viernes, septiembre 23, 2005

~9~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

¿Quién nos iba a decir a Gigi y a mí, que buscando respuestas a la desaparición de nuestra amiga Sayuri, íbamos a terminar en la casa de la Vader? ¡Ni la médium más colocada de peyote, lo hubiera visto en sus visiones psicotrónicas!


Subimos por la escalera (porque no había ascensor), a un metro de distancia de La Vader, que seguía sin decir ni pío. La subida hasta el 7º piso donde vivía la Vader, corroboró mi teoría de que toda marika que se precie, lo de vivir en un piso alto era algo que las volvía locas. Sé que parece un Expediente X, o una moda pasajera, pero eso de vivir en un piso alto y sin ascensor, no sé, deberá tener ese punto orgiástico de creer que puedes subir a la azotea ¡y volar de azotea en azotea como una “Supermana”!

Sintiéndome la salchicha de un Hot Dog, porque iba la Vader, yo, y Gigi a tras, cogida de mi cinturón, llegamos extenuadas al 7º, en el que sólo había una puerta, que abría en ese instante la Vader cuando nos dijo:

-Pasad… -y se apartó de la entrada, tras encender la luz del interior, para que lo hiciéramos.
-¡Uis qué piso más cuqui! –dije simulando que era una marika tonta y superficial (que lo soy cuando me da la gana), y que no tenía miedo de entrar en la casa de la Vader, aunque tenía todos mis sentidos alerta en plan Lobezna, y pasé dentro con el caparazón de tortuga en el que se había convertido Gigi.

La Vader cerró la puerta, sin correr los cerrojos y encendió más luces. Luces de diseño, porque en lugar de iluminar, lo que conseguían era un efecto de varios ambientes diferentes, en el amplio salón con balcones a la calle. Mira, el balcón, otra vía de escapatoria en caso de que pasara algo, aunque claro, entre mis súper poderes de marika, aún no está el de vuelo sin motor.

-¿Queréis tomar algo? -nos sugirió y desapareció por una puerta.
Yo miré a Gigi y me susurró.
-¿Has visto el pedazo de casa que tiene la jodida? Debe estar forrada la tía, además de estar loca, debe ser millonarísima.
-Shhh… -dije para mandarla a callar y le habré bajito-. Podemos estar en peligro de muerte, ¡y tú pensando en la revista El Mueble! ¡Gigi!
-¿Queréis tomar algo? –volvió a decir la Vader, saliendo de la cocina con una copa de algo parecido a coca-cola.
-¡No, gracias! –y me puse un poco hétero, pero sólo un poco-. Lo que queremos saber es qué ha pasado con Sayuri.
-Yo le dije que tuviera cuidado –comenzó a decir cuando se sentó en un sofá monísimo de polipiel negro en forma de L, frente a nosotras-. Había visto movimientos extraños en el Lether desde hacía semanas.
-El Lether está con "movimientos extraños" desde hace años –dije y tomé asiento en la punta más alejada del sofá en L-. Hace años que sólo van marikas viejas horrorosas, y alguna alemana loca vestida de cuero con el culo al aire, pensando que aquello es “Villa Leterón”, y se lleva un chasco de muerte, claro.
-Había un tipo extraño –siguió diciendo la Vader, y Gigi se sentó a mi lado de una forma extraña, como si se estuviera haciendo pis y se aguantara-. Uno alto, cachas, peludo… como de unos cuarenta años o así.
-¿Y Sayuri estaba con él?
-No, él fue en busca de Sayuri… le vi varios días preguntando a los camareros por un chico muy guapo, y la descripción que daba era la de Sayuri.
-¡Sayuri se relacionaba más... que el Cofee Anan en la ONU! -dijo Gigi.
-Sí, era muy puta… -y sonrió-. Por cierto… ¿sabéis por qué me llaman por ahí La Vader?
-¿La Vader? –dije rápidamente-. Ah, pues no. ¿Por qué te llaman la Vader?
-Es que no tengo ni puñetera idea –y se sacó el inhalador y se dio dos SCUUU SCUUU para su asma-, de por qué me llaman “La Vader”…
-Es que hay MUCHA marika mala –corroboró Gigi. La que miré para apoyar su comentario y ambas asentimos.
-¿De verdad que no queréis tomar nada? –y agitó su coca-cola.
-No gracias, pero cuéntanos qué tiene que ver ese tipo extraño con Sayuri.
-Sí… el tipo. Era muy extraño… pero lo más extraño, es que un día Sayuri se puso a hablar conmigo, aunque en realidad no quería follar, sino que dio un rodeo eterno en su soliloquio, para preguntarme si había visto a un tipo en especial. Ese hombre extraño del que os he hablado.
-¿Conocías a Sayuri? –me aventuré a preguntar.
-De vista… como a vosotros dos.
-¿De vista a nosotros por el Lether? ¡Imposible, cariño! –y me salió la vena gay-. Antes me voy de copas con Carmen de Mairena, o me cojo un bus al geriátrico "Praderas Soleadas" –y nos reímos.
-No, no... en el lether, no, os he visto en el Hot.
-¡Mira!, por ahí sí que vamos, aunque también se han vuelto algo blandas las “osas”. ¡Es que ya no quedan hombres de verdad!

Cada vez me volvía más mari, y creo que la Vader se percató de ello, porque con un descaro tremendo, se quitó esos cordones que llevaba en el pecho su camisa, para mostrarnos sin recato el pecho lobo que tenía.

-No, a vosotros os gustan los osos estilo camionero…
-Bueno, tampoco es que seamos unas sibaritas, PERO…
-¿Os gustan los tríos?
-¡A mí Los Panchos!
-¡Gigi! –y dije sin perder mi sonrisa country line-. No está sugiriéndonos música... –y miré a la Vader, que se repatingaba en el sofá, con los brazos extendidos a los lados-. Gracias por la oferta, pero… ya-he-mos-fo-lla-do –dije rapidito y con esas pausas.
-Y yo –respondió la Vader y sonrió chulesco, en plan risa de parteculos experimentado.
-¡Biennn! -dije cogiendo a Gigi del brazo y tiré de ella cuando me levanté-. Visto que ya estamos las tres bien folladas… ¡calabaza, calabaza… cada una pa su casa! –y me puse a andar hacia la entrada, cuando la Vader se levantó.
-¿Os vais? -preguntó confuso.
-Sí, nene, somos unas Jedis buenas y no queremos tratos con el Lado Oscuro.
-¿Pero de qué hablas?
-¡Corre, Gigi!

Abrí la puerta y salimos pitando escaleras abajo. Se me pasó por la cabeza la absurda idea de montar en el pasamanos y bajarlo a toda leche, pero claro, era un portal tan decadente y mate, que después cantaría un pasamanos súper lustroso, después de que hubiera pasado mi culo por él. Ni muerta iba a limpiar con el culo de mis vaqueros de zorra aquel pasamanos.

-¡Estáis como cabras! –nos chilló la Vader por el hueco de la escalera-. ¡Locas!
-¡Viva Dolly Parton! –respondí.
-¡Locas!
-¡Por un beso tuyo!, taraaaa-ra –le cantó la Gigi, en plan Malena Gracia.

Estirando el brazo y el índice más que ET, pulsé el botón del portal y este se abrió. Al salir a la calle no paramos de correr, no, seguimos corriendo como un kilómetro más. Íbamos tan felices por el avance en nuestra investigación, que casi acabamos enterradas en una zanja de la calle. Bueno, Gigi se dejó los huevos en la valla de seguridad y se fue palante al grito de “¡que me escoño!”.
¡¡¡Y es que Madrid está lleno de obras, nena!!!

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