martes, septiembre 20, 2005

~7~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

De cabeza en el peor antro de la ciudad para una marika tan COOL como yo, terminé sentada con la Tunguska a la espera de ver por allí a la Vader, para intentar conseguir más información sobre quién era, qué hacía y dónde estaba mi amiga desaparecida: Sayuri.

-¿Nos conocemos? –me preguntó la Tungusta, medio piripi y no muy segura de quién era yo.
-¡Claro que nos conocemos! Tú estabas en la fiesta de cumpleaños de Manoli, ¿recuerdas?
-¿En el cumpleaños de Manolo?
-Manolo, Manoli, ¡qué más da! ¿No te acuerdas?
-La verdad... no.
-Vaya… qué fastidio. Para una vez que me encuentro con alguien que conozco en este garito, que esta noche rivaliza con el pasaje del terror del parque de atracciones –dije… dejando la frase en el aire.
-Pero tampoco tienes que irte…

Dijo la Tunguska como si intentara ligar conmigo, o como si pensara que me iba a ir. ¡Vamos! Con lo dopada que estaba de medicamentos antigripales. Mi culo no se iba a levantar de aquel taburete en unos largos minutos, se decidiera a hablar conmigo o no la Tunguska.

-Mi vida es una mierda –dijo tras un rato de silencio.

¡Ah, no, nene! Ni estoy lista para soportar a la alegre clientela de reliquias del Lether, ni para aguantar lloronas personales de nadie, y menos de la Tunguska, que ahora iba de mosquita muerta cuando bien que intentó meterme mano en el cumpleaños de Manoli, hacía 6 o 7 meses.

-Pues con el alcohol no lo vas a arreglar, querido.

Le dije y me fui de allí antes de que me empanara con sus problemas personales, cuando casi me muero del susto al ver subir por las escaleras a Gigi, que era la viva imagen de Caperucita Gay, acechada por los lobos de la 4ª edad.

-¡Gigi! –la llamé y le faltó tiempo para venir corriendo a mi lado, como la chica del Martín-. ¿Qué haces aquí?
-¡No pensarás que te voy a dejar sola en esto! –y vio de soslayo a la Tunguska-. Mira, pero si está la Tunguska. ¡A ver si te mete mano otra vez!
-¡Ja! Antes salgo corriendo por el pasillo del cuarto oscuro y me tiro de cabeza dentro.
-Serás capaz.
-Tía, este sitio es lo peor.
-Sí, vamos a beber algo –y me arrastró hacia la barra, cogiéndome de la mano.
-Gigi, estoy medicada. No puedo beber nada.
-Tú tranquila que mi padre es médico y yo se de esto –y se dirigió al camarero-. ¡Dos ginlemons, por favor!
-¿Has oído lo que te he dicho hace treinta segundos?
-Mira, el limón es cojonudo para la garganta, y la ginebra mata a todo bicho viviente.
-Pues contigo no ha hecho efecto –dije y cogí mi copa cuando llegó el camarero.

Gigi fue a soltarme alguna frase contundente pero se detuvo en seco, y miró detrás de mí, como si estuviera viendo a la mismísima Maria Teresa Campos vestida en plan lether y colgando de un sling, armada y peligrosa con dos vibradores. Gigi boqueó pero no habló, así que no tuve más remedio que volverme hacia atrás para ver qué diablos estaba mirando, cuando la vimos… y entendí su reacción.

De la entrada del cuarto oscuro salía Rafael, también conocido como Rafaela (u ¡Hola Rafaela!) y también conocida como LA VADER. En ese momento el tiempo y el espacio se ralentizó, como en ese anuncio donde una tía disfruta de su champú al son de orgasmos múltiples. La Vader vestía de negro, para variar, con una camisa de diseño abierta, con unos cordones en lugar de botones y un pantalón de algodón negro, acabado en unos espantosos zapatos de esos que tienen unas puntas súper afiladas. Iba hecho un pincel. Sudoroso, sólo en la cara, porque seguro que ya se habría tirado a alguien en una de las cabinas del cuarto oscuro, y con el pelo peinado con las manos húmedas y hacia atrás, en esa especie de media melena que es y no es. Los ojos de un azul eléctrico, nos atrapó cuando miró hacia nosotras, confundiéndonos seguramente con parte del decorado. Aunque ¡coño!, aquello estaba lleno de viejas y nosotras somos jóvenes ¡y estamos estupendas!

Durante esa salida espectacular de la Vader, sonaba el tema “Satin Chic” de Goldfrapp, que la verdad es que le iba al dedo a la Vader en aquella aparición del interior del cuarto oscuro. No tenía ni idea de cómo le íbamos a abordar o de cómo me las ingeniaría para sacarle información sobre Sayuri… pero si lo iba a hacer, tendría que hacerlo ya y rápido, porque lo que estaba claro al 100%, es que la Vader “ya había cenado” (a alguna marikita desprevenida), y no malgastaría más su tiempo en un antro como aquel.

-¡Tía! –me salió del alma, cuando le arreé a Gigi un manotazo en el hombro, que casi la descalabro y consigo que se atragantara con los hielos de su copa-. ¿Sabes la última? –dije en un tono de voz tan alto, que seguro se enteró hasta la marika más sorda que estaba allí-. ¿Recuerdas a aquel tío que estaba tan buenorro, y al que llamaban la Chirli?

Yo no lo vi, pero por la mirada de acojone total de Gigi, supe que alguien se aproximaba a mí. Era la Vader…sentía el poder del Lado Oscuro en mi nuca.

-¡Pues dicen que la han secuestrado! -terminé de decir y retrocedí de inmediato, antes de que Gigi, que estaba medio atragantada, me escupiera los hielos encima.

Sólo di un paso hacia atrás, pero me topé con él. La Vader es altísima, y seguro que aquello que presionaba mi espalda eran sus pectorales de gimnasio, además de un perfume que me era vagamente familiar ¿Loewe? Loewe y sudor, pero Loewe a fin de cuentas.

-¿A quién han secuestrado? –dijo la Vader tras de mi, con aquella voz a lo Constantino Romero, antes de sacar su inhalador y darle dos chupadas.

Yo me giré cuando daba el segundo ¡SCUUUU! Al trasto aquel para el asma, y tuve que levantar la vista para mirarle a los ojos, que aunque una que está de muy buen ver y mida 1,76… se queda enana al lado de la Vader.

-¿Cómo? –pregunté haciéndome la tonta.
-Hablabas de que habían secuestrado a alguien…
-¿Yo? Bueno, sí, vale… ¡ya sabes lo malas que son las marikas!, y está corriendo un rumor a voces sobre… la desaparición de La Chirli, aunque nosotras la conocemos por el nombre de Sayuri…

En ese momento me quise mear encima, porque la Vader me miró y señaló con el índice, que más que un dedo índice parecía algo que no puedo decir ahora, pero que vamos, si yo tuviera esos dedos, ¡NO SALDRÍA DE CASA!
...como decía, me miró, me apuntó con ese mega dedo y dijo.

-¿Tú… no eres a quien llaman Dolly?
-¡Anda! –dije y se me escapó una risa al mirar a Gigi-. ¡Soy famosa! -y me volví hacia la Vader-. Pero no te creas que me llaman Dolly por la Barbra Streisand, no, me llaman Dolly, por…
-Dolly Parton –terminó de decir la Vader.

¡Coño! ¡Que lista era la jodía! ¡Y qué bien se controlaba el cotarro!

No hay comentarios: