martes, enero 23, 2007

~20~ 3ª Temporada

En el capítulo anterior...

Atrapadas en un bar de jeby, donde la clientela no paraba de cantar una canción de Mago de Oz, huimos a los retretes de las nenas, para escapar del acoso al que Las Bossini nos tenían sometidas (yo es que me “emparanoyo” con cualquier cosa), proseguimos nuestra investigación al atravesar una puerta secreta del 0DAY. Y sí, las Bossini seguían pisándonos los talones, y nosotras estábamos realmente asustadas. Bueno, yo la que más, porque para eso soy la prota.

-DONT PANIC, Gigi –dije bajito, tanteando con mucho cuidado la pared con una mano, sin dejar de andar por aquel corredor 100% oscuro, y que olía a nevera olvidada.
-Pero si yo no estoy asustada, tía.
-¿Ah, no? ¡Pues deberías estarlo, nena! ¡Ni Dior sabe dónde coño nos hemos metido!
-Pero… no es normal que un bar de jebys tenga una puerta secreta, tía.
-No, nena, no es normal… lo cual me lleva a pensar, que estamos sobre la pista correcta.
-Tía, estamos en un puto pasillo oscurísimo. Esto no es para llamarlo pista correcta ¡Ay!
-¿Qué ha pasado, nena?
-Me ha caído una gota de agua en la cabeza.
-Mira para atrás y dime si ves algo, nena…
-Se ve lo mismo que si miro pa’lante, tía: nada.
-Y yo sin mi Zen, nena.
-Sí, tía, por lo menos nos podríamos iluminar un poco.
-¿Iluminar? Yo lo decía para ponerme el score de The Relic de John Debney, que le pega a este sitio una barbaridad, nena.
-¿Y por qué no utilizas la pantalla de tu nuevo móvil para que veamos algo?

Me detuve y me volví hacia Gigi, que imaginé que estaba allí, pero a la que no podía ver.

-¿Te crees que voy a sacar mi recién comprado móvil, para traérmelo a un antro de satanistas, nena?
-¡No me digas que no has traído el móvil, tía!
-Pues no. Porque supongo que tú has traído el tuyo, ¿no?
-¿Yo?
-¡No me jodas, nena! ¡No me vengas a decir ahora que estamos en PELIGRO y que ninguna de las dos tenemos un jodido móvil!
-Pues…
-¡Genial! ¡Fantabuloso! ¡INCREIBLE!
-¡Pero tú tampoco has traído el tuyo, Dolly!
-¡Nos ha jodido, nena! ¡¡¡PORQUE ES NUEVO, GIGI!!! –y me volví y seguí avanzando, con la manita de Gigi en mi hombro para que no se perdiera-. Nena, creo que deberíamos coordinarnos más… no se puede salir de aventuras terroríficas sin el móvil. ¿Te imaginas Scream sin teléfono? ¡Sería una mierda de película, nena! Seguro que ni habrían hecho una secuela.
-Pues claro que no… ¿cómo las amenazaría el asesino entonces? ¿Con POSIS?
-Post-it, nena: ¡Post-It!
-¿Ves algo ya?
-No, nena, y no empieces con el “¿Cuándo llegamos?” o el "¿falta mucho?", porque no sé si este corredor llega a algún lado, nena.

Nuestras pisadas comenzaron a sonar de forma diferente. Al principio el suelo era como de cemento, con algo de arena y claro, crepitábamos como los “petazetas” de tamaño marifamiliar, pero ahora había agua en el suelo, y el “chef-chof” que emitíamos al andar, me hizo imaginar que cientos de compresas usadas nos servían de alfombra roja.

-¡Tía qué asco! –chilló Gigi.
-¿El qué, nena?
-¡Lo de las compresas, tía!
-A ver, Gigi, lo estaba pensando, y tú no tienes dones de telépata, nena.
-Claro que no, tía, pero es que lo estoy leyendo en el blog, tía.
-¿No habíamos quedado en que te leerías el capítulo cuando lo terminase, nena?
-Sí, pero es que me aburría, este sitio es tan deprimente y tan lleno de oscuridad…
-Ya sé. Remedio ideal para que se nos pase el miedo, nena: imaginemos que llegamos a un bar…
-¿A cual?
-¡Da igual! Un bar, nena, y llegamos cuando abren, ¿vale? Y no hay nadie, y nos da por entrar al cuarto oscuro…
-Y no hay nadie.
-Eso es…
-Y además, no ha pasado el mocho la señora de la limpieza.
-Eeeeso es… Gigi
-Y es invierno, y no funciona la calefacción.
-Eeeeeeeeeso es…
-Dolly.
-Dime, nena.
-¿Qué coño hacemos tú y yo en un bar que acaba de abrir, metidas en un cuarto oscuro sin gente, que apesta a “noséquécoñoapesta” y donde hace un frío que pela, tía?
-Gigi: ¡YA! ¡VALE, YA! ¡Ni las putas de Milenio Tres tienen respuestas para ésto! –y me paré, y Gigi se tropezó empujándome hacia delante-. ¿Lo oyes?
-Sólo mis latidos, tía.
-Atiende… -y afiné el oído-. ¿Lo has oído ahora?
-¿Qué debería oír, tía?
-Pues una especie de emes, pero muy lejito.
-¿Una especie de Mmmm Mmmmm?
-Algo así.
-¿Y quién se estará comiendo una polla en este espantoso lugar?
-¡Gigi! ¡Suena como si fuera alguien amordazado que pide ayuda, nena!
-Eso, tía, tú, ponlo más bonito. ¡Ya no me gustaba este sitio antes de que dijeras lo de alguien “amoratao”, y ahora me gusta mucho menos, tía.
-Amordazado, Gigi; aquí debajo hay alguien más. Alguien con una mordaza en la boca, y seguramente, atado de pies y manos.
-Sin contar a dos marikas cagaditas de miedo.
-Sígueme, nena.
-¡Qué remedio, tía!

Continuamos avanzando y avanzando. Los pies comenzaban a congelárseme, y el agua que pisaba en el suelo, tendría por lo menos una altura considerable, porque se me estaban mojando los bajos del pantalón, pero yo estaba súper decidida a encontrar a quien fuera que emitía esas fantasmagóricas “emes”, hasta que vimos el teletransporte de Star Trek.

-¡Nena, un teletransporte! –grité y corrí hacia la luz que caía desde arriba, formando líneas en el suelo mojado, que parecía un mini-río.

Tras una apresurada carrera hacia la luz, descubrimos que se trataba de una salida vertical hacia el exterior. Una chimenea cilíndrica y altísima, con un enrejado que dejaba entrar los primeros rayos de sol de un nuevo día… ¡¡¡y nosotras estábamos a más de Dos Metros bajo Tierra! ¿Qué digo dos metros? ¡¡¡VEINTE METROS!!! Por lo menos, que como ya sabréis después de las Dos Temporadas anteriores, ¡Dolly Partos es muy buena con las matemáticas!

-¿Cuándo hemos bajado al Centro de la Tierra, nena?
-¡Yo sentí un poco de pendiente, pero no tanta, tía! ¡Estamos súper enterradas! ¡Y no hay escaleras para subir por ahí, Dolly!

Comencé a agobiarme. No es que sea una claustrofóbica oficial, pero al saber que estaba a muchos metros bajo tierra, ¡coño, nenas! ¡¡¡Eso acojona a cualquiera!!!, seas claustrofóbica, militante del PSOE, del PP, o del movimiento ¡¡¡"Queremos que María Teresa Campos Vuelva a la Televisión", neeenaaas!!!!

-Gigi, no podemos ponernos nerviosas, porque los nervios siempre influyen a la hora de decidir qué hacer.
-Y también a la hora de pintarte la raya del ojo, tía; Sandra, cuando la dejó el novio, estaba súper hecha polvo, tía, y decidió salir de copas, ya sabes, para vengarse, y claro, se fue a pintar la raya del ojo, y con los nervios...
-¡GIGI! ¡Me importa un carajo la Sandra esa y si se sacó el ojo de la cara o no! Lo que quiero es salir de aquí de una puñete… -y me quedé mirando lo que apareció tras Gigi.
-¿…tera vez, Dolly?

Como sabía que me tomaría mucho tiempo hacerle entender a Gigi lo que estaba viendo tras ella, la cogí de los hombros y la obligué a girarse; lejos, muy lejos de nosotras, pero lejos de cojones y como fantasmas diminutos, se movían muy, pero que muy lejos, tres lucecitas de colores azules y una de color naranja.

-Tranquila, Dolly –dijo Gigi bajito y súper llena de confianza-. Un ONVI no cabe en este corredor.
-¡A la mierda el ONVI, neeenaaa! –chillé cogiéndola de la mano y emprendí la carrera en dirección opuesta, dejando atrás las luces de aquella salida de ventilación a la calle.

Corrimos y corrimos, sintiendo cómo con cada paso, la pendiente hacia abajo nos atraía al mismísimo centro de la tierra (la gravedad, supongo y porque corríamos muy inclinadas hacia adelante para no darnos con el techo). Tras dos o tres largos minutos de carreras, vimos una luz muy lejana. Una luz ámbar que iba cobrando fuerza y volumen, pero que no era un nuevo champú, no nenas, no era un champú, sino una luz, y nuestras pisadas sobre el agua fueron adquiriendo eco y profundidad. Sonaban eléctricas, y el eco hacía unos extraños efectos sonoros, como de interior de caverna, aunque sabíamos que aquello no era una caverna.

Sentí los dedos de Gigi apretando los míos con fuerza, cuando abandonamos el jodido y eterno corredor, llegando a una enorme sala (lo intuí por el eco, no porque pudiera ver un carajo allí dentro), con gruesas columnas de piedra, como pilares, que subían hacia la oscuridad que había sobre nuestras cabezas.

Jadeando y sin respiración, aterrada, congelada ¡Y SIN MÓVIL!, le dije a Gigi:

-Como menciones al Ken Follet, te casco, nena.
-Dolly, dónde coño nos hemos metido…

No lo preguntó, ni tampoco lo dijo en plan flipada, como cuando entramos a El Paso, y está petado de osas, sino que lo dijo completamente asustadita, como yo.

Metros y metros, de lo que parecía el salón de un gigante, con pilares cilíndricos que ascendían hasta desaparecer dentro de la oscuridad del techo, una bóveda que intuí que existiría… en la que seguramente, colgarían murciélagos. Eso no lo intuí, sino que me lo imaginé, porque tengo mucha imaginación, y cuando estoy asustada, ¡MÁS!… y abajo, en el centro de la enorme sala, alguien había colocado una especie de trípode negro, con una palangana metálica, donde ardían unas llamas, al pié de la cual, alguien desnudo y atado desde el cuello a los tobillos, intentaba escapar coleando como un gusano sobre el suelo arenoso y polvoriento de aquel extrañísimo lugar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy tu perrito librepensador
y te echo de me e e e nos.

Love and Kisses.

Frank Palacios dijo...

Ay, nena, desde que oí ayer esa canción en tu blog, se me ha pegado más que los A Petarda ¡No Me Ganas! (discografía completa que deberías bajarte, nena) y todas sus permutaciones, porque también está el A Petarda Rockera ¡No Me Ganas!.

¡Bienvenida, pasaelmocho!

Como verás, ya te he puesto en Los Links de Dolly Partos, que no te creas, pero esa Guía de direcciones y la Guía Michelín, van a pares, nena.

Lo más de LO MÁS, neeenaa!