martes, enero 24, 2006

~10~ 2ª Temporada

En el capítulo anterior...

Cuando todos pensábamos que el fantasma no era otro que un paleto del pueblo de al lado disfrazado de fantasma… Gigi y yo conocimos a Las Hermanas Calambre (Pepa y Rosa), que sonaban a grito de patio de vecinas “¡Pepa Rosaaaa que empieza Pasión de Gavilaaaneees!” y estas dos agradables pero electrizantes ancianitas, nos hicieron ver que: no es oro lo que te venden las gitanas por la calle Preciados.

-¿Tú las crees? –me preguntó Gigi de camino a la cabaña, tras ponernos hasta arriba de carne en la barbacoa, donde no estaba Georgy Dan.
-No sé, Gigi… -dije abrazándome a mi misma, porque tenía un frío de narices-. Pero la conversación con electroshock incluido, me ha dejado algo pallá.
-Escucha –dijo Gigi deteniéndome con una mano.

Yo casi me cagué encima, cuando agudicé el oído en el más puro estilo de lobezno y abrí tanto los ojos que las pestañas me llegaron a la coronilla.

-¿Qué? –pregunté bajito, intentando ver entre la niebla que no se veía ni a Espinete, de estar a tres metros de nosotras-. ¿Qué has oído?
-¡Absolutamente nada! –digo Gigi súper feliz-. ¿A que es flipante, tía? ¡Nada que ver con la ciudad, donde no paran de oírse ruidos por todas partes!

Lo que hice a continuación, no lo contaré, porque sé que la Asociación del Maltrato de Animales me pondría una multa, pero sí que puedo decir, que los quince metros que nos separaban de la cabaña, los realicé en quince segundos… Gigi los hizo en doce y medio, o se comía las hostias que intentaba darle a dos manos, por estar a punto de matarme de un susto la hijadelagranputa.

-¡Tía, cómo te has puesto! –dijo jadeando y roja como el culo de un mandril.
-Que sea la última vez que te da un momento mística, en medio de la niebla, ¿vale?
-Vale, tía… pero tranquilízate, que estas cabañas son para relajarse.
-Contigo al lado será un imposible, nena…
-¿Pues sabes lo que te digo! ¡Que me voy a inspeccionar!
-¿A ti misma?
-No, ¡a los alrededores!
-A ver si te coges una gripe con tanta humedad, que estamos en diciembre –porque claro, aunque tú leas esto en Enero, o en el mes que te salga del chirli, esta aventura transcurrió en Diciembre, nena.
-Pues me buscaré a un segurata de esos para que me de calor.
-JAjeJIjoJU.
-Ja-JA-ja-JA-je! –dijo Gigi sin gracia, cogió mi ZEN y se largó.

Al minuto de irse, intenté llamar a Bruno, y nada, seguía sin cobertura en mi súper móvil, y me fastidió, pero no me fastidió tanto como deshacer la maleta y sacar la ropa, para tener un momento 100% Mari, colocando las cosas, y de paso, correr las cortinas de las ventanas, no sea que cualquier idiota se asomara al otro lado del cristal, y me matara de un susto. Sí, nenas, atacada de los nervios y sin valeriana, puede ser low pior.

Como a los veinte minutos, donde me cambié de ropa para estar más country, me vi un teléfono fijo, y volví a pensar en Bruno, así que le llamé.

-Recepción –dijo una voz familiar.
-¿Olivia?
-Sí, soy yo. ¿Quién es?
-¡Qué Jeby! Soy Dolly, de la cabaña TRECE, aunque diga catorce, es la TRECE.
-¿Necesita algo?
-Pues sí: cobertura. Mi móvil no va, y ahora intentaba llamar al exterior y…
-Me temo que por ahora, sólo funcionan las comunicaciones internas.
-¡Neeenaaaa! ¿Eso se avisa antes, no crees? –y se quedó callada-. Es igual, ya me las apañaré. He sobrevivido a cosas peores, y a viejos tarados que querían mis ojos.
-Que pase un buen día.
-Lo intentaré –y colgué-. ¡Qué asco de vida country!

Como yo soy de las que no pueden estar quietas, y menos encerradas en aquella cabaña, por muy cool que fuera, me puse a investigar y encontré un plano de las instalaciones, con planning para nosotros, preparado por Takami Corporation, y varios folletos más; abrí el plano y aquello era ¡ENORME! Puesto sobre la mesa colgaba como un mantel de mesa camilla o de bodorrio. ¡Como se pierda la Gigi, no la encontramos ni con un GEPE-ESE!

-Dolly, nena, tienes que hacer algo. No has venido al campo para encerrarte en una cabaña tan cool –me puse los guantes, cargué dos o tres cosillas en la mochila cool que nos habían regalado, me puse mi gorrito de lana con orejeras peluditas (de Springfield), y me dije que me iba de aventuras. ¡Sí, yo sola! Pero sin mi ZEN. Es igual, cantaría, que sé hacerlo y muy bien.

Al ir a abrir la puerta, llamaron y me quedé paralizada desde la cabeza a los pies, aunque sin dejar de sonreír, con mi sonrisa de girl scout, porque me iba a explorar, pero completamente petrificada. Sólo movía los ojos. Como sea Gigi que se ha olvidado algo, juro por Dior que la mato; volvieron a llamar a la puerta.

-Seguridad –dijo una voz varonil al otro lado.

¡Qué habrá hecho ya esa demente! Me dije a mi misma, pensando en posibles accidentes para Gigi: escoñada por una ladera, atacada por un conejo de campo, picoteada por un águila real, o sin ojos por culpa de un cernícalo. ¡Qué jeby!

-Seguridad, ¿hay alguien?
-¡Sí! –dije saliendo de mi paralís, y abrí la puerta-. ¡Hola! –dije a un pedazo chulo de quitar el hipo y vuelta a darte, pero con estertores.

El segurata llevaba ese tipo de barba que le nacía desde las patillas y súper bien cuidada. Detalle a tener en cuenta, porque un heterosexual, no suele dedicar un minuto al vello facial, porque para ellos, es simplemente PELO y nada bello. Si no, fijaros en Rajoy. Oka, mal ejemplo. Punset. No por la barba, desde luego, nenas, sino por esa melena patrás alborotada. Claro que como yo no pienso mucho, por eso lo tengo liso, y no rizado como Punset. ¡Tendré que comprarme un champú para remediarlo!

-¿Todo bien? –preguntó el segurata.
-Ehhh sí, ¿por? ¿Ha pasado algo? –y sin darme cuenta, porque a mi los uniformes me tiran más que a un chino la soja, me apoyé en la jamba de la puerta-. ¿Está todo bien?
-Sí, señor, sólo estábamos comprobando… -dijo medio cortado-. Comprobando el número de visitantes. ¿Ha venido sólo o acompañado?

¡Qué jeby, neeenaaa! Qué forma de tirarme los tejos y sin ningún pudor. Sólo había visto algo parecido en un Balneario de Palma (entiéndase por Balneario, a una discoteca a pie de playa regentada por alemanes y hasta el culo de alemanes y alemanas en edad de merecer -follables todos ellos porque eran rubios cachas y súper monos-, más borrachos por el portero de la fábrica Ron Areucas).

-¿Y por qué lo preguntas? –pregunté en plan súper puta. Ya que me tiraba los tejos, no le iba a tratar de usted, ¿no? ¡Ni que fuera fetichista! Aunque me tiren los uniformes.
-Estamos haciendo un censo.
-Ah -dije con el lívido en el suelo-. Pues somos dos, pero mi amigo, que no es mi pareja –y el segurata arqueó las cejas pobladas que tenía-, ha salido a explorar.

Él sin decir nada, lo anotó en una tablilla que llevaba.

-¿Y estás tú sólo para todos los que estamos aquí?
-No –dijo más relajado-. Mis compañeros están en el perímetro.
-Pero aquí…
-Sí, un compañero y yo.
-¿Y hace mucho tiempo? –se quedó medio mosca, así que fui rápida-. Lo pregunto por lo del “fantasma”. ¿Lo has visto? No sé, en alguna de tus rondas y tal…
-No, lo siento, no hemos visto ningún fantasma.
-Y eso del “fantasma” no se trata de algún tipo de cachondeo, ya sabes, para hacer disparar un poco la adrenalina a los visitantes.
-Nnnno, que yo sepa.

Oka, Dolly, deja ya de preguntar que ha puesto esa mirada de “¿estoy hablando con una marika tarada, o con una oyente del Iker Jiménez?”, que para el caso, es lo mismo.

-Pues muchas gracias, majo.
-Mario.
-Bueno, Mario el majo, muchas gracias; voy a buscar a mi amigo, no sea que se la haya comido el Oso Yogui y esté agonizando por ahí sin brazos, le entren ganas de hacer pis, y no tenga a nadie que le baje la bragueta.

Nena, estás fatal, me dije cerrando la puerta, dejando a aquel segurata con cara de alucine, meditando en si había tenido una conversación con una persona normal, o con la turista tarada un millón. Bueno, la un millón no, porque éramos las primeras en pisar aquel sitio; me puse a andar, consulté el plano, y me miré una chapa muy mona que tenía en la cazadora, por si me perdía y tenía que tocarla y decir “Scotty, teletraspórtame”. Claro que el Scotty nunca respondía, porque debería estar encerrada y follando en una cabina del Lether, o en algún episodio de Star Trek.

Varios metros después, andando por el sendero, tras leer varios carteles tontos, con rutas a seguir y con la única compañía de La Niebla de John Carpenter, me guié por el mapa porque no quería ver la cascada no se qué, ni el bosquecillo de no se cuantos, sino el Lago Takami. Sí nenas, aquí a todo le ponían el prefijo Takami y se quedaban más anchas que la Teté Delgado viendo un partido de fútbol con alitas de pollo y cuatro salsas.

-¡Lago Takami! –dije en voz alta al ver el cartelito-. ¡Poooooor aquí! –me dije a mi misma, porque cuando no tengo a nadie con quien hablar, y pienso mucho, me gusta oír mi voz para saber que sigo viva y no estoy tarada.

El camino comenzó a descender, y mis botas patinaron un poco sobre la hierva y las hojas secas del suelo, que con tanta humedad estaban como piel de calamar, pero era transitable. Vamos, que no era de los que sales patinando y los bajas de culo, cogiéndote de los tobillos. Era del tipo de ir a trote, o te escoñas fijo, en realidad el trote se convirtió en carrerilla, no carrera. Carrerilla es cuando alguien te asusta y corres como con los calzoncillos por las rodillas, o sea, con muy poco arte para maniobrar, pero yo me defendí, y estuve de carrerilla varios metros, para no resbalar y caerme, porque ahora sí, aquel dichoso sendero se había vuelto peligroso, hasta que se niveló, y oí el CHOF! CHOF! de pisar agua.

Retrocedí, agitada por la carrerilla, y miré a los lados. Algún tipo de ave cabrón, graznó a lo lejos, dando un toque siniestro a aquel momento. Estaba a la orilla de algo, supongo que el lago, pero no se veía una mierda por culpa de la dichosa niebla.

Un ¡GLUP! Acuático sonó a lo lejos. Me quedé quieta, y levanté las orejeras de mi gorro. No se oía nada, y esperaba que el dichoso pájaro que me asustó segundos antes, se hubiera estrellado contra la alambrada eléctrica ¡GLUP! Ahí estaba otra vez. Sonaba delante de mí, en el lago.

-¡Hoooolaaaa! -chillé al lago, y segundos más tarde, y sin eco que me devolviera el saludo, volví a oír el ¡GLUP!, pero en otro lado, aunque seguía estando en frente de mí.

Como soy muy desconfiada ¡y quién no, en un decorado de terror como éste!, cogí una piedrecita que tenía a los pies y la lancé al lago.

¡GLUP!

Me di la vuelta y miré hacia la pendiente. Sólo se veían los fustes de los árboles y algunas plantas locas que crecían por todas partes.

¡GLUP! Sonó a mi espalda.

-Gigi, si eres tú, ya puedes estar eligiendo entierro o incineración, neeenaaa.

¡GLUP!

No me di la vuelta hacia el lago, pero sí me puse las manos en jarras, y escudriñé por donde la niebla me dejaba ver, que era poco, pero yo tengo la vista muy aguda y todo eso, y pude ver más plantas y más árboles que minutos antes no estaban.

¡GLUP!

Bordeé la orilla del lago sin dejar de mirar hacia el bosque, hasta que pisé madera, y me descubrí ante un pequeño embarcadero como el de Creepshow. En un día soleado, estaría de vicio, claro, pero ahora mismo era tétrico-tétrico, como aquella vez que hubo un apagón en el súper de El Corte Inglés de Callao (un sótano, vamos), y yo me quedé atrapada en un pasillo, rodeada de comida mexicana, y me dio por cantar “El Rey”, pero desde el principio del estribillo, cuando dice aquello de: "con dinero o sin dinero…"

Anduve por el embarcadero hasta el extremo que terminaba en el lago, y descubrí una cuerda que había atada a él, y que se internaba en la niebla, hacia el interior del lago. Me puse en cuclillas, porque yo arrodillarme NEVER, DARLING, cogí la cuerda y tiré de ella. Oí cómo el agua chapoteaba, y cómo la cuerda arrastraba algo pesado… ¡¡¡Un bote!!! ¡Qué cool, neeenaaa!

En cuanto estaba al lado del embarcadero, me dejé arrastrar por la emoción y salté dentro del bote, para ponerme a chillar de forma histérica, clavándome los dedos en las mejillas, como lo hizo Tippi Hedren en la cabina telefónica, cuando la atacaron todos aquellos pájaros en la peli de Hitchcock.

-¡¡¡UNA MUERTAAAAAA!!!

3 comentarios:

Hidroboy dijo...

¡¡¡QUE JEBYYYYYY!!!

Frank Palacios dijo...

Efectivamente, Hidro Nena:
¡QUÉ!
¡¡¡JEBY!!!

Onli, nena, no sé a qué narices se debe, pero cada vez más, me siento como esa rubia tetona de Scream, que por muy buena que esté, la MATAN antes de que te comas las palomitas.

¡¡¡Pero quién será la muerta, neeenaaa!!!

Peibols dijo...

Se buscan... una marica muerta, congelada viva... en un embarcadero takamiquesco

que fuerta!