viernes, junio 02, 2006

~31~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Casi mato a la madre de Gigi (anda que tengo la negra yo, con esta familia), y encima me entero que Pablo, el segurata que se había tirado Gigi, mi mega mejor amiga que ahora estaba en el cielo (con los angelitos), ¡sabía de la existencia de la vieja meona y del fantasma! Pero yo, que soy muy lista, sin ayuda de drogas experimentales, supuse que la gente secuestrada por el bicho del lago, seguía bajo sus aguas, en la iglesia sumergida.

-Te queda muy bien el traje de buceo –dijo Pablo.
-Lo sé, nena, pero si me sueltas esa floritura para que tu personaje no muera en este Capítulo, o en los cuatro que quedan, lo llevas claro, nena. ¡Porque ni yo misma sé cómo va a terminar éste desaguisado!

Y era verdad, porque el terror me tenía paralizada de arriba abajo. Bueno, toda no, porque mi polla va a su bola y es incontrolable. Ni la Charles Xavier de los X-Men con sus poderes mentales telepáticos, sería capaz de darle una orden. Sí, nenas, mi miembro tiene vida propia.

-¿Y tú no te pones el traje de buceo? –pregunté a Pablo.
-¿Ponérmelo... para qué? –respondió muy sorprendido.
-¿Para qué? ¡Para ir de concursantas al Pasa Palabra, nena! ¿Para qué va a ser? ¡Para bajar a la iglesia sumergida, neeenaaa!
-¿Bajar? ¿Yo? ¿Con eso que ha salido del lago?
-Con ESO, no, nena, conmigo, que no soy ningún ESO, ¿vale?
-¿Es necesario que baje yo también?
-¿Es necesario que llegues VIVA al Capítulo 35, nena? –le respondí con otra pregunta cruzándome de brazos.

Fue como meterle dos pilas duracell y un tripi al conejito del anuncio. Pablo se despelotó viva delante de mis narices, y claro, yo tuve una erección de campeonato olímpico, nenas, pero el neopreno del traje me quedaba tan bien, tan ajustado y tan ultraceñido, que no se me notaba nada, y para mis adentros, le dije: “¡Por fin te controlo, endiablada polla con vida propia!”.

De todas formas, la erección duró poco cuando Pablo, que estaba como los quesitos de La Vaca que Ríe, me dio la espalda y vi cómo le salía algo por encima de los calzoncillos espantosamente espantosos que llevaba puestos. Unos calzoncillos anafrodisíacos, y que harían gomitar a cualquier ser humano con un mínimo índice de decoro.

-¡Nena! ¿Qué llevas aquí? ¿A la Niña de The Ring?

Pablo se miró a la espalda y yo me flipé al comprobar que no llevaba a Sadako escondida en el interior de aquellos horribles calzoncillos, sino...

-¡¡¡PELOS EN EL CULO!!! –chillé horrorizada, sin importarme que el fantasma de Fernando Morales me oyera, porque aquellos pelos del culo eran como estropajos nanas, neeenaaas…
-¿Qué pasa? ¿Es que nunca has visto un culo con pelos?
-¿Verlos? ¡A cientos, nena! ¡Pero NUNCA de ese calibre, neeenaaa! Supongo que dormirás boca abajo, porque con eso en el culo debe ser un horror dormir a la manera tradicional!

Pablo sonrió de esa manera que se suele sonreír, cuando sostienes un bebé en brazos, y te mea encima la criaturita.

-¡A que no bajo! -me soltó en plan borde.
-¡A ver si es verdad que puedes sumergirte, sin salir disparado hacia la superficie con eso adherido al culo! ¡El pelo SIEMPRE flota, nena!

Di por imposible a Pablo, en adelante: La Pelos (pero no memoricéis el mote, porque no sé si llegará al final de la historia, nenas); comprobé la válvula de la botella de oxígeno, y me puse aquel cacharro en la boca, que me convirtió de inmediato en una de las Hermanas Calatrava. Una masoquista se habría vuelto loca del coño con este aparato metido en la boca, echándote oxígeno a presión. Pero no en mi caso, aunque he de decir que el oxígeno coloca, nenas, así que inhalarlo con moderación. ¿Entendido?

-Esto funciona –dije y me puse la botella a la espalda, que era una y no dos, como las que salen en la tele; Pablo ya se estaba terminando de vestir, y me imaginé al hombre que se dedica a mantener este tipo de accesorios en perfecto funcionamiento y limpieza, chillando al ver el interior del traje lleno de pelos “¡ya se ha metido a dormir en el traje un puto gato persa!”
-Estoy listo –dijo con la botella en una mano y las aletas en la otra-. ¿A qué profundidad está la iglesia?
-Pues… ahora no recuerdo, pero cerca de la superficie. Vamos, que se ve el campanario, el problema es que está en medio del lago.

Pablo se puso otra vez a protestar, y yo a pensar en que ya me estaba tocando los cojones en demasía (y eso que ahora los llevaba mega ajustados y calentitos en mi nuevo traje de súper puta neoprenada). No le hice caso y salí de la caseta hacia el embarcadero, con las aletas y las gafas. Pablo se subió en el bote después que yo, y no hizo falta decirle que remara, porque creo que dejé bien claras mis intenciones, al sentarme en la proa como el mascarón de un barco pirata. Yo soy la prota de esta historia, y no voy a llegar al final, toda sudada como una perra de caza, o como una corredora de fondo, por haber estado remando mientras la pelos, se volvía loca contándose los pelos del coño. No, nenas. Ante todo, ¡dignidad y no sudar!

Avanzamos entre la oscuridad, sobre unas aguas que estaban realmente tranquilas y silenciosas, sin oír siquiera un pajarillo o grillo. ¿Qué raro? ¡Neeenaaa! ¡¡¡Pero si tienes las orejas dentro del traje de neopreno y no oyes nada!!! Me chilló mi yo interior, y me saqué las orejas por fuera de la capucha de goma y quedé... algo freak, vale, pero el flequillo que me caía sobre las cejas, era ideal. ¿Qué pasa?

-Hacia la derecha… -le dije a Pablo-. Hacia TU OTRA derecha, NENA… -y giró hacia la derecha de verdad de la buena-. Deja de remar… ¡vamos a echar el ancla!
-¿Qué ancla?
-Es una expresión, nena… creo que es por aquí debajo.

Miré hacia la orilla, que estaba lejos de narices, y me di cuenta en ese instante, de los ojos tan grandes que tenía Pablo. Eran ojos de terror, y me acordé de la negra esa de los Record Guinnes, que se le saltaban los ojos en el anuncio y que tanto me asustaba cuando lo pasaban por Antena 3.

-Yo bajaré primero –dije encendiendo la linterna, que la tenía apuntándome hacia la cara y vi El Más Allá, a Michael Keaton y a la calva de Michael Keaton -¡Nena! Se pillan los de Expediente X con una linterna de estas, ¡la Scully dejaría ciega a las marcianas de los ovnis! –cuando volví a tener vista, tras el fogonazo de luz que me había dado a mí misma, y eso fue tras unos segundos eternísimos, la cara de terror de Pablo se había multiplicado hasta el infinito.

Estábamos rodeadas por enormes tentáculos de un color rosa grisáceo (de pulpo gigante poco hervido), que entraban y salían del agua en cualquier dirección que miraras, con un movimiento ondulante, como aquellas marikas de los 80 que bailaban break dance, y se pasaban la onda de una mano a la otra. Supongo que ya imagináis a qué movimiento me refiero. Y si no, te lo imaginas… ¡aprende a bailar break dance, puta! ¡Como todas las que lo sufrimos en su época para ser COOLS!

Volviendo a la terrorífica y espantosísima realidad, La Pelos, pese a tener tantos de los ídem, fue una chica lista, porque en una peli de terror y en ésta misma situación, la actriz que primero abre la boca, es la primera en jiñarla y morir de forma espantosa e inmediata. Así que la Pelos permaneció calladita, pero acojonada en exceso, viendo cómo los tentáculos entraban y salían del agua en aquel movimiento ondulante de break dance.

Me miró y yo la miré, porque si no, no sabría que me miró, ¿no? Y entonces, hice algo por lo que quizá me arrepentiría en un futuro cercano…

Con todas mis ganas, lancé la linterna en diagonal, lo más alto y lejos que pude del bote, y varios tentáculos salieron disparados a por ella, como látigos carnosos salpicando agua a todas partes. Parecían los jugadores de baloncesto haciendo tapones para no dejar entrar la pelota en la canasta, hasta que la apresaron en el aire, se hostiaron entre ellos, y la linterna explotó debido a la presión.

Como era una noche de luna llena (como ya he dicho en los capítulos anteriores), seguía viendo la carita de La Pelos, y mediante gestos, hizo lo que yo: se puso las gafas de buceo, la boquilla de la manguera en la boca… y ya no sé más, porque yo fui la primera en escurrirme desde el bote hacia las aguas del lago, sin hacer ruido. Fue como un cuchillo caliente cortando mantequilla. Un ¡SLUPSH!, y ya estaba bajo el agua, respirando oxígeno por un tubo (nunca mejor dicho), y sin pensar en la muerte, como lo pensé cuando Gigi y yo descendimos con nuestras bolsas de El Corte Inglés.

Oí otro chapuzón, algo acolchado, y sin abrir los ojos aún, me metí las orejas otra vez dentro de la capucha de neopreno, espiré por la nariz para desalojar el agua que había entrado en las gafas de buceo, y comencé a moverme para descender con una ligera inclinación, hacia el fondo del lago. Un tentáculo con la velocidad de un tren de mercancías, conducido María de los Ángeles Santamaría Espinosa, más conocida por todas como Massiel (tras salir de un after a las dos de la tarde), pasó por delante de mis narices. Yo me quedé quietísima, en pose alga marina. Ya sabéis: en plan ser vivo, pero que no se mueve y parece parte del decorado, cuando oí gritar bajo el agua a La Pelos, antes de verla pasar a un metro de distancia, atrapada por uno de los tentáculos, berreando y moviéndose como una gata que tiran desde un décimo piso.

¡Qué muerte más cruel la esperaba, nenas!

Comida por un pulpo gigante que sólo tenía un ojo, porque sí, por fin vi a La Bestia. Y dirás o te preguntarás: ¿Cómo la vas a ver, so borracha de oxígeno puro, si no tenías linterna, era de noche, aunque con luna llena, y estabas a cinco metros por debajo de la superficie del lago?

Pues muy fácil, nenas. El pueblo sumergido brillaba en la oscuridad, a muchos metros bajo mi cabeza (porque me encontraba haciendo de alga marina, pero boca abajo).

No era un brillo estático, sino un fulgor extraño, que subía y bajaba de intensidad, como los latidos de un corazón. Una radiación fluorescente, como las camisetas de licra que llevan las marikas en el bar de En Frente, de un tono verde lima y amarillo.

Moví con suavidad las piernas, y seguí descendiendo mientras aquel extraño pulpo gigante, con un solo ojo y más tentáculos que volantes tiene un traje de gitana, hizo un movimiento extraño sobre la iglesia sumergida, y después se puso a nadar como marcha atrás. Quiero decir, que iba con los tentáculos estirados hacia delante, y detrás los seguía aquella enorme cabeza con forma triangular y con un enorme ojo blanco, que brillaba como esos chalecos reflectantes de la Guardia Civil; cuando el fulgor fantasmal del pueblo sumergido llegaba a su apogeo, el ojo de aquella Bestia centelleaba.

Sacando fuerzas de la idea de que YO NO PODÍA MORIR, porque para eso era la prota de esta historia, y porque además me estaba dejando las uñas en el teclado para contárosla… apuré un poquito el movimiento de piernas, y estiré los brazos a lo Supermán para poder tener más control de mi cuerpo y girar hacia el campanario, por el que de inmediato encontré la entrada por la que ya me había colado una vez, y me sentí más segura, en el interior de aquella chimenea oscurísima.

Tal era el silencio, que mi respiración y mis latidos se me antojaron como el vendaval de Twister, y me asusté un poco, pero sólo un poco, porque reconocí la puerta del stargay aquel, por el que habíamos entrado Gigi y yo, y al resultarme familiar, pues eso, nenas, que me tranquilizó ver algo que ya conocía.

Me giré con algo de dificultad (por la botella de mi espalda), para entrar de pié por el stargay, y lo atravesé, perdiendo la ingravidez que me ofrecía el agua y salí a la habitación pequeña y seca.

¡Lo había hecho! ¡Sí! ¡Y yo solita! Me quité las gafas, el tubo de goma, la botella de oxígeno de la espalda, la capucha de neopreno, ¡y descubrí que mi pelo estaba seco y fantabuloso, neeenaaas!
¡Uis, las aletas! ¡A ver dónde iba yo con las aletas puestas!, andando de forma patosa como los bebés de los anuncios de pañales… ¿Y si tenía que salir corriendo? ¡Fuera aletas!

Tras quitármelas, las plantas de los pies se me llenaron de arenilla y polvo, acumulado desde hacía tiempo en el desnudo suelo de losetas; avancé hacia el interior de la iglesia y oí los cantos. Bueno, no eran cantos-cantos, era más un estilo mantra, como si sólo pronunciaran la vocal A, e hicieran modificaciones de sonido abriendo más o menos la boca. Un rollito música de Blade, que daba mucho jiñe, nenas.

Tuve que taparme la boca con las dos manos para no chillar ante lo que vi. El interior de la iglesia estaba hasta arriba de gente. Petadísima, nenas. Y todo Dior estaba de pié, canturreando aquella parrafada de “aes” hasta el infinito. Sí nenas, igualito que cuando bajamos por primera vez, Gigi y yo, pero con una salvedad…

Todo el interior de la iglesia estaba impregnado en una niebla verde y brillante, que no paraba de moverse como las aguas de un río revuelto. No veía los pies de nadie, porque de cintura para abajo, la niebla fantasmal les cubría, y la parte superior de sus cuerpos, se entretejía con aquellos dedos de niebla serpenteantes y fantasmagóricos.

Pero eso no era TODO lo que había cambiado.

En el altar mayor ahora había una escultura de un dios pagano (anda que no me ha quedado bien la frase). Un dios xenoforme, con tentáculos y con un solo ojo. Era una mezcla entre el Cíclope de Krull, porque era feorro de puñetas, y el Dr. Octopus de Spider-Man 2, y ante él, con los ojos como en trance, blancos y brillantes como dos perlas de nácar, o brillantes como la dentadura de Naomi Campbell, no estaba el cura vampiro volador, nenas… ¡¡¡estaba Gigi!!!

Gigi en un trance pagano satánico pandemonium miserere, ¡¡¡que ríete tú de las gomitonas de Linda Blair en El Exorcista!!!

-¡¡¡GIGI!!! –chillé sin importarme lo qué pudiera pasar, y ella volvió la cabeza hacia mí, porque aquellos ojos completamente blancos, parecían mirarlo todo hasta el infinito, y demás planos astrales de este, y de otros e infernales mundos.

-¡¡¡GIGI, NEEENAAA, QUE PARECES LA FÉNIX DE X-MEN 3!!!!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dolly, nena, hoy es ya Viernes, espero que nos des una buena ración de las Desperate, que nos tienes en vilo.

Frank Palacios dijo...

¡Pos claro, nena!
¡A ver si vas a pensar que me voy a quedar viendo EL MUNDIAL DE "FURGOL", NEEENAAA...!

¡Antes me trago el Camela GOLD, que poner la tele!