En el Epílogo-GO! de la Temporada Anterior...
Y entonces me puso por el altavoz del contestador de la redacción, una cacofonía de ruidos rarísimos, y unos gritos de terror indescriptibles, y golpes, y cristales rotos, y más gritos… hasta que comprendí que aquella tía histérica que pedía socorro, auxilio, piedad y no paraba de berrear “no, por favor, noooo”, a lo Hostel… era…
-¡¡¡Rosario Fitis!!! –grité.
-La misma, Dolly –dijo mi jefe-. Y parece que está en peligro.
-¿En peligro nada más? ¡¿Pero si grita como si le sacaran los empastes con un pinchito para comer caracoles, Jefe?!
-Mmm, sí, eso mismo me pareció a mí, la cuarta vez que oí el mensaje.
-¿Habrá llamado a la policía, no? –y mis ojos miraron a Bruno.
-¿Para qué?
-¡Coño, para ver si sigue viva, Jefe!
-No creo que siga viva. Y tampoco responde al móvil, Dolly.
-¡SUPONGO! Si no está viva, ¿cómo va a responder al móvil, Jefe?
-Quiero decir… que su coche sigue en el hotel del pueblo, y en la residencia no ha dado señales de vida.
Y en ese momento pensé, ¿si quizá había algún vínculo de sangre entre mi Jefe y Gigi...?
-¡CLARO! Porque… ¡NO-DEBE-ESTAR-VIVA… JEFE!
-Siento decirte esto, Dolly, pero tienes que posponer la boda.
-¡Pero si aún no tenemos fechas, ni nada!
-¡Mejor! Así no tienes excusas...
-¿Excusas? ¿Excusas para qué?
-Para ir a esa residencia.
-¿Quééé...? Soy gay, soy una Diva y... ¡no puedo ir a una residencia por muy periodístico paranormal que sea, Jefe!, además: ¡me acaban de pedir matrimonio con un pedazo de Bvlgari ideal de la muerte! Y tengo a mi futuro marido delante de mí.
-Vaya, pues felicítale de mi parte.
-Bruno –le dije a Bruno-, mi Jefe, que está como una cabra y que quiere que me ocurra lo mismo que a la Rosario Fitis, o sea, morir y desaparecer de una forma espantahorrible de verdad –dije fingiendo degollarme con el índice de la mano izquierda-, dice que te felicite por la futura boda.
-Qué detalle.
-¡Ni detalle, ni detalla! Y menos mal que me lo ha pedido a mí, que si se lo dice a Gigi, fijo que pierde el culo para decir ¡¡¡que sí!!!
Y sonó el timbre de la puerta. Y yo, que puedo hacer dos cosas a la vez, aunque no chuparla y cantar tirolés, como las marikas de esa peli de marikas tirolesas... ¡¡¡Yorelé Yyy Uuu…!!!, y fui a abrir la puerta.
-¡Tía! ¿Te ha llamado el Jefe? ¡Nos envía al rescate de la Rosario Fitis! ¿A que es súper emocionante, tía?
-¡BASTA! –grité al verme arrastrada hacia un remolino de nuevas aventuras y peligros (de muerte, no lo olvidemos, nenas, peligro de MUERTE), al ver a Gigi en la entrada de casa con su ropa de “investigación de campo” y mochila a la espalda.
Conté hasta diez fresisuis con los ojos cerrados y al volver a abrirlos, ¡Gigi seguía allí! ¡No era una pesadilla lo que estaba viviendo! Pero no era la Gigi que conocéis, nenas, porque desde la Tercera Temporada de Desperate Housegays, la Gigi había hecho muchas cosas y ahora vestía en plan Gay Scout, súper ideal de la muerte, porque por fin lee el Cosmopólitan, Casas con Encanto y el Vale. Sí, sí, sí, nenas.
-¡Tía, éste puede ser el reportaje de nuestra vida! –dijo súper emocionada.
-¡GIGI, éste puede ser el reportaje que ACABE con nuestras vidas!
-¿Qué es eso que tienes en el dedo?
-¡UN BVLGARI, NENA!
-¿Y pa qué?
-¡Porque Bruno me ha pedido el Matrimonio, nena!
-¡QUÉ JEBY, TÍA! ¿¿¿TE VAS A CASAR??? ¡Déjame verlo! ¡Déjame verlo!
-No que lo llenas de babas, nena. Míralo de lejos... –y posé a lo Letizia, pero con muchísimo más estilo, ¡porque yo lo tengo!
-¿Ha llegado Gigi? –preguntó mi Jefe por el móvil.
-Sí, pero no. Estoy demasiado emocionada... y agradecidaaa..., para salir pitando con Gigi a esa residencia satánica que matan a periodistas.
-Pero nosotras no somos periodistas, tía –dijo la Gigi.
-¡Anda la lista! ¿Y te crees que por eso no nos van a matar como a la Rosario Fitis?
-Dolly –volvió a hablar mi Jefe por el móvil-. Tenéis que ir esta misma noche. La directora del centro os está esperando, y ha sido tan amable, que incluso os ha preparado una habitación para que paséis allí la noche, sin tener que buscar hotel en el pueblo cercano.
-¡Vamos a dormir en la residencia del terror, tía! –gritó Gigi, que había pegado la oreja a la parte del móvil donde no hay altavoz, y que oyó el comentario de nuestro Jefe.
-¡Gigi! Ese sitio es... es... es... ¡¡¡peor que unas vacaciones en Huesconsing, nena!!! Muere gente, caen tiestos con geranios del cielo ¡y nieva! ¡Y yo quiero casarme, coño! –y miré a Bruno-. ¿Verdad que sí, Bruno?
-Sí... pero...
-No, por favor. No, Bruno, no, ¡tú, no! Me has pedido matrimonio con este Bvlgari, y eso quiere decir que... ¡¡¡LOS PEROS NO EXISTEN!!! Hablamos de MATRIMONIO y BVLGARI, no esa mierda que hizo el Bustamante en Bali, donde te visten de blanco y te ponen una toalla en la cabeza. Teatrillos, no, nene.
-No nos vamos a casar Mañana, Dolly. Hay que tramitar el papeleo, hacer la lista de invitados, buscar una fecha...
-Tu futuro marido piensa con la cabeza –dijo por el móvil mi Jefe.
-Mi futuro marido puede volver a la soltería ¡ANTES DE CASARSE, JEFE! –ésto no puede estarme pasando a mí. Yo no empiezo las temporadas de Desperate Housegays así, tan aceleradas... ¡Coño! ¡Pero si parece que mi vida se ha convertido en una película de Bruce Willis! -¡¡¡Corta el cable azul!!! ¡¡¡Corta el cable azul!!! –chillé perdiendo los nervios.
-A ver Dolly –dijo Gigi en tono solemne, aunque la pinta de marika que tenía con aquella gorra del CSI New York y la mochila la delataban-. Podemos ir a investigar, y mientras, Bruno va preparando los papeles de la boda, ¿no?
-Pues NO, Gigi, porque para ese entonces, podríamos estar MUERTAS, como Rosario Fitis, ¿o es que lo has olvidado, nena?
-Pues no, tía, pero como somos heroinómanas, sé que no vamos a morir, Dolly.
-Gigi –y respiré hondo-. Querrás decir que somos heroínas, no heroinómanas, nena.
-Tú me has entendido, ¿no? Pues ya está, tía.
-Hay tiempo para todo, Dolly –dijo Bruno.
-Sí, hay tiempo... hay tiempo hasta para preparar un bonito funeral para nosotras dos. ¡A mí que me incineren y que mis fans se esnifen las cenizas! –grité al techo.
-No os va a pasar nada. Es sólo una residencia de ancianos, ¿no?
-Eso es, Dolly –dijo mi Jefe por el móvil-. Es sólo una residencia de ancianos.
-¡Donde la gente MUERE y DESAPARECE, coño! –grité medio desquiciada.
Y volvieron a llamar al timbre de casa.
-Jefe, ya le llamaré y hablamos con tranquilidad. Esto es demasiado para un primer capítulo de la Cuarta Temporada de Desperate Housegays... y sé que si sigo con esta dinámica, el oro blanco del Bvlgari va a desaparecer, porque ¡son unos anillos muy sensibles!
Colgué y abrí la puerta... y descubrí que aún no era demasiado para un primer capítulo de la Cuarta Temporada de Desperate Housegays, ya que al otro lado había una señora de unos cincuenta años, con un traje de esos que llevan las maris que ven el culebrón de TVE, y se sientan a charlar a la salida de la misa de ocho, con dos maletas en cada mano.
-¡Parece mentira…! –comenzó a decir la mujer a voz en grito-. ¡Que tenga que enterarme por el blog, QUE MI HIJO SE CASA!
-¡¡¡MADRE!!! –grité yo con el estribillo de Bernard Herrmann sonando en mi cabeza, pero sin ducha, ni cortina, ni sangre. Aunque más que un estribillo, era un acorde, claro.
Fui a cerrar de un portazo, pero la muy... cabrona, metió la punta del zapato del pie derecho, ese donde no tiene sensibilidad desde que se fue a una clínica para supuestamente adelgazar, y las cargas eléctricas le dejaron el pie derecho con menos sensibilidad que la garganta de Liza Minelli para la ginebra.
-¡Dolly! –chilló Gigi-. ¡TIENES UNA MAMÁ!
-¡YERNO, A MIS BRAZOS! –gritó mi madre soltando las cuatro maletas y echó a correr hacia Bruno para darle un abrazo de quebrantahuesos y no se cuantos besos en las dos mejillas, hasta ponerle de carmín como al Monchito de José Luis Moreno.
-¡TIENES UNA MAMÁ, DOLLY!
-¿Quieres dejar de repetir esa frase, Gigi? ¡Tú también tienes una mamá, aunque la encontraste en la Segunda Temporada de Desperate Housegays, nena!
-¡Pero no me lo habías dicho, Dolly!
-¡Y tú tampoco me dijiste que tu madre aparecería en la Segunda Temporada, nena!
-Entonces estamos empatadas, tía.
-¿Madre? –afirmé más que pregunté volviéndome hacia ella, y me horrorizó ver cómo había dejado a Bruno tras tanto besuqueo-. ¿Se puede saber qué haces aquí?
-¿Tú qué crees? ¡Acompañar a mi hijo en el día más feliz de su vida!
-Madre, ni este es el día, ni este es el capítulo donde me vaya a casar… así que ya puedes estar cogiendo tus cuatro maletas y... ¿a dónde diablos pretendías ir con cuatro maletas? ¿A BRASIL?
-¿Cómo que a dónde voy? ¡A quedarme aquí!
Y se me escapó tal carcajada, que por la cara que puso Gigi, cualquier médico de la Seguridad Social me daría un bono gratis de estancia indefinida en cualquier psiquiátrico del país.
-¡Ni de coooñaaa, madre! –dije más rotunda, que Sue Hellen cuando volvió a la bebida.
-Pero es tu madre, Dolly –dijo Gigi.
-Sí, y esta es MÍ CASA, no la suya.
-Tener hijos para esto –dijo de la forma más afligida que pudo fingir.
-Dolly –dijo Bruno.
-Si hay una cosa que sobran en Madrid, son...
-¿Madres? –preguntó mi madre.
-No, madre: ¡HOTELES! Y mira por dónde que no te hacen falta, porque tienes una casa.
Tras un breve silencio incómodo, donde Gigi no dijo ninguna tontería y se limitó a mirarme mega flipadísima, me fui al dormitorio y comencé a preparar una mochila con “cosas que debe tener una Diva si se va de casa”, sí, sí, muy a lo Isabel Coixet, cuando entró Bruno en la habitación.
-¿Dónde vas?
-A cualquier parte a kilómetros de mi madre, Bruno. La conozco como si la hubiera parido, aunque en éste caso es al revés, pero ni muerta me voy a quedar en casa con ella rondando por aquí. ¡Nunca le perdonaré... –y callé, porque hay cosas que una Diva no debe decir, aunque sea en su Biografía NO Autorizada-. Me voy con Gigi a ese espantahorrible lugar donde desaparece gente y después mueren dando muchísimos gritos por teléfono móvil. Así que... si te llamo y me oyes gritando como una perraka en DANGER, deja el papeleo de la boda, nene –y salí de la habitación.
-¿Nos vamos? –preguntó Gigi súper emocionada.
-¿Te vas? –preguntó mi madre súper mosca.
-Sí, Gigi, nos vamos, y madre, por favor, no pongas esa cara de sorpresa que habrás ensayado durante hoooraaas ante el espejo.
Cogí a gigi de la mano y salí de allí todo lo rápido que pude, pero sin sudar, porque las Divas, no podemos sudar, claro….
Una hora más tarde, y sabiendo que estaba por la cuarta página del World, cuando lo normal en cada capítulo de mis temporadas, es que tengan tres páginas… y tras decirle a Gigi que no iba a contarle qué era lo que había pasado entre mi madre y yo, Gigi se puso a cantar eso de “un elefante, se columpiaba... en la tela de una aaaraña” y claro, tras cuarenta minutos con esa murga... y a punto de producirme un derrame cerebral, no me quedó otro remedio que contárselo, y casi nos estrellamos, porque conducía Gigi, que aunque iba a 80 km porque está en su primer año de conductora novel, como yo, una curva cerrada y de noche, es una curva cerrada y de noche.... y las curvas cerradas y de noche, ¡¡¡no se toman en cuarta y a 80km hora, nenas!!!
-Tía, ¡pero eso es súper fuerte! –gritó Gigi tras controlar el volante-. ¿Y por qué no me lo habías contado antes tía?
-Porque esas cosas no se cuentan, Gigi. ¿Ves? Te lo he contado, después de todos estos años que nos conocemos, pero ni se me ocurriría contarlo en este blog, nena.
-Y no me extraña, tía, porque es ¡¡¡súper jeby!!!
-Y ahora no vayas tú a cascarlo, ¿vale?.
-Claro que no, tía.
-Prométeme que no lo contarás aunque estés en un peligro de muerte, nena.
-¡Que no lo contaré, tía!
-Prométemelo, nena, que tú cuando estás en peligro de muerte siempre sueltas cosas que no deberías.
-Te lo prometo, tía.
-¿Me entiendes ahora?
-Sí, tía... súper jeby... seguro que tras este diálogo, la Rafaela, la Hidro, la Dannie y Nacha la Macha te saldrán por el mesenYES a preguntar ¿¿¿qué te hizo tu madre???
-Sí, nena, y menos mal que este relato es en diferido, que si no, se me pondría el Messenger como un árbol de navidad con ventanitas; por cierto, nena, ¿dónde coño estamos?
-¿Y yo qué sé, tía? La que lleva el mapa de carreteras eres tú.
-¿YO un mapa de carreteras, en mi bandolera de Adolfo Domínguez? ¡JA! Debes estar bromeando, nena. Antes me afeitaría la cabeza al cero y cantaría lo del “hare hare, hare krisna”...
-Bueno, pues entraremos en esa área de servicio a preguntar, tía.
-Vale, Gigi, ¡Pero no entres en cuarta, ni en tercera! Que te veo venir...
Y la muy burra metió primera y el coche pegó tal berrido, que mis uñas se quedaron grabadas en el salpicadero del coche como si aquello fuera el Paseo de la Fama de Hollywood; tras media hora preguntando, y varios bosquejos en servilletas, ya teníamos claro, más o menos (más menos que más), la forma de llegar a la residencia del terror, en la que había desaparecido Rosario Fitis, compañera nuestra del periódico sensacionalista Increíble pero Cierto.
Y mientras yo me enteraba de cómo coño llegar a la residencia, la Gigi, se compró el CD de Añoranza Flamenca de Manolo Paradas por 7,50€, (que podéis ver la foto del testimonio gráfico en mi corcho de las Divas).
Una hora más tarde, llegamos...
Era noche cerrada, tirando ya a madrugada avanzada cuando tomamos el desvío hacia la residencia. Los faros nos revelaron su nombre... y Gigi, que le va la marcha, lo repitió en voz alta.
-¿Esperanzador Atardecer?
-Por lo menos no se llama Prados Soleados, como el de las Chicas de Oro, nena; cuidado con el árbol ése Gigi.
-¿Árbol? Eso no es un árbol, Dolly –y dio a las luces largas-. ¡Es un ciprés!
Y yo lancé un grito, porque no era un ciprés, ni nos íbamos a estrellar contra él, porque Gigi lo esquivó. Grité, porque era muchos cipreses, y detrás de ellos, había algo alto y blanco. ¡Una tapia!
-¡Gigi! ¿Cuántas residencias para ancianos conoces con un cementerio al lado?
-¡Esta es mí primera residencia cementeriosa, tía!
Condujimos hasta la entrada de la residencia, rectangular, de dos pisos con luz sólo en la entrada, y con un monovolumen aparcado, el único coche que había por aquel lugar, y el único coche que vimos tras una hora de conducir por el camino de tierra y cemento.
-Frena, Gigi, o entraremos en la residencia con el ¡COCHE!
Y frenó... bien, para mi sorpresa. Eso sí, antes de que apagara el motor ya había puesto yo el freno de mano, por si las moscas. No quería empezar esta Cuarta Temporada de Desperate Housegays, con dos marikas escayoladas de pies a cabeza.
-Qué poco confías en mí, Dolly –dijo Gigi al apagar el motor.
-No es que no confíe, nena. Es el instinto de supervivencia...
Y dejé la frase en el aire, al mirar hacia la entrada de la residencia por la que salía alguien de tamaño medio, algo gordo y con el pelo a lo afro; yo fui la primera en bajar del coche con un estilazo que ni os imagináis. Gigi hubiera sido la primera en bajar, pero como tenía el cinturón de seguridad aún puesto, salió disparada otra vez hacia el asiento por no quitárselo antes.
Fui hasta lo que imaginaba era la directora del centro, y la verdad, me llevé una sorpresa, porque era como si a una mujer la vistes de hombre, y luego la vuelves a vestir de mujer. Vamos, que era una cosa rara de cojones, y que se daba un aire con Cristina Almeida, pero sin gafas y sin esas verrugas de la cara, pero con el mismo peinado, la misma altura y los mismos kilos mal repartidos por todo el cuerpo.
-Pensaba que os habríais perdido –dijo y me ofreció la mano, que yo estreché.
-Uis, pues no lo pienses, mujer, porque la verdad es que nos perdimos, pero luego en una gasolinera que está como a 100 kilómetros nos dijeron cómo llegar. Somos del periódico Increíble pero Cierto.
-Sí ya lo imaginaba hablé con vuestro feje qué cosa más rara lo de vuestra compañera Rosario Fitis qué cosa más rara no... ocurre algo.
-No, nada, nada... es que habla usted muy rápido y sin signos de puntuación, señora.
-Roberta.
-¡La Muñeca Muerta! –Chilló Gigi.
Roberta, a quien de ahora en adelante pondré en este blog todos los signos de puntuación para que la entendáis bien, nos miró abriendo un ojo más que otro. O bien era porque tenía un ojo de cristal, o porque tenía un ojo más grande que el otro, nenas.
-Perdone a mi amiga, pero es que siempre que oye el nombre de Roberta, suelta esa coletilla.
-Roberta, la Muñeca Muerta, fue la muñeca más vendida en los 80, señora –aclaró Gigi.
-Ah… -dijo ella muy mosca, y hasta diría que el ojo que tenía de mayor tamaño, se hizo más grande para revisarnos a las dos-. Es muy tarde y tengo una hora de coche de vuelta a casa. Os llevaré a la habitación que os he preparado… -dijo y se puso a andar hacia el interior de la residencia de ancianos con pasitos cortos pero muy rápidos.
Gigi me miró, yo la cogí de la mano, y juntas subimos los cuatro escalones hacia el interior de la residencia… en la que había desaparecido Rosario Fitis…
-¡¡¡Rosario Fitis!!! –grité.
-La misma, Dolly –dijo mi jefe-. Y parece que está en peligro.
-¿En peligro nada más? ¡¿Pero si grita como si le sacaran los empastes con un pinchito para comer caracoles, Jefe?!
-Mmm, sí, eso mismo me pareció a mí, la cuarta vez que oí el mensaje.
-¿Habrá llamado a la policía, no? –y mis ojos miraron a Bruno.
-¿Para qué?
-¡Coño, para ver si sigue viva, Jefe!
-No creo que siga viva. Y tampoco responde al móvil, Dolly.
-¡SUPONGO! Si no está viva, ¿cómo va a responder al móvil, Jefe?
-Quiero decir… que su coche sigue en el hotel del pueblo, y en la residencia no ha dado señales de vida.
Y en ese momento pensé, ¿si quizá había algún vínculo de sangre entre mi Jefe y Gigi...?
-¡CLARO! Porque… ¡NO-DEBE-ESTAR-VIVA… JEFE!
-Siento decirte esto, Dolly, pero tienes que posponer la boda.
-¡Pero si aún no tenemos fechas, ni nada!
-¡Mejor! Así no tienes excusas...
-¿Excusas? ¿Excusas para qué?
-Para ir a esa residencia.
-¿Quééé...? Soy gay, soy una Diva y... ¡no puedo ir a una residencia por muy periodístico paranormal que sea, Jefe!, además: ¡me acaban de pedir matrimonio con un pedazo de Bvlgari ideal de la muerte! Y tengo a mi futuro marido delante de mí.
-Vaya, pues felicítale de mi parte.
-Bruno –le dije a Bruno-, mi Jefe, que está como una cabra y que quiere que me ocurra lo mismo que a la Rosario Fitis, o sea, morir y desaparecer de una forma espantahorrible de verdad –dije fingiendo degollarme con el índice de la mano izquierda-, dice que te felicite por la futura boda.
-Qué detalle.
-¡Ni detalle, ni detalla! Y menos mal que me lo ha pedido a mí, que si se lo dice a Gigi, fijo que pierde el culo para decir ¡¡¡que sí!!!
Y sonó el timbre de la puerta. Y yo, que puedo hacer dos cosas a la vez, aunque no chuparla y cantar tirolés, como las marikas de esa peli de marikas tirolesas... ¡¡¡Yorelé Yyy Uuu…!!!, y fui a abrir la puerta.
-¡Tía! ¿Te ha llamado el Jefe? ¡Nos envía al rescate de la Rosario Fitis! ¿A que es súper emocionante, tía?
-¡BASTA! –grité al verme arrastrada hacia un remolino de nuevas aventuras y peligros (de muerte, no lo olvidemos, nenas, peligro de MUERTE), al ver a Gigi en la entrada de casa con su ropa de “investigación de campo” y mochila a la espalda.
Conté hasta diez fresisuis con los ojos cerrados y al volver a abrirlos, ¡Gigi seguía allí! ¡No era una pesadilla lo que estaba viviendo! Pero no era la Gigi que conocéis, nenas, porque desde la Tercera Temporada de Desperate Housegays, la Gigi había hecho muchas cosas y ahora vestía en plan Gay Scout, súper ideal de la muerte, porque por fin lee el Cosmopólitan, Casas con Encanto y el Vale. Sí, sí, sí, nenas.
-¡Tía, éste puede ser el reportaje de nuestra vida! –dijo súper emocionada.
-¡GIGI, éste puede ser el reportaje que ACABE con nuestras vidas!
-¿Qué es eso que tienes en el dedo?
-¡UN BVLGARI, NENA!
-¿Y pa qué?
-¡Porque Bruno me ha pedido el Matrimonio, nena!
-¡QUÉ JEBY, TÍA! ¿¿¿TE VAS A CASAR??? ¡Déjame verlo! ¡Déjame verlo!
-No que lo llenas de babas, nena. Míralo de lejos... –y posé a lo Letizia, pero con muchísimo más estilo, ¡porque yo lo tengo!
-¿Ha llegado Gigi? –preguntó mi Jefe por el móvil.
-Sí, pero no. Estoy demasiado emocionada... y agradecidaaa..., para salir pitando con Gigi a esa residencia satánica que matan a periodistas.
-Pero nosotras no somos periodistas, tía –dijo la Gigi.
-¡Anda la lista! ¿Y te crees que por eso no nos van a matar como a la Rosario Fitis?
-Dolly –volvió a hablar mi Jefe por el móvil-. Tenéis que ir esta misma noche. La directora del centro os está esperando, y ha sido tan amable, que incluso os ha preparado una habitación para que paséis allí la noche, sin tener que buscar hotel en el pueblo cercano.
-¡Vamos a dormir en la residencia del terror, tía! –gritó Gigi, que había pegado la oreja a la parte del móvil donde no hay altavoz, y que oyó el comentario de nuestro Jefe.
-¡Gigi! Ese sitio es... es... es... ¡¡¡peor que unas vacaciones en Huesconsing, nena!!! Muere gente, caen tiestos con geranios del cielo ¡y nieva! ¡Y yo quiero casarme, coño! –y miré a Bruno-. ¿Verdad que sí, Bruno?
-Sí... pero...
-No, por favor. No, Bruno, no, ¡tú, no! Me has pedido matrimonio con este Bvlgari, y eso quiere decir que... ¡¡¡LOS PEROS NO EXISTEN!!! Hablamos de MATRIMONIO y BVLGARI, no esa mierda que hizo el Bustamante en Bali, donde te visten de blanco y te ponen una toalla en la cabeza. Teatrillos, no, nene.
-No nos vamos a casar Mañana, Dolly. Hay que tramitar el papeleo, hacer la lista de invitados, buscar una fecha...
-Tu futuro marido piensa con la cabeza –dijo por el móvil mi Jefe.
-Mi futuro marido puede volver a la soltería ¡ANTES DE CASARSE, JEFE! –ésto no puede estarme pasando a mí. Yo no empiezo las temporadas de Desperate Housegays así, tan aceleradas... ¡Coño! ¡Pero si parece que mi vida se ha convertido en una película de Bruce Willis! -¡¡¡Corta el cable azul!!! ¡¡¡Corta el cable azul!!! –chillé perdiendo los nervios.
-A ver Dolly –dijo Gigi en tono solemne, aunque la pinta de marika que tenía con aquella gorra del CSI New York y la mochila la delataban-. Podemos ir a investigar, y mientras, Bruno va preparando los papeles de la boda, ¿no?
-Pues NO, Gigi, porque para ese entonces, podríamos estar MUERTAS, como Rosario Fitis, ¿o es que lo has olvidado, nena?
-Pues no, tía, pero como somos heroinómanas, sé que no vamos a morir, Dolly.
-Gigi –y respiré hondo-. Querrás decir que somos heroínas, no heroinómanas, nena.
-Tú me has entendido, ¿no? Pues ya está, tía.
-Hay tiempo para todo, Dolly –dijo Bruno.
-Sí, hay tiempo... hay tiempo hasta para preparar un bonito funeral para nosotras dos. ¡A mí que me incineren y que mis fans se esnifen las cenizas! –grité al techo.
-No os va a pasar nada. Es sólo una residencia de ancianos, ¿no?
-Eso es, Dolly –dijo mi Jefe por el móvil-. Es sólo una residencia de ancianos.
-¡Donde la gente MUERE y DESAPARECE, coño! –grité medio desquiciada.
Y volvieron a llamar al timbre de casa.
-Jefe, ya le llamaré y hablamos con tranquilidad. Esto es demasiado para un primer capítulo de la Cuarta Temporada de Desperate Housegays... y sé que si sigo con esta dinámica, el oro blanco del Bvlgari va a desaparecer, porque ¡son unos anillos muy sensibles!
Colgué y abrí la puerta... y descubrí que aún no era demasiado para un primer capítulo de la Cuarta Temporada de Desperate Housegays, ya que al otro lado había una señora de unos cincuenta años, con un traje de esos que llevan las maris que ven el culebrón de TVE, y se sientan a charlar a la salida de la misa de ocho, con dos maletas en cada mano.
-¡Parece mentira…! –comenzó a decir la mujer a voz en grito-. ¡Que tenga que enterarme por el blog, QUE MI HIJO SE CASA!
-¡¡¡MADRE!!! –grité yo con el estribillo de Bernard Herrmann sonando en mi cabeza, pero sin ducha, ni cortina, ni sangre. Aunque más que un estribillo, era un acorde, claro.
Fui a cerrar de un portazo, pero la muy... cabrona, metió la punta del zapato del pie derecho, ese donde no tiene sensibilidad desde que se fue a una clínica para supuestamente adelgazar, y las cargas eléctricas le dejaron el pie derecho con menos sensibilidad que la garganta de Liza Minelli para la ginebra.
-¡Dolly! –chilló Gigi-. ¡TIENES UNA MAMÁ!
-¡YERNO, A MIS BRAZOS! –gritó mi madre soltando las cuatro maletas y echó a correr hacia Bruno para darle un abrazo de quebrantahuesos y no se cuantos besos en las dos mejillas, hasta ponerle de carmín como al Monchito de José Luis Moreno.
-¡TIENES UNA MAMÁ, DOLLY!
-¿Quieres dejar de repetir esa frase, Gigi? ¡Tú también tienes una mamá, aunque la encontraste en la Segunda Temporada de Desperate Housegays, nena!
-¡Pero no me lo habías dicho, Dolly!
-¡Y tú tampoco me dijiste que tu madre aparecería en la Segunda Temporada, nena!
-Entonces estamos empatadas, tía.
-¿Madre? –afirmé más que pregunté volviéndome hacia ella, y me horrorizó ver cómo había dejado a Bruno tras tanto besuqueo-. ¿Se puede saber qué haces aquí?
-¿Tú qué crees? ¡Acompañar a mi hijo en el día más feliz de su vida!
-Madre, ni este es el día, ni este es el capítulo donde me vaya a casar… así que ya puedes estar cogiendo tus cuatro maletas y... ¿a dónde diablos pretendías ir con cuatro maletas? ¿A BRASIL?
-¿Cómo que a dónde voy? ¡A quedarme aquí!
Y se me escapó tal carcajada, que por la cara que puso Gigi, cualquier médico de la Seguridad Social me daría un bono gratis de estancia indefinida en cualquier psiquiátrico del país.
-¡Ni de coooñaaa, madre! –dije más rotunda, que Sue Hellen cuando volvió a la bebida.
-Pero es tu madre, Dolly –dijo Gigi.
-Sí, y esta es MÍ CASA, no la suya.
-Tener hijos para esto –dijo de la forma más afligida que pudo fingir.
-Dolly –dijo Bruno.
-Si hay una cosa que sobran en Madrid, son...
-¿Madres? –preguntó mi madre.
-No, madre: ¡HOTELES! Y mira por dónde que no te hacen falta, porque tienes una casa.
Tras un breve silencio incómodo, donde Gigi no dijo ninguna tontería y se limitó a mirarme mega flipadísima, me fui al dormitorio y comencé a preparar una mochila con “cosas que debe tener una Diva si se va de casa”, sí, sí, muy a lo Isabel Coixet, cuando entró Bruno en la habitación.
-¿Dónde vas?
-A cualquier parte a kilómetros de mi madre, Bruno. La conozco como si la hubiera parido, aunque en éste caso es al revés, pero ni muerta me voy a quedar en casa con ella rondando por aquí. ¡Nunca le perdonaré... –y callé, porque hay cosas que una Diva no debe decir, aunque sea en su Biografía NO Autorizada-. Me voy con Gigi a ese espantahorrible lugar donde desaparece gente y después mueren dando muchísimos gritos por teléfono móvil. Así que... si te llamo y me oyes gritando como una perraka en DANGER, deja el papeleo de la boda, nene –y salí de la habitación.
-¿Nos vamos? –preguntó Gigi súper emocionada.
-¿Te vas? –preguntó mi madre súper mosca.
-Sí, Gigi, nos vamos, y madre, por favor, no pongas esa cara de sorpresa que habrás ensayado durante hoooraaas ante el espejo.
Cogí a gigi de la mano y salí de allí todo lo rápido que pude, pero sin sudar, porque las Divas, no podemos sudar, claro….
Una hora más tarde, y sabiendo que estaba por la cuarta página del World, cuando lo normal en cada capítulo de mis temporadas, es que tengan tres páginas… y tras decirle a Gigi que no iba a contarle qué era lo que había pasado entre mi madre y yo, Gigi se puso a cantar eso de “un elefante, se columpiaba... en la tela de una aaaraña” y claro, tras cuarenta minutos con esa murga... y a punto de producirme un derrame cerebral, no me quedó otro remedio que contárselo, y casi nos estrellamos, porque conducía Gigi, que aunque iba a 80 km porque está en su primer año de conductora novel, como yo, una curva cerrada y de noche, es una curva cerrada y de noche.... y las curvas cerradas y de noche, ¡¡¡no se toman en cuarta y a 80km hora, nenas!!!
-Tía, ¡pero eso es súper fuerte! –gritó Gigi tras controlar el volante-. ¿Y por qué no me lo habías contado antes tía?
-Porque esas cosas no se cuentan, Gigi. ¿Ves? Te lo he contado, después de todos estos años que nos conocemos, pero ni se me ocurriría contarlo en este blog, nena.
-Y no me extraña, tía, porque es ¡¡¡súper jeby!!!
-Y ahora no vayas tú a cascarlo, ¿vale?.
-Claro que no, tía.
-Prométeme que no lo contarás aunque estés en un peligro de muerte, nena.
-¡Que no lo contaré, tía!
-Prométemelo, nena, que tú cuando estás en peligro de muerte siempre sueltas cosas que no deberías.
-Te lo prometo, tía.
-¿Me entiendes ahora?
-Sí, tía... súper jeby... seguro que tras este diálogo, la Rafaela, la Hidro, la Dannie y Nacha la Macha te saldrán por el mesenYES a preguntar ¿¿¿qué te hizo tu madre???
-Sí, nena, y menos mal que este relato es en diferido, que si no, se me pondría el Messenger como un árbol de navidad con ventanitas; por cierto, nena, ¿dónde coño estamos?
-¿Y yo qué sé, tía? La que lleva el mapa de carreteras eres tú.
-¿YO un mapa de carreteras, en mi bandolera de Adolfo Domínguez? ¡JA! Debes estar bromeando, nena. Antes me afeitaría la cabeza al cero y cantaría lo del “hare hare, hare krisna”...
-Bueno, pues entraremos en esa área de servicio a preguntar, tía.
-Vale, Gigi, ¡Pero no entres en cuarta, ni en tercera! Que te veo venir...
Y la muy burra metió primera y el coche pegó tal berrido, que mis uñas se quedaron grabadas en el salpicadero del coche como si aquello fuera el Paseo de la Fama de Hollywood; tras media hora preguntando, y varios bosquejos en servilletas, ya teníamos claro, más o menos (más menos que más), la forma de llegar a la residencia del terror, en la que había desaparecido Rosario Fitis, compañera nuestra del periódico sensacionalista Increíble pero Cierto.
Y mientras yo me enteraba de cómo coño llegar a la residencia, la Gigi, se compró el CD de Añoranza Flamenca de Manolo Paradas por 7,50€, (que podéis ver la foto del testimonio gráfico en mi corcho de las Divas).
Una hora más tarde, llegamos...
Era noche cerrada, tirando ya a madrugada avanzada cuando tomamos el desvío hacia la residencia. Los faros nos revelaron su nombre... y Gigi, que le va la marcha, lo repitió en voz alta.
-¿Esperanzador Atardecer?
-Por lo menos no se llama Prados Soleados, como el de las Chicas de Oro, nena; cuidado con el árbol ése Gigi.
-¿Árbol? Eso no es un árbol, Dolly –y dio a las luces largas-. ¡Es un ciprés!
Y yo lancé un grito, porque no era un ciprés, ni nos íbamos a estrellar contra él, porque Gigi lo esquivó. Grité, porque era muchos cipreses, y detrás de ellos, había algo alto y blanco. ¡Una tapia!
-¡Gigi! ¿Cuántas residencias para ancianos conoces con un cementerio al lado?
-¡Esta es mí primera residencia cementeriosa, tía!
Condujimos hasta la entrada de la residencia, rectangular, de dos pisos con luz sólo en la entrada, y con un monovolumen aparcado, el único coche que había por aquel lugar, y el único coche que vimos tras una hora de conducir por el camino de tierra y cemento.
-Frena, Gigi, o entraremos en la residencia con el ¡COCHE!
Y frenó... bien, para mi sorpresa. Eso sí, antes de que apagara el motor ya había puesto yo el freno de mano, por si las moscas. No quería empezar esta Cuarta Temporada de Desperate Housegays, con dos marikas escayoladas de pies a cabeza.
-Qué poco confías en mí, Dolly –dijo Gigi al apagar el motor.
-No es que no confíe, nena. Es el instinto de supervivencia...
Y dejé la frase en el aire, al mirar hacia la entrada de la residencia por la que salía alguien de tamaño medio, algo gordo y con el pelo a lo afro; yo fui la primera en bajar del coche con un estilazo que ni os imagináis. Gigi hubiera sido la primera en bajar, pero como tenía el cinturón de seguridad aún puesto, salió disparada otra vez hacia el asiento por no quitárselo antes.
Fui hasta lo que imaginaba era la directora del centro, y la verdad, me llevé una sorpresa, porque era como si a una mujer la vistes de hombre, y luego la vuelves a vestir de mujer. Vamos, que era una cosa rara de cojones, y que se daba un aire con Cristina Almeida, pero sin gafas y sin esas verrugas de la cara, pero con el mismo peinado, la misma altura y los mismos kilos mal repartidos por todo el cuerpo.
-Pensaba que os habríais perdido –dijo y me ofreció la mano, que yo estreché.
-Uis, pues no lo pienses, mujer, porque la verdad es que nos perdimos, pero luego en una gasolinera que está como a 100 kilómetros nos dijeron cómo llegar. Somos del periódico Increíble pero Cierto.
-Sí ya lo imaginaba hablé con vuestro feje qué cosa más rara lo de vuestra compañera Rosario Fitis qué cosa más rara no... ocurre algo.
-No, nada, nada... es que habla usted muy rápido y sin signos de puntuación, señora.
-Roberta.
-¡La Muñeca Muerta! –Chilló Gigi.
Roberta, a quien de ahora en adelante pondré en este blog todos los signos de puntuación para que la entendáis bien, nos miró abriendo un ojo más que otro. O bien era porque tenía un ojo de cristal, o porque tenía un ojo más grande que el otro, nenas.
-Perdone a mi amiga, pero es que siempre que oye el nombre de Roberta, suelta esa coletilla.
-Roberta, la Muñeca Muerta, fue la muñeca más vendida en los 80, señora –aclaró Gigi.
-Ah… -dijo ella muy mosca, y hasta diría que el ojo que tenía de mayor tamaño, se hizo más grande para revisarnos a las dos-. Es muy tarde y tengo una hora de coche de vuelta a casa. Os llevaré a la habitación que os he preparado… -dijo y se puso a andar hacia el interior de la residencia de ancianos con pasitos cortos pero muy rápidos.
Gigi me miró, yo la cogí de la mano, y juntas subimos los cuatro escalones hacia el interior de la residencia… en la que había desaparecido Rosario Fitis…
6 comentarios:
¡Bien, nenas!
Espero que no hayáis terminado deshidratadas tras leer el primer capítulo de la Cuarta Temporada de Desperate Housegays, que encima es ¡DOBLE de largo!, y que como diría Gigi: “Os habrá dejado a todas con el alma en vinilo”, neeenaaas…
Súper jeby… ¡y eso que sólo acabamos de empezar!
Nena, además del mencionado título de la película de Isabel-Gafas-de-Colores-Coixet, he encontrado el resto de su filmografía gay en el gugels!!!:
_ La diva secreta de las palabras
_ Leather, je taime
_ Mi vida sin gloss
_ A los que maman
_ Cosas que nunca te hice (X)
_ Demasiado viejo para morir virgen
Muy fuerta, me voy al Emula a bajarlas todas!!
Coño nena, que yo ya había reservado plaza para mis padres en Esperanzador Atardecer!!!
Naxo-Nena, las pelis de la Coixet, hay que verlas de 2 en 2 y con gafas en 3D, de esas que te puedes hacer con dos papeles transparentes de color azul y rojo, a lo trilogía de Krzysztof Kieslowski, pero sin la putaza de la Juliette "Brioche" Binoche con esa cara de "Where is my Dildo?", y sin el ¡Blanco!
Hidro-nena, mejor cancela la reserva. Sabrás a lo que me refiero cuando leas el Capítulo 2, si es que quieres celebrar durante muchos años El Día del Padre... y de La Madre (que te parió).
A todas las demás Nenas que me leéis, desde los rincones más impensables de este planeta... como La República Dominicana (¿será Spielberg entre toma y toma de Indiana Jones IV?), deciros que mañana viernes estará disponible el Capítulo 2, porque sé que los leéis en el horario del trabajo, ¡PUTAZAS!
¡¡¡A ver si os pilla el Jefe y os despiden a todas por marikas cotillas, neeenaaas!!!
Yo no te leo entre horas de trabajo, tampoco a Hidro, que luego me salen los pop-ups esos de nenas con el pepote al descubierto y fijo que en el curro piensan que soy bollo viendo porno safico.
Pues mañana leeré el segundo capítulo, desde casa, ojalá fuese desde la República Dominicana, sniffffff
Ay, no, Pauli-nena, mejor leerlo desde casita, no sea que nos pille el tifón Pamela (Anderson) de la República Dominicana, y se nos pongan los pezones mirando pa Marte.
A una amiga mía le pasó.
Se fue de Luna de Honey a un sitio de esos que te dan bebidas dentro de cocos, con sombrillitas rosas y verdes, y la pilló un tifón (o un garrafón, vaya usted a saber) y volvió con el tanga en la cabeza a lo Piratas del Caribe.
Creímos que se había quedado tuerta, la llevamos al oftalmólogo, pero gracias a Dior, le quitaron el tanga del ojo y podía ver con los dos ojos.
Qué susto nos dió, nena.
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