sábado, junio 24, 2006

~EPÍLOGO-GO!~ 2ª Temporada

Las Navidades del 2005, o los pocos días que disfrutamos antes de entrar en este 2006, se pasaron volando; Gigi me ayudó a tener fuera de mi cabeza a Bruno, por que sí, nenas, mis pensamientos más deprimentes se confirmaron al pasar los días sin tener noticias de Bruno. Sin noticias de Bruno y ¡Sin Noticias de Dior!

¿Que si lo superé? Te estarás preguntando, y si no es así, es que este blog te importa un pimiento, ¡Puta! Pero si aún sigues leyendo, que lo sé, es que te interesa porque no hay nada más morboso que el mal ajeno, aunque yo sea como de vuestra familia (una parienta lejana, vamos), pero de vuestra familia. ¿Quién no tiene un familiar excéntrico? ¿Mmmm?

Sí, nenas, me costó superarlo.

La terapia de choque post-me-han-dejado-tirada-como-la-perra-del-anuncio, fue intensiva. Empezamos Gigi y yo, emulando a las Baccara, con el Yes Sir, I Can Boggie, que funcionó durante unos minutos, pero yo seguía fatal; luego probamos con las Hermanas Goggi y su Estoy Bailando, que va de una puta borracha de coca-colas, que la deja el novio en la disco, y se pone a bailar con todo el que pilla, para terminar en un bukkake verbenero festivalero y setentero.

Como esto fue en la primera semana de Enero de 2006, aún las Shimai no habían grabado su versión del Estoy Bailando, que seguro que me habría hecho más efecto, pero como ocurrió con las Goggi, tampoco funcionó, aunque nos reímos mucho porque no paramos de beber coca-colas y terminamos eructando como endemoniadas de las pelis italianas de Mario Bava.

Al final nos controlamos, y a mí se me cargó la batería de los Dolly Ánimos con un tema que es un himno para las mujeres despechadas y las marikas que se han quedado en la cuneta y sin novio: el Soy Yo de la Marta Sánchez; ese tema lo cantamos tantas veces y a un volumen tan alto, que claro, pasó lo que tenía que pasar. Llamaron a la puerta de casa; Gigi me miró, y yo apagué el equipo de música.

-Ve tú, Gigi.
-¿Yo? ¡Esta es tu casa, tía!
-¡Anda! ¡Y la tuya, hijadelagranputa! Que desde que volvimos del Valle Takami no has puesto un pié en tu casa, ni haciendo un viaje astral, ¡nena!
-¿Y si aparece la Space, tía?
-¡La Space está entre rejas, nena!

Y volvió a sonar el timbre.

-Abre, Dolly.
-Tía, que si es Bruno… no estoy preparada aún. ¡No he escrito el monólogo para mandarle a la mierda, y tendría que bajarme de Internet la letra de cualquier canción de Pimpinela, nena! ¡No estoy preparada, no! ¡Soy yoooo, la que sigo aquí! –canturreé-, pero no estoy preparada, Gigi.

Y otra vez sonó el timbre.

-¡Está bien! –dijo Gigi-. Iré yo, pero si no es Bruno, te vengo a buscar.
-¿Pa qué, nena? La puerta está ahí enfrente, Gigi, si es Bruno, cuando abras la puerta me va a ver aquí parada, nena.
-¡Ah! También es verdad… -dijo despreocupada, y se fue a abrir la puerta.

Para mi sorpresa no era Bruno, y me sentí súper aliviada. Era una chica, de unos treinta años, morena, súper mona y con un vestido de esos vaporosos muy ceñido al cuerpo, como de lino, de los que marcan todo, todo y todo... y de los que uno debe ponerse sin sostén y bragas, porque como TODO se transparenta... A ella le quedaba de escándalo, más que nada, porque tenía una figura perfecta y el pelo recogido, en un moño alto con dos mechones que cuidadosamente caían sobre su hombro izquierdo, la favorecían mucho, sí.

-¡Hola! –dijo con una voz cantarina, mirando primero a Gigi y luego a mí-. Soy Jessica, la vecina de enfrente.
-¿Vecina de enfrente? –repitió Gigi como un loro y me miró.
-¿Y la Numis? –dije yo y me acerqué a la puerta-. ¿Ya no vive ahí?
-¿“La Numis”? –repitió.
-Mi vecino… la llamábamos la Numis, de numismática, por lo pesetera que era. ¿Se ha mudado?
-Supongo –dijo Jessica-. Nos hemos mudado hace una semana.

Yo sopesé ese “nos hemos”, porque soy súper curiosa, pero conseguí controlarme.

-¡Anda! ¿Os habéis mudado… Tú y tu novio, o tú y tu novia… o tú y tu perrito caniche? –le soltó de sopetón Gigi, con menos tacto que una manca haciendo un fisting.
-¡Gigi, nena, no seas cotilla! -le reproché, pero a Jessica le hizo gracia.
-Manolo y yo –nos aclaró, y preguntó bajito-. ¿Qué tal son los vecinos?
-¿Los vecinos? Majos… gente tranquila. De vez en cuando hay un asesinato en la escalera, pero poco más –y me miró flipada-. Es broma, mujer…

Y los tres nos reímos.

-¿Cariiiñooo?

La llamó un vozarrón al otro lado de la puerta de su apartamento, y cuando se abrió, Gigi y yo, nos pusimos coloradas al ver salir al pezado de macho ibérico, que sería capaz de provocar que todas las monjitas del Sister, dejaran de hacer pastelitos y tonterías, se arrancaran los hábitos con uñas y dientes y corrieran desnudas alrededor del convento. ¡Qué pedazo macho, neeenaaas!

-Manolo –dijo ella como maestra de ceremonias-, estos son nuestros nuevos vecinos.

Él sonrió de medio lado, a lo Indiana Jones, y tuve que darle un codazo a Gigi, para que dejara de mirarle el torso desnudo y peludo, además de sudadito, porque supongo estaba colocando muebles o yo qué cojones sé, porque estaba bueno de la hostia el Manolo, y ofrecí mi mano cuando me tendió la suya.

-¡Hola! Soy Dolly… y este es Gigi, que está pasando unos días en casa.
-Hola –dijo apretándome la mano, hasta hacerme conseguir una erección-. Hola, qué tal –dijo al darle la mano a Gigi.
-No tan musculosa –dijo Gigi en su trance y sonrió de forma estúpida, como hace Sin-Chán cuando le ve el culo a una niña.
-¡Gigi!
-Manolo suele causar ese efecto. Es bombero –nos aclaró Jessica, fardando de ello.
-¿Y torero? –dije yo, y Gigi me miró como si fuera un alien con tres tetas en la frente.
-¿No tendréis por casualidad una llave inglesa, no? -preguntó Manolo.
-¿Una qué? –dijimos Gigi y yo.
-Una llave inglesa. La tubería del lavabo tiene una fuga.
-Aisss. Pues va a ser que no, nene. Yo es que cuando tengo un problema, llamo a los del “Teloarreglo”… ¿Quieres el teléfono?
-No, gracias, iba a bajar a la ferretería a por algunas cosas.
-La ferretería de Infantas te queda aquí al lado.
-Sí, gracias, iba a ir a esa misma.
-Bien, chicos –intervino Jessica-. Deberíamos quedar una noche para cenar los cuatro. Soy una cocinera estupenda.
-Uis, nena, en ese caso, tendríamos Duelo de Chefs, porque yo es que me meto en la cocina, y me transformo. De hecho, los Transformes a mi lado son principiantes.

Tras unas risas y unos hasta luego, Gigi y yo volvimos a entrar en casa, cerramos la puerta, nos cogimos de las manos y nos pusimos a saltar y a chillar (pero bajito), como dos colegialas que acaban de salir de un sex shop con una caja de dildos, bolas chinas y condones de sabores.

-¡Tía, que tu vecino está pa lamerlo!
-¡Está para untarle de mantequilla y tragárselo entero, neeenaaa!
-¡Está para envasarlo al vacío y olerlo a cachitos pa ponerte cachonda, tía!
-¡Está casado, nena! –y dejamos de saltar, completamente chafadas.
-¡Qué desperdicio de carne, tía!
-Desperdicio no, nena, ¡qué desesperadas estamos, neeenaaa!

Tras el subidón tetosterónico hipocondríaco de embutidos ibéricos que nos entró, y sin ganas de quedarnos cerca de semejante espécimen de macho, decidimos por unanimidad (porque Furcia como hámster rosa no puede votar), ponernos de súper putas e irnos de marcha. ¿Por qué? Porque si estás salida y te quedas en casa, es lo PIOR que se puede hacer en esta vida, neeenaaa. Decidido: de putas ¡a la puta calle!

Nuestro plan era irnos a El Paso, pero nenas, fue abrir la puerta y ver aquello petado de gente, como si regalaran mamadas, y decidimos no entrar, porque nos habíamos puesto de súperputas, y desde luego, no iba a tomarme un ginlemon, con el codo de uno metido en medio la espalda, la mano de otro tocándome el culo, y con una gorda mirándome a 10 centímetros de distancia. Además, entrar en El Paso implicaba ponerse a sudar, nenas… ¡y pa eso me iba a una sauna!

Así que nos fuimos callejeando al LL, que estaba cerca, relativamente, porque no teníamos ganas de ir ni al Hot, ni al Enfrente, que está "enfrente" del Hot, claro. ¡Anda que se cascan los cráneos para ponerles nombres a los bares de marikas, nena!

Andando, andando, pasamos por delante de una casa que estaba en obras (¡qué novedad en Madrid, nena!), y de la que sólo quedaba el esqueleto, porque seguro que debajo, y tal como estaba situada, pondrían tiendas mega gays y mega caras, y los pisos los venderían a unos precios altísimos; allí, fue donde nos vimos a la Pomalis, hurgando como una neurótica en un contenedor de escombros, como era intrínseco en la Pomalis, como la llamábamos Gigi y yo.

Lo de la Pomalis, le venía por su afición a rebuscar en los contenedores trastos que otros tiraban y que ella le encontraba inmediatamente una utilidad. Al principio la llamábamos “la Por un Madrid Limpio”, pero como el nombre era más largo, que los que se ponen las familias sureñas de los EEUU, decidimos recortar el slogan de la Espe, quedándonos con POr un MAdrid LImpio, y como Pomali, sonaba a “somalí”, le metimos la S final. Así que quedó como la Pomalis.

-¡Pomalis, nena! –dije-. ¿A ver si averiguo qué haces?
-O a todos les ha tocado el cupón, o no me lo puedo explicar –dijo la Pomalis-. ¡Esto está casi nuevo!
-Ajá… -dijo Gigi-. Sólo que la herrumbre no deja ver el color del metal, tía.
-¡Eso se lija y listo! –dijo muy segura la Pomalis.
-Si las putas esas de los programas de bricomanía, supieran el daño que han hecho y que están haciendo a la población este país, se tiraban por el viaducto del horror –le susurré a Gigi.
-¡A eso le salen clavos! –intentó alertar Gigi a la Pomalis, que estaba cogiendo un taburete desvencijado, pero la Polamis era experta en hurgar y no se pinchó.
-Un día te vas a cortar, nena –le dije a la Pomalis-, y no habrá antitetánica en el mundo que te salve la vida… -y de pronto me horroricé toda-. ¡K JEBY! ¿Quién sería capaz de tirar todos esos libros?

Gigi se cruzó de brazos y me miró de mala forma.

-A ver si estoy a punto de presenciar una secuela de la Pomalis, tía –dijo Gigi porque seguro que me imaginó retozando entre aquellas cosas que otros habían tirado.
-No, nena, pero me da muchísima penita que la gente tire los libros.
-Eso es verdad. Con lo bien que sirven para calzar algunos muebles –dijo la Pomalis, sin levantar la cabeza y sin parar de rebuscar entre las cosas.
-Bueno, para eso también se usan –dije yo-. Pero no se escriben para calzar una cama, nena –y me acerqué a la caja, sin tocar nada, pero sí que eché un ojo a todos aquellos libros metiditos en una caja de cartón.
-Dolly, que te estoy viendo, tía.
-No voy a tocar nada, nena, que como todas sabemos, luego nos llevamos las manos a la boca y terminamos con piorreas y desdentadas, como las viejas del Lether, nena.

Pero aquellos libros estaban demasiado nuevos y demasiado bien cuidados, para que no les echara una ojeada, antes de que le tiraran más escombros y trastos encima. Los habían colocado en vertical, con el lomo hacia arriba, y reconocí los títulos de algunos de ellos: El Código Da Vinci, uno del Friker Jiménez (no me extraña que lo tiraran, porque el nene tiene un vocabulario más corto que el hilo de un yo-yo), otro libro de ¿Garzón? ¡Qué jeby! Era la biopic esa que le había escrito Pilar Urbano… otros sobre fotografía, y uno que no tenía nada escrito en el lomo, atado por unas curdecitas blancas.

En realidad no era un libro. Era un cuaderno grueso, de tapa dura, y que sobresalía un pelín más que los demás; como siempre que salgo me llevo un pañuelo, y no penséis mal, nenas, es que aquí, en cuanto sales a la calle en enero, te cuelga el moquillo del frío, me saqué el pañuelo del bolsillo de mi cazadora de súper puta, y aunque Gigi me chilló “¡Qué haces! ¡Qué haces!”, yo cogí con mucho cuidado aquel cuaderno, y lo saqué de donde estaba; los libros estaban tan apretados los unos con otros, que al sacar el cuaderno dos de ellos salieron también.

-Toma –me dijo la Pomalis, sacándose un envase de toallitas de esas que venden en los Todo a 100.
-Gracias, nena. Tú sí que vienes preparada cuando vas de prospección, como Indiana Jones.

No miré a Gigi, porque sabría perfectamente qué cara tendría. La cara de “eres una cochina, tía”. Así que cogí dos toallitas, y como la cubierta de aquel cuaderno era de tapa dura, como he dicho antes, lo limpié con varias toallitas desinfectantes.

-¿Ya estás contenta? ¿Mmm? ¿Mmm? ¿Contenta? -me apuró Gigi para que lo tirara.
-¡K JEBY, NEEENAA! ¡Mira esto! –chillé al quitar el polvo de la portada-. ¡El Diario Secreto de Agapita González!
-¡Vamos! ¡Secretísimo! –digo Gigi y se cruzó de brazos-. La tía lo quería mantener tan en secreto, ¡que lo escribió en la portada! ¡Seguro que con esa inteligencia, trabajaba para la CIA, tía! ¡Y seguro que en el FNAC ya van por la 5ª Edición, tía!
-¡Mira a ver si hay dinero dentro! –dijo la Pomalis, sin dejar de rebuscar.
-¡Cómo va a haber dinero, tarada!
-Hay gente que esconde billetes dentro de los libros.
-¡Tú has visto muchas pelis de Paco Martínez Soria, nena! –y miré sus manos a toda velocidad despiezando una mesilla de noche-. Pero seguro que nunca has visto una peli de un virus que se come a la gente.
-Bueno, ya, tía, tira eso, y vámonos al LL, Dolly. Que cuando hay espectáculo aquello se peta de gente.
-Espera –dije mientras ojeaba ese diario secreto, deteniéndome en una página.

La letra era muy de Jane Austin, con las L y las J súper alargadas, y con los palitos de las T también alargados. Estaba escrito con bolígrafo de color negro, y la letra estaba tan apretada, que parecía que ni por un momento la punta del boli se había separado del papel mientras lo escribía. Es más, ¡hasta se podía leer en braille de la fuerza que su escritora había apoyado el boli en la hoja!

-Gigi, nena, escucha esto –y leí en voz alta-. “quien diga que la belleza es algo interior, miente de forma descabellada. No dejaré que me vuelva a humillar nunca más, y si he de matar por él, no dudaré en hacerlo ¡ni un instante! Le recuperaré, tenga lo que tenga que hacer…”
-Mira, otra a la que le ha dejado el novio –comentó Gigi.
-Calla, tía y escucha esto: “Pude cortarle el cuello a aquella desconocida de la librería y disfruté. Disfruté cuando le arranqué los ojos y la cara con el abridor de cartas” –y paré de leer-. ¡Nena! ¡Esta pava era una Hanibal la Caníbal!
-¡Cómo va a ser eso verdad! ¡Será un cuento escrito por la… -y Gigi me hizo retroceder unas páginas-. Agapita Pulgarcita esa…
-Que no, nena, que esta chalada parece que lo escribía de verdad…. ¡mierda, ya he perdido la página! –y la intenté buscar, pero nada, la perdí definitivamente.
-¡Deja de ensuciarte las manos, con la loca esa de Puerto Hurraco, Dolly!
-En Lavapiés pasó eso mismo… -intervino la Pomalis.
-¿Eso mismo? ¿Pasó el qué, nena? –le pregunté, más preocupada por volver a localizar esa página, que por lo que la Pomalis pudiera decirme.
-Mataron a una librera de esa forma. Le arrancaron los ojos y toda la cara. Le dejaron el pellejo de la cara sobre la cabeza –he hizo como si se quitara una careta invisible, desde la barbilla hasta la frente.
-¡¡¡QUÉ JEBY!!! –chillamos Gigi y yo, y me tranquilicé-. Nos estás tomando el pelo, nena.
-Que no… ¿No te enteraste? Fue el verano pasado.
-A ver, a ver. ¡Un poco de orden, tías! Este cuaderno no es el diario de un chocho psicópata, ni tú –dijo Gigi por mí-, eres la Anne Rice. ¿oka, tía?
-¿Pero... Y SI es el diario de un asesino, Gigi? ¡Qué hacemos! ¿Llevárselo a la policía?
-¿Pensé que ya te habías olvidado de Bruno, tía? –dijo cruzándose de brazos.
-¿Qué-qué-qué… QUÉ? –pregunté completamente off de lo que me acababa de sugerir-. ¿Me estás diciendo que lo de llevarle esto a la policía, es una excusa para volver a ver a Bruno?
-Tú mismita te lo dices todo, tía.
-¡Mira a la Lolailo!, que cuando piensa, se vuelve más retorcida que el muelle de un colchón de Lo Mónaco.
-Esos colchones no tienen muelles –me rectificó la Pomalis-. Son de silicona.
-Intento mantener una conversación coherente, nena –le dije, y volví a ver a Gigi-. Si piensas que esto es una excusa para ver a Bruno, vas muy desencaminada, nena –y le di el diario de la puta Agapita González a Gigi-. ¡Llévalo tú! ¡A la comisaría que te salga de las castañuelas, PUTA!
-¡Yo no voy a coger esa cochinada!
-¡Pues te vas a joder, nena! –y le obligué a que cogiera aquel cuaderno, y llena de orgullo gay, le dije-. Me defraudas como amiga si piensas que voy a ir a suplicarle a Bruno que vuelva conmigo. ¡Antes escribo millones de cartas a Antena 3, para que vuelva María Teresa Campos a hacer la mañana…! ¡Pero! Si ese cuaderno es el diario de un asesino que sigue suelto, hay que llevarlo a la policía, Gigi.

Y le di la espalda y me marché. Sí, nenas, me largué dejando plantada a Gigi, con El Diario Secreto de la Agapita González esa y con la Pomalis. Que una es demasiado marika y tiene mucho orgullo gay, para que la confundan con una Desperate Housegays. Que vale, lo soy, porque sigo soltera, pero no haría de eso un victimismo, sino ¡una causa!

-¡Dolly! –me llamó Gigi, y me volví.
-¡Qué!
-Para ser esto un Epílogo-GO!, llevas escritas seis páginas, tía!
-¡Pues que se jodan, y que se queden con las ganas de imaginar de qué va a ir la Tercera Temporada de Desperate Housegays, neeenaaa!
-¡¿Pero dónde vas, Dolly?!
-¡De Vacaciones! ¡ A TORRELODONES! ¡A tocarme los cojones!
-¿Pero por qué?
-¡Porque yo lo valgo, neeenaaa!

2 comentarios:

Hidroboy dijo...

¡¡¡¡QUÉ FUERTE TIAAAAAAAAAA!!!!

¡¡¡¡AGAPITA PULGARCITA ERA UNA PSICÓPATA!!!!!

Espero, sinceramente, que en la nueva temporada no te cruces con ella. Porque yo he tratado cara a cara con asesinas y te puedo decir que no son gente de fiar ¡se pasan todo el rato intentando matarte!

Y yo esa obsesión compulsiva sólo la aguanto en los ninfómanos.

Tía, no te preocupes por lo de Bruno, que seguro que el hijo de la Gran Puta no sobrevivió a lo del Lago Takami y está encerrado en un manicomio mordiéndose las uñas como la amiga loca de la pava de The Ring, que la llevaban con una cortina al lado no para que no viera la tele, sino para que los otros locos no vieran los pelos que llevaba la furcia y se volvieran aún más locos neeeenaaaa!!!


¡¡¡Y PRESÉNTAME A MANOLO!!!

Es que me he imaginado el momento anuncio de All Bran al verle musculado, peludo y sudado en el umbral y de repente he oído un "PUM".
Me he girado asustando pensando que había alguien en mi puerta ¡pero ha sido mi rabo dando un golpe en la mesa nenaaaaa!

Perdón por el momento escatológico, pero es que me has dejado... me has dejado que me voy ahora mismo a vestirme de Súper-Puta y salir a ver si encuentro el Enfrente ese. Aunque lo tengo un poco complicado porque me parece que está en otra ciudad... pero da igual. Si no encuentro al de Enfrente encontraré al de Allado.

Frank Palacios dijo...

¡¡¡Ahhhh..., nena!!!

Eso lo sabréis en la Tercera Temporada de Desperate Housegays, que comenzará el...

¡¡¡7 DE AGOSTO!!!

-¿Y por qué el 7 de Agosto, y no por ejemplo, mañana, tía?
-Pues porque no, Gigi.
-¿Y yo qué hago mientras, tía? ¿Quedarme con esta mierda librito cochino en las manos?
-No, nena, dejaremos el librito en el blog como PREVIEW...
-Será "TISER", Dolly.
-¡Eso, como un Teaser Bornemisza!
-Y volvemos el 7 de Agosto.
-Eso es, en Agosto, para quedarnos a gusto en estas marimerecidísimas vacaciones.
-Ah...
-Pues ya lo sabes, Yil.
-¿Qué, Yil?
-Gigi, nena, estoy hablando con Yil.
-Dolly, tía, las SETAS SECAS esas que te vende el coreano feliz en el mercao, te están afectando, tía.
-Gigi, déjame a mi con mis cosas.
-Tas colocada, tía ¡y hablando sola! Hasta la Furcia está asustada en su jaula.
-Shhhh ¡Ya, Gigi!
-Vale, me callo.
-¡Bienvenida al Club!, nena. Será mejor que tengas un verano de RELAX, porque como decía al principio, y antes de que Gigi interrumpiera... ¡¡¡Los nervios volverán a partir del 7 de AGOSTO, NEEENAAAA....!!!