sábado, octubre 15, 2005

~16~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Empecé buscando a mi amiga Sayuri, y ahora estaba con su novio, llamado Ernesto, y tenía que fingir que era mi pareja ante las arpías de mis amigas. ¿A que parece fácil, verdad? ¡Pues y una mierda, nenas! ¡ES UNA PESADILLA!

Al otro día me desperté antes que él (Ernesto, rebautizado por mí como Bruno), y como sé que no soy persona si no me he metido media cafetera y pasado por el teletransportador de Star Trek (mi fantástica ducha, que suelta agua caliente dos veces al año), decidí despejarme a lo bestia, y me puse el Matinee Group Compilation Summer 05, ¡que despierta hasta a las marikas de Australia!

Tendría que hacer todo lo que fuera, para no imaginarme que Bruno tenía todos los ingredientes de ser MI HOMBRE PERFECTO, y no me afectaran, claro, porque no era mío, sino de Sayuri, y además era policía, y yo estaba demasiado salida para tener bien caros esos dos puntos de la ecuación, aunque, no por ello (oye), me puse un poco mona… o sea, ir como de casual, medio despeinada, pero sin parecer una energúmena de esas, que siempre las pillan desprevenidas el reto de Colón, y mis calzoncillos tipo boxer de Springfield.

Con el Runaway sonando a todo trapo, pasé de forma casual por la puerta de la habitación de invitados, antes santuario de Dolly Parton, a ver si Bruno (le llamaré así de ahora en adelante) seguía durmiendo o no. Y lo estaba. Dormía. ¡MONÍSIMO el muy cabrón!, boca a bajo, dándome la espalda y con unos boxer de tipo militar, también conocidos como NENA VOY QUE ROMPO. Me mordí el labio, de la envidia cochina que sentí por mi amiga Sayuri, y me fui directa a la cocinar a preparar el café, con un toque de canela que me encanta, y que como afrodisíaco (si lo probáis en casa, que sé que me seguís los pasos, so copionas), no sirve de nada, pero te deja la cocina oliendo a canela y café que es una delicia, y busqué algo de zumo en la nevera, cuando…

-Buenos días… -me dijo Bruno desde la jamba de la puerta.

Estaba demasiado dormido, frotándose los ojos y medio despeinado, y claro, no se enteró de lo que tenía medio metro más abajo. ¡DIOS MÍO! Intentaba no mirar, pero coño, que se me iban los ojos, nenas. Y él seguía frotándose los ojos, y yo mirándole el paquete, flipada de la muerte como si esperara a que el boxer reventara y aquel miembro-pértiga erecta me diera un guantazo en plena cara.

-¡BUENOS DÍAS! –dije y respiré para adentro, a ver si así, me calmaba.
-¿Puedo pasar a la ducha o vas a ir tú?
-Ehhh –y le miré a los ojos justo en el momento en que dejó de frotárselos-. No, ve tú primero, yo esperaré a que salga el café, que ya estoy escarmentada la otra vez que tuve que desincrustar la cafetera del techo, porque me llamó Gigi y nos enrollamos a hablar de… ¡ve tú, ve…!

Bruno sonrió y se fue, y yo me doblé hasta que casi toqué el suelo con la frente sin flexionar las rodillas. Tremendo, porque luego me crujió la espalda como un saco de nueces de California y casi ni lo cuento. Vi estrellitas y todo, como en los vídeos de la Jennifer López; es superior a mí. No puedo. No puedo ¡aguantarme, coño! ¡No puedo vivir con este ADONIS! Soy humana, tengo sentimientos y ¡MIERDA! ¡Que me quemo con la jodida cafetera!

Apagué la vitro mientras el café y la canela gorjeaban dentro (como mis tripas ante lo que estaba pasando en mi casa) y tuvo que salir la puta que llevaba dentro. Sí, nenas. Salió y de qué forma. Corrí al armario empotrado (que si mi armario hablara, se iba a cagar la perra con las 1000 y una guarrerías dentro del armario que he hecho, porque no es un armario, hay que aclararlo, ¡es casi un vestidor del sexo!), cogí unas toallas y entré en el baño, intentando ser normal, cosa imposible, pero lo intenté, que la intención es la que cuenta, ¿no?

-Te he traído una toalla –le dije en alto, porque él estaba friega que te friega esa cuerpo diez, untado en espuma, y que gracias a las puertas de metacrilato de mi ducha, no se veía una mierda ni con el telescopio hubble.
-¿Qué? -dijo bajo el agua.
-Una toalla. Que te dejo aquí una toalla.

Entonces cortó el agua, abrió la puerta y virgen santa… la espuma aún le calía desde la cabeza, a los hombros, el pecho y seguía hacia abajo, como mis pupilas, cuando me cogió con una de sus enormes manos y me metió dentro de la ducha, procurando cerrar la puerta antes de volver a abrir el agua y empaparnos en medio del deseo más animal.

Esto hubiera estado de coña, si no fuera porque ni soy Corín Tellado, ni nos devoramos bajo el agua, ni cerró la puerta de la ducha, ni me metió dentro, ¡ni NA!… aunque sí me sonrió, porque supo perfectamente qué había pasado por mi cabeza en esos minutos, que le estuve mirando de arriba abajo.

-Sé que es difícil para ti, Dolly –me dijo cuando yo estaba roja como un tomate cherry.
-No, nene, ni te lo imaginas. Estoy peor que una puta diabética en la pastelería de San Honofre. O sea, jodida hasta las trancas y con un neón que me aparece delante de las narices, recordándome el VER PERO NO TOCAR.
-Lo siento.
-Por favor, no te me pongas tierno, que me revienta más. Te dejo una toalla –y salí de allí, intentando no sentir ni padecer, aunque no dejé de volverle a ver ese pedazo rabo de quitar el hipo, nenas… y cerré la puerta, para después darme unos cabezazos contra la jamba (pero sin meter mucho ruido ni dejarme marcas).

Volví a la cocina a punto de echarme a llorar, y me puse en modo niña robot, preparando un desayuno para dos, con galletas con pasas y demás marikonadas, intentando imaginar cómo sería mi día con el guardaespaldas y su rabo. Digo, con Bruno. ¿Me acompañaría al vídeo club? Tendría que hacerlo, digo yo, si queríamos pillar a quien secuestrara marikas en Madrid.

Cuando estaba sacando las cucharillas para el café con leche, Bruno entró en la cocina, vestido únicamente con la toalla que le había dado minutos antes, alrededor de la cintura (muy en plan sauna, pero de héteros), y me cogió por encima de los codos. Yo que llevaba unos cuantos minutos en mi función de niña robot, pensé que estaba comprobando si tenía bíceps o cualquier tontería, cuando se acercó más y me besó.

Y ahora no estaba delirando, ni nada por el estilo, nenas. Fue uno de esos besos… digamos, normales. Un poco de juego y poco más... pero sentí cómo su piel emanaba un calor casi radiactivo, y su presión sobre mí aumentó, hasta que choqué de espaldas contra la pared; terminó el beso, me miró, como si esperara que me fuera a salir un ojo más de la cara, o algo así (porque es que estábamos muy cerca el uno del otro, y nuestros alientos se fundían), y me volvió a besar, y esta vez, apagué el piloto de la niña robot y me entregué al deseo cuando… ¡¡¡Sonó el puto teléfono!!!

Nenas... o una gitana me había mirado mal, ¡o descolgaría el teléfono y me iba a cagar en todo lo que se mueve!; salí hecha una hidra de la cocina, y eso que la toalla de Bruno había caído al suelo, y yo había comprobado que estaba dotado para cualquier cosa que se propusiera hacer en esta vida, ¡y en mi cama también!

-¡Diga! –escupí al aparato al descolgar.
-¿Dolly? –dijo una voz que por culpa de los lloros, no reconocí al principio.
-¿Gigi? –y me puse una mano en la cintura-. ¿Te puedes imaginar lo que acabas de fastidiar, tía?
-¡Dolly, calla y escucha!
-¿Qué?
-Hola, Dolly… -dijo por el teléfono una voz masculina y áspera. La misma voz que había oído en el vídeo club, preguntando por mí. ¡La voz del rubio cachas! -¿Sorprendida?

A mí se me cortó la respiración, el pulso y la erección de caballo que tenía en ese momento, se fue a tomar por saco, cuando los ojos se me llenaron de lágrimas.

-¡Quién eres!
-Pronto lo sabrás –dijo súper amenazante, mientras oía cómo Gigi chillaba desde el fondo-. ¡¡¡Dolly, tiene un frasquito!!! –y la llamada se cortó de sopetón.
-Oh, dios mío… -y busqué dónde sentarme, porque estaba temblando como una gelatina.
-¿Qué ocurre? ¿Dolly? ¿Estás bien? –no paraba de preguntarme Bruno, que había vuelto a ponerse la toalla a la cintura.
-¡Es Gigi! ¡¡¡Tiene a Gigi!!! –chillé y me abracé a Bruno, antes de ponerme a llorar como una histérica.

4 comentarios:

Hidroboy dijo...

¡¡¡¡NENAAAAAAAAAAAA!!!!!

QUEREMOS FOTO DE BRUNO.

Ah sí, la Gigi también nos preocupa. ¡Esto está más liado que Motivos personales! ¡Eres Dolly Bosch!

Frank Palacios dijo...

Yo no quiero una foto de él, nena, ¡¡¡LE QUIERO A ÉL!!!

Es como la Insoportable Levedad del QUERER Y NO PODER!!!!

Frank Palacios dijo...

Yo soy como el arroz, nena...
Todo lo que me ponga de acompañamiento me sienta de escándalo!

Anónimo dijo...

Dolly,
tengo los ojos legañosos de no parpadear. No puedo parar de leerte.
Hacia mucho tiempo que no le sacaba tanto partido a la ADSL...
Dinos la verdad, eres guionista de Globomedia, te rechazaron el borrador de Motivos Personales y optaste por internet para mostrar tu talento...

Me voy a servir otro café con canela...