domingo, febrero 26, 2006

~16~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Tras volverme a perder, que ya son unas cuantas y debería estar escarmentada... pillé a la parejita del Greenpeace, arrojando “algo” al lago, para lo que tenías que ponerte mascarillas y guantes, pero ahí no queda la cosa, neeenaaasss... sino, que tras ocurrir algo que no vi, los ecoterroristas entraron en ¡pánico!

-¡¡¡AYÚDAME!!! –chillaba desesperada Cristina.
-¡Pero neeenaaa! ¡¡Qué coño es eso que tienes a la cintura?!

Pese al asco y a las arcadas, yo seguía tirando de la tía warra ésta, que minutos antes y junto a su novio, habían estado tirando al lago algo, que apestaba peor que las cabinas del Lether, ¡que ya es decir, neeenaaa!

-¡Espera, no te muevas! –dije yo y la solté.
-¡NO! ¡No me sueltes! ¡Ayúdame, pedazo de maricón!

Yo que iba disparada en busca de algo para pinchar aquella cosa que la agarraba, o para darle un buen palo, me detuve súper indignada.

-¡Pero bueno! –dije con las manos en jarras y me volví hacia ella-. ¡Mira, nena! Hay muchísimas formas de entonar la palabra marikón, sin ser ofensiva, y tú acabas de elegir la única que es cien por cien ofensiva, y te recuerdo, que tu posición en estos momentos no es de poder ir por la vida insultando a la gente, así que o te disculpas, ¡o que te ayude rita!, porque esta marika que está aquí, no va a mover ni una margarita de la flora intestinal para ayudarte, como salga del agua un bicho y te trague de un bocao.
-¿¿¿Qué??? ¡Ayúdame a soltarme de esta cosa!
-Pide perdón, ricitos.
-Maricón de mierda.
-Sí, sí, casca lo que te salga del chirli, nena, que no te ayudaré como no te disculpes, y es a ti a quien tiene cogida el bicho.
-¡Ayúdame!
-Discúlpate.
-¡AYÚDAME, MARICÓN!
-Lo estás empeorando, nena...
-¡Bastardo hijo de puta!
-Sigue, sigue... –y le di la espalda-. Pero hasta que no te disculpes, no te ayudaré.

¡¡¡CHOFFF...!!!

Esperé unos segundos, antes de volverme, porque una será muy marika y muy puta, pero no soporto que me insulte nadie. La educación lo primero, y después el salvar vidas.

-Si no te disculpas, no te ayudo. ¡Tú verás, wappa!

Esperé unos segundos más, y al ver que no decía ni pío, me volví dispuesta a darle un ultimátum pero... parece que el bicho del lago se lo dio antes.

¡Cristina había desaparecido!
Allí sólo estaba el árbol y las tranquilas aguas de la orilla del lago.

-¿Nena...? ¿Neeenaaa? –la llamé unas cuantas veces (la verdad es que sólo dos), pero no respondió nadie.

Sin acercarme mucho a la orilla del lago y ZEN en mano, iluminé donde antes había estado Cristina, y no había rastros de lucha, destrozos o sangre... así que me acerqué más a la orilla, apuntando con la pantalla de color azul de mi ZEN frente a mí, haciendo barridos de izquierda a derecha, y consiguiendo arrancar algún que otro destello en las crestas de las olitas que se formaban en la orilla del lago, pero Cristina había desaparecido.

Al retroceder tierra adentro, sin dejar de mirar el lago y su tranquila superficie, pisé algo en el suelo que me hizo dar un grito, y me aparté; era una de las mochilas que habían traído la parejita del Greenpeace. Estaba abierta y de dentro sobresalían lo que parecían las asas de unas bolsas de plástico... abiertas.

¡Ni loca iba a tocar aquellas bolsas!, pero sí que podía darle una patada a ver si tumbándola, sacaba lo que había en su interior... y así lo hice; la primera patada he de admitir que me salió muy Ronaldiño gay, porque claro, nenas, soy gay, estaba aterrada y no soy brasileña como la dientes-dientes a lo Pantoja de la Ronaldiño; así que, en la segunda patada que le propiné, y para coger fuerzas, recordé la mala baba con la que Cristina me había llamado marikón, e imaginé que aquella mochila era su culo y ¡VOILA! La mochila salió varios metros volando... y por ende, a tomar por culo.

La bolsa se abrió y su interior se desparramó por toda en la orilla del lago, y yo retrocedí súper asqueada y me tapé nariz y boca con las manitas, porque apestaba a culomona y hasta se me saltaron las lágrimas del mal olor.

Dentro de la mochila habían TRES CADÁVERES. Bueno, no eran como los cadáveres del CSI, o los que aparecen en Scream, sino tres pájaros, que supuse estaban cadáveres perdidos porque... ¿cuándo has visto tú pájaros súper quietos y sin moverse... además de apestar a culomona? Y entonces me flipé horrorizada, al imaginar lo que era aquello.

-¡¡¡LA GRIPE AVIAR!!! –chillé a mis lectores, porque allí sólo estaba yo y nadie más.

En un visto y no visto, y antes de que pudiera gritar como Dior manda, un enorme rejo de aquellos salió disparado de las aguas negras del lago, se las apañó para rodear los cadáveres de las aves y la mochila, y se las llevó hacia la oscuridad y profundidad de las aguas del lago; yo me quedé tiesa, aún con la boca abierta (porque no tuve tiempo de gritar) y los ojos como platos.

-¡¡¡NEEEENAAAAAAA!!!

Chillé cuando todo mi cuerpo se puso en piloto automático Instinto Básico (pero sin el famoso cruce de piernas de la Stone, porque si no, me caería), y corrí sin saber hacia donde pero en línea recta, tragándome a todos los putos mosquitos que en nubes, se arracimaban en la orilla del lago. Salté matorrales y plantas pequeñas como una auténtica campeona de salto de vallas... aunque en realidad eran vallas blandas.

-¡¡¡GIIIGIII...GIIIGIII-DOO!!! ¿¿¿Where are YOU???

Se me abrió el cielo al reconocer la iluminación eléctrica del complejo Takami, pero como iba a la velocidad de la luz, o casi, no giré a lo bestia, porque me empotraría contra cualquier árbol, como las motojet de El Retorno del Jedi, así que fui girando a la izquierda poco a poco sin aminorar la velocidad hasta reconocer una cuestecilla, que subí con mis botas de súper puta, y desde esa noche, ¡de súper puta de las siete leguas!

-¡¡¡SOCORRO!!! –chillé, pero no me oí, así que digamos que fue un grito interior, porque la boca la tenía llena de los jodidos mosquitos de humedad, y escupí unos cuantos, pero aún tenía otros tantos por ahí zumbando, dentro de mi garganta.

Pedí ayuda otra vez y ahora sí, imité algo parecido a un grito de HELP!, que me salió muy varonil... pero con restos de mosquitos amargos. ¡Es asqueroso masticar mosquitos crujientes. Cuando Antena 3 vuelva a emitir uno de esos reportajes sobre lo guay que es comer insectos, les voy a llamar y les voy a decir...

-WAAAAARRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSS!!!!

Esta vez, mi grito sí que fue un grito, y algo aleteó sobre mi cabeza y pedí a Dior que no fuera un tentáculo de los que salieron del lago, sino un pájaro, ¡pero sin gripe aviar!

-¡¡¡SOCORRO!!! –berreé por el caminito por el que corría, súper bien iluminado... ¡¡¡y por donde venían corriendo un grupo de hombres!!!-. ¡¡¡A mí la Legión!!! –chillé, un pelín excitada con toda aquella testosterona que corría a mi encuentro.

Eran siete seguratas del complejo y con ellos estaba Genaro, el del Greenpeace y novio de Cristina, a la que se la había comido el bicho del lago... pero entonces me dio un ramalazo a lo Ladrones de Ultracuerpos, y aunque sé perfectamente que señalar a alguien es de muy, pero que muy mala educación, la situación así lo requería, y lo hice apuntando a Genaro.

-¡¡¡ESE HOMBRE ES UN ECOTERRORISTA!!! ¡¡¡TIENE POLLOS CON GRIPE!!!

Y me detuve, o mejor dicho, mandé una orden a mis piernas para que se detuvieran, porque ya es que tenían vida propia, y seguí corriendo, pero sin ganas, unos pocos metros hasta detenerme, ya que como todos corrían hacia mí, ¿para qué coño iba a correr hacia ellos? ¡Angela María! ¡¡¡Que corran ellos, que a mi me dolía ya hasta el horto de tanta carrera!!!

En esos segundos pasaron muchas cosas. Sí, sé que es la formula que utilizo para contar muchas cosas y dar por finalizado el capítulo, pero en esta ocasión os vais a joder, porque como digo, pasaron muchas cosas, y fueron las siguientes:

Lo primero fue que los seguratas del Valle Takami, ¡¡¡estaban que os cagáis vivas en la tanga, por DIOR!!! ¿Quién les hacía a los japoneses el casting de seguratas? ¡Quiero conocer a la directora de casting, jolines! ¡¡¡Quiero que la directora de casting sea mi amiga!!! ¡¡¡Y que cada día de la semana me presente unoooo...!!!; sí vale, tengo novio, ¡PERO NO SOY MONJA! Y Santa mucho menos, neeenaaasss.

Como suele ocurrir, mis ojitos se fueron directos a los seguratas que reconocí, y a los PAQUETES de todos los que no conocía, pero que estaba encantadísima de que me los presentaran, ¡digo yo! ¡¡¡Viva el cuerpo de seguridad del Valle Takami!!! ¡Hasta el bajito estaba de escándalo, porque tenía unas venas en el cuello, que parecía la Patiño en plena entrevista a Barbara Rey! Y claro, me presupuse yo: si las venas del cuello las tiene así... ¡¡¡Las de la polla deben ser de órdago, neeenaaas!!!

Deseché al primer segurata que reconocí, que fue aquel que me hizo una visita en la cabaña, y me fui directa al que se había follado a Gigi, un tal Pablo, pero no hace falta que os aprendáis el nombre porque como no me lo follé yo, sino Gigi, pues eso, ¡que le den!

Fui directa a Pablo porque como yo sabía que se había tirado a Gigi, seguro que no me ocultaría información, y así vosotros os enteráis de primera mano, al igual que yo.

-¡Hay algo en el lago! ¡Y ese hombre...! –y busqué las melenas del Genaro, ¡pero no estaba! -. ¡No está! ¡El del Greenpeace no está!

Y como si se tratara de una comedia de los años 40, los seguratas se miraron los unos a los otros como si buscaran entre ellos a alguien con ideologías ecologistas, o con melenas, cuando todos tenían el pelo rapado al uno... y que además, el tal Genaro ya no estaba entre ellos.

-¡El peludo que venía con vosotros! ¡A estado tirando al lago AVES LOCAS... digo... VACAS CON GRIPE! –me crucé de brazos y respiré hondo mientras contaba hasta tres fresisuis con las manos en jarras, y por fin lo dije-. ¡¡¡POLLOS MUERTOS, COÑO!!!

Uno de los seguratas, que debería ser el jefe de los demás, porque era el más alto y marcaba un pectoral como las tetas de Malena Gracia, pero después de que una apisonadora pasara sobre ellas... o sea, que tenía un pecho ancho como Mazinger Z, hizo unas señas estilo boinas verdes, y parte del grupo de seguratas desandaron el camino al trote, como si se fueran a buscar al del Greenpeace que venía con ellos.

-Ese hombre y su novia, han estado tirando pájaros muertos al lago, que lo he visto yo con mis ojitos... –y casi me saco un ojo al tocármelos con los índice-. Y luego ha salido algo del lago y ¡¡¡LES HA ATACADO, NEEENAAAS!
-¿Que ha salido algo del lago?
-Sí, mocetón. ¡Ha salido un bicho! ¿Qué digo un bicho? ¡UN KRAKEN!
-¿Un qué? –preguntó el segurata bajito, que debería tener más venas en la polla, que La Cosa del Pantano por todo el cuerpo. Bueno, eso me imaginé yo, porque tenía muchas venas en las sienes y en los brazos Popeye, no aptos para Fistings porque matarían a cualquier persona.
-¡Era una cosa enorme y asquerosa! ¡Y tenía tentáculos! –chillé.
-¿Qué tenía qué? –preguntó otro segurata, un pelirrojo muy buenorro, pero con cara de no haber entendido el final de La Pasión de Cristo.
-Un momento, vale que no sepáis qué es un kraken, ¿pero un tentáculo? ¿Me estáis tomando el pelo? ¿Sabes lo que es un pulpo, guapín? ¡Casi me coge esa cosa... con UN TENTÁCULO!
-¿Cómo va a haber un monstruo en el lago? –me preguntó el jefe de los seguratas.
-¿Crees que tendría ésta cara de acojone mortal si lo supiera? ¡No tengo ni la más mínima idea, nene! Pero en ese lago, hay algo grande, y con TEN-TÁ-¡¡¡CULOS!!! –dije mirando al pelirrojo, que después me dio pena-. Y esa cosa que hay en el lago, come pollos muertos y ¡personas, neeenaaas!

Y todos los seguratas se quedaron flipando, como cuando corres como un loco y frenas al borde de un precipicio. Se quedaron con esa expresión de vértigo, nenas.

-A la novia del peludo ese que ha desaparecido, vi como un tentáculo la cogió, la enrolló desde el culo hasta las tetas, ¡y después ya no estaba!
-¿Se la llevó?
-¡No lo sé!, porque intentaba salvarle la vida, pero ella me llamó marikón, y le di la espalda súper indignadísima cuando desapareció... –hice memoria-. Pero oí un ¡CHOF!, así que supongo que se la llevó al lago, porque el tentáculo salía del lago.

Y al igual que en ese momentazo al principio de E.T., las linternas de todos los seguratas se dirigieron hacia la izquierda, entre la taimada nebrlina, donde entre los árboles y la vegetación, se veía la superficie del lago, quieta y serena como un mar de hielo.

Me arrebujé en el interior de mi cazadora de súper puta, como sólo yo sé hacer, para darme a mi misma un aire de misterio… sabiendo que nadie me creería. Me tomarían por una marika que se había comido unos hongos y flipaba ella sola, pero yo, desde lo más profundo de mi Sexto Sentido Marikita, el mismo que utilizo cuando voy de campechana por la calle y descubro a otras marikitas que transitan sin mostrar su verdadera identidad rosa... que bajo aquellas aguas, había algo… grande… vivo… y mortal para todos nosotros…

-¡JA! ¡Mientras se coma a otra y no a mí! –dije.
-¿Cómo? –preguntó el jefe de los seguratas.
-Nada, nada –respondí con un ademán a lo Kidman-. El ejército podrá encargarse de esa COSA.

martes, febrero 21, 2006

~15~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

¡Escribí lo que nunca, nenas! Casi nueve páginas y seguí viva, que suelo quedar viva siempre al final de cada capítulo, aunque en un Extreme Danger de flipar. O como decimos por Chueca: “tas’bien jodida, nena”; el lado positivo fue, ese reencuentro entre Gigi y su Madre (Jacinta), con el que más de una se habrá emocionado más que con el final de Falcon Crest, espero, y si no espero, ¡es plátano!

Corrí varios minutos más, hasta que me dolía la británica, que una es muy fisna y llama británica a la ingle, que suena a marika depilada y escocida. ¿En dónde? ¡En la INGLE, NEEENAAA!, así que aminoré el paso que no el trote feliz, dando grandes zancadas pero con muchísima más gracia y garbo, que en eso, no me gana ni la Norma Duval aunque se envuelva en 5.000 plumas y la acompañen una docena de bailarines marikas del Zoom.

-¡Vas muy bien, nena, vas requetesúper bien, nena! –y le di a mi reloj que se iluminó en azul, que marcaba los dos patitos y cincuenta y seis (22:56 para las marikas con relojes digitales), cuando desapareció el suelo, levanté la vista y salí despeñada ladera abajo... hacia una manifestación como las del PSOE, (aunque deberían renombrarse como PPSOE, porque se están volviendo más PP'ras que el propio Rajoy-a), pero llena de arbustos, ortigas y la madre que las parió a todas las fanáticas de las hierbas y las infusiones de hierbas.

No perdí el equilibrio, porque como estoy hasta el higo de ver los Goles en Antena 3, me puse a mover las manos como las brasileñas esas del Barcelona cuando meten un gol, que salen como marikas corriendo en tacones corriendo por una cuesta empinadísima, y conseguí mantener mi dignidad sobre el suelo, y no estrellarla contra él, como en otras ocasiones.

-¡Neeenaaa, eres la bomba! –me chillé por mi pericia, por que siempre está bien darse de comer al EGO, o nadie lo hará por ti, a menos que quieran hundirte en la mierda; tras sujetarme a unas ramas y conseguir detenerme, estaba súper acelerada, excitada y ¡LOST!-. ¡Vaya! –dije y miré a los lados en busca de algún tipo de iluminación que no existía, y que para colmo, al no haber luna, pues lo dicho, que me había quedado peor que la Björk en Bailando en la Oscuridad. Cegarruta perdida… y sin música -. ¡Mi ZEN! -me chillé otra vez, a mi misma, claro.

Cogí el ZEN y cambié el tiempo de los cinco segundos a más, que tiene la pantallita con esa luz tan cool, y lo utilicé a modo de linterna buscando una salida de entre los matojos, que sonaba a título de peli porno. ¡Folladas entre los Matojos! Y me acordé de Gigi.

-¡Ay Gigi! –suspiré, mientras seguía buscando una salida, porque subir otra vez por aquella pendiente, era un trabajito para los chicos de Al Filo de lo Imposible, y no para mí.

Al final y para no aburrios, porque es cierto que pasé varios minutos buscando una salida de aquella escombrera de matojos y yerbas varias, conseguí abrirme un caminito por donde la susodicha flora forestal era más baja que yo, y me abrí paso con el ZEN en una mano, y el móvil en la otra, al que le echaba un vistazo de cuando en cuando. ¡Un punto de cobertura! Bueno, menos da una piedra.

-...Shhh... calla –dijo una voz a varios metros por delante de mi.

Yo me quedé quietísima. Como las perras esas que usan para la caza. Las “galgas”. Me pegué la pantalla del ZEN contra el pecho para que la luz azul no me delatara; obviamente reconocí la primera voz... y la segunda con la que hablaba la primera voz también, pero como soy muy cabrona y quiero mantener el SUSPENS... no daré nombres. Os jodéis y os interesáis más por lo que se me iba a venir encima.

-¿Lo has oído? –preguntó la primera voz.
-Yo no he oído nada... -dijo la segunda voz con algo de temor.

Si los perros pueden detectar tu miedo mirándote, yo también puedo detectar el temor en la voz. ¿Por qué? Porque supongo que tengo algo de perra en el ADN, ¡nenas!

-Juraría que por allí hay alguien... espera –y se oyó un ruidito, como de agacharte a coger algo, y después a menos de un metro de mí, sonó tal pedrada contra la maleza o tronco de un árbol, que casi se me escapa un pedo del susto.
-¿Por qué no hacemos lo que hemos venido a hacer, y te dejas de tirar piedras como un crío? –le reprochó la segunda voz.
-Seguro que es ese crío idiota que se nos ha pegado todo el tiempo.
-Es un crío, no te pases... y además está medio tocado.
-Sí, está bien... vamos, abre la mochila.

Oí ruiditos de cremalleras, del frusfrús de una bolsa de plástico, y después las voces, sonaron amortiguadas, como si hablaran con unas de esas mascarillas que se pone el Michael Jackson, para no comerse los culitos de los niños sin protección, aunque la Gigi diga que es para la polución, fijo que se las pone para los palominos infantiles.

-Agggg –dijo la segunda voz-. Esto apesta.
-Shhh... –le mandó a callar la primera voz.
-¿Dónde los dejamos?
-Tíralos al lago. Así nadie los tocará por error.
-En ese lugar, lánzalos tú. Llegarán más lejos.

Se oyeron más ruidos, ruidos de plástico y luego de tejidos, las ropas de esos dos hijosdelagranputa que pergeñaban un atentado en el Valle Takami, y que yo era como aquel niño con orejas de soplillo, en Única Testiga, acojonadita por si me sonaba el móvil, era descubierta e INFECTADA con aquel material que estaban arrojando al lago.

¡CHOFFFSSSHHH...!!!

-Creo que voy a vomitar –dijo la segunda voz, con toques de veracidad, porque se le entrecortaba la voz.
-Trae... –dijo el otro, y segundos después...

¡CHOFFSSHH... ... ... ... CHOFFFSSSHHH!!!

Y luego oí otra cosa, como una ola o similar, claro que en los lagos no hay olas. Quiero decir, olas del tipo de hacer surf y cortarte las uñas de los pies en ellas mientras mantienes el equilibro. O sea, nenas, OLONES. Aquello sonaba a olones surferos de la costa Oeste americana.

-¡Dios míos! –chilló la segunda voz.
-¡Joder! –chilló la primera voz-. ¿Qué fue?
-¡Vámonos!

Y yo tiesa como un poto de salón, con mi ZEN y móvil pegados al cuerpo para que no brillaran o emitieran ruiditos, cuando los dos ecoterroristas comenzaban a dar voces y a chillar, y yo no veía ni un carajo con pelos.

El oleaje se incrementó formando remolinos, o remolinos fueron las imágenes que me vinieron a la cabeza con aquello que estaba oyendo, y después... lo más inexplicable. ¡Manguerazos, nena! Sí, suena poco cool, pero era igualito a usar una manguera de regar el jardín, para fustigar a latigazo limpio a lo que tengas al lado, en este caso, a esos dos ecoterroristas, y a la grava o a la tierra con piedras, de la orilla del lago.

En ese momento, me importó menos que un CD de Ambar (antes conocida como Tamara) del top manta, lo que pudieran hacerme aquellos dos que chillaban con auténtico pánico, mientras les atizaban con mangueras de jardín, y pensé en mí (¡y cuando no!), y en sacar mi culito de aquel berenjenal en el que me había metido de la forma más tonta (¡y cuando no!).

Me di la vuelta súper dispuesta a subir la endiablada pendiente abrupta y matojil, cuando oí los alaridos de horror y dolor, de la segunda voz.

-¡¡¡No me dejes aquí!!! ¡¡¡Ayúdame!!!

No me lo decía a mi, desde luego (a menos que fuera telépata para detectar mi aura o mi miedo), se lo decía al otro con el que estaba hablando, pero el pánico que contenía aquella voz era tal, que no pude eludirla o hacerme la loca (que me lo sé hacer cuando me sale del chirli y estoy de Oscar). No podía ponerme el ZEN a tope y hacer como si no hubiera oído nada. No, nenas.

-¡¡¡HIJO DE PUTA!!! ¡¡¡SOCORRO...!!! –chilló hasta desgañitarse la segunda voz.

Me di la vuelta y corrí hacia los berridos de mujer, sabiendo que no era yo al que habían llamado hijo de puta, claro. Aquella voz de mujer era la peluda del Greenpeace, Cristina, como había sabido desde el principio, pero no lo dije, nenas, porque quería mantener el SUSPENS; y su acompañante que había oído, era el guarreras del melenas: Genaro.

-¡¡¡SOCORRO!!! -chilló otra vez, pero en un nuevo todo, un todo de “socorromundis”, de ese que sólo sueltas cuando sabes que no tienes escapatoria, y sólo quieres que te ayuden a salvar el pellejo, sea como sea.

Salté matojos y aparté otros tantos, guardando a buen recaudo en el interior de los bolsillos de mi cazadora de súper puta el ZEN y el móvil, porque vale que me diera momento Vigilantes de la Playa, pero coño, ¡que me había costado mi dinerito los cacharritos!, y no los iba a perder ni romper porque una peluda del Greenpeace se pusiera a chillar como si le hicieran un Fist con un ariete del Señor de los Anillos.

Salí al descampado donde minutos antes habían estado los dos ecoterroristas, y como si fuera un dibujo animado, las piernas se me tensaron para pararme en seco, aunque la inercia me hizo derrapar en plan cool y sin caerme, claro.

-¡¡¡HOLY MANOLIS!!! –chillé súper fuerte, porque era FUERTE lo que estaba viendo, neeenaaasss.
-¡¡¡AYÚDAME!!! ¡¡¡AYÚDAME!!! –berreó con los ojos desencajados, chillándolo súper rápido y sin aire en los pulmones.

Pese a que me asusté muchísimo, porque su rostro parecía sacado de una careta de halloween, y de las caras, o sea, una careta de esas que no parecen caretas porque son súper reales y súper asquerosas para dar un súper susto... fui a su lado y antes de cogerle la mano, vi que tenía puestos unos guantes de plástico.

-¡Qué has tocado con esas manos, cochina!
-¡AYÚUUUUDAMEEEEEE!!! –se desgañitó como si le retorcieran el pescuezo.

El grito me impresionó tanto, como cuando vi La Cosa. No La Cosa de Carpenter, sino “La Cosa” de Felipe-Lipe. Que es tan COSA que no se puede comer de un bocado. Chupar y lamer, hasta que te den calambres faciales, pero comer, ¡ni loca, neeenaaa!

Cristina se aferraba al fuste de un árbol, como una gata a un canalón por el que está a punto de caer y perder una de sus siete vidas, y berreaba y chillaba como una auténtica lunática, pero si quería ayudarla, lo haría con muchísimo cuidado, porque sabía que había estado manipulando con sus manos enguantadas algo muy tóxico y... a ver si por ayudarla, se me iban a pudrir las manos o a salirme alguna guarrería y luego ¿cómo me iba a hacer una paja? ¿EH? Es que hay que pensar en todo, neeenaaas...

Humanitaria, sí. Tarada mental, no.

La dejé con sus chillidos histéricos, calvando las uñas al tronco de aquel árbol, y yo intenté agarrarla a la altura del codo, porque no quería que me tocara con aquellos guantes plásticos. Además, tenía una mascarilla de algodón que le colgaba del cuello, y muchos arañazos en la cara. Entonces las tripas le hicieron ruido... y vi los anillos gruesos, rugosos y costrosos, que se formaban en su cintura.

Era como si una lombriz enorme la hubiera enrollado desde más abajo del culo hasta el estómago. Pero sólo la había enrollado a ella, no al árbol; la agarré con toda la fuerza que pude del codo y la axila de su chaqueta, y tiré tierra adentro...

El árbol donde Cristina se había aferrado como un koala, era el más próximo a la orilla del lago... del que emergía un larguísimo tentáculo. ¡El mismo que la había apresado!

-¡¡¡NEEENAAA!!! –chillé súper histérica-. ¡¡¡PERO QUÉ ES ESTOOOO...!!!

lunes, febrero 13, 2006

~14~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Conocí a Justo, que estaba follable, pero que era el amigo de mi archienemiga en el Valle Takami: La Rata Gustavo; luego me sentí observada y perseguida, pero resultó ser la Gigi, que me venía a contar cosas, pero yo le conté más cosas y más jebys, que nos hicieron chillar hasta espantar a un pájaro taciturno, por turnos.

Alguien dijo una vez algo, que era así, como súper profundo, pero que ahora mismo no lo recuerdo. Pero creedme, era muy, pero que muy profundo. Y algo similar, fue lo que nos ocurrió aquella tarde-noche en el Valle Takami. De verdad, nena, que me fastidia horrores no recordar esa frase tan cool, pero os contaré otra que también es cool y se adapta a eso tan profundo que estáis a punto de leer en este capítulo 14.

”La victoria nace con muchas madres, y la derrota… huérfana”, como Gigi, por poner un ejemplo. Sí nenas, cuando crees que la vida ya no tiene más recursos para sorprenderte, va y lo hace ¡¡¡y de qué forma!!!

-¿Entonces qué propones que hagamos, tía? ¿Largarnos? –preguntó Gigi.
-¡Y una mierda, nena!
-¡Pero en el lago hay un BISHO!
-Yo no me largo, ni aunque me salga el bicho y toda su familia de bichos. Este es mí regalo, y lo voy a disfrutar.
-Pero Dolly, tía, ¡¡¡recuerda lo que le ocurrió a La Streisand!!!

Gigi no se refería a mi querida Barbra Streisand, claro está, sino a una conocida nuestra de la que ya ni recuerdo el nombre, a la que le pasó algo súper trágico… Después de eso (tan súper trágico) fue conocida por el mote de La Judía; pero a nosotras que nos dio pena, la llamamos La Streisand, para hacer de su desgracia algo más llevadero, cool y menos ofensivo para el pueblo judío, desde luego, porque como ya digo, la Streisand era una conocida, no era amiga nuestra ni nos habíamos tomado unos fesisuis juntas… ni nada de Nothing Hill.

-¡Esto no tiene nada que ver con La Streisand, Gigi!
-Sí que tiene que ver.
-¡Que te digo que no, nena!
-Sí, Dolly. Recuerda, que La Streisand se empeñó en entrar en aquellos vaqueros, que no eran de su talla, y al subirse la bragueta, ¡¡¡SE LLEVO EL PREPUCIO, TÍA!!!

¿Entendéis ahora por qué la llamaban “La Judía”?

-¡¡¡AAAAGGGGGG!!! –chillamos las dos requeteasqueadas, al imaginarnos la escenita en los probadores del Benetton de Callao, y un pedazo de prepucio pegado contra el espejo de los probadores.
-Gigi, lo que le pasó a La Streisand no se debió a su obstinación por querer entrar en aquellos vaqueros, sino: ¡¡¡porque era una cochina que no se ponía calzoncillos!!!
-Pero acabó desprepuciada in situ, y yo no quiero terminar igual.
-Tú llevas calzoncillos de los largos. ¡Imposible que te pase eso!
-¡Pero soy muy impresionista con esas cosas, Dolly!
-Gigi, tranquilízate, ¿quieres? Lo que quiero decir, es que en esta historia tenemos que estar con los ojos bien abiertos ante lo que pase, y sobre todo, actuar. Tenemos que tomar un roll de activas.
-¡Pero yo soy versátil!
-¡GIGI! –le chillé porque me estaba sacando de mis Iker Casillas-. No me refería a eso… aunque tú ya te puedes dar por follada, wappa.
-¡Anda que no te jode!
-Un horror, nena, porque este es mi blog, y deberían pasarme a mí esas cosas; pero me refiero a que debemos hacer algo, y no estar aborregadas como el resto de los que están aquí, que les montas una hoguera y se ponen a cantar y a comer carne asada.
-Pues a mí me gustan esas cosas, las hogueras, las canciones y la carne asada.
-Y a mí, nena, pero lo prioritario es… investigar qué está ocurriendo aquí. A eso me refería al decir activas, Gigi.
-Ah… -dijo, y dejé que su cerebrito asimilara la información.
-¿Entendido?
-Sí, tía, que no soy tonta… pero de todas formas… aunque vayamos de activas, si surge rollo, podemos follar y ser también un poco pasivas, ¿no?
-Mira, nena, puedes ser pasiva, activa o con bífidus. ¡Lo que te salga del chirli! Pero tú a mi lado.
-¡Anda la cabrona! ¡Para que cuando salga el bisho se nos coma a las dos!
-No lo creo, se asustará con tu camisa lolailo y echará a correr.
-Pero yo he follado, y tú no.
-¡Serás hijadelagranputa…!

Ring, rin, ring, ring, rin, ring, ring … ¡BANANA PHONE! Pupú-pitú-pupú

-¡¡¡MI MÓVIL!!! –chillé al reconocer el DollyTono de mi móvil, y me puse a cachearme viva a lo policía de Los Angeles de Charlie, porque no sabía en cual de los bolsillos lo había guardado-. ¡Mierda! –dije al sacar el ZEN-. Sujétamelo, Gigi –y me seguí cacheando por la tetilla izquierda, que era donde sentía las vibraciones. Lo encontré y vi el nombre “BRUNO chulazo”, y casi me da una erección allí mismo al descolgar-. ¡BRUNO! -chillé ultraemocionada.
-¿Dolly?
-¡Sí cariño, soy yooo! La que sigue aquí –y me limpié unas lagrimillas, que brotaron así, espontáneamente, de la felicidad que me había rebosado-. ¡Bruno, nene, esto es el Infierno! ¡Y la Gigi no siente las piernas porque se la han follado!
-¿De qué me estás hablando? ¡Llevo medio día intentando hablar contigo! ¿Se puede saber dónde estáis?
-¡¡¡En el Hell, cariño!!! ¡¡¡EN EL HELL!!! Este sitio, aunque es de un cool que atraganta, no tienen teléfonos ni cobertura de móviles, y hay un fantasma que nos ha salido a todos, y a la Gigi se la ha follado un segurata… y una vieja tarada me ha meado encima, y después dice que hay un bicho en el lago que saldrá esta noche, y que se nos va a comer el coño a todas!!!

Sí, nenas, me desahogué con Bruno como nunca. Con gestos, le dije a Gigi que se pusiera el Zen y que se largara, pero que se quedara a la vista; parecía que el merendero, que era donde estábamos ahora, era el único sitio del Valle Takami donde funcionaban los móviles, pero ¡claro! El jodido merendero estaba a tomar por culo de las cabañas y del lobby del complejo. Vamos, que te podían matar de camino al merendero, si te daba el punto de hacer una llamada de S.O.S.

Bruno, como buen proyecto de futuro novio, consiguió tranquilizarme y hacerme ver el lado menos oscuro, del Lado Oscuro en el que me encontraba. Y también lloré, pero sólo un poquito, porque le echaba muchísimo de menos, y porque además tanta niebla ya me tenía frita, y porque me apetecía horrores echar un polvo con Bruno… y en fins, nenas, que rajamos y rajamos más de media hora… y Bruno consiguió tranquilizarme, diciéndome cosas como: “ésta noche te voy a extrañar en la cama…” y otras muchas cochinadas que me prometió hacerme, cuando volviera a casa.

Como yo estaba ya con mi roll de Activa en ON, y ahora tras hablar con Bruno, que me quiere más que yo a Dolly Parton, concretamos tres horas al día, donde nos llamaríamos (claro que yo tendría que echarme una carrerita hasta el merendero), y así podríamos estar en contacto con el mundo exterior. Pero lo mejor de todo aquello, lo dejó para el final.

-… además quería darte una buena noticia –dijo Bruno-, antes de que la veas por la tele, o lo leas en los periódicos.
-Pues como no me traiga el periódico la lechuza de Harry Potter, me da a mí que va a ser un imposible.
-Han detenido a “La Space”.
-¡Qué me estás contando! –hice gestos para atraer la atención de Gigi-. ¡Gigi, ven! ¡Quítate los cascos! ¡Ven, vamos!
-¿Y dónde han detenido a esa hijadelagranputa?
-¿Qué pasa? –preguntó Gigi.
-¡Que han detenido a la Space, nena!
-¡QUÉ JEBY! –chilló, recordándo todo lo que le había hecho la Space.

Para todas las que no sepáis quién es la Space, tenéis que leeros la Primera Temporada de Desperate Housegays, neeenaaas, porque no pienso volver a contar lo que pasé en ella.

-¿Y cómo fue? –le pregunté a Bruno, y despegué un poco el móvil de la oreja para que Gigi también pudiera oírlo.
-… ha sido en Portugal.
-¿En Portugal? ¡Qué sitio más feo para huir! ¿No?
-En Portugal está todo quemado –dijo Gigi.
-Mañana lo trasladan a Madrid. Le han detenido a él, y a dos hombres más. Dos alemanes.
-¡QUÉ JEBY! –chillamos las dos.
-¿Y el viejo? ¿Le han detenido? ¡Porque ese quería arrancarme los ojos!
-No Dolly, pero tenemos que esperar a los interrogatorios. Mañana domingo vamos a tener un día muy ajetreado aquí. Ya estamos llamando a los chicos y a las chicas que fueron secuestrados, para una rueda de reconocimiento a La Space.
-¡BIEN! –chillé feliz y recordé algo-. Irá también la Sayuri, ¿no?
-Claro, Dolly –dijo Bruno.

Entonces, me dio pánico preguntar algo, que posiblemente tú estés pensando ahora mismo, porque mi Bruno, antes era el Bruno de la Sayuri, pero como yo soy más cool y más buena persona, y la Sayuri se había vuelto hétera por lo que ocurrió en la Primera Temporada de Desperate Housegays, lo dejaron, y entonces Bruno y yo nos liamos, y bueno, ¡¡¡que te leas la anterior aventura y punto, neeenaaa…!!!

-¿Cómo está? –pregunté, porque es que lo mío tiene delito.
-Bien, a parte de estar muy cabreado contigo y conmigo. Aunque creo que está más cabreado conmigo... Al incorporarse a su puesto, y todo eso de volver a verle en la comisaría... es un poco… tenso.

Aquellas palabras, quieras o no, me tranquilizaron.

-No puedes imaginar cuanto te quiero –le dije.
-No creo que sea tanto como yo a ti –dijo él.
-Tías, ¡qué bonito es el amor! –dijo Gigi jodiéndolo todo.
-Gigi, ¡joder!

Tras tranquilizarme con la llamada, y verlo todo con otros ojos, quedé con Bruno para llamarle a las once de la noche, antes de que Gigi y yo nos fuéramos al lago, a ver al bicho famoso y todo eso; Gigi no estaba muy convencida de ir, pero como ya estábamos con el rol de Activas en ON, le moló cantidad eso de ir de megamachas, a lo Sonia y Selena y tal, en busca de aventuras a lo Indiana Jones.

Pese a que pienses que éramos dos marikas súper insensatas por hacer lo que íbamos a hacer, he de alegar en mi defensa, que una será marika, pero muy lista, porque mandé a la Gigi a hablar con su amigo el segurata, para que cuando hicieran la ronda, supieran que íbamos a estar en el lago, y que si por un CASUAL, oían berrear a dos marikas alteradas, que sacaran los tanques y los helicópteros para rescatarnos.

Regresamos a la cabaña, y disfrutamos del confort de las instalaciones, porque ¡coño! ¡¡¡Menudo sábado más largo habíamos tenido las dos, en el jodido Valle Takami, neeenaaas!!!

A eso de las nueve de la noche, la niebla había despejado mucho, y se veía un cielo precioso llenito de estrellas, como las de las pelis de Pixar, en varias tonalidades de azul y lila, y hasta Gigi vio una estrella fugaz, cerró los ojos y pidió un deseo.

-¡Que no nos coma el bisho!
-Ya la has cagado, neeenaa, ¡lo has dicho!
-Claro, tía, ¿cómo voy a pedir un deseo si no lo digo?
-Pero lo tienes que decir mentalmente, nena, ¡como las telépatas!
-¡Bueno, pues lo haré la próxima vez!
-Eso, a dejarte los ojos en el cielo, a ver si te estampas contra un árbol… pero que sepas, que como nos coma el bicho, será toda, todita culpa tuya, Gigi.

Soportamos al grupo folklórico un ratito, más bien un ratito muy cortito, porque eran insoportables; canciones de alguien que se iba del pueblo y volvía para casarse, u otra un poco más alegre, que trataba sobre un idiota que era feliz al ver cómo las semillitas germinaban y el trigo era dorado. ¡Nada que ver con los Premios Nobel que le podrían dar a Dolly Parton por sus canciones Country! ¡Esas sí que son canciones country, no las que cantaban esas cuatro mamarrachas que nos endosaron! ¡¡¡Y encima una de ellas iba ARMADA con una acordeón!!!

Claro que no lo disfrutamos nada, porque tanto Gigi como yo, nos abrimos cagando leches cuando la madre del niñopiñata, Gloria, aunque a ella sus amigas la llamaban “Meri”, y que habíamos rebautizado con el nombre de pila de Meri Cochambre, porque vestía peor que un desfile de Agatha Ruiz de la Prada versión chafardera… pidió al grupo folkórico el tema de “Los Pajaritos”, porque Yeyo (el niñopiñata, para que nos entendamos), la sabía bailar de principio a fin; así que nos piramos, dejando a Meri Cochambre con las Hermas Calambre (Pepa y Rosa… y sus voltios), a ver si el grupo se arrancaba con el tema de María Jesús y su acordeón.

De camino a nuestra cabaña, para coger las mochilas y alguna manta para pasar la noche cerca del lago, Gigi, en uno de esos momentos de lucidez, inspiración o manifestación Divina que le dan a ella, muy de cuando en cuando... dijo:

-Tía, ¿te has fijado? –dijo mirando al cielo.
-Si ves otra estrella fugaz, no pidas el deseo en voz alta, Gigi.
-No, tía, no es eso. ¡No hay luna! Por eso brillan tanto las estrellas.
-Sí que hay luna, lo que pasa es que la sombra de la tierra la tapa, y no se ve.
-¡Mira a la Punset! ¡No me refería a eso, Dolly!
-¿Entonces de qué estás hablando?
-De aquello de “no se cuantos sin luna”... ¿Lo recuerdas?

Y me quedé pati-difurcia, porque los grenlis que tengo en el cerebro comenzaron a recabar información… Me llegaron pedazos de frases y las dije en voz alta, porque no eran deseos que se piden a las estrellas fugaces que ve Gigi.

-¡Sí, nena! –recordé-. ¡Una Noche sin Luna! ¿Quién coño dijo eso?
-¡Lo tengo en la punta de la lengua, tía!
-¡Sácala! –le dije, y la Gigi como es asins, la sacó y miré la punta de la lengua y ¡allí estaba!-. ¡Las hermanas calambre! Pepa y Rosa nos dijeron que el fantasma, les había dicho lo de una noche sin luna.
-Aj…JÍ?
-Sí, Gigi, ya puedes meter la lengua en su sitio –y cerró la boca, y yo seguí recordando-. Y a nosotros nos dijo “hasta que el último no pague… hasta que el último no pague… patapín, patapán… -dije, porque no lo recordaba.
-Nadie descansará –me recordó Gigi.
-Eso… ¡Vaya! ¡Ya está! No es una maldición, ¡nena!
-Ah, ¿no?
-No, nena… me da a mí que lo que quería decirnos ese fantasma, no era una maldición, sino una profecía.
-Pero La Profecía era de mucho susto, Dolly.
-No ese tipo de profecías, Gigi, sino de las buenas, mira: “una noche sin luna”, ¿ves? Como esta –y las dos miramos al cielo como si fuéramos fans del club de los OVNIS-. “Nadie descansará”, porque claro, con el día tan movidito que hemos tenido, y ahora que vamos a pasar la noche en vela, para ver si sale o no un bicho del lago, pues eso, que no descansaremos. Así que descansaremos el domingo, como hizo Dior.

Gigi se quedó pensativa mientras continuábamos andando hacia la cabaña.

-Sí, tía… -dijo con ese tono de haberlo entendido, en parte-. ¿Pero qué pasa con lo de “hasta que el último no pague”? –y se asustó-. Nosotras somos las que vamos a pagar con nuestras vidas, entregándonos como Vírgenes Suicidas al sacrificio del bisho del lago.
-Nena, que esto no es una peli de la Fantastic Factory.
-Quita, quita, que son todas de gomitar.
-Mira, si hay bichos en el lago, a lo sumo serán ranas y algún pez, nada de mutaciones varias, ¿vale? Esto es el mundo real, Gigi.
-Lo sé…
-No una película cutre de la Fantastic Factory.
-También lo sé, Dolly, ¡pero la gente en el mundo real no suele ir viendo fantasmas por ahí!
-Ni acaban folladas por un segurata entre los árboles, mientras a otras nos atacan yayas meonas.
-Tía, que te gusta de sufrir tú misma, ¿no?
-Recapitulaba, nena.
-Pues no “retratipules” más, que me da dolor de cabeza y encima me haces sentir mal, ¡con lo bien que me lo pasé!
-Vale, perdona… es envidia sana, Gigi.
-Ya… -y se detuvo y dijo bajito-. Mira… -y yo miré, claro, porque si te dicen que mires, pues miras.
-Es la señora del comedor: Jacinta –dije yo al recordarla.
-Tiene una camisa monísima.
-Sí, como para soltarla en los San Fermines, y a ti también. Porque tenéis el mismo y horrible gusto por esas camisas lolailo –dije bajito para que no nos oyera Jacinta-. ¿Qué está haciendo?
-Creo que está llorando, tía.
-¡No jodas! ¡No en mi presencia! –me dije, y para allá que me fui, porque no soporto ver a la gente triste, aunque yo misma lo esté algunas veces, pero cuando estoy triste, así como de llantinas y demás, he descubierto un método infalible. Un espejito de mano, y te miras llorar como una subnormal, y te dices: “nena, tienes una cara de espanto”, y me entra la risa y adiós dolor. Soy alérgica al dolor, como ya sabréis… así que fui a ver qué le pasaba a la buena mujer, de camisa lolailo-. ¡Hola! –le dije súper feliz, intentando transmitirle mi espontánea felicidad innata.

Jacinta se asustó un poco, porque estaba con sus pensamientos y tal, pero estábamos en una zona bien iluminada, y no creo que se asustara porque dos marikas cools aparecieran a su lado, porque nos habría visto venir desde lejos. Yo creo que fue más, porque la pillamos con la cara rara por su tristeza interior.

-¿Qué te pasa, nena? ¿Te encuentras bien?
-Sí, gracias…
-No se la ve muy bien –dijo Gigi-. ¿Quiere que le hagamos compañía? O que la acompañemos a… ¿donde duerma?
-Gigi, nena, ¡eso ha sonado fatal! –la recriminé por su poco tacto-. Jacinta, ¿verdad? –y ella asintió-. ¿Quiere que le hagamos compañía un ratito, hasta que se le pase lo que le esté pasando?

Porque en realidad teníamos casi cuarenta minutos hasta las 11, que es cuando había quedado para llamar a mi Bruno, y porque además íbamos a pasar toda la noche despiertas junto al lago, a ver qué coño salía de allí. Si un bicho, un bisho como decía Gigi, el monstruo del lago Takami… o un desfile de Gitanas vestidas de Purificación García, con complementos de Chanel y maquillaje Water Proof, cantando el ¡¡¡Caramba carambita, carabirurí!!! ¡¡¡Caramba carambita carabirurá!!!!

-Son muy amables, pero no… -dijo Jacinta-. No quiero estropearles la diversión.
-¡JARL! –dije yo-. No te creas que no estamos divirtiendo como deberíamos estarnos divirtiendo, nena. Que todas estas instalaciones serán cools de flipar rábanos tridimensionales, pero nos han pasado TANTAS COSAS en tan pocas horas –dije mirando a Gigi-, que me da a mí que vamos a empezar a “entilarnos”, a ver si nos tranquilizamos Al Gore.
-¿Quieren que les prepare algo de comer?
-No, gracias –dijo Gigi.
-No… además, usted ya ha terminado su turno y debería irse a descansar.
-Sí, debería ir a descansar –dijo súper triste con la vista en el suelo-. Yo sólo hice lo mejor para ella… -se dijo a si misma, pero claro, con dos marikas cotillas como nosotras a su lado, como que nos entró la gusa del cotilleo.
-¿Lo mejor para ella? –pregunté, y Jacinta asintió.
-No quería volver a cometer el mismo error con ella…

Gigi parecía más flipada que yo, y con disimulo, volví a mirar la hora en mi reloj, porque ese tipo de frases son las típicas que te suelta alguien que necesita soltarlo todo… y eso quieren decir, muchos minutos de monólogo, ¡con nosotras dos, de “espectatrices”!

-No se deprima, mujer, ya verá como mañana, ¡lo verá todo con ojos diferentes!

Y Jacinta me dedicó una mirada con sus ojos claros, que me partió el alma, y me hicieron sentarme a su lado. Gigi me imitó y se sentó junto a ella. Y allí estábamos las tres… solitas, bajo un cielo estrellado, con algo de frío y los sonidos típicos que hacen los bichos del campo por la noche.

-Le sentará mejor si… si lo suelta. Ya sabe a lo que me refiero, Jacinta.
-Sí, a mi hablar me desahoga mucho –dijo Gigi.
-Nunca he querido ser un lastre para nadie, y aún así, sigo teniendo esa culpa, y esa pena.
-Las penas con pan son menos.
-¡Gigi! –y Gigi se calló, cerrándose la boca con una cremallera invisible.
-Mire, Jacinta, si toda su pena se debe a… esa forma tan cochina que tiene de tratarla la maripepis esa de Olivia, debería hablar con su jefe. ¡Digo yo! ¿Es eso?
-Olivia no es tan mala persona. Sé que quiere que me supere a mi misma.
-¡Qué dice! La Olivia es un bicho, Jacinta.
-No digas eso… -dijo Jacinta con mucha penita.
-Dolly tiene razón: Olivia es un bisho.
-¿Un bicho? Un requetebicho –dije yo.
-Olivia… es mi hija.

A Gigi y a mí se nos desencajó la mandíbula, y no me preguntes por qué, me acordé de aquel momentazo Imperio Contraataca, y me entró un calentón Luke Skywalker, y casi grito: ¡¡¡NOOOoooo…!!! Antes de tirarme al suelo en plan me escoño a lo Luke Skywalker, pero me aguanté las ganas y miré a Gigi, que seguía flipando sola.

-¿Su hija? ¿Olivia es su hija, Jacinta? –y ella asintió-. Pues no se parecen en nada de nada, nena.
-La eduqué lo mejor que pude… en Japón…
-¿JAPÓN? –dijimos las dos a la vez, porque donde esté Japón para la educación infantil, ¡que se quite el CEU y colegios bilingües!
-Sí… en los años setenta emigré a Japón, y me casé con un compañero del viaje. Un hombre que aunque le amé hasta que murió, me hizo cometer el mayor de los errores de mi vida.
-¿Y sabe japonés? –le preguntó Gigi súper curiosa.
-Un poco –dijo ella, y se limpió una lágrima.
-¡Qué guay…! A mi me encanta el cine japonés, y el chino… el tailandés no, porque son más cutres… pero las pelis de Godzilla, me las tengo todas en deuvedé -dijo Gigi
-¿El monstruo ese que destruye ciudades? –preguntó Jacinta más feliz.
-Sí, pero no las destruye porque sea mala persona, porque lo era, pero sólo en la primera parte. Suele destruirlas para defender a la humanidad de los ataques de otros monstruos gigantes -aclaró Gigi.
-Sí, alguna película de Godzilla he visto… -dijo ella.
-Así que usted emigró a Japón, se casó, tuvo a Olivia, y ahora se han vuelto a España a trabajar en esta especie de ¿parque temático del terror…? –y asintió-. Entonces debería de estar contenta de regresar, ¿no?
-No… -dijo Jacinta-. Porque antes de irme hice algo terrible.
-¿Mató a alguien? –preguntó Gigi, y yo casi la maté con una de mis miradas de X-Men.
-Como si lo hubiera hecho –musitó súper tristísima ella.
-¡Qué jeby! –dijimos las dos.
-Por eso, en Japón, intenté darle todo lo que podía a Olivia. Le pagué las mejores clases… ¿Saben que Olivia habla el japonés perfectamente, además de español, inglés, alemán y francés?
-Pues no, pero qué lista que debe ser, ¿no? –dijo Gigi.
-Sí –dije yo con una imagen mental de Olivia en mi cabeza-. Va con aires de superioridad, del tipo: sé hablar muchos idiomas y tú no.
-Olivia no es mala persona.
-Uis, pues lo disimula de muerte lenta, neeenaaa.
-Sí, porque a una madre no se la trata con ese desprecio. Yo porque no tengo madre, pero si llego a tenerla, nunca de los jamases la trataría como ella la trata a usted –dijo Gigi.
-Olivia intenta que yo me olvide de él…
-¿De su marido fallecido? -pregunté.
-No, de a quien dejé antes de irme.
-¿Un exnovio? –preguntó Gigi, y pareció que su cabecita pensó y dijo-. ¡En el padre de Olivia, no?
-No… en su hermano.

Y nosotras nos quedamos muertas con aquel momento confesiones que nos estaba soltando la mujer. ¡Y sin una cámara para grabarlo, neeenaaa!

-¿Así que Olivia tiene un hermano? –pregunté y Jacinta asintió-. Y claro, no quiere que usted se reúna con él, porque si no, ella perdería su amor y las clases gratis de idiomas –dije yo.
-No, todo lo contrario. Olivia quiere que le busque.
-¿Qué le busque? –preguntó Gigi.
-¿Ha perdido a un hijo?
-No… hice algo más terrible. Lo abandoné.

En ese momento me puse en pié, y me limpié las lágrimas, porque me llamaréis sensiblera, pero como vea a alguien llorando se me pega, como me ocurre con los bostezos. Gigi también estaba súper triste, y con los ojos vidriosos, y le había cogido la mano a Jacinta y ahora la tenía entre las suyas. Y yo me iba calentando como el agua de la cafetera, antes de que se ponga a gorjear y todo eso, porque no daba crédito a lo que estaba ocurriendo ante mí, y me fijé en sus ojos, sus labios, en sus manos… ¡¡¡en las jodidas camisas lolailo!!!

Gigi me miró algo perpleja, y me indicó con un gesto de cejas que me sentara otra vez, pero yo no podía, porque sabía algo que nadie más sabía, o lo intuía, como presupongo que tú lo estarás intuyendo en estos momentos, si es que puedes leer y no estás limpiándote las lágrimas con un kleenex, neeenaaa.

Conté hasta diez fresisuis para tranquilizarme, y me senté otra vez junto a Jacinta y Gigi.

-Supongo, que usted -comencé a decir, para bajarme el nudo de la garganta-, cuando abandonó a "ese hijo", ¿no lo hizo porque no lo quisiera, verdad?
-Nooo –dijo ella con mucho dolor-. Lo dejé a buen recaudo, pero no podía llevarlo conmigo y con Gabriel, su padre… que también es el padre de Olivia.
-Así que usted tenía un marido…
-Un novio –me corrigió ella.
-Y en ese momento de emigrar… sólo había billetes para dos, no para dos y un bebé, ¿me equivoco?
-No… estás contándolo como si lo hubieras vivido. Tal y como fue.
-Qué lista eres, Dolly –dijo Gigi, y se limpió las lágrimas-. Debió ser muy terrible para usted tener que abandonar a su hijo, para buscarse un futuro, Jacinta.
-Fue muy doloroso. No paré de llorar durante meses…
-Y si no sabe dónde está ese niño… es porque no se lo dejó a su familia, ¿verdad?
-No, por dios, ellos no sabían que había tenido un hijo. De saberlo, me hubieran matado de una paliza... eran otros tiempos...
-Y lo dio en adopción… a las monjitas, o algo así, ¿no? –dejé caer yo.
-No… lo dejé en un sitio más seguro. En la puerta de una comisaría de policía.

Yo miré a Gigi, volví a limpiarme las lágrimas, y Gigi, como en cámara lenta, se volvió hacia mí. Tenía los ojos rojos, acuosos, y le brillaban de una forma que nunca imaginé verle. Jacinta por su parte, con una faz que partía el alma a cualquiera, seguía con la vista en diagonal hacia el suelo. Gigi la miró, la cogió de la barbilla, y le levantó el rosto para obligarla a mirarle directamente a los ojos.

-Yo siempre supe –comenzó a decir Gigi-. Que mi madre me quería… y que aunque en la nota que dejó cuando me abandonó, me llamara “pequeño incidente”, sabía que una fuerza superior de la naturaleza, la había obligado a hacer lo que hizo.

Aquel momento fue terrible, nenas.

Madre he hijo se miraron durante largo, pero muy largo tiempo, sin decirse nada. Sus ojos lo decían todo, y sus lágrimas de dolor, borrosas por el paso de los años, también; y allí estaba yo, en medio de aquel MILAGRO, porque no tengo otra palabra para describir ese momento en el que Jacinta, comenzó a acariciar con dedos torpes el rostro de Gigi, y sus labios temblaron antes de musitar…

-¿Gabriel…?

Gigi era un mar de lágrimas y de sentimientos contradictorios. Parecía que iba a llorar o a soltar una carcajada de felicidad, pero no hizo ninguna de esas dos cosas, simplemente, abrazó a su madre. La abrazó con tal fuerza, que la mujer se asustó pero dejó llevar por el impulso de un hijo perdido, y encontrado otra vez.

Y yo, llorando como una perra, y mordiéndome las uñas, no pude hacer otra cosa que abrazarme a ellos y sentir su amor por todos los poros de mi cuerpo (que tengo y muchos), mientras el hijo repetía la palabra mami una y otra vez, y la madre pedía perdón desde lo más profundo de su corazón.

Sí, nenas, había (y habéis) presenciado el único milagro que viví en el Valle Takami, y posiblemente, en toda mi vida hasta la fecha, que son muchos años, pero que no los diré porque las Divas como yo, no tenemos edad y somos eternas… pero, como bien sabéis… aún había muchos misterios que desvelar, aventuras que correr, ¡¡¡y yo tenía que ir a llamar a Bruno desde el Merendero, neeeenaaaas!!!

Así que apremiada por la hora que era (las once menos diez de la noche), dejé aquel milagro allí, entre palabras de amor y lágrimas, y eché a correr hacia el merendero, como una auténtica corredora olímpica rumana, que sabe que en la META la espera un plato de fabes con almejas.

-¡¡¡Corre, nena, COOORREEE!!! –me chillé para autoanimarme a mi misma.

miércoles, febrero 08, 2006

~13~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Con Gigi más tranquila y relajada de lo suyo, porque ya había follado, y no hay nada que tranquilice más y relaje más, que follarte a un segurata que te enseña el rabo en el campo, me decidí a proseguir con mi investigación en el Valle Takami…eso sí, con estilo, ropa cool que no olía a meados de viejas chifladas, y con mi ZEN.

Al salir de la cabaña, pensé en un momento en Gigi. ¿Le había dejado las llaves de la cabaña? Me da a mí que no. ¡Es igual! Llamaría a uno de sus amigos seguratas y derribaría la puerta a pollazos. Y después se lo tiraría, como suele hacer la Gigi. Madre mía. Seguro que esté donde esté esa pobre chica, le pitarán los oídos como a Aznar cada vez que lo mencionan en La SER… que son muchas veces, a la hora.

La dichosa niebla no terminaba de disiparse, y yo comencé a preguntarme si no tenía contratado el tal Takami a uno de esos de los Efectos Especiales del cine, haciendo humo con hielo carbónico, pero me da a mi que no, porque olía a humedad, y no a humo de discoteca.

-¡Necesito un caniche rosa! –chillé a nadie en concreto, porque estaba sola en uno de aquellos caminitos tan cools, pero me salió del alma, porque tras la aparición de la chica de la lavandería, me había puesto otra vez en el ZEN la banda sonora de Wedding Crashers, y el primer tema es para ponértelo y sacar a pasear un caniche rosa, o un perro cagarruta de esos que lleva la Paris Hillton, que a todo el mundo le caerá mal, pero que ha conseguido desbancar con su Insoportable Levedad del Ser, a la mismísima Tori Spellind. ¡Qué JEBY!

Me arrebujé en mi cazadora de súper puta y miré la hora. ¡Las cuatro y veinte de la tarde! ¡Neeenaaa, pues sí que es diferente el campo a la ciudad! Porque llevo no se cuantos capítulos, y aún no he pasado ¡¡¡ni un día entero en este sitio…!!! Pero es que pasan tantas cosas en tan poco tiempo, que lo voy atener que editar este blog por horas, y no por capítulos, como siga así.

MERENDERO. Leí en un cartel.

-¡Anda! –dije-. ¡Seguro que fue ahí donde Gigi comió PORRAS!, esta mañana –y para allá que me fui, siguiendo el cartelito.
-¿Dolly? –chilló una voz a mi espalda, que no me sonaba de nada.

Me di la vuelta, y entrecerré los ojos a lo Kidman en Las Otras, para ver quién se escondía bajo la silueta en la niebla, y salió aquel tipo; respiré aliviada, porque ni era un yayo desnarigado fantasma, ni una yaya alcohólica meaespaldas, ni alguien desconocido que tiraba piedras al lago… porque era, el acompañante rarito de La Rata Gustavo, esa marika sin amigos, que me amenazó con hundirme viva nada más conocerme.

-¡Dolly…! -repitió.
-¡Esa soy yo! -dije sonriéndole-. ¿Qué tal? -y miré a los lados-. ¿Te han dejado salir sola?
-¿Estás medio sorda, no? Llevo llamándote casi un minuto.
-¡Vaya! Es que tengo el ZEN a veinte de volumen, y con eso me puede caer al lado un Deep Impact al lado, que ni me entero, nena; ¿Y la psicópata de tu amiga? ¿Aullándole a algún animal indefenso del bosque?
-Posiblemente –dijo entre risas-. El chico lo está pasando mal.
-Mira, nene, que lo esté pasando mal es una cosa, y que sea una hemorroides que te encuentras en un trayecto de avión Madrid-Los Angeles, es otra muy diferente. A todo esto, ¿cómo te llamas?
-Justo.
-Estarás de coña, ¿no?
-No…; te importa que te acompañe, a donde vayas –dijo señalando delante nuestro.
-¡Claaaro que no! ¿Pero seguro que no aparecerá tu amigo con un machete por ahí, para desollarme por estar hablando contigo?
-Espero que no…

Justo se puso a andar, y yo también.

-¿Se puede saber qué le pasa a la Rata Gustavo?
-¿La Rata Gustavo?
-Sí, nene, yo es que si no le pongo un mote a la gente, no recuerdo los nombres. Salí a mi abuelo, que llamaba a mi abuela Antonia, cuando la mujer se llamaba Rosario. ¡Ya ves! –Justo sonrió y comenzamos a subir por la cuestecita aquella.
-Lo que le pasa a Gustavo, es que acaba de romper con su pareja. En realidad iban a venir los dos, pero al romper unos días antes, Gustavo me rogó que le acompañara, o de lo contrario hubiera venido sólo, buscaría un árbol bien alto y se ahorcaría.
-¡Qué jeby! Bueno, viniendo de una mente perturbada como la suya, no es para extrañarse tanto.
-No te pases, que es mi amigo.
-Sí, guapito de cara, pero a mí fue verme… y ponerme a caldo. ¡Sin haberle hecho nada!
-Está algo irascible.
-Ya, ya… así que tú y él… quiero decir, no tenéis nada, sólo amigos, ¿no?
-Eso es.
-Vaya… pues si te gustan los hombres, te diré que por este sitio a la que te descuidas, te follan viva. A Gigi le pasó; Gigi es mi acompañante. Iba a venir mi actual novio, Bruno, que está cuadrado, que es poli, y que además le queda de escándalo su uniforme, pero aún siguen con la investigación del paradero de los malos de la Primera Temporada de Dolly Partos, y se tuvo que quedar en Madrid. ¡Ya ves! Y aquí, para colmo, no hay cobertura del móvil. Y le envié un ESE EME ESE, y hasta la fecha.
-¿Te encuentras bien?
-¿Yo? Bueno… ¿lo dices porque no paro de hablar? Es que, me han pasado varias cosas en muy poco tiempo, y no he terminado de asimilarlas, pero te puedo dar un consejo. Si ves por ahí a una mendiga que huele a alcohol, huye, o a la que puede te mea encima. Lo sé por experiencia.
-¿Y eso del fantasma?
-No sé, nene… este sitio es de locos. Con lo bien que estaba yo en mi casita, follando con mi Bruno y todo eso. ¡Pensé que el campo sería otra cosa!
-Porque estás acostumbrada a encerrarte en los cuartos oscuros, ¡ladillosa! -dijo una voz que reconocía al instante: la Rata Gustavo-. Y eso es lo que te hace falta, mona: un cuarto oscuro pa hincharte –y miró a Justo con todo el odio que pudo contener en sus ojillos de rata-. ¿Qué haces con ÉSta...GOLfa?
-¿Ves lo que te decía? –pregunté a Justo.
-Gustavo, tranquilízate –intercedió él con aquella arpía de La Rata Gustavo.
-Sí, Gustavo tranquilízate –se dijo a si mismo.
-Nena, estás peor de lo que pareces -le dije yo, y me volví a Justo-. Nene, un placer y todo eso, pero prefiero seguir sola –y miré a La Rata Gustavo-. Y tú wappa, cómprate un sudoku y amplia tu vocabulario, ¡¡¡ordinaaaaaaria!!!
-Siempre que huelo a mierda, no puedo dejar de taparme la nariz -respondió ella.
-Mira, pues te vendrá de perlas eso de taparte la nariz, para que comiences tu cura de desintoxicación: ¡CACAINÓMANA!

Y me fui súper digna y sin mirar atrás, como una colombiana de esas de las telenovelas, moviendo caderas y con la melena hasta la rabadilla bamboleante; ya estaba yo bastante alterada... para que otra marika más alterada que yo me viniera a súper alterarme más. Sé que Justo dijo algo, pero yo no le oí, porque volví a ponerme el ZEN, con el volumen a tope, con el último disco de Ayumi Hamasaki: Miss Understood, y como el primer tema es súper jeby y cañero, pues que desconecté el audio del mundo real, y seguí andando hacia la zona del Merendero del complejo… hasta que tuve esa sensación…

Esa tan de… “alguien me está mirando”, y me volví, pero allí no había nadie. Reanudé la marcha, y otra vez… la misma sensación. Notaba un par de ojos en mi nuca, bueno, en mi nuca ¡imposible!, porque llevaba mi cazadora de súper puta & pelo de borreguito, que tuve que explicar varias veces a Gigi, que no era del borreguito de Norit, ni de ningún familar del Norit del anuncio, porque le entró tal depresión y llantina hiposa, que arrasó con mis existencias de kleenex y papel higiénico de casa. Y también con el paquete de servilletas que sobraron de las últimas Navidades, que tenían motivos navideños, y con tanta lágrima y tanto moco, la nieve y el muñequito de nieve dibujado de las servilletas, quedaron que daban asko y ganas de gomitar. ¡Casi la tuve que llevar a urgencias y todo!

Pero volvamos a mi sensación déja vù

Cogí el ZEN, y sin parar de canturrear como la Ayumi, que es imposible de seguirle la letra, porque la tía puta canta en japo, porque ella es japa, además de cool y rockera… y fui bajando el volumen hasta dejarlo a cero y presté atención a lo que me rodeaba. Al poco comencé a oír mis pisadas en el suelo terroso y con hojas secas, y la sensación de que alguien me miraba, escondido en alguna parte a mi espalda, regresó.

Me paré, fingí tararear el estribillo, que repito: es imposible que se lo aprenda nadie occidental, ni yo misma, que me declaro súper fan de la Ayumi Hamasaki... y oí las pisadas a mi espalda aproximándose, y me fui a girar cuando una mano cayó sobre mi hombre izquierdo, y yo finalicé el estribillo con un berrido, que asustó más a la propia Gigi, que a mí y a la Ayumi juntas.

-¡Tía! –chilló pálida como el cadáver de Copito de Nieve.
-¡Pero, Gigi! ¿Tú, tú, tú…. ¡¡¡Tú quieres matarme de un susto, hijadelagranputa!!!
-Dolly –y me hizo mímica para que me quitara auriculares!!!
-¡Tengo el volumen a cero, asesina de marikas! ¿Pero no estabas por ahí?
-Sí, tía, pero es que… es que… ¡me he sentido ignorada!
-¡Pues no lo entiendo!
-Pero tía, que me he sentido ignorada.
-Sí, nena, eso sí te lo he entendido, pero lo que no entiendo por qué no lo entiendes: llevas una camisa espantosa que sólo le gusta a la cocinera de este sitio, y has follado hace menos de dos horas. ¡La gente te debe tener envidia, tonta!
-No, Dolly. Es que he ido a investigar por ahí, y no hay nadie.
-¿Cómo que no hay nadie? ¿Se han ido todos? ¡Qué me dices!
-No, a ver, no hay nadie, pero están todos.
-¡Gigi! –y le cogí la cara-. No te habrás comido alguna seta del campo, ¿verdad?
-No.
-¿Seguro?
-Yo si no vienen las setas en bandeja, sabes que no me las como.
-¿Entonces a que viene ese galimatías?
-Pues porque todo el mundo está en sus cabañas, en lugar de estar realizando alguna actividad en grupo… -y se inclinó sobre mí-. Debe ser por lo que tú y yo sabemos.
-No, wappa, debe ser por lo que tú sabes, porque yo no tengo ni repajolera idea de lo que me estás hablando, Gigi.
-Por lo del fantasma.
-El fantasma y la yaya meona.
-No, tía, porque vi a la maripepis esa…
-¿A la Olivia?
-A esa… y estaba hablando con los demás de otras cosas.
-¿Y?
-Que hablaba de otras cosas, no de la mujer esa del lago que te atacó. Pero hay más.
-¿Más? –y Gigi asintió.
-Me ha dicho mi segurata…
-¡¡¡!!!
-Que les han dado órdenes escritas…
-Serán órdenes estrictas.
-No, tía, escritas. Una circular entre los seguratas, para que no-mencionen-nada-del-incidente-del-lago.
-¡Neeenaaa...! ¡Cuantos guiones has metido en una frase! ¡QUÉ JEBY!
-Yo le dije lo mismo a Pablo –hizo mímica-. Mi segurata.
-¿Pero y eso por qué? ¿Qué quieren ocultar? –y lo comprendí todo-. ¿Y si lo que pasa es que por aquí hay un geriátrico de freaks, nena?
-¿Sí? –preguntó súper flipada del susto.
-¡No, Gigi! ¡Espero que no! Sólo estaba divagando.
-¡Pues tía, no “drivragues” que me pierdo!
-Nena, aquí pasa algo. Tú sabes que pasa algo, yo sé que pasa algo, y además se me han meado encima…
-Y nos atacó el fantasma –puntualizó Gigi.
-Y está lo del bicho del lago y lo del “tira piedras al lago”, que no te cuento ahora para no liarte más, porque ya te veo bien asustada por lo del bicho del lago.
-¡¡¡¿Qué bicho del lago?!!! –chilló asustada.
-¡Ningún bicho, nena, no lo he visto! ¿Vale?, pero la yaya meona, en su diarrea mental, dijo algo de que esta noche saldría del lago ALGUIEN.
-¡Pero quién saldrá, Dolly, tía! ¡¡¡QUIÉN!!! ¡¡¡¡¿¿¿ARIEL???!!!
-¿Qué Ariel?
-¡La Sirenita, tía!

Y entonces le arreé una colleja, esperando que sus neuronas volvieran a reactivarse.

-¡Pero por qué me pegas, tía! -protestó frotándose donde le había dado.
-Porque te necesito lúcida, nena, ¡¡¡o terminamos finalistas de La Copa Golden Shower, neeenaaa!!!

Y entonces gritamos las dos:

-¡¡¡QUÉ JEBY!!!

Y nuestro grito asustó a un pájaro que estaba posado en algún árbol, sobre nuestras cabezas, y se fue volando y protestando como suelen protestar los pájaros.

sábado, febrero 04, 2006

~12~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Tras discutir con Gigi, me fui a investigar y terminé en un lago muy cool, con una vieja rara que me meó encima y se puso a decir tonterías. Luego, tras el pánico más absoluto de los vodkas, fui rescatada, y apareció la Gigi con cara de haber follado. ¡Qué JEBY!

-¿Puedo entrar? –preguntó Gigi desde el otro lado de la puerta.
-¡NO! –chillé súper borde.

Sí, vale, me pasé, pero es que me daba una rabia horrible, que mientras la Gigi había estado follando con un segurata del complejo Takami, yo tenía a una vieja loca en la espalda meándome, y ahora estaba haciendo auténticas maniobras de contorsionista de El Circo del Sol, y más enjabonada que un Ferrari de anuncio, para limpiarme por dentro y por fuera (como el José Coronado), con el agua de la ducha a tope y tan caliente que tenía los poros escocidos. Sí, nenas, estaba traumada.

-Te lo puedo explicar, Dolly.
-¿Pero qué me vas a explicar? ¿Cómo estabas follando y disfrutando como una loca, mientras una perturbada me intentaba matar a meadas?
-Dolly, tía, déjame entrar.
-No.
-Jo, que me hago pis…
-¡Anda, mírala que fina! ¡Es follar y ahora llama pis a lo que antes llamaba mear!
-¡DOLLY!
-¡Está bien, entra, pesada!

Oí cómo entraba en plan estampida de búfalos, y más que orinar, parecía que habían abierto las compuertas del Canal de Isabel II, y claro, yo, volví a oír la vocecilla de la vieja loca en mi cabeza y a sentirme sucia, y le di más a la llave del agua caliente y…

-¡¡¡AY QUE ME QUEMO EL COÑO!!! –chillé escaldada y cerré la llave.
-¡Dolly! ¡Tía! ¡Qué susto! ¡Acabo de mear la pared!
-¡Pues lo estás limpiando pero ya, Gigi! No me hagas un flashback de trauma cercano, que me pueden ingresar por loca.
-Sí, ya lo limpio, ya lo limpio… ¡ya lo limpio como Don Limpio! -dijo intentando hacer un chiste, para que yo la perdonara. Esto lo sé, porque son muchos años conociendo a Gigi, peor no me reí del chiste.
-Gigi, nena, no sé si es seguro que sigamos aquí.
-Es un poco de orina, no es para tanto.
-No, nena, no lo digo por eso. Este sitio, es como si estuviera gafado, nena. Seguro que esta noche hay una conjunción planetaria o algo cósmico, capaz de dejar sin voz a la mismísima Dolly Parton.
-¿Tú crees?
-Sí, nena, me huele chungo esto… Claro que tú no lo pasaste putas en mi aventura anterior, pero yo sí, y mucho, y quieras o no, como que me las veo venir. Y esta vez vienen, y a dos manos… ¿me das una toalla?
-¡Sí!
-¡Pero lávate las manos antes, cochina!
-Pero tía, que te vas a “trumarrizar” toda, como sigas pensando en lo que ha pasado.
-Oye, es mí trauma, ¿vale? Así que deja que lo disfrute. Que tú tendrás muchos del orfanato donde estuviste, pero para mi, creo que sí, éste puede ser mi súper jeby trauma del año –y cogí la toalla cuando Gigi la metió por un lateral de la cortina de ducha-. Gracias, nena.
-Un chico muy mono del servicio de habitaciones, vino a buscar tu ropa y se la llevó a la lavandería. Le di la ropa y la mochila que llevabas.
-No te lo habrás follado, ¿no?
-Dolly, tía, ¡no seas tan “venga-tía”!
-No soy vengativa, so puta, es simplemente envidia malsana y trauma a la vez.
-No estarás “trumarrizada” porque haya echado un kiki.
-No, nena, por eso no, pero mira, me jode cantidad que en esta aventura y en mi blog, seas tú la primera en perder el himen.
-¿El qué?
-La primera en follar, ¡coño! –y salí de la ducha. Gigi ahora lavaba la toallita de bidé con la que había estado limpiando, y tras escurrirla bien, la colocó sobre un radiador-. Eso sí, ahora me lo cuentas todo con pelos y señales, nena, que a ver si hay zona de cruising en el Valle Takami, y yo sin coscarme porque me intentaba matar una vieja mientras me meaba encima.

A Gigi se le iluminó la cara como en los anuncios de Licor del Polo, bajó la tapa de la taza y se sentó. Yo hice lo propio, vestida únicamente con aquella toalla que olía a pino hasta colocarte y ver a Buda, bajando la tapa del bidé y sentándome a su lado.

-Pues verás... –dijo en plan chisme-. Me entraron ganas de mear.
-Por favor –dije levantando la mano como si parara el tráfico en un paso de peatones, a la puerta de una escuela infectada de criajos que hablan como Sinchan-, ¿lo podrías contar sin utilizar la palabra o derivados de la palabra?
-Claro, tía; me entró el apretón, ¿vale? Así que me aparté del caminito y tal, para hacer “eso”…
-¿Y?
-Bueno, casi me… ¡vamos! Que me explota, porque aquella zona no era tan boscosa como yo pensaba, hasta que di con un grupo de árboles… y me puse a ello.
-¿Y?
-Bueno, que lo hice…
-¡¡¡¿Y?!!!
-Cuando abrí los ojos.
-¡Alto! ¿Cuándo abriste los ojos?
-A ver, tenía tantas ganas que fue místico cuando por fin logré encontrar un sitio para hacerlo, y cerré los ojos de gusto.
-Vaya… tomaré nota.
-Pues sí. Cerré los ojos…
-Y luego los abriste.
-Eso es… ¡Y allí estaba él!
-¡Quién! ¿Tu pito? ¿Un mapache? ¿El segurata? ¡Quién, Gigi!
-El segurata, tía, como a unos diez metros.
-¡Qué jeby, neeenaaa! ¿Y qué pasó?
-Que nos miramos y yo se la miré…
-¡No me digas que te sacó el rabo!
-¡No, tía, más jeby aún, ya lo tenía sacado!
-¡Qué me estás contando, criatura de Dior! –porque claro, me imaginé a la Gigi meando tranquilamente, mientras el otro se la meneaba como un macaco empastillado de emanems.
-A ver, no te aceleres, él también estaba meando.
-¡¡¡!!! –esto lo hago mucho cuando flipo mucho, y además me quedo sin palabras.
-Sí, tía, es como si hubiera una zona para mear, que descubrí así a lo tonto.
-¡Y qué hiciste!
-Le dije hola, ¡y me presenté!
-Nena, perdona, pero si has follado con un tío en una situación como la que me has descrito y le has dicho “Hola, soy la Gigi, ¿follamos?”, es que no me lo creo. Eso no pasa ni en las películas de Juanito Navarro, nena.
-Pues pasó. Le dije: “Hola, soy Gigi… parece que va a llover”.
-A quien le llovió encima, fue a mí, nena, y con niebla no ves el cielo ni con esas gafas tan cools de Cíclope de los X-Men… pero… ¿qué dijo él?
-Absolutamente nada, tía. Me sonrió, se vino andando hacia mí y…

Y yo le hice un gesto para saber si el segurata se aproximó a ella con el rabo al aire, y Gigi me lo confirmó con dos cabeceos y…

-Me la cogió –dijo rotunda.
-¡Qué jeby, neeenaaa! –chillé. Si en esos momentos hubiera estado masticando un Trident Fresh, fijo que me lo habría tragado de la impresión y se me hubiera quedado el estómago fresh, clorofilado y mentolado perdido-. ¡Qué jeby!
-¡Seguro que fue amor a primera vista!
-O eso, o era el nieto de Mister Magoo.
-¿De quién?
-¡Déjalo!, olvidé que en el orfanato no teníais tele, ni veíais dibujos de los 80’s; y bueno, ¿estuvo bien?
-¿Bien? ¡Más que bien! ¡Hemos quedado para esta noche, tía!

Y ahí fue cuanto tuve que utilizar las dos manos, para recogerme la mandíbula inferior que se me había caído, estrellándose en el suelo del baño; parecía mentira, que en esta aventura, en éste blog, estuviera oyendo las aventuras amorosas de Gigi, inundada por la envidia a modo de termitas de la madera, que me corroían por dentro, sin prisa pero sin pausa.

-O sea: que no cuento contigo para ésta noche, ¿no? –pregunté quitándole hierro al asunto.
-Claro que sí, tía, sólo me escaparé y le echaré otro polvote.
-¡Pues, nena! O el segurata sufre de eyaculación precoz, o mis polvos no se pueden comparar con los tuyos… en metraje. Pero si lo vas a hacer en esta cabaña, recuerda que luego yo duermo en ella, ¿vale? Os quedáis en la habitación de invitados, que la cama grande y de súper puta es para mí, y no se hable más.
-Vale –dijo Gigi.

Tras recuperar mi ZEN, que seguía aún con la batería a tope, porque parece que Gigi lo apagó mientras se follaba al segurata, me puse la banda sonora de Wedding Crashers de Rolfe Kent, deshice la maleta y busqué algo cool para ponerme, mientras que mandé a Gigi a hacer algunas gestiones, para que me dejara sola con mis pensamientos, y no me volviera a sacar el tema segurata polvorón que se había tirado... Y YO NO.

Terminé poniéndome un jersey de cuello alto, además de porque me estiliza, para que no se me viera la carne escaldada tras las friegas de agua caliente que me había dado con tanto sadismo, para quitarme el olor a orina y el trauma; en ese momento llamaron a la puerta, y me armé con el frasquito de Loewe pour homme, que tiene pulverizador y que es la colonia de Gigi, porque no iba a gastar mi Allure de Chanel, ¡Faltaría Artur Mas!, para defenderme de quien fuera… y abrí.

Era una chica, mona y con carita de “he huido de mi familia porque el profesor me ha dejado preñada y no quiero que me empalicen”, con una bolsa de papel muy grande. Papel biodegradable.

-Disculpe –dijo súper modosita-, servicio de lavandería.
-¿? ¡Ah, mi ropa! ¡Muchísimas gracias, nena! –y cogí el paquete-. Ya no huele a pis, ¿no?
-No, señor… huele a melocotón.
-¡Coño! ¿Y qué fue lo que se había bebido la vieja? ¿Licor de melocotón Granpeacher? ¡Ah… calla, calla! ¡Que le habéis puesto suavizante de melocotón! –e intente reírme de forma casual y divertida, pero hasta yo misma, y no por la cara de la nena, me di cuenta de que mi risa había sonado a la risa de una prima marika y trastornada del Joker. Muchas gracias, nena –dije al cerrar la puerta, y dejar la colonia de Gigi en su sitio.

Abrí el paquete y me flipé sola, con lo bien planchada y limpia y sequita (y aún calentita por el efecto de la secadora y la plancha), que tenía mi ropa. Habían hecho con ella una labor de CSI en menos de dos horas. Hasta estaba la mochila nueva que me habían regalado al llegar, con todo lo que había metido dentro, y ni rastro de nada orgánico de aquella vieja loca del lago.

-¡El Lago! –dije en voz alta, aunque nadie me oyó porque estaba sola, pero lo dije, para que luego vosotros y vosotras al leer esto, sepáis qué se me pasó por la cabeza "la lago", porque si cuento que puse una cara de súper sorprendida al tener un momento “remember luke”, no lo ibais a entender…

-Y esta noche saldrá. Oh, sí, sí, sí… Saldrá, claro que saldrá. Saldrá. Oh, sí, sí, sí… Saldrá del lago. Oh, sí, sí, sí. Saldrá, saldrá, saldrá, ohhh… ¡saldrá!

Recordé punto por punto las palabras que me dijo aquella mujer en la orilla del lago, porque… ¡para qué engañarnos!, tengo una memoria cojonuda y además, lo he copiado y pegado del capítulo anterior, neeenaaa.

El plan de actividades de Takami Corporation contenía para esta primera noche, una cena con hoguera, amenizada por el grupo folk “Día Luminoso”, que me sonó a tribu india… pero no, no me iba a tragar eso, ni a ponerme a hacer palmas con los estribillos que cantaran, como el resto de los turistas que estábamos allí. Y Gigi seguro que tampoco lo haría, porque estaría follando con su segurata "rabotieso", que también podría ser indio.

¡Sí, eso sería lo que haría!

Me iría a investigar esa noche. Investigaría el litoral (no las fabadas en conserva) del lago Takami, porque a parte de la vieja que me atacó, sé que esa misma tarde, y a parte de Gigi y el segurata "rabotieso" que estaban follando en la zona cruising del complejo, había alguien más. Alguien tirando piedrecitas al lago. El ¡GLUP! famoso que oí, neeenaaas.

Ya estaba lista para continuar la aventura, con Gigi o sin ella, pero descubriría qué estaba pasando en el maravilloso Valle Takami. ¡Alto! Pe dije mentalmente. Busqué en mi neceser mi Allure de Chanel, pulvericé frente a mí con un contrapicado de 45º, y cuando las motas de Allure comenzaron a descender, las atravesé en plan Star Trek. ¿Qué es una aventura si no está Chanel a tu lado?
¡Un sin vivir, neeenaaa…!