jueves, octubre 27, 2005

~20~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Casi me matan por buscarla... y ahora me tropezaba con Sayuri, como quien no quiere la cosa, ¡de compras en Springfield! ¡Es que se cuenta y no se cree, nenas! ¡Ni hasta las cejas de LSD! Sí, Sayuri tendría que explicarme muchas cosas, aunque estuviéramos en el Spingfield, entre jóvenes que se cambiaban de ropa en los probadores.

-¡¿Se puede saber dónde estabas metida, tía?!
-¿Perdón? –me respondió la hijadelagranputa, sorprendida y despistada.
-¿Qué? ¡Ni perdón, ni Evita Perón! ¿Pero tú sabes lo loca que has puesto a media Chueca buscándote? ¡Estamos todas desesperate por tu culpa!: En chueca, en Chile, México, Argentina, en Venezuela, en Italia, en Estonia, en Alemania, en la Gran Bretaña… y hasta dos marikas de las antípodas, que no quiero imaginar cómo han llegado hasta aquí, se han leído este BLOG, NENA! ¡Y están preocupadísimas! ¿Dónde has estado metida, cacho pendón?
-¿Cómo? –volvió a preguntarme más confusa todavía.
-¡A ver si me he vuelto loca yo por los golpes que me he dado, al ir en tu busca! ¡Mira pa arriba! –y la Sayuri, como estaba desprevenida y confusa, hizo caso y miró al techo, y yo le vi ese lunar tan guay que tiene debajo de la barbilla-. ¡No, no estoy loca! ¡Tú eres Sayuri!
-No sé de qué me está hablando –dijo retrocediendo un paso, y yo puse una expresión de O, y no pude articular palabra de lo requeteshockeada que estaba.
-¿Dolly, qué ocurre? –preguntó la Paki, que entró en el probador en ese instante.
-Coño, que he estado buscándola como una demente, y ahora me la encuentro aquí, tan fresca y de compras –y vi lo que tenía en la mano: camisas ultraceñidas de tía, la que se ponía ella- ¡Ajaaaaaa! ¡A mi no me engañas wappa! Aunque vayas de “fisna” y pongas voz de hipervitaminada. ¡Tú-e-res-Sa-yu-ri!
-¿Qué ocurre cariño? –preguntó una rubia mega espectacular cuando salía del probador, con una camisa súper ajustada y la etiqueta aún colgando del canalillo.
-¿Ca-Qué? –chillé-. ¿Cariño? ¿Tú y esta tía? ¿Ca-ca-cariño?
-¿Quién es, cariño? –siguió hablando la rubia a Sayuri-. ¿Le conoces?
-¿Yo? –respondió la Sayuri súper flipada, aunque muy convincente. Estaba flipada de verdad-. ¡No le conozco de nada! Se ha puesto a chillar… ¡como una loca! Y a llamarme algo.
-¡Me va a dar algo! ¡Se me van a disparar los triglicéridos, neeeenaaaaa! –y me di un buen guantazo, por si aquello era un momento de paranoia y yo aún estaba en el probador, pero no. Al abrir los ojos seguía allí, con Sayuri mirándome como a una loca sin medicar, y con la rubia de tetas gravitatorias, más flipada aún.
-Dolly, tranquilízate –salió en mi ayuda la Paki, que no conoce a Sayuri en persona, pero si de oídas, y se giró hacia la Sayuri-. Perdone, pero es que ha tenido un accidente con una aspiradora y está medio pallá.
-¡¡¡A la aspiradora no la metas en esto!!! –dije súper roja de los nervios-. Me estoy volviendo loca, me estoy volviendo loca y me van a encerrar, y entonces jamás de los jamases podré ir a ver a Dolly Parton en Directo, ¡¡¡porque estaré encerrada en un psiquiátrico de locas!!!
-¿Ocurre algo? –dijo uno de los dependientes de Springfield que acababa de entrar a los probadores.
-¿No queda nadie más ahí fuera? –dije fuera de mí-. ¡Vamos! ¡Llame a más gente para que se venga a vivir esta experiencia en grupo! -y me dió por ponerme a cantar la canción de "hay una carta para tí".
-¿Eh? –dijo el dependiente, un chico mono, pero con una alopecia galopante.
-Dolly, tranquilízate –dijo la Paki.
-Vámonos, cariño. Me llevaré la camisa puesta –dijo la rubia, que se giró, sus tetas gravitatorias también, y se llevó a Sayuri del brazo.
-Sí, salgamos de aquí cuanto antes –dijo la Sayuri, y después dijo en voz baja a la rubia-. Te dije que deberíamos ir Al Corte Inglés, que esta calle está llena de gentuza y locazas.
-¿¿¿QUÉ??? -chillé, porque tengo un oído finísimo y claro, oí aquel comentario.
-¡Dolly, tía! –dijo la Paki súper asustada-. ¡Tienes mirada de Lunnie! ¡Se te van a salir los ojos! ¿Qué es lo que ocurre, tía?
-Me falta aire, me va a dar algo aquí mismo… ¿pero tú te lo puedes creer?

Los clientes y clientas del Springfield, seguían en los probadores acojonadas por lo que estaban oyendo. No se tembló ni una cortina (aunque bien sabía que estaban dentro de los probadores), y por allí no se oyó respirar ni a Dios; un poco teatral, he de decirlo, busqué el taburete del probador en el que me había metido, y me senté en él.

-Dolly –dijo Paki más suave-. ¿Me vas a contar qué está pasando? ¿Por qué le has gritado a ese tipo?
-Nena, estoy muerta y esto es el purgatorio gay... o no sé qué decirte, ¡porque hace la pera que no me drogo y sé lo que acabo de ver! ¿Vale? ¡E-ra-Sa-yu-ri! ¿VALE? Con ese chocho que le llamaba ca-ri-ño, pero era ELLA.
-Vale, pero relájate.
-Sí, ve a una farmacia y cómprame dos cajas de orfidal, a ver si se me pasa -y alguien, desde un probador, soltó una carcajada malvadísima-. Mejor que sean tres cajas –y chillé hacia el probador del que había salido la carcajada malvada-. Porque por lo que oigo… ¡no soy la única loca a la que le hace falta un orfidal en venaaaaaaaaa!

Sin armar escándalo, y pagando antes lo que habíamos elegido, porque una cosa es pasar por este SHOCK, y otra muy diferente, ir de compras y no comprar NADA, salimos del Spingfield a que me diera el aire, me relajara y demás; la Paki estuvo súper asustada con el “incidente Springfield”, y como buena amiga, me preguntó si me encontraba bien, como unas 7.750 veces, hasta que le chillé "ya vale , nena", y por fin cambió de disco rayado y dijo en tono solemne.

-Hace tiempo que no has follado, a que sí.
-Ya no sé la diferencia que hay entre un prepucio y un glande, nena.
-¡Eso suena terrible!
-¡A mí me lo vas a decir! Esta situación me supera… ¿te puedes creer cómo me ha tratado la Sayuri? ¿Y quién era la rubia esa de las tetas gravitatorias? ¿Y por qué hablaba la Sayuri así?
-¿Así?
-Sí, nena, así: como una megamacha ¡Y tratándome de usted! ¡No soy tan vieja para que me traten de usted, y en todo caso más que el usted, debería emplear el SEÑORA! Pero nunca el usted.
-Dolly, necesitas una copa.
-Eso, una copa y el barrilito que lleva colgado al cuello un san bernardo. Vamos a buscar un chucho de esos en la Sierra, y volvámonos dos borrachas. ¡Viva el Alpinismo y los san bernardos!
-Dolly. Para. ¿Quieres parar?
-No, si yo paro, pero estamos en un paso de peatones.
-Mírame.
-No intentes hipnotizarme, porque ya es lo que me faltaba. Que me hipnoticen o tener ladillas y sin follar con nadie en semanas.
-No digas cochinadas, tú no tienes ladillas.
-Menos mal, ya me quedo más tranquila, pero necesito esa copa.
-Todo esto debe tener una explicación.
-Ajá…
-Y la vamos a encontrar.
-¿Tú ayudándome? –y me puse a andar porque unos pesados en sus coches, comenzaron a hacer sonar los claxons-. La última vez que te pedí ayuda, desapareciste del IKEA porque habías ligado con un chulazo, y yo me pegué dos horas buscándote por el jodido establecimiento, sube escalera, baja escalera…

Como dos completas desconocidas, nos fuimos a un bareto de Chueca, con terracita, sin decir palabra, aunque yo iba canturreando algunos oldies de Dolly Paton para intentar relajar los nervios y pensar en otra cosa, que no fuera aquella terrible experiencia. Definitivamente, debería cambiar el Springfield por el H&M durante una larga temporada.

Paki, que está muy puesta en todo y es más eficiente que un predictor, pidió dos copazos de güisqui (que sin nada en el estómago me sentaría como sangre de Alien 8), y varios platitos de cosas para picar. Como todas sabemos, el alcohol sirve para algo más que curar las pupas... y yo me puse a rajar como si tuviera dos bocas y cuatro manos. Un monólogo a “la italiana”, por hacer tantos aspavientos, que la Paki se tragó de pe a pa. ¿Era mi amiga, no? ¡Pues que me aguante!

-Bueno. Dime algo. –la espeté 25 minutos después de soltarle toda la historia.
-¿Y no estás tomando drogas, no?
-Un porro, como siempre, viendo Los Oscars, ¡hace meses!
-¿Y ese rubio cachas?
-¿La muerta? Pues ni idea; pero después de estampar le cráneo en la portería, desapareció y yo debería estar en casa, vigilada y no de compras.
-Entonces tienes que hacer lo siguiente –y me dio su móvil-. Llama al Bruno ese.
-¿A Bruno? Pero si te acabo de decir que está súper bueno, pero que como guardaespaldas es muy flojito. ¡Le tuve que salvar yo la vida, nena!
-Si no digo que venga a hacer de guarda espaldas, tía, es para ver lo bueno que está, ¡tonta!
-¡Anda, le salió el instinto animal a la guanche! –y le devolví el móvil-. Para eso no hace falta llamarlo, porque lo tengo en casa. Vamos a pagar y nos vamos.
-Pues va a ser que no, porque he de volver a la oficina, pero a las siete me paso por tu casa.
-Ah, vale, pero ahora no me seas puta, y me acompañas hasta el portal.
-¿A plena luz del día?
-¡Nena, que lo de Sayuri ha sido a plena luz del día! Esto no es como las pelis de vampiros, o de hombres lobo, que salen por la noche. Esto es real, y pasa cuando menos te lo esperas. De noche, de día, o cuando estás en el retrete leyendo El Mueble.
-Está bien, está bien...
-Y de paso te subes a ver lo buenorro que está el Bruno.
-Buenorro, ¿cómo el Felipe-lipe?
-¿El tartaja ese tan cool? Mejor que eso. Y aunque dice que no frecuenta el ambiente, lleva interior muy súper gay.
-¡No me digas!
-Lo que oyes. Fijo que se la compra en XXX.

Cuando pagamos el almuerzo, pudimos oír cómo nuestras retinas de desprendían como velcros del culo del camarero, que estaba de toma pan y moja, mona; parecía un poco retrasado, porque no paraba de sonreír, y seguramente hasta intentó ligarnos a uno de los dos, cuando nos invitó a unos chupitos, creí yo, ilusa de mí, porque, cuando recogí mis bolsas del Spingfield, vi entre la gente de la barra del bar al RUBIO.

Flipada como si me hubiera caído la MIR encima, volví a mirar y nada. Habían allí dos rubios, pero ninguno de ellos era mí rubio: la muerta, como había empezado a llamarla. Sí, vale, sentí terror, y me flaqueaban los tobillos.... pero no fue terror porque apareciera la rubia muerta y me diera dos yoyas, no... sentí terror porque en aquel instante comencé a temer por mi cordura… ¡A ver si me iba a volver loca de verdad! ¡Encima!

Me callé en plan puta para no alarmar a la Paki y utilizando mi tercer ojo, y no me refiero al del culo… nos fuimos a casa sin dejar de mirar hacia atrás, por si aparecía el rubio de verdad. Si lo hacía, por lo menos que me pillara con mis cinco sentidos disparados en plan Tormenta de los X-Men, para salir volando de allí; una vez entramos en el portal de mi casa, cerré con llave. No quería darle la oportunidad de que llamara al telefonillo y nos pillara en las escaleras como había hecho yo misma esa mañana. No, nenas, a mi no me van las secuelas, aunque que conste que me las trago todas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

uish que putah la Sayuri desmemoriada perdida la tia!!!

yo le quitaba el novio, así recuperaba la memoria la cacho warra!!

muacks

Hidroboy dijo...

Vaya panda de marikas malas que estáis hechas. La Dolly agobiada por que la persigue un maromo rubio, la Sayuri con la memoria borrada... o peor ¡con un clon! ¡HETERO!
¡¡Y vosotras sólo pensáis en que la Dolly se folle al bruno!

¡Malas pécoras!

Hidroboy.

P.D.: Dolly, usa preservativo, que la policía se mete en sitios muy chungos tía.

Frank Palacios dijo...

P.D.: Dolly, usa preservativo, que la policía se mete en sitios muy chungos tía.

No te precupes, nena, que yo con el preservativo, soy como Batman... FOREVER!

Usuario anónimo: con el Capítulo 21 (to night), verás que cuando las cosas se ponen chungas, no hay tiempo para polvos, ni mamadillas rapidillas, ¡aunque bien que me gustaría a mí!

veu en off: No te preocupes, nena, yo soy como las putas vocacionales, que lo hago por gusto. Invierte ese dinero en una camiseta que te marque pezones para Halloween, y luego di que vas disfrazada de paragüero, o de radio, y que giren el pezón derecho para encender y apagar... tus amigas te lo agradecerán.

Hidroboy: tú me entiendes, porque como a mí, te gustan las cosas caras aunque luego se escacharren.

Esta noche más.
Kisses en las narices a todas!
COTILLAS!