lunes, septiembre 12, 2005

~3~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Gigi y el mega paquete de Alberto, me decidieron a salir de casa con mi espantosa gripe, en busca de pistas que nos condujeran al paradero de nuestra “amiga” Sayuri.

Cuando vas inflada como el hindenburg de antigripales, las aceras parecen más blandas de lo normal, y tu sentido del equilibrio consigue que parezcas una borracha andando a las doce de la mañana por la calle. Eso explica que la gente al verme, se apartaba temiendo que les vomitara encima. Suerte que no iba sola, La Grandísima Dolly Parton me acompañaba en mi MP3.

Gigi me esperaba en el portal del piso que comparte Sayuri con La Space, y visto lo que tardé en vestirme, a la muy zorra le rindió el tiempo en peluquería y vestuario. Con lo guapo que es Gigi, jamás me explicaré qué gusto le encuentra a eso de vestirse como Rosario Flores (cuando cantaba aquello de “Mi Gato Hace, no-sé-qué”). Llevaba unos vaqueros más apretados que los tornillos de un submarino, y la camisa abierta hasta el ombligo, luciendo los cuatro miserables pelos que tiene en el pecho, lacios como pelo de coño de vieja. Llevaba también unos “auricus”, que se quitó de inmediato al verme cruzar al calle.

-¿Has llamado al portero? –pregunté.
-¿Pa’qué? Si la Space no habla con nadie.
-También es verdad –y llamé al timbre; alguien descolgó al otro lado, pero no dijo ni pío-. Space, soy Dolly y vengo con Gigi. ¡Abre!

La puerta zumbó y los cierres chascaron cuando la empujé. ¡Seis pisos sin ascensor!, nos separaban de nuestra investigación (qué ripio más estúpido, tía); en el 2º ya me dolían las articulaciones. Nada nuevo para mí, porque con la gripe me dolía todo lo que era articulable y extensible en mi cuerpo. Polla incluida; en el 4º, me faltó un tris de subir a cuatro patas, claro que para eso estaba la Gigi, que como la muy cabrona no fuma y tiene unos pulmones de escándalo, me ayudó como en esas pelis de bomberos, donde el bombero entre las llamas, rescata a la chica. El problema es que Gigi es algo bestia, y en lugar de rescatar a la damisela, parecía que rescataba al perro de la familia. Y ese perro era yo, claro; al llegar al 6º casi pierdo el sentido. Me subió la fiebre y pronto comenzaría a ver a marikas muertas, como el niño de la peli; Gigi llamó al timbre, pero antes de que sonara, la Space ya nos había abierto.

-¡Agua! –fue lo único que pude decir-. ¡Mis discos de Dolly Parton por un vaso de agua!

Ya en el salón, tras meterme tres vasos de agua, la Space se sentó con nosotras. Iba monísima. Parecía la portada del disco de Flash Dance (claro que la Space trabaja de profesora de Danza Moderna, y tiene que vestir como una tarada de los 80’s). Tenía en la mano una pizarra de esas de imán, de las que se suelen colgar en la nevera, para comunicarse con nosotras, porque la Space como comenté antes, no habla con nadie. Cree que anulando la voz, sus otros sentidos se potencian. Yo verdaderamente creo, que lo hace porque por fin se ha dado cuenta de que le huele el aliento, e intenta ocultarlo.

-¿Desde cuando está desaparecida Sayuri? –preguntó Gigi.
>Desde el VIERNES -escribió en la pizarra la Space.
-¿Y te contó si iba a ir a algún sitio, o si había quedado con alguien?
>Es que hablamos poco -escribió la Space.
-¡Vaya! –dijo Gigi.
-Puede que en su habitación, ya sabes que Sayuri era una Mari Post-it, puede que haya dejado alguna pista sobre con quién pensaba quedar el viernes noche.
-¿Por qué hablas de Sayuri en pasado, como si estuviera muerta? –me preguntó Gigi.
-No hablo como si estuviera muerta: está desparecida desde hace dos días, y al hablar hay que utilizar el pretérito anterior.
>Sayuri no está MUERTA -escribió la Space.
-¿Pero qué manía os ha dado por enterrarla? –protesté-. Space: ¿te importa que echemos un vistazo en su habitación? Puede que descubramos dónde se fue y con quién quedó; Makaka nos comentó que la vió en el D'Lirio con un camionero.

La Space se lo pensó, escribió en su pizarra, borró, volvió a escribir, borró otra cosa y escribió de nuevo.
>Vale.

Nos levantamos y cogí a Gigi de la muñeca para tirar de ella, mientras la Space se ponía un disco en el equipo de música, del estilo “El Divino de Ibiza”, y se ponía a bailar su danza moderna en el espacioso salón, moviendo de forma compulsiva el cuerpo de cintura para arriba, con una cara que recordaba a esas máscaras japonesas y los ojos abiertos una barbaridad, como si estuviera viendo pollas descomunales saliendo de las paredes. Sí, la Space era rara, y tuvo problemas de coca en los 80’s y problemas con Milly Vanilly, cuando se descubrió que cantaban en play back. Está claro que no superó ninguno de esos problemas.

La música de Aquí hay Tomate, ese canto gitano que ponen cuando van a hablar de cosas turbias, o de folklóricas lésbicas, sonó en THX dentro de mi cabeza cuando abrí la puerta de la habitación de Sayuri; Gigi se cogió a mí preñada de terror, como cuando fuimos aquella vez al pasaje del terror, nos pusimos histéricas y arrasamos con el decorado y con el cuerpo de la chica que hacía de la niña del exorcista, que pisoteamos en nuestra huída como si fuera una cosecha de las uvas de Falcon Crest.

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