En el capítulo anterior...
La puta de la Gigi se largó a inspeccionarse, con mi ZEN. A mí me dio un susto un segurata, pero fue un susto y luego calentón, porque estaba bueno, y luego me fui a inspeccionar, como dice la Gigi, por el complejo, andando entre la niebla, encontré el lago, el embarcadero y ¡¡¡UNA MUERTA!!!
-¡¡¡UNA MUERTAAA!!! –chillé una y otra vez, pero parecía que o bien estaba en el país de los sordos, o estaba demasiado lejos de cualquier par de orejas que pudieran oír mis alaridos de marika histérica, acompañada por una muerta.
Atragantada del asco por compartir aquel bote con una muerta, en postura imposible, intenté hacer la postura de la grulla de Karate Kid, y casi me fui al agua.
-¡¡¡NEEENAAAA!!! ¡Que esto es muy jeby! –arrastrada por el horror, me puse a mover las manos a lo Village People recordando mis años de instituto, como animadora del equipo de baloncesto, al grito de-. ¡Dame una M! ¡Dame una U! ¡Dame una E! ¡Dame una R! ¡Dame una T! ¡Dame una A! ¡DAME UNA M-U-E-R-T-A!
Ni con esas. Cansada de liberar todas mis artes, cual Gaysha, salté del bote hacia el embarcadero, y eché a correr como una modelo colombiana. O sea, que corría ciega entre la niebla, alejándome de aquel horror sumamente horroroso que había presenciado.
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!! –berreó alguien a mi espalda.
Tonterías mías, me dio por mirar hacia atrás, porque aquel alarido venía del embarcadero, pero claro, con la niebla que no se veía ni el rabo de Nacho Vidal, aunque te diera con él cachetitos en las mejillas, tropecé con algo y salí volando por los aires, a lo Súper Girl (sí, puse esa pose de manos tan cool que hacía la nena e la peli: un brazo estirado y el otro a la altura del pezón, que supongo le funcionaba de brújula), y me estrellé en la orilla del lago, con lo que me quedé más empapada que Concha Velasco después de llevar puesta durante todo el día la Tena Lady.
-¡Socorro! –chillé a cuatro patas, pringada de agua, barro, piedrecitas y líquenes varios por toda la ropa. ¡Parecía la hermana de La Cosa del Pantano!-. ¿Pero es que nadie limpia esta mierda de lago? ¿Dónde están los peludos de Greenpeace cuando se les necesita?
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!! –volvieron a berrear, pero más cerca.
-¡Gigi, SOCORRO! –chillé súper asustada, y luego caí en la tontería que había gritado. ¡Anda que pedirle ayuda a Gigi! Es como estar en un incendio en medio del campo, ¡y pedirle ayuda a un pirómano!
Aquella situación era tan embarazosa, que sólo yo podía desembarazarme… de fuera lo que fuera, lo que chillaba como un cato pisoteado, entre la niebla, y acercándose hacia donde yo estaba.
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
Me levanté de un salto y busqué en la mochila cool algo para defenderme.
-Sea quien seas… que sepas que voy armada –y apunté hacia la niebla, con mi mechero-. Pues como no le de un porro caducado y se lo encienda, a ver cómo me defiendo, ¡neeenaaa! –me dije a mi misma en voz alta, pero bajito, para que no me oyera… aquello que se acercaba hacia mí.
Sí, nenas. Se acercaba hacia mí, porque oía sus temblorosas pisadas sobre los guijarros, cada vez más y más cerca, pero no podía ver de quién se trataba, por la jodida niebla; me tranquilicé un poco porque pensé: si es un fantasma, no podría hacer ruido al pisar, digo yo, y aquello hacía ruido al pisar, y chillaba de una forma extraña. Así que haciendo un inventario mental sobre posibles criaturas que hicieran ruido al pisar y emitieran aquellos alaridos, al instante encontré lo que buscaba.
-¡UN ZOMBIE! –berreé como la Maira Gómez Kemp, cuando les daba un premio bueno a los concursantes del Un, Dos, Tres.
Me di la vuelta y eché a correr otra vez. Sí, otra vez. Pero esta vez corría más, porque notaba cómo me pateaba el culo con los tacones de mis botas country, hasta que localicé de pasada la formación de árboles y la cuesta por la que había bajado en el capítulo anterior. ¡Una salida!
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
-¡¡¡A mamarla a Parla, askerosa!!! –le grité a quien quiera que me seguía chillando como una energúmena de OT al ser expulsada de la academia, y eché a correr por la empinada cuesta terrosa, fangosa ¡y resbaladiza!
-¡Neeenaaa….!!! –chillé antes de resbalar y caer de bruces otra vez.
Esta segunda caída fue más asquerosa que la primera, porque todo el terreno estaba embarrado, y tenía la misma textura y color, que los contenidos de los pañales de bebé usados. Que aunque la negrita con coletas del anuncio diga que los pañales de bebé son GUAYS y ELÁSTICOS, un pañal de bebé una vez usado, es una ¡MIERDA!
-¡Esta mierda no me la saco de encima ni con El Poder Rosa de Kalia Oxiacction!
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
-¡Váyase a tomar por culo de una vez!
Cuando me cogieron de los tobillos de mis botas, perdí el habla y la respiración. Luego tiraron de mí hacia abajo y claro, untada como estaba (sólo me faltaba el pan rallado como a las croquetas), salí disparada pendiente abajo liándome con harapos malolientes hechos jirones, que me pasaron cerca de la cara. Por eso sé que apestaban.
Intenté ponerme en pié, pero algo se había sentado en mi espalda, aprisionándome contra el suelo, y tenía trozos de aquella tela que me eran familiar, como en esas películas chinas, donde las nenas súper bien vestidas y maquilladas, lanzan metros de telas de colores. Pero aquellas tenían el color de la roña, apestaban y estaban deshilachadas. Y entonces recordé dónde las había visto… y chillé.
-¡¡¡LA MUERTAAAAAA!!!
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
Una mano cayó sobre mi coronilla, agarrándome de los pelos y tiró hacia atrás, y yo por el rabillo del ojo, y con la garganta expuesta a que un machete de los de Viernes 13 me rebanara la nuez, permanecí callada, sintiendo el aliento caliente (y con unas gotas de alcohol de garrafa), junto a mi oreja derecha.
-No le gustan los extraños. Oh, no, no, no… -dijo una voz cantarina de mujer mayor-. No le gustan los intrusos. Oh, no, no, no… -y tiró de mis pelos hacia ella, y yo doblé el cuello más hacia atrás-. Y si te ve, te llevará al lago. Oh, sí, sí, sí… Al lago, sí… al lago. Y ABAJO. Oh, sí, sí, sí…
-¡Señora! –intenté decir, pero con la garganta como la tenía (doblada hacia atrás), me salió una voz más aguda y más marikita-. ¡Deje de decir tonterías, suélteme y deje de beber!
-Mmmm Mmmm –ronroneó muy cerca de mi oreja-. Él odia el alcohol… oh, sí, sí, sí… No le gusta el alcohol. Oh, no, no, no…¡Deberías saberlo! ¡DEBERÍAS SABERLO!
-¡Pero si acabo de llegar, qué coño voy a saber! ¡Vieja borracha!
-Y esta noche saldrá. Oh, sí, sí, sí… Saldrá, ¡claro que saldrá! Saldrá. Oh, sí, sí, sí… Saldrá del lago. Oh, sí, sí, sí... Saldrá, saldrá, saldrá, ohhh… ¡saldrá!
-¡SUELTELÉ! –chilló otra voz. Era una voz conocida por mí, aunque no sabía de donde, claro, porque la situación me bloqueaba y no me dejaba pensar con claridad.
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!! –chilló mi torturadora.
-¡Suéltele y apártese de él! ¡VAMOS! –ordenó más tajante la voz masculina que me seguía recordando a alguien, pero que no conseguía ponerle cara.
-Va a venir, VA A VENIR. Oh, sí, sí, sí…
Noté cómo dejaba de hacer presión hacia atrás, y cómo mi pelo se soltaba de su mano zarpa, al igual que el peso de mi espalda iba mermando hasta que ya no estaba sentada sobre mí, aquella vieja chiflada, ni agarrándome de manera tan loca.
Lo primero que hice fue toser, porque tanto tiempo así, con el cuello estirado para atrás, y con el cuero cabelludo ardiendo del tirón que me había dado, no es nada bueno. Si no, pregúntaselo a una cantante de ópera, que te dirá lo mismo.
Y en ese momento apareció la Montserrat Callabé, y dijo:
La puta de la Gigi se largó a inspeccionarse, con mi ZEN. A mí me dio un susto un segurata, pero fue un susto y luego calentón, porque estaba bueno, y luego me fui a inspeccionar, como dice la Gigi, por el complejo, andando entre la niebla, encontré el lago, el embarcadero y ¡¡¡UNA MUERTA!!!
-¡¡¡UNA MUERTAAA!!! –chillé una y otra vez, pero parecía que o bien estaba en el país de los sordos, o estaba demasiado lejos de cualquier par de orejas que pudieran oír mis alaridos de marika histérica, acompañada por una muerta.
Atragantada del asco por compartir aquel bote con una muerta, en postura imposible, intenté hacer la postura de la grulla de Karate Kid, y casi me fui al agua.
-¡¡¡NEEENAAAA!!! ¡Que esto es muy jeby! –arrastrada por el horror, me puse a mover las manos a lo Village People recordando mis años de instituto, como animadora del equipo de baloncesto, al grito de-. ¡Dame una M! ¡Dame una U! ¡Dame una E! ¡Dame una R! ¡Dame una T! ¡Dame una A! ¡DAME UNA M-U-E-R-T-A!
Ni con esas. Cansada de liberar todas mis artes, cual Gaysha, salté del bote hacia el embarcadero, y eché a correr como una modelo colombiana. O sea, que corría ciega entre la niebla, alejándome de aquel horror sumamente horroroso que había presenciado.
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!! –berreó alguien a mi espalda.
Tonterías mías, me dio por mirar hacia atrás, porque aquel alarido venía del embarcadero, pero claro, con la niebla que no se veía ni el rabo de Nacho Vidal, aunque te diera con él cachetitos en las mejillas, tropecé con algo y salí volando por los aires, a lo Súper Girl (sí, puse esa pose de manos tan cool que hacía la nena e la peli: un brazo estirado y el otro a la altura del pezón, que supongo le funcionaba de brújula), y me estrellé en la orilla del lago, con lo que me quedé más empapada que Concha Velasco después de llevar puesta durante todo el día la Tena Lady.
-¡Socorro! –chillé a cuatro patas, pringada de agua, barro, piedrecitas y líquenes varios por toda la ropa. ¡Parecía la hermana de La Cosa del Pantano!-. ¿Pero es que nadie limpia esta mierda de lago? ¿Dónde están los peludos de Greenpeace cuando se les necesita?
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!! –volvieron a berrear, pero más cerca.
-¡Gigi, SOCORRO! –chillé súper asustada, y luego caí en la tontería que había gritado. ¡Anda que pedirle ayuda a Gigi! Es como estar en un incendio en medio del campo, ¡y pedirle ayuda a un pirómano!
Aquella situación era tan embarazosa, que sólo yo podía desembarazarme… de fuera lo que fuera, lo que chillaba como un cato pisoteado, entre la niebla, y acercándose hacia donde yo estaba.
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
Me levanté de un salto y busqué en la mochila cool algo para defenderme.
-Sea quien seas… que sepas que voy armada –y apunté hacia la niebla, con mi mechero-. Pues como no le de un porro caducado y se lo encienda, a ver cómo me defiendo, ¡neeenaaa! –me dije a mi misma en voz alta, pero bajito, para que no me oyera… aquello que se acercaba hacia mí.
Sí, nenas. Se acercaba hacia mí, porque oía sus temblorosas pisadas sobre los guijarros, cada vez más y más cerca, pero no podía ver de quién se trataba, por la jodida niebla; me tranquilicé un poco porque pensé: si es un fantasma, no podría hacer ruido al pisar, digo yo, y aquello hacía ruido al pisar, y chillaba de una forma extraña. Así que haciendo un inventario mental sobre posibles criaturas que hicieran ruido al pisar y emitieran aquellos alaridos, al instante encontré lo que buscaba.
-¡UN ZOMBIE! –berreé como la Maira Gómez Kemp, cuando les daba un premio bueno a los concursantes del Un, Dos, Tres.
Me di la vuelta y eché a correr otra vez. Sí, otra vez. Pero esta vez corría más, porque notaba cómo me pateaba el culo con los tacones de mis botas country, hasta que localicé de pasada la formación de árboles y la cuesta por la que había bajado en el capítulo anterior. ¡Una salida!
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
-¡¡¡A mamarla a Parla, askerosa!!! –le grité a quien quiera que me seguía chillando como una energúmena de OT al ser expulsada de la academia, y eché a correr por la empinada cuesta terrosa, fangosa ¡y resbaladiza!
-¡Neeenaaa….!!! –chillé antes de resbalar y caer de bruces otra vez.
Esta segunda caída fue más asquerosa que la primera, porque todo el terreno estaba embarrado, y tenía la misma textura y color, que los contenidos de los pañales de bebé usados. Que aunque la negrita con coletas del anuncio diga que los pañales de bebé son GUAYS y ELÁSTICOS, un pañal de bebé una vez usado, es una ¡MIERDA!
-¡Esta mierda no me la saco de encima ni con El Poder Rosa de Kalia Oxiacction!
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
-¡Váyase a tomar por culo de una vez!
Cuando me cogieron de los tobillos de mis botas, perdí el habla y la respiración. Luego tiraron de mí hacia abajo y claro, untada como estaba (sólo me faltaba el pan rallado como a las croquetas), salí disparada pendiente abajo liándome con harapos malolientes hechos jirones, que me pasaron cerca de la cara. Por eso sé que apestaban.
Intenté ponerme en pié, pero algo se había sentado en mi espalda, aprisionándome contra el suelo, y tenía trozos de aquella tela que me eran familiar, como en esas películas chinas, donde las nenas súper bien vestidas y maquilladas, lanzan metros de telas de colores. Pero aquellas tenían el color de la roña, apestaban y estaban deshilachadas. Y entonces recordé dónde las había visto… y chillé.
-¡¡¡LA MUERTAAAAAA!!!
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
Una mano cayó sobre mi coronilla, agarrándome de los pelos y tiró hacia atrás, y yo por el rabillo del ojo, y con la garganta expuesta a que un machete de los de Viernes 13 me rebanara la nuez, permanecí callada, sintiendo el aliento caliente (y con unas gotas de alcohol de garrafa), junto a mi oreja derecha.
-No le gustan los extraños. Oh, no, no, no… -dijo una voz cantarina de mujer mayor-. No le gustan los intrusos. Oh, no, no, no… -y tiró de mis pelos hacia ella, y yo doblé el cuello más hacia atrás-. Y si te ve, te llevará al lago. Oh, sí, sí, sí… Al lago, sí… al lago. Y ABAJO. Oh, sí, sí, sí…
-¡Señora! –intenté decir, pero con la garganta como la tenía (doblada hacia atrás), me salió una voz más aguda y más marikita-. ¡Deje de decir tonterías, suélteme y deje de beber!
-Mmmm Mmmm –ronroneó muy cerca de mi oreja-. Él odia el alcohol… oh, sí, sí, sí… No le gusta el alcohol. Oh, no, no, no…¡Deberías saberlo! ¡DEBERÍAS SABERLO!
-¡Pero si acabo de llegar, qué coño voy a saber! ¡Vieja borracha!
-Y esta noche saldrá. Oh, sí, sí, sí… Saldrá, ¡claro que saldrá! Saldrá. Oh, sí, sí, sí… Saldrá del lago. Oh, sí, sí, sí... Saldrá, saldrá, saldrá, ohhh… ¡saldrá!
-¡SUELTELÉ! –chilló otra voz. Era una voz conocida por mí, aunque no sabía de donde, claro, porque la situación me bloqueaba y no me dejaba pensar con claridad.
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!! –chilló mi torturadora.
-¡Suéltele y apártese de él! ¡VAMOS! –ordenó más tajante la voz masculina que me seguía recordando a alguien, pero que no conseguía ponerle cara.
-Va a venir, VA A VENIR. Oh, sí, sí, sí…
Noté cómo dejaba de hacer presión hacia atrás, y cómo mi pelo se soltaba de su mano zarpa, al igual que el peso de mi espalda iba mermando hasta que ya no estaba sentada sobre mí, aquella vieja chiflada, ni agarrándome de manera tan loca.
Lo primero que hice fue toser, porque tanto tiempo así, con el cuello estirado para atrás, y con el cuero cabelludo ardiendo del tirón que me había dado, no es nada bueno. Si no, pregúntaselo a una cantante de ópera, que te dirá lo mismo.
Y en ese momento apareció la Montserrat Callabé, y dijo:
-Esa postura para las cuerdas vocales, no es nada buena, nena -dijo la Montse, traída por el terror de mi mente, y volvió a desaparecer.
-¿Cómo ha entrado aquí? –preguntó mi salvador, aunque en realidad sonaba más a una orden, que a una pregunta.
Mientras, yo intentaba ponerme en pie y ver la cara de mi agresora, además de percibir aquel olor rancio, como a orina fermentada, que vale, era un olor al que estaba acostumbrada en el WC del Lether, ¿pero en el campo¿ ¡Nunca me lo imaginé!
-¡Creo que me ha meado encima la tía cochina! –chillé al notar el calorcillo en la espalda- ¡QUÉ JEBY! ¡Se me ha meado! –y me volví hacia el segurata que minutos antes había estado preguntándome en la puerta de mi cabaña, apuntándole con la pistola a una silueta entre la niebla, mientras que con la otra mano buscaba algo en la parte trasera de su cintura.
Supuse que el segurata buscaba unas esposas para ponérselas a aquella vieja chiflada y meona, aunque también pensé que se estaba rascando el culo. Bueno, vale, soy muy puta y algunas veces ordinaria, y sí, también parecía que se estaba rascando el culo, ¡neeenaaa!
-Esa mujer, se estaba haciendo la muerta en el bote del embarcadero –informé al segurata, mientras me quitaba la cazadora, calada hasta el forro de los meados de la vieja cochina-. ¡Y se me ha meado encima, neeenaaa!
-¡No se mueva!
-¿Quién yo? -pregunté flipadísima.
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
-¡Pero si yo no me he movido! Y soy la agredida, ¡no la agresora!
Y el segurata echó a correr tras la loca ésta, ue se puso a correr como un "grenli" perdiéndose entre la niebla. Y el segurata, también se perdió en la niebla. Oí pisadas en los guijarros en el la orilla del lago.
-¡Ey! ¿Y qué pasa conmigo? ¡Oye!
Oí más pisadas y voces alarmadas, pero esta vez venían desde detrás de mí, y cuando me volví, vi la cara de Gigi, más roja de lo normal, que venía acompañada de otro segurata, súper mono y también con la cara colorada como un tomate… ¡y con el pico de la camisa por fuera de los pantalones!
-¡Gigi! –le chillé flipada en 3D cuando até cabos.
-¡Dolly! ¿Qué ha pasado?
-¿Qué qué ha pasado? ¡Dime tú lo que ha pasado!
-¿Yo? ¿Cómo lo voy a saber yo si no estaba aquí?
-¡Claro que no estabas aquí! Pero lo mío no es nada del otro mundo: me ha perseguido la muerta del bote del embarcadero, me ha tirado de los pelos y se me ha meado encima, pero tú, ¡TÚ HAS ESTADO FOLLANDO, NEEENAAA!
Gigi y el segurata se pusieron más colorados, y yo me puse las manos en jarras, súper envidiosa y apestando a meados.
-¡Qué JEBY, neeenaaa!
-¿Cómo ha entrado aquí? –preguntó mi salvador, aunque en realidad sonaba más a una orden, que a una pregunta.
Mientras, yo intentaba ponerme en pie y ver la cara de mi agresora, además de percibir aquel olor rancio, como a orina fermentada, que vale, era un olor al que estaba acostumbrada en el WC del Lether, ¿pero en el campo¿ ¡Nunca me lo imaginé!
-¡Creo que me ha meado encima la tía cochina! –chillé al notar el calorcillo en la espalda- ¡QUÉ JEBY! ¡Se me ha meado! –y me volví hacia el segurata que minutos antes había estado preguntándome en la puerta de mi cabaña, apuntándole con la pistola a una silueta entre la niebla, mientras que con la otra mano buscaba algo en la parte trasera de su cintura.
Supuse que el segurata buscaba unas esposas para ponérselas a aquella vieja chiflada y meona, aunque también pensé que se estaba rascando el culo. Bueno, vale, soy muy puta y algunas veces ordinaria, y sí, también parecía que se estaba rascando el culo, ¡neeenaaa!
-Esa mujer, se estaba haciendo la muerta en el bote del embarcadero –informé al segurata, mientras me quitaba la cazadora, calada hasta el forro de los meados de la vieja cochina-. ¡Y se me ha meado encima, neeenaaa!
-¡No se mueva!
-¿Quién yo? -pregunté flipadísima.
-¡YERRRRRRRRRRGGGGGG!!!
-¡Pero si yo no me he movido! Y soy la agredida, ¡no la agresora!
Y el segurata echó a correr tras la loca ésta, ue se puso a correr como un "grenli" perdiéndose entre la niebla. Y el segurata, también se perdió en la niebla. Oí pisadas en los guijarros en el la orilla del lago.
-¡Ey! ¿Y qué pasa conmigo? ¡Oye!
Oí más pisadas y voces alarmadas, pero esta vez venían desde detrás de mí, y cuando me volví, vi la cara de Gigi, más roja de lo normal, que venía acompañada de otro segurata, súper mono y también con la cara colorada como un tomate… ¡y con el pico de la camisa por fuera de los pantalones!
-¡Gigi! –le chillé flipada en 3D cuando até cabos.
-¡Dolly! ¿Qué ha pasado?
-¿Qué qué ha pasado? ¡Dime tú lo que ha pasado!
-¿Yo? ¿Cómo lo voy a saber yo si no estaba aquí?
-¡Claro que no estabas aquí! Pero lo mío no es nada del otro mundo: me ha perseguido la muerta del bote del embarcadero, me ha tirado de los pelos y se me ha meado encima, pero tú, ¡TÚ HAS ESTADO FOLLANDO, NEEENAAA!
Gigi y el segurata se pusieron más colorados, y yo me puse las manos en jarras, súper envidiosa y apestando a meados.
-¡Qué JEBY, neeenaaa!