jueves, octubre 20, 2005

~18~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Por muy cabeza de chorlito que fuera Gigi, no podía dejar que el mismo lunático que había secuestrado a Sayuri, la secuestrara a ella. Así que ni novio postizo y yo, fuimos en su rescate… sin saber que ese día, ¡alguien iba a morir!

En un caso normal y con lo cagueta que era (soy, era, soy, era, soy... pero que ya no soy después de esto), hubiera salido por piernas con los zapatos de tacón en la mano, corriendo hacia la calle donde estaría a salvo, pero no lo hice por dos razones de peso.

1º Porque Gigi era mi mejor amiga y porque las dos estábamos metidas hasta las cejas en este follón, aunque no olvidemos que fue ella quien me llamó cuando desapareció Sayuri, así que en realidad fue ella la que me metió en este lío, y porque además tenía un CD que le había prestado, de Dolly Parton y que no me había devuelto desde hacía semanas. Como dice un dicho francés: “no se presta el bolígrafo, ni las llaves del coche, ni a la mujer”, claro que yo no tenía ninguna de esas tres cosas para prestarle a Gigi, así que me tuve que conformarme con prestarle el CD de Dolly Parton y…

2º Tenía un novio postizo que estaba súper cañón, que me había puesto más tieso que los gallos de las veletas de las granjas americanas, y que encima no lo había catado nada de nada. Y mira que el niño se había puesto tontorrón unas cuantas veces (la mayoría, son saberlo), pero no era el momento indicado para saltar sobre él a lo Charo Stone en Instinto Básico. Así que, tal y como lo veía, con toda esa tensión sexual acumulada a punto de hacerme estallar las pelotas, ¡tampoco podía dejar a Bruno a su suerte, en manos de aquel rubio cachas secuestra marikas!

Me cogí del pasamanos de la escalera y corrí hacia arriba en plan “apartarse viejas, que yo seré la primera que llegue a las rebajas de Enero”, cuando al doblar en el descansillo del segundo me vi cara a cara con aquel que quería hacerme daño, y de paso, a las dos personas que más me importaban ese día: Gigi y Bruno.

Claro que... quien le vio primero fui yo, no él, que corría como un descerebrado contra mí hasta tal punto que me arrolló y caímos los dos al suelo. Él sobre mí, cortándome la respiración, porque estaría muy cachas y buenorro (no lo discuto), pero los esteroides pesan, toda aquella musculatura de Geyperman pesa, y él pesaba como el culo de la madre Dumbo. No me fijé si iba armado o no, pero nuestras miradas se encontraron y me soltó un “¡TÚ!”, súper cabreadísimo, y a mí no se me ocurrió otra cosa que chillar hasta que parecía que tenía 5 campanillas agitándose en mi garganta, y agarrándole por los pelos de las sienes, tiré de ellos con ambas manos y en direcciones opuestas con toda la fuerza que pude.

El rubio se levantó del suelo en plan sobrehumano (arrastrándome con él), y me abofeteó con todas sus ganas enviándome al otro lado del descansillo, muy cerca de las escaleras. No perdí el conocimiento, que me hubiera encantado. Por el contrario, mientras le oía jadear, me hice la muerta, recordando las tácticas de contraataque de Jill en Los Ángeles de Charlie, y me dejé estar con el cuerpo hecho un guiñapo, mientras el corazón me palpitaba en el labio inferior. ¡Coño, hasta me sabía y sentía la sangre en la boca!

Oí resoplar al rubio y ponerse a andar hacia mí. Sin llegar a abrir los ojos, y con mis dos brazos colgando por los escalones que bajaban al primer piso, pude ver cómo pasaba a mi lado y entonces le agarré del bajo del pantalón. ¿Lo normal hubiera sido que se cayera y rodara varios pisos, verdad? (o rodar del primero hasta la puerta de la calle) ¡Pues no! ¡El tipo me arrastró escalones a bajo en su caída! Fue un visto y no visto. Antes estaba haciéndome la muerta en el descansillo, y ahora surfeaba boca a bajo por todos y cada uno de los escalones. Si esto lo hubiera hecho la auténtica Jill de Los Angeles de Charlie, ¡seguro que se hubiera dejado sus dos perfectas y macizas tetas en el primer escalón, mientras que yo había lamido con mi pecho como veinte escalones o más!

El rubio al final trastabilló y se fue de bruces con un enorme sonoro batacazo, justo delante de la puerta del viejo cabrón que me había dicho hasta la saciedad, que no quería publicidad. Yo intenté levantarme, pero estaba demasiado desmadejado y dolorido para hacerlo. Además, tal y como estaba, con la inclinación de las escaleras, y con varios escalones bajo mi cuerpo, lo más que pude levantar fue la cabeza, mientras el rubio cabrón se volvía a levantar. ¡Coño! ¿Pero es que nada lo tumba? Parecía un asesino de esos, el Jason, o el Freddy Kruger, que los matan de 5.000 formas y en la secuencia siguiente se levantan con buen aspecto (dentro de lo que cabe esperar para un asesino en serie), y hasta tienen tiempo de hacer un chiste divertido.

Al rubio no le dio tiempo de hacer un chiste divertido o de rematarme, porque el viejo cabrón, en plan Batman, apareció como de la nada desde el interior de su casa garrota en mano, y le arreó tal palo en plena cara al rubio, que éste perdió el equilibrio y se fue derechito al pasamanos y después, se lanzó de cabeza por el hueco de la escalera. El viejo se puso entonces a gritar socorro y claro, yo como estaba medio trastornada por la caída, pensé que estaba llamando a su mujer Socorro, pero no, estaba pidiendo ayuda, después de llevarse por delante a un rubio cachas de casi dos metros, con su garrota mortal.

Me puse en pie medio muerta, con mis huesos crujiendo como una bolsa de panchitos, y miré abajo. El rubio cachas, estaba espatarrao boca abajo en el portal, con algo oscuro que crecía en els uelo, cerca de su cabeza. Sangre. ¿Lo había matado de un garrotazo? ¡Joder con el viejo! ¿Y ahora cómo sabría dónde tenía a Sayuri, si el rubio estaba muerto? ¡A la mierda Sayuri! Casi me matan por ser una marika cotilla. Lo que debería hacer ahora es subir a ver qué había pasado con Gigi, por si alguno de los dos había resultado herido y quedarme con mi novio postizo Bruno, y después llamar a la Trini y pedirle cita para que nos casara lo más pronto posible.

Subí corriendo hasta el 4º piso. La puerta estaba abierta. Lo que primero vi fueron varios muebles tirados y algunos rotos… y después, dos piernas.

-¡BRUNO, GIGI!

Entré en el apartamento, en el mismo instante en que voces desconocidas surgían de las escaleras preguntado qué había pasado, quién era el hombre que estaba muerto en el portal, un grito de mujer, otro grito más, y mejor que el primero, también de mujer, y varios ladridos de perros.

Al principio no vi a Gigi, ni sangre por ninguna parte, pero sí dos impactos de bala en una pared, junto a un espejo en donde me reflejaba, con la cara hecha un cristo y la ropa más arrugada que las ingles de Marujita Díaz.

-¡Nena estás horrible! –le dije a mi reflejo.
-Dolly… -balbuceó Bruno desde el suelo.
-¡BRUNO! –y me arrodillé a su lado para ver si estaba sangrando o algo así, y me cagué en todo lo que se movía, porque mis rodillas crujieron como dos manzanas reineta.
-¡Busca a Gigi!
-¿Pero estás bien? ¿Te ha disparado?
-Estoy bien, busca a Gigi… -dijo entre dolores.

Sin levantarme, porque los dolores de los pies me estaban matando, fui de rodillas por todo el piso llamando a Gigi a gritos, hasta que entré en su habitación, y allí estaba ella, en la cama, en plan Fea Durmiente, con una de sus espantosas camisas Lolailo, pero respirando.

-¡Gigi! –dije hasta gastarle el nombre, pero la otra, ni mú.
-¿La has encontrado? –gritó Bruno desde la entrada.
-¡Sí, y parece que está, inconsciente! ¡Y con una camisa horrorosa, tía! ¡Gigi! ¡Despierta!

Le arreé unas cuantas bofetadas, porque tenía delito que tanto Bruno como yo estuviéramos hechas mierda, apaleadas, doloridas y sangrando como carne descongelada, y la Gigi fresca como una rosa; a las siete u ocho bofetadas, propinadas con más ganas que las que imponen las viejas al marcar sus cartones de bingo, Gigi despertó chillando que dejara de hostiarla, y al verme gritó horrorizada.

-¡Dolly! ¡Qué te ha pasado tía!
-¡Tú qué crees! ¡Esto es por intentar salvarte el pellejo, y tú durmiendo la siesta como una reina… con ese horror de camisa!
-¡Me drogó con un frasquito!
-¡Pues podría haberte apalizado primero, como a las demás, y después drogarte! –dije súper cabreada y me senté en el suelo, completamente exhausta.
-¿Y el rubio? ¡Ha escapado!
-¿Ese? Ese ha escapado al más allá. Un viejo del primero le pegó con un bastón y cayó por el hueco de la escalera.
-¿Y está muerto?
-Como los pollos del Corte Inglés.
-¡Dios santo!
-¿Serás? ¡Preocúpate por mí, coño! ¡Que mira como estoy por venir a salvarte! Y además ¡Sin desayunar!

Volvimos a ir a Bruno hablando con alguien. Había cogido su móvil y estaba hablando con alguien de la comisaría. Lo único que entendimos y que se nos marcó a las dos a fuego, fue aquello de:

-… No, ha escapado.
-¿Qué? –salté yo-. Cayó por el hueco de las escaleras y se abrió la crisma como una piñata.
-No, Dolly… abajo no hay nadie.
-¿Cómo que…? ¡Pero bueno! –dije súper cabreada y me levanté como pude, con dolores por todas partes hasta salir de la casa y asomarme al hueco de la escalera.

Abajo sólo había sangre y cantidad de vecinos chillando y parloteando muy alarmados, y un perro ladrando por ahí, pero el rubio cachas y secuestrador, no estaba.
¡NO ESTABA!

4 comentarios:

Frank Palacios dijo...

Mejor que sea versátil, nene, que ya he tenido mis "experiencias rusas" (¡Espasiva!), y quita quita. Mejor que haya un poco de fiesta por ambas partes.

Tony Tornado dijo...

lo de espasiva lo decía mucho yo,...
es que me parto contigo....

Bikachus

Hidroboy dijo...

NEEEENAAAAAA
¿A qué coño esperas para seguir contándonos tus aventuras?
Yo que sólo vivo ya casi para trabajar y para leer tu vida y vas y no me la cuentas. A este paso me hago de Comisiones Obreras, perdón, de la cece o o.

Frank Palacios dijo...

El trabajo, que me tiene loca, y cuando intenté relajarme haciendo "la posición del loto", me atravesó un calambre y casi me "desguarnio".
¡Eso me pasa por ir de moderna!

Kisses en las narices!