sábado, enero 20, 2007

~19~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Con el cebollón en la cabeza, sobre sectas y champiñones que nos soltó la Sayuri, nos volvimos a casa, comprobando que Manolo ya no estaba poseído, que seguía igual de bueno para comerle el rabako a dos manos, ¡y que no se acordaba de absolutamente nada, de lo que había vivido! Flipadas por todo eso, recordé un after llamado ODay, curiosamente, igualito que el nombre de la secta: Día Cero, así que Gigi y yo fuimos a investigar… o lo que es lo mismo, meternos en la boca del lobo.


-Tía –me dijo Gigi bajito-. ¡Esto apesta a popper que espanta!
-¡No lo dirás por mí!, PUTA, que me he puesto Aqva de Bvlgari, nena –y le ofrecí mi cuello para que comprobara que así era.
-Ah, pos es verdad, tía, no eres tú la que apestas.
-Pos claro que no, nena…

Seguimos andando por el pasillito de entrada, hasta una puerta cerrada, con una ventanuca a la izquierda que era un guardarropas y donde La Mujer Más Fea del Mundo (o una de entre las Cinco Mujeres Más Feas del Mundo), se parapetaba tras ella, observándonos como si fuéramos pienso para gallinas.

-¿Vais a dejar los abrigos? ¿Mmm? ¿Mmm? –dijo con una voz ronca, entre loca que no acaba de controlar el timbre de su voz, y la de Aughra, la bicha aquella de El Cristal Oscuro.
-¿Dejar los abrigos? –chillé yo-. ¡Ni aunque se me cagara encima Dumbo, nena! –y cogí el pomo de la puerta y la abrí-. ¡Tira palante, Gigi…!

Gigi entró y yo la seguí, y de inmediato nos pusimos a sudar como las alemanas locas aquellas que abrieron el arca de Indiana Jones. La música nos dejó sordas de inmediato, y la cantidad de masa humana allí amontonada era intransitable. Mira que he visto veces El Paso petado de osas, pero aún así, ¡PASO!; en esta ocasión, el garito estaba hasta arriba de siniestros y siniestras, que bailaban a lo loco un tema de Mago de Oz. Bueno, supongo que era de Mago de Oz: 1º porque era un tema de rock duro y 2º porque estaba cantado en español, así que até cabos y me dije mentalmente: “esto debe ser Mago de Oz, nena”.

-¡Dolly, tía, esto parece la final de OT!

Y tenía razón la Gigi, porque todo cristo, se sabía y cantaba el tema de Mago de Oz, menos dos marikas que no vestían de negro, ni apestaban a sobaco tibetano.

-Intentemos llegar a la barra, nena, no quiero quedarme a la entrada.
-¿Y eso por qué?
-¿No recuerdas que en el capítulo anterior ALGUIEN nos estaba siguiendo?
-¡HOLY MANOLIS! –dijo ella mega asustada.
-Cógete de mi cinturón y sígueme –y abrí la marcha entre la turba de siniestras rockeras, que seguro que nunca se bajaron de Internet el A Petarda Rockera No Me Ganas, que es ¡LO MÁS!

Avancé muy jodidamente, con Gigi adherida a mi espalda como si fuera el caparazón de una Tortuga Ninja, y al pasar junto a una columna de espejos, grité:

-¡Gigi, mira! –y ella miró hacia nuestros reflejos-. Aún con todo lo que nos ha pasado y sin pegar ojo en horas, ¡lucimos fantabulosas, neeenaaa!
-¡K Jeby, tía! ¡Es verdad!
-Pues sí, nena, sigamos avanzando hacia la barra. Creo que mi Aqva de Bvlgari está desconcertando a estas siniestras…

Y avanzamos, nos pisaron, nos metieron algún que otro codazo, distinguí 7 tipos de olor a sobaco diferentes (uno de ellos olía a polvos de talco o a cal viva), pero al final llegamos a la barra, donde una tía súper espectacular, vestida de cueros y de negro de arriba abajo, se inclinó sobre nosotros y nos regaló una de sus mejores sonrisas.

-¡Hola! -le grité-. ¡Dos ginebras con limón, nena! –y la chica fue a prepararlas, y yo me volví hacia Gigi, que seguía a mi lado, en una esquinita entre la barra y un pasillo con luces rojas en el techo-. ¡Anda, mira! ¡Lo nuestro es genético, nena! ¡Siempre terminamos en la puerta de los baños del bar!
-Mira, si nos entra el pánico entre tanta siniestra, podemos encerrarnos en una cabina y esperar a que llegue la policía a rescatarnos.
-Ssshhh, Gigi, no digas eso aquí.
-¿Y eso por qué, Dolly?
-Porque las jebiorras y los polis no se llevan bien, nena. Como esa relación que mantienen Sara Montiel y Marujita Díaz.
-Ah, ya, te entiendo.
-Catorce euros –me gritó una voz femenina a mi derecha.
-¡¿Catorce euros?! –repetí yo flipada, cuando la barman me entregaba las dos ginebras con limón.
-Catorce euros –repitió.
-Sí te he oído perfectamente
a la primera, nena, sólo es, que no me explico que cobrando las copas tan caras, ¡no os gastéis un poquito más en el sistema de ventilación del local, nena! -y le di las copas a Gigi-. Toma, nena –saqué la cartera, pagué, y esperé pacientemente a que me devolvieran el euro, cuando Gigi me dio un toque con la cadera, haciéndome mirar hacia la entrada del local.

Que dos marikas (super monas) entraran en un antro de siniestras con música de Mago de Oz, era una situación tan improbable, como que un meteorito se estrellara en Gran Vía 42 y mandara a tomar por culo a todos los niñatos de Los 40 Principiantes… pero que aparecieran tres marikas más, vestidas como en las secuencias eliminadas del DVD de Fiebre del Sábado Noche, ¡ya era una CATÁSTROFE DE PROPORCIONES INIMAGINABLES!

-¡Las Bossini, tía!
-¡K JEBY!
-Disimulemos… puede que no nos vean entre tanta gente.
-Nena –le recordé a Gigi-. ¡Pero si están todas vestidas de negro! Nos van a ver, ¡aunque esas putas fueran CIEGAS! –y volví la mirada hacia ellas, y nuestras miradas se encontraron, aunque separadas por metros y metros de siniestras pestilentes que bailaban y cantaban a ritmo de Mago de Oz.
-¡Plan B! ¡A los retretes, tía!
-No sé si tengo cuerpo e indumentaria para meterme en un retrete de jebis, nena, pero... ¡qué otra cosa podemos hacer!

Gigi tiró de mí y nos colamos por el pasillito de luces rojas que se dividía en tres. Una puerta sin nombre, y a los laterales dos, una con forma de paraguas con cabeza y otra con forma de polla.

-Supongo que las siniestras serán más limpias que los siniestros, tía –dijo Gigi, y nos metimos en el baño de las tías, que se ocultaba tras la señal de un paraguas con cabeza.
-Gigi, nena, como nos pillen, sabes que acabarán con nosotras y no nos reconocerán, ¡aunque se ocupe de unir y ensamblar nuestros cuerpos mutilados esa puta que inventó el Tetris!
-Shhh… -dijo Gigi.
-Se han metido por aquí –dijo la voz de Kiki al otro lado de la puerta.
-¡Sure, honey! –dijo Ec-Ham, que siempre habla en inglés, y sigo sin saber por qué carajos lo hace, pero la cuestión ¡es que lo hace!

Gigi y yo, nos colamos dentro de una de las cabinas del baño de las chicas siniestras, cerramos la puerta y haciendo equilibrios, nos subimos sobre la taza, que sí, estaba limpia y todo eso. Serán siniestras, ¡pero siniestras de las limpias!

-¿Dónde coño se habrán metido estas putas? –reconocimos la voz de Eun.
-¡En el baño de las tías! –dijo Kiki.
-I’m not going to enter an pussy bath! –protestó Ec-Ham.
-Pues te quedas aquí, vigilando la retaguardia –ordenó Kiki.

La puerta chirrió cuando entraron en los servicios, y la música se oyó más fuerte y luego volvió a silenciarse. Gigi y yo, que habíamos adoptado la Postura del Poto, o sea, estiradas pero sin movernos, afinamos los oídos, sin apartar la vista de la puerta de la cabina en la que nos habíamos metido.

Las Bossini, fueron comprobando las tres puertas restantes, en absoluto silencio, hasta que tocó la nuestra… esperó y volvió a empujar. En ese momento, todo se me vino encima. 1º porque sabía que no saldríamos con vida de allí, y 2º porque definitivamente ¡NO SALDRÍAMOS CON VIDA DE ALLÍ!

Aún con esa frase en mis neuronas, me quedé de piedra al ver cómo Gigi pulsaba el botón de la cisterna, y carraspeó como una barriobajera antes de estampar un lapo en la taza, entre el ruido de la cisterna, y el jolgorio gutural de flemas. Entonces creo que las Bossini se asustaron y salieron por piernas de allí, porque lo siguiente que oímos, ¡me recordó a una carrera de holandesas desnudas con zuecos de madera! Y luego un portazo.

-Nena, mira que has sido realmente asquerosa, pero ha funcionado –dije bajito-. ¡Ha funcionado, Gigi! ¡Gigi! ¿Te encuentras bien?
-Ay, tía, que se me han revuelto las tripas con tanto esfuerzo. Tengo ganas de gomitar.
-Pues ahora no, nena. ¡Ahora hemos de escapar de aquí! –dije bajándome de la taza.
-¡Pero, cómo! –dijo Gigi, mientras cogía un buen puñado de papel higiénico, y limpiaba la taza. Y es que la Gigi, aunque no lo parezca, es muy limpia.
-Nena, no lo sé, supongo que al vernos, habrán pensado que hemos rodeado el local y que hemos vuelto a la calle.
-¿Pero por qué nos siguen?
-¿Y yo qué coño sé, Gigi? ¡No me entiendo a mi misma, como para entender a los demás! ¿No te parece?
-Bueno, sí, también es verdad…
-Aunque ahora que lo pienso, salieron en el capítulo 9…
-Y este… -dijo Gigi mega horrorizada-, ¡este es el capítulo 19!
-¡Coño, qué casualidad! ¿No?
-¡Así que no volverán a salir hasta el capítulo 29! ¡Bien! –se alegró Gigi.
-Deja de fliparte sola, nena, que están ahí fuera, y no pienso estar encerrada en un baño de tías, de un local de siniestras durante ¡¡¡10 capítulos!!!
-Visto así…

Abrí la puerta y eché un vistazo.

-No hay moros en la costa… y chochos, tampoco –dije al salir, mirando en todas direcciones, por si había una salida de emergencia, aunque también es verdad, ¿quién está realmente tan loco, como para instalar una salida de emergencia en un baño de tías? ¿Cómo saldrían éstas, de haber un incendio? ¿Corriendo con las bragas en los tobillos? ¡BAH! Son siniestras, seguro que no llevan ni bragas.
-Dolly, mira –dijo Gigi.

El baño seguía hacia el fondo, doblando en forma de F, pero sin el palito pequeño. ¡Terreno sin explorar tras las cabinas! Nos cogimos de la mano y avanzamos doblando el recodo para encontrarnos con una puerta, que no parecía la de una cabina. Intenté abrirla, y estaba cerrada. ¡Mierda!

-Te digo que tienen que estar aquí dentro –oímos la voz de Kiki.
-That place STINK, guys! –protestó Ec-Ham.

Yo volví a mirar hacia la puerta que teníamos delante, y para nuestra sorpresa, y la vuestra que leéis esto, ¡¡¡estaba abierta de par en par!!!

Ayudando a Gigi a cruzar el umbral (vamos, que le metí tal empujón que salió disparada y sin frenos hacia la negritud más negra en la que jamás nos habíamos metido… que comparada con el cuarto oscuro del Lether, el segundo era una playa australiana a las 12 del medio día), me colé al otro lado y cerré la puerta.

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