En el capítulo anterior...
Intentando recuperar un traslador para encerrar al SER, envié a Gigi al interior del cementerio. Sí, por aquel agujero por el que cayó hace varios capítulos... cuando todo el cementerio se desplomó sobre ella, y los abuelos salieron por piernas y yo grité mucho al comprobar que no había ser humano, ni marika de folletín, que sobreviviera a tal desastre. Sí, nenas. Gigi, había muerto. Y lo peor de todo no era sólo eso. Lo peor de todo es que además de perder a una gran amiga, ¡había perdido mi teléfono móvil!
-¡GIGI! –volví a gritar, porque aunque me importara
mi teléfono móvil y pensara en esos momentos qué modelito comprarme... sabía a
ciencia cierta que no iría a comprarlo con Gigi porque estaba ¡MUERTA!
Jugándome la vida, me acerqué al enorme agujero en
el que se había transformado el cementerio. Quizá podría recuperar mi
teléfono... y el cadáver de Gigi, claro, que no soy tan mala persona, nenas.
-¡GIGI! –volví a llamarla, pero sólo me respondió
el silencio de la noche y el ruidillo de algún cascote que cayó hacia el interior del
gigantesco agujero, en el que se había transformado el cementerio.
¡Cómo entendí en esos momentos a JoBeth Williams!
¿Que quién es? ¡Pues la actriz que interpretaba a la madre en Poltergeist,
nenas! Con lo feliz que estaba ella con su nueva piscina, y al final de la peli
se encontró que estaba llena de ataúdes y esqueletos flotantes. Claro que ella
terminó arrastrándose por el fango, y tragando de aquella agua con la que
seguramente se agarraría unas diarreas de por vida, mientras que yo, aún mantuve
mi estatus de Diva.
-¡Quietas ahí! –les grité a los viejos del asilo-.
¡Aún tengo la cuerda!
-¿Y qué? –gritó uno de ellos, pero como estaban
todos arracimados y super acojonados, no supe quien era. Además, era noche
cerrada, nenas.
-¡Que cojáis la cuerda! ¡Voy a bajar!
Los puñeteros viejos se miraron los unos a los
otros, como si en algún momento, uno de ellos se arrancara la camisa y les
enseñara a todos la S
de SUPERYAYO o aluna majadería por el estilo; visto que la ayuda que me iban a
prestar, iba a ser la misma que Mr Muñones, decidí yo misma coger el extremo de
la cuerda, alejarme un poco de semejante agujero y atar el otro extremo a una
lápida... ¡mierda, esta no!, que aunque estoy super delgada y monísima, no iba
a aguantar mi peso. Seguí buscando hasta rodear completamente el agujero del
cementerio y antes de llegar al punto de partida, me fijé en un árbol.
-¡Espero que llegue la cuerda! –grité al correr
hacia él y sí, pude hacer un nudo más o menos decente que soportarse mi peso.
No uno de esos nudos marineros de los que no tengo la más remota idea de cómo
se hacen, porque como todos sabéis, vivir en el centro de Madrid es lo que
tiene: 100% de posibilidades de follarte a un piloto o un azafato y 0% de follarte a un
marinero... aunque ahora que recuerdo, ¡una vez vi a los Village People! Pero
ese marinero del grupo tenía tanto de marinero, lo que yo de Científica de Física Cuántica.
-¡Gracias por vuestra ayuda, putas! –le grité al
grupo de ancianos que seguían ahí, de pie, como esperando a que la mismísima
muerte saliera por el boquete del cementerio a llevárselos, y os prometo que si
eso llegase a ocurrir, ¡yo misma aplaudiría a La Parca!
-¡Somos muy mayores para este tipo de aventuras!
-Sí, claro, ahora a dar un poco pena, ¡putas! ¡Pero
bien que os lo pasáis con las consolas!
Hice con la cuerda una especie de lazo chusco y me
metí en él, para ir soltando e ir sujeta de la cintura mientras me acercaba al
agujero. Sí, haría eso del rápel, como en las películas... menos en aquella de
Stallone, donde la palmaba su mujer. Alejé de mi mente la imagen de Máximo
Riesgo. ¿A quién en su sano juicio se le ocurre pensar en una película del gafe
de Renny Harling, en un momento como éste? ¿A quién va a ser? ¡A MÍ!
-¡Ay, Gigi, reza para que estés bien, porque cuando
veas lo que estoy a punto de hacer por ti, me vas a poner en un altar!
-¿Quieres que te ayudemos? –preguntó uno de los
viejos.
-¿Ahora me lo preguntáis, pedazo de putas? ¡No,
gracias! Aunque os engañe la vista, que os engañará porque muchos de vosotros
estáis a un paso de tener cataratas, debajo de este cuerpo se esconde el cuerpo
de un... ¡¡¡ay, coño, esta soga pincha!!!
Y es que pinchaba de verdad. No sé de dónde coño la
habían sacado, pero estaba áspera, rugosa y tiesa. Tranquila, Dolly, me dije
mentalmente, has tocado cosas peores en tu vida, aunque no pincharan. Para
insuflarme valor, sí hay veces que realizo ese ejercicio mental, me dije que
una vez bajara y rescatara mi teléfono móvil, y a Gigi, claro, me lavaría muy
bien las manos con agua hirviendo durante por lo menos... cinco horas.
-¡Gigi! ¡Aguanta! –grité al borde del agujero y
dejé caer una pierna hacia la oscuridad-. ¡Demasiado alto! –me arrodillé en el
borde, agarré con fuerza la cuerda y comencé a descolgarme hacia el interior. Hacia ese foso de oscuridad super oscura.
¿Os he comentado que la oscuridad, abajo, era
absoluta? ¿Sí? Vale, porque en ese momento algo se iluminó abajo, un destello
fantasmagórico que me hizo gritar como una auténtica demente, cuando una voz
desde el más allá, que en realidad estaba en el más abajo de esa oscuridad,
dijo:
-¡Dolly, tía, tu madre es una jodida plasta!
-¡¡¡GIGI!!!
-¡Ya sé de dónde te vienen los genes, tía!
-¡Estás viva, nena! ¡Tranquila, que ya bajo!
Volver a oír la voz de Gigi fue, fue... como cuando
te da una erección, ya sabéis, cuando la sangre se va para abajo, te pica todo
el cuerpo y te sientes un poco mareada, pues lo mismo. Y además, aquel subidón
de adrenalina estaba acompañado por la música de Kylie Minogue, que no era una
banda sonora para un momento de acción como éste, pero que oye, nena, creo que
hasta me emocionó, porque se me saltaron las lágrimas. ¿O era producto del
picor al caerme tierra en los ojos mientras descendía poquito a poco hacia las
entrañas del cementerio?
-¡Gigi, nena, tranquila, voy en tu rescate! ¡Habla
para saber dónde estás!
-¿Y qué quieres que diga?
-¡Y yo qué sé, nena! ¡Lo que te salga del coño! ¡Pero sigue hablando!
-¡Te estoy viendo bajar, Dolly!
-¡Qué bien! ¿Verdad? Hasta parezco una profesional
del rápel.
-No, tía, te veo bajar y estás como a tomar por
culo. ¡Estás lejísimos! ¿Cómo vamos a subir después?
-¡OYE, hijadelagranputa! ¿Quieres que baje a
rescatarte o que vuelva a subir para arriba?
-¡Que me rescates, tía!
-¡Pues deja de joder poniéndolo todo chungo! ¿Vale?
-¡Vale...! Pero creo que el suelo está a más de
veinte metros del agujero. ¿Llegará la cuerda?
-¡Pero vamos a ver, Gigi! ¿Tú no tienes la cuerda
atada?
-Pues no, se me desató al caer.
-¡No-me-jo-das, GIGI!
Y para todas las tonterías que dice la Gigi, por una vez dijo algo
en la que tenía toda la razón. Al descender un metro más, sentí cómo la cuerda
que me rodeaba la cintura, y apretaba, se soltó con una facilidad pasmosa y en
milésimas de segundo, todo el peso de mi cuerpo lo estaba sosteniendo entre las
manos.
-¡Gigi, no hay más cuerda! ¿Estoy muy lejos del
suelo?
-Estás... lejos.
-¿Cuánto de lejos?
-Lejos, Dolly.
-¿Como para matarme si me suelto? Porque como tenga
que volver a trepar por esta jodida cuerda, ¡prefiero soltarme, neeenaaa!
-...
-¡Gigi, cabrona, dí algo!
-¡Estás muy cerquita del suelo, casi puedo tocarte
los zapatos!
-¿Sabes qué?
-¿Qué?
-Que aún sin verte la cara, ¡sé que me estás
mintiendo!
-¡Ay, tía, que vamos a morir aquí abajo las dos!
-No, nena, tu destino será pero que muchísimo peor.
Yo, por suerte, me mataré en la caída al soltarme, y a ti te tocará devorar mi
cadáver como en la peli esa del avión que se estrella... ¡y terminan todos
comiendo culo congelado!
-¡Ay, Dolly, no me digas esas cosas!
-¡Pues reza lo que sepas para que llegue sana y
salva en cuanto me suelte!
-¿¿¿Te vas a soltar de la cuerda???
-¡A la de tres! Una... DOS... ¡TRES!