis esto desde fuera de España)

-¡DETÉNGASE!

Por un momento, pensé que lo había chillado yo, pero no, porque yo estaba megahorrorizada y paralizada por el terror, y por la extraña fuerza invisible que me tenía en el aire... y porque además, ¡aquella era la voz de la Gigi!

-¡GIGI! ¿SERÁS ZOQUETA, NEEENAAA?
-¡Úseme a mí! –le chilló Gigi al cura, mientras se remangaba la camisa.
-¿Pero te has vuelto tonta? ¿¿¿Más todavía??? ¡Huye por el estargay, sopetarda!

Le chillé a Gigi, pero la otra que iba como de fantástica a sí, como de película de Bruce Willis pero gitanilla, tras matar a los malos, se vino directa hacia donde estábamos el cura y yo, sin quitarme la vista de encima, con una especie de mezcla de odio y algo más.

-¡Nena, estás chalada! –le chillé.

El cura siniestro la observó, y echó la puma hacia atrás, cortando el vínculo que había entre la punta de la pluma y mi sangre, que cayó al suelo a modo de gotitas, pero de forma lentísima. La extraña gravedad o ralentización temporal que existía allí dentro, produjo tal efecto, y pasó algo más. Yo fui perdiendo altura (no es que me volviera enana), sino que dejé de flotar y de sentir aquella sensación de estar agarrada por la mano de un King Kong invisible.

-¡Úseme a mí! –chilló otra vez la Gigi.

Yo sentí que todo mi cuerpo volvía a tener terminaciones nerviosas, y que sentía dónde pisaba y el dolor en el brazo por el corte que me había hecho aquel cura cabrón, y miré a Gigi cuando estaba a mi lado y…

¡¡¡PLAFFF!!!

Le arreé tal bofetada a Gigi, que de llevar dentadura postiza, hubiera terminado yéndola a buscar a Salamanca… pero no sucedió, porque los dientes de Gigi son todos de ella, y no tiene dentadura postiza.

-Nena, eres una completa inconsciente, ¿pero sabes una cosa? –y me busqué algo en el bolsillo-. El que te haya dado un chute de masculinidad, no quiere decir que yo me vuelva igual de subnormal que tú –y saqué mi bolsita de El Corte Inglés-. ¡Me largo, nena! Y si quieres que te sacrifique el tarado éste, adelante. ¡Yo me piro por el estargay!
-¡Ya me lo agradecerás! –dijo Gigi súper orgullosa.
-No, nena, si quieres suicidarte en manos de éste pelagatos, es cosa tuya. Así que no me metas a mí en este fregado. ¡Me largo! ¡A la mierda todo! –dije y me puse a andar.

Sí, puede que sea una hija de puta por dejar tirada a mi Gigi del alma con semejante cura-zombie-asesino, pero nenas, una cosa es querer a las amigas, y otra muy distinta, dejarte morir por las amigas, y Gigi había optado por la segunda opción, y yo no quería morirme… por ahora; pero me paré y me di la vuelta.

-Y me importa un pito que falten 12 Capítulos para terminar la Segunda Temporada de Desperates Housegays, Gigi; si quieres suicidarte, allá tú, pero a mí me quedan en esta vida muchos polvos que disfrutar con Bruno, ¡y con quien se tercie…! Y muchas compras en Springfield y Jack & Jones, nena –y puse las manos en jarras-. ¡Bueno, qué! ¿Te vienes o no, Gigi?
-No, Dolly.
-¡Tú misma! –me di la vuelta y seguí caminando hacia el estargay con mi bolsa de El Corte Inglés en la mano, súper decidida.

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