En el capítulo anterior...
Nos estrellamos con la ambulancia en la misma puerta del Parque del Retiro, y yo salí despedida en la camilla cuesta abajo, contra la Cibeles, que paró el golpe, y mojada como una Tena Lady usada de la Concha Velasco, corrí otra vez para salvar a Gigi y a la Jessica, de Amanda, ahora poseída (desde hace unos cuantos capítulos) por Agapita González, que corrió al interior del parque, cuando estalló la tormenta de la Blogsfera sobre nosotras, y yo la seguí, y un rayo fundió la verja de la entrada, dejándome dentro del parque con la bicha. ¡Coño! Esto más que un resumen del capítulo anterior, parece OTRO CAPÍTULO, ¡¡¡NEEENAAA!!! Debes ser porque estamos en el ¡Capítulo 34!
-¡DOLLY!
Dejé de correr al oír la voz de Gigi y me volví hacia atrás.
-Gigi, quédate con Jessica y ¡NO ENTRÉIS!
-Jooo, tía, pero ¿por qué?
-Porque este es el final de la Tercera Temporada de Desperate Housegays, y tú, nena, casi la palmas en la anterior. Bueno, en realidad la palmaste, pero luego reviviste, nena.
-Ya, tía, pero perderme lo mejor, como que no mola, tía.
-Gigi, piensa que has de quedarte, para contarme lo que pasa entre Jessica y Manolo el bombero, y así yo poderlo contarlo en el Epílogo-GO, nena, que una no puede estar en todo, ¡y menos desdoblada!
-¡Anda, es verdad!
-Pues claro que es verdad, tía… así que, quédate con Jessica, ¿entendido?
-Oka, tía…
Me di la vuelta y reanudé la carrera cuando…
-¡DOLLY!
Frené, me volví otra vez, y allí estaba Gigi, con cara de nerviosita, importándole tres pimientos la que estaba cayendo (lluvia a raudales, truenos y relámpagos).
-¡Gigi! Vale ya, ¿eh?
-Es que… ¿Y si Jessica y Manolo se dicen muchas cosas, y luego se me olvidan, tía?
-¡Pues las apuntas, PUTA!
-¡Anda! Pues también es verdad.
-Ea, ve a enterarte de lo que hablan, que yo voy a intentar terminar con ésta Tercera Temporada de Desperate Housegays –y volví a correr.
-¡DOOLLYYY!
-¡¡¡GIIIGIII…!!! –grité cabreadísima, pero sin darme la vuelta. Aguanté a contar hasta diez fresisuis antes de darme la vuelta-. ¿Qué te pasa ahora, nena?
-Que digo yo, que si por un casual, vas y la palmas en esta temporada, me podría quedar con tus discos, los deuvedeses y esas cosas.
-¡Nos hemos levantado optimistas! ¿Eh, hijadelagranputa? Mira, Gigi, si salgo… SI SALIMOS vivas de ésta, recuérdame que haga el testamento, y así ya te puedes quedar más tranquila, ¿vale?
-Oka, tía.
Volví a correr, cruzando los dedos para que Gigi no volviera a abrir el pico, que no hizo, e intenté seguir la protección de los árboles para no empaparme más de lo que estaba, pero ¡¡¡todo el mundo sabe que en medio de una tormenta eléctrica, no hay nada peor que refugiarse bajo un árbol!!!
Así que me aparté y tomé el camino de tierra para ir en bicicleta, aunque yo no fuera en bici, por ese camino también va la gente haciendo footing y derivados de esa cosa rarísima llamada DEPORTE… y la vi. Debajo de un árbol, con su bicicleta rosa, empapada de agua, con su casco ciclista, sus coderas, rodilleras y demás accesorios que hacían de aquella niña, un parto sin dolor de algún Transformer tarado. Y lo peor era, ¡¡¡que me sonaba su cara!!! ¿Pero de qué?
-¡Nena! ¿No sabes que es peligrosísimo, refugiarse bajo un árbol en medio de una tormenta? ¡Y encima agarrada de una bicicleta! ¿Qué pretendes? ¿Ser el primer pararrayos humano?
-¡¡¡Perrro es que está lloviendo!!!
-¡TÚ! –chillé mega horrorizada (y la apunté con un dedo, que sé que es de muy mala educación), al recordar su pronunciación enfática de las erres-. ¡Eres la niñaca cabrona que salías en La Primera Temporada de Desperate Housegays, y que querías que te pasaran a deuvedé el uvehachese de la peli de Las Aventuras de Enrique y Ana!
La jodía niña, que me dio cantidad por culo en aquel capítulo, con sus bailecitos tribales y su horripilante forma de hablar, puso la boca en forma de O, y los ojos casi del mismo tamaño.
-Mira, nena, porque no tengo instinto de nani, ni de niñera, ¡ni de tetera…!
Y fui a por ella, y la niña, pensando que le iba a meter la paliza del siglo, se protegió con las manos, y me asustó cantidad, porque como iba vestida de Transformer, pensé que se iba a transformar en una hormigonera o algo así, pero yo lo que quería era su bicicleta rosa, de esas con flecos a ambos lados del manillar, para llegar antes a donde imaginaba que estaría Amanda la poseída, en la estatua del ángel caído.
-¡Un ladrrrón de bicicletas! ¡Al ladrrrón de bicicletas! –chilló como una loca.
-Un peliculón, nena; dile a tu madre que la alquile, y déjate de verle el paquete a Enrique y a los Coconuts. ¡Proyecto de puta con ERRES!
Montada en aquella birria de bicicleta, con una bocina que al tocarla sonaba algo parecido al “MokYYY-MokYYY”, pedaleé como cinco induráis gays, y casi me volví loca, cambiando las marchas y disfrutando con el ridículo asiento que tenía la bici, que más parecía el elástico de un tanga, porque se me metía entre las nalgas, neeenaaa. ¡Así claro, con una bici de éstas… o te volvías puta o marika perdida!
Pedaleé y pedaleé, sin prestar atención a la gente que huía de la aparatosa tormenta, abandonando el parque por las salidas laterales, que las tiene y muchas (espero que Gigi no se de cuenta de ello, y se le ocurra presentarse otra vez en este capítulo), giré a la izquierda por un paseo enorme con doble vía para ciclistas y arbolitos en el centro... y al fondo lo vi.
Tal y como me imaginé, todos los rayos y truenos del universo, caían sobre la estatua del ángel caído (para las de pueblo que leáis esto: es una estatia en honor al DIABLO, nenas). La gente que me encontraba, corriendo en dirección contraria a la mía, me miraban alucinados, no sé si era por la bicicleta, por el estilazo que le imprimía al pedaleo, o porque yo, en una película de catástrofes, en lugar de huir del tsunami, iba directa al tsunami, metafóricamente hablando, claro.
Salté de la bicicleta, porque como ya dije era enana, y corrí los últimos metros hasta la fuente limpiándome el agua que no paraba de caer de mis ojos, e intentando descifrar qué carajos estaba ocurriendo en la fuente, que parecía parte de un espectáculo de Madonna y Unión Fenosa.
La noche había sepultado el Parque del Retiro por completo. Corría a oscuras, hacia los flases blanco azulados de los relámpagos que convergían en la fuente y la estatua, de la que contrastaba el blanco de la piedra en la que estaba esculpido el ángel caído, y el rojo sangre que brotaba de las cabezas de las gárgolas en la base de la fuente. Porque sí, nenas, aquello parecía sangre… muy líquida, pero sangre de algún tipo sanguíneo... y entonces, vi una figura negra corriendo en círculos alrededor de la fuente.
-¡Me mentiste! ¡Prometiste que sería MÍO!
Gritaba Amanda, poseída como si fuera un furby al que habían conectado con dos pinzas a la batería de un camión, gesticulando muchísimo y moviendo las manos más que doscientos actores italianos.
-¡AGAPITA! –grité, porque aunque era Amanda la dueña del cuerpo, era Agapita González la que lo estaba habitando.
Amanda se detuvo, se volvió hacia mí y entornó aquellos ojos rojos, como hacía el malo de Howard el Pato. ¿Recordáis la peli? Pues es la obra cumbre de un genio del guión y la dirección llamado George Lucas, aunque la peli la dirigió Willar Huyck, y fue la segunda y última película que dirigió en toda su vida, para que veáis lo mala que era, nenas.
-Ya es hora de que terminemos con esto, nena. Se te acabó el ir poseyendo a la gente, y el ir matando a todo kiski que se folle Manolo, porque Manolo nunca fue tuyo, nena, era el novio de tu hermana mayor, ¡era el novio de Jessica! ¡No el tuyo, Agapita!
-Pedazodemetomentodo –dijo con voz de travelo alcoholizada a las 6 de la mañana, y vino directa a mí.
Y claro, me entró el pánico, porque por mucho que nombre a Dior, no tengo ni un jodido crucifijo, una ristra de ajos o una estaca para este tipo de situaciones. Y es que, el que se me tire un demonio encima, no me ha pasado muchas veces, claro. Así que opté por el Plan B: ¡CORRER!
Y anda que no corrí. Corrí como nunca. Parecía el jodido Roberto Benigni, cuando le dieron el Oscar, y corrió al escenario antes de que comenzara la orquesta a tocar la fanfarria esa que te tocan, cuando te dan el Oscar. Y la Amanda, pisándome los talones, chillando y berreando cosas rarísimas, como ese disco de Shakira que si lo pones al revés dice “Meeep folloooop aaaap Mandigooop, quep riiicop, quep riicop”.
Pero esta vez yo iba bien preparada y saqué mi ZEN, y le di a la opción grabar, sin dejar de correr, porque el ZEN, a diferencia del HIPO, puede grabar de la radio y sonidos, porque tiene una rajita que es un micrófono enanísimo, y que está muy cool, y grabé lo que estaba berreando la posesa de Amanda, me puse los auriculares para oírlo, pero marcha atrás. A todo esto, no olvidarse que no paraban de caer rayos sobre la fuente, y que todo el ambiente estaba súper eléctrico y oliendo a ozono, y que yo corría y que Amanda la poseída corría tras de mí.
-“Maldito… estarás maldito, y los hijos de tus hijos… malditos también”.
Me paré en seco (aunque de seco no tenía nada, porque con la jodía lluvia estaba calado hasta los calzoncillos), con los pelos como escarpias al oír por los auriculares de Creative (que se oyen de putísima madre), cómo una voz demoníaca me maldecía a mí y a mi futura descendencia.
-¡AIBÁ LO QUE HA DICHO! –y me volví, justo en el momento en que la posesa estaba a un metro de mí, y sacando fuerzas del ¡¡¡Poder de Greyskull!!!, o de los tres puntos de batería que tenía en el ZEN, levanté mi mano derecha, con el ZEN en ella, y la cara de Amanda fue al encuentro de mis nudillos.
No se quedó gilipollas como el de Matrix, al que se le movía toda la cara como al borracho de los Simpsons cuando eructa, ¡pero casi, nenas! No fue un puñetazo para dejarla K.O., pero sí para que dejara de correr tras de mí maldiciéndome al revés.
-¡Au! –dije súper dolorida, mientras Amanda, como perdida, miraza al suelo medio atolondrada, como si buscara las dos lentillas que le acababan de saltar… ¡y es que volvía a tener sus ojos! Vamos, que ya no eran rojo posesa, nenas-. ¡Amanda!
Amanda levantó la cabeza y me miró, confusa, y miró a los lados, a la oscuridad que nos envolvía, y a los latigazos eléctricos de los rayos que caían en la fuente. Volvía a ser ella, y al verse en tal situación, gritó aterrorizada y una sombra negra, del tamaño del Yeti de alto y grande, pero como una sombra más negra que la noche, se formó tras ella. Una sombra con ojos rojos.
-¡Amanda! ¡No dejes que te vuelva a poseer! –grité, cuando la vi convulsionarse, y la sombra comenzó a engullirla, y a quitarle el color de la piel ¡y hasta de la ropa!-. ¡Déjala en paz, Agapita! ¡Estás muerta! ¡Ya estabas muerta incluso ANTES de que comenzara La Tercera Temporada de Desperate Housegays! ¡Suéltala!
Sin cortarme, cogí a Amanda de las manos e intenté apartarla de aquella sombra enorme y negra que seguía engulléndola. El tacto fue escalofriante. Como si millones de alfileres me atravesaran las manos, y Amanda gritó y puso los ojos en blanco.
-¡Déjala en paz, zorra! ¡Déjala, AGAPITA! ¡Amanda, no dejes que te posea otra vez, neeenaaa!
Pero Amanda aulló y sus ojos se impregnaron de un rojo fluorescente, como gotas de sangre sobre leche... y sonrió.
Nos estrellamos con la ambulancia en la misma puerta del Parque del Retiro, y yo salí despedida en la camilla cuesta abajo, contra la Cibeles, que paró el golpe, y mojada como una Tena Lady usada de la Concha Velasco, corrí otra vez para salvar a Gigi y a la Jessica, de Amanda, ahora poseída (desde hace unos cuantos capítulos) por Agapita González, que corrió al interior del parque, cuando estalló la tormenta de la Blogsfera sobre nosotras, y yo la seguí, y un rayo fundió la verja de la entrada, dejándome dentro del parque con la bicha. ¡Coño! Esto más que un resumen del capítulo anterior, parece OTRO CAPÍTULO, ¡¡¡NEEENAAA!!! Debes ser porque estamos en el ¡Capítulo 34!
-¡DOLLY!
Dejé de correr al oír la voz de Gigi y me volví hacia atrás.
-Gigi, quédate con Jessica y ¡NO ENTRÉIS!
-Jooo, tía, pero ¿por qué?
-Porque este es el final de la Tercera Temporada de Desperate Housegays, y tú, nena, casi la palmas en la anterior. Bueno, en realidad la palmaste, pero luego reviviste, nena.
-Ya, tía, pero perderme lo mejor, como que no mola, tía.
-Gigi, piensa que has de quedarte, para contarme lo que pasa entre Jessica y Manolo el bombero, y así yo poderlo contarlo en el Epílogo-GO, nena, que una no puede estar en todo, ¡y menos desdoblada!
-¡Anda, es verdad!
-Pues claro que es verdad, tía… así que, quédate con Jessica, ¿entendido?
-Oka, tía…
Me di la vuelta y reanudé la carrera cuando…
-¡DOLLY!
Frené, me volví otra vez, y allí estaba Gigi, con cara de nerviosita, importándole tres pimientos la que estaba cayendo (lluvia a raudales, truenos y relámpagos).
-¡Gigi! Vale ya, ¿eh?
-Es que… ¿Y si Jessica y Manolo se dicen muchas cosas, y luego se me olvidan, tía?
-¡Pues las apuntas, PUTA!
-¡Anda! Pues también es verdad.
-Ea, ve a enterarte de lo que hablan, que yo voy a intentar terminar con ésta Tercera Temporada de Desperate Housegays –y volví a correr.
-¡DOOLLYYY!
-¡¡¡GIIIGIII…!!! –grité cabreadísima, pero sin darme la vuelta. Aguanté a contar hasta diez fresisuis antes de darme la vuelta-. ¿Qué te pasa ahora, nena?
-Que digo yo, que si por un casual, vas y la palmas en esta temporada, me podría quedar con tus discos, los deuvedeses y esas cosas.
-¡Nos hemos levantado optimistas! ¿Eh, hijadelagranputa? Mira, Gigi, si salgo… SI SALIMOS vivas de ésta, recuérdame que haga el testamento, y así ya te puedes quedar más tranquila, ¿vale?
-Oka, tía.
Volví a correr, cruzando los dedos para que Gigi no volviera a abrir el pico, que no hizo, e intenté seguir la protección de los árboles para no empaparme más de lo que estaba, pero ¡¡¡todo el mundo sabe que en medio de una tormenta eléctrica, no hay nada peor que refugiarse bajo un árbol!!!
Así que me aparté y tomé el camino de tierra para ir en bicicleta, aunque yo no fuera en bici, por ese camino también va la gente haciendo footing y derivados de esa cosa rarísima llamada DEPORTE… y la vi. Debajo de un árbol, con su bicicleta rosa, empapada de agua, con su casco ciclista, sus coderas, rodilleras y demás accesorios que hacían de aquella niña, un parto sin dolor de algún Transformer tarado. Y lo peor era, ¡¡¡que me sonaba su cara!!! ¿Pero de qué?
-¡Nena! ¿No sabes que es peligrosísimo, refugiarse bajo un árbol en medio de una tormenta? ¡Y encima agarrada de una bicicleta! ¿Qué pretendes? ¿Ser el primer pararrayos humano?
-¡¡¡Perrro es que está lloviendo!!!
-¡TÚ! –chillé mega horrorizada (y la apunté con un dedo, que sé que es de muy mala educación), al recordar su pronunciación enfática de las erres-. ¡Eres la niñaca cabrona que salías en La Primera Temporada de Desperate Housegays, y que querías que te pasaran a deuvedé el uvehachese de la peli de Las Aventuras de Enrique y Ana!
La jodía niña, que me dio cantidad por culo en aquel capítulo, con sus bailecitos tribales y su horripilante forma de hablar, puso la boca en forma de O, y los ojos casi del mismo tamaño.
-Mira, nena, porque no tengo instinto de nani, ni de niñera, ¡ni de tetera…!
Y fui a por ella, y la niña, pensando que le iba a meter la paliza del siglo, se protegió con las manos, y me asustó cantidad, porque como iba vestida de Transformer, pensé que se iba a transformar en una hormigonera o algo así, pero yo lo que quería era su bicicleta rosa, de esas con flecos a ambos lados del manillar, para llegar antes a donde imaginaba que estaría Amanda la poseída, en la estatua del ángel caído.
-¡Un ladrrrón de bicicletas! ¡Al ladrrrón de bicicletas! –chilló como una loca.
-Un peliculón, nena; dile a tu madre que la alquile, y déjate de verle el paquete a Enrique y a los Coconuts. ¡Proyecto de puta con ERRES!
Montada en aquella birria de bicicleta, con una bocina que al tocarla sonaba algo parecido al “MokYYY-MokYYY”, pedaleé como cinco induráis gays, y casi me volví loca, cambiando las marchas y disfrutando con el ridículo asiento que tenía la bici, que más parecía el elástico de un tanga, porque se me metía entre las nalgas, neeenaaa. ¡Así claro, con una bici de éstas… o te volvías puta o marika perdida!
Pedaleé y pedaleé, sin prestar atención a la gente que huía de la aparatosa tormenta, abandonando el parque por las salidas laterales, que las tiene y muchas (espero que Gigi no se de cuenta de ello, y se le ocurra presentarse otra vez en este capítulo), giré a la izquierda por un paseo enorme con doble vía para ciclistas y arbolitos en el centro... y al fondo lo vi.
Tal y como me imaginé, todos los rayos y truenos del universo, caían sobre la estatua del ángel caído (para las de pueblo que leáis esto: es una estatia en honor al DIABLO, nenas). La gente que me encontraba, corriendo en dirección contraria a la mía, me miraban alucinados, no sé si era por la bicicleta, por el estilazo que le imprimía al pedaleo, o porque yo, en una película de catástrofes, en lugar de huir del tsunami, iba directa al tsunami, metafóricamente hablando, claro.
Salté de la bicicleta, porque como ya dije era enana, y corrí los últimos metros hasta la fuente limpiándome el agua que no paraba de caer de mis ojos, e intentando descifrar qué carajos estaba ocurriendo en la fuente, que parecía parte de un espectáculo de Madonna y Unión Fenosa.
La noche había sepultado el Parque del Retiro por completo. Corría a oscuras, hacia los flases blanco azulados de los relámpagos que convergían en la fuente y la estatua, de la que contrastaba el blanco de la piedra en la que estaba esculpido el ángel caído, y el rojo sangre que brotaba de las cabezas de las gárgolas en la base de la fuente. Porque sí, nenas, aquello parecía sangre… muy líquida, pero sangre de algún tipo sanguíneo... y entonces, vi una figura negra corriendo en círculos alrededor de la fuente.
-¡Me mentiste! ¡Prometiste que sería MÍO!
Gritaba Amanda, poseída como si fuera un furby al que habían conectado con dos pinzas a la batería de un camión, gesticulando muchísimo y moviendo las manos más que doscientos actores italianos.
-¡AGAPITA! –grité, porque aunque era Amanda la dueña del cuerpo, era Agapita González la que lo estaba habitando.
Amanda se detuvo, se volvió hacia mí y entornó aquellos ojos rojos, como hacía el malo de Howard el Pato. ¿Recordáis la peli? Pues es la obra cumbre de un genio del guión y la dirección llamado George Lucas, aunque la peli la dirigió Willar Huyck, y fue la segunda y última película que dirigió en toda su vida, para que veáis lo mala que era, nenas.
-Ya es hora de que terminemos con esto, nena. Se te acabó el ir poseyendo a la gente, y el ir matando a todo kiski que se folle Manolo, porque Manolo nunca fue tuyo, nena, era el novio de tu hermana mayor, ¡era el novio de Jessica! ¡No el tuyo, Agapita!
-Pedazodemetomentodo –dijo con voz de travelo alcoholizada a las 6 de la mañana, y vino directa a mí.
Y claro, me entró el pánico, porque por mucho que nombre a Dior, no tengo ni un jodido crucifijo, una ristra de ajos o una estaca para este tipo de situaciones. Y es que, el que se me tire un demonio encima, no me ha pasado muchas veces, claro. Así que opté por el Plan B: ¡CORRER!
Y anda que no corrí. Corrí como nunca. Parecía el jodido Roberto Benigni, cuando le dieron el Oscar, y corrió al escenario antes de que comenzara la orquesta a tocar la fanfarria esa que te tocan, cuando te dan el Oscar. Y la Amanda, pisándome los talones, chillando y berreando cosas rarísimas, como ese disco de Shakira que si lo pones al revés dice “Meeep folloooop aaaap Mandigooop, quep riiicop, quep riicop”.
Pero esta vez yo iba bien preparada y saqué mi ZEN, y le di a la opción grabar, sin dejar de correr, porque el ZEN, a diferencia del HIPO, puede grabar de la radio y sonidos, porque tiene una rajita que es un micrófono enanísimo, y que está muy cool, y grabé lo que estaba berreando la posesa de Amanda, me puse los auriculares para oírlo, pero marcha atrás. A todo esto, no olvidarse que no paraban de caer rayos sobre la fuente, y que todo el ambiente estaba súper eléctrico y oliendo a ozono, y que yo corría y que Amanda la poseída corría tras de mí.
-“Maldito… estarás maldito, y los hijos de tus hijos… malditos también”.
Me paré en seco (aunque de seco no tenía nada, porque con la jodía lluvia estaba calado hasta los calzoncillos), con los pelos como escarpias al oír por los auriculares de Creative (que se oyen de putísima madre), cómo una voz demoníaca me maldecía a mí y a mi futura descendencia.
-¡AIBÁ LO QUE HA DICHO! –y me volví, justo en el momento en que la posesa estaba a un metro de mí, y sacando fuerzas del ¡¡¡Poder de Greyskull!!!, o de los tres puntos de batería que tenía en el ZEN, levanté mi mano derecha, con el ZEN en ella, y la cara de Amanda fue al encuentro de mis nudillos.
No se quedó gilipollas como el de Matrix, al que se le movía toda la cara como al borracho de los Simpsons cuando eructa, ¡pero casi, nenas! No fue un puñetazo para dejarla K.O., pero sí para que dejara de correr tras de mí maldiciéndome al revés.
-¡Au! –dije súper dolorida, mientras Amanda, como perdida, miraza al suelo medio atolondrada, como si buscara las dos lentillas que le acababan de saltar… ¡y es que volvía a tener sus ojos! Vamos, que ya no eran rojo posesa, nenas-. ¡Amanda!
Amanda levantó la cabeza y me miró, confusa, y miró a los lados, a la oscuridad que nos envolvía, y a los latigazos eléctricos de los rayos que caían en la fuente. Volvía a ser ella, y al verse en tal situación, gritó aterrorizada y una sombra negra, del tamaño del Yeti de alto y grande, pero como una sombra más negra que la noche, se formó tras ella. Una sombra con ojos rojos.
-¡Amanda! ¡No dejes que te vuelva a poseer! –grité, cuando la vi convulsionarse, y la sombra comenzó a engullirla, y a quitarle el color de la piel ¡y hasta de la ropa!-. ¡Déjala en paz, Agapita! ¡Estás muerta! ¡Ya estabas muerta incluso ANTES de que comenzara La Tercera Temporada de Desperate Housegays! ¡Suéltala!
Sin cortarme, cogí a Amanda de las manos e intenté apartarla de aquella sombra enorme y negra que seguía engulléndola. El tacto fue escalofriante. Como si millones de alfileres me atravesaran las manos, y Amanda gritó y puso los ojos en blanco.
-¡Déjala en paz, zorra! ¡Déjala, AGAPITA! ¡Amanda, no dejes que te posea otra vez, neeenaaa!
Pero Amanda aulló y sus ojos se impregnaron de un rojo fluorescente, como gotas de sangre sobre leche... y sonrió.
2 comentarios:
Nena, esto se acaba!
Y YO ME PLANTO EN EXÁMENES EN NADA!
Acojonada me hallo
Sí, Naxo-Nena:
Esta Temporada de Desperate Housegays se acaba ¡YA!
Para ser más exactos, ¡ESTE DOMINGO! (coincidiendo también, con el final de la 3ª Temporada en USA de Desperate Housewives)
Sé que muchas de vosotras luego os pediréis la baja laboral, porque el Capítulo 35 de Desperate Housegays será más JEBY, que los dvd’s de Mira Quien Baila, ¡PUTA!
La Hidro-Nena ya se ha pedido la baja laboral, mientras redecora su vida (aconsejada por una servidora), y creo que en medio Mundo, el próximo lunes habrá Paro de Marikas de Brazos Caídos, porque… será TAN JEBY lo que ocurra en el Capítulo 35, que les costará superarlo más, que la abstinencia sexual en el matrimonio que ha pedido el papa a los brasileños…
Así que aún estáis a tiempo de pasaros por urgencias y pedir al médico de guardia unos tranquilizantes y un buen polvazo, para llevarlo mejor…
Y ahora... vamos con las fechas de los dos últimos capítulos de La Tercera Temporada de Desperate Housegays, nenas.
Apuntarlo en vuestros dietarios del Vogue,
Vogue,
vogue…
Domingo 20 de Mayo
Capítulo 35
Martes 22 de Mayo
Epílogo-GO!
Súper fuerta, nenas
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