viernes, marzo 24, 2006

~21~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Rodeadas por las oscuras aguas del Lago Takami, Gigi y yo atamos cabos hasta casi dar con la clave de lo que estaba ocurriendo allí, claro que para ello, deberíamos bucear (“margullir” en guanche), con unas bolsas del Corte Inglés, hasta el pueblo hundido… y Gigi, no parecía muy convencida.

-Si te sirve de consuelo –le dije a Gigi, viendo que no tenía muchas ganas de mojarse el culo en el lago Takami-. A mi me espera en tierra uno de los mejores hombres que he conocido en mi vida. Y no pienso perderlo, no, nena. ¿Por qué? Porque Volveré como Pedro Almodóvar. Te lo juro por mis deuvedés de Dolly Parton.
-Mira, si lo juras por ella, hasta empiezo a creerte, tía.
-Claro que sí, ¡verás que no va a pasar nada, Gigi!
-Claro… -dijo con un optimismo fúnebre-. ¿Qué más nos podría pasar?

Y en ese momento oímos un estallido de agua y... cómo todos los que estaban en la orilla se ponían a chillar como enajenados, hacia algo que chapoteaba alejándose de ellos… y por consiguiente, que diría Felipe González desde Marruecos mientras hacer anillos, pulseras y “reloses” varios… acercándose a toda leche hacia nuestra barquita.

-¿Qué es eso? –pregunté con la bolsa de El Corte Inglés en la cabeza.
-Parece que alguien se ha lanzado al agua y nada hacia aquí, tía –dijo Gigi.
-¡Qué me dices! –y agudicé la vista, porque aquel que venía nadando como con un motor fueraborda en el culo, iba embalado hacia nosotras dando grandes brazas.
-¡Holy Manolis! ¡Creo que sé quién es!
-¡No me digas que es Bruno, porque me da un gatillazo aquí mismo!
-¡No, tía, no es Bruno! Es… ¡La Rata Gustavo!
-¡Qué fuerte lo de esa chica! Desde que apareció en esta historia, ¡es que se vuelve loca por robarme el protagonismo, PUTA! –y le grité a la Rata Gustavo-. ¡Oye, tú! ¡Metomentodo! ¡Vuelve a tierra no sea que te de un calambre en un huevo y te ahogues! ¡EXTRA CON FRASE! Que eso es lo que eres en mi blog, ¡UN EXTRA CON FRASE!

Pero la tía puta siguió y siguió nadando, hasta que un enorme arco de agua de unos diez metros, emergió a su izquierda salpicando gotitas por todas partes, y en un “cuida’o que mancho”, se precipitó sobre él y lo hizo desaparecer bajo las aguas. ¡El tentáculo del bicho del lago, lo había cogido!; Gigi y yo nos quedamos como dos figuras del portal de Belén, con nuestras bolsas de El Corte Inglés, y en la orilla todos dejaron de gritar y se quedaron mudos, sin entender qué coño había pasado.

-Tía… -comenzó a decir Gigi en un susurro tembloroso-. ¡Se lo ha merendado!
-Pero en un plis plas, nena. Vale que me cayera mal, pero, no era para que le dieran un final asín, ¡a lo David Meca!
-¡Y las siguientes seremos nosotras, tía!
-¡No pierdas los nervios, Gigi! –chillé zarandeándola.
-Pero si no los he perdido, tía…
-Ah, bueno… me parecía a mí, pero, no va a pasar nada malo si haces lo que te digo, ¿vale? Esa cosa está para no dejar que nadie se meta en el lago, pero si nos metemos y bajamos al pueblo, ¡prueba superada, nena! Además, ya nos atacó una vez, y escapamos.
-¿Y sólo ataca una vez?
-Pues nena, no lo sé, pero para ya de preguntar, porque se me van a acabar las respuestas, ¡coño! Ponte la bolsa y bajemos.

Y como no quería meterle más miedo a Gigi, yo me dejé escurrir del borde de la barca al interior del lago, despacio, para no mojar mi bolsa, no salpicar mucho y NO atraer la atención de aquella cosa que se había comido a La Rata Gustavo, y miré a Gigi con una sonrisa de oreja a oreja, pero cagada de miedo hasta el mismísimo tuétano del tuétano.

-¿Ves? No pasa nada -dije.
-¿Estás segura?
-Como la Evax, nena. Baja despacio, sin mojar la bolsa, y así podemos llenarla de más aire antes de sumergirnos.
-Vale… pero no me quito las zapatillas, porque como me toque la piel algo de tacto asqueroso, me pondré a chillar, tía.
-Vale, no te quites las zapatillas –dije ayudándola a bajar-. ¿Ves? No ha pasado nada.
-¡JA! –espetó ella-. Pero pasará como deje de mover los pies… ¡¡¡el agua está helada, tía!!! ¿Podías avisar, no?
-Ea, no te quejes, que vamos a llegar al final de esto juntas.
-Eso espero, Dolly.
-Mira, mueve la bolsa así, y cuando se llene de aire como un globo, la metes bajo el agua para que quede toda llena de aire, y la pones sobre la cabeza como un casco, ¿me sigues?
-¡Qué remedio! ¡Espero que las lectoras de tu blog, tía, puedan imaginar un 10% de la tontería que estamos a punto de hacer...!

Gigi me copió los movimientos de muñeca y al segundo intento, consiguió que media bolsa estuviera sumergida boca abajo, con todo el aire dentro.

-¡Tía, qué jeby! ¡A ver si funciona esto y lo patentas!
-Deja que eche un vistazo, a ver si estamos cerca del campanario o tenemos que nadar un poco.
-¡Vale! –dijo Gigi más animada.

Me costó un poco centrar la vista entre tanta agua verde, pero al final lo encontré a menos de cuatro metros, bajo nosotras… además de una silueta negra y enorme, que serpenteaba a mucha profundidad, por los límites del pueblo sumergido. Saqué la cabeza y me llené los pulmones de aire, mientras nadaba un poco apartándome de la barca y Gigi.

-Está aquí mismo. A menos de un metro en vertical, así que no hagas piruetas Olímpicas como las chocholocos de natación sincronizada, te dejas hundir y nadas con la bolsa bien agarrada por las asas, a modo de casco. Cuando te falte aire, paras, bajas la bolsa y metes la cabeza en ella. Coges un poquito de aire, sacas la cabeza de la bolsa y sigues avanzando –le dije, pero ella ya estaba asintiendo súper emocionada-. A la de tres… nos dejamos hundir y me sigues. ¿oka?
-¡O-KA! –gritó ella con una sonrisa de oreja a oreja, provocada por las gélidas aguas, supongo, no porque imagino que no se había emocionado hasta el éxtasis por lo que iba a hacer, sino porque se estaba congelando de frío.

Y así lo hicimos. Las dos nos dejamos hundir bajo las aguas, aunque yo, como me dan esos ramalazos de hermana mayor, echaba la vista a un lado de cuando en cuando, para ver si seguía a mi lado, mientras que con el otro ojo (y no el del orto), estaba alerta de aquella enorme forma negra que serpenteaba por el fondo del lago.

Un destello me asustó, pero no chillé para no perder más aire de mis pulmones, al imaginar, o forzarme a imaginar, que aquello que había brillado en el tejado de una casa de una sola planta, era mi cámara de fotos. La mandé a la mierda, y seguí directa hacia el campanario de la iglesia al que casi habíamos llegado, porque sí, a Gigi la tenía al lado, y la miré para que viera cómo volvía a coger algo de aire de la bolsa y me la volvía a quitar de la cabeza.

Gigi parecía llevarlo bien. Seguía sonriendo por el frío, pero sin enseñarme los dientes, y por señas, sin soltar la bolsa, le indiqué que yo me metía primero y que me siguiera, y nos colamos las dos por un ventanuco que había justo debajo de la campana, y que rozaba las copas de unos esqueletos de árboles… porque claro, la vegetación aunque muerta, ¡¡¡aún estaba allí, neeeenaaas!!!

El campanario por dentro era un completo cilindro hueco, con escalera en las paredes, que no llegaba a ser de caracol, y una serpenteante cuerda, la de la campana, que era súper molesta para nadar, y más si tenías que llevar la provisión de aire en una bolsa de El Corte Inglés, mientras bajabas boca abajo. Sé que también lo podíamos haber hecho en vertical, pero Gigi y yo somos fans-fans del Custeau, y descendimos como los buzos de Custeau, cuando encontraban un barco hundido o cualquier tontería hundida, y bajaban de cabeza con un estilazo que ya quisieran muchas en Chueca.

La verdad era, que para ser un pueblecito de mierda, ¡menudo campanario altísimo que tenía la condenada iglesia!

Al llegar a la base, nos dimos la vuelta para quedar de pie, en el suelo, junto a la puerta que daba acceso a la iglesia y que estaba cerrada, al lado de varios tiradores para atar las cuerdas de la campana, a los que nos agarramos, cuando descubrimos ¡ALGO!

-¡Dolly, tía! –oí decir a Gigi-. ¡Con la cabeza dentro de la bolsa podemos hablar!
-¡Sí, nena! –dije imitándola-. Pero si lo hacemos, no nos vemos y gastamos las reservas de aire.
-Ah… -dijo ella-. Oye… ¿y las bolsas de aire que decías?
-Pues estarán dentro de la iglesia, en cuanto abramos esta puerta, el agua nos arrastrará y se inundará un poco, pero supongo, espero ¡quiero creer!, que habrá aire acumulado dentro…
-¡Aire con cientos de años!
-¡Tía, pues yo qué sé! ¡Aire y punto! ¡Que la luna lleva más años colgando del cielo, y nadie la llama VIEJA, pero sí cascabelera, a saber a Santo de qué!
-No, tía, quería saber si el aire será respirable.
-Pues no lo sé, Gigi. Supongo que olerá a... ¡concentrado de iglesia!
-¡Qué Jeby!
-No perdamos más el tiempo. Quítale la bolsa de la cabeza, haz un nudo con la mano, y prepárate a ser arrastrada por el agua en cuanto yo abra la puerta…

Yo me quité la bolsa, y volví a retener la respiración, dándole dos vueltas a mi bolsa por el asa, para dejarla a modo de globito, pero sin cerrarla del todo. El aire de su interior había descendido y más que globo, parecía una pasa de California. Y a la de Gigi le pasaba lo mismo, cosa que la alarmó.

Miré cómo se abría aquella puerta, y ya que estaba en la casa de Dior, le recé un poco, que sería algo así como mandarle un ESE EME ESE inmediato... para que la puerta no estuviera cerrada por el otro lado y pudiéramos abrirla; cogí aquel pomo oxidado, que más parecía un donut aplastado, y lo giré para después tirar hacia mí y… no funcionó. Miré a Gigi y entonces volví a intentarlo, pero esta vez, empujando hacia dentro y se oyó un lamento de madera crepitando sobre una losa de piedra, que nos taladró los huesos… y pasó algo más.

Al abrir la puerta hacia el interior de la otra cámara, el agua no se movió, mala señal, pensé, porque eso quería decir que estábamos como las muertas del Titánic, metidas en una iglesia ¡llena de agua hasta la pila bautismal! Pero no, porque al meter la mano al otro lado, sentí calor y… ¡me sentí gotear!

Sé que es algo indescriptible la imagen de una marika goteando, pero mi mano goteaba, nenas, y cuando anduve un paso más, mi pelo y mi ropa volvió a pesar. Era como salir de un tiovivo y sentir otra vez el peso de la gravedad… y sin agua. Yo estaba goteando, sí, pero al otro lado ¡no había agua! Me volví hacia Gigi y la vi ondulante, detrás de una pared vertical de agua, y como no se movía la tía puta, metí la mano dentro de esa pared de agua, la cogí por el cuello de la camisa y tiré de ella hacia mí, sacándola hacia la habitación seca donde yo estaba.

Las dos caímos chorreando y empapadas, y vi que Gigi seguía aguantando la respiración.

-¡Gigi, nena! ¡Aquí dentro hay aire! –y ella dejó de aguantarse las ganas de respirar.
-¡Tía! ¡QUÉ JEBY! ¿Y eso cómo puede ser?
-Pues ni puta, nena, ¡pero mira eso!

Gigi se volvió, hacia la puerta del campanario, en la que había un film de agua ondulante, que ni caía sobre nosotras ni nada de nada. ¡¡¡QUÉ JEBY!!!

-¡UN ESTARGAY, TÍA! –chilló megaflipada.
-¿Un qué?
-¡La peli de las egipcias, tía! Que viajaban por puertas ESTARGAYS espaciales!
-¡Será la de Stargate, neeenaaa!
-¡No Dolly, era ESTARGAY, que era una peli porno gay!
-¡Anda! Pues esa no la he visto.
-Pues si sobrevivimos, te la “empresto”.
-Será me la prestas.
-¡Tía si sabes lo que te digo! ¿Para qué coño me corriges?
-¡Para que la gente que lea esto te entienda, Gigi!
-¡Ah!

Sumidas en nuestra conversación cinéfila, ninguna de las dos preguntó por qué podíamos ver con aquella misteriosa claridad ambarina, ni dónde nos encontrábamos, ni quienes eran aquellas personas sumidas entre las sombras, sentadas en los bancos de la iglesia a pocos metros de donde estábamos.

-¿Y eso por qué no? –me preguntó Gigi con las manos en jarras.
-Porque eso lo sabremos en el próximo capítulo, nena.

3 comentarios:

Rafa Delgado dijo...

ARG! Qué final!

Hidroboy dijo...

¡Joder tía! Vaya un invento para margullir que te has sacado de la manga.
Vas a tener que hacernos un croquis porque yo no lo acabo de entender. Si metes la cabeza en la bolsa de El Corte Inglés para tomar aire... ¿NO SE INUNDA?

Vale, que todas sabemos que El Corte cuando quiere puede ser divino... ¡¡Pero no hace milagros!!

Frank Palacios dijo...

A ver nena (mira que hay marikas tontas en el mundo, y va UNA y se le engancha el tacón en mi blog):

La bolsa la llenas de aire, y la metes bajo el agua, y ahí tienes tu reserva de aire. ¿Entendido hasta ahí?

Pues bien, mientras buceas, con la bolsa BOCA ABAJO, con esa reserva de AIRE... llevas eso, una reserva de AIRE en conserva, y cuando te haga falta, metes la cabeza dentro de la bolsa, nena, pillas un chupito de fresh air, sacas la cabeza y sigues buceando...

¡¡¡PERO SI HASTA GIGI LO ENTENDIÓ, NEEENAAAA...!!!