domingo, septiembre 18, 2005

~6~ 1ª Temporada

En el capítulo anterior…

Sayuri había desaparecido como una abducida de Expediente X. Gigi y yo investigábamos el porqué, cuando descubrimos que quizá no fuera ni todo lo puta que era, ni todo lo fantástica que decía ser… ¡¡¡porque podría ser una policía!!!

Aún shockeadas, y yo bastante agripada con mis virus y antigripales, no terminábamos de entender cual era el juego doble de Sayuri. ¿Era una confidenta de la poli? ¿O era una súper mega poli, estilo Los Angeles de Charlie... de las que luchan contra los malos, pegan tiros, hacen cabriolas en el aire y caen de pie, sobre unos tacones de 8cm?

-Creo –dije finalmente, porque tanto Gigi como la Space seguían estupefactas-, creo que deberíamos consultar a una profesional. Alguien que se controle bien este terreno.
-¿Pero a quién vamos a consultar? –chilló Gigi, y la Space que no habla, hizo unos gestos con las manos y se las colocó en jarras.
-Hay alguien que lo sabe todo… -y les cogí las manos a ambas-. Pero será peligroso, chicas.
-Ah, no, Dolly. Yo a la poli no voy.
-¡No hablo de la policía, tía!
-¡¡¡Entonces quién!!!
-¡La Vader!

Gigi y la Space me miraron como flipadas, y seguro que en esos instantes ambas oyeron, al igual que yo, el tema de Williams de La Marcha Imperial, y la asmática respiración de La Vader.

-¿Tú estás loca? ¡Esa marika está chalada! –chilló Gigi y la Space, que mantenía una expresión de gritar con las manos en las mejillas, asintió para confirmarlo.
-Sí, lo sé, es una mamarracha, pero es una mamarracha que se cree la reina del ambiente, y un reto como preguntarle por el paradero de Sayuri, será suficiente carnaza para que pique esa mamarracha despiadada que cree saberlo todo.
-¿Sabes lo que te digo? Que conmigo no cuentes. Soy joven, estoy estupenda, y paso de que nadie me vea con semejante esquizoide rara y asmática.
-No está loca la Vader, aunque tienes razón en que es una mamarracha, pero he de hacerlo si queremos saber qué ha pasado con Sayuri. Es mi destino… -dije y perdí la mirada hacia algún lugar del techo de la habitación, al que también miraron Gigi y la Space, sin explicarse qué coño estaba mirando en aquella parte del techo de color rosa chicle.
-¿Qué coño estás mirando? ¡Dolly! –y me zarandeó-. ¡Recuerda la última vez que fuiste al Lether! ¡Casi te vuelves heterosexuala, tía! ¡Ese sitio es lo piorrrr!
-Es mi destino –repetí, porque cuando empiezo algo, me fastidia horrores dejarlo de lado.
Aún me persigue ese puñetero puzzle en 3D del Empire State, que compré en New York hace 12 años, que sigue muerto de risa dentro de su caja. Con lo bonito que quedaría mi puzzle del Empire State en 3D sobre el televisor del salón, porque encima el puzzle es de los que brillan en la oscuridad, y tuve que dejarlo porque casi me vuelvo loca intentando hacer el condenado puzzle de 765 piezas, ¡¡¡que me costó un pastón!!!
–No, Gigi, esta vez no será como ¡mi puzzle del Empire State!
-¿Qué? –y me miró como si fuera un folleto de viajes del IMSERSO-. ¿De qué carajo estás hablando, Dolly? –y me puso una mano en la frente-. ¿Te ha subido la fiebre?
-Nada de eso, Gigi. ¡Es una cuestión de honor! ¡Es mi destino!
-¡Pero qué perra te ha dado con eso del destino, chica! –chilló cuando salí de la habitación, súperdigna y con la barbilla en alto.

Sí, me marche de casa de la Sayuri y la Space, y regresé a casa. Entre pitos y flautas eran casi las cinco de la tarde, y yo no no había almorzado y el cuerpo me pedía a gritos un frenadol y alguna couldina para la fiebre, además de unos cuantos temas de mi queridísima Dolly Parton para que me subiera el ánimo, la autoestima y para que me despejaran la cabeza.

Gigi me llamó a casa, pero no cogí el teléfono. La Space también lo hizo, pero si no respondí a las llamadas de Gigi, menos lo iba a hacer con la Space, porque la muy loca no dice ni pío a nadie desde hace años; a las diez de la noche me encontraba algo mejor, y me lavé en plan hámster (porque ni loca de tripis me iba a dar una ducha), me puse súper cañón con un conjunto de lo más guay que había comprado en Spriengfield ese verano (de las rebajas, desde luego), cogí unos billetes de la lata de galletas, mi DNI (donde salgo súper monísima de la muerte, porque a la chica de la tienda, la obligué a que me sacara varias fotos con su cámara digital, hasta que no saliera con esa cara de "Mamá, soy marika y tengo miedo"), y un condón (porque ¡nunca se sabe!).

A las diez y cuarenta, entraba por la puerta del Lether, donde sabía que encontraría a la Vader… porque lo de ir a su casa, ni bebiéndome el Mimosín frescor del Trópico! El Lether es un local oscuro de narices, donde te puedes dejar los piños como no vayas con cuidado, y donde Indiana Jones se volvería loca de gusto descubriendo las “reliquias” que lo frecuentan. Porque una cosa son las marikas de la 3ª edad, y otra muy diferente… las reliquias que llenan el Lether.

Me dirigí desde la barra de la entrada a la otra barra, bajando las escaleras, atravesando la pista y subí por las otras escaleras hacia la segunda barra. En la segunda barra es donde solía estar la Vader, sentada muy cerca de la entrada del cuarto oscuro (para variar), pero aquella noche no la vi por allí, pero si reconocí a La Tunguska, más sola que la una, bebiendo una coca-cola o algo similar, y con una cara que daba pena verla. Tenía ese tipo de caras que suelen tener las marikas que buscan que alguien les eche un polvo sea como sea, o cara de apalízame hasta que se me salten los empastes de las risas porque me gusta. Sí, la Tunguska tenía cara de DESESPERATE.

La Tunguska no era fea, pero tenía un pedazo de culo, que cabría perfectamente en el cráter que hizo ese meteorito en el año 1908 en Tunguska (una región de Siberia donde o llevas abrigos de pieles, o ya te puedes dar por muerta). Por ese culo enorme, la llamábamos la Tunguska, claro que yo la llamaba por el nombre que le habían puesto sus padres: Teo.

-¡Hola, Teo! –dije, a punto de levantar la mano para saludarle como esas azafatas súper monas de los anuncios de IBERIA.

La Tunguska se atragantó con lo que estaba bebiendo y me miró cuando me senté a su lado, como si el taburete de la barra hubiera cobrado vida y le hablara. En parte es normal, porque a la Tunguska no le hablan ni en su casa y porque esa noche, la Tunguska tenía cara de san bernardo tras beberse su barrilito de ron. Un poco achispada y corta de reflejos.

3 comentarios:

Hidroboy dijo...

I wish people would leave comments on my blog. But like the people is very touching webs, I don't let them put comments. Comments are for hippies.

I really want you to tell more things about the Tunguska, because I really really pass a very good moment reading you and very laughs. Not for everything!!!

To Wong Foo!!

I mean, thank you for everywhere. What a pitty!

Frank Palacios dijo...

Thanks, dear!

Y la verdad, no sé cómo estos guiris van dejando sus mensajes por todas partes. ¡Anda que el de los globos de luz esos!

¡¡¡¡Y yo que creí que estaba loca!!!

Y deberías activar los comentarios, sean buenos o no, porque como dijo una amiga mía...

Ojos que no ven...
marika atropellada en un paso de peatones a las cuatro de la mañana.

PD: by the way... la Tunguska tiene su punto, pero aquí la interesante será La Vader.
Si no fuera tan ra-ri-ta!

Frank Palacios dijo...

Uis, se me olvió algo...

To Wong Foo,
Thanks for Everything,
Julie Newmar


¡¡¡Y que viva DOLLY PARTON!!!