En el capítulo anterior...
Con las demás a salvo, y tras pedirle a Gigi que me dejara sola, so pena de que le pasara algo a ella también (con lo buena que es); intenté escapar de aquel sitio, tras tener un flash back que ríete tú, nena, de los flash backs que le dan a Marujita Díaz. ¡De cuando tenía pelos en el chirli, y encima el mío, fue sin venir a cuento! Pero me dio el flash back y punto. ¿por qué? No lo sé, nenas, pero me vino, y luego me escoñé, y volví al enorme salón de columnas, donde estaba aquella bestia del infierno, que se había transformado en algo… muy numeroso, nenas… tan numeroso, ¡como japos en el último concierto de las Azúcar Moreno!
El pánico me paralizó. Porque por mucho que sea la prota, ¡estaba en mi derecho de “empanicarme”, si me daba la gana! Y es que lo que vi, no se ve todos los días, nenas. Aunque tengas dos teles con Tele 5 y Antena 3 puestas a la vez. No, eso no se ve por ahí; la horda que corrió a mi encuentro, no era de este mundo… y supongo, que en Murcia o en Huesconsing, tampoco se ven este tipo de cosas, a menos que te montes una invocación satánica pandemoium miserere ¡LERERE!
Los pequeños, porque los había de dos tipos, pequeños y el GRANDE, eran muy numerosos. Casi de mi altura, ¡y eso que andaban encorvados!, con los nudillos arrastrándoles por el suelo; lo que antes había sido una gigantesca albóndiga peluda con patas y toda boca, había mutado. Andaba ahora como los AT-ST del bosque de Endor. Aquellos trastos que tenía el Imperio para matar a los Rebeldes, y que eran tan cutres, ¡que hasta Chewbacca podía manejarlos!
-¡Soy la prota! ¡No puedo morir! –les grité como si aquello sirviera de algo.
Los demonios menores, que no me detuve a contarlos porque como ya dije antes, estaba “empanicada” perdida, hacían de barrera, ¡como si pensaran que me iba a escapar! Anda que, valientes demonios. Tenía los dos pies clavados al suelo, y con una pared altísima cortándome la retaguardia. No estaba yo para huír, aunque me pusiera el traje de Spider-Man.
El grande, muchísimo más alto que los demás, desprendía un halo verdoso, que iluminaba todo a su alrededor y como le pasaba al bicho de Alien, yo no le vi ojos. Sólo la enorme boca abierta, aún con restos de los satanistas entre los afiladísimos dientes; a un rugido de esta enorme mole asesina, las demás se colocaron como en posición de salida. No es que se pusieran cachondas peridas a tocarse, sino, listas para saltar sobre mí, en silencio… y sus ojos grandes y rojos se transformaron en dos rectas muy brillantes.
-¿Es que en el infierno, no tenéis una Directora de Estilo, nenas? –les pregunté.
Sé que no es una frase brillante para decirles a unos demonios que acaban de emerger del infierno y que están a punto de matarte, pero COÑO, ¡en Encuentros en la Tercera Fase hablaban con los marcianos con una mierda de Casiotone y con luces de colores! Y yo, ni tenía un teclado por allí y menos luces de colores. ¡Las guardé en su cajita en cuanto pasaron los reyes Magos, neeenaaas!
El monstruo gigante avanzó dos pasos lentos, haciendo temblar los mismísimos cimientos de la sala. Se abrió paso entre la horda y se detuvo a menos de cinco metros de mí; yo reculé hasta donde la carne y los huesos me dejaron, claro, porque la pared altísima me cortaba la salida, y aguanté la respiración, del pestazo que desprendía. Indescriptible, nenas.
-Aún no he terminado esta Tercera Temporada de Desperate Housegays, nenas… ¡y no me he follado a George Clooney! ¡¡¡NO PUEDO MORIR!!!
El demonio inspiró dos veces, y casi, digo casi, porque clavé las uñas a la pared, salgo volando hacia él de la enorme aspiradora que tenía por nariz, aunque no le sobresalía nada con forma de nariz… y abrí un ojo, y supuse que aquellas entradas que tenía encima de la boca y con mucosidad, eran las narices.
Lanzó otro de sus rugidos que se me hicieron eternos, y el pestazo fue tal, que no pude más. Las rodillas me fallaron y caí redonda al suelo, pero en vertial, nenas. Como se desmayan las Divas, nenas. Caer sentada, para que así los fans te vean bien la cara. Es que verás, si te caes de frente, puedes pasar por una muerta cualquiera, nenas. Pero si te desmayas y dejas bien a la vista tu cara, los fans al verte, como que se desesperan llaman a la policía, al SAMUR ERTO y esas cosas. Te llevan volando al Hospital, donde casualmente trabaja George Clooney, y te ves gritando ¡¡¡A Urgencias no, PUTAS!!! ¡¡¡LLEVADME A PEDIATRÍA!!! ¡¡¡QUE ME OSCULTE EL CLOONEY!!!
Pronto comencé a oler a pelo quemado, y me espantó la idea de que aquella cosa me lanzara una llamarada estilo Sigourney Weaver con un lanzallamas, pero no, nenas. El olor no procedía de la bestia, sino de mi chaqueta, y bajé la vista, y vi cómo se me estaba prendiendo fuego el bolsillo de mi cazadora de súper puta. ¡La de piel de borreguito! Con las que suelo asustar a las putas de Greenpeace y a las de la Asociación Protectora de Animales y Folklóricas de más de 60 años, al grito de: “Sí, me gustan las pieles, ¿qué pasa?”
¿Qué es una Diva sin un abrigo de pieles? Yo os lo diré, nenas: ¡UNA MENG-DIVA!
Como pude, me quité la cazadora de súper puta, porque se me estaba prendiendo fuego, y al hacerlo, se me cayó del bolsillo interior la botellita de agua que me había dado Gigi antes de salir de casa. Según la Gigi (¡a saber!) era agua bendita, que le había dado un curita que tenía un polvo, en el Capítulo 17. Claro, como han pasado ya tantas cosas y tantos capítulos, ¡ni me acordaba, nenas! ¡A lo mejor, hasta estaba caducada y todo!
Destapé la botellita y eché el agua sobre el bolsillo de mi cazadora de súper puta, intentando apagar el mini incendio, y aquello parece que espantó a los demonios, porque oí cómo sus patas de bicho, retrocedieron he hicieron algo como castañear los dientes o similar; suerte que era mi cazadora de súper puta, porque si llega a ser mi cazadora U, me cago en todo lo que se menea, y me lío a hostias con la albóndiga peluda y con sus putas primas del averno, que tenían menos estilo, que las viejas que llevan al programa matinal de Saber Vivir. Claro, porque lo que es vivir, lo sabrán para llegar a esas edades, pero deberían mandarlas a todas al ¡Saber Vestir! ¡Que buena falta que les hace a las abuelas!
Di manotazos hasta apagar el incendio y la vi brillar. ¡La moneda de oro! Sí, nenas, la cuarta moneda de oro, que aquellas putas satanistas (antes de que las devorara el demonio gigante), habían colocado en las cuatro esquinas de la gigantesca sala de columnas; la toqué con cuidado, pero la agarré con fuerza. Estaba fría como las patas de un muerto, y pesaba lo suyo, no creáis, porque era oro macizo.
-¿Qué mierda había dicho la rubia? –le pregunté a la moneda de oro, como si el trasto me fuera a responder. ¡Anda que si lo hace, me jiño encima!
-El ritual hay que seguirlo al pié de la letra… la invocación, el colocar las monedas, y la segunda invocación dentro del círculo de sal.
Las palabras de la rubia vinieron a mi cabeza y me dije, ¡y de qué me sirven! Ni sabía la primera invocación, ni mucho menos la segunda, y no tenía ni un puto grano de sal, ¡a ver cómo coño iba a hacer un círculo de sal, nenas! ¡¡¡Llorando a lo Madonna en Evita hasta quedarme sin lágrimas y evaporando después el agua con la ayuda del mechero???? ¡Eso no lo hace ni Punset, por muy lista que sea!
La bestia gigante hizo un ruido asqueroso, como de relamerse con aquella lengua rasposa, que me dio un asco total porque algunos trozos de carne cayeron de entre los dientes, y se puso a babear de forma copiosa; miré la monea de oro, por la que mataría cualquier rapero para colgársela al cuello, miré a la bestia, y sin pensármelo dos veces, se la lancé con todas mis ganas. Claro que si eres gay, y además Diva, la tiras con estilazo, sí, sí, pero con menos fuerza que una señorita de la época victoriana. Ya sabéis, aquellas que estornudaban y se morían de tuberculosis, como la de Mujerzuelas, digo, ¡Mujercitas! Y mira que yo creía, que porirse de tuberculosis, era convertirse en un rábano o en una patata. Lo creía de pequeña, ojo. que ya he madurado, un poco. El rábano también.
A lo John Woo… (pero sin esas putas palomas blancas), la moneda voló por los aires como a cámara lenta… ¿qué digo lenta? ¡Lentísima! Girando sobre si misma, cortando la respiración a todas, en medio de un silencio que me pareció eterno, y centelleó dos o tres veces, antes de que la bestia saltara como una rana y la atrapara en el aire.
Hasta ahí, todo hubiera sido maravilloso. El problema es que saltó hacia adelante. Hacia mí. Cerrando la enorme quijada de colmillos a un metro de mis ojos, y sonó como cuando partes un jarrón de cristal lleno de agua. ¡Un CRANSHHH-GLUP! Terrible que casi me destrozó los tímpanos.
La turba de demonios encolerizó como si fueran pueblerinas en las fiestas del pueblo, a las que no les gusta Fangoria, y lo que quieren es que la Alaska les toque los pajaritos o les cante alguna canción de Karina. Eran gritos, eran aullidos, eran Hidrogenesse en directo, que suenan como el puto culo, además de que son feas para quitar el hipo y una buena almorrana de lo que te hacen correr esas dos putas, con tal de huir como una loca de sus conciertos.
La bestia chascó de cinco dentelladas la cuarta y última moneda de oro, con la que las satanistas la habían invocado, y en medio del griterío, la turba de demonios, se iluminaron de pies a cabeza en un flash rojo y desaparecieron, dejando tras de sí un eco espantosamente terrorífico durante varios segundos. Desaparecieron todas. Súper jeby, nenas.
Menos… el demonio gigante, que seguía frente a mí, echándome su aliento podrido y con una cadavérica sonrisa, como las que tienen las calaveras. Y es que aquella cosa no tenía labios, ni encías. Era una boca de tiburón pegada a una gigantesca albóndiga de pelos. Hasta tendría su punto gracioso, pero no en este momento. A punto de palmarla, en mi Tercera Temporada de Desperate Housegays, por culpa de la puta esa de Agapita González que no le importa a nadie, y que además, no tengo ni idea de cómo se ha torcido esta historia, ¡para estar a punto de ser devorada por una jodida albóndiga peluda con dientes!
“Está con nos…”
Al principio pensé que fue un ruido, pero no, nenas, era una frase. Una frase que pude oír perfectamente en la cabeza. No por las orejas, sino en mi mente. Un coro polifónico de voces masculinas (todas), con una lenta decadencia.
Miré a los lados, pero allí no había nadie más. Solo aquel engendro y yo. ¿Me estaba hablando a mí? ¿Aquella cosa se estaba comunicando conmigo?; bueno, no se movía, ni me atacaba, estaba quieta parada, a poca distancia, mostrándome los dientes, con un ligero balanceo de derecha a izquierda, típico de las borrachas, pero no de los demonios del infierno. Todo el mundo sabe que los demonios no se emborrachan, porque con tanto fuego, el vino se evapora. Puede que se coloquen con el alcohol vaporizado, a lo popper, pero como sea vino Don Simón, no se colocan ni queriendo.
“Ella está con nos…”
Repitieron las voces en mi cabeza, y sentí un vértigo tremendo. Me mareé, quedé hipnotizada por aquel ser y su movimiento pendular, y se acercó más a mí, y sus dientes restallaron como si yo la repeliera o le diera asco. No fue ALGO en la expresión de aquella cosa, fue lo que sentí… lo que me trasmitió el demonio. Yo le daba un asko tremendo... y bajé la vista.
¡Mí cazadora de súper puta, empapada de agua… BENDITA! Además de toda la mierda y la cochambre con la que me había gomitado el demonio en los capítulos anteriores… ¿Y si sirve… como serviría el círculo protector de sal?
Como diría mi amada Dolly Parton, en un bukkake de cowboys: “¡From lost to the river, darling!”
Con todo el asco que podría producirme un plato de caracoles, cogí lo que quedaba de mi maltrecha cazadora de súper puta, y me la encasqueté. ¿Serviría para protegerme? ¿Sería capaz de no vomitarme del asco? ¿Seréis capaz de esperar al siguiente capítulo, a ver si la bestia y yo nos retamos a un concurso de gómitos… o de Cifras y Letras telepático?
STRIKE A POSE!
Con las demás a salvo, y tras pedirle a Gigi que me dejara sola, so pena de que le pasara algo a ella también (con lo buena que es); intenté escapar de aquel sitio, tras tener un flash back que ríete tú, nena, de los flash backs que le dan a Marujita Díaz. ¡De cuando tenía pelos en el chirli, y encima el mío, fue sin venir a cuento! Pero me dio el flash back y punto. ¿por qué? No lo sé, nenas, pero me vino, y luego me escoñé, y volví al enorme salón de columnas, donde estaba aquella bestia del infierno, que se había transformado en algo… muy numeroso, nenas… tan numeroso, ¡como japos en el último concierto de las Azúcar Moreno!
El pánico me paralizó. Porque por mucho que sea la prota, ¡estaba en mi derecho de “empanicarme”, si me daba la gana! Y es que lo que vi, no se ve todos los días, nenas. Aunque tengas dos teles con Tele 5 y Antena 3 puestas a la vez. No, eso no se ve por ahí; la horda que corrió a mi encuentro, no era de este mundo… y supongo, que en Murcia o en Huesconsing, tampoco se ven este tipo de cosas, a menos que te montes una invocación satánica pandemoium miserere ¡LERERE!
Los pequeños, porque los había de dos tipos, pequeños y el GRANDE, eran muy numerosos. Casi de mi altura, ¡y eso que andaban encorvados!, con los nudillos arrastrándoles por el suelo; lo que antes había sido una gigantesca albóndiga peluda con patas y toda boca, había mutado. Andaba ahora como los AT-ST del bosque de Endor. Aquellos trastos que tenía el Imperio para matar a los Rebeldes, y que eran tan cutres, ¡que hasta Chewbacca podía manejarlos!
-¡Soy la prota! ¡No puedo morir! –les grité como si aquello sirviera de algo.
Los demonios menores, que no me detuve a contarlos porque como ya dije antes, estaba “empanicada” perdida, hacían de barrera, ¡como si pensaran que me iba a escapar! Anda que, valientes demonios. Tenía los dos pies clavados al suelo, y con una pared altísima cortándome la retaguardia. No estaba yo para huír, aunque me pusiera el traje de Spider-Man.
El grande, muchísimo más alto que los demás, desprendía un halo verdoso, que iluminaba todo a su alrededor y como le pasaba al bicho de Alien, yo no le vi ojos. Sólo la enorme boca abierta, aún con restos de los satanistas entre los afiladísimos dientes; a un rugido de esta enorme mole asesina, las demás se colocaron como en posición de salida. No es que se pusieran cachondas peridas a tocarse, sino, listas para saltar sobre mí, en silencio… y sus ojos grandes y rojos se transformaron en dos rectas muy brillantes.
-¿Es que en el infierno, no tenéis una Directora de Estilo, nenas? –les pregunté.
Sé que no es una frase brillante para decirles a unos demonios que acaban de emerger del infierno y que están a punto de matarte, pero COÑO, ¡en Encuentros en la Tercera Fase hablaban con los marcianos con una mierda de Casiotone y con luces de colores! Y yo, ni tenía un teclado por allí y menos luces de colores. ¡Las guardé en su cajita en cuanto pasaron los reyes Magos, neeenaaas!
El monstruo gigante avanzó dos pasos lentos, haciendo temblar los mismísimos cimientos de la sala. Se abrió paso entre la horda y se detuvo a menos de cinco metros de mí; yo reculé hasta donde la carne y los huesos me dejaron, claro, porque la pared altísima me cortaba la salida, y aguanté la respiración, del pestazo que desprendía. Indescriptible, nenas.
-Aún no he terminado esta Tercera Temporada de Desperate Housegays, nenas… ¡y no me he follado a George Clooney! ¡¡¡NO PUEDO MORIR!!!
El demonio inspiró dos veces, y casi, digo casi, porque clavé las uñas a la pared, salgo volando hacia él de la enorme aspiradora que tenía por nariz, aunque no le sobresalía nada con forma de nariz… y abrí un ojo, y supuse que aquellas entradas que tenía encima de la boca y con mucosidad, eran las narices.
Lanzó otro de sus rugidos que se me hicieron eternos, y el pestazo fue tal, que no pude más. Las rodillas me fallaron y caí redonda al suelo, pero en vertial, nenas. Como se desmayan las Divas, nenas. Caer sentada, para que así los fans te vean bien la cara. Es que verás, si te caes de frente, puedes pasar por una muerta cualquiera, nenas. Pero si te desmayas y dejas bien a la vista tu cara, los fans al verte, como que se desesperan llaman a la policía, al SAMUR ERTO y esas cosas. Te llevan volando al Hospital, donde casualmente trabaja George Clooney, y te ves gritando ¡¡¡A Urgencias no, PUTAS!!! ¡¡¡LLEVADME A PEDIATRÍA!!! ¡¡¡QUE ME OSCULTE EL CLOONEY!!!
Pronto comencé a oler a pelo quemado, y me espantó la idea de que aquella cosa me lanzara una llamarada estilo Sigourney Weaver con un lanzallamas, pero no, nenas. El olor no procedía de la bestia, sino de mi chaqueta, y bajé la vista, y vi cómo se me estaba prendiendo fuego el bolsillo de mi cazadora de súper puta. ¡La de piel de borreguito! Con las que suelo asustar a las putas de Greenpeace y a las de la Asociación Protectora de Animales y Folklóricas de más de 60 años, al grito de: “Sí, me gustan las pieles, ¿qué pasa?”
¿Qué es una Diva sin un abrigo de pieles? Yo os lo diré, nenas: ¡UNA MENG-DIVA!
Como pude, me quité la cazadora de súper puta, porque se me estaba prendiendo fuego, y al hacerlo, se me cayó del bolsillo interior la botellita de agua que me había dado Gigi antes de salir de casa. Según la Gigi (¡a saber!) era agua bendita, que le había dado un curita que tenía un polvo, en el Capítulo 17. Claro, como han pasado ya tantas cosas y tantos capítulos, ¡ni me acordaba, nenas! ¡A lo mejor, hasta estaba caducada y todo!
Destapé la botellita y eché el agua sobre el bolsillo de mi cazadora de súper puta, intentando apagar el mini incendio, y aquello parece que espantó a los demonios, porque oí cómo sus patas de bicho, retrocedieron he hicieron algo como castañear los dientes o similar; suerte que era mi cazadora de súper puta, porque si llega a ser mi cazadora U, me cago en todo lo que se menea, y me lío a hostias con la albóndiga peluda y con sus putas primas del averno, que tenían menos estilo, que las viejas que llevan al programa matinal de Saber Vivir. Claro, porque lo que es vivir, lo sabrán para llegar a esas edades, pero deberían mandarlas a todas al ¡Saber Vestir! ¡Que buena falta que les hace a las abuelas!
Di manotazos hasta apagar el incendio y la vi brillar. ¡La moneda de oro! Sí, nenas, la cuarta moneda de oro, que aquellas putas satanistas (antes de que las devorara el demonio gigante), habían colocado en las cuatro esquinas de la gigantesca sala de columnas; la toqué con cuidado, pero la agarré con fuerza. Estaba fría como las patas de un muerto, y pesaba lo suyo, no creáis, porque era oro macizo.
-¿Qué mierda había dicho la rubia? –le pregunté a la moneda de oro, como si el trasto me fuera a responder. ¡Anda que si lo hace, me jiño encima!
-El ritual hay que seguirlo al pié de la letra… la invocación, el colocar las monedas, y la segunda invocación dentro del círculo de sal.
Las palabras de la rubia vinieron a mi cabeza y me dije, ¡y de qué me sirven! Ni sabía la primera invocación, ni mucho menos la segunda, y no tenía ni un puto grano de sal, ¡a ver cómo coño iba a hacer un círculo de sal, nenas! ¡¡¡Llorando a lo Madonna en Evita hasta quedarme sin lágrimas y evaporando después el agua con la ayuda del mechero???? ¡Eso no lo hace ni Punset, por muy lista que sea!
La bestia gigante hizo un ruido asqueroso, como de relamerse con aquella lengua rasposa, que me dio un asco total porque algunos trozos de carne cayeron de entre los dientes, y se puso a babear de forma copiosa; miré la monea de oro, por la que mataría cualquier rapero para colgársela al cuello, miré a la bestia, y sin pensármelo dos veces, se la lancé con todas mis ganas. Claro que si eres gay, y además Diva, la tiras con estilazo, sí, sí, pero con menos fuerza que una señorita de la época victoriana. Ya sabéis, aquellas que estornudaban y se morían de tuberculosis, como la de Mujerzuelas, digo, ¡Mujercitas! Y mira que yo creía, que porirse de tuberculosis, era convertirse en un rábano o en una patata. Lo creía de pequeña, ojo. que ya he madurado, un poco. El rábano también.
A lo John Woo… (pero sin esas putas palomas blancas), la moneda voló por los aires como a cámara lenta… ¿qué digo lenta? ¡Lentísima! Girando sobre si misma, cortando la respiración a todas, en medio de un silencio que me pareció eterno, y centelleó dos o tres veces, antes de que la bestia saltara como una rana y la atrapara en el aire.
Hasta ahí, todo hubiera sido maravilloso. El problema es que saltó hacia adelante. Hacia mí. Cerrando la enorme quijada de colmillos a un metro de mis ojos, y sonó como cuando partes un jarrón de cristal lleno de agua. ¡Un CRANSHHH-GLUP! Terrible que casi me destrozó los tímpanos.
La turba de demonios encolerizó como si fueran pueblerinas en las fiestas del pueblo, a las que no les gusta Fangoria, y lo que quieren es que la Alaska les toque los pajaritos o les cante alguna canción de Karina. Eran gritos, eran aullidos, eran Hidrogenesse en directo, que suenan como el puto culo, además de que son feas para quitar el hipo y una buena almorrana de lo que te hacen correr esas dos putas, con tal de huir como una loca de sus conciertos.
La bestia chascó de cinco dentelladas la cuarta y última moneda de oro, con la que las satanistas la habían invocado, y en medio del griterío, la turba de demonios, se iluminaron de pies a cabeza en un flash rojo y desaparecieron, dejando tras de sí un eco espantosamente terrorífico durante varios segundos. Desaparecieron todas. Súper jeby, nenas.
Menos… el demonio gigante, que seguía frente a mí, echándome su aliento podrido y con una cadavérica sonrisa, como las que tienen las calaveras. Y es que aquella cosa no tenía labios, ni encías. Era una boca de tiburón pegada a una gigantesca albóndiga de pelos. Hasta tendría su punto gracioso, pero no en este momento. A punto de palmarla, en mi Tercera Temporada de Desperate Housegays, por culpa de la puta esa de Agapita González que no le importa a nadie, y que además, no tengo ni idea de cómo se ha torcido esta historia, ¡para estar a punto de ser devorada por una jodida albóndiga peluda con dientes!
“Está con nos…”
Al principio pensé que fue un ruido, pero no, nenas, era una frase. Una frase que pude oír perfectamente en la cabeza. No por las orejas, sino en mi mente. Un coro polifónico de voces masculinas (todas), con una lenta decadencia.
Miré a los lados, pero allí no había nadie más. Solo aquel engendro y yo. ¿Me estaba hablando a mí? ¿Aquella cosa se estaba comunicando conmigo?; bueno, no se movía, ni me atacaba, estaba quieta parada, a poca distancia, mostrándome los dientes, con un ligero balanceo de derecha a izquierda, típico de las borrachas, pero no de los demonios del infierno. Todo el mundo sabe que los demonios no se emborrachan, porque con tanto fuego, el vino se evapora. Puede que se coloquen con el alcohol vaporizado, a lo popper, pero como sea vino Don Simón, no se colocan ni queriendo.
“Ella está con nos…”
Repitieron las voces en mi cabeza, y sentí un vértigo tremendo. Me mareé, quedé hipnotizada por aquel ser y su movimiento pendular, y se acercó más a mí, y sus dientes restallaron como si yo la repeliera o le diera asco. No fue ALGO en la expresión de aquella cosa, fue lo que sentí… lo que me trasmitió el demonio. Yo le daba un asko tremendo... y bajé la vista.
¡Mí cazadora de súper puta, empapada de agua… BENDITA! Además de toda la mierda y la cochambre con la que me había gomitado el demonio en los capítulos anteriores… ¿Y si sirve… como serviría el círculo protector de sal?
Como diría mi amada Dolly Parton, en un bukkake de cowboys: “¡From lost to the river, darling!”
Con todo el asco que podría producirme un plato de caracoles, cogí lo que quedaba de mi maltrecha cazadora de súper puta, y me la encasqueté. ¿Serviría para protegerme? ¿Sería capaz de no vomitarme del asco? ¿Seréis capaz de esperar al siguiente capítulo, a ver si la bestia y yo nos retamos a un concurso de gómitos… o de Cifras y Letras telepático?
STRIKE A POSE!
3 comentarios:
Pues ea, nena, PAZ Y BIEN para ti TAMBIÉN!
Nunca hay que perder la Fé,
ni el glamour...
STRIKE A POSE!
Coño, te ha comentado una de las satánicas! Q JEBY
Por cierto, llevo 27 capítulos esperando a que nos presentes a la puta de Agapita González Y NADA. Acaso cobra tanto por salir en cada capítulo como Jennifer Aniston?
Al menos habrá un buen polvo antes de que acabe la temporada no?
¡¡¡!!!
Y Dios es para MENG-DIVAS
JA!
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