domingo, diciembre 10, 2006

~14~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Mientras se cargaba mi nuevo teléfono móvil, un Nokia 6680, Jess, mi vecina con novio bombero ¡de escándalo!, se presentó en casa hecha un mar de lágrimas, porque decía que la tal Amanda (una puta, y además compañera de trabajo en el hospital), se follaba a su novio. Y yo, que no por nada soy tan lista como soy, porque tengo un escatérgori y tengo mi título de Diva, supuse que Jess no quería desahogarse, sino, pedirme ayuda...


-Sí... quería pedirte un pequeño favor... –respondió ella así, como entre trascendental, y entre el Yoda del Imperio Contraataca, cuando no era en CGI, y estaba hecho de plástico del todo a 100, ¡antes de que la tarada de la Lucas le diera por repintarla en CGI!
-Dispara, nena, soy toda oídos, y cuerpo serrano.
-Quiero pedirte un gran favor...

Obviamente, no diré cual era ese gran favor, por eso de mantener la tensión emocional y rectal del lector (o sea, TÚ, so cotilla que lees ésto), y sin otro remedio ante tal propuesta, le dije que sí; sé que Gigi me odiará eternamente por lo que estaba a punto de vivir, sin meterla a ella en el fregado, pero si la meto a ella, la cosa quedaba para todos los públicos, y yo, no podría haber hecho lo que hice ¡Y CÓMO LO HICE! ¡Es que un día me nominarán al Oscar, o apadrinarán un avión de Vueling con mi nombre! Eso seguro, nenas.

Para no volveros locas leyendo cosas con un interés medio, me saltaré todo lo que pasó en esa tarde. Alguna discusión con Gigi, por no invitarla a lo que iba a hacer, y conseguir que mi móvil nuevo se cargara completamente la batería, y pudiera comenzar a hacerme fotos a mi misma, probando las dos cámaras de mi nuevo Nokia 6680. ¡Digo!

A eso de las 12 de la noche, estaba lista para la acción, con una mochila con algunas cosas del manual de supervivencia de las Divas. A saber: El Cosmopólitan, un Hero Fruti 2 Day, de mango y melocotón, porque las Divas no comemos fruta, nenas, sino que la bebemos de dos en dos, una bolsita de Palitos de Patata (sin gluten) y de la marca Hacendado, porque para ser una Diva, has de ser HUMILDE y comprar algún producto de la marca Hacendado del Mercadona, unas toallitas húmedas para limpiarme las manos tras la pitanza y mi nuevo móvil, Nokia 6680, que desde ese día, sería mi Torcuato particular, y del que no me desprenderían, aunque me hiciera una intervención de urgencia el mismísimo David Cronenberg, abrí la puerta de casa y tras darle varias caladas al cigarrillo, expulsé el humo de una sola vez, y luego salí de entre él, a lo Lluvia de Estrellas... y súper pawer, nenas.

Se que fumar perjudica gravemente la salud...
¡y hacer deporte puede provocar infartos, nenas!

A Gigi le di instrucciones precisas, en plan prota de Scream: no abrir la puerta de mí casa a nadie (porque se quedó solita en casa), no responder al teléfono, al telefonillo del portero, o al timbre de la puerta, y estarse quietita y calladita, como si no existiera nadie en casa, PERO despierta. No podía dormirse, ni comer nada después de media noche. No porque fuera una “grenli”, sino porque seguía con esa cagalera suya por culpa de zamparse mis galletitas holandesas de mantequilla.

Yo salí a las 12:15 al descansillo (salida Lluvia de Estrellas, como he dicho antes), como había acordado con Jess, que se había cambiado en plan sport, con una especie de chándal que era tan jodiamente cool, que jamás habría pensado que era un chándal, sino uno de los modelitos que se pone Uma Thurman, para pasearse por París sin que se dieran cuenta de que era Uma Thurman.

-¡K JEBY! ¿Vas así a trabajar, nena? ¡Estás de escándalo! –dije súper emocionada.
-¿Muy escandalosa?
-¡Pero qué dices, criatura de Dior! ¡Vas para hacer un anuncio de perfume francés! ¡Y que se mueran las feas!
-¡Tía, estás tremenda! –dijo Gigi desde la puerta de casa.
-¡Gigi! ¿Qué te dije? –le reproché.
-Que sí, tía, que ahora entro y cierro, como si en esta casa no viviera nadie.
-Eso es, nena –y miré a Jess, que sostenía delante de mis narices las llaves de su casa.
-Hay comida en la nevera, por si te entra hambre.
-Tranquila, nena –dije cogiendo las llaves y señalando mi mochila-. Llevo todo lo que necesito aquí. Si las putas de la serie LOST llegan a tener esta mochila, fijo que terminan la serie en el capítulo 5.

Las tres nos reímos, y Jessi me dio un abrazo, que quizá se eternizó un poco, pero que me gustó mucho, porque se había puesto un perfume con aroma de coco, de los que sólo hueles cuando estás muy requetecerca de la persona.

-No sabes lo agradecida que estoy por lo que vas a hacer, Dolly.
-Bah, bah, bah... nena. Tonterías; ¿has hecho lo que acordamos?
-Sí, he hablado antes con Manolo y le he contado lo tuyo.
-Oka, nena.
-Así que recuerda que debes aparentar... pasarlo mal, y con miedo de que un ex novio con tendencia violenta, quiera meterse en tu casa.
-Uis nena, porque no me han dado una oportunidad en Hollywood, que si no, tendría el baño lleno de estatuillas del Oscar, como si fueran una manifestación de Enanos de Jardín, nena.
-De acuerdo. Manolo llegará dentro de una hora o dos. Creo que hoy me dijo que quizá vuelva antes.
-Pues antes sabremos si te está poniendo los cuernos o no –y ella se puso triste de sopetón-. ¡Que no, tonta! –y se fue la luz del descansillo y volví a darle-. Que verás que son paranoias tuyas, nena. Que la Amanda esa será todo lo puta que quieras, pero seguro que no se acuesta con tu Manolo.
-Dios te oiga.
-No, nena, no. A ÉL no le metas en esto, que cuando se le menta siempre las cosas se van a tomar por culo. Te lo digo por experiencia.
-Muy bien –dijo sonriendo-. Me voy ya a trabajar.
-Oka, nena, y tú, Gigi, cierra bien la puerta, y recuerda... pase lo que pase, no hagas nada, ¿vale?
-Que sí, tía.
-Y si ocurre algo terriblemente terrible, me mandas un ESE ME ESE, pero tú, muda como la puta aquella de Hijos de un Dior Menor...
-Es que la actriz era muda, Dolly –me recordó Jess.
-¿Ah, sí? ¡Pues vaya! Ya no tiene gracia que le dieran el Oscar, ¿no? ¡Ea, nenas, se acabó la cháchara! Todas a sus puestos, misión, descubrir si Manolo es infiel...

Y me sentí fatal cuando le di un beso de despedida a la Jess, porque sabía perfectamente que Manolo se la pegaba con tíos, pero me callé, porque... mejor dejar que la chica pesara que se la pegaba con una británica zorrón llamada Amanda, que con una rubia que la noche antes se había AUTO suicidado (vaya...) contra los AUTO-móviles de la Gran Vía.

Ya en casa de Jess y Manolo, no os negaré que sentí un brillo de excitación cuando entré en esa casa nueva, donde encima iba a estar unas horas sin hacer nada, y tenía tiempo de ver cómo aprovechan el espacio, cómo sacan partido al salón con la distribución de los muebles... etc, etc... porque no soy fetichista, nenas, que si no, me tiraba a cotillear la ropa interior de Manolo, que ya sólo en pensar que cuando llegara estaríamos solos, en un recinto en que además de sofá, hay cama para follar en el plano horizontal, tras los tejos que me tiró en el descansillo... ¡no podía hacerle eso a la Jessie! ¿O quizá sí? ¡No, nena!

Pero mi aburrimiento y curiosidad, ganó. Y sí, nenas, entré en el dormitorio, donde me quedé megaflipada, porque estaba todo decorado con un cariño, que lo flipas. Sólo faltaba la bandeja y el juego de té con una rosa blanca a los pies de la cama, como en las fotos de la revista El Mueble, Casas con Encanto o en Nunca Vivirás Aquí, PUTA (de decoración gay, claro). Pero ni se me ocurrió cotillear nada más, nenas. ¡Que una es una Diva!

Gigi me envió dos mensajes, porque yo le había enviado tres a ella, con el mismo mensaje: “no te duermas, nena”, a lo que respondió: “no, tía” y “QUE NO, TÍA”, y la tercera respuesta llegó con una vibración del móvil, que me dio un poco de susto, porque me pilló bebiendo agua, y me vibró en el bolsillo delantero, despertando a todos mis espermatozoides: “¡Tía, deja de dar por culo, que no me voy a dormir, coño!”.

Cuando apagué la luz de la cocina, oí como alguien abría la puerta de la calle, y Manolo me pilló entrando al saloncito, aún con el vaso de agua en la mano.

-¡Hola! –me saludó muy resuelto.

Yo la verdad, es que me quedé tonta perdida mirándole (¡y quién no, nenas!), porque estaba tan rico, tan masculino y tan cansadito por esas horas en el parque de bomberos, que casi se me escapa la sisita esa de Sinosuke, cuando ve a una tía buena en el colegio.

-¡Hello! –respondí yo en plan políglota, y volví a mi triste realidad-. ¿Jess te ha llamado y te lo ha contado todo, no?
-Sí… ¿Ese tío, tu ex… tiene llaves de tu casa?
-¡No!, gracias a Dior –dije súper realista, acordándome de la geta que puso Barbra Streisand en Yentl (que es la misma geta que pone en todas sus películas), y proseguí con mi actuación-. Pero no quiero estar en casa, por si llama al portero, ya sabes…
-Te comprendo… bueno, voy a dejar todo esto y a darme una ducha…
-¡¡¡!!!

Sí, vale, fue una expresión facial, pero casi me quedo muerta cuando entró en su dormitorio y se oyeron las ropas arrugarse mientras se desnudaba, y caían al suelo… ¡y yo estaba ahí, de pié, con el puñetero vaso de agua en la mano que comenzaba a hervir, neeenaaas, y me quemé la manita porque el agua se puso a punto de ebullición!

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